♧ x39
No podía con el nerviosismo. La pena la atormentaba. ¿Por qué? Se cuestionaba en soledad, sintiéndose presa de un aprieto. ¿Por qué Melody había tenido que sentirse mal?
-Hola.
Verónica sintió el corazón en su garganta cuando el rostro de Óscar se presentó ante ella.
-Ah... Hola.
-¿Uhm, y Melody? -Cuestionó él, buscándola con la mirada.
-Pues... Se sintió mal y tuvo que irse a casa desde primera hora...
-Oh, vaya, ¿era grave?
Qué tierno era por su parte que se preocupara.
-Ah, no, sólo tenía algo de fiebre.
Eso era lo que había dicho la profesora cuando le preguntó, porque la verdad es que Melody se había ido sin decirle nada.
Ya le había parecido raro que les dijera a ella y a Martha que se adelantaran para la clase de educación física, dejándola sola en el vestuario. Seguramente le habían entrado ganas de vomitar.
-Espero que se recupere pronto, ¿me vas diciendo?
-Claro... -Asintió tímidamente.
-Bueno, en ese caso, ¿empezamos con los estiramientos? -Cuestionó al tiempo que doblaba la pierna.
-¿Eh? -Verónica tuvo que desviar la mirada de inmediato -Pero... Como Melody no está pues pensé que... No correríamos.
-Pensé que no querías romper la rutina -Óscar continuó con el estiramiento de sus miembros superiores.
-Y no la voy a romper...
Pero había pensado en correr sola. Fue incapaz de decirlo, pues eso significaría que no quería su compañía, lo que estaba más alejado de la realidad. Por supuesto que quería estar con él, pero la idea de correr juntos, aunque ya lo hubiera hecho, no podía acostumbrarse.
-Entonces, comienza con los estiramientos.
Amaba la sonrisa de Óscar, la amabilidad que desprendía, pero en aquella situación lo único que lograba era el ponerle más nerviosa. Odiaba aquella parte de ella. ¡Ojalá no fuera una tonta que se ruborizaba por todo y por nada!
-Sí...
Verónica prosiguió con timidez, un tanto rígida por estar siendo observada. Su mayor pánico era que la camiseta se alzara permitiendo que se le viera la barriga, por lo que no era capaz de soltar el final de la prenda, evitando que esa pesadilla se hiciera real.
-Verónica, no lo estás haciendo bien. Tienes que tener cuidado, un ejercicio mal hecho puede perjudicar tu salud. A ver...
Su cuerpo entero se tensó cuando las manos ajenas se adueñaron de sus muñecas, destinandolas a la posición correcta, haciendo que sus brazos se alzaran y con ello la camisa también.
-Ya está bien, vayamos a correr -Sintió pánico cuando una brisa de viento rozó su vientre, delatando estar al descubierto.
-Verónica, los estiramientos son sumamente importantes, no deben de hacerse a la ligera.
Óscar estaba siendo muy atento y cariñoso con ella, pero ni eso lograba que se relajara. No quería que viera aquella parte de ella que tanto se había empeñado en ocultar. ¿Por qué no se había puesto el body? Se riñó, sintiendo todo el deseo de ponerse a llorar. Quería escapar de aquella horrible situación.
-Vale... Lo haré yo sola.
Un nítido temblor había comenzado a actuar sobre su cuerpo, uno que era imposible que pasara desapercibido.
-Uhm, está bien.
Verónica sintió como las cadenas abandonaban sus muñecas, causando que un alivio instantáneo la acariciara. Bajó rápidamente la camisa y se alejó un tanto de él.
Óscar permaneció atento a sus acciones, las que era bastante sencillas para él de leer. Ante sus ojos Verónica era una chica muy fácil de ser comprendida.
-Te indico y tú me copias.
La jovencita asintió, teniendo presente el hacerlo lo más perfecto posible, para que de ese modo, Óscar no tuviera la necesidad de tocarla, de volver a pasar por aquel mal trago.
Tras haber hecho los estiramientos debidos, finalmente iniciaron la correría. Como era habitual, Óscar se mantenía parejo a ella.
-Si quieres puedes adelantarte -Propusó ella.
-¿Quieres que me vaya?
-¿Eh? No, no, yo no dije eso...
-Uhm -Envolvió la barbilla con una mano - Creo que quieres que te deje a solas, quizás porque te apena mucho el que esté contigo a solas.
Estaba sorprendida. ¿Cómo era capaz de leer tan claramente sus pensamientos? ¿Es que ella era un libro abierto?
-No... No se trata de eso... Es sólo que pensé en que quizás te resulte tedioso el seguirme el ritmo...
No podía con el nerviosismo que asaltaba su cuerpo. Estar junto a él, en aquella soledad que él había mencionado, la ponía sumamente inquieta, y más ahora que lo hubiera mencionado. Sus mejillas ardían, su respiración era un absoluto desastre y sus pulsaciones seguían el mismo rumbo.
-No, en lo absoluto. No estamos haciendo ninguna carrera, así que no hay ninguna prisa.
Óscar hablaba siempre con una absoluta tranquila, llevando consigo aquella vivaz sonrisa, como si ningún mal nunca lo aquejara, como si la felicidad estuviera siempre de su lado. Verónica pensó en lo tanto que le gustaría de enfrentar todos los días de ese modo, tan positivamente.
-Tienes razón.
Se rindió respecto a la idea de trotar sola, estaba claro que él no se adelantaría, y a decir verdad, era mejor así, pues de ese modo nadie la molestaría. Se sentía protegida a su lado.
Hicieron el resto del trayecto en silencio, dado a que hablar les agotaba más. Acompañada de la brisa marítima y del chico que amaba, la joven prosiguió con su objetivo. Deseaba tanto que llegara el día en que pudiera verse al espejo sin sentir complejos sobre su figura, el sentirse más merecedora de Óscar.
Cuando pensaba en su ex novia se deprimía. Era verdad que Bianca tenía una personalidad de lo más tóxica, pero su físico era increíble, razón por la que muchos chicos le pedían salir. Toda prenda le quedaba bien y no tenía problema alguno a la hora de cambiarse frente a las demás a la hora de educación física, mientras que ella se escondía en un baño.
-Óscar, hoy quisiera invitarte yo a un refresco -Verónica se adelantó hasta la máquina de refrigerios e introdujo dos monedas de un euro, para que de ese modo el chico no pudiera negarse -¿Cuál quieres? -Sonrió.
-Pero mañana te invito yo.
-¿Mañana? Pero... Mañana es sábado -Le recordó.
-Bueno, supongo que mañana también saldrás a trotar, así que me gustaría unirme a ti. Si te parece bien, claro.
-Bueno...
Óscar se recargó con el codo en la máquina y observó las varias opciones, mientras que Verónica se veía atrapada por el brazo ajeno sobre su espalda.
-Me apetece una soda -Pulsó el número bajo dicho refrigerio y después miró a su compañera -¿Y para ti?
Verónica apretó el numerario de las botellas de agua, incapaz de formular una mera palabra. Aquella posición resultaba de lo más incómoda, pero su corazón pensaba lo contrario, éste estaba como demente taladrando su pecho.
Recibió de parte del muchacho su pedido junto al cambio que la máquina le entregara. Sus manos temblaban tanto que sin querer dejó caer una moneda de diez céntimos.
-Ah... Lo siento.
Quiso agacharse, pero antes de que lo hiciera, Óscar volvió a depositar la moneda en la palma de su mano.
-Verónica, ¿a ti te parecería mal que te besara?
La joven se mostró catatónica ante dicha cuestión. Observó el rostro ajeno en busca de una posible señal de broma, burla, mas no podía haber más seriedad en su rostro. Aquellos ojos verdes se clavaban en ella con profundidad, anhelando alcanzar su corazón.
Verónica apretó la botella contra el pecho, deformándola. El corazón se le iba a salir disparado. ¿Cómo esperaba él que respondiera a dicha cuestión? Es mas, ¿era necesario siquiera que se lo preguntara? ¿Es que acaso no había leído sus cartas?
-No quiero que pienses que pongo en duda tus sentimientos, porque sé lo tan reales que son, pero no quisiera actuar sin tu consentimiento.
Óscar estaba frente a ella, muy cerca, casi encima. Era latente el deseo en sus ojos, en sus labios ligeramente abiertos. ¿En verdad deseaba besarla? ¿A ella? ¿No se iba a arrepentir? ¿Realmente estaba seguro de lo que le estaba pidiendo?
-No... No sé... -Murmuró ella, retrocediendo, urgida de un poco de oxígeno -No creo que vaya a gustarte... Es mas, creo que te vas a arrepentir...
Avanzó bruscamente y se aventuró sobre sus labios, sobre Verónica, causando que su ser entero estremeciera en respuesta, como un terremoto de escala 5.
Sus orbes se abrieron escandalizados ante lo que estaba acontecimiento, ante el peso y sabor derramándose sobre sus labios, en aquel suave movimiento que hizo que perdiera el equilibrio. Óscar la tomó por los hombros y la puso de espaldas contra la máquina de refrigerios.
Su primer beso duró quizás un minuto, poco más, suficiente para que se sintiera ausente de oxígeno. Su cuerpo se paralizó ante la nueva aparición de la mirada ajena, fijándose en ella con seriedad.
-No me arrepiento en lo absoluto -Dejó él bien claro, aparentemente un tanto molesto, lo que ella comprendió de inmediato -De hecho, me apetece mucho besarte de nuevo.
-Ah... Yo...
Clavó sus dedos en la máquina, necesitada de espacio, muerta de los nervios. Óscar se cargaba sobre su cuerpo, los unía sin reparos, causando que ella temblara con demencia, que apenas pudiera existir, estaba al borde del desmayo. Sus piernas se sentían como flanes.
-¿No te gustó? -Ladeó el rostro, viéndose un tanto triste porque esa pudiera ser su realidad.
Verónica negó de inmediato. No podía permitir que semejante mal entendido se diera entre ellos. La palabra "gustar" se quedaba corta. Había sido mucho más increíble de lo que alguna hubiera vez hubiera fantaseado.
-Verónica, me gustas mucho.
Se acercó susurrante, deseoso de volver a recargarse en sus labios, navegar en aquella ola, perderse por un instante que le supo a una eternidad.
Besarla se sentía distinto, nada se comparaban a sus otras dos relaciones. Verónica era distinta, su ternura no tenía límites y su arte eran mucho más que palabras. Nunca unas letras le habían hecho experimentar tantas emociones. Era tan sencillo enamorarse de ella. Toda ella era arte.
Óscar se recargó con un antebrazo en la máquina. Acarició el rostro femenino con su pulgar, mientras de su parte recibía torpeza, ternura, temblores que no dejaban de brotar. Le pareció tan hermosa que no pudo evitar soltar una pequeña risita.
-Lo siento... -Verónica ladeó el rostro, sumamente apenada, además de decepcionada consigo misma, reconociendo lo mal que desempeñaba aquella acción -Sé que... No beso bien...
-Sip, ciertamente eres torpe, pero -La tomó por la barbilla, haciendo que sus miradas encajaran como nunca antes había ocurrido -Eso es lo que me gusta de ti. Tú tranquila, todos somos torpes al principio, es absolutamente normal.
-¿En serio?
A Verónica no era nada sencillo convencerla.
-Claro, todos nacemos siendo inexpertos -Le apretó suavemente la mejilla. Era infinito el cariño con el que la miraba -Pero no te preocupes, aprenderás conmigo.
Los fuegos artificiales florecieron en su interior al escuchar aquellas palabras. ¿Con él? Eso significa que...
-¿Contigo?
Más, más, necesitaba que él le confirmara mil veces más. No podía aventurarse y terminar descubriendo que se había equivocado, que todo aquello apenas formaba parte de una fantasía más de las suyas.
Óscar soltó una risa refrescante. Le encantaba cuando Verónica se mostraba ansiosa. Aquella chica parecía haber sido sacada de un cuento. Era demasiado perfecta para tan imperfecta realidad.
-Sí, sólo conmigo -Acarició su mejilla con sus labios, sonsácandole una risita nerviosa, hostigada de felicidad.
De repente, su físico, todo lo que la aquejaba, se desvaneció, dándole la oportunidad de aventurarse, de abrazarle como tanto había anhelado, besarle como tantas veces imaginó. Estaba allí, entre sus brazos por primera vez.
Fue un instante dulce, tímido por su parte, que terminó minutos después.
-Gracias por darme una oportunidad -Dijo ella en cuanto él se separó -¡Muchísimas gracias por todo! -Un par de lágrimas acompañaron su exclamación.
Óscar negó y volvió a besarla una vez más.
-No, soy yo el que te tiene que dar las gracias, por aparecer en mi vida, por esas hermosas cartas que me has ido entregando y que ahora forman parte de la colección que más atesoro.
Hey, ¿qué estás haciendo? Le citó su subconsciente en aquella ocasión, en la que Bianca se mostraba ante él, dueña de la razón, mostrándose tal y como era. Hay una chica por ahí, oculta, que realmente te ama, piensa en sí realmente vale la pena gastar más de tu tiempo con esta mujer.
Y de ese modo, empujado por Verónica sin que ella lo imaginara, había logrado escapar de Bianca, de una chica que descubrió como tóxica. Una persona que no daba relativa importancia al amor, a su pareja, a nada que no fuera ella misma. A su lado, Verónica era el más cotizado diamante.
-Me ayudaste a escapar de Bianca, hiciste que fuera sencillo olvidarme de ella -Repartió besos por su rostro conforme le agradecía, la mimaba como ella se merecía -Gracias, Verónica.
Cerró los ojos, experimentado con detalle cada caricia, cada roce, el dulce tono de sus palabras. Sonrió como dichosa tras la camada de rojez que bañaba su piel. Lo más satisfactorio de todo era que hubiera podido separarla de Bianca, una persona que no merecía recibir tanto afecto verdadero, aquel potente amor que él podía prodigar.
Ella sabía bien que Óscar todavía no la amaba, que apenas la quería de un modo especial, pero estaba bien, soñaba con que este sentimiento único llegara por su cuenta, dispuesto a instalarse para un siempre.
Sí, sonrió para sí misma, sintiéndose abochornada. Ella también era una tonta romántica que no deseaba que aquel primer amor terminara nunca.
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