♧ x29
-Ya van diez cartas.
-¿Eh? ¿Cómo lo sabes?
Óscar lució sorprendido ante Héctor, el que había mencionado el exacto número de cartas que había recibido. Claro que de esas diez había perdido una por culpa de Bianca. El recordarlo ahora le molestaba más que en el momento en que ocurrió.
Ambos amigos se hallaban sentados en la banca, tomándose un breve descanso antes de regresar al campo.
-Lo he estado anotando en mi agenda -Dijo Héctor con toda naturalidad, limpiándose el sudor que corría por sus sienes con su toalla.
-¿Y para qué haces eso? -Cuestionó un tanto curioso, apoyando los codos en las rodillas.
-No sé, apenas me pareció un dato interesante para ir anotando.
Óscar no supo qué decirle ante semejante respuesta. Únicamente asintió. Tomó un trago de agua de su botella y después permaneció con la mirada ausente, pensando en lo escurridiza que había estado siendo la chica. Por más que había buscado escabullirse de las clases de educación física y las demás con la excusa de ir al baño o que se sentía mal, no había logrado atrapar a la chica misteriosa, y el caso es que las cartas seguían llegando hasta él, dejadas en su pupitre, taquilla o en el buzón de su casa. Iba cambiando su ubicación sin seguir ningún orden en especial.
-Oye - Habló Héctor, llamando de su nuevo atención - ¿En serio no tienes la menor idea de quién sea esa chica?
-¿Te refieres a la chica del otro día? - Óscar entendió de inmediato a qué se refería su amigo.
La chica del otro día, la que había advertido sobre la botella que había dejado caer. Era demasiado evidente que habia buscado llamar su atención. Claro que no pensó en ella como la posible dueña de las cartas, pues si era tan tímida como le había transmitido mediante sus cartas y el modo de entregárselas jamás tendría el valor suficiente como para hablarle con tanta naturalidad. La otra chica, la que estaba junto a ésta, ella sí podría ser la remitente.
-Fue demasiado evidente que la paliducha buscó llamar tu atención para que te fijaras en su amiga -Soltó Héctor con pereza, dando golpecitos con el índice en su botella.
-Sí, incluso a mí me pareció extraño, sobretodo cuando de repente se despidió de mí -Aceptó, rememorando aquel instante.
Y justo aquella chica era la imagen que imaginó; una chica afligida por algo respecto a su aspecto físico. Su sobrepeso podría ser la razón por la que no se le acercara. Lo que quería decir que en verdad le veía como todo un superficial, lo que le producía un mal sabor de boca.
-Aunque bien podría ser otra chica que también está enamorada de ti -Señaló su amigo, a lo que él asintió.
No es que fuera lo que se podía llamar un chico popular, pero era verdad que ya había recibido algunas confesiones y tenido dos novias.
-No me importa, de todos modos pienso acercarme a ella y comprobarlo. Apenas necesito ver su letra y entonces lo sabré - Óscar se alzó y comenzó a caminar de regreso al campo. Su amigo le imitó.
-Eso será interesante -Héctor trazó una sonrisa divertida en sus labios.
No eran muchas las cosas que despertaban en él una sonrisa, pero es que no podía ignorar que todo aquel rollo de las cartas y demás le parecía de lo más interesante. Algo que ayudaba a escapar de lo monótona que era la vida de un estudiante de secundaria que no tenía ningún hobby en particular. Lo del equipo de fútbol apenas lo había aceptado porque allí estaba su mejor amigo, de otro modo estaría durmiendo en alguna banca que había por el patio. Porque eso sí, dormir le gustaba mucho.
🧜♂️🧜♂️🧜♂️
Verónica sacó el libro de química de su mochila y lo depositó sobre su mesa. Sus manos temblaban ante la emoción que había vívido hace unos instantes. Recién acababa de dejar una nueva carta en el pupitre del chico. Bueno, ya habían pasado dos horas desde que lo hiciera, ya en buena mañana, llegando antes que cualquier alumno.
-Vero, ¿me prestas un boli? -Melody le toqueó la espalda con el índice, causando que ésta estremeciera -El mío ha explotado y me ha hecho mierda el interior del estuche.
-Ah, sí.
-Gracias -Melody tomó el bolígrafo azul que su amiga le entregó -Ya van diez.
Vero asintió sin mirarla, presa de la pena. Jamás pensó que llegaría tan lejos como para entregarle diez cartas. No podía negar que había vacilado mucho, pero al final había completado el objetivo diario que se impusiera hace más de una semana. Se sentía orgullosa por haber progresado tanto.
-¡Estoy muy orgullosa de ti!
Melody comenzó a pincharle la espalda con la punta del bolígrafo, causando que ella se retorciera.
-No te he prestado el boli para esto -Se hizo para adelante, huyendo de su alcance y la miró con aire desaprobatorio -Aunque... -Se ruborizó -Gracias, Melody, eres una gran amiga.
Vio a Bianca, la que estaba distraída con sus amigas. Realmente no había hecho nada para dañarla. Sonrió tranquila. Se alegraba de que Bianca no fuera tan resentida como lo pensó. Bueno... Quizás se había equivocado al suponer que ella en verdad había querido a Óscar. Con su actitud respecto a los chicos había dado a entender que él ya no podía importarle menos.
-No tienes de qué -Volvió a pincharle dos veces en el hombro, estirándose sobre la mesa para lograrlo.
Verónica tosió, ocultando de ese modo la carcajada que tanto quiso salir. Le quitó el bolígrafo.
-Si vuelves a pincharme ya no te lo presto -Frunció el ceño. Hablaba totalmente en serio.
-Ya no lo haré, prestámelo, please -Dijo lo último con un mal acento inglés.
Verónica depositó el bolígrafo sobre la mano de su amiga y volvió a sentarse del modo correcto.
-¡Melody!
La chica había vuelto a pincharla.
-Sólo una vez más -Puso ojitos de angelito, agitando sus pestañas.
Verónica había comenzado a ausentarse en el comedor, trayendo consigo su propio almuerzo, el que consistía de ensalada con pollo cocido con sal y una sopa de verduras que dejaba como segundo plato.
Se sentó en un banco del patio, junto al campo de baloncesto, destapó el taper de la ensalada y comenzó a comer. Allí afuera estaba tranquilo, ningún alumno vagaba por allí salvo ella, ya que todos se hallaban comiendo en el comedor.
Verónica podría acompañar a Melody en su comida, pero no sería capaz de ignorar el agradable aroma y los platos llenos de sus compañeros, además de la posible natilla o flan que tenían a veces como postre. Así que prefería huir de toda posible tentación; algo nada fácil para una chica que estaba acostumbrada a comer toda la comida basura que se pasara ante sus ojos.
Allí estaba tranquila, lejos de la comida y también de Óscar, al que por algún extraño motivo siempre hallaba entre tanto estudiante. Antes podía verle sin ningún tipo de preocupación de ser descubierta, pero desde que Melody había tenido la absurda idea de llamarle aquel día, no había sido capaz de quedarse viéndolo como antaño. Ahora procuraba esconderse mejor.
-Hace calor...
En verdad, aquel calor de Mayo era sumamente agobiante. Aún bajo la sombra de aquel gran árbol se sentía agobiada. Su vestuario se pegaba a su piel y el no poder llevar falda por el motivo de no querer destacar la obligaba a usar siempre pantalones largos, ya que los cortos dejarían también sus piernas expuestas, y... No le gustaban en lo absoluto.
-Uhm...
Verónica se petrificó ante la verde mirada que la observaba asomado, acompañada de una sonrisa amable.
Aquel comentario había provenido de él, de Óscar, de aquel chico que se hallaba junto a ella, compartiendo la misma sombra, el mismo banco, a exactos treinta centímetros de ella. Se sentía capaz incluso de asegurar que esa era la distancia que los dividía.
Tenía ganas de apretarse la mejilla, para certificarse de que aquello no era un sueño, otra de sus ilusiones, pero por miedo a que fuera real y verse entonces como una idiota, se contuvo.
-Hola -Dijo él, causando que todos sus nervios se encendieran.
-Ah... -Se pellizcó un muslo, desesperada por decir algo inteligente, salir de aquella faceta de subnormal con la que había empezado -Hola...
Obviamente ya no sería capaz de ingerir nada de lo que hubiera traído. Su estómago se hallaba revuelto, tanto como si hubiera estado comiendo sushi, algo vomitivo para ella.
¡¿Qué pasó aquí?! Aquella pregunta surgía una y otra vez, llegando a ninguna sólida conclusión. No tenía ni el más sentido que él hubiera aparecido de la nada y decidiera saludarla, ocupar el mismo asiento, sonreírle como si se conocieran...
Se removió inquieta en el asiento, mientras jugaba con una hoja de lechuga que se hallaba atravesada en su tenedor. Sentía la necesidad imperiosa de echarse a correr, pero aquello sería lo peor que podría hacer para dañar su imagen ante los ojos de Óscar, los que seguían allí, observándola sin descanso, mientras que ella la tenía clavada en el hueco diminuto del árbol que les protegía de las radiaciones del sol; un hueco en el que con todo gusto se metería.
-Me llamo Óscar, un gusto conocerte.
Ya lo sé, se dijo en ella su mente, al tiempo que asentía ligeramente.
-¿Podría saber tu nombre? -Cuestionó él, buscando posarse en la mirada fémina que tanto le rehuía.
-Soy... Verónica.
Estaba sudando como un absurdo animal, hecho que causó que temiera que pudiera oler mal, que él se sintiera asqueado, que él la odiara...
-Ah, ¿Por qué me hablaste de repente? -Se atrevió a soltar de repente, urgida por escapar de aquella imposible situación.
-Pues, quería saber sobre ti, sobre la chica que ha estado dejándome cartas a diario.
¡¿EHHHH?! gritó en su mente, mientras que su rostro mostraba con total transparencia el shock que habían producido sus palabras. Él no podía haberla visto... Él no podía saber... Él no...
-¿Ca-cartas? -Tartamudeó como toda una analfabeta, apretando sus manos fuerte contra sus muslos.
Óscar había asestado un golpe mortal. Ya era imposible no hablar como palurda ante él.
-Verónica -Susurró él.
Él había dicho su nombre. Lo había dicho. ¡Lo había dicho! ¡¿Qué clase de sueño era aquel?!
-¿Esta carta es tuya?
Clavó su mirada en aquel sobre rosado, en aquel osito que ella pegara la tarde del día anterior, la que había visto por última vez aquella mañana.
-Ah... No... Yo... No sé de qué me hablas...
No era capaz de reconocerlo, tenía mucho miedo al imaginar que él hubiera venido a rechazarla, a pedirle que dejara de entregarle cartas, que ya estaba cansado de ella, que jamás podría sentir nada, que... No era su tipo.
-¿Estás segura? -Balanceó la carta ante sus narices, causándole mayores palpitaciones.
-Ah... Sí... Segura...
Basta. Rogó ella en su mente, avistando una realidad en la que ella lloraba ante un Óscar que desechaba su última carta al suelo, yéndose después.
-Bueno...
Óscar se alzó.
Había entendido, entendió que ella no era la chica que tanto buscaba, que tenía la posibilidad de encontrarse con alguien más bonita, una chica más interesante, alguien que sí le fuera a gustar...
-Me gustaría ver uno de tus cuadernos.
-¿Eh? -Verónica alzó su rostro, estupefacta.
¿De qué estaba hablando? ¿Con qué propósito él quería...?
Entonces escuchó un "click" en su cerebro. ¡Su letra! ¡quería comprobar si ambas coincidían!
Jamás pensó que le pediría tal cosa, motivo por el que no cambió su letra. ¡Eran absolutamente idénticas!
-Ah... ¿Para qué?...
Quiso hacerse la desentedida. Sabía que había sido muy mala a la hora de eludir la pregunta, pero jamás creyó que fuera a verla como la escritora de las cartas. ¿Cómo era posible que hubiera llegado a semejante resolución? ¿Acaso se lo había dicho alguien? Pensó en Bianca. ¿Habría sido ella? No podía negar ni afirmar. Su cabeza estaba hecha un caos. Todas las posibilidades chocaban entre sí, mientras ella permanecía quieta, ante la mirada observadora de Óscar.
-Ya lo sabes.
Se agachó frente a ella y posó las manos a cada lado de su cuerpo, viéndola con ternura. Estaba sonriendo. ¿Acaso estaba fingiendo? ¿Estaba correcto emparejar aquella expresión con la posibilidad de que fuera a ser rechazada?
-Si no accedes pienso confiscarte un cuaderno y comprobarlo por mí mismo. Te esperaré en la entrada y entonces, para cuando quieras darte cuenta ya tendré en mi mano tu mochila.
Verónica permaneció en silencio, presionando sus puños contra sus muslos. Seguía sofocada por los nervios, por la cercanía del muchacho, sin embargo, algo más germinaba en su interior. Una tibia luz, un eje de felicidad. Había estado tan atormentaba por la situación que no se había percatado de lo increíble que era su situación. Óscar le estaba hablando, a ella, a aquella chica por la que nadie se interesaría, y sin embargo, él, le estaba sonriendo.
-Y... -Articuló con dificultad - ¿Por qué habrías de querer llegar a semejante extremo?...
-Porque me has juzgado de mala manera -Verónica agrandó más sus ojos, sorprendida por la imagen de Óscar con el ceño fruncido, viéndose notablemente ofendido -Te escondes de mí porque crees que soy tan superficial como para rechazarte, y diré esto sin ánimos de ofenderte, lo hiciste por tu sobrepeso, ¿cierto?
Arrugó el labio inferior en respuesta. Óscar... Había sido capaz de leerla hasta ese punto. Había comprendido la razón de que lo hiciera.
Sus ojos se humedecieron.
-Yo no... No sé nada...
Cobarde. Le citó su consciencia, causando que su ser estremeciera. Lo sabía. Aceptaba su cobardía. Aun después de las palabras del chico seguía siendo incapaz de aceptar, de asentir, de decirle que sí, que era ella a la chica que estaba buscando. Seguía atormentada por el miedo. No quería su lástima, no quería una falsa oportunidad, ella... Quería gustarle de verdad.
-Uhm.
Óscar permaneció agachado, con la vista puesta en la carta que sostenía. La que la joven evitaba mirar. No quería verse más evidente.
-Lo siento, parece que me equivoqué de persona -Dijo él con un eje de decepción.
Verónica sintió un vacío existencial en el instante que su figura se alzó. Sus pasos comenzaron a resonar en sus oídos. Había perdido una grandiosa oportunidad; quizás la única en toda su vida. ¿Cómo aparecer ahora en un futuro y delatarse como la autora de las cartas cuando ya había negado serlo?
Apretó más sus manos contra sus muslos, conteniendo las lágrimas que tanto ansiaban vencerla. Hastió su camisa, provocando que el taper volcara en el suelo, desperdiciando su comida.
Permaneció inmóvil, llorando internamente, sintiéndose terriblemente triste, decepcionada con ella misma, odiando su cobardía. Deseaba correr, perderse por el mundo, acabar colapsando en cualquier esquina, pero por más que deseara era incapaz de alzarse. Era como si estuviera aferrada a aquel banco de piedra.
🧜♂️🧜♂️🧜♂️
-¿Y Vero? -Cuestionó Melody a Martha cuando al llegar al lugar acordado no vieron a su amiga, salvo su taper derramado a un lado del asiento.
Martha permaneció atenta, observando con detalle el lugar, sin llegar a ninguna conclusión. No pensó en Óscar, ya que conociendo a su amiga era imposible que ésta reuniera el coraje para confesarse.
-¡Bianca! -Soltó de repente Melody, sobresaltando a su amiga -Ella, ya sabes, supo de sus cartas y... Quizás haya venido a molestarla aprovechando que estaba sola.
-No -Negó Martha de inmediato -La acabo de ver en el comedor, muy entretenida con un nuevo novio o algo así -Dijo lo último asqueada.
-Ah... Entonces, ¿habrá sido una de sus amigas la que molestó a Verónica? -Melody se llevó la mano a la mejilla, muy, muy preocupada por la ausencia de Verónica.
No era una persona que se fuera o dejara plantados a los demás sin un fuerte motivo. Si no fuera por el estado del taper hubieran pensado que fue al baño, pero es que... Era todo tan extraño.
Verónica se alojó junto al apilamiento de conos, sentada en el suelo. El interior del almacén de artículos de gimnasia estaba vagamente iluminado por las luces que procedían del exterior, a través de una pequeña ventana rectangular por la que no podría caber una persona adulta. Le pareció el ambiente perfecto para poder estar sola y llorar un rato. Lamentarse por lo grandísima idiota que había sido.
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