Capítulo 17


Más personas se han ido y más personas han llegado. Muchas más personas han muerto, todas aquellas que llevaban librándose del contagio y que con el gas han caído enfermas rápidamente. Yo soy una de las que sigue cavando hora tras hora mientras llegan muertos y más muertos.

Las personas que aún tenían la esperanza de que esto parara están perdiendo los ánimos y ha sucedido el primer suicidio en Applewhite, un hombre anciano que se lanzó del quinto piso. Ahora hay unos cuantos soldados vigilando desde el tercer piso que nadie vaya a querer lanzarse.

No he oído nuevas noticias, pero hoy el General estuvo casi todo el día en Fort Bliss, al menos es lo que ha dicho Santiago.

Él, Guillermo, Scott, yo y la otra chica rubia que cava conmigo y que se llama Hilary, hemos estado sentados en el corredor de la parte que parece más motel después de cenar. Scott y Santiago han estado fumando cigarrillos y contando anécdotas de ex novias, mientras el resto permanecimos callados, disfrutando el frescor de la noche temprana.

Es de las cosas que de repente al reaccionar te das cuenta que no imaginas que sucederían, quitando el hecho de la epidemia. Scott y Hilary, dos texanos que en la vida hubiera conocido y ahora estamos aquí con ellos, en circunstancias poco deseables.

Como Hilary está ahí, no hemos hablado de lo que sabemos después de que Radcliffe y Guillermo fueron a Fort Hood. Obvio Santiago ya está enterado y Scott también pero más bien por su mamá, quien se enteró por la misma Radcliffe de todas las cosas que se dicen que harán en Fort Hood. Podríamos hablarlo en español pero Scott no tomaría el hilo de la conversación, aunque la verdad es que prefiero oírlos hablar de temas menos importantes en estos momentos, como sus ex novias.

Luego Santiago, Scott y Hilary se han despedido de nosotros para irse a sus dormitorios. Hilary está en una habitación más allá y Guillermo y yo la observamos hasta que desaparece antes de entrar a la habitación. Ella me agrada y aunque no luce muy joven en realidad tiene 16 años y está ahí con su papá, no nos ha contado más acerca de su familia, es un poco callada y solo se comunica mediante miradas y tímidas sonrisas; no habla nada de español así que cuando a veces Santi, Guillermo y yo hablamos solo entre nosotros, ella se queda todavía más retraída.

Beto sigue sin estar aquí y Guillermo está preocupado por él. Fuimos a verlo antes de la cena y se puso a gritar en cuanto nos vio. La enfermera dice que en realidad hace así con cualquier persona que no sea ella y que necesitan que se estabilice un poco de manera emocional. He visto las gasas en sus pequeñas rodillas pero no me he acercado mucho. Al final Guillermo logró que Beto aceptara un conejito de peluche que le trajo.

Me meto al baño para ponerme la ropa que uso como pijama y en cuanto salgo noto que Guillermo se ha cambiado también y está con las piernas cruzadas sobre la cama y dos barras de chocolate.

Chocolate. Por algo dicen que es bueno cuando estás triste. Y me gusta esto, las pequeñas charlas que parecemos mantener antes de dormir y que me hacen sentir más segura.

—¿Cuándo cumples años? —me pregunta de repente mientras saborea su barra—. Tienes cara de septiembre.

—No sabía que las personas teníamos cara de meses —le sonrío pero luego dejo de hacerlo, ¿Qué tal si tengo chocolate entre los dientes?

—¿Le atiné?

—Cerca pero no, ¿tú? Tienes cara de junio o julio.

—Soy de febrero. ¿Cuándo cumples años entonces?

—Noviembre.

—Vivien también es de noviembre —como si no fuera malo saberlo, él está sonriendo muy contento. Casi quiero soltar un "No me digas, que interesante".

Cada que alguna frase que sale de su boca comienza con "Vivien" es como si una gota cayera en un vaso que se está llenando de un poco de enojo. No quiero comportarme así, pero es inevitable de una manera muy extraña.

—Entonces sabes su cumpleaños y supongo que también su edad.

—Tiene 24.

—Así que es más de 4 años más grande que tú —lo he soltado con un poco de veneno sin darme cuenta, así que rápido vuelvo a decir otra cosa—. Es que creí que era más grande porque es una muy buena soldado.

—También lo creo, que es una buena soldado —Guillermo deja el chocolate de lado y mira hacia el frente—. Solo está vivo su abuelo.

Me termino el chocolate y estoy a punto de ponerme de pie para lavarme los dientes cuando él sujeta mi muñeca.

—Le preguntaré a Vivien si podemos ir a disparar de nuevo en la tarde.



Sigo sin recibir noticias de mi familia, pero al menos hemos recibido un poco de noticias del D.F. donde se han instalado también algunos campamentos, y uno de ellos al parecer se encuentra en Ciudad Universitaria.

Al igual que en otras ciudades, se desató el caos con la epidemia y la casi nula comunicación, luego el ejército y también otros civiles comenzaron a organizarse, después vieron las bolas lanza gases y el miedo se hizo más intenso al haber más muertes.

Ahora que los más nerviosos se han ido, en Applewhite estamos en una pequeña calma. Los soldados parecen alertas y tanto Radcliffe como el General casi no se han dejado ver. Han llegado más personas de El Paso, porque con tantas muertes se hace cada día más difícil recoger los cuerpos a tiempo y el olor no es muy agradable entre más grande sea un lugar.

Cada minuto que mi mente se desocupa pienso en mi mamá, por lo que he intentado mantenerme activa casi todo el día. No me gustan las bicicletas, porque solo pedaleas y eso deja mucho tiempo para pensar. Tampoco me gusta cavar porque cuando llegan los muertos siempre nos quedamos callados viendo a todas esas personas, tampoco me gusta lavar cazuelas porque también puede convertirse en una actividad automática en la que sin darte cuenta ya estás pensando a profundidad de nuevo.

En realidad creo que preferiría estar con Santiago y Guillermo, ellos hacen ejercicio, disparan, los soldados les enseñan técnicas de defensa y otras cosas medio militares, tienen que estar concentrados en eso.

Estoy esperando en la habitación pensando en cómo hoy el soldado a cargo de los "Dig" escogió a la persona para usar una de las máquinas excavadoras y que no he sido yo, cuando por fin llega Guillermo con una de sus sonrisas que lo pueden llegar a hacer ver un poquito más joven. Mientras va a lavarse la cara se pone a hablar de su día. De como mañana los enviarán al El Paso, de cómo Radcliffe le ha dicho que es un buen tirador, de que quiere que la acompañe de nuevo a Fort Hood y tal vez hasta Houston.

Está acabando con mi paciencia, de verdad. Lo único que quiero es que se calle y vayamos a disparar, no necesito oír todas sus anécdotas de como las cosas parecen mejorar para él con la ayuda de su súper amiga Vivien Radcliffe.

—Y me ha preguntado si quiero irme al otro edificio, hay un piso donde están casi todos...

—¿Y qué estás esperando? —lo he interrumpido y mi tono ha sido brusco, ha sido grosero, no me importa pero que se calle ya. Es la gota que ha derramado mi vaso.

—¿Qué?

—Si tanto quieres irte con Radcliffe y todos ellos puedes irte. No tienes que quedarte aquí. Anda, ve con ella.

—No te voy a dejar sola aquí.

—Claro, ¿es por qué solo sé cavar? Me paso todo el maldito día bajo el sol, viendo los cuerpos llegar. Tengo que sacar tierra y luego volverla a echar. He visto niñas, niños, ancianos, bebés, he visto mujeres embarazadas. No importa porque solo sé cavar.

—¿Qué sucede contigo? ¿No íbamos a disparar?

—Bueno, en realidad soy tan experta con una pala que seguro puedo darle en la cabeza a alguien, así me defenderé, no tienes que quedarte ni enseñarme nada. Tengo a Santiago y me tengo a mí misma, tú no eres mi amigo, solo soy la chica con la que lo hiciste porque creíste que nos íbamos a morir pero ahora sabes que tu familia está bien y tienes suficientes esperanzas. Vete con Radcliffe que no te necesito aquí, ella tal vez no solo te lleve al otro edificio, tal vez hasta te lleve con tu familia.

—¿Quién ha dicho que quiero irme? —él levanta un poco la voz—. No sé qué te sucede. Debe ser alguna cosa loca de mujeres.

—No sabes nada de mujeres —me enoja lo que dice y también subo la voz y juro que si hay alguien en las habitaciones de al lado, deben estar escuchando—. Eres solo un niño grande emocionado con las armas, emocionado con Radcliffe. ¿No entiendes Guillermo? Nos van a matar a todos, así que has lo que mejor sabes hacer ¿Qué estás esperando? Vete ya y puedes ir decirle a Radcliffe que eres medio virgen.

Sé muy dentro de mí que estoy comportándome de la manera más odiosa y estúpida que me he comportado en mucho tiempo, pero no me importa, estoy tan enojada con él y con su tonta Radcliffe que no me importa argumentar cosas estúpidas y egoístas.

Guillermo rueda los ojos, toma su fusil y hace justo lo que le dicho. Se ha ido sin mí, tal vez a disparar o lo que sea.

Soy de lo peor porque en cuanto sale me pongo a llorar. ¿Qué tal si me estoy volviendo loca? La idea me asusta un poco y de repente la habitación parece tan pequeña que salgo de ahí lo más rápido que puedo y casi me estampo con Scott, que se queda mirándome sorprendido.

—¿Estás bien?

—¿Qué haces aquí? —él clava su mirada en mis ojos que deben estar llorosos. Así que yo intento que no se vea bajando la vista.

—Acabo de volver de Juárez, me encontré con Santiago, dijo que iba a ir a tirar con ustedes pero estará en una cosa con su papá. Creo que los soldados se están reuniendo de nuevo pero no quiero estar ahí, ¿Puedo acompañarlos?

—Guillermo no está aquí.

Sigue observándome directo a los ojos y lo que dice a continuación me hace sospechar que sabe que ha sucedido.

—¿Te has peleado con Billy?

—¿Lo has llamado Billy?

—Radcliffe le dice así, creo que es el único aparte del General Gastelum que no le desagrada.

Es la segunda persona a la que oigo decir lo mismo.

Me siento en los escaloncitos mientras los sentimientos se revelan ante mí. Quiero creer que es normal que en la situación que se ha desatado, después de pasar tiempo con esa persona, después de tener que afrontar cosas feas con el apoyo de esa persona, pueda haber desarrollado alguna clase de gusto. Y él tal vez ha desarrollado el mismo gusto por Vivien Radcliffe. Es bonita, es valiente, es un poco sería para mi gusto, pero por lo que he oído parece que ella es diferente cuando se trata de él.

Scott se sienta a mi lado casi como si me estuviera dando apoyo moral.

—Es una mierda lo que sucede ¿no? —no estoy segura si se refiere a la situación en general o al hecho de que creo que siente lástima por mí.

Hay silencio y no puedo apartar la vista de una piedrita.

—Cuando las cosas se ponen difíciles —continua Scott después de un rato—, es mejor permanecer unidos.

Oigo que prende un cigarro y luego me llega el olor. Le lanzo una mirada poco amigable justo cuando va a darle otra calada y entonces se ríe y lo suelta para apagarlo.

—A veces solo fumo por nervios.

Oímos unos murmullos repentinos y Scott se pone de pie yendo hacia un grupito que está cerca de la parte final de las habitaciones. Lo sigo un par de segundos después.

La señora Adelaida está entre ese pequeño grupo de personas. Todos estamos observando lo mismo. Manchas a lo lejos, pequeñitas, no vienen hacia nuestro rumbo, van hacia el sur.

—¿Son esas? —me pregunta Adelaida con seriedad.

—Me parece que sí.

—De vuelta —murmura Scott sin apartar la mirada del cielo—. Van de vuelta hacia el sur.

Las naves que parecen bolas no se detienen y solo continúan su camino hasta que desaparecen de la vista.

Estoy intentando pensar. ¿Significa que han terminado de regar el virus por todo el continente? ¿Acaso llegaron hasta el polo norte y volvieron? ¿Irían de vuelta a su nave en la Antártida?

Por un momento no hay miedo en mí, es más curiosidad y asombro, como la misma cara que tiene Scott en esos momentos.

No quiero quedarme ahí así que vuelvo a los escaloncitos cerca de la habitación solo pensando en todas las personas que deben estarse preguntando sobre eso y me detengo a pensar cuantas personas quedaremos en el mundo.

Cuantas personas de mi facultad quedarán vivas, cuantas personas de mi familia ampliada quedarán vivas, cuantos de mis vecinos o de los compañeros de trabajo de mi papá, o cuantas personas que he conocido a través de toda mi vida o de los chicos que alguna vez besé o de las personas que estuvieron en la fiesta de ese día, cuando la luz comenzó a irse y nadie creyó lo que vendría.



El capítulo anterior está dedicado a Heidi y este a Kate.





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