♧ x47

Melody clavó su mirada en ella, la mujer que se hallaba frente a sí, Claudia. No la conocía de nada, pero sabía claramente que la odiaba. Era ella la que había decidido hacer de Dalai un evento, un objeto de coleccionista.

La mujer sonreía, de un modo de falsa amabilidad. Sabía muy bien el motivo por el que la hiciera llamar. Deseaba saber más de él, del joven tritón que ahora poseía, la mayor noticia del mundo.

-¿Deseas algo de tomar? -Le ofreció Claudia.

-No -Apretó las manos contra su regazo, conteniendo su odio.

No podía volver a equivocarse. Hablarle mal podría significar no poder volver a ver a Dalai, y eso no podía ocurrir. Ante sus sentimientos estaba Dalai. No podía dejarle solo en semejante situación.

-Bueno -La mujer se relajó en el mullido asiento y cambió el cruce de piernas. Sus ojos brillaron antes de iniciar la conversación que tanto picaba su curiosidad -Y dime, ¿cómo le conociste?

Melody no pudo contener una mueca de profundo desagrado. Seguía sin querer hablarle de su relación con Dalai. No quería que nadie supiera de ellos, de su amor único y especial.

-¿Eso realmente importa? -Desvió la mirada. Era incapaz de ser amable con ella, de fingir que le agradaba.

-A mí sí -La mujer comenzó a juguetear con sus largas uñas artificiales, clavando en Melody una mirada ciertamente posesiva -Quiero saber todo sobre mi tritón.

Recibió una mirada pugnada de verdadero odio. "Mí" esa palabra causó en ella miles de revoluciones. ¡Dalai no es tuyo! Quiso gritarle, pero tuvo que obligarse a callar.

-Hablaré, pero... -Se hizo para adelante, apoyando los codos en sus muslos -Quiero que a cambio me deje estar a solas con él esta noche.

-Uno de mis guardias te vigilará en la lejanía -Claudia se sirvió café en una taza y añadió dos cubitos de azúcar -Esa será mi condición.

Melody se removió en el asiento antes de asentir. Se sentía un tanto aliviada de haber obtenido su aprobación, aunque la idea de hablarle de lo suyo seguía sin agradarle. Lo suyo era intocable, puro, lejos de la compresión de la mente perversa de los demás. Detestaba a aquella mujer, a su padre y a todas las personas que habían venido a ver a Dalai; y también a aquellos que habían deseado asistir.

-Apenas concidimos en un chat en Facebook y comenzamos a platicar -Dijo, tratando de que sonara lo más sencillo posible, teniendo presente el deseo de reservar lo especial que verdaderamente había sido. Deseaba apagar la curiosidad que reinaba en los ojos de la mujer.

-Oh, así que eso de que habla es cierto -Claudia sonrió emocionada -A mí ni a ninguno de mis empleados ha querido dirigirnos la palabra. Ni siquiera cuando le quisieron quitar esas gomas viejas que tiene en la muñeca.

El corazón de Melody se sacudió al escuchar aquella verdad. Se imaginó a Dalai aferrándose a aquellos pedazos de tela como si fueran su propia vida. Sus ojos humedecieron. Dolía tanto el saber que por su culpa se hallaba allí. Y aún en aquella situación, no se imaginaba una vida sin haberlo conocido. No deseaba apagar aquel pasado, aquel instante en que se interesó en su perfil y decidió hablarle.

-Se las diste tú, ¿cierto? -Claudia parecía ahora una colegiala amante de las historias románticas. Sus ojos brillaban como dos estrellas perdidas entre tanta oscuridad.

Melody únicamente asintió, incapaz de sonreír, de sentirse emocionada. Detestaba estar en compañía de aquella que tanto hacía sufrir a Dalai.

-Vaya, ¿y cómo reaccionaste cuando supiste que era un tritón?

-No lo sabía... -Dejó caer la mirada, sintiendo aquella punzada de traición, del saber que Dalai no había logrado confiar en ella -Apenas lo vi hoy...

-¿Qué? ¿En serio? -Claudia pestañeó exageradamente. Estaba fascinada con la historia fantasiosa -Así que te lo estuvo ocultando... -Dio un sorbo a su café.

Su mirada no abandonaba la menor en ningún momento. Apreciaba cada uno de sus gestos, sus expresiones. En su barriga cientos de mariposas revoleteaban, producto de la emoción, del saber que semejante tesoro se hallaba en sus manos, y todo se lo debía al padre de la criatura. Había sido muy afortunada al ser contactada.

-¿Y qué excusa te dio para verte? Ósea, ¿cómo escondió el hecho de que era un tritón?

¡Basta! Gritó su corazón, viéndose arrinconado, pinchado constantemente por la punta de un arma, sufriendo pequeñas grietas que se abrían más y más. Sus ojos se hallaban abnegados de lágrimas. Era un hecho que Dalai no había confiado en ella. Si tan sólo le hubiera dicho no le habría obligado a verla. No habría sufrido aquel fatal destino. ¡¿Por qué?! Gritaba en su interior.

-Él... Me dijo que sufría de una minusvalía -Habló con la voz ronca, sufrida por el principio del llanto. Ya no era capaz de alzar la mirada. De enfrentar a aquella mujer.

-¡Oh, qué interesante! Y dime, ¿qué se siente el haber sido novia de un tritón? ¿Qué sentiste cuando le besaste?

Agarró el tejido de sus pantalones y lo apretó con fuerza, conteniendo una masa de sentimientos negativos que se germinaba en su interior.

-Nada diferente a besar a un humano -Mintió, recordando su dulzura, sus sonrisas, su imagen reflejada en sus ojos, la ambrosía que sintió entre sus brazos, sumergida en sus labios -Es lo mismo.

-No creo que sea así. Ah, ¡eres la protagonista de una novela de amor fantasiosa!

Cállate, le gritó en sus pensamientos, apretando la mandíbula.

-No sabes lo feliz que estoy de haber podido obtener semejante pieza -Claudia se recostó en el respaldo de su asiento -No tienes ni idea de las tantas ofertas que he recibido por él. Pero no te preocupes, no me desharé de él. De... Ah, ¿cómo se llama él?

-Héctor.

Nadie sabría su nombre. Lo escondería de todo el mundo. De todos aquellos humanos insanos que buscaban ver a Dalai, el único tritón hallado. Un producto de una leyenda.

Claudia siguió lanzando cuestiones, a lo que Melody siempre respondía minimizando la realidad, haciendo que lo suyo se viera menos especial. Y así tuvo que soportar hasta que el acuario cerró. Hasta que finalmente el ambiente se halló desnudo de personas.

Caminó con el corazón en las manos hasta él, hasta Dalai, el que se hallaba en la misma ubicación, con la mirada caída, perdida en el movimiento de una planta marítima.

Melody permaneció allí parada, observándole con dolor, culpa, hasta que sus miradas volvieron a encontrarse, para consuelo de sus almas.

Dalai barrió el ambiente con la mirada, antes de acercarse.

La sintió estremecer cuando se pegó al cristal. Sus ojos surcaron curiosos hasta allí, a su cola, que al estar más cerca se sentía más producto de un sueño, más... Hermosa.

Dalai sacudió la mano, atrayendo de nuevo su mirada, su atención.

-Lo siento, Melody -Murmuró lento, para que de ese modo ella fuera capaz de comprenderle.

El vidrio era muy grueso, por lo que eran incapaces de escucharse, de comunicarse como en antaño. Mas lo peor era el no poder tocarse, el sentirse como pocas veces se sintieron. Ansiaba tanto abrazarla, besarla...

Ella arrugó el labio inferior. Después negó. Se había sentido traicionada, mas no era capaz de culparlo. Era capaz de comprender la razón por la que hubiera ocultado la verdad. No era sencilla su realidad.

-Te amo, Dalai.

No había espacio para reproches, apenas para su amor. Quería decirle mil veces lo tanto que lo amaba. Lo tanto que deseaba estar con él.

Pegó sus manos al cristal. Su cuerpo vibró cuando Dalai hizo lo mismo. Sus manos se conectaron a través de aquel escudo, de aquella pared invisible que los dividía.

-Te amo, Honguito.

Le había escuchado. Su voz había resonado en su corazón, causando que la tempestad se iniciara en su rostro.

-¡Lo siento, lo siento! -Gritó insaciablemente, pegando su frente al cristal, deseando arrancarle de aquel horrible lugar -¡Todo esto es mi culpa!

-¡No, no llores, Melody! -Le gritó él inútilmente, incapaz de comprender a lo cierto lo que ella estaba diciendo. Comenzó a removerse inquieto, más que cuando aquellas todas miradas se posaron en él, más que cuando fue atrapado -¡Melody!

Comenzó a dar golpecitos en el cristal. Mas fue inútil. Melody no le escuchaba. Ella residía bajo sus tormentos, su enorme sentimiento de culpa, el odio que sintiera hacia su padre, aquella mujer y hacia todos aquellos malditos humanos que se empeñaban en dañar todo lo ajeno.

-Honguito... -Susurró.

Acarició su mejilla a través del cristal. Imaginó su agradable tacto, la frialdad de las lágrimas. Entonces arrastró sus dedos hasta sus labios, el pozo de sus deseos.

Finalmente, Melody regresó a él.

-Dalai, yo...

Sus disculpas murieron en su interior y se sumergió en la imagen de Dalai, en sus labios, en un beso que se produjo aun con la existencia del cristal. Sus dedos se doblaron, simulando la unión, imaginándose más unidos que nunca.

Estaban ambos, amándose, siendo testificados por un guardia y Claudia, la que no podía borrar de sus labios una estúpida sonrisa.

Permanecieron una eternidad de aquel modo, sin moverse, sin respirar, fugitivos de la realidad. Todo en ellos era calidez, salvo las frías lágrimas que acariciaban sus mejillas.

Apenas se despegaron unos instantes, para observarse, para hacerse el amor con la mirada y volvieron a fundirse en un profundo beso.

Melody temblaba, sufría lo que para ella se sentía una despedida. Se negaba a aceptar aquella realidad. Dalai tenía que salir de allí. No podía morir. Aquel no podía ser su final.

-Dalai...

Se separó, provocando que Dalai abriera los ojos.

-Yo...

Apretó los labios ante la imagen de él con el índice posado en sus labios. Demandaba silencio. Las palabras sobraban ya. Ahora apenas quedaba espacio para los besos.

Volvió a acurrucarse en el cristal, anhelando más de sus besos, de su muestra de amor, mas Melody era incapaz de seguir. No podía más con aquel dolor.

Se derrumbó. Cayó de rodillas al suelo y se sumergió en el llanto.

-¡No me hagas esto! -Le gritó, aún siendo consciente de que no podía escucharla -¡No te despidas!

Dalai permaneció inmóvil, observándola en silencio, sonriente. Él ya había aceptado su destino. ¿Escapar? Ni él era tan inocente. Era un hecho que no podría salir de allí. Ningún humano era tan bondadoso como para ceder a la bondad, teniendo antes la codicia.

Sus dedos resbalaron por el cristal, cayendo en el vacío que existía en su alma. Morir ahora le parecía de lo más sencillo. No le preocupaba morir, pero sí el dolor que causaría en sus seres queridos. Melody, Rodrigo... Baba. Esperaba que la mujer no supiera de lo que le había ocurrido. No deseaba que sufriera. Por primera vez deseó que su demencia le ayudara a olvidarle.

La nueva aparición de aquellos ojos miel causaron ahora un nuevo grado de dolor, uno que se le hizo insoportable, uno que hizo que se diera cuenta de que realmente temía a la muerte. A sufrir antes de haber hallado el descanso eterno.

Volvieron a besarse. Miles de imágenes sucumbieron de sus memorias. Regresó a aquella bañera, a aquellos días aburridos y murió en brazos de aquella amable ancianita. La palabra "mamá" abandonó su boca, antes de despegarse del cristal, seguido de un "adiós".

-¿Dalai?...

La joven estremeció al verlo marchar. Se alejaba arrastrándose, la dejaba sola. Una vez más. Su Océano se iba, la humanidad lo engullía, lo asesinaba.

-¡No te vayas! -Se aferró al cristal, a la imagen de Dalai, la que finalmente desapareció tras una pared que se levantó de repente y se cerró a continuación -¡¿A dónde fue?! -Se giró hacia el hombre. Cuando se topó con que Claudia también estaba allí su ser ardió -¡¿A dónde se llevó a Héctor?!

Se dirigió a ella a pasos agigantados, con todas las ganas de agredirla. Mas iba a contenerse. Juraba que se iba a contener, aunque el guardia entendió lo contrario, así supo ella cuando él se paró frente a Claudia.

-Tranquila -Claudia tocó el hombro del hombre, indicándole que no se preocupara -Estará bien, apenas quiero que le hagan unas pruebas para certificarnos de que está bien.

-¡¿Pruebas?! -Sus ojos se abrieron estrepitosamente al escuchar eso. La imagen de Dalai siendo diseccionado explotó en su interior -¡No puede hacerle daño! ¡No puede!

Melody alejó bruscamente la mano del hombre cuando éste la agarró por el hombro.

-No le harán nada malo, te lo prometo.

¿Promesas? ¡No creía en nada que saliera de aquella boca! ¡No creía en la humanidad! Ahora ante sus ojos todos se veían como enemigos, salvo Rodrigo y Baba, ellos eran el únicos en los que se sentía capaz de confiar, además de sus amigas y hermanos.

-Pero...

Quería explotar, insultar a aquella mujer, mas no podía. ¡No podía!

-Melody, confía en mí, nunca le haría daño a Héctor. Pienso mimarlo tanto cuanto se merece.

Hablaba de él como si fuera su mascota o bien como el objeto más valioso de su colección.

-Después de una revisión le daremos de comer. ¿Sabes cuál es su comida favorita?

La amorosa sonrisa en los labios del mitad anfibio floreció en su mente, recordando lo feliz que se veía comiendo algas. Por primera vez tuvo la certeza de que debía ser sincera. Era por él, por su bienestar.

-Las algas... -Murmuró, evitando su mirada.

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