Capítulo 1-29

Las náuseas o un relampagueo de la sonrisa de Guillermo en mi mente me hacen reaccionar. Lázaro lanza un "¿Qué?" en cuanto lo empujo lejos. 

¿Pero qué chingados estoy haciendo?

Me recargo en la pared e intento obtener un poco de cordura. Estoy de verdad borracha, con un solo atisbo de sobriedad que temo que vaya a desaparecer de un momento a otro.

Y aquí viene la reacción corporal. Vomito en el suelo de aquella aula que alguna vez albergó alumnos, ¿Qué clases darían ahí? ¿Filosofía? ¿Letras? ¿Historia? No tengo idea. Esa aula es especialmente pequeña y ya quiero salir de ahí.

Me tomo un último trago de agua mineral y pasó a un lado de Lázaro que tiene una expresión de asco. Tomó mi lámpara y salgo de ahí mientras oigo como vuelve a abrocharse el cinturón.

Al principio creí que las cosas mejorarían, cuando después de un par de días lo encontré. Más flaco de lo que alguna vez lo vi y con el espíritu hecho pedazitos. Al principio creyó que era una ilusión y yo también creí que él lo era.

Mi padre debe estar en este momento en su grupo de apoyo del fin de la humanidad, o algo así le llamamos Walter y yo. Mientras yo bueno, estoy aquí besuqueándome con Lázaro, otra de las personas que menos esperaba encontrar con vida cuando volvimos a la desoladora ciudad que alguna vez fue la más cosmopolita, la más poblada, la más contaminada, pero también el lugar que menos esperarías encontrar así, tan vacío.

Hay basura vieja en los pasillos, por allá una colilla de cigarro y una envoltura de galletas. Me siento mal de verdad, no por nada entre Lázaro y yo nos acabamos una botella de whisky.

Me tropiezo en el último escalón después de bajar muchas escaleras y siento la mano de Lázaro sujetando mi codo para ayudarme a recuperar el equilibrio. Casi estoy a punto de agradecerle cuando su mano va a mi cintura y me acorrala contra la pared intentando besar mi cuello.

―¿Qué eres idiota o qué? Dije que no.

Él lanza una exclamación que puedo interpretar como "estás loca" y sin embargo me sigue. Sé que está enojado porque puede que no consiga lo que quiere y de hecho después de pasar entre los pasillos y bajar otras escaleras para llegar al piso de las bibliotecas, lanza un comentario.

―Eres una calienta huevos.

Solo hago una mueca que él no logra ver en la oscuridad. Creo que ni siquiera me sorprende que siga siendo un cabrón. Antes de que comenzáramos a beber llegó a decir que ahora solo le importaba disfrutar el momento porque la vida era más corta cuando nunca sabías si unos alienígenas iban a llegar a matarte. Tal vez crea en lo que dijo, pero apuesto más a que lo dijo para excusar su comportamiento. No pienso que no sufra, su mamá estaba viva hasta el día de los ataques y él también se ha quedado solo, como mucha gente hasta antes de ese día porque por supuesto que si atacaron las ciudades que eran las más pobladas, la nuestra se encontraba dentro del top.

Una de las primeras cosas que hice después de encontrar a mi padre fue ir a nuestro departamento. Ya no existía, al edificio le había caído una bomba de lleno, tampoco es que quisiéramos quedarnos en la superficie. Todos temen y son pocas las veces en que alguien va y se queda en sus antiguas casas. Eso de encontrarte el cadáver del que fue tu vecino por 10 años no es algo que deseemos a pesar de que a diario convivimos con los muertos. De hecho mañana es mi día de descanso y es por eso que tampoco me importó que pudiera tener resaca.

―¿A dónde vas? ―me pregunta Lázaro en cuanto ve que no voy a la reja por donde entramos.

―A la biblioteca ―señalo hacia el lugar donde hay vidrios rotos como si fuera la cosa más evidente del mundo.

―No sé por qué presiento que no es la primera vez que vienes.

―Sí Lázaro ―le contesto mientras con cuidado paso el suelo donde siguen los vidrios rotos―. Es mi lugar favorito para ser una calienta huevos ¿tú crees? ―De verdad no puedo creer como alguna vez estuve loca por él.

―Te espero aquí afuera.

―Tú te lo pierdes ―Y sin embargo me sigue.

Lo que me gusta de esta biblioteca, o al menos de esta sección de esta biblioteca, son los escalones en forma de caracol que llevan a este mini subterráneo. Le da un aire de misterio amigable, como esa sensación cuando en la infancia descubrías algo en la habitación de tus padres o en un compartimiento medio secreto de la cocina.

Luego de vomitar me siento solo un poco mejor y Lázaro no dice nada mientras tanteo los libros de historia intentado que el alcohol en mi sangre deje un rato en paz mi capacidad de leer los títulos de los libros. De reojo noto que se cruza de brazos, tal vez tiene la esperanza de hacerlo en la biblioteca, algo que a mí me parece medio tétrico, como sentir que los fantasmas de todos los autores de los libros te observan.

Escojo un par de libros gordos y me encamino a las escaleras entre la oscuridad y el silencio solo roto por nuestros pasos. Al momento de pasar por la salida temo y doy un brinco como si eso fuera a evitar que el sensor se escuchara, antes de recordar que el sensor no sonará y quién sabe si algún día lo vuelva a hacer.

―No creo que sirva mucho ahora leer algo de historia ―Lázaro se queja mientras pasamos por la reja que seguro fue forzada―. Cuando se extinga la humanidad no importará.

Ruedo los ojos porque creo que me va a salir con el mismo rollo. Me lo ha soltado justo antes de comenzar a beber y luego justo antes de comenzar a toquetearme. Lázaro puede repetir una y otra vez que debemos aprovechar los instantes y sensaciones que nos quedan mientras aún estemos vivos. No niego que se lo crea un poco, pero también sé que es un cabrón y aún queda algo de cabrón en su ser, y que ese argumento de "vivamos el momento" que últimamente todos soltamos de repente, lo ha dicho porque quería tener sexo y ya, era su pretexto para hacerlo sin que se viera tan descarado y porque ya sabía que a pesar de todo lo sucedido, yo no iba a ceder con él con tanta facilidad. No sobria.

Cuando alguien te rompe el corazón y luego, después de un atormentado tiempo, logras superarlo y continuar con tu vida y con tu corazón remendado, es casi imposible volver a caer. Sabes lo que significó, sabes lo doloroso que fue, y lo más importante, sabes que ya no hay amor de ese tipo con esa persona.

Hace calor y caminamos en medio de la avenida. Podríamos haber ido a la estación de metro de Copilco y luego caminar por el subterráneo, pero Lázaro y yo somos de la idea de que preferimos morir por una bomba repentina con tal de caminar con las estrellas sobre nuestras cabezas en vez de ser las nuevas ratas de la ciudad, esas que ahora deben vivir en las estaciones de metro que dan más seguridad contra las bombas que de repente lanzan nuestros enemigos. Lo han estado haciendo desde hace 6 semanas. 

Ahora sabemos que comenzaron con las grandes ciudades. Aquí sucedió el mismo día, aquella mañana en que la pared de la habitación en la que dormía en Applewhite fue azotada por el señor que dormía del otro lado.

El silencio en la ciudad es algo difícil a lo que adaptarse, se puede soportar el silencio en la playa o el silencio en un pueblo o en cualquier otro lugar, pero cuando se ha vivido tanto tiempo en una ciudad tan ruidosa y tan rápida, podrán pasar semanas y el silencio seguirá siendo algo a lo que cuesta trabajo acostumbrarse.

Nos encontramos un par de cucarachas que pasan presurosas por la banqueta en cuanto la luz de la lámpara las alcanza sin querer. Era cierto eso de que iban a sobrevivir al fin del mundo, aunque esto no es el fin del mundo como tal, solo es el fin de nosotros. También de eso debemos cuidarnos ahora, de los animales salvajes o que antes eran medios domésticos y ahora son salvajes. Puede que esa sea la razón de que hace rato que no ha habido otro ataque, están dejando que la naturaleza acabe con nosotros por sí misma.

Hace calor y las estrellas se pueden ver con claridad, algo que tampoco queda con esta ciudad donde la contaminación lumínica y la nata de contaminación que siempre teníamos no dejaba mucho espacio para las estrellas.

Hay un momento, cuando queda poco tiempo para llegar a la estación, en el que Lázaro roza mi mano y yo no dudo en apartarla. Él resopla medio fastidiado, muy seguro de que hoy no va a obtener lo que quería.

Se adelanta varios pasos y su silueta y la luz de su lámpara desaparecen en cuanto baja al metro. Le echo un último vistazo a la ciudad oscura y silenciosa y luego empiezo a descender también. apenas estoy viendo las luces de lo que a Walter y a mí nos gusta llamar el Manual Méndez, cuando distingo a Hilary con los brazos cruzados, esperándome. 

―¿Dónde estabas? 

Tiene el cabello corto como si le hubiera mordido un burro, y ese burro fui yo en mi intento de ser estilista hace una semana porque ella ya no soportaba el calor. Cualquier diría que está horrible pero ella y yo nos hemos vuelto buenas amigas y sé que ella no ha querido quejarse de su horrible corte, hasta le ha dado una patada a Scott cuando le preguntó si una bomba incendiaria le había chamuscado la cabeza.

―Fui a caminar ―le respondo intentando rodearla pero ella es más hábil y me vuelve a interceptar.

―Mju, ¿con Lázaro? ―De un momento a otro se inclina hacia mí y se vuelve a alejar y su cara está más enojada que la última vez que Walter y yo nos emborrachamos. Han sido ya tantas veces que no podría contarlas―. Es un mal momento para que hayas bebido.

―Mañana es mi día libre, puedo hacer lo que quiera ―Sin embargo mi tono no es desafiante, Hilary se ha convertido en algún tipo de hermana a la que parece que saco de juicio. Es como si no fuera la adolescente, aunque si lo recuerdo, la primera vez que la vi y que ella me alejó de la fosa donde arrojaban los cadáveres, incluso entonces me pareció mayor de lo que era.

―No, no podrás ―Entonces gira su cabeza hacia el interior de la estación―. Están aquí.

―¿Los alienígenas? ―de repente temo que hayan bajado a tierra, pero en un microsegundo mi mente en definitiva todavía alcoholizada sabe que de ser así Hilary no estaría tan pasiva.

―¡No! ―se desespera un poco y resopla impaciente―. Radcliffe y su escuadrón.

―¿Guillermo? ―mi voz sale casi como un último suspiro de vida.

En cuanto Hilary asiente con la cabeza, empiezo a caminar hacia el interior con el corazón latiendo de prisa y de repente me freno y giro hacia ella recordando algo.

―¿Está vivo?

¬―Más que tú.

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