Capítulo 11
Una de las carpas más grandes es donde todos los que estamos en Applewhite debemos ir a comer. Debe de haber unas dos mil personas y la mitad de ellas son mexicanas así que las conversaciones son más bien en spanglish.
Tenemos que formarnos en alguna de las mesas donde reparten comida y recibir nuestra ración de desayuno. Pronto Scott nos localiza y está yendo con nosotros a una mesita blanca de plástico. Se sienta a un lado de mí observando a su alrededor.
Santiago no está aquí he intentado buscarlo entre la gente pero debe andar por algún lugar con el General.
—¿Qué harás hoy? —le pregunta Guillermo.
—Ir a Juárez y a otros lugares, es lo que he estado haciendo los últimos 2 días —de repente él nos mira raro, como dudando si debe preguntar algo—. ¿Su familia está viva?
Ambos le contamos lo que ha sucedido y él solo asiente pensativo, en voz muy baja le digo que la familia de Beto está muerta.
—Mi papá murió el martes—suelta él triste pero tranquilo—. ¿Se siente raro no? Parece como si los días hubiesen sido muy largos desde que comenzó a irse la luz. Solo hacía falta el virus correcto para cambiarnos la vida.
Revuelvo mis chicharos que seguro son de lata y me llevo a la boca el vaso de leche.
—Ustedes han llegado en momento más tranquilo, Juárez y El Paso no estaban así. La gente se estaba poniendo... muy agresiva. Ahora está la ley marcial claro, y es en parte porque tenemos Fort Bliss y las otras bases.
—Eso y porque se mueren —murmuro sin alzar la vista.
—¿Has visto a tu alrededor? —no sé si he entendido bien lo que dijo, así que volteo hacia Scott con una expresión desconcertada.
—¿Qué?
—Mira a tu alrededor —Scott señala con su cucharilla—. ¿Qué cosa notas superficialmente? ¿Qué hay aquí?
—Personas.
Él se ríe y niega con la cabeza.
—Pero hay algo ¿no lo han notado? Oh vamos, no me hagan sentir como un demente.
—No estamos enfermos eso es evidente —le contesta Guillermo, me gusta como suena su inglés, a veces pronuncia las palabras inglesas de manera tan... alemana.
—¿Algo más?
—Somos diferentes —le contesto yo—. Parece como si no hubiera fronteras, solo que es demasiado tarde.
—Eso es cierto —dice Scott después de unos segundos de silencio como si no hubiera pensado en eso. Vuelve a quedarse callado otros segundos y luego suspira—. Casi no hay mujeres.
Alzo la vista a todas las personas que estamos desayunando. Es verdad, hay muy pocas.
—He estado observando la proporción y hay como una mujer por cada cinco hombres, se están muriendo más mujeres. No quiero sonar loco pero creo que no es coincidencia —Scott ha bajado un poco la voz—. ¿Creen que son alienígenas lo que cayó en Siberia o creen que sea un invento de los rusos?
—Ni idea. ¿Tú que piensas?
—No lo sé todavía, pero estoy convencido de que el virus fue hecho a propósito y les digo, no piensen que estoy demente es solo que mientras voy manejando pienso un poco en eso, ¿por qué matarían más a las mujeres?
Me encojo de hombros aunque Guillermo se ha quedado con los ojos entornados.
—Solo piensa un poco en eso.
Me quedo medio minuto callada observando a una señora que lleva de la mano a un pequeño.
—Reproducción.
—Exacto. Hablando hipotéticamente, puedes tener a mil mujeres y un solo hombre, y él podría embarazarlas a todas, entonces al siguiente año tendrías mil bebés nuevos aumentando la población al doble. Pero si solo tienes una mujer y mil hombres, al siguiente año solo habrá un bebé más. Quien diseñó el virus lo hizo poniendo en peligro la perpetuación de nuestra especie.
Carmen, la nieta de Anita, Fernanda, la otra chica adolescente, mi... mi mamá estaba enferma. No había considerado la opción de que la razón por la que mi papá la llevaba al hospital era esta, la epidemia. O es posible que la hubiera considerado y negado de inmediato.
Tal vez es coincidencia el asunto de las mujeres, tal vez no. Las palabras de Scott me han dejado con pocas ganas de comer y él lo nota así que parece querer destensar el ambiente.
—Los hombres somos prescindibles, con uno basta. Las mujeres son importantes cada una de ellas ¿no crees?
Está siendo amable y algo sale de mi boca, una mezcla de risa y bufido exasperado. La clase de sonido que tenemos al rendirnos.
—¿Les digo algo? No creo que sean humanos.
—¿Por qué no han lanzando una bomba? Solo sería en Siberia y la Antártida —Guillermo lo suelta tan insensible que lo miro con rudeza.
—¡Ah! —Scott le apunta con su cuchara—. Es lo que se preguntaba mi hermano también, se supone que en El Paso hay una base área, pero tienen mucho miedo de despegar los aviones, dicen que sus radares no funcionan y... que al llegar a cierta altura, caen, solo... son rumores, pero detrás de un rumor hay un poco de verdad —Scott suspira—. Ha pasado alguno que otro helicóptero por aquí, pero fuera de eso no he visto ni un solo avión. Mucho menos podrían llevar uno a lanzar una bomba.
—¿Y qué hay de algún misil dirigido?
—Es lo que me pregunto. Debe haber una razón por la que no han podido hacerlo ¿no? El anterior encargado de Applewhite no quería decirme nada, creo que ni ellos mismos lo saben. Ustedes venían con la nueva Sargento encargada, es más joven que el anterior, pero al parecer se están quedando sin personal.
A Santiago no lo logro ver por ningún lado y luego unos militares hacen sonar silbatos y la hora del desayuno ha terminado.
Beto debe irse con todos los menores de 15 y ahí lo llevo yo de la mano. El ver a algún otro niño de su edad lo hace sentir más tranquilo y le prometo que nos reuniremos más tarde.
Luego me voy al grupito que me ha sido asignado donde un militar sin sonreír nos dice que lo sigamos. Eso no me gusta, tal vez nunca me podría acostumbrar a ese tipo de vida, se supone que debe haber mucha disciplina y la verdad es que demasiada disciplina no es para mí.
Su español es de lo más horrible cuando hace la traducción a los que acabamos de llegar y varias veces me aguanto las ganas de reír, antes de recordar que seguro eso ha de pensar Scott de mi inglés.
Al parecer tenemos que usar unas botas, una clase de bata, unos guantes de carnaza, una faja y un sombrero que están en una mesita debajo de una pequeña carpa. Luego nos hace subir a una camioneta y ahí voy en medio de desconocidos, casi sintiendo como si fuera una indocumentada a punto de cruzar la frontera. Solo que ya estoy del otro lado y el estatus de "indocumentada" no parece importar mucho en esos momentos.
—Tenemos 5 máquinas excavadoras, tenemos a 3 usándolas, una está aprendiendo. Ustedes lo hagan mejor podrán aprender usar la máquina.
Me doy una idea de lo que quiso decir con eso. Debemos escavar con la pala y el mejor portadito tendrá la fortuna de cambiar la pala por una máquina.
Nos indica donde debemos empezar a excavar y un poco la manera de acomodar el cuerpo. Comienzo con entusiasmo, intentando enterrar la pala después de mojar un poco la tierra. Solo los primeros movimientos son con energía, ya estoy sudando bajo la texana blanca. Si fueran otras las circunstancias, me encantaría hacerla de vaquera.
—¿Cómo te llamas?
Alzo la vista hacia una señora de unos 30-40 años. De hecho a mi alrededor casi todos son hombres, por ahí hay otra chica media rubia tal vez un poco mayor que yo, pero la señora frente a mí es mexicana o al menos su fisonomía me hace pensarlo.
—María.
—Soy Adelaida —es norteña, por el acento—. Ve lento mija o no vas a poder levantarte mañana. En un rato van a comenzar a llegar. Los recogen en cuanto amanece, con este calor se descomponen muy rápido. Si te dan ganas de vomitar puedes ir para allá.
Me detengo un momento observándola. Ahora que la miro mejor parece más vieja en espíritu.
—¿Dónde está tu familia? —me vuelve a preguntar.
—No lo sé.
—Ven, acércate y platica lo que has oído. O cualquier cosa, no es bueno quedarte con tus propios pensamientos.
Le doy un resumen de la manera en que llegamos ahí y ella asiente con todo lo que le digo aunque no me cuenta nada de su propia vida.
Me alegra estar con ella cuando los cadáveres empiezan a llegar mientras a todas las poquísimas mujeres que hemos estado cavando nos dejan descansar.
No aparto la vista, veo como los meten a nuestra fosa mientras van echando tierra. Dos hombres con trajes protectores extraen cosas que puedan tener los cuerpos, como credenciales, anillos, alguna nota y las guardan en bolsas herméticas mientras otros dos van anotando cosas.
Lo más triste es ver los cuerpos pequeños, niños de 3, 4, 5 años. Y luego hay bebé, un cuerpo tan pequeñito que no debió haber tenido ni un año. El hombre en traje blanco lo carga casi como si estuviera dormido y lo lleva a la fosa con cuidado.
Lágrimas silenciosas abren caminos en mi sucia cara. No sé en qué momento me he acercado tanto a la fosa y desde mi posición puedo ver al bebé a quien el hombre del traje colocó en los brazos de una mujer.
Siento una mano cerrándose en mi muñeca y se trata de la chica media rubia que he visto antes y que me hace alejarme de la fosa. Sus ojos café claro están tan secos que pienso que seguro ha llorado tanto los últimos días que no le queda más y sin embargo me sonríe y me lleva de vuelta con Adelaida.
Está capítulo va dedicado para Moleno090600 a quien le gusta esta historia y agradezco todos sus comentarios.
Ella tiene una historia de acción llamada "Extremos" que espero leer y ponerme al corriente en estas deliciosas y esperadas vacaciones ;)
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