Capítulo 6 - 34

No me muevo al notar que es él. Si me muevo me voy a empapar más de lo que ya estoy, si es que acaso se puede.

―¿Te da cuenta qué el mundo no se detiene? ―le señalo en cuanto llega hasta mí―. Está lloviendo sin importar cuantos quedamos vivos. ¿Crees que sea normal que llueva en este mes o es algo que provocamos nosotros? Recuerdo que a veces caía granizo en abril.

No dice nada, se agacha junto a mí y me abraza muy fuerte por cosa de un minuto. Deja sus manos en mis brazos mojados y su cabeza se mueve ligeramente de manera negativa.

―Estás empapadísima.

―Se llevaron a Hilary ―logro decir.

Guillermo me mira y seguro que no sabe qué comentar, ya no puede asegurarme que todo irá bien o que de alguna u otra manera salvaremos a Hilary.

Recuerdo que después que la nave se elevara corrí detrás de ella sabiendo que mis pies no iban a alcanzarla pero aun así haciéndolo. No supe en qué momento me perdí ni tampoco en el que empezó a llover a cántaros.

―Ven, tenemos que ir a la estación y debes ponerte ropa seca María.

―¿Sabes? A veces creo que eres lo más importante que me queda ―miro sus ojos y alzo mi mano para acariciar sus cejas mojadas―. Al menos lo cuerdo más importante que me queda.

―Para la siguiente vez, si te digo que te quedes en un lugar lo haces.

―No, no. Para la siguiente vez no nos debemos separar.

Me ayuda a ponerme de pie y caminamos unos metros hasta un auto que no está por completo apagado. Guillermo abre una de las puertas traseras y me meto dentro sintiendo enseguida menos frío. Estoy muy cansada para preparar un ataque por si Radcliffe me dice algo, pero entonces me doy cuenta que no hay nadie en los asientos delanteros y que Guillermo se está metiendo junto a mi lado.

―Y... ¿Y Radcliffe?

Una horrible sensación recorre mi cuerpo y me revela que a pesar de lo que ella me desagrada en realidad no quiero que nada malo le pase a ella tampoco. Además, quedamos muy pocos para desear que las personas desaparezcan, de alguna manera también la necesito.

―En la estación ―contesta Guillermo con calma y enseguida mi corazón se alivia―. Se lastimó un tobillo. Después de que las naves se fueron nos encontramos con Walter, él se llevó la camioneta y me dejó este carro para buscarte.

Cierra la puerta y el ruido de la lluvia queda lejano. Ahora me siento de lo más incómoda con toda la ropa así de calada. Me quito los zapatos y las calcetas con fastidio mientras Guillermo se mueve hacia adelante para tomar una franela y luego intentar secarme el cabello con ella.

En un segundo se queda quieto, volteo hacia él y me está mirando directo a los ojos. Es una mirada de tristeza y al poner una mano en su fría mejilla habla en voz baja.

―No sé qué va pasar.

Es una confesión sincera que lo hace ver por un momento como un niño desconsolado que se ha cansado de mantener la fortaleza. Así que sin más estiro un poco el cuello y lo beso. Es un tipo de confort que me da un poco de esperanza, algo que me hace sentir un punto de felicidad en medio de una mancha de desolación.

Me separo un momento de sus calientitos labios para decirle algo que no quiero dejar pasar. Mis ojos están bien abiertos y tengo su carita frente a mí, como cuando abrió la puerta de su casa a Santiago y a mí el día de la fiesta, como cuando me pidió que lo hiciéramos y se moría de nervios, como cuando me enseñó a disparar, como cuando nos dimos cuenta de que no volveríamos a ser los mismos, como cuando nos despedimos y como cuando agradecí al cielo el volver a verlo.

―Te amo Wilhelm ―No sé si lo he dicho en voz alta y dos segundos aterradores pasan antes de que él deje notar una expresión alegre de esa manera noble que tiene para tomarse con más importancia lo que yo le estoy diciendo que lo demás qué suceda.

―Yo también te amo María Pía.

Pasa sus manos por mi cintura y me apretuja más hacia él. Afuera sigue lloviendo y a las nubes, a la lluvia y a la tierra no le importa el hecho de que vida que no nació en el planeta acaba de secuestrar a unos cuantos humanos para acabar de una vez por todas con nosotros. Pero adentro hemos hecho que el tiempo se paralice aunque sea un segundo.

Si pudiera escoger ahora una forma de morir, tal vez preferiría que fuera justo donde estoy en este momento, en sus brazos, cerca de sus tupidas pestañas, disolviéndome en su boca, amarrando mis manos en su cabello y su espalda, dejando que me haga suya y que sepa para siempre que no quiero que tengamos un último beso.

***

Me muevo tantito esperando no haberlo despertado, él también se mueve para luego continuar con su tranquila respiración que me revela que sigue durmiendo. Quiero tener una forma para captarlo así, posiblemente podría encontrar alguna cámara de las antiguas y lograr mi cometido.

­―¿Qué pasa? ―murmura de repente sin abrir los ojos y se mueve un poco sintiendo que lo observo a profundidad.

―Está amaneciendo.

­―¿Y? ―Abre un ojo color Wilhelm y medio sonríe―. Estaba planeando quedarnos a vivir por siempre en este coche. Está parte será el dormitorio y adelante la sala y comedor. La cajuela puede ser la cocina.

―¿Y el baño?

―Es verdad, no había pensado en lo más importante de todo.

Nos quedamos silenciosos. Viene a mi mente una sensación que de repente he estado teniendo desde que volví a la ciudad. Es algo extraño, como si al pensar en todo los sucedido mi cabeza me gritara en tono de broma "Ehhhh te la creíste, nada de esto ha pasado, ¿cómo puedes creer que de verdad ha ocurrido? ¿Unas naves cayeron del cielo y mataron a más de la mitad de la humanidad? ¿En serio lo crees? ¿Cómo puedes creer que Santiago esté muerto? Eso no pudo haber sucedido, apenas si fueron a una fiesta juntos". Y choca con la realidad de todas las cosas acontecidas, no lo puedo explicar, de repente solo sobreviene y cuando esas palabras están a punto de convencerme siempre lloro y maldigo que haya sucedido. Lloro como ya lo estoy haciendo en este minuto.

Guillermo se da cuenta y acomoda sus brazos para rodearme y abrazarme fuerte sin pronunciar palabra.

―Una vez ―comienzo entre gimoteos― Santiago y yo tuvimos un pelea de palomitas. La cocina de su casa quedó echa un desastre porque las palomitas tenían salsa.

―Apuesto que te hizo limpiar a ti ―habla al fin con una sonrisa.

―No lo dejé, soy la única que puede mandarlo ―estoy a punto de corregir el "puede" por "podía" pero mejor lo dejo ahí.

Nos besamos de nuevo, un largo y lento contacto que termina con él quieto como piedra.

―¿Qué?

―Puedo... ¿hacerte una pregunta? ­―Tuerce un poco la boca―. Una pregunta muy tonta.

―Sí.

―No quiero que lo tomes mal, me gana un poco la curiosidad la verdad ―Ya quiero interrumpirlo y decirle que haga la pregunta de una vez pero aguardo un segundo más y por suerte él la hace―. ¿A quién besaste? Si no fue Walter no logro adivinar quién.

―¿Te parece importante?

―Necesito aliviar mi curiosidad ―Y sí, tiene la cara llena de "no voy a poder dormir si no lo sé" no en un mal aspecto, sino en la forma de un niño travieso.

―Se llama Lázaro. Lo conocí hace años, me moría por él y vas a creer que soy la persona más tonta del mundo ­―hago una pausa y me da otro beso antes de susurrar un "cuéntame"― el amigo de una amiga con el que en mi época de no estudiar me había terminado enredando estando muy borracha, me moría por él, y después de eso él no me habló pero yo seguía súper enamorada de él, muy tonta. Luego cuando salí con Juan Pablo aún albergaba esperanzas con Lázaro , él me seguía gustando hasta que me arrepentí como nunca en mi vida cuando me enteré que él andaba con algo con esa misma amiga de la prepa que me lo presentó, o al menos creí que era más o menos mi amiga porque ella sabía que me gustaba.

Aprieta un poquito los labios con sencillez, pensando las cosas.

­―Que cabrón.

―Mi mayor arrepentimiento.

―¿Y por qué lo besaste entonces?

―¿La verdad? No tengo idea, me sentía muy sola. He sido estúpida dos veces con él.

―Tal vez ―sonríe medio en broma aunque la verdad sí que me siento mal, ¿de verdad María? ¿Lázaro?―. Es porque eres una buena persona María, a veces eres un poco malvada con tus palabras, pero no mereces seguir enamorada de ese puto Lázaro. Pero que horrible nombre.

Me rió de manera nerviosa y luego no sé cuánto tiempo más nos besamos. Para ser sincera Guillermo me ha hecho sentir la persona más espantosa del mundo por los cargos de conciencia y luego la mejor, de ser tan afortunada de estar con él.

Cuando mi estómago suena de hambre en un ruidoso sonido él tiene un ataque de risa y aunque me avergüenza un montón me alivia verlo reír.

―Vamos a Perisur* ―dice vistiéndose por completo y pasándose hacia el asiento delantero lo cual yo aprovecho para darle una suave nalgadita―. Buscamos comida y ropa ¿Y luego? ¿Qué se te antoja?

­―En realidad ―no quiero terminar con este espacio de serenidad y buenos sentimientos, pero hay que aceptar que estamos viviendo una mentira efímera―. Ahora cuéntame tú todo. Tus pesadillas, lo que ellos hacen, lo que hicieron, lo que planean, de qué manera rescatamos a Hilary y cómo los vencemos.



*Una plaza comercial al sur de la Ciudad de México.


Muchas más gracias a SimonArg a AnaluciaRamirez8 a Un_lector_mas_ por sus valiosos comentarios y lecturas y a todas las demás personas que los hacen.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top