Capítulo 13 - 41
Dieter acaba de salir, sin que intercambiemos una palabra entre nosotros. Justo entonces Guillermo se mueve un poco, primero la cabeza y luego abre los ojos.
―Bienvenido bello durmiente.
Me observa un momento antes de intentar ver el resto del lugar.
―¿Qué hacemos aquí? ¿Me desmayé?
―Yo diría que fue algo más grave que eso.
―¿En serio? Ni siquiera recuerdo haberme sentido mal. Bueno, recuerdo que estábamos hablando y ya. Ahora estoy aquí. La cabeza me duele un poco.
―Amor... ―Él abre los ojos hasta donde más puede y yo casi me muerdo la lengua, es la primera vez que me dirijo a él así y me siento avergonzada así que intento corregirlo rápido como si no hubiera pasado―. Guillermo, dicen que pudiste haber muerto ―Lo suavizo, no quiero que sepa que en realidad se le paró el corazón―. Casi has resucitado de entre los muertos ―Me acerco a darle un beso en la mejilla y sonríe cansado.
―Admitirlo sería muy egocéntrico de mi parte ―Mueve los brazos para levantarse apoyándose en sus codos, pero lo detengo.
―Tranquilo gallo, ve más despacio.
―¿Me acabas de llamar gallo? ¿Y antes de eso amor?
―Oh, lo siento. Gallo, palabra de mi papá, ya sabes, era medio ranchero, antes de que Querétaro creciera tanto ―Lo otro no pienso explicarlo.
―Gallo ―repite de nuevo volviendo a intentar reincorporarse y siendo detenido de nuevo por mí―. Me gustaría más tigre o algo así.
―No me refería a una cosa sexual.
―Ni yo ―Sonríe y sus ojos se hacen chiquitos, un gesto que delata que acaba de despertar de una larga siesta―. Pero tú lo asumiste ¿Así que piensas que sexualmente soy un tigre?
―Ya estás bien por lo que veo.
No puedo aguantar más la risa. Lo ayudo a que quede sentado y él no tarda ni un segundo en colocar una mano en mi mandíbula y otra en mi cuello, pero le facilito las cosas y me acerco a besarlo.
―Te quiero ―susurra.
―También te quiero ―No voy a abordar el tema tan rápido. Aun cuando no fuera el estrés lo que le hizo daño no quiero presionarlo a que me cuente lo que ya sé―. Te quiero mucho, mucho, mucho.
Lo lleno de besos en toda su cara y después me mira con los labios fruncidos en una sonrisa y los ojos entrecerrados a manera de sospecha.
―¿Por qué estás tan... amorosa?
Porque estás bien, idiota.
―No lo preguntes, aprovéchalo.
Permanecemos ahí un largo rato, hablando de cosas banales y besándonos. El médico pasa dos veces, lo revisa y asiente diciendo que está estable. También Dieter se asoma y sonríe de oreja a oreja pero no permanece mucho tiempo y creo que es porque estoy ahí.
En algún momento me quedo dormida al lado de Guillermo cuando despierto me doy cuenta que él también se ha quedado dormido. Intento salir de la cama con sigilo pero abre los ojos en cuanto saco un brazo. Lo pone de vuelta sobre su pecho y sus dedos lo recorren todo dejando una sensación de calma y ganas de dormir de nuevo, pero las resisto porque hay cosas que quiero saber.
―Sé que no es la primera vez que te pasa esto ―murmuro con mi mejilla pegada a su corazón.
―¿Ah no?
―No finjas demencia. Radcliffe me lo dijo.
El movimiento de sus dedos se detiene y resopla largo.
―¿Qué más te ha contado?
―Todo ―miento en un mal intento por sacarle la verdad porque sé que en cualquier momento me delataré.
―¿Todo? ¿Incluso lo del bosque?
―¿Qué cosa del bosque? ―Entrecierro lo ojos antes de llevarme una mano a la boca en un gesto dramático―. Te besó de nuevo ¿verdad? Mentiroso, dijiste que eso no había pasado―le doy un golpe suave en el brazo y entiendo lo que quiso decir Radcliffe con su que se diera cuenta que soy mejor que tú.
Su respuesta es reírse.
―Porque a mí no me importó.
―Vaya, vaya, me mientes en la cara y no te sientes mal por eso ―suelto sin preocuparme o prestarle valor. Estoy jugando con él y lo sabe. Vienen cosas más transcendentales―. Yo sí te confesé lo de Lázaro. ¿Qué otros secretos guardas Guillermo?
Se encoge de hombros y sus dedos vuelven a tocar mi brazo, solo que esta vez no voy a dejarlo pasar.
―¿Entonces? ¿Me vas a contar todo por tu propia boca o voy a tener que torturarte?
―Aja, tú no puedes torturarme.
―Claro que sí. Te besaré y pondré mi mano aquí ―Hago una pausa justo para colocarla donde quiero―. Y después no dejaré que me lo hagas.
―Vaya, vaya, yo soy un mentiroso ―Repite mi tonito, traga saliva y aparta mi mano― pero tú resultaste una cabrona.
Lanzo una carcajada y él voltea hacia otro lado, hago que me mire e intento poner la cara que ponía mi mamá cuando me regañaba por llegar tarde con Santiago las primeras veces que salíamos, aunque en el fondo estuviera aliviada que llegara bien. El recuerdo me causa un dolorcito.
―Hablo en serio eh. Dime qué demonios sucedió mientras estuvimos separados. No quiero migajas ni medias verdades. Deseo la franqueza. ¿Qué parece si me dices el orden cronológico? Lo de la planta nuclear ¿Fue antes o después de que Radcliffe te besara? ―Y no me abstengo de agregar al final―. Don Mentiroso.
―Fue antes ―También hace una pausa, gira un poco la cabeza y alza las cejas―. Cabrona.
Me da mucha risa que me llame así, pero pienso de nuevo en mi mamá y pongo la cara seria porque esto va de esa forma.
―¿Esto te paso antes o después de la planta nuclear?
―Después. Después de todo. Cuando ya estábamos pasando de nuevo la frontera ―Se reincorpora y yo lo imito―. Hay algo que supongo que puedo traducir como Conector, es una parte esencial en la forma de comunicación de los, los, como quieras llamarlos.
―¿Alienígenas?
―Tienen un nombre para llamarse a sí mismos, así como nosotros nos llamamos humanos ―Mis ojos están atentos a él―. Pero es difícil explicarlo, su comunicación no es como la nuestra. Es mental ¿me entiendes? No hay palabras para las cosas, es como si intentáramos comparar lo de Rony que se comunica con los movimientos de su cola o sus ladridos. Podemos entenderlo algunas veces pero está en un canal distinto, mientras que él se guía por los olores y la intensidad de nuestra voz, ellos usan imágenes, usan un lenguaje mental que comprenden casi naturalmente.
―¿Y eso fue lo que te pasaron? El alienígena ―Pongo mi dedo índice y corazón en su sien―. ¿Te puedes comunicar con ellos?
―Creo que no. Sigo conociendo solo la información que tenía el que me la dio, la hice mía pero eso fue todo ―El tono se ha ido poniendo serio más y más y él se ha acercado bajando la voz un poquito―. Pero...
―¿Pero? ―Lo animo a continuar.
―No sé.
―¿Y eso te ha estresado? ―intento no sonar más preocupada de lo que en realidad me siento―. ¿Has comido bien?
―María ―Sus dos manos capturan las mías, por supuesto que son más grades. Tiene las uñas planas y bien recortadas y sus dedos meniques están un poco torcidos―. Creo que no estoy aguantando la información, creo que mi cuerpo no la está aguantando. Eso o la otra teoría que tengo.
―Dime.
―Qué están intentando, por decirlo de una forma, desactivarme. Tal vez a través del Conector.
Me mira a los ojos y yo pregunto.
―¿Ese Conector es su forma de comunicación? ¿Sin él la podríamos derrumbar? Como hicieron ellos con nuestros teléfonos, la luz y el internet.
―La amplia. Hace que sus comunicaciones mentales puedan llegar más lejos.
―¿Y dónde está?
―En el centro de sus naves colonizadoras.
Nos quedamos tan quietos que casi puedo imaginarme y sentir las olas meciéndonos por debajo de toda la infraestructura del barco. En ese camarote-enfermería solo hay pequeñita ventana cubierta con cortinas blancas.
―Entonces es eso, todo se reduce a eso ―Sus cejas castañas se juntan sin comprender. Toco su barba de un día―. Crees que te están intentado matar o que estás muriendo. Esas son tus dos teorías.
Pega su frente con la mía, justo como hizo antes de caer inconsciente. Un escalofrío recorre mi columna, tengo miedo de que algo lo aleje de mí para siempre. No puedo dejar que se vaya igual que Santiago.
―Bueno Guillermo, mientras son peras o son manzanas, tengo que decirte que Radcliffe ya me dio su apoyo y necesito el tuyo.
―Tienes el mío siempre.
―Ok. Me alegra oírlo porque voy a entrar a esa nave, ya sea si me quieres acompañar o no, y voy a destruir ese Conector.
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