Capítulo 4-32
En mi mente la frase "par de imbéciles" se repite mil veces en pocos segundos mientras sus carcajadas se oyen por todo el auto militar.
Aprieto los dientes y mis ojos están fijos en Vivien Radcliffe que va de copiloto, muy cómoda que Guillermo maneje ya que él conoce mejor la ciudad.
De repente Walter se une a las risas, pero él lo hace de manera fingida y sube tanto la voz que silencia a los otros dos que poco a poco van dejando de reír. Walter logra su objetivo que es hacerlos callar.
―Lo siento ―se disculpa Guillermo pero por el tono de voz siento que todavía hay una sonrisa en su rostro―. Fue un chiste local.
―Para la siguiente vez recuerden que nosotros no nos la hemos pasado de lo lindo aquí ―escupe Walter y luego agrega entre dientes―, hemos limpiado la ciudad.
―Tampoco nosotros nos hemos divertido ―le contesta Guillermo y Walter no se molesta en volver a decir algo y probablemente ni siquiera en prestarle importancia.
Saca de su mochila una cantimplora sin que los dos de adelante se den cuenta porque ya se han puesto a platicar entre ellos, mezclando inglés y alemán. La cantimplora me la pasa. Ya sé que es alcohol y no dudo en darle un largo trago. Me parece que es ron y sí que lo necesito en este momento, ya me cansé de ese par de imbéciles que actúan como si estuvieran solos desde que iniciamos el recorrido. Se ríen entre ellos, intercambian frases en inglés sin sentido para mí, incluso he visto como Radcliffe suele hacer contacto físico cuando no es necesario, le roza la mano o la pone sobre su hombro.
Walter también se ha dado cuenta y más que enojarse por las razones por las que yo me enojo, es que a él no le gusta que la gente se ría como si nada pasara, al menos que se trate de nosotros bebiendo, y mucho menos que lo ignoren.
El día anterior fue muy extraño, después de salir de casa de Guillermo y dejar a los niños en la estación de infantes de Zapata, no lo volví a ver de nuevo. Estuvo con Scott, con Hilary, con un montón de personas menos conmigo. Y hoy por la mañana nos asignaron a los cuatro en la falsa idea de que como nos conocimos en Applewhite y sobrevivimos, podemos hacer un buen equipo.
Luego de un recorrido en el que Guillermo va haciendo pareja con Radcliffe y yo con Walter para informar de los pormenores de las actividades en las diversas estaciones, llegamos de vuelta hasta la estación de Hidalgo, la afortunada elegida por el coronel Thompson, esa estación que a mí nunca me gustó y que cada 28 se llenaba de amantes de San Juditas*, ¿dónde estaban todos esos ahora? Muertos y muertos seguramente.
Para ese momento ya estoy borracha de nuevo, me bajo del auto cayéndome sobre el pavimento y raspándome las rodillas. Walter se apresura a ayudarme porque ya nos darán una paliza si ven que anduvimos bebiendo en este día. Pero en cuanto me pongo de pie tengo justo frente a mí los ojos furiosos de Guillermo.
―¿Qué? ¡Auch!
Me está jalando del brazo y si bien estoy medio exagerando, el alcohol me afecta un poquito a la hora de demostrar lo que me duele.
―Oye, me estás lastimando, hey.
―Entren ―les dice tanto a Walter como a Radcliffe, aunque puedo notar que Walter quiere replicar porque no aceptaría que Guillermo que es más joven que él se atreva a usar ese tono mandón. Solo que como seguro piensa que es mejor por el momento salvarse un poco el pellejo, se aleja.
―¿Te ayudo? ―se ofrece Radcliffe y eso me desagrada más.
―No.
Eso me hace darme cuenta que él de verdad está enojado, ni siquiera ha podido suavizar el tono para contestarle a ella. Les damos la espalda y me sigue jalando hasta llegar a lo que antes fue una parada de autobús, o metrobús o yo que sé. Me hace sentarme con brusquedad y eso provoca que la cabeza me dé vueltas y que los edificios solitarios a nuestro alrededor se vean dobles o como si estuvieran cayendo y nunca lo terminaran de hacer.
―¿Qué verga estás haciendo?
Esa palabra nunca me gustó, me parece tan ruda y ahora dicha con ese tono tan duro casi hace que me encoja. Él de verdad está enojado y creo que nunca lo había visto así.
―Estuviste bebiendo en la jornada...
―Sí y lo hicimos también en el auto ―lo interrumpo dejándome llevar por los efectos y usando ese tono de borracha insolente―. ¿Te diste cuenta? No ¿verdad? Estabas muy ocupado coqueteando con Radcliffe.
Arruga la frente, mueve la boca con fastidio y luego se aleja.
No pienso seguirlo, las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas y cuando casi voy a limpiar una con la playera, llego a sentir el agua en mi espalda.
Me levanto de un brinco volteando tambaleante y luego sintiendo el agua en mi cara. Oh no, no lo ha hecho. Ha vuelto al auto por un galón de agua para echármelo encima.
―Siéntate, ahora ―señala la banquita.
―Tú no me mandas.
―Vamos a hablar, tú y yo.
―Eso dijiste antier y en vez de que habláramos has estado huyendo de mí.
―No he estado huyendo de ti María, no seas tonta ―lanza el galón contra el suelo y me mira con la frente arrugada.
―No sé qué te pasa ―hago un esfuerzo sobrehumano para que la s no suene como z.
―No sé qué te pasa a ti, Hilary me dijo que bebías muy seguido pero no quise creérselo. La María que yo conocí no se escondía tras unas botellas de alcohol...
―Por si no te has dado cuenta pasó más, más tiempo del que creí ―No sé que tanto mis palabras suenen de manera correcta, pero no me importa, esto lo tengo en la conciencia sobria y el alcohol me ayudará a sacarlo―. Te extrañaba idiota, te extrañé un montón, ¡creí que estabas muerto! Dijiste que nos veríamos en unos días cuando te fuiste con Radcliffe en vez de venir conmigo y te tardaste seis malditas semanas y cuando llegas te portas tan raro que siento que lo único a lo que me aferré en todo este mes desapareció por completo. ¡Mi papá está loco! Ha intentado matarse dos veces. ¡Nunca volveremos a ser las personas que fuimos!
No puedo continuar, vomito en la acera y el vómito no para y me asusta cuando llego a vomitar sangre. Tal vez me he lastimado la garganta o el estómago.
Guillermo se acerca con sigilo, me ayuda a ponerme de pie, me siento de nuevo en la banquita y él se va de nuevo para volver con una botella de alcohol para curación y un trapo con el que me limpia la cara por la que también se han mezclado algunas lágrimas.
―Estás hecha un desastre ―dice por fin con calma para luego suspirar―. No sabía lo de tu papá, me dijeron que no estaba muy bien pero no sabía ―las últimas palabras se oyen más como susurros.
―El mundo en desastre cría personas en desastre ―Luego me rio por mi inspiración de borrachina.
Se queda quieto en cuclillas y enfrente de mí, limpiando mi cara y luego dejando caer un poco de refrescante alcohol en mi nuca. Cuando acaba me mira con ojos tristes.
―Te abrazaría en este momento si no hubieras vomitado.
―¿Qué? Si has estado ahí con Radcliffe y creí que, creí que ―ya no sé qué decir.
―Creí que eras tú la que estaba muy enojada conmigo y no querías tenerme tan cerca ―Guillermo se levanta y se sienta a mi lado un poco con cautela y reanuda sus palabras moviendo la boca con lentitud―. Lo que pasó en Applewhite, lo de Santiago, y antier, no sé, me sentía fatal. No pudimos volver pronto porque tuvimos que ayudar a personas, luego una planta nuclear explotó y todo ha sido muy raro, pensé que me moriría ahí mismo por la radiación.
No puedo creer lo que oigo. Me imagino un desastre como el de Chernobyl y me asusto de pensar que la radiación podría estar viajando con el viento.
―No pasó ―Guillermo adivina mis pensamientos y luego voltea hacia la entrada del metro más cercana de donde una silueta llama la atención de nuestra vista, es Radcliffe que ha salido a la superficie y nos echa un vistazo, le hace una seña que él responde con la mano y ella vuelve a desaparecer en el interior.
―¿Qué fue eso?
―Nada, nos hemos aprendido a comunicar por distancia con señas, han sido semanas difíciles. Lo de la radiación no se extendió porque ellos lo detuvieron.
Entiendo el ellos y la sola mención hace que me deje de importar la repentina y breve aparición de Radcliffe.
―No puede ser.
―Una de las cosas que más les atemorizaron al investigarnos fue la energía nuclear, ellos comenzaron a hacer contacto desde los 40, en plena guerra ―No lo interrogo acerca de cómo sabe eso, permanezco escuchando con atención―. Conocen la energía nuclear por supuesto, no solo nos vieron utilizarla sino que fue parte de la destrucción de su planeta.
―¿Recuerdas cuando llegamos a Ciudad Juárez? Scott mencionó algo... y no sé, eran cosas de ciencias.
―El ejército temía que con lo de la energía y las comunicaciones fuera cuestión de tiempo para que las plantas nucleares dejaran de funcionar y eso iba a acarrear problemas. Llevaron a toda la gente que pudieron a cada una de ellas para su correcta desactivación. Claro que desactivar una planta nuclear de manera segura toma años y años. Muchas personas comenzaron a huir, otras murieron con la epidemia, y al fin explotó una ―Guillermo hace una pausa, observa mi cara y luego la desvía hacia uno de los edificios para seguir hablando―. En cuanto ellos se dieron cuenta de un repentino nivel de elevación de la radiación donde estaba la planta, fueron a contenerla. Debe ser lo que los mantiene ocupados en este momento. Temen que vaya a explotar otra planta, las están desactivando. Y seguro no los hemos visto porque...
―Porque en México no hay más que una. Laguna Verde.
Sonríe, lo hace como hace mucho no lo hacía, como cuando compartíamos chocolates o como cuando nos besábamos por las noches en nuestro cuarto en Applewhite.
―Me crees.
Se acerca y me da un beso en la frente que no dura mucho porque lo alejo con suavidad.
―El vómito recuerda, apesto a asquerosidad.
―Qué importa.
―No, qué asco, no quiero que me recuerdes de esta forma.
Mi cuerpo se detiene, la palabra vómito y beso me recuerdan algo. Me quedo tan seria que Guillermo se da cuenta y me pregunta si me siento mal.
―Besé a otro chico ―lo suelto ya, no quiero guardarlo ni mentirle ni nada, necesito liberarme de eso y esperar su setencia.
Observa mis ojos y luego se aguanta una risa, y esa no es para nada la reacción que esperaba.
―¿Y?
―¿Y? ―repito incrédula―. Que me siento horrible. Es como si te hubiese engañado.
―¿Por qué? No es como que tuviéramos un compromiso ¿recuerdas? La forma en que nos despedimos no fue muy clara y siempre lo llegué a pensar, que tal vez estarías con alguien más.
―¿Qué?
―Porque hay muy pocas mujeres ―aclara enseguida temiendo de que me lo haya tomado a mal―, lo sigue habiendo, alguien iba a intentar tenerte, de hecho ―Sonrié a punto de reír, pero lo detiene un poco para seguir hablando―, cuando pasó lo que pasó y hablé con Santiago, dijo que debíamos ponernos listos antes de que se acabaran las mujeres.
Logro sonreír casi nada porque el recuerdo de Santiago sigue doliendo. Es alegre y triste al recordar las cosas buenas de él que siempre te hacían lanzar una carcajada o demostrar lo cínico que era. Hay un silencio de unos segundos y sé que ambos lo hemos recordado, de buena y de mala manera.
―Y luego ―reanuda Guillermo un poquito más serio―, cuando Hilary me dijo lo de tus borracheras con Walter y aunque no quería creerlo, sí llegó a mi mente esa posibilidad porque eres bastante mala con el alcohol. Además Walter es...
―No fue con Walter si es eso lo que imaginas.
―¿Ah no? Oh bueno, he fallado en eso ―Mantiene los labios ligeramente apretados, y yo estoy a la expectativa de que me pregunte con quién fue―. Me alegra que no fuera Walter.
Nos quedamos otro momento en silencio y él juega con las orillas de su asiento. De repente esa naturalidad con la que se lo toma es procesada por mi mente y vuelve a asustarme de la posibilidad de algo entre él y otra persona.
―¿Pasó algo con Radcliffe?
―Mmmm ya te dije que no ―aparta la vista de lo que lo tenía entretenido y se gira hacia mí alzando y bajando sus cejas medio castañas.
―¿Lo juras? ―ese "mmmm" no es nada convincente.
―Vivien es... una mujer valiente y decisiva, y en realidad siento que más que gustarle tal vez ha intentando algo, y más cuando está asustada, porque con todo lo que pasa creo que le hace falta estar con... un hombre ―eso me hace reír y también sentirme avergonzada aunque no se trate de mí―, pero no es tan divertida como tú.
―Pues han estado bromeando mucho...
―Cuando te pones en tu plan celoso siento como si tú fueras la más joven e insegura de los dos.
―Mentira.
Se acerca de nuevo y mi estúpido organismo empieza a emocionarse, mi corazón late fuerte y un tipo de mareo recorre todo mi cuerpo y estoy muy segura que no es por lo que bebí. Guillermo aprieta mi mano y me habla en el oído.
―Promete que dejaras ese impulso de alcohólica de cantina de mala muerte y que dejaremos de suponer y suponer, date cuenta que hemos estado pasándola mal por malentendidos.
―Lo prometo.
La sonrisa que aparece en mi rostro dura solo un segundo, me pongo de pie de un brinco apartando a Guillermo al ver la señal de humo azul elevarse hacia el cielo desde la dirección donde debe estar el castillo de Chapultepec y por lo tanto uno de nuestros puntos de vigilante aéreos.
Sin pensarlo dos veces jalo a Guillermo de la mano con la única intención de correr hacia la entrada al metro.
―¿Qué sucede? ―me pregunta medio asustado.
―El humo azul, ¡es nuestra señal! Hay un ataque.
*San Judas Tadeo (no es el traidor eh jajaja) tiene su celebración el 28 de octubre, pero cada 28 del mes que sea (aunque se llena más en su mes claro) se puede encontrar en el metro Hidalgo de la ciudad de México a muchas personas llevando sus estatuas (no sé si le diga así) del santo. Una buena parte son personas de sospechosas actividades laborales; ladrones, vendedores informales, cholos y cosas así, por lo que se ha generado un prejuicio para ese día y para todos aquellos que van a la iglesia de San Hipólito, que es donde se venera al santo.
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Ahorita no me ha dado mucho tiempo pero me gusta responder cosas o entrar a husmear sus perfiles, soy toda una stalker profesional :D pero de verdad, de verdad muchas gracias por todo :) y en especial por los comentarios, que confesaré son mis favoritos, desde el de reacción a algo que sucede hasta los de final de capítulo y demás. Así que siempre que tengan un poco de ganas, no duden en escribir algo, que es bueno para esta pobre alma en pena.
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