♧ x16

Tenía que volver a su casa, a aquella que veía de muchas formas, pero no como su hogar. Desde un principio supo que tendría que regresar, que aquel era apenas un encuentro pasajero. Supo que le sería difícil irse, pero no tanto.

Su cabello se mecía suavemente, acariciando su mejilla, mientras sus ojos veían con detenimiento al joven apuesto, el que conversaba con su amigo sobre el agrupamiento de nubes que recién había comenzado a aparecerse, cubriendo la media Luna que aún estaba en la labor de dominar totalmente el cielo.

-Me da la impresión de que va a caer una buena llovizna -Supuso Rodrigo.

-Sí, eso creo.

Dalai se veía entusiasmado con la idea, algo que no era común en las personas, ya que la mayoría quería evitar mojarse. Claro que para él, un ser acuático, el querer experimentar el baño de la lluvia le parecía bastante tentador. 

-A mí me gusta la lluvia -Comentó ella, deseosa de poder salir del desplazamiento que recién había comenzado a sentir.  Le parecía injusto que fuera Rodrigo el que tuviera su agradable atención. 

Mas, cuando aquellos ojos regresaron a ella, sufrió un nuevo terrible estremecimiento en su interior, además de un sofoco en sus mejillas. Y es que no era sólo su belleza, también estaba aquella inocencia con la que la miraba, tan transparente como lo era el apagado tono azul de sus iris.

-A mí me agrada mucho escucharla golpear suavemente la ventana -Habló Dalai, al tiempo que cerraba los ojos, rememorando las tantas ocasiones en las que la lluvia le había visitado y acariciado con su agradable melodía. 

Melody permaneció muda ante él, ante su hermosa voz, ante sus facciones perfectas, dejándose abducir por sus largas pestañas, las que ella envidiaba con creces, perdida en el hilo de cabello que se había escapado de su coleta y ahora se balanceaba sobre su hombro izquierdo, el que quedaba del lado donde Rodrigo se hallaba sentado.

Apretó sus manos contra su regazo, nada deseosa de abandonar aquel banco donde se hallaba junto a él. No quería abordar el autobús que estaría por llegar. No quería irse, no deseaba volver para el infierno que era su vida . Quería quedarse allí, junto a aquel ser que le proporcionaba tanta calma, tanto éxtasis para su necesitado corazón.  No le importaba su edad, ni el hecho de ser vista como una niña ante aquellos ojos de cristal. Su corazón le gritaba que se quedara, que inventara alguna excusa para así poder permanecer allí un poquito más.

-¿Honguito?

La jovencita sintió un cosquilleo en la nariz en el instante en que Dalai se la apretó suavemente, en el intento por llamar su atención.  Había estado ausente sin percatarse de ello. Atrapada en sus angustias y pensares.

-Ah, sí... Perdona, ¿me decías algo? -Se llevó una mano a su oreja y se la apretó suavemente en un intento por aliviar su alocado corazón. 

-Ah, no era nada especial, apenas me preocupé por tu repentino silencio.

¡Era tan adorable! Pensó Melody, déjandose absorber por la tierna imagen que él le mostraba. Se rascaba con el índice la mejilla, mientras su mirada rehuía de ella y de la posibilidad de mostrar un color más intenso en sus mejillas, un perfecto objetivo para sus burlas.

-Gracias, pero estoy muy bien, en serio -Inquirió, sumida en su pena, uniendo la yema de sus índices con cierto pesar.

Quería tanto decirle que le quería, lo tan feliz que estaba por allí estar. Quería agradecerlo muchísimas veces el que hubiera dado la oportunidad de conocerlo, pero nada salía de sus labios, nada de lo que realmente quería decir. 

Su pena se enajenó al ver en la distancia la cara del autobús, dirigiéndose a ella con el propósito de arrancarle de su lado, de regresarle al infierno.  Entonces, con ese sentimiento flotando en su pecho, comenzó a temblar ligeramente, sintiendo como una suave niebla iniciaba a cubrir sus ojos. Pasó de estar feliz a estar angustiada.

No quiero regresar, quiero quedarme contigo. Esas eran las locuras que no podía decir.

-Ah, se me olvidaba -Dalai se llevó las manos al cabello y tomó la goma que Melody le había prestado.

-No, no me la regreses -Le tomó la mano, antes de que tirara del objeto -Te la regalo.

-Pero...

Sólo Dalai se quedaría algo apenado por la idea de quedarse con algo tan insignificante, pero aquello era más que suficiente para sentirse mal. Le parecía incorrecto quedarse con algo que no era suyo. 

-No te preocupes, tengo muchísimas en casa, además, apenas me ato el cabello en las clases de educación física. Además -Apretó suavemente su índice contra la mejilla derecha del joven -No soy tan pobre como para no poder comprarme unas simples gomas...

-Ah, no lo dije con ánimos de ofenderte... -Dalai no podía pasar por alto el hecho de que la mano de Melody siguiera sobre la suya, otorgándole una sensación cálida de lo más agradable.

-No estoy ofendida -Esbozó una sonrisa con significativo cariño -No me ofendería por algo así. No soy ninguna niña -Hinchó ligeramente los cachetes, fingiendo estar molesta.

-No, no tenía la intención de...

-Tranquilo -Apretó suavemente la mano del chico -Sólo bromeaba. 

-Ah... Ok...

Dalai podía estar muy pendiente de las cosas más pequeñas y era por ello que el simple hecho de sentir dos de los dedos de la chica entre los suyos provocaba en él una severa pena; una que era incapaz de comprender.

-Y... Yo no soy ninguna princesa... -Soltó repentinamente, recordando aquella frase que tanto lo afligiera en su momento.

-¿Qué? -Ella lució confusa, sin comprender el significado de sus palabras ni el porqué lo dijera repentinamente.

-Dijiste que mi cabello era como la imagen de una princesa... -Murmuró cachetudo, mostrándose ofendido, más por el hecho de tener que repetirlo. 

-¿Ah? -Entonces una chispa iluminó su cerebro, recordando aquella ocasión en la que se lo dijera.

No pudo evitar más que sonreír con ternura. La imagen que él le mostraba hizo que ella tuviera la enorme tentación de apretarle una mejilla, provocando que emitiera el sonido de desinflarse. 

-Tonto, tú eres el chico más varonil que he conocido en toda mi vida.

-Tendrías que haberlo visto, todo canijo agarrando la tijera y el cabello -Rodrigo no demoró en aparecerse, no desaprovechando la oportunidad de burlarse de su amigo.

Una bomba estalló en el rostro del mitad pez, provocando un incendio en todo su rostro y orejas, sintiéndose más apenado que nunca.

-¿En serio? -Melody comenzó a pincharle insistente la mejilla que tenía más a su antojo -Dalai, en verdad lo siento haberte hecho sentir así... Menos mal que no lo hiciste, porque puedo ver que realmente amas tu cabello, ¿y sabes? A mí me encanta como se te ve.

No era siquiera necesario conocerlo para saberlo, una imagen era más que suficiente para poder apreciar lo tan bien que cuidaba su cabello. Sinónimo de la estima que sentía por él. 

-¿En serio?... -Dalai no podía mirarla, no cuando todavía seguía sintiendo que había fuego en sus mejillas.

-Sí -Su voz se afligió un tanto cuando escuchó el sonido que produjeron los neumáticos del autobús al detenerse frente a ellos, pero aún así no se guardó lo que quería decirle -Y quisiera que supieras que me entristecería si te lo cortaras.

Depósito la mano sobre su cabeza y dejó que ésta se deslizara por el tobogán de suavidad, y se dejó llevar al posar la mitad de su rostro sobre éste, apreciando mejor el aroma a coco de su champú o suavizante.

Dalai estaba muy incómodo en aquella posición, principalmente por las miradas que recaían sobre ellos. Extrañas miradas que por su poco contacto con las personas le costaba comprender. 

-Melody...

Estaba tan a gusto allí, tan alejada del mundo, tan distante de su angosta realidad, que se le hizo realmente pesado al tener que alejarse, el tener que volver a encarar aquel mundo, a aquellos ojos curiosos que se depositaban en ellos, los cuales ignoró, pues en su mundo especial, apenas existía espacio para aquel ser ruborizado, que no sabía dónde encajar la mirada, pues de repente era como si las personas se hubieran reunido para ser testigos de ellos, de su humilde existir. 

-Melody, ya tienes que irte.

Rodrigo interfirió en su fantasía, haciéndola mil pedazos.

-Ah, sí...

Necesitaba un soporte, una fuerza externa que le ayudara a alzarse, a ser capaz de enfrentar todo lo malo que le eclipsara, una calidez única que sobresaliera entre todas las billones existentes en aquel decadente mundo.

Dalai se mantenía inerte, cubierto de rojez, sintiendo aquella unión que la chica había buscado con tanto anhelo, sin siquiera ser consciente de ello. Sus dedos se unían entre sí, como piezas de un rompecabezas, apretándose. En aquel lazo sentía inquietud, miedo, además del deseo de permanecer allí. Ése último fue quizás invento suyo. ¿Él quería que se fuera? Se cuestionó a sí mismo, viendo aquella unión con detenimiento, con un sentir muy distinto que el que sentía los demás. Para él, lo que los demás veían como algo cotidiano, para él era único, sin igual.

Melody permanecía ausente, con la mirada puesta en aquel trasto que no quería abordar. Quería ignorar su edad, la existencia de cualquier mal, permanecer allí a su antojo, junto a Dalai, con quien quería estar.

-Honguito...

Retomó la realidad al sentir que su deseo era presionado, que los dedos del contrario buscaban el mismo consuelo, el mismo calor. Las manos de Dalai ardían, quemaban agradablemente su piel, le daban la suficiente calma y fuerza para alzarse, para seguir viviendo, teniendo en mente el consuelo de que su infierno no sería eterno, que en un futuro todas las mellas quedarían apenas en el pasado.

-Bueno, ya me voy. 

Deshizo la unión, causando un vacío que afectó a los dos, convirtiendo sus sonrisas en apenas un engaño, una máscara para ocultar el dolor que tanto les aquejaba. 

-Ah, sí -Asintió Dalai, sintiéndose extrañamente confuso. No comprendía aquel dolor, no comprendía el ritmo anómalo de su corazón.

Se suponía que era apenas una despedida, se marchaba una chica que recién acababa de conocer, era apenas Melody volviendo a su casa, entonces... ¿Por qué sentía semejante escozor en su alma?

-¡Ha sido un placer conocerte, Honguito! -Exclamó Rodrigo, envolviendo a la chica con sus brazos, en un pequeño, pero muy amigable abrazo.

-Ah, sí... Igualmente.

En otra ocasión le habría dicho que no le llamara de ese modo, que aquel apodo era exclusivo de Dalai, pero, aquella espina clavada en su corazón le dificultaba el habla, entorpecía sus palabras.

-Hasta luego, Honguito. Me ha gustado mucho conocerte.

Melody apretó los párpados antes de encarar a aquel que probablemente la haría llorar. Verle provocó en sus ojos un tremendo escozor, pero antes de que una sola lágrima maquillara su rostro, provocó que sus cuerpos se juntaran en un profundo e impactante abrazo que descolocó a ambos corazones.

Dalai permaneció tembloroso, con los brazos ligeramente suspendidos, a escasos centímetros de la espalda de la joven, pero, en aquella ocasión, en su despedida, ni sus nervios ni la pena afloró en su ser, permitiéndole corresponder aquella acción tan significativa para él, para ella, para los dos.

Los labios femeninos se toparon con su oreja izquierda y se movieron ligeramente, ante la mención de dos palabras, que tuvieron como efecto el dejar inmóvil a Dalai, cubierto de una extrema rubez, que fue vista por Rodrigo en cuanto Melody se alejó y emprendió una pequeña correría hasta la entrada del autobús.  Desde allí volvió la mirada al chico en silla de ruedas y le regaló la más maravillosa de las sonrisas, antes de abordar finalmente el vehículo, dejando tras de sí a un chico perdido en otro muy distante universo.

-Dalai, Melody se está despidiendo.

Nada. Nada le alcanzaba, ni una palabra, ni el hecho de que le estuviera tocando el hombro.  Su mente se hallaba demasiado ocupada. Apenas dos palabras habían logrado que todo el mundo se apagara, dejando como única existente a la chica que se hallaba con la mano pegada en una pared invisible, viéndole con una pequeña sonrisa, con sus ojos de miel clavados en su persona.

Sus labios volvieron a moverse, volvieron a citar aquellas dos palabras, provocando que su ser volviera a desubicarse, a perderse en su interior, el que ahora se le antojó infinito. 

-Yo...

Reprimió el resto, la continuación de una frase que en su mente seguía de aquel modo, en busca de poder complementarse.  Se hallaba tan confuso, tan perdido en sus pensares, en su realidad, en aquella parte de sí que creía olvidada, pero que allí seguía, bajo una bolsa de plástico, recordándole que no, que todo era imposible para él.

Alejó la mirada, de ella, de su saludo, de sus palabras, de todo a lo que a ella le ligaba, rompiendo toda conexión, dándole como respuesta un "no" que él no era capaz de aplicar en palabras.

-¿Dalai? -Murmuró ella allí, presionando su mano contra el cristal, esperando que él volviera a mirarla, que le hablara, que le sonriera, que le hiciera darse cuenta que se había equivocado al imaginarse rechazada, pero... No ocurrió, Dalai habló, pero no con ella, sino con su amigo.

Su corazón sufrió terriblemente cuando vio que Rodrigo tomaba las riendas del asiento y de una vez comenzaban a alejarse, a irse demasiado pronto. Tenía la ilusión de verle hasta el final... No quería perderle de vista todavía, no quería...

El final. 

-Espe...

Estuvo a punto de alzarse, pedirle al chófer que esperara un poco, que le diera cinco minutos, pero antes de que pudiera decir algo el carro comenzó a moverse, provocando que ella chocara suavemente contra el respaldo del asiento, haciendo que sus lágrimas desembocaran al final. 

Se pegó al cristal, a aquella pared invisible que existía, que los separaba, y entonces lo vio, al joven allí, viéndola de nuevo, pero con una infinita tristeza bañando su rostro.

-¿Qué sucede? -Se cuestionó a sí misma, sin comprender el porqué de su cambio de actitud, la razón de aquella mirada tan triste.

Al final el autocar tomó una curva que hizo que la imagen del chico desapareciera ante sus ojos, haciéndole sentir de nuevo que él apenas formaba parte de un sueño suyo, que no existía, que aquella villa la había inventado, las personas, incluso su amigo, todo un producto de su mente solitaria, una fantasía que daba consuelo a su magullada alma.

Se llevó la mano al pecho, sintiéndose víctima de una angustia. ¿Volvería a hablarle? Se preguntó sacando el celular de su mochila, para volver a él, a aquella foto que tanto amaba ver. Ahora, al tocarla, podía sentir su calor, recordaba la suavidad de su cabello, el tacto de su piel. Todo estaba allí, grabado en sus dedos, junto a una angustia deseosa de derribarle.

No, no pienses en cosas mal. Se dijo a sí misma, tratando de tranquilizarse. Debía recordar que Dalai era un chico enfermo, que nunca salía de casa y que seguramente tenía que recibir muchísimos cuidados. Seguramente se hubiera sentido cansado y le había pedido a Rodrigo que se marcharan. Claro, era eso, sonrió esperanzada, apretando la imagen contra su pecho. No podía dejar que sus miedos mancharan lo que había sido un día perfecto, uno de ensueño.

Posó una mejilla en el cristal y cerró los ojos. Con la alarma puesta se dispusó a dormir, ahora sin miedo alguno de no escucharlo, nada preocupada de perderse su destino, deseando en su íntimo que el autocar siguiera recorriendo calles, pueblos, villas, hasta regresar a aquel lugar, donde pudiera ver a Dalai, con la vista puesta sobre el mar, sosteniendo con una mano su cabello tormentoso, aguardando por ella con la misma ansiedad.

-Dalai, ¿te sientes bien?

El joven anfibio miró a su amigo por encima del hombro, acompañado de una sonrisa. 

-Sí, aunque tengo ganas de meterme ya en la bañera. Esto de ir en silla de ruedas es algo agobiante...

Se llevó la mano al cabello y sintió una chispa al rozar la goma de la chica. La tomó con suavidad y la deslizó por su cabello. La puso a disposición de sus ojos. Era un objeto sencillo, un tanto desgastado, ya no tan blanco como era originalmente, pero para él era especial, un objeto invaluable, del que no quería deshacerse nunca. Apretó los dedos contra sí e intrujo la goma en su mano, dejándola sobre su muñeca. 

-Y bueno, ¿cuándo volverán a verse?

Rodrigo estaba quizás siendo amable, siendo todo un buen amigo, pero, en Dalai influía de un modo distinto.  Ahora dolía hablar de Melody, de ella, de aquella chica... Humana.

-Yo... No sé -Acarició el pequeño objeto, sintiendo ganas de llorar -Bueno... Es que, ya sabes... Quizás no deba salir, es peligroso y...

-Dalai, ¿de qué estás hablando?

Dalai alejó la mirada cuando su amigo se agachó a su lado.

-Ya habíamos hablado de esto. Que salgas está bien. Tienes todo el derecho a salir y también a conocer a otras personas...

-Personas -Comentó con cierto sarcasmo, sintiendo como algo raspaba en su garganta -Yo no soy ninguna persona... Yo... Olvidalo -Negó con la cabeza -Apenas quiero irme a casa y ya... La gente me mira mucho y eso me agobia...

Todo le agobiaba, aquella camisa, aquella bolsa, aquella manta, la silla, su amigo, la gente, el océano, toda existencia, principalmente aquella inútil parte de su ser que allí seguía inmóvil a la fuerza, por la única razón de que los humanos no le aceptarían al saber lo que él era en realidad.

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