Capítulo 15

En Applewhite todo mundo está inquieto.

Algunas personas se han ido y la verdad es que varias de ellas han presentado buenas razones. Unas creen que los lugares planos nos hacen estar más expuestos a los rusos, porque sí creen que son los rusos quienes han enviado las bolas, así que se irán al norte a buscar más zonas boscosas. Otras creen que estar más o menos cerca de Fort Hood tampoco es buena idea, porque es de conocimiento de los rusos y de todo mundo, que Fort Hood es la base militar más grande.

La mayoría de las personas que nos hemos quedado no tenemos otro lugar a donde ir, ni familia, y de hecho, creo que son los que cada vez se convencen más de que esas bolas no eran humanas.

Ahora todos cargamos máscaras en nuestras actividades cotidianas. Las personas me han hecho muchas preguntas al enterarse que estuve ahí, pero la señora Adelaida se ha encargado varias veces de contestar por mí porque me siento cansada de repetir la historia. Y no solo eso.

No he dejado de pensar en mi mamá y de mirar al cielo como si esperara que su cara en una nube o en el azul fuera una señal. Incluso me he atrevido a pedir en mi mente que si Dios existe, me envíe una señal para saber si ella está viva o muerta, pero la señal nunca ha llegado.

En la mañana me aislaron en Fort Bliss para analizar mi sangre y todo en mí. Pero parezco muy normal, al igual que Santiago. Al único que seguirán teniendo retenido es a Beto, pero por sus ataques de pánico.

Después de cumplir mis obligaciones de ese día, Santiago le ha pedido permiso al General para llevarme a una clase de lugar de entrenamiento. He disparado por primera vez y no ha salido tan mal. Lo he hecho otras 10 veces y el sonido de las armas ya no hace que brinque.

Santiago me dijo que podía quedarme esta noche con él pero me he negado. Creo que tiene la duda acerca de si estoy enojada, pero la verdad es que no. Es la persona más familiar que tengo ahora, no podría ser tan tonta para enojarme con él solo por no haberme contado luego lo de mi mamá, es mi mejor amigo.

En realidad, la razón por la que no quiero quedarme con él es porque espero que Guillermo llegue esa noche. Quiero verlo sano y salvo. Aunque me quedo dormida antes de que eso suceda.


Es de madrugada cuando lo oigo entrar y tanteo entre la oscuridad para prender la luz.

—Oh, no quería despertarte.

—¿Cómo fue todo? —pregunto enseguida.

—¿Dónde está Beto?

—Está bien pero es un poco larga la historia. ¿Qué pasó con el asunto de esas bolas y el gas amarillo?

—También es una larga historia —aprieta los labios y se quita la chaqueta para luego mover su cuello de un lado a otro.

—¿Estás cansado?

—Manejé todo el camino de vuelta. Vivien necesitaba descansar.

—Nunca me ha gustado que la gente maneje de noche.

—Queríamos volver pronto.

—¿Pero son noticias buenas?

­—Ammm...

—Puedes decírmelo —había estado apoyada en mis antebrazos, pero entonces me reincorporo más para quedar sentada en la cama.

—Tengo una noticia buena.

Guillermo tiene una hermosa sonrisa en su rostro y se acerca a la cama y se sienta a mis pies, su sonrisa no desaparece.

—Vivien ha logrado saberlo.

—¿Qué cosa? ¿Lo de las bolas?

—No. Mi familia —vuelve a sonreír enorme—. Están bien, los cuatro.

—¿Y cómo lo sabe ella? —por un momento dudo de eso, pero luego estoy un poco contenta aunque por alguna razón no puedo sonreír.

—Movió mar y tierra.

—¿Y están seguros que se trata de ellos?

—"Superman, los 4 bien" esa fue la respuesta en morse para la búsqueda de mi familia. Mi mamá siempre me decía Superman, porque cuando era pequeño me lancé del segundo piso de la casa de mi abuelo con una capa puesta y no me pasó nada, bueno, caí entre los arbustos y me raspé muy feo, pero... —no puede controlar su sonrisa y parece que todavía no se lo cree.

—Me alegro mucho por ti, en serio.

Entonces me tapo con las cobijas y apago la luz de nuevo. La luz vuelve a prenderse. Guillermo está parado a mi lado, lo puedo sentir aunque mi cabeza esté cubierta por las sábanas.

—María —intenta destaparme pero no lo dejo—. María.

Ahora estoy descontrolada, llorando e hipando y él logra quitarme las sábanas de encima.

Guillermo se quita los zapatos porque oigo que las botas caen al piso y se acuesta a mi lado y entonces le cuento lo que ha dicho Santiago. No dejo de llorar y apenas si puedo relatarlo entre tanto sollozo.

—Es que debo volver, ¿Qué tal si... él estaba enfermo y por eso me dijo lo que me dijo? De que me fuera con Santiago, pero no debí haberlo hecho ¿no? ¿Tú que hubieras hecho si tu papá te hubiese dicho lo mismo?

Como no dice nada levanto la mirada.

­—Tú no le habrías hecho caso.

—Oye —él me mira serio—. No es el momento para que te pongas a pensar en lo que hubiera pasado o no. Estamos aquí ahora. Y le voy a pedir a Vivien que intente saber dónde está tu papá o si se ha registrado en alguna otra base militar. La comunicación es muy difícil María, muy, muy difícil, están haciendo todo lo que pueden.

He olfateado su camisa y huele extraño. A chica.

—¿Me estás oliendo?

—Es que... hueles como a perfume de mujer.

—Creo que ha de ser el perfume de Vivien.

Alzo la cejas de forma interrogativa.

—También se enteró sobre su familia en Boston y... no fueron buenas noticias.

—¿Y por eso se ha perfumado?

—Paramos en una plaza abandonada y recogimos varias cosas para las personas, ropa y zapatos, y otras cosas. Vivien tomó un perfume para ella porque dijo que odiaba oler mal —él se pone de pie de un brinco y va hacia una pequeña mochila que se llevó—. Te traje algunas cosas aunque no sé si te guste. Ahora que lo pienso es que estoy siendo un idiota porque es tan fuera de lugar que... —se da media vuelta con algo color negro entre su puño—. No sé, me acordé que el día de la fiesta cuando estábamos en la cocina... y había luz y... creo que me recordó a la normalidad por eso... pero es tan tonto...

—Ya dime, no te voy a juzgar.

Entonces abre su puño y ante mí hay una cajita de un labial.

—Es alguna clase de rosa, todos se parecían en realidad. Espero que te guste.

—Lo probaré mañana —alzo la cajita y la dejo sobre el buró.

—Le traje otras cosas a Santiago y también te traje un perfume...

—Espero que no sea el mismo de Radcliffe.

—No —él se ríe mientras vuelve a sentarse en la cama y lo observó en silencio porque a veces me parece tan ingenuo.

—¿Por qué lo has hecho? ¿De qué se han enterado en Fort Hood como para creer que debemos disfrutar estos pequeños placeres antes de morir?

Él arruga el ceño y extiende su mano hacia mí.

­—Supones muchas cosas.

—Oh vamos dímelo. La buena noticia es que tu familia está viva. ¿Cuál es la mala?

—No puedes decírselo a Santiago.

—No me pidas eso porque no lo voy a hacer. No voy a volver a ocultarle algo.

—María.

Es ese tonito condescendiente que me acaba de recordar mucho a un día de hace años, tenía 7 y regresé llorando de la escuela porque un niño llamado Enrique se había burlado de mí y me había dicho que Santa Claus no existía. Mi papá me había sentado en sus piernas y había comenzado con un "María" igual que como ahora lo hacía Guillermo. Con una noticia que iba a sacudir mi burbuja.

—Las cosas esas, no eran tecnología humana.

—Entonces es cierto, ¿alienígenas?

Guillermo se acerca otro poco hablando a volumen más bajo.

—El gas que lanzaron no solo tenía el alucinógeno, también tenía el virus de la epidemia en grandes cantidades. Ellos lo lanzaron.

—¿Para contagiarnos y matarnos?

—¿Para qué más? En Fort Hood también creen que esas bolas son alguna especie de naves de reconocimiento. Están lanzando el virus en los lugares que encuentren, para que no quede ni un rincón limpio.

—Pero nosotros no estamos enfermos.

—Exacto. Somos inmunes. Es posible que no lo sepan, que quedaremos personas que van a tener que matar de otra forma.

­—¿Por qué lo harían?

—¿Recursos? —dice él encogiéndose de hombros—. Si vas a otro planeta y matas a los seres más inteligentes, la razón más lógica sería que vas a ocupar su lugar.

—¿Y por qué no ser amables? El planeta puede compartirse.

—¿Lo dices en serio?

—Solo imagínate, vida en otros planetas, es lo que muchas personas han estado esperando, saber que no estamos solos en el universo.

—Hubiese preferido que siguiéramos solos a que lleváramos la mitad de la población humana muerta.

—¿La mitad? —mi boca se queda en una O y creo que Guillermo acaba de darse cuenta que está hablando de más conmigo.

—No se lo digas a otras personas, hay que evitar el pánico.

—¿Y están 100%? Es decir, nadie ha visto a ningún alien, nadie que conozcamos vio las supuestas naves en vivo y en directo.

—¿Siempre eres tan escéptica?

—¿Y tú tan creyente? —sé que he sido brusca.

—Tú viste esas cosas, y has visto a las personas morir—Guillermo suspira y se sienta en la cama de nuevo, esta vez lo más lejos que puede de mí—. En Fort Hood están preparando una defensa y en cuanto estén más listos, una ofensiva. Vivien dice...

—Vivien esto y Vivien lo otro. Estás confiando mucho en ella, tal vez lo que te ha dicho de tu familia ni siquiera es verdad.

—No la conoces para nada y confiar es lo que debemos hacer. ¿Y te preguntas porque los alienígenas no llegaron amablemente si solo entre humanos nos peleamos? Tal vez son igual que nosotros.

—Buenas noches Guillermo.

Me acuesto y estoy a punto de apagar la luz, pero él ahora no está muy dispuesto a terminar la conversación.

—No es mi culpa que mi familia esté bien y tú no sepas nada de la tuya. Es cierto, yo no los hubiera dejado. Y lamento María que pienses que tu mamá está muerta, podría decirte que deberías tener más fe pero seguro que te van a parecer solo tonterías.

Le arrojo el paquetito que me había traído antes pero él lo esquiva con mucha agilidad y eso me enoja todavía más.

Tal vez lo mejor hubiera sido quedarme con Santiago. Es muy tarde para arrepentirme.

Estoy enojada conmigo, como cuando estuve enojada después de esa conversación que tuve con mi papá sobre Santa Claus. Me enojo con Guillermo como me enojé con mi papá, solo por ser el portador de una cosa que en mi corazón ya sabía desde antes.

Aquí es más que saber que algo existía o no. Santa Claus no existe, los alienígenas sí. Es también la envidia. La envidia porque él confía en Vivien Radcliffe y la envidia porque su mamá no está muerta.

Ya no puedo más, todo lo que sucede me está derrumbando el espíritu, ¿Qué se supone que debo hacer? Y como cuando tenía 7 años mi única respuesta es echarme a llorar de nuevo.



El anterior capítulo está dedicado a Mariana y este a Sacachis :) que entre sus historias tiene una que se llama La nada, algo así como para que nunca en la vida vuelvas a querer entrar a un bosque jaja.
Gracias a todas las personas por sus comentarios y tomar parte de su tiempo para leer esta historia.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top