Capítulo 25
Guillermo da un respingo apenas se abre la puerta y después hay solo silencio. Nos observamos el uno al otro, yo esperando que él diga algo y a su vez él lo mismo conmigo.
Mis ojos se mueven lento de su cabeza hacia abajo a su pierna herida y la pregunta que sale de mi boca es muy tonta porque para ser sincera no sé qué decirle.
―¿Te duele?
―Me arde, sí. Me dieron unas pastillas.
Lo siento tan extraño ahora, como si todo la intimidad que habíamos creado se hubiese esfumado junto con Santiago y es que en cuanto empiezo a pensar en mi amigo el enojo me invade.
―No estás en la junta.
―No, ya oí lo suficiente ―doy un paso entrando en la habitación y ahí mismo me detengo empujando la puerta con mi brazo.
De nuevo silencio. Tal vez él también siente que la cercanía en nosotros solo puede existir si alguno se arriesga a saltar la fractura que surgió esta mañana y que ocasiono el abismo que ahora hay.
―Estuve pensando en lo que dijiste ―se impulsa un poco con sus brazos para poder sentarse más a gusto.
―¿Sobre qué?
―Por qué sucedió ―no lo dice tal cual es pero entiendo que se refiere a la muerte de Santiago―. Créeme que lo he estado pensando, a veces las cosas suceden por algo.
―¿Es en serio? ¿Esa es tu explicación "las cosas suceden por algo"? Explícame entonces que es ese algo por el que sucedido esto.
―Creo que estoy enamorado de ti María ―quiero darle un puñetazo ahí mismo y no me doy cuenta que he dado otro par de pasos reduciendo la distancia entre nosotros―. Y pensé que... tal vez tú estabas enamorada de mí. Tal vez es porque tenemos que protegernos el uno al otro. Y tú tienes que ver a tu familia y yo a la mía ¿recuerdas?
―Es la explicación más estúpida que pudiste haber dicho ―tengo los puños apretados y es una pequeña cosa la que me impide lanzarle un revés―. Tu familia no estaba muerta hace un par de días pero ruega porque nada les haya pasado. Mi mamá debe estar muerta, así que no digas tonterías. Santiago es... es... ―de nuevo el ardor en mi garganta que a duras penas logro tragarme― nos conocimos hace años, nos graduamos juntos de la secundaria, estuvimos juntos la primera vez que nos emborrachamos, estuvimos juntos cuando otras personas nos rompieron el corazón, estuvo conmigo cuando no sabía qué hacer con mi vida y yo estaba ahí cuando su hermano le dijo a su familia que era gay, no conocí a su mamá pero estuve ahí año con año acompañándolo al panteón. Pasamos los años juntos. Él era mi mejor amigo. ¿Tú quién eres? Un desconocido.
Quiero que se defienda, eso es lo que quiero; discutir con alguien. Guillermo baja la vista y eso me hace enojar todavía más así que algo se remueve en mi interior para poder lastimarlo, como si quisiera hacer sentir tan mal a las personas de la misma manera que me siento yo.
―No sé qué intentas decir ¿Qué estamos vivos porque crees que "estamos enamorados"? No seas estúpido Guillermo, ¿Cuántas personas que murieron no estaban enamoradas de verdad? Tú y yo solo nos consolábamos en nuestra soledad. Nunca estuviste con una chica y crees que estás enamorado con la primera con quien lo haces, es el fin de la humanidad y entiendo que estés desesperado...
―Era mi amigo también ¿sabes? ―voltea de repente y ahora sí su enojo también intenta salir―. Ya sé que me odias porque si te dieran a escoger preferirías que fuera yo en lugar de él, pero no vengas a decirme lo que siento porque no me conoces de nada, en eso tienes razón. Hay muchas cosas que tengo que decirte pero no escuchas a nadie más que a ti misma.
Él arruga la frente y da un olfateo rápido dirigiendo su cara ceñuda a mí.
―¿Bebiste?
―¿Y eso qué te importa?
―¿Sabes qué María? Preferiría que me dejaras solo.
Hay un duelo de miradas entre nosotros antes de decidirme dar media vuelta pero no para salir de ahí sino para rodear la cama y atravesar la habitación directo al baño.
―¿Qué crees que haces?
―No eres el dueño ¿o sí? Vine por unas cosas porque pienso irme de aquí.
Entro al baño y tomo una pasta de dientes aplastada, el cepillo, y uno de los rollos de papel que están ahí guardados. Me fijo en mi reflejo unos segundos, tengo la nariz más quemada que el resto de mi cara y estoy sucia. Dejo la cosas a un lado, abro un poco la regadera y después de hacer ruidos extraños comienza a salir un poco de agua. Cierro la puerta con seguro y me doy un rapidísimo baño temiendo que el agua se acabe de un instante a otro y cuidando que el agua no toque mi antebrazo. No tardo ni tres minutos, me envuelvo con una toalla y salgo rápido para buscar un poco de ropa antes de volverme a meter y cambiarme. Luego de eso vuelvo a lo mío, guardando lo que me voy a llevar, incluso la ropa sucia por si puedo lavarla por algún lugar, aunque lo más seguro es que me decida entrar a un centro comercial a robar ropa nueva.
Respiro profundo antes de volver a salir del baño y comenzar a buscar entre el pequeño ropero que hay ahí.
―No tienes aspecto de que vas a ir a los refugios ―suelta Guillermo.
―Así que lo sabías ―no me giro hacia él, sigo rebuscando lo que pueda serme útil y entre mis deseos esta el encontrarme con una pistola.
―Vivien me contó apenas lo que le dijo el Coronel al llegar. Se supone que las mujeres y los niños tienen que ir a los refugios.
―Voy a volver a México con mi familia. Creo que el Coronel va hacia el sur así que pretendo acompañarme de ellos mientras tanto.
―¿Y luego?
―¿Y luego qué? ―le espetó de mala gana todavía sin girarme. En realidad estoy tanteando a lo tonto para no tener que darle la cara.
―¿Qué harás si encuentras a tu papá? Los invasores seguirán aquí intentando matarnos.
―Creí que tú querías encontrar a tu familia también.
―Sí, cuando pensaba que esto era solo una epidemia. Ahora que estamos comprobando que nos atacan no tiene mucho sentido porque lo que necesitamos es deshacernos de ellos antes de que logren matar a todos. Aunque tuviera a mis hermanos en este momento no importará porque ellos seguirán atacando. Vivien dice que todas las niñas y las mujeres en edad reproductiva deben ir a los refugios.
―Mujeres en edad reproductiva ¿Qué demonios significa eso? ―ahora sí le hago frente.
Se ve tan indefenso así, sentado en la cama con su pierna herida al aire, con sus cejas bonitas, con nada de barba porque todavía ayer por la noche la afeitó y sin embargo cuando habla sé que el niño de la vida fácil que era antes está desapareciendo con cada día que trascurre.
―Scott tenía razón. ¿Sabes cuantas mujeres en edad reproductiva quedan en Applewhite? Solo 4 contándote a ti y a Vivien, más dos niñas pequeñas.
Alguien toca la puerta y un segundo después vemos la radiante sonrisa de Radcliffe, que desaparece en cuanto me ve. Se ha soltado el cabello y odio admitirlo pero así se ve más joven y más alegre.
―Nos vamos mañana antes del amanecer ―le explica a Guillermo casi ignorando mi presencia―. El Coronel dejará que descansen un poco más los heridos. No hay luz y ya está oscureciendo, ¿quieres que te busque una lámpara?
―No, está bien así, gracias Vivien.
―¿Qué es lo que harás tú? ―ella lo pregunta acercándose a la cama y tocando la frente de Guillermo, la pregunta va para mí claro pero adrede está no mirándome―. ¿Irás con nosotros?
Ese nosotros me hace darme cuenta que Guillermo irá con ella.
―No. Voy al sur.
―¿A pelear? ―Radcliffe no se lo cree y la impresión casi hace que sus ojos azules me observen, pero en vez de eso los dirige hacia la pierna de Guillermo analizando las quemaduras.
―Voy a buscar a mi papá. Necesito buscar una mochila para guardar unas cosas y eso es todo ―no me gustará decirlo enfrente de ella pero no hay otra manera―. Vendré a verte mañana antes de irme.
Guillermo responde con la cabeza a manera de un sí. Salgo de la habitación para ir a revisar si puedo quedarme en la que está al lado y al encontrarla vacía me acomodo.
De nuevo volvemos a la oscuridad.
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