♧ x44
Melody releyó una y otra vez el artículo. También buscó más información en internet, mas no había nada más acerca del asunto. Se encontró con un grupo en Facebook, el que había sido creado hace un par de horas y ya tenía más de cien mil seguidores. Todos estaban en ascuas aguardando el momento, así leía en los cientos de comentarios.
▪︎¡Yo no podré verlo! :'cccc ¡Qué rabia!
Habían varios comentarios semejantes. Otros preguntaban sobre el aspecto del tritón, y algunos se burlaban, diciendo que aquello eran todo mentiras para sacarles dinero.
¡Dalai es el tritón!
Las palabras de Rodrigo se repetían una y otra vez en su cabeza. Era mentira, aseguraba ella, sintiendo que perdía la noción de la realidad. Dalai no podía ser un tritón, ¡él era humano! ¡lo conocía! No podía haber conocido a un tritón... No había besado a uno. Dalai no podía ser un tritón.
Se llevó la mano a la cabeza. Sentía náuseas.
No, no. Se repetía en su cerebro. No quería caer en aquella loca realidad. Aquella imagen de Dalai con una cola de pez no podía ser real. ¡Aquella escama no podía ser suya! ¡Los tritones no existían!
Permaneció en la cocina, sentada en el suelo, repitiendo la misma búsqueda insaciablemente, buscando alguna fotografía de ese tritón, pero no había nada salvo lo que ya existía. Esa tal Claudia no había expuesto ninguna imagen de su nueva adquisición.
La joven estremeció al escuchar el chirrido que emitió la puerta al abrirse. Rodrigo entró lentamente, sin decir nada y se sentó frente a ella en una posición fetal.
-Rodrigo... -Murmuró, incapaz de preguntarle una vez más a qué se refería.
Tenía la urgente necesidad de que le dijera que todo era falso, que aquella era en verdad una broma pesada. ¿Dalai, un tritón? ¡¿es que acaso el mundo había perdido la cabeza?!
-Melody...
La joven respingó. No esperaba que fuera a hablar.
-¿Sabes hacer compras por internet?
-Ah, sí... -Asintió con lentitud.
-¿Podrías entonces comprar dos entradas para ver a Dalai?
-¿Hablas de lo del tritón? -Cuestionó ella.
-Ese tritón es Dalai, Melody -Hubo cierta crudeza en su voz.
-Dalai no es ningún tritón -insistió ella, apretando sus manos contra sus antebrazos -¡Dalai es...!
-¡Dalai no es humano! -Gritó, ciertamente agresivo. Era el dolor hablando por él -¡Dalai es un tritón!
Melody selló sus labios, sintiéndose de repente muda. ¿Por qué Rodrigo seguía insistiendo en lo mismo? Dalai no era ningún tritón, él era humano, era su amado Océano.
Océano...
¡Él no podía proceder de allí!
-Ya... Melody, compra esos billetes -Arrojó la billetera a sus pies -Ahí tienes mi tarjeta de crédito. Usala.
Melody no sabía siquiera lo que estaba haciendo. Proceder con aquella compra era irreal. No existía ningún tritón, aquello era un derroche de dinero, le seguía diciendo su subconsciente. Pero aún con ese pensamiento taladrando su cerebro hizo lo que Rodrigo le pidió.
-Ah...
-¿Sucede algo? -Los ojos de Rodrigo la enfocaron con seriedad, acompañados de genuina preocupación.
-Pues... Ya se terminaron los billetes.
-¡¿Qué?! ¡Maldita sea!
Rodrigo empotró su mano contra el suelo con agresividad, causando que sus huesos crujieran.
-Rodri...
Iba a abrazarlo, a preguntarle por su mano, pero de repente algo le vino a su mente. Su padre, el supuesto secuestrador, el que había adquirido a Dalai, el tritón que estaba ahora en boca de todos.
-Creo que hay un modo de ver a ese tri... a Dalai -Se corrigió, aun incapaz de acreditar en aquella noticia. Aceptarlo suponía aceptar muchas cosas, y no sabía sí podría convivir con ello.
-¿Eh? -Alzó el rostro, viéndola con confusión, así mismo con esperanza.
-Verás... -Tragó un puñado de saliva que se le acumuló de pronto. Hablar de aquello no era sencillo -Sé quién fue el que fue hasta su casa... El dueño de ese coche...
-¡¿Qué?! -Se levantó de pronto, provocando que Melody se sintiera intimidada bajo su sombra -¡¿Lo sabías y no lo dijiste?!
-Es que no lo sabía... -Murmuró cohibida -Apenas lo supe cuando leí ese artículo. Cuando vi la foto de ese hombre...
-¿Ese hombre?
Melody tuvo que enseñárselo de nuevo, pues Rodrigo no se había fijado siquiera en esa fotografía.
-Este hombre es... Mi padre...
Tan pronto como lo dijo se encogió, temiendo que una agresión se volcara sobre ella, que la culpalizara por la desaparición, por la situación en la que se encontraba ahora Dalai.
-¿Qué?... -Rodrigo retrocedió. Su mirada ya no era la misma, ahora la veía a ella con decepción, intuyendo que le hubiera delatado, que había hablado de Dalai -¿Le hablaste a tu padre de Dalai?
-¡No! -Negó de inmediato, abandonando la frialdad del suelo, incapaz de seguir hablándole cuando él estaba de pie -¡Jamás le hablaría a él de Dalai!
-Entonces... ¿cómo explicas que haya llegado hasta aquí? -Señaló la foto, viéndole a ella con frialdad, con completa desconfianza.
Le dolía. Dolía que la viera de aquella manera, que... La creyera culpable de todo aquello. Ella sería incapaz de hacerle daño a Dalai, fuera humano o un tritón. ¡Jamás buscaría lastimarle!
-¡No lo sé! -Gritó bajo gruesas lágrimas que comenzaron a caer. Se sentía incapaz de mantenerse en pie, de respirar, de vivir. ¡Todo aquello la estaba matando! -¡Yo siquiera sabía dónde vivía Dalai! ¡Yo no le dije nada a mi padre!
Se dejó rendir de rodillas contra el suelo, sollozando con amargura.
Rodrigo permaneció en pie, viéndola con desconfianza, hasta que comprendió. Melody estaba siendo sincera. Sí, estaba sin duda aturdida por la noticia, no podía encajar el hecho de que Dalai no fuera humano, que ahora estuviera atrapado como un animal de zoológico, pero, ella no había sido la causante de todo aquello, porque dentro de toda aquella confusión y perdición, se hallaba el amor que había profesado y el que seguía vivo en el color miel de sus ojos.
-Melody...
Se agachó junto a ella y la envolvió con fuerza entre sus brazos. Deseaba apaciguar aquel llanto, cuidar de aquella niña que tanto significaba para su mejor amigo. Debía protegerla ahora que él no estaba.
-Melody, lo siento, creo en ti. Sé que amas a Dalai desde el fondo de tu corazón. Lo sé.
Ella apretó los párpados, sofocando el dolor que tanto agrietaba su alma, hacía sangrar su corazón, y se aferró a él, al único testigo de su amor.
-Lo siento... Esto es mi culpa. Mi padre seguro me siguió y...
-No, no es tu culpa, esto pasó porque yo dejé solo a Dalai.
-No... Yo...
Rodrigo la tomó por los hombros, provocando que callara. Clavó sus ojos verdes en ella mostrándole que tras tanto dolor existía todavía una latente determinación.
-Melody, por favor, habla con tu padre, convéncele de que nos deje ver a Dalai.
Mientras Melody trataba de tomar con sus manos temblorosas el aparato que tenía en el otro bolsillo delantero de sus pantalones, pensaba en que aquello no habría ocurrido si ella lo hubiera denunciado hace tiempo, provocando que el sentimiento de culpa creciera en su interior. ¿Por qué no lo había denunciado? ¿Por qué no fue al hospital cuando Dalai le insisitió?
Buscó el número de su padre en su agenda y le marcó de inmediato. Tras el pitido insistente que traladaba como un martillo su audición, sentía la atenta y ansiosa mirada de Rodrigo.
-¡Pa... Papá! -Exclamó en cuanto se descolgó la llamada.
-Oh, vaya, Melody, mi pequeña, ¿cómo estás?
Si Melody tenía aun alguna duda, se desvaneció en cuanto escuchó aquel tono de falsa amabilidad que su progenitor le dedicaba. Nunca recordaba haber recibido de él una mera palabra de cariño.
-¡¿Papá, cómo fuiste capaz?!
-Oye, no te permito que me hables así, niña. Aunque sea gracias a ti que ahora soy millonario.
Melody permaneció paralizada tras la carcajada que el mayor lanzó. Sus entrañas se torcieron.
-Y pensar que una inútil como tú al final iba a llevarme hasta una mina de oro.
No era necesario verle, Melody lo conocía y en su mente pudo visualizar una sonrisa de lo más perversa, una que le enervó la sangre.
-Papá -Trató de mantenerse tranquila dentro de lo imposible, apenas con el objetivo de hacerse con la oportunidad de ver a Dalai -Quiero que me dejes verle... Quiero ver a ese tritón.
-¡Me repugnas!
-¿Eh?...
-¿Pretendes besuquearte de nuevo con ese monstruo?
Pudo visualizar su gesto de asco.
¿Asco? ¿Sus besos eran asquerosos ante las miradas de los demás? ¿Monstruo? ¿Dalai era un monstruo?
-¡NO ES NINGÚN MONSTRUO! -Gritó enfurecida, incapaz de seguir manteniendo la tranquilidad -¡EL ÚNICO MONSTRUO AQUÍ ERES TÚ, MALDITO HIJO DE PUT*!
Tras sus palabras escuchó un pitido constante y sólo entonces comprendió la gravedad de la situación.
-No, ¡NO! -Gritó al teléfono y le llamó de nuevo, pero fue dirigida de inmediato al buzón de voz -¡HIJO DE PUT*!
Rodrigo no tuvo la necesidad de preguntar. Era evidente lo que estaba ocurriendo. Habían perdido la única oportunidad, la única que tenían.
Melody siguió insistiendo, hasta que en un ataque de rabia e impotencia lanzó el aparato contra la pared, destrozándolo en el acto. A continuación se sentó en el suelo y abrazó fuertemente sus piernas.
Una vez más había caído en un pozo sin fondo.
-Melody...
Ella alzó su rostro abnegado de lágrimas y se disculpó. Se disculpó tantas veces cuánto pudo, hasta que su voz se perdió en un hilo.
-No, Melody, escucha -Él trataba de detenerla, negando, haciéndole entender que la comprendía, era normal que hubiera explotado, él seguramente habría actuado del mismo modo -No vamos a rendirnos. Faltan cinco días para ese evento y por nada nos lo vamos a perder. Iremos hasta allí y veremos a Dalai.
Melody asintió, llenándose de fuerza, de esperanza. Aunque tuviera que derrumbar a medio mundo llegaría hasta Dalai. De repente sintió temor ante una nueva imagen que se apareció ante ella. Era Dalai, su amado Océano, sin embargo, éste ser poseía una larga cola de pez, de hermosas escamas azules que parecían plata tras la claridad de un inmenso acuario donde se hallaba encerrado.
Cuando lo conoció, pensó en lo irreal que le pareció su belleza, en lo mágico que se sentía estar a su lado. Ahora... Todo cobraba mayor sentido.
Incapaz de dormir, Melody observaba el cielo nocturno a través de la ventana que estaba en el techo. Aquella era la habitación de Dalai, en aquella enorme bañera dormía, vivía... Encerrado, no existiendo.
Sacó la escama y la observó con tristeza. Ahora que sabía la verdad, le angustiaba las veces en la que en el pasado le exigió de mas. También esas veces en las que le dijo que habían más como él.
-Dalai no podía salir de aquí -Comentó Rodrigo, apoyado en el marco de la puerta, observando el agua tranquila, con el alma rota -Él... Sufrió algún accidente que lo privó de una aleta y gravo en su cuerpo una enorme cicatriz -Señaló el suelo hasta su pecho, donde la cicatriz finalizaba.
-Eso significa...
Dalai estaba condenado a nunca regresar al océano, a su lugar de origen, y por ello había vívido desde siempre allí encerrado, apenas observando aquel pedazo de cielo, añorando todo, obteniendo nada.
Melody entró en la bañera sin importarle que se mojara sus pantalones y comenzó a caminar, contando con pasos la distancia que existía entre el borde y la pared. Según su punto de vista era una bañera enorme, pero minúscula para quien se había pasado toda su vida allí. El sólo imaginarlo la agobió.
-Dalai... Él no confiaba en mí, ¿verdad?
Rodrigo percibió sus ojos cristalinos a través de la oscuridad que se sembraba por la habitación, apenas iluminados por la vaga luna.
-Sí, él confiaba en ti -Se sentó en el borde de la bañera -En verdad confiaba mucho en ti, Melody. Él iba a contarte sobre su secreto. Estaba a punto de revelartelo, pero... Entiende, para él no era sencillo. Ha vivido toda su vida escondido por temor a lo que le podrían hacer.
-Entiendo -Asintió. En verdad podía comprender su razón -Soy consciente de lo que le hacen a los animales que...
Le disgustó muchísimo la idea de comparar a Dalai con un animal. Él tenía raciocinio, sentía y pensaba como un humano. Su amor era idéntico al que ella sentía.
-No, Dalai no es ningún animal, él no debe permanecer encerrado.
-Estoy totalmente de acuerdo contigo. Sé que Dalai aquí también estaba encerrado, pero créeme, ni a Baba ni a mí nos agradaba la idea. Si tan sólo hubiéramos logrado que se recuperara...
-Pero, ¿realmente se habría marchado? -Melody se agachó y se hizo con otra hermosa escama -Sé que su lugar de origen es el océano, pero aquí os tiene a ustedes, a su madre y su mejor amigo.
-Dalai es tan bueno que seguramente no habría querido separarse de Baba... -Rodrigo sonrió al recordar la hermosa sonrisa de su amigo.
Él poseía un mayor corazón que cualquiera que aquellos que decían saber lo que era amar.
-Rodrigo, quiero liberar a Dalai. No podemos dejar que lo expongan como un trofeo. Él no es un objeto, está vivo y tiene sentimientos.
¿Pero qué hacer? Rodrigo torció el gesto en señal de disgusto. ¿Cómo lograr que Dalai saliera de allí? La mujer que lo comprara era millonaria y estaba seguro que no se había rebajado en cuestiones de seguridad. Dalai estaba muy fuera del alcance de sus dedos.
Si lo pensaba con profundidad, no había esperanza, pero allí estaba Melody, una chica de quince años todavía muy inocente, todavía muy lejos de comprender ciertas circunstancias, capaz de aludir la realidad en su provecho.
-Ahora lo más importante es certificarnos de que esté bien -No quería romperle las esperanzas.
Porque él también quería creer que un final feliz era posible.
Melody permaneció parada, sintiendo la fría agua, mientras observaba las dos escamas, cada una en una palma de su mano, brillando tímidamente bajo la claridad suave de la luna. Aquellas dos pequeñas piezas pertenecían a él, a Dalai. Todavía era incapaz de acreditar al cien por cien. Sin duda necesitaba pararse frente a él.
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