Capítulo 16
Lloro como una hora y la verdad es que no voy a poder dormir. Guillermo no ha dicho nada y se lo agradezco. Está a mi lado con la playera empapada en lágrimas y solo se mueve cuando lanzo un sollozo repentino.
No puedo controlarlo, quisiera poder hacerlo pero todo es tan irreal. SI las naves esas están recorriendo el mundo lanzando el gas por todos lados para asegurarse que no quede nadie vivo, es posible que no solo mi mamá esté muerta.
Santiago y Guillermo son lo que me quedan ¿no es así? Al menos de quienes estoy completamente segura que están vivos.
—¿Crees que traigan armas? —después de una hora llorando por fin puedo decir algo. Tengo los ojos tan hinchados que apenas si puedo ver.
—No sé. Con Vivien y en Fort Hood me he enterado de varias cosas.
—Cuéntamelas todas.
—Creo que van a enviar un barco hacia la Antártida y otro hacia Noruega. Es posible que la otra semana nos traslademos a Fort Hood porque muchos de los militares que están allá se irán con el barco.
—¿Cómo crees que sean? Es decir ¿Crees que tengan un par de ojos como nosotros? ¿Qué tengan cabello y todo?
—No he pensado mucho en eso.
Me quedo callada y luego me pego un poquito a él. Sigue oliendo al maldito perfume que escogió Radcliffe. Y me estoy dando cuenta de algo, de la razón por la que me siento enojada por Radcliffe.
Santiago y Guillermo son mis pilares, lo que me mantiene sensata en estos momentos, con quienes salí de la ciudad desde hace días. Soy una egoísta porque no quiero pensar que Radcliffe pueda ser capaz de alejar de mí a uno de mis pilares.
—Te quiero hacer una pregunta. No lo tomes a mal.
—Dime —Guillermo se talla un ojo mientras yo intento no tocar los míos.
—¿Todavía crees en Dios?
—Más que nunca —me sonríe un poco y entonces se reincorpora para quedar sentado—. ¿Quieres que te muestre el resto de las cosas que te traje? Solo debes prometer que no me lanzarás nada de nuevo.
—Lo siento.
No tarda mucho en llevar la mochila a la cama y comenzar a sacar cosas, primero saca un perfume Channel número 5, pero no me lo da a mí.
—Es para mi mamá. Cuando la vea.
No quiero decirle que no debería hacerse tantas ilusiones cuando acabamos de enterarnos que unos extraterrestres han propagado un virus para matarnos, porque eso es algo que me gusta de él, su confianza.
—Este es para ti.
Es un Calvin Klein y enseguida me rocío un poco. Va sacando más cosas, muchas barras de chocolate para aumentar nuestras reservas, aunque no son como los que él tiene; unas cuantas playeras de las que espera sean mi talla; un pantalón de mezclilla; bloqueador; y mi rostro se ilumina cuando saca un libro de entre sus cosas.
—Para que lo termines de leer —me da "El retorno del rey" y lo único que puedo hacer es quedarme viendo la portada con ganas de llorar de nuevo, hasta que veo un par de cajitas de colores pastel.
—¿Para qué quieres velas aromáticas?
—Porque si te duele la espalda podrás prender una y relajarte.
—Eres raro.
Le quita la envoltura a un chocolate y lo muerde antes de pasármelo.
—Le dije a Vivien que mañana tiraríamos donde nosotros practicamos, ya es hora que dispares de verdad...
—Ya lo hice hoy, bueno, ayer. Estuve con Santiago.
—Oh, quería estar ahí cuando lo hicieras por primera vez.
—No fue la gran cosa. Si de algo te consuela eres mejor maestro que Santiago, él es un poco impaciente para enseñar.
—Con todo esto ahora más que nunca debes aprenderlo —Guillermo suspira—. En Fort Hood nos han dicho que si somos inmunes es muy probable que al menos uno de nuestros padres lo sea. No es certero pero hay más probabilidad. Tu papá.
—No voy a poder dormir —le confieso antes de que las lágrimas broten de nuevo ante la mención de mi papá.
—Me quedaré despierto contigo.
—Manejaste toda la noche Guillermo, duerme un rato.
—No María —agita la cabeza—. Estaré despierto y no me dormiré hasta que te duermas primero —cierra la mochila y entonces frunce un poco el ceño y la boca—. En Fort Hood se han suicidado muchas personas. Tan solo dos en las horas que estuvimos ahí.
—¿Tienes miedo de que me suicide? Puedes estarte tranquilo que no lo haré.
—Daniel perdió a su familia y lo hizo.
Sé que es un tema difícil para él y también lo es para mí, porque Daniel no estaba enfermo. Pienso un poco las palabras antes de responder.
—Me parece que influyó que Daniel ya llevaba un par de días en abstinencia. No voy a matarme, se necesita una dosis de valentía para hacerlo y no sé si tengo esa clase de valentía.
—De todas maneras me quedaré despierto.
—Deberías descansar pero si te pones terco es tu culpa. Dime que más ha pasado en Fort Hood.
—Hay muy pocas mujeres también, Scott tenía razón. El virus les afecta más.
—Debieron habernos vigilado por un tiempo ¿no crees? Tal vez hasta secuestraron a personas como para poder crear un virus que nos matara a los humanos y no al resto de los animales y encima enfocado a matar más a la población femenina.
—Es posible —parece como si Guillermo no quisiera ahondar más en el tema, tal vez choca con sus creencias, con nuestra burbuja planetaria en realidad.
Estoy a punto de decir "O tal vez se parecen a nosotros y solo experimentaron con un virus que les afecta también a ellos", pero la verdad es que prefiero pensar que no somos parecidos.
—Un arma biológica —susurro—. Mi papá siempre decía que si había una tercera guerra mundial, las potencias se la pensarían con las bombas nucleares porque no es muy conveniente acabar con todo, decía que usarían bombas biológicas ¿Qué piensan hacer los militares?
—Si uno de los barcos llegan a sus destinos no van a exterminarlos a todos al parecer. Tú lo has dicho, significa que hay vida en otros planetas y seguro que querrán saber cómo es allá afuera.
—Si es que queda algún científico vivo.
—Vivien y yo estamos en el equipo "Buscando una cueva".
—¿Qué significa eso?
—Creemos que si llegaron hasta acá es porque en su planeta pasó algo, no pudieron seguir ahí. Otros creen que más en el "Explorando el espacio", pero si solo fueran otros "humanos" que se pusieron de curiosos a explorar y buscar otras formas de vida, no habrían llegado directo a atacarnos ¿O tú que crees?
—Antártida —ahora me he puesto a hacer un recorrido mental desde la Antártida hasta Texas—. Han estado regando el virus por todo el continente ya para haber llegado aquí. ¿Te acuerdas? La otra bola se dirigía hacia el norte. ¿Qué tan rápido podrán recorrer nuestro continente entero? ¿Crees que hayan vuelto a las naves que cayeron?
—No lo sé, pero al menos esa la pudimos derribar con un fusil, no son muy resistentes.
—Pero creen que son de rastreo, solo de rastreo.
—Como sea mañana practicaremos con el fusil —Guillermo bosteza y yo me rio.
—Querrás decir hoy. En serio, duerme.
—¿Ya te dormirás tú?
—No.
—Entonces cuéntame lo que sea. Si no incluye alienígenas mejor.
—¿Qué quieres saber?
—Cuéntame... Como se llama tu último novio.
—Juan Pablo, él trabajaba en un juzgado.
—¿Es mayor que tú?
Si pregunta por él como si estuviera vivo se siente raro, pero quiero hacerle caso, no hablar en pasado de las personas como si estuvieran muertas, no hasta corroborarlo, no me gustaría que hicieran lo mismo conmigo.
—Por tres años, nos conocimos en la universidad y terminamos antes de Navidad.
Le digo que fue más de medio año y luego le pregunto lo mismo en su caso.
—La conocí en la preparatoria, pero fue mi novia mucho después. Yo ya estaba en la universidad y ella seguía en la sección prepa. Se llama Casandra y es... delgadita, de ojos saltones, cabello un poco castaño, lo tiene lacio pero le gusta mucho rizarlo.
—¿Y estás seguro que no sigues enamorado de ella? —bromeo al oír toda su explicación soñadora.
—No. ¿Tú sigues enamorada de ese Juan Pablo?
—De hecho cuando salía con él más bien seguía enamorada un poco de un tipo que se llama Lázaro.
Seguimos hablando de algunas cosas, siempre intentando mencionar a las personas como algo del pasado, sí, pero también en presente, como si estuvieran vivas. Guillermo es mi pilar, lo es y lo necesito. La verdad es que estoy muy feliz de que su familia esté bien, no podría con un Guillermo derrumbado.
Al final está bostezando cada rato que finjo que me voy a dormir, me acomodo boca abajo y cierro los ojos. Entonces él pasa un brazo alrededor de mi espalda mientras su mano roza mi cintura y en pocos segundos me doy cuenta que ha quedado rendido.
Estoy comenzando a asustarme de nuevo al pensar en el hecho de morir pronto, quiero apartar esos pensamientos. Intento pensar que tal vez yo también soy un pilar para Guillermo y la idea comienza a hacerme sentir mejor.
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