♧ x26

-Rodrigo, hablale a Melody y dile que no podrás acompañarme. 

Eso fue lo que Dalai dijo tras unas dos horas de interminable silencio, aún entre los brazos de su amigo. Insaciablemente acariciaba su cabeza. Había estado buscando en su mente las palabras ciertas. Lo que tanto Dalai aguardaba escuchar, pero nada salía. Podría decir que lo comprendía, que él estaba allí, que tenía a Baba, que nunca estaría solo, pero nada de eso le pareció consuelo para un ser que había pasado su vida encerrado, oculto de su mayor enemigo: la humanidad.

-¿Estás seguro? -Preguntó dudoso, sintiendo una espina atravesada en su garganta. 

Que hubiera comenzado a negarse a ver Melody no podía ser señal de buen presagio. Era verdad que antes ya había querido huir de ella, pero ahora la situación era totalmente distinta.

Dalai nunca había atentado contra su vida.

-Sí. Quiero que le digas que estás ocupado toda la semana -Dijo en una especie de ruego, sin mover nada más que sus labios. Se mantenía cabizbajo, atormentado con la imagen que se reflejaba en el agua; la suya.

Rodrigo seguía sin estar convencido, pero aún así aceptó su petición.  Dejó a su amigo allí y se dirigió al celular que descansaba sobre la mesilla. Se secó las manos y tomó el aparato. Al escender la pantalla se topó de inmediato con el chat abierto, en el que el apodo "Honguito" figuraba arriba, a la izquierda. Abajo estaba la foto circular de un violín.

《¿Dalai? ¿Estás bien? :'c

Escribió Melody tras la tosca y repentina despedida del mitad anfibio, a lo que Rodrigo asintió con tristeza.

Con razón estás preocupada.

《¿Dalai?

Ese fue el mensaje que recibió en ese instante. Melody se lo habría enviado al ver que estaba nuevamente conectado.

《No, soy Rodrigo. ¿Cómo estás?

《Hola Rodrigo, ¿le ha pasado algo a Dalai? ¿No se siente bien? :'ccc

《Tranquila, todo está bien, apenas le dolía la cabeza y por ello se fue a dormir.

《Entiendo. Gracias por decírmelo :) me había preocupado. 

《Sin problema :) Verás, te mensajeo para disculparme contigo, me surgieron un par de asuntos que me tendrán ocupado toda la próxima semana :/ Así que no podremos vernos el Lunes.

《:( Entiendo. No te preocupes. Espero puedas resolver tus problemas. ¿Pero estás disponible para la otra semana?

《Gracias. En serio lo siento :/  Y claro, el Lunes si quieres.

《Está bien :) Oye, ¿podrías enviarme un pedido de amistad de tu Facebook?

《No tengo facebook, lo siento :/ Pero voy a crearme uno para hablar contigo.

《Oki. Entonces nos hablamos. Que tengas buena noche :D

《Igualmente :)

Melody apagó la pantalla de su celular y se lo quedó viendo con tristeza. Se había ilusionado con la idea de poder ver a Dalai el Lunes, y ahora tendría que aguardar una semana más.  Una semana, antes siempre se le hizo corta, pero estaba segura que aquella próxima semana se le haría eterna.

Escondió el aparato en el cajón de su mesilla de noche.

Dio vueltas en la cama, era incapaz de dormir. Había comenzado a preguntarse si era realmente un dolor de cabeza lo que aquejaba a Dalai. Su despedida fue tan fría... Nada tenía que ver con el Dalai de los otros días.  Aquella despedida le recordó a aquel instante en el autobús, cuando él bajó la mirada y decidió dejar de hablarle. ¿Una vez más se preocupaba por su minusvalía? ¿Acaso pretendía alejarse de ella? Eso lo sabría mañana, cuando le hablara por chat. Si no le respondía en máximo dos días estaba dispuesta a aparecerse allí, sin importar que fuera el sábado o domingo.  Su padre no la amedentraba cuando era Dalai el que estaba en causa.

El despertador sonó por tercera vez, irritando a los menores, que molestos saltaron sobre su hermana, haciendo que se sobresaltara.

-¡Malditos! -Agarró al más pequeño y lo aprisionó con sus brazos, al tiempo que le cubría la boca para que no chillara -¡Como vuelvas a...! ¡Qué asco!

La alimaña logró zafarse de ella lamiéndole la mano. Sonrió con rebeldía ante los ojos miel de su hermana y le mostró la lengua, burlándose.

-¡Estúpido niño! -Pusó el pie en el suelo de modo amenazante, causando que el niño saliera corriendo del cuarto, riéndose como una hiena.

Melody se alzó cansada y comenzó a alistar a cada uno de sus hermanos, dejándose para última, causando lo mismo de siempre, que por la rebeldía de sus hermanos tuviera que irse corriendo al instituto tras haberlos dejado en sus escuelas.

-¡Buenos días! -Saludó a Verónica, la que ya se hallaba en su lugar y con los cascos puestos en sus oídos, absorvida por la romántica melodía.

-Buenas... -Habló en timbre suave, mostrándose ligeramente ruborizada ante sus ojos. 

-¿Ha ocurrido algo con Óscar?

Melody tomó rápidamente asiento, lista para escuchar alguna bonita novedad respecto a Óscar.

-Bueno... No. Apenas le vi caminando por el pasillo con... Mi carta en su mano... -Confesó apenada, pero sin poder contener la sonrisa que tanto se empeñaba en residir en sus labios.

-¿En serio? -Cruzó los brazos sobre la mesa, muy interesada en buscar detalles en donde quizás ni los hubiera -¿Y te pareció feliz?

-¿Eh? -Verónica pestañeó -Ah... Sonreía. Así que supongo que estaba feliz... No sé.

-El poder de tus cartas -Canturreó, meciendo la cabeza como si siguiera el ritmo de una balada romántica. 

-No creo que sea eso...

Quería ilusionarse. Creer que en verdad ella era la razón de dicha sonrisa, pero no quería que su corazón se acelerara antes de tiempo. Quería estar completamente segura. Si tan sólo pudiera escucharlo de su boca...

-No digas eso, estoy segura que...

Melody calló de repente, cuando Verónica le pidió con un gesto que se callara. Su amiga veía de reojo la puerta, y al girar un poco la cabeza, Melody fue capaz de entender la razón de su pedido. Allí estaba Bianca con su mirada amenazante, viendo en su dirección.

-No le hagas caso -Pidió Vero en un susurro, haciendo su mayor esfuerzo por ignorarla. 

Melody no se veía muy capaz de hacerlo, la mirada de la chica era muy turbia, aunque le sorprendió que sus amistades no la vieran del mismo modo. ¿Acaso no les había hablado de lo de la carta? Creyó que ella era del tipo de persona que le decía todo a sus amigos, pero al parecer se había equivocado. 

Poco después de que comenzaran a agruparse alrededor de su mesa, Bianca pasó a ignorar a Verónica, como si el rencor se hubiera esfumado con la presencia de los demás. 

Ambas esperaban que en algún momento la chica comenzara con los insultos, incitando a que los demás hicieran lo mismo, pero todo se mantuvo tranquilo, sin ningún signo de maldad contra ella. Todos actuaban del mismo, nada había cambiado. En efecto, Bianca no les había contado nada sobre lo ocurrido.  ¿Por qué? ¿Quizás porque se negaba a aceptar que el asunto le había molestado?

-Me alegra que no se lo haya dicho a Óscar -Le comentó su amiga a la hora del patio, sumamente aliviada.

Melody dejó escapar la pajita de su boca y asintió. Que Óscar lo supiera por otros no le parecía el mejor plan; menos por la venenosa de Bianca. 

-¿No podemos hablar de otra cosa? -Cuestionó Martha, estirando el periódico que sostenía -Dije que no comentaría nada al respecto, pero al menos hablar de alguna otra cosa por una vez en vuestras vidas.

Las dos jovencitas se ruborizaron. No pudieron decir nada que la contradijera. Era cierto.  ¿De qué más hablar entonces? Desde que Dalai había aparecido en su vida, tiñendola de los más vivaces colores, sentía la suma necesidad de hablar de romance, como si éste se hubiera convertido en una droga. 

-Ah... Es que no me canso de hablar de Óscar -Confesó Verónica, encogida sobre el asiento -Yo... En verdad le quiero tanto... Que me pasaría el día hablando de él y se me haría corto el tiempo.

Melody no dudo en asentir, pese su bochorno. Ella se sentía del mismo modo. Quería platicar sobre el romance secreto de su amiga y... También quería hablarle más de Dalai. Mencionar con detalle las dos ocasiones que le había visitado, la cajita que éste le ofreciera, lo envidiable que era su cabello, lo absorbentes que eran sus ojos, señalar cuántas veces lo había visto ruborizarse en su presencia. Estaba segura de que si hiciera memoria sería capaz.

-¡Somos unas adictas al amor! -Declaró Melody de modo oficial, alzándose del asiento con los puños en alto -Así que seguiremos hablando durante todooooo el día.

Martha cerró de un planchazo el periódico y les dedicó una sonrisa torcida, nada grata por lo que acababa de escuchar.

-Mejor me retiro antes de que contagieís el virus.

Abandonó el asiento.

-¿En serio te vas?

Martha se detuvo y observó a sus dos amigas con aquella cara de amargada, pero entonces sonrió al ver sus miradas de cachorras abandonadas.

-No penséis que estoy molesta, en verdad no lo estoy, es sólo que no quiero amargaros con mis quejas. Además -Abrió el periódico y señaló un artículo -Quiero perquisar en internet más información. 

-Nosotras somos unas adictas al romance, pero tú lo eres a las noticias.  Qué cotilla eres.

Martha no se mostró nada ofendida por la broma que hiciera Melody, de hecho se sintió orgullosa.

-Es más sano mi vicio -Posó la mano en su pecho.

-Claro, pasarse todo el día sabiendo sobre casos de homidicio y política es muy sano -Dijo Melody blanqueando los ojos.

-Lo interesante de esos casos es ver cómo los detectives y la policía llega hasta el asesino -Martha se llevó el índice a la punta de la nariz, como toda una sabelotodo - Bueno, me voy antes de querer argumentaros las circunstancias en las que encontraron a Carla sin...

-¡Ya entendí, ya entendí! -Melody antepuso sus manos defendiéndose de la larga charla que Martha tanto quería iniciar.

Tenía las pupilas dilatas por el placer que le producían aquellas mundos oscuros, el pan de cada día en la Tierra.

-¡Es bueno tener amigas! -Ironizó la chica, yéndose mientras sacudía la mano en el aire en señal de despedida. 

-Ah, sobre Óscar... -Verónica no perdió ni un minuto. Se la veía ansiosa por hablar de aquel chico. Era agradable verla tan emocionada -Estaba pensando que quizás hoy no deba dejarle una carta. No sé dónde podría ponérsela y... Podría descubrirme si vuelvo a colocarsela en un mismo sitio...

Melody se llevó la mano a la barbilla. En verdad era difícil entregarle la siguiente carta.

-Pero no entregarle la carta podría angustiarle... -Mencionó Melody.

-Tienes razón... -Murmuró, sintiéndose un tanto alicaída al pensar en esa posibilidad.  No quería angustiarle.

-¡Lo tengo! -Soltó Melody, visualizando una bombilla en su cabeza -¡Mira amiga, es sencillo! Tenemos todo el día para dejarle las cartas en su taquilla, no necesariamente tiene que ser a la hora de la salida. Tenemos ese pretexto de ir al baño, y como somos tres personas no van a sospechar. 

-¿Eh? ¿Tres? Espera, ¿estás diciendo que tú y... Martha pondrían la carta en su taquilla?

-Exacto -Sonrió.

-No, no me parece buena idea -Meció la cabeza -Agradezco tu ayuda, pero quiero ser yo la que deje todas las cartas. No quiero que nadie lo haga por mí.  Además... -La miró seriamente -Imagina si él por casualidad os viera a alguna de las dos... Sí, podríais decirle que soy yo la que se las escribe, pero... -Volvió a negar -No quiero que suceda de ese modo las cosas.

Honguito asintió. Entendía el punto de vista de su amiga. Ella en su caso seguramente habría dicho lo mismo.

Dalai como estudiante en su misma escuela... Seguramente tendría a miles de muchachas detrás de él. Si fuera un chico común, sería el tipo más popular de su escuela, de eso estaba segura. El sólo el imaginar a miles de chicas babeando por él le irritaba. Ellas nunca iban a quererle como ella le quería.  Iban a ir detrás de él apenas por el físico. No le merecían. 

-Trataré de dejarle la carta en cualquier momento del día. Voy a pasar muchos nervios, ¡pero voy a hacerlo!

Fue con pura admiración que su amiga le vio.  Verónica estaba actuando de un modo increíble.  No parecía la misma chica. Quizás el que hubiera comenzado a hacer deporte era su empuje.

-Pero, ¿estás pensando en presentarte ante él en algún momento? -Preguntó un tanto preocupada. 

Verónica se llevó la mano a la mejilla, sintiéndola ahora fría.  Su mano comenzó a temblar ligeramente. Aquella cuestión seguía influyendo mucho en ella.  No podía imaginarse en esa situación, frente a Óscar, como ella, la autora de las cartas... Aún con toda la valentía que había tenido en los últimos días, aún no podía visualizar alegría en su rostro, sino una enorme conmoción. 

Había dicho que no se dejaría abatir aunque Óscar le rechazara, pero... Temía el dolor que éste hecho pudiera ocasionarle.

-No sé... Sé que tengo que ser positiva, pero... No dejo de pensar en la posibilidad de que se disguste mucho y...

Su amiga ladeó el rostro, confusa por su repentino silencio. Verónica lucía muda ante sus ojos, aislada de aquel mundo.

Melody siguió la trayectoria de su mirada, topándose con el muchacho viniendo en su dirección. Tenía el pelo mojado por el sudor al igual que su piel. Estaba secándose el rostro con una pequeña toalla, mientras conversaba animadamente con su mejor amigo, Héctor.

Cada vez que sucedía aquella escena mágica, en la que él venía en su dirección, su corazón se volvía loco, sus piernas se congelaban. Era incapaz de moverse. De gesticular palabra, hecho por el que nunca le había saludado, aunque tampoco es que él lo hubiera hecho... Ante sus ojos ella era una persona invisible, una parte más del mundo carente de su interés. 

-¡No te quejes tanto, tampoco te di tan fuerte! -Exclamó Óscar exhibiendo su dentadura en una refrescante sonrisa.

Su amigo, el que había recibido un balonazo en todo el estómago, se sintió más molesto por la golpe que Óscar le dio en la espalda que por el dolor en sí.

-Nah, estoy que me muero, aunque una siesta en la enfermería resolverá el problema.

-¡Tú lo que quieres es dormir! -Se carcajeó a placer.

Verónica permanecía hipnotizada ante la perfecta imagen, cada vez más cerca de ella, de su alcance.

Estremeció cuando éste pasó junto a ella, pero sintió frío ante su silencio. Ni la había mirado...

-¡Se te ha caído!

Verónica se escandalizó cuando Melody se dirigió de repente a él, ¡A Óscar!

Sintió agónicas pulsaciones al visualizar como a camara lenta él giraba sobre sus talones. Sucedió, por primera vez, aquellos ojos verdes se ubicaron en los suyos, causando miles de estragos en su interior.

Se sintió obligada a bajar la mirada. Deseó ser ignorada una vez más.  Ser el centro de atención de su mirada era más doloroso de lo que pensó. 

Entonces su deseo se cumplió y volvió a sentir la necesidad de que volviera a mirarla. Era una completa contradicción. 

-¿El qué? -Cuestionó él a Melody, la chica que le miraba con una sonrisa. 

-Tu botella de agua -Se agachó y tomó el objeto que a él pertenecía.

-No es suya. Es mía -Habló Héctor, siendo él el que avanzó en su dirección. 

-Ah, pues toma.

¿A qué venía aquella sonrisa divertida? ¿Qué de divertido tenía el que se le hubiera caído una botella de plástico vacía?

-Gracias.

Agarró la botella que la muchacha le tendía y la lanzó al aire. Melody se quedó muda al visualizar la patada que le propinó al objeto, envíandolo contra el cubo de basura que había a unos tres metros de ellos, junto al lado de un estudiante que respingó al escuchar el ruido tras de sí.

-¡Fallaste! -Señaló Óscar, riéndose más por la cara que puso su amigo que por el fail.

-Cielos... Ahora me toca ir a recogerla... - Héctor fue todo fastidiado hasta allí, agarró la botella y la dejó caer en el interior del cubo -Misión cumplida, ahora me voy a dormir.

Apenas balanceó su mano en el aire, despidiéndose de su amigo mientras entraba al edificio. 

-¡Hasta luego!

Las pupilas de Verónica se convirtieron en dos alfileres que se clavaron en su alocada amiga. ¡Qué ocurrencia la suya llamar más su atención!

¡Ay no!

Como estaba junto a Melody, su hablante, era imposible pasar desapercibida. De nuevo aquellos ojos se ubicaron en ella, haciéndola estremecer, haciendo que su corazón se torciera.

-Ah, sí, hasta luego.

Tras una sonrisa y un gesto de "okey", Óscar se marchó trotando.

El ser vista por él había terminado. Ahora finalmente podía respirar en...

-Ah...

Sus manos se alzaron por inercia, con la imperiosa necesidad de ocultar su rostro. ¿Por qué? Se preguntó.

Óscar debió tan sólo irse, dirigirse a los balnearios a darse una merecida ducha, tal y como había sido su objetivo antes de que Melody decidiera hablarle, pero... ¿por qué tuvo que mirar de nuevo para atrás? ¡Le había pillado viéndole!






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