Capítulo 15 - 43

―Neta María, cálmate un chingo, me estás poniendo nervioso a mí también.

Lázaro está sentado en la cama king size mientras yo doy vueltas por toda la habitación del que antes fue un bonito hotel. Giselle está sin zapatos, viendo mapas, leyendo los últimos periódicos que llegaron a salir y con una pila de libros a su alrededor, intentando comprobar que Guillermo no miente o tal vez sí.

―¿Sabes qué? Ya me cansé.

―No de nuevo.

Le doy un trago a la botella, me encamino a la puerta pero Lázaro vuelve a llegar primero que yo.

―Mira, deja eso ¿quieres? Llevas haciendo esto por una hora ―Me intenta quitar la botella de ron de las manos pero no la suelto, no puedo soltarla, la necesito.

―Voy a ir y gritarle sus verdades.

―María ―dice Giselle desde su lugar― lo único que vas a lograr es que te encierren a ti también.

―No sé para qué me diste esto de todas maneras ―le reclamo a Lázaro y al mismo tiempo alzo la botella.

―Creímos que te quedarías dormida, por eso ―responde de nuevo Giselle.

Con un golpe medio pesado dejo la botella en una mesita donde todavía hay una televisión cuyos canales hace meses dejaron de funcionar. Me desparramo en un sillón y Lázaro vuelve a sentarse en la cama. Siento que la habitación se mueve y me maldigo por ceder tan fácil a las garras del alcohol. Pero es que ya se tardaron mucho, deberían estar aquí.

―¿Dónde vivías Lázaro? ―pregunta Giselle de la nada. Sus ojos siguen en sus montones de papeles pero parece que quiere que haya ruido en la habitación. Se sujeta su alborotado cabello rizado con una dona y queda en una imperfecta coleta.

―En San Pedro de los Pinos ¿tú?

―Rentaba un cuarto, cerca de Galerías Coapa, supongo que tus papás eran chilangos.

―Aja. ¿Los tuyos?

―No, los míos de Guerrero. ¿Tú donde vivías María?

―En Narvarte ―contesto media aburrida―. Mis papás se fueron a la ciudad de México cuando yo era muy chiquita.

―¿Y Guillermo?

―En Lomas, nos conocimos en una fiesta en su casa ¿sí les dije? ―Lázaro rueda las ojos antes de que yo termine de hablar.

―Entonces llevas poco tiempo conociéndolo ―dice Lázaro acomodándose un mechón lacio.

―Igual que a Walter y Giselle ―le recuerdo. Ya sé la desventaja que presume decir que son pocos los meses desde que nos conocemos.

Giselle se queda en sus pensamientos y de repente la puerta se abre asustándonos a los tres. Arturo y Walter entran y no sé cómo interpretar sus expresiones. Se supone que han ido a investigar pero Arturo luce cansado y Walter medio enojado. Ve la botella y le da un largo trago mientras me mira pero la botella tapa la mitad de su cara.

Giselle lo observa anonada y en cuanto él la deja a un lado pregunto.

―¿Y bien? ¿Qué les dijeron?

―No los liberarán, creen que... salió de sus cabales ―explica Arturo señalando su propia cabeza― y como Radcliffe es una declarada oficial de que le cree, saliendo perdiendo y está con él. 

―Yo también le creo ―muevo la boca nerviosa porque alguien entre en cualquier momento y me encierren también.

―Pero tú no eres una sargento y de hecho laseñora Terrasco piensa que eres una pobre chica vulnerable del amor. Ya sabes,creen que ellos sí son peligrosos.     

―Con excepción de que los tiene encerrados y seguro no dejaran que salgan mientras que deberíamos estar yendo a Argentina a acabar con los alienígenas ―suelto con rudeza.

Hay silencio y entonces me doy cuenta de algo. Los observo uno a uno hasta que agito la cabeza.

―Ustedes le creen ¿no?

―Bueno María, la señora Terrasco tiene un buen punto, la muerte de... ―intenta decir Arturo pero yo me río incrédula interrumpiendo lo que ya sé que va a decir.

―A veces la explicación más simple resulta ser la correcta ―comenta Giselle con calma―. Y hasta hace no mucho yo también creía que se trataba de algo que hizo un gobierno, un país, gente poderosa. No seres de otro planeta, no está comprobado científicamente.

Intento ignorar la buena razón que tiene, me cruzo de brazos y giro mi cuerpo en dirección a Arturo.

―La muerte de Santiago nos dolió a ambos ―le aseguro e intento no detenerme a mirar las facciones que me recuerdan a mi mejor amigo―, tanto como te dolió a ti o al General, pero no se inventaría esto para sobrellevarla.

―María, he visto mucha gente que crea ilusiones para evadir la realidad. Yo lo hice cuando mi mamá murió.

―¡Guillermo no miente!

Descruzo mis brazos y esta vez nadie puede detenerme. Salgo de la habitación y azoto la puerta. Me arde la garganta pero no voy a llorar, menos si corro el riesgo de que la señora Terrasco o alguien me vea. Camino rápido y salgo a la noche cálida y húmeda.

No está entre mis planes caminar muy lejos, menos porque no conozco la ciudad y está oscuro a excepción de algunas lámparas que se ven por allá y quinqués que han prendido en las esquinas de las calles donde ahora vive la mayoría de la gente que quedó de esa ciudad.

Entonces lo veo, por el pequeño señalamiento rojo que indica que está fumando. Porque un quinqué sobre la mesa deja que su cara se vea. Lo odio pero camino hacia él, intentando que no se note lo mucho que lo detesto y maldiciendo tener que entablar una conversación con él, por si suelta algo sobre su mamá o cualquier cosa que me ayude a que liberen a Guillermo.

Él sonríe cuando me ve y sin saludarlo ni nada extiendo mi mano para que me deje darle una calada al cigarro.

Toso después de eso y él se ríe y me indica con una mirada que me siente en la silla que está del otro lado de la mesa.

La pequeña construcción que está detrás de nosotros debió ser un restaurante o algo parecido.

―Ni yo hubiera imaginado lo de Billy ―suelta sin más. Al menos su tono fresa no ha sido tan pronunciado y casi le creo.

―¿Pero tú sabías que iba a suceder?

―No reina, no. No sabía que él también pensaba que tenía algo que ver con los supuestos alienígenas, tipo ni imaginaba que era peligroso. Hay una niña ¿sabes? También cree que puede comunicarse con alienígenas pero un psicólogo le hizo una evaluación y sabemos que está trastornada, intentó acuchillar a otro niños ―Hay silencio y en vano pruebo apartar el miedo que ha dejado en mí esa corta historia―. Estás muy guapa para que estés con un loco, digo ―Se apresura a añadir―, lo conozco desde hace mucho y tipo lo quiero un buen como amigo, pero no está bien tipo ¿sí me entiendes?

No pronuncio palabra, vuelvo a intentar fumar pero de nuevo toso.

―Esto no es lo tuyo ―me dice alargando su mano para pedir el cigarro que le doy tosiendo todavía. Una sonrisa se alcanza a ver―. Apuesto a que eres de esas chicas inocentes de escuela pública.

Apuesto a que eras de esos idiotas por los que las escuelas privadas tiene tan mala fama. En vez de decir eso, una vocecita al interior de mi cabeza me dice que no ataque, que no deje ver lo que soy o no soy, que deje que Leonardo haga sus propios juicios. Me encojo de hombros.

―¿Qué hacías con alguien como Billy? Tipo, es mi amigo pero se ve que eres muy inocente.

Es irónico que lo diga, no sé si él sabe que hasta hace poco tiempo su brother era un completo virgen a sus 20 años, prefiero no revelárselo, si no lo sabe Guillermo debió tener una razón. Tal vez temía que se burlaran de él. Me aguanto la risa a duras penas, la semioscuridad ayuda a encubrirme.

―¿Cuál? No soy tan buena.

―¿Ah no? ¿Cómo lo demostrarías? ­―Su voz se hace más lenta.

Veo a donde va eso, veo muy claro cuál es su intención.

―No sé.

―Ya ves. Inocente.

―Guillermo no es malo.

Leonardo suelta una carcajada fingida, le da una calada al cigarro y suelta el humo con gracia. Esguapo, nadie lo negaría, pero es un completo hijo de la chingada, engreído y una persona que pertenecía a un grupo queproliferaba el racismo y el clasismo tan negado pero tan arraigado quearruinaba nuestro país. 

―Es porque tú no lo conociste en la prepa como yo. Billy no es un santo. Una vez fuimos a una party, nos acabábamos una Buchanans y o sea, tipo que yo podía aguantar más que mis brothers goe pero él no aguantaba ―Alzo las cejas intentando que no note lo estúpido que me parece presumir algo así―. Y Guillermo que va y se estampa con el coche de una gata y estábamos riéndonos, pura vida loca y la señora tipo sale de su carro toda exagerada y que llega la policía y el papá de Guillermo soltó un buen de money y todo arreglado porque éramos menores de edad goe y se lo cagaron. No lo dejaron salir como un mes pero llegó el lunes a la escuela y estuvimos riéndonos y fue tan divertido.

Se empieza a reír y yo me quedo seria. Por supuesto, yo no soy la chica que fui en la preparatoria, ni siquiera soy la persona que era hace meses, no espero que las personas permanezcan estáticas pero la historia me deja sumida en mis pensamientos por algunos segundos.

Por la luz del quinqué puedo ver que después de parar de reír él me observa con una mirada depredadora, esas por las que antes podrías saber en una fiesta que alguien quería tener sexo contigo. El tipo debe estar urgido en serio.

Arrugo la frente, pero intento sonreír. Entonces me despido de él y camino de vuelta al hotel Intentando descartar de mi mente el hecho de que Guillermo de verdad podría estar mintiendo, tal vez no ha propósito, tal vez como dice Arturo, como una manera de canalizar lo que hemos sufrido. Pero en cuanto pienso en eso sacudo la cabeza.

Voy a creerle porque prácticamente se lo prometí, voy a creerle porque debo creerle, voy a creerle porque lo creo. Creo en él. Sé que lo conozco, incluso a pesar de cosas que sucedieron o no en su pasado. Cada quien tiene uno, con cosas buenas o malas y supongo que él aprendió mucho del suyo.

Todos están donde los dejé aunque haciendo cosas diferentes. Lázaro y Arturo sumidos en una charla que parece muy seria y Walter sentado en la cama con otra botella que sabrá Dios de donde ha sacado y asintiendo a algo que Giselle le está explicando mientras señala un mapa. Alzan la vista en cuanto me ven entrar.

―Quiero saber ―inicio sin esperar algo― si a pesar de que si en algo no le creen a Guillermo quieren ayudarme a sacarlo de ahí a él y a Radcliffe.

―Por supuesto ―contesta Giselle descruzándose de piernas y bajando de la cama para caminar hacia mí.

―Porque tengo un plan ―digo mirándola a los ojos.

―Y nosotros también. No pensamos quedarnos aquí, estuvimos pensando y ―Giselle voltea hacia el resto y Walter da un cabeceo invitándola a continuar― queremos ver que no es cierto por nuestros propios ojos.

Me siento en la cama y Giselle intercambia una sonrisa con Walter como si le emocionara la idea de compartir sus planes conmigo.

―Yo me encargaré de lo técnico, Walter de Scott y así tal vez podamos entrar al hotel y sacarlos sin que sucede nada grave.

Aunque no me están dando detalles no quiero que vean que poco me convence. También debo creer en ellos, necesito su ayuda y han sido mis amigos. Voy viendo que las amistades que se forjan en los peores tiempos son de las más fuertes.

―Suena bien. Yo puedo encargarme de Leonardo ―me encojo de hombros―, ¿saben a lo que me refiero? Ponerle un anzuelo y usarlo a nuestro favor.

―Y el anzuelo supongo que serías tú ―Lázaro tiene una sonrisa ladeada en su rostro moreno claro―. ¿Lo dejarás excitado y vulnerable? No sé por qué me recuerda algo.

―Lo usaremos de rehén ―completo con seriedad. En este momento lo único que me importa es sacar a Guillermo de donde lo han encerrado.

―Oh chingada madre, esta es la peor idea del mundo ―Lázaro intenta no reírse.

―Una vez me dijiste que era una calienta huevos ―le reclamo―. ¿Te acuerdas?

―Ok, ok, no te pongas intensa. Sí, eres una buena calienta huevos ―El comentario ni me enoja―, y... funcionaría, puede. Sí, funcionará, ¿cómo qué no?

―¿Y yo que hago? ―pregunta Arturo medio tímido.

Es tan diferente en ese aspecto a Santiago, quien si estuviera aquí ya sabría de qué manera cooperar, Arturo en cambio necesita que alguien le ayude.

―Bueno, Giselle se encargará de lo técnico, Walter de su hermano...

―El traidor de mi hermano ―escupe él volviendo a darle otro trago a la botella y sus ojos pequeños se hacen todavía más chiquitos.

―...Lázaro y yo de Leonardo y tú no sé, ¿qué se te ocurre? ¿Tu papá podría ayudarnos o crees que el Coronel y la señora Terrasco lo hayan convencido?

―Eh, no sé ―Se revuelve incómodo en la silla donde está―, Santiago podría haberlo convencido, mi papá no haría nada por mí, es decir, lo único que quiere oír es que me he vuelto hetero.

―Entonces hazlo ―Casi salto. Estoy dispuesta a obligarlo si es necesario.―. Convéncelo.

―Es una broma ¿verdad?

―Si el General nos ayudara, la única forma sería a través de sus hijos, y si es inevitable le dirás eso.

―No mames, es verdad ―Arturo se lleva una mano a la boca y se ve todavía más gay, tendrá que hacer algo muy bueno para convencer al General―. Ha esperado por años que llegue y le diga que me he reformado. Si se lo digo, si se lo digo ―me apunta con un dedo―, podría hasta ponerse de nuestro lado. Sería como si se tratara de Santiago.

Lázaro, Giselle y yo intercambiamos miradas por lo triste que ha sonado eso pero Arturo no parece notarlo, está más emocionado con la idea.

―Vas a tener que hacerlo ―Lo animo―, porque lo necesitamos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top