20| Un Nuevo Duque

Los reyes se encontraban en sus aposentos, rodeados de la tenue luz de las antorchas que bailaban al ritmo de la brisa nocturna. Luna caminaba de un lado a otro con los brazos cruzados, su expresión serena oculta una ligera tensión. Rolf, sentado en una silla cerca del escritorio, se frotaba el puente de la nariz mientras la escuchaba.

-Lo de Lucius Malfoy es imperdonable -dijo Luna con calma, aunque sus palabras tenían un filo inusual-. Si alguna vez descubriera que tú tienes una amante y bastardos por ahí, te cortaría la lengua.

Rolf levantó la mirada, parpadeando ante la contundencia de su esposa.

-¿La lengua? ¿Solo eso? -preguntó, tratando de aligerar el ambiente con una sonrisa, pero Luna no respondió.

-Es inadmisible -continuó ella, ignorando el intento de humor-. No importa si fue hace años o si ahora Daphne está reconocida. Su origen es un escándalo, y es un milagro que Hermione y Harry lo hayan aceptado con tanta gracia.

-Luna, no puedo decir que esperaba esto, pero... -Rolf hizo una pausa y se encogió de hombros-. Me alegra por Harry. Ahora sus hijos nacerán con sangre Malfoy en las venas y no de una sirvienta. Eso es algo importante, incluso para nosotros.

Luna se detuvo en seco, girándose para mirarlo con severidad. -¿De verdad estás insinuando que es mejor porque tiene sangre de Lucius? No olvides que Daphne sigue siendo hija de una amante. Es una vergüenza, no importa cómo lo pintes.

Rolf suspiró, levantándose de la silla para acercarse a su esposa. -Luna, entiendo tu punto, pero ya no tiene importancia. Daphne fue reconocida como legítima. Mañana será nombrada duquesa Potter, y además, está encinta. ¿Qué ganamos mencionando el origen de su madre? Es un asunto del pasado.

Luna lo miró durante unos segundos, evaluando sus palabras, pero su expresión no se suavizó del todo.

-Supongo que tienes razón en que no hay necesidad de hablar más del tema -admitió finalmente-, pero eso no significa que esté bien. Hay heridas que dejan cicatrices, y aunque Daphne sea aceptada, no puedo evitar pensar en todo lo que sufrió por las decisiones egoístas de su padre.

Rolf asintió lentamente, tomando las manos de Luna entre las suyas.

-Estoy de acuerdo. Lo que Lucius hizo estuvo mal, pero al menos ahora Daphne tiene un lugar claro en el mundo. No podemos cambiar el pasado, pero podemos asegurarnos de que su futuro sea mejor.

Luna suspiró, dejando que sus hombros se relajaran un poco y decidió cambiar de tema. - No esperaba que el abuelo de Harry fuera envenenado. Aunque tengo la sospecha de que la vizcondesa Lily está detrás de todo.

Rolf asintió, su rostro se endureció al recordar los eventos recientes y el motivo por el cual había ido al castillo Malfoy.

-Eso es cierto. Por eso vine al encuentro de los Malfoy, para condenarla por robo y su confabulación con esa sirvienta. No podemos permitir que sus artimañas sigan manchando la nobleza.

Luna lo miró por un momento, su tono volviéndose más suave mientras
alzaba una ceja con intención.-Rolf, será mejor que olvidemos todo estos dramas por un momento. Tienes responsabilidades importantes aquí y ahora.

-¿Ah, sí? -preguntó él, fingiendo no entender, aunque una sonrisa empezaba a formarse en sus labios.

Luna sonrió con dulzura y se inclinó hacia él, susurrando:

-Sí. Hay una tinaja de agua caliente esperando por nosotros. Creo que podríamos trabajar en cumplir mi deseo de tener nuevos bebés.

Rolf se rió, sacudiendo la cabeza mientras la miraba con afecto.-Eres incorregible, Luna.

-Solo soy práctica -respondió ella, llevándolo hacia la puerta que conectaba con la habitación de baño-. Además, un poco de amor nos hará bien después de tanto drama.

Rolf cedió, dejando que su esposa lo guiara.-Está bien, pero si acabamos con más drama por esto, será tu culpa.

-Eso es un riesgo que estoy dispuesta a asumir -dijo Luna, riendo mientras cerraba la puerta detrás de ellos.

***

Cuando finalmente se retiraron a su habitación, la tensión del día se disipó como una pesada neblina. Draco dejó caer su capa sobre el respaldo de una silla y se desplomó en el borde de la cama, pasando una mano por su rostro con un suspiro cargado de cansancio. Hermione, siempre atenta, se acercó con suavidad, sentándose a su lado y colocando una mano cálida en su espalda.

-¿Estás bien? -preguntó en voz baja.

Draco asintió, pero no parecía del todo convencido de su propia respuesta.

-Estoy... -hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas-. Estoy agotado, Hermione. Nunca pensé que Daphne resultaría ser mi media hermana. Ni en un millón de años.

Hermione lo observó con una mezcla de comprensión y reflexión.

-Tiene sentido, si lo piensas -dijo suavemente-. Kreacher probablemente solo cumplió órdenes de Lucius. Pero entiendo cómo te sientes.

Draco alzó la vista hacia ella, con las cejas ligeramente fruncidas.

-¿De verdad lo entiendes? -preguntó, su tono un tanto incrédulo.

Hermione tardó un momento en responder.

-Sí... aunque no voy a mentirte, es complicado. Daphne es mi amiga, alguien a quien aprecio mucho. Pero saber que es fruto de una relación tan... cuestionable, me hace sentir un poco contrariada.

Draco asintió lentamente, como si las palabras de Hermione hubieran dado forma a sus propios pensamientos.

-Es vergonzoso, ¿verdad? Saber que mi padre... -se detuvo, apretando los dientes antes de continuar-. Saber que fue capaz de algo así y que mi madre siempre lo supo. Ahora que lo pienso, siempre había algo en su actitud hacia la madre de Daphne. Como si quisiera mantenerla bajo control, explotarla de alguna manera. No fui muy cercano a mi madre, porque ella era una duquesa estricta por lo que a mí me criaron las nodrizas y al tener la edad suficiente fui al castillo de tu padre.

Hermione entrelazó sus dedos con los de Draco, apretando ligeramente su mano.-Eso dice mucho más sobre Narcissa que sobre Daphne o su madre. Ninguna de ellas pidió estar en esa situación, Draco.

Draco suspiró de nuevo, su mirada perdiéndose en el fuego de la chimenea.

-Lo sé. Es solo que... -cerró los ojos un momento, dejando que el peso de sus pensamientos se asentara-. Siempre pensé que mi padre era muchas cosas, pero no lo veía como alguien capaz de dejar un legado tan desordenado.

Hermione se inclinó hacia él, apoyando su cabeza en su hombro.-A veces las personas nos sorprenden, para bien o para mal.

Draco dejó escapar un largo suspiro, rompiendo el breve silencio que se había instalado entre ellos. Su mirada seguía fija en el fuego de la chimenea, como si buscara respuestas en las llamas danzantes.

-Harry se la llevará -dijo de pronto, con un tono que oscilaba entre el cansancio y la resignación.

Hermione, que había estado apoyada en su hombro, levantó la cabeza con una ligera expresión de sorpresa -¿Qué quieres decir con eso?

-Después de la boda -continuó Draco, girándose un poco hacia ella-, Harry se llevará a Daphne. Me lo dejó claro hace un rato. Piensa partir hacia su ducado en cuanto terminen las festividades.

Hermione lo miró en silencio por un momento, tratando de descifrar la mezcla de emociones que veía en su rostro.-Bueno... eso es lo normal, Draco. Harry ahora será su esposo, y tendrán que empezar su vida juntos.

Draco apretó los labios, claramente midiendo sus palabras antes de hablar.

-No es que me moleste, exactamente. Es solo que... -se detuvo, llevándose una mano al puente de la nariz, como si intentara calmarse-La verdad, Hermione, creo que es mejor así... Que Daphne se vaya con Harry.

Hermione, quien sentada en la cama empezó a desenredar su cabello, lo miró con curiosidad.-¿Por qué dices eso? Pensé que te molestaba la idea de que se fueran.

Draco negó lentamente con la cabeza, mirándola con un semblante más tranquilo.-No es eso, exactamente. Es solo que... no sabría cómo actuar con ella. Nunca pensé que tendría una hermana, mucho menos una medio hermana que lleva un pasado tan complicado detrás.

Hermione dejó el cepillo a un lado y cruzó los brazos, estudiándolo con atención.-¿Te preocupa que sea incómodo?

-Más que incómodo, es... complicado. -Draco exhaló, masajeándose las sienes-. No quiero cometer un error y arruinar cualquier relación que podríamos tener. Y menos quiero que Harry se moleste conmigo por algo que diga o haga mal.

Hermione sonrió ligeramente y caminó hacia él, sentándose en el reposabrazos del sillón.-Bueno, creo que es un alivio que al menos reconozcas eso. Pero, Draco, Daphne parece ser una persona comprensiva. Dudo mucho que te juzgue tan severamente como tú mismo lo estás haciendo.

-Eso no cambia el hecho de que no sé cómo manejarlo -admitió Draco, recostándose en la cama y cerrando los ojos brevemente-. Si se quedara aquí, tendría que encontrar la manera de ser un hermano para ella, y no sé ni por dónde empezar.

Hermione posó una mano en su hombro, apretándolo con suavidad.-Quizá es algo que tendrás que aprender con el tiempo. No esperes tener todas las respuestas de inmediato.

Draco abrió los ojos y la miró directamente.-Es fácil decirlo, pero no tanto hacerlo. Además, Harry será su esposo ahora. Él va a cuidarla y defenderla de quien quiera hablar de sus orígenes para humillarla.

-Finjamos qué no ocurrió nada y sigamos como antes, amor - Recomendó Hermione y draco solo asintió.

***

La habitación de Kreacher era pequeña, oscura, y apenas iluminada por una lámpara de aceite que chisporroteaba débilmente en la esquina. El aire estaba impregnado de un aroma a hierbas secas y cera, testigos mudos de los años que habían pasado. Kreacher, ahora un anciano de rostro surcado por arrugas profundas, se sentó en el borde de su vieja cama. Sus manos temblorosas sostenían una pequeña caja de madera, desgastada por el tiempo, que guardaba recuerdos de su vida como servidor de la familia Malfoy.

Sacó un pañuelo bordado con delicadeza, con las iniciales N.M. grabadas en hilo dorado. Lo sostuvo entre sus dedos callosos y cerró los ojos, dejándose llevar por los recuerdos que aún lo perseguían, vivos como el primer día.

Kreacher recordaba con claridad una noche en particular, cuando ella lo llamó a su habitación, poco después de que Daphne cumpliera cinco años.

-Kreacher -dijo Narcissa con voz fría, pero no carente de ese tono autoritario que la caracterizaba-. Necesito que prepares un té especial.

Él se inclinó, esperando las instrucciones.

-Es para Kaia Greengrass -continuó Narcissa, sus ojos brillando con una mezcla de resentimiento y determinación-. Asegúrate de que... debilite su salud. No quiero que desaparezca de inmediato, pero tampoco quiero que viva mucho tiempo. Quiere mi lugar y el de mi hijo.

Kreacher había sentido un nudo en el estómago en ese momento. Había servido a los Malfoy toda su vida, pero incluso para él, esa orden parecía excesiva.

-¿Está segura, señora? -se atrevió a preguntar, algo inusual en él.

Narcissa lo miró fijamente, como si pudiera atravesarlo con la mirada.

-Kaia no tiene derecho a estar aquí, y mucho menos a compartir espacio con mi familia. Pero su hija... -su voz se suavizó ligeramente-. Daphne es solo una niña. Ella no tiene culpa. Trátala bien, Kreacher. Que nunca sospeche nada.

El anciano suspiró profundamente al recordar cómo había preparado ese té con hierbas, mezclando las hojas con manos temblorosas. Nunca supo si Narcissa lo hizo por celos, por miedo o simplemente por proteger su posición. Lo único que sabía era que Kaia había enfermado poco tiempo después, y finalmente murió.

Aun así, Narcissa había tratado a Daphne con respeto, incluso con una amabilidad que no mostraba hacia muchas personas. Permitía que jugara en los jardines, que recibiera educación, y siempre insistía en que se le enseñaran los modales de una dama.

-Kreacher, asegúrate de que la niña nunca pase hambre, ni frío -recordaba que le había dicho en una ocasión-. Ella... puede necesitarlo algún día.

La contradicción de Narcissa era un enigma que Kreacher nunca había podido resolver. Por un lado, había ordenado la muerte de la madre de Daphne, pero por otro, se había asegurado de que la niña tuviera un lugar en el castillo, aunque sin reconocimiento oficial.

De vuelta al presente, Kreacher suspiró profundamente, dejando caer el pañuelo en su regazo.

-Señora Narcissa... -murmuró-. Usted fue como un invierno cruel y una primavera bondadosa al mismo tiempo. Siempre me pregunté qué hubiera pasado si su corazón hubiera tenido menos espinas.

Sus pensamientos se desviaron hacia Daphne, ahora reconocida como hija legítima de Lucius Malfoy y a punto de casarse con Harry Potter. Había sido un camino lleno de secretos, intrigas y sufrimiento, pero al menos algo bueno había salido de todo ello.

-La joven Daphne nunca supo la verdad, pero quizá así es mejor -dijo en voz baja, mirando la pequeña lámpara que ardía tenuemente.

La imagen de su último día juntos se materializó en su mente. Ella estaba en la cama, pálida, agotada tras el nacimiento de su segundo hijo. Kreacher, como siempre, estaba a su lado, dispuesto a cumplir cualquier deseo.

-Kreacher... -susurró Narcissa con voz débil, alcanzando su mano con esfuerzo-. Prométeme algo.

Él se inclinó hacia ella, tomando su mano con cuidado.-Lo que desee, su excelencia.

Narcissa lo miró con una intensidad que aún podía sentir tantos años después.

-Lucius... -tosió, su cuerpo temblando por el esfuerzo-. No merece felicidad. No después de lo que me ha hecho soportar durante años.

Kreacher no respondió, pero su expresión endurecida lo dijo todo.

-Prométeme que seguirás dándole el té de hierbas -continuó ella-. El que tú preparaste para su amante. Asegúrate de que nunca sepa lo que realmente contiene.

Kreacher asintió, sus ojos llenos de determinación.-Se lo prometo, su excelencia.

Narcissa esbozó una leve sonrisa, casi imperceptible, antes de dejar escapar un suspiro final. Kreacher nunca olvidaría ese momento: la mezcla de alivio y tristeza en su rostro mientras dejaba este mundo.

Volviendo al presente, el anciano suspiró, dejando caer el pañuelo en su regazo.

-Fuiste demasiado amable con este viejo, mi señora -murmuró, su voz ronca por los años-. Más de lo que merecía. Pero siempre cumplí mi promesa aunque eso me costaría la cabeza si su excelencia Draco se enterase.

Se levantó lentamente, caminando hacia una pequeña repisa donde guardaba un frasco vacío de vidrio. Lo sostuvo en alto, observando cómo la luz de la lámpara lo atravesaba.

-El té de hierbas... -dijo para sí mismo, con una amarga sonrisa-. ¿Cuántos años me aseguré de que lo tomara? Ni siquiera sé si él sospechó alguna vez o si resignado lo bebía.

Kreacher colocó el frasco en la repisa y volvió a sentarse, mirando la lámpara que parpadeaba como si también estuviera al final de su vida.

-He servido a Abraxas Malfoy que fue fiel a su mujer, pero Lucius Malfoy era un cretino... ellos siempre fueron diferentes. Narcissa, Draco, incluso el joven Armand. Tal vez, en otro mundo, las cosas habrían sido mejores para todos.

Se quedó en silencio por un momento, sus ojos perdiéndose en el vacío.

-Pero estos recuerdos... -susurró, llevándose una mano al pecho-. Me los llevaré conmigo a la tumba. Lo bueno, lo malo, y todo lo que hay en medio.

La lámpara de aceite parpadeó una última vez antes de apagarse, dejando a Kreacher envuelto en la oscuridad y la compañía de sus memorias.

***

Al día siguiente, los soldados regresaron con Colin y Dennis, los huérfanos que Theodore había encontrado en su camino. Los niños, con el rostro sucio y los ojos llenos de desconfianza, no sabían qué pensar al llegar al castillo. Estaban acostumbrados a la dureza de la vida callejera y no entendían cómo alguien podría ser tan amable con ellos.

La cabra, que había acompañado a los niños durante el viaje, caminaba tranquilamente a su lado. A pesar de su apariencia desaliñada y su risa nerviosa, los niños seguían siendo jóvenes e inocentes, y tenían un atisbo de esperanza en sus corazones.

Draco, quien esperaba su llegada en el vestíbulo del castillo, los observó con seriedad. Había algo en su rostro que mostraba un aire protector y protector hacia los niños. Quería darles una oportunidad.

-Bienvenidos -les dijo, su voz firme pero no fría-. Este es ahora su hogar. Nadie les hará daño.

Hermione, al ver a los niños tan pequeños y vulnerables, no pudo evitar sentir una profunda compasión. Se acercó a Colin y Dennis con una cálida sonrisa.

-Aquí estarán a salvo, y tendrán todo lo que necesiten -les dijo suavemente.

Colin y Dennis miraron de reojo a Draco y Hermione, aún dudando, pero algo en la forma en que los miraban les dio confianza. No comprendían del todo la situación, pero sabían que la bondad en los ojos de esos extraños era algo en lo que podían creer.

Draco dio órdenes al anciano sirviente Kreacher para que los atendiera y los guiara a sus nuevas habitaciones.

-Kreacher, hazlos sentir bienvenidos. Llévalos a sus habitaciones y cuídalos como corresponde -les dijo con seriedad.

Kreacher, que aunque era un hombre de avanzada edad, tenía una gran experiencia, no tardó en acercarse a los niños con paso firme.

-Seguidme -les indicó, con voz grave-. Aquí aprenderéis lo que es la vida dentro de un castillo.

***

El sol del mediodía se filtraba por las altas ventanas de la capilla del castillo Malfoy, iluminando el ambiente con una luz cálida y dorada. La sala, decorada con delicadeza para la ocasión, estaba llena de rosas blancas, laureles y ramas de olivo, símbolos de paz y prosperidad. Las bancas estaban adornadas con cintas de terciopelo y flores frescas, creando una atmósfera solemne pero llena de emoción. Los asistentes se acomodaban en sus asientos, susurrando con anticipación. La música suave de un laúd resonaba en el fondo mientras esperaban el inicio de la ceremonia.

En el altar, Harry Potter, vestido con una capa negra, se encontraba de pie, nervioso, las manos ligeramente sudorosas. La capa, decorada con el emblema de los Potter, reposaba sobre sus hombros, y sus botas de cuero crujían suavemente con cada paso que daba de un lado a otro. A su cintura colgaba una espada, símbolo de su nobleza y coraje, aunque en ese momento era poco más que un recordatorio de su papel como guerrero. En su rostro se reflejaba una mezcla de emoción y ansiedad. Sabía que este día significaba un gran cambio, no solo para él y Daphne, sino también para el futuro del Ducado de Potter.

-Tranquilo, Harry -dijo Draco Malfoy en voz baja, a su lado. Su tono era relajado, pero su mirada atenta. Hermione estaba cerca de él, observando a su amigo con una sonrisa comprensiva.

-No es fácil, ¿verdad? -respondió Harry, mirando el altar como si esperara que Daphne apareciera en cualquier momento-. ¿Cómo lo hiciste tú, Draco?

-Yo solo traté de no pensar demasiado en ello -bromeó Draco, aunque sus ojos brillaban de manera inusual al ver a su amigo tan nervioso. Sabía que Harry, aunque fuerte en el campo de batalla, era humano en momentos como este-. Además, te entiendo. Este día es importante.

Mientras tanto, en la entrada de la capilla, se escucharon los primeros acordes de una melodía solemne. La puerta principal se abrió lentamente y, en ese instante, todos los ojos se volvieron hacia la figura que apareció en el umbral. Daphne Greengrass, la futura esposa de Harry, estaba allí. Su vestido dorado brillaba como el sol, con detalles de hilos plateados que recorrían la tela como rayos de luz. El vestido, ligero pero elegante, caía hasta sus pies, con una cola que se arrastraba suavemente detrás de ella. En sus manos, llevaba un ramo de rosas amarillas en
y laureles, que contrastaba con el resplandor de su atuendo. Su cabello, recogido en un peinado sofisticado, estaba adornado con pequeñas flores doradas.

Los asistentes se quedaron en silencio, admirando su belleza. La tensión en el aire era palpable, pero también lo era el amor que fluía entre ella y Harry. La reina Luna, sentada junto a su esposo, susurró a Rolf, sonriendo con dulzura.

-Se respira amor en el aire, ¿no lo sientes? -comentó Luna, mirando a los novios con una sonrisa emocionada.

-Es algo raro, pero sí -respondió Rolf, sonriendo de medio lado. No era común que sus amigos se casaran, sobre todo después de todo lo vivido, pero este momento le llenaba de una extraña alegría.

Daphne caminaba lentamente hacia el altar, su rostro sereno pero con una mirada llena de amor hacia Harry. Cada paso parecía pesar más que el anterior, pero su determinación de casarse con él la mantenía firme. Finalmente, llegó junto a él, y Harry, con un suspiro de alivio, la tomó de la mano, sus dedos entrelazándose.

Theodore, el sacerdote real, vestido con una túnica de lino blanco y una capa roja que indicaba su rango, se adelantó para oficiar la ceremonia. Su rostro estaba serio, pero también podía verse el brillo de la emoción en sus ojos. Sabía lo importante que era este momento para Harry y Daphne, y, a pesar de su actitud algo excéntrica y su tendencia a ser algo travieso, no podía evitar sentirse conmovido.

-Nos hemos reunido hoy, bajo el ojo de Dios y de nuestros compañeros, para unir en matrimonio a estos dos nobles -comenzó Theodore, con una voz firme pero cálida. Todos los presentes se callaron, escuchando atentamente. -Harry, Daphne, ¿están listos para sellar este pacto con la promesa de amor eterno, más allá de los desafíos que puedan enfrentar?

Ambos asintieron, sus miradas llenas de una certeza que solo se logra cuando dos almas se entienden completamente. Theodore continuó, sus manos levantando un antiguo libro de plegarias para recitar las palabras de la ceremonia.

La ceremonia fue breve pero cargada de simbolismo. La tensión en el aire era palpable, y mientras Theodore les entregaba los votos, Harry, nervioso, apenas podía escuchar lo que decía. Solo tenía ojos para Daphne, que le sonreía con una ternura que desarmaba cualquier miedo que pudiera tener.

Finalmente, el momento llegó.

-Por la autoridad que me ha sido otorgada por el rey Jacobo II, y en presencia de estos testigos, os declaro marido y mujer -dijo Theodore, sonriendo ampliamente. -Ahora, os otorgo el título nobiliario de Duques Potter, para que gobernéis juntos el Ducado Potter.

Harry y Daphne intercambiaron una mirada de sorpresa y gratitud, pero no dijeron nada. Sabían que este acto significaba mucho más que una simple ceremonia; era el principio de una nueva era para ellos, tanto personal como políticamente. Harry sentía la responsabilidad del título, pero prefería ignorarla, por ahora. Este era su día, el día de su boda.

El público estalló en aplausos, y una ola de emociones recorrió la sala. Draco, Hermione, el rey Rolf, y la reina Luna, entre otros, no pudieron evitar sonreír y aplaudir con entusiasmo. Era una victoria, no solo para los novios, sino para todos los presentes.

Harry miró a Daphne, sintiendo el peso del título sobre sus hombros, pero también una profunda paz al saber que, a su lado, tenía a la mujer con la que deseaba pasar el resto de su vida.

-Ahora sí, ya no hay marcha atrás -bromeó Harry, tomándola de la mano.

-No la quiero -respondió Daphne, sonriendo ampliamente-. Ya no quiero marcha atrás, Harry.

Y con esa promesa, sellaron su amor con un beso que resonó en los corazones de todos los presentes.

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