4. Incorrecto

| LILIANNE |

Esa era la peor idea que se me había podido ocurrir, pero al fin de cuentas, era lo único en lo que había pensado en ese momento para salir de la situación incómoda con Efron.

Simplemente odiaba el hecho que Zac me conociera tan bien. Frente a él claramente se me dificultaba mentirle, pues él con solo una palabra me solía leer transparentemente.

—Así que... —comenzó a decir Sophie una vez que había detenido el automóvil en la parte frontal de su casa —conociste a Alan.

—Lo hice —respondí sin más.

—¿Y qué te pareció? —alzó sus cejas, esperando una respuesta con impaciencia.

—No puedo decir nada, solo me presenté y ya. Además, ambas sabemos que él preferiría estar con Efron.

—Buen punto —sonrió mientras desabrochaba el cinturón de seguridad. —Debes aprovechar que aún no ha 'encontrado a su chico perfecto', porque para cuando llegue ese momento, lo perderás como novio falso —salió del automóvil, despidiéndose con una seña.

—De nada amiga, sí... mañana nos vemos —la imité con voz graciosa. Me dedicó una mirada desafiante y pronto sonrió, alejándose felizmente.

Esa chica fácilmente me hacía perder la paciencia, pero agradecía la amistad que me daba. Es por eso que deseaba que en algún momento ella pudiera ser feliz, tanto a nivel familiar como personal, lo merecía.

Sacudí la cabeza, para dejar de pensar en otras cosas que sabía que haría. Así que rápidamente puse en marcha el motor para volver a casa.

Una vez ahí bajé del auto lo más rápido que podía, pues ya había divisado la moto de Zac estacionada, y la verdad, es que no deseaba encontrarme con él.

Saqué las llaves de mi bolsillo. Abrí y cerré con velocidad, mi madre asustada se acercó hasta mi posición.

—Cariño, ¿todo bien? —su expresión demostraba preocupación, y me maldecía internamente por haberla preocupado sin razón alguna.

—Oh, sí —mentí—, es solo que... pensé que llovería.

Mi madre observó por la ventana, para luego dirigir la vista nuevamente hacia mí.

—No creo que llueva a menos que esté nublado —me tomó de la mejilla y volvió a preguntar. —¿Segura que estás bien? —su tono preocupado me asustaba— ¿alguien desea hacerte daño?

Negué con la cabeza.

—No mamá... en serio, no es nada —comencé a caminar hacia las escaleras, pero antes de subir me giré observándola. —Solo estoy un poco cansada, ya sabes, debo acostumbrarme a la rutina.

Era evidente que no me creía, pero sin querer hacer más preguntas asintió.

—La cena estará pronto, te avisaré.

—Claro, subiré a ducharme —me aferré a mi bolso y corrí para subir las escaleras y encerrarme en mi habitación.

No sé que me sucedía, no tenía por qué temerle a Zac. Él no me haría nada de lo que pudiera arrepentirme luego, pero simplemente el hecho de saber que en algún momento cruzaríamos palabras me revolvía el estómago, y un nudo en la garganta se formaba.

Como todos estos últimos días, dejé caer el bolso en un pequeño sofá y me acerqué para cerrar las cortinas sin pensarlo dos veces. No tenía intenciones de verlo, no cuando sus palabras seguían rondando mi cabeza como moscas.

'Te extrañé', me había dicho. Zac Efron me había dejado en shock, sin saber qué diablos responderle. Una explosión de sentimientos me había inundado en aquel momento, y un sofocante nudo se formó en mi garganta.

Ni siquiera fui capaz de defenderme como correspondía, decirle que yo no lo había extrañado, mentirle sobre mis sentimientos... pero no había podido. Las palabras en el momento se habían evaporado como humo, y mis agallas se encontraban enterradas bajo kilómetros de tierra.

Prefería no verlo, no sentirlo, ni olerlo. No quería saber de él durante el término del año escolar, aunque sabía que eso era imposible. Éramos vecinos, nuestras madres se conocían de toda la vida, lo tenía que ver en el instituto y por si fuera poco, mamá los invitaría de todos modos.

(...)

Los dos días restantes pasaron rápidamente. El viernes había llegado y mi mente lo sabía. Anhelaba poder descansar y leer miles de libros durante el fin de semana, sin embargo, mis planes fueron desechados una vez que Sophie me llamó.

¿Li? —habló desde la otra línea —Dave dará una fiesta de bienvenida —comenzó a decir, pues ya sabía lo próximo que venía. —¿Serías tan amable de acompañarme?

Suspiré suavemente, ya que la conocía perfectamente, y si se me ocurría negarme era capaz de venir a casa y rogarme hasta suplicando de rodillas.

Bien —acepté a regañadientes, aún sabiendo que probablemente Zac estaría allí.

¡Genial! —oí una pequeña risa— pasaré por ti a las 9. Hoy debes lucirte —finalmente colgó.

Me lancé sobre la cama, observando lo maravilloso que era el techo de mi habitación... en realidad, nada llamativo había en él. Pero eso no me importaba, pues mis pensamientos seguían en el lugar incorrecto, con la persona incorrecta, sintiendo cosas incorrectas.

No podía permitirme olvidar todo lo que había sucedido hacía dos años atrás. Él había jugado con mis sentimientos, con nuestra amistad, y eso no se lo iba a perdonar... tal vez nunca.

Los minutos eran consientes de mis sentimientos y mi habitación alquilaba los recuerdos que teníamos con Zac. Desde aquel día, boté todo lo que tuviera que ver con él: fotos, cartas, regalos, polerones y más. Todo lo había desechado, bueno, no en realidad. A quién le miento, no había sido capaz de hacerlo... solo las metí en cajas y las dejé bajo la cama, digamos que para siempre.

Giré la cabeza hacia mi derecha en busca del reloj. Eran las 8.

—¡Maldición! —mascullé entre dientes.

Los minutos habían transcurrido demasiado rápido y no me había percatado de cuanto tiempo había estado divagando sobre Zac.

Traté de apresurarme, pues sabía que Sophie no me perdonaría si no estaba lista de manera puntual. Además, dijo que vendría a buscarme, pero para que yo condujera hacia la fiesta, lo que significaba no alcohol, aunque... eso iba a estar por verse.

Bajé las escaleras con prisa. Al bajar el último escalón busqué a mamá con la mirada en las habitaciones consiguientes.

—Mamá —la llamé, sin embargo, nadie respondió.

Eso solo significaba una cosa, había tenido que salir de emergencia al trabajo, al igual que papá... el cual casi nunca lo encontraba en casa.

Me dirigí hasta la cocina, en donde siempre encuentro sus notas. La verdad es que no me sorprendía.

Cogí un pequeño trozo de papel, en el cual explicaba que había tenido una llamada de emergencia, su cliente había intentado suicidio luego de una riña al interior de la penitenciaria. Y bueno... papá en viaje de negocios.

Lo único bueno de todo eso, era que mamá probablemente no llegaría hasta el otro día, pues cuando ocurren este tipo de sucesos, los trasladan hasta la capital, por lo que ella tuvo que haber viajado con él para hacerle seguimiento.

Suspiré. No tenía a quién pedirle permiso para salir con Sop.

Me limité a esperarla en el cuarto de estar mientras revisaba actualizaciones de estados en mi celular. Al parecer varios compañeros del instituto ya estaban desenfrenados en casa de Dave, bebiéndose hasta el agua del florero.

Solo pasaron diez minutos cuando sentí el timbre sonar. Me puse de pie inmediatamente y abrí la puerta, mientras Sop me sonreía ampliamente.

—Wow —abrió sus labios formando una o expresivamente, como ella lo era. —¡Te ves hermosa! —me dijo una vez que me abrazó con fuerza.

Debo admitir que no soy una chica que va de fiesta en fiesta cada fin de semana, pero lo normal para los adolescentes es distraerse y compartir un momento agradable con sus amigos. Otro punto era que actualmente no me llevaba con los chicos debido a lo ocurrido hace dos años, pero eso no me era limitante para entablar conversaciones con chicas, con las que no todas me llevaba bien.

—No es nada —alcé los hombros restándole importancia.

No era como si me hubiese quedado frente al espejo horas buscando qué ponerme o cómo vestirme. Solo cogí un vestido que no había usado, mis converses blancas y para evitar peinarme tanto me tomé el pelo en una trenza hacia el costado.

—Li, deja de comportarte así. Te desmereces demasiado —frunció el ceño. —Eres hermosa, y ya... mejor vámonos antes que me moleste contigo —se cruzó de brazos, haciéndome espacio para salir.

Se solía enojar fácilmente.

Pero la admiraba como persona y mujer. Era intrépida, directa, amorosa y sensible. Sophie era lo mejor que me había podido pasar en mucho tiempo, la consideraba como la hermana que nunca tuve, aunque a veces pareciera su madre.

Avanzamos un par de cuadras en automóvil, bastantes cuadras, hasta dar con una enorme casa. Dave Brown era uno de los chicos populares del instituto, con demasiados conocidos, pero pocos amigos. Zac y él se solían llevar relativamente mal, pero ahora ya no sabía cómo era su relación. Y esperaba por mi bien que se siguieran odiando para evitar verlo nuevamente aquí.

—Fue horriblemente difícil encontrar estacionamiento —me quejé con Sop, quien había insistido en que viniéramos en mi auto y no en taxi.

De momento odié la idea, pues eso me limitaba a muchas cosas, pero qué más daba, ya nos encontrábamos allí.

Sophie ignoró mi comentario. Bajó con rapidez y corrió hasta mi posición para jalarme del brazo y llevarme con ella adentro de la fiesta. Con suerte logré cerrar la puerta de mi bebé.

—Vamos —sonrió ampliamente. Se le notaba en el rostro que estaba más que emocionada, pues casi nunca asistíamos a fiestas de los más importantes del instituto, ya que me consideraban parte de ese grupo.

Una vez dentro, me noqueé un par de segundos con las luces resplandecientes y un par que prendían y se apagaban cada un segundo. Eran mareadoras.

—Iré por un trago —gritó Sop cerca de mi oído, pues la música estaba demasiado fuerte—, ¿quieres algo?

Lo pensé un par de segundos. Estaba conduciendo, pero a la vez estaba en una fiesta.

—Claro —acepté de igual manera.

¿Qué me podía hacer un trago? No iba a morirme por eso, tampoco me intoxicaría, pues no era la primera vez que bebía.

La rubia me guiñó el ojo y se perdió entremedio de la gente que bailaba a mi alrededor.

Debía admitir que la casa era enorme, pero para el montón de gente que asistió se hacía pequeña, con espacios reducidos para caminar.

Si me quedaba en el mismo sitio en que Sop me había dejado, probablemente me encontraría fácilmente, pero ya habían pasado más de diez minutos y me comenzaba a desesperar, por lo que preferí ir en su búsqueda o simplemente pedir un trago para disuadir el ambiente.

Me escabullí entre la multitud que bailaba y bebía sin parar. Un par de conocidos me saludaron a la distancia, pero nadie con quien pasar el resto de la noche.

Rápidamente encontré el bar improvisado que habían instalado horas atrás, por lo que me acerqué a la chica que atendía y le pedí un ron con hielo.

—Gracias —ella asintió mientras me alejaba de ahí y bebía un gran sorbo de mi vaso.

Busqué entre las personas a mi amiga, y claro, ya me había dado cuenta por qué no había regresado. Ella y Thomas bailaban energéticamente, y no le podía destruir el momento que tanto él había deseado por muchos años, pero si alguna tonta palabra salía de su boca y hacía sufrir a mi mejor amiga, se las vería conmigo, ya que él conoce perfectamente mi carácter.

Preferí por soltar el aire contenido en mis pulmones, bebiendo otro trago más, esta vez el vaso ya iba a menos de la mitad en un par de minutos.

Un par de chicos que no conocía y que no eran del instituto se me acercaron para invitarme a bailar, sin embargo, los rechacé a todos, esperanzada que mi amiga se aburriera pronto de Thomas y volviera para no dejarme completamente sola, pero ya había pasado más de una hora y era mi cuarto vaso al seco.

Las personas se veían difuminadas o el efecto del alcohol ya se me había subido a la cabeza.

Me alejé un poco, apoyándome en una fría pared, pero para cuando me di cuenta unas manos me jalaron haciéndome perder momentáneamente el equilibrio. El vaso había caído al suelo y agradecía mentalmente que fuera de plástico.

Mi cuerpo cayó sobre otra pared y otra habitación que sospechaba era la cocina, por los muebles y esas cosas. Nunca confíen en descripciones de una alcoholizada.

—Maldición —murmuré atónita. Sentí una pesada respiración sobre mí, y un par de manos apoyadas a mi costado, afirmadas de la pared, lo que me hacía quedar entre la pared y aquella persona que aún no lograba distinguir a totalidad.

—Esa es una mala palabra —dijo una voz ronca. Mi cuerpo se estremeció por completo.

Estaba con un gran porcentaje de alcohol en mi cuerpo, pero eso no significara que olvidara cosas porque sí. Sabía perfectamente de quién era aquella voz, y aunque mis párpados pestañearan con lentitud, logré abrirlos y observarlo.

—¿Qué diablos? —traté de recomponerme del momento, pero mis sentimientos y el alcohol no ayudaban.

—¿Has venido sola? —preguntó con curiosidad. Asentí. —Ese tipo es un mal novio —de repente lamió sus labios, y mis ojos cayeron sobre ellos.

Si esta misma escena estuviera ocurriendo en el pasado no hubiese dudado en besarlo, pero eso era pasado.

—Eso no es de tu incumbencia —hice el esfuerzo por apoyarme de la pared y tomar impulso para pasar por su lado y salir de ahí, pero él fue más rápido y se acercó más aún.

—¿Crees que no? —sus ojos se posaron en mis labios, y mis piernas comenzaban a fallar a falta de equilibrio.

Maldecía por no haber parado de beber cuando pude, sin embargo, quería olvidarme de todo momentáneamente.

—No —respondí a secas.

—Li —suavizó su voz—, vamos... te conozco de toda la vida.

—Ya no más —lo interrumpí, sacando palabras que me costaban pronunciar.

—Te conozco —continuó—, y sé que en el fondo deseas perdonarme.

Mis cuerdas vocales ya fallaban y un gran nudo ocupaba su lugar, ahogándome, no dejándome decir lo que pensaba y no lo que sentía. Odiaba sentirme tan débil y frágil ante él.

Zac acortó un poco más de proximidad, sin quitar la vista de mis labios, los cuales estaban resecos a causa de muchos factores.

Abrí la boca para hablar, pero ahora él fue quien interrumpió.

—Sé que he sido un idiota, pero este idiota ebrio solo quiere una oportunidad.

—Zac, ambos lo estamos... y estoy segura de lo que sea que hablemos ahora, mañana nos arrepentiremos —bajé momentáneamente la mirada.

—No, Li... no quiero olvidarme de este momento —su aliento rozó mis labios.

Estábamos demasiado cerca y no podía alejarme más, no podía esquivarlo. No podía decirle que no lo hiciera, cuando era lo que deseaba.

Sabía que mañana me arrepentiría, pero de todos modos, lo hice igual.

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