46: Energía de Kalos

—No lo puedo creer. Perdí el listón —La pelimiel se tomó la cabeza con desesperación.

No podía perder algo tan importante. Fue un regalo de Ash, que ella prometió que guardaría siempre, y que por algún motivo siempre le traía buena suerte. Podrían ser supersticiones, pero de alguna forma con ese listón se sentía protegida y segura de sí misma.

Su pánico aumentó con sus pokémon frente a ella, y su miedo saldría a relucir como de costumbre.

—Oh no… Lo perdí y quizás para siempre. Ahora no volveré a ganar ningún concurso, fracasaré, viviré debajo de un puente siendo juzgada por todos, ¡y me comerán los pokémon carroñeros en televisión abierta!

Las palabras de la pelimiel causaron un escalofrío en sus pokémon. Allí se dio cuenta de que nuevamente estaba imaginando sus peores pesadillas en voz alta, por lo que se tapó lo que ella llamaba “su enorme bocota”.

Se tiró a su cama cayendo derrotada. No se podía perdonar el perder una de sus mayores reliquias, que más significado tenía y más la hacían estar en su zona de confort.

Braixen, Pancham, Sylveon, Marshtomp y Altaria se acercaron a ella para tratar de animarla. Los pokémon no entendían muy bien el significado de esa extraña cinta, pero odiaban que su entrenadora estuviera triste, ya que ellos en consecuencia también se sentían tristes.

Sylveon intentó animarla, rodeando los brazos de la pelimiel con sus propias cintas, gesto que hizo que Serena soltara una pequeña risa por lo dulce del momento.

—Lo siento amigos… No debí haber dicho algo tan feo —Se arrepintió Serena —. Es que ese listón… Fue un regalo que me dio él… Lo he tenido desde el Festival de Ciudad Coumarine. Sé que los motivos para dármelo no fue nada romántico… Pero… Para mí fue mucho más que eso…

El listón para Serena simbolizaba la promesa que ella y Ash se habían hecho, y aunque no quisiera admitirlo, era una forma en la que ella sentía cerca al azabache. Ya no había sitio donde buscar. Se había perdido.

Una enorme tristeza inundó a Serena, las ganas que tenía de practicar se habían esfumado. Se quedó acostada en la cama de la habitación.

Sus pokémon viéndola, la imitaron y se acurrucaron cerca de ella, para así quizás apaciguar el dolor que sentía. Tratando de ya no sentir más culpa por lo que había pasado, Serena intentó descansar los ojos por un rato.

En lo que intentaba dormir, le llegaron un montón de recuerdos a su cabeza, todos con respecto a su viaje en Kalos y sus aventuras con sus amigos que llenaban su corazón de alegría en cada momento.

La pelimiel se dejó llevar por la nostalgia teniendo en su mente a un chico rubio de gafas muy inteligente. Un gran amigo en todo sentido que con sus inventos siempre destacaba con una explosión de inteligencia (literal y metafóricamente).

A su hermanita, inocente y llena de curiosidad, se encargaba cada día de llenar de felicidad y risas a quienes lo rodearan.

Y por supuesto, el dúo cuya mirada reflejaba desafío incluso al mismo destino: Pikachu y a Ash, este último ya siendo una constante en sus pensamientos.

Los pokémon que habían atrapado, todo lo que tuvo que ver con Zygarde, los gimnasios de Ash, la búsqueda de las llaves de la princesa, sus rivales, las veces que Chespin se comía todos sus pokelitos, Greninja sorprendiendo a todos, las aventuras locas que salían de repente, las veces que rieron y lloraron.

Es que la pelimiel sabía que cuando peor iban las cosas, más añoraba su pasado. También extrañaba a su grupo de amigos de Hoenn, pero por algún motivo tenía una gran necesidad de sentir el cobijo de Kalos, con el que por mucho tiempo pudo ser feliz.

Todos los recuerdos le hicieron esbozar una leve sonrisa.

—A veces extraño mucho a Kalos, chicos… —Admitió la pelimiel.

—¿Braix? —Se confundió Braixen.

Serena lentamente se levantó haciendo que sus pokémon se apartaran y la vieran confundidos.

—Lo siento, estoy un poco sensible. Tenemos que salir a preparar todo para mañana —Se quedó pensando un momento —. Aunque hay algo que me gustaría hacer primero.

Mientras tanto, en la región de Kalos, más precisamente en Ciudad Luminalia, cierto rubio rompía el silencio que había en su taller con un gran estornudo.

—Oye cúbrete la boca, hermano —Lo regañaba la pequeña Bonnie, que se encontraba dibujando en el suelo.

—Qué extraño, no hay polvo en el taller —Clemont se rascó la cabeza mientras arreglaba uno de los brazos de Clembot.

Allí trabajaba el rubio de gafas, dándole unas mejoras a su robot y teniendo como guía varios planos en la pantalla gigante de su computadora.

En cuanto a sus pokémon, Luxray descansaba en el suelo, mientras Chespin y Dedenne molestaban a Bunnelby y a Heliolisk para que estos jugaran.

Bonnie había estado haciendo dibujos de los pokémon, pero ya cansada de hacer lo mismo, se levantó para hablar con su hermano.

—Hermano, ¿puedo jugar en la computadora?

—Bonnie, jugaste Halo toda la mañana —Respondió el rubio —. Además, necesito la computadora para no saltarme ni una pieza.

—¡No es justo! ¡No quieres dejarme jugar porque sabes que soy mejor que tú!

—Sé lo que intentas hacer y no va a funcionar, no de nuevo —Decía el muchacho concentrándose en su trabajo.

Ante la poca atención que le prestaba Clemont, la rubia hizo un puchero y se tiró al piso dramáticamente.

—Vamos Clemont, hagamos algo, ¡estoy muy aburrida! —Decía pataleando el suelo con el fin de que le prestaran atención.

—¿Por qué no dibujas a Chespin? Sabes que le encanta que lo dibujes.

—¡Ches! ¡Pin! —Respondió el tipo planta alegremente cuando escuchó su mención.

—Ya le hice como diez dibujos, y a los demás también les hice como cincuenta —Explicó Bonnie.

—Ches pin —Se entristeció.

—Lo siento, Bonnie. Pero estoy muy ocupado ahora mismo para andar jugando —Rechazó nuevamente el hermano mayor —. Chispas, ya me está doliendo la mano.

La rubia en el suelo se dio por vencida, y se quedó viendo el suelo que la cubría y también la privaba de emoción.

Las vacaciones no eran tan divertidas como esperaba Bonnie. Su padre siempre salía a trabajar hasta la noche, y su hermano solo jugaba con ella cuando no estaba arreglando algo o atendiendo a algún retador en el gimnasio, cosas que pasaban muy a menudo.

Lo que hacía era dibujar o jugar con los pokémon de su hermano, pero su energía de escolar le exigía un tipo de aventura mucho más emocionante que simplemente quedarse encerrada en casa.

—Desearía ser mayor. Así ya podría ir de viaje por todo el mundo como Serena y Ash.

Su hermano no le respondió, simplemente siguió haciendo lo suyo.

—¿Qué crees que están haciendo Serena y Ash ahora, hermano? —Preguntó Bonnie.

—Solo sé que Ash estaba en Alola, aparentemente asistiendo a una escuela de entrenadores o algo así. Y Serena estaba en Hoenn participando en concursos para inscribirse en el gran festival —Clemont se limpió el sudor de la frente y suspiró —. Pero hace meses que no hablo con ninguno de los dos.

—Sí, eso lo sabía… Desearía conocer Alola o Hoenn. Ver la torre todos los días es muy aburrido.

Clemont recordó a sus amigos, y también se hacía las mismas preguntas que su hermanita, ya que el viaje por Kalos fue algo muy especial que lo hizo madurar mucho.

Sintió algo de pena por Bonnie, pues era cierto que luego de un viaje tan épico, el día a día en casa era algo monótono, y más para una niña. Por lo que decidió hacer algo para complacerla.

—Bonnie, ¿qué dices si en un rato salimos al parque? Yo también necesito tomar un poco de aire fresco.

—¿En serio? ¿Al parque? —La propuesta la hizo levantarse del suelo.

Sin embargo, los rubios fueron interrumpidos, debido a que en la pantalla gigante de la computadora parecía que estaban solicitando una videollamada. El sonido de llamada captó la atención sé todos, incluso de los pokémon de Clemont.

La más rápida en leer fue la pequeña Bonnie, y se dio cuenta de quién se trataba.

—¿Uh? ¡Hermano, te están llamando! ¡Y parece que es Serena!

—¡¿Qué?! ¡¿Serena?! —El rubio dejó de lado al desactivado Clembot.

—¡Contesta rápido!

Torpemente, Clemont buscó su mouse inalámbrico encima de la mesa y entre sus cosas. Mientras Bonnie perdía la paciencia.

—¡Vamos Clemont! —Apuraba su hermanita.

—¡No consigo el mouse! ¡Ayúdenme a buscarlo rápido!

—¡Por todos los cielos!

Todos empezaron a buscarlo antes de que la pelimiel cortara, incluso Luxray se levantó de su siesta para ayudar. No lo veían en ningún lado y ya habían pasado bastantes segundos desde que el tema de la llamada empezó a sonar.

—¡No está por ningún lado! ¡¿Dónde rayos lo dejaste?! —Preguntó Bonnie enfadada.

—¡Dennenne! —Exclamó Dedenne imitando a la niña.

—¡Lo encontré! —Clemont sacó el mouse que estaba entre sus herramientas.

—¡Contesta! ¡Ahora!

El rubio estaba a punto de contestar cuando de repente un intenso dolor le hizo soltar el objeto.

—¡Aaah! ¡Túnel carpiano!

—¡Clemont, me cago en ti!

Ya completamente enfadada por la incompetencia del rubio, Bonnie lo apartó bruscamente mientras esté solo soltaba llantos de dolor. La rubia tomó rápidamente el mouse y contestó la llamada.

—¡Serena, eres tú! —Bonnie cambió su actitud al ver a su gran amiga en la pantalla.

—¿Uh? ¡Bonnie! ¡Qué alegría verte de nuevo! —Sonrió la pelimiel.

—Lo mismo digo yo, ¡estás hermosísima! —La alagó, pues no la había visto con su nuevo estilo de Hoenn.

—¡Gracias! Tú también estás muy adorable.

Los pokémon del rubio se acercaron a saludar, en especial Chespin y Dedenne los cuales se pusieron muy felices al reconocer a la pelimiel. Clemont aún lloraba del dolor en el suelo.

—¡Hola chicos! Ha pasado tanto tiempo —Les sonrió dulcemente —. Por cierto, ¿dónde está Clemont?

— Oh… Él está… —Titubeó la niña.

Hicieron un espacio y señalaron al rubio en el piso.

—¡Clemont! ¿Estás bien? —Preguntó Serena preocupada.

—Hola Serena —El rubio, saludó apenado débilmente, usando su otra mano para mover la que estaba dolorida.

—No me digas que fue otro de tus inventos.

—Pues… No exactamente. En un segundo me levanto.

Mientras el hermano mayor se recomponía, la pelimiel continuó su charla con la pequeña.

—Vaya… Y… ¿Cómo va todo? Parece que estaban algo ocupados.

—¡No, no! Es solo mi hermano haciendo sus cosas de sabelotodo. Yo estoy de vacaciones de la escuela, así que decidí dibujar a los chicos —Sonrió la niña mostrando un bonito dibujo de Dedenne, Heliolisk y Chespin.

—De verdad dibujas muy bien Bonnie, ¡ese dibujo es fantástico!

—¡¿De verdad?!

La pelimiel asintió justo cuando Clemont entró en la conversación.

—Je, je. Lamento que me hayas tenido que ver tirado en el suelo, Serena —Se avergonzó el inventor.

—No te disculpes, no es la primera vez que te veo así —Se rió —. Y dime, ¿cómo van las cosas en el gimnasio?

—Bastante bien, en realidad. Desde la última liga Kalos, han llegado muchos nuevos entrenadores a intentar ganar las ocho medallas.

—Entonces, supongo que has tenido mucho trabajo.

—Un poco, pero por suerte tengo bastante ayuda de todos.

—Sabes Serena —Interrumpía Bonnie —, también hemos oído que muchas más chicas van en busca de las llaves de la princesa después de verte a ti.

—¿Por mí? — Preguntó confundida.

—Los últimos eventos de Kalos han inspirado a toda una generación de entrenadores. Nunca había visto algo igual, y gran parte se debe a lo que hicieron tú y Ash —Explicó Clemont.

—Y a los otros muchachos que a nadie le importan —Se burló Bonnie.

Serena jamás fue consciente del impacto que había causado en tantas personas, pero poco a poco lo estaba asimilando. Sin embargo, más personas buscando las llaves significaban más potenciales rivales a la hora de lograr su meta, por lo que entendió que no podía quedarse atrás. Debía esforzarse, ¿pero sería capaz de hacerlo sin su listón?

—Tanta gente busca ser la princesa de Kalos… Y yo que creía que no podía entrar en los corazones de la gente —Admitió la pelimiel.

—Vamos, todos sabemos que fuiste la mejor en esa final. Y podrán aparecer nuevas aspirantes, pero ninguna como tú, te lo garantizo —La animó la rubia.

—No estoy muy segura, tendré que mejorar mucho si quiero ser como Aria…

—Hablando de mejorar —Señaló Clemont —Dinos, cómo te ha ido en Hoenn, ¿dónde estás ahora?

—¡Es cierto! Yo también quiero saber — Dijo la pequeña niña.

—Oh… De hecho es una larga historia…

Luego de un rato con café y un montón de anécdotas, tanto Serena como los hermanos se habían puesto al día, al menos con la mayoría de cosas importantes.

—Ya veo, entonces te separaste de tu grupo de amigas y ahora estás tú sola con tu equipo —Mencionó el rubio pensando mientras tomaba un sorbo de café.

—¿Por qué te separaste? ¿No es un poco aburrido? —Preguntó inocentemente la hermana menor.

—Bonnie, por favor —Clemont la regañó —Serena tuvo sus motivos y quizás no sean…

—En realidad —Interrumpió la pelimiel —, es que debía prepararme yo sola. Mi amiga May va a ser mi rival en el gran festival.

—Oh entiendo, como cuando mi hermano se separó de nosotros antes de enfrentarse a Ash, ¿no es así? —Señaló Bonnie.

—Precisamente Bonnie —Le sonrió a la niña —. También quería intentar ser algo más independiente… Solo que estoy un poco nerviosa. Las inscripciones al gran festival son en diez días y todavía no tengo mi quinto listón.

—¿En diez días? —Ahora era Bonnie quien se quedaba reflexionando.

—No estés nerviosa Serena, te irá genial en el próximo concurso sin ninguna duda —Animó Clemont.

—¡Hermano! ¡Deberíamos ir a Hoenn a apoyar a Serena en el gran festival!

La propuesta de la niña dejó sorprendido a la pelimiel y también al hermano rubio.

—¡Bonnie! No es tan fácil como parece… —Le dijo Clemont con un susurro medio enojado.

—¡Por favor! Hermano, te ha ido muy bien con el gimnasio, así que es más fácil ¡Te prometo que me portaré bien! —La rubia lo jalaba de un lado a otro del brazo haciendo que casi se le caiga su taza de café.

—Sabes que tengo mucho trabajo, y habría que hablar con papá… Además, podríamos incomodar el viaje de Serena.

—Oh Clemont —Tomó la palabra la pelimiel —Ustedes son mis amigos, jamás me incomodarían, ¡claro que pueden venir! Si no tienes problema, por supuesto…

—¡¿La oíste?! Clemont, por tu madre, por la ciencia o lo que quieras, te lo ruego, vamos a Hoenn —Suplicaba aún más la niña, provocando una risa de Serena y una gran vergüenza en el joven.

A eso, se le sumaban los pokémon de Clemont los cuales apoyaron en la súplica, ya que estos deseaban salir de las mismas dinámicas del gimnasio, al menos por unos días.

El rubio, aunque lo ocultara, también deseaba tener una nueva aventura, pero su naturaleza pragmática te daba muchos peros al asunto que debía resolver. Sobre todo debía reparar a Clembot, puesto que de esa manera todo sería más fácil.

—Bien, haré lo que pueda ¡Pero no les prometo nada todavía!

—¡Qué bien!

La niña con Dedenne y Chespin hicieron su danza de la victoria, mientras Clemont miraba desconcertado y con una leve migraña.

Quizás hablar con sus amigos fue una buena idea. La pelimiel se sentía feliz y esa sensación que había tenido hace rato se esfumó. Sus amigos le ayudaban a tener paz, la paz que necesitaba.

—¡Me da mucha emoción que puedan verme en mis presentaciones! Avísenme si no tienen inconveniente, así podré recibirlos.

—¡Este día ahora es perfecto! —Seguía celebrando la hermana menor —¿Saben cómo sería el doble de perfecto? Si pudiéramos hablar también con Ash.

—Pues ahora que lo mencionas, no es una mala idea —Agregó el hermano mayor tomando un sorbo de café —. Serena, ¿has hablado con Ash últimamente?

—Estoy segura de que ganas no le han faltado —Le dijo pícaramente a su amiga.

—Emmm… Yo pues… ¡Lo siento chicos! Ya debo irme, en Hoenn entrenas a las seis o te multa la enfermera ¡Adiós, los quiero!

La llamada se colgó abruptamente, dejando a los hermanos bastante confundidos por los repentinos nervios de su amiga.

—¿Qué acaba de pasar? —Preguntó Clemont.

—Creo que no debiste preguntarle por Ash. Y luego soy yo la impertinente —Respondió sarcásticamente su hermana.

—De hecho, debemos hablar seriamente de tu vocabulario jovencita…

Así concluyó el encuentro por videollamada. Viejos amigos regresaban y nuevas aventuras estaban por venir. Serena se sintió mucho mejor después de poder ver a sus amigos una vez más, pero… ¿Será suficiente para olvidar la perdida del listón y de su confianza?

Continuará…

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