Habían terminado los días lunares Hermione, pero la incomodidad persistía. Draco notaba la distancia entre ellos y no podía soportar la idea de estar alejado de ella después de todo lo que habían avanzado en su relación. Una mañana, decidió enfrentar la situación.
-¿qué ocurre? -preguntó Draco con suavidad, mientras se sentaban juntos en el jardín del castillo-. No puedo soportar verte así de distante.
Ella suspiró, al principio negando con la cabeza.-No es nada, mi señor. No se preocupe.
Pero Draco no estaba dispuesto a dejarlo pasar.-Por favor, Hermione. Necesito saber qué te preocupa. No quiero que haya secretos entre nosotros.
Finalmente, Hermione cedió, aunque a regañadientes.-No quiero que vuelva a cuidarme cuando tenga "la visita" -confesó, evitando su mirada-. Cuando consigas una amante, me abandonarás y sufriré por acostumbrarme a esos cuidados.
Draco se quedó sorprendido por las palabras de su esposa. Tomó su mano con ternura y la miró a los ojos.
-Hermione, no tienes que preocuparte por eso. En lugar de suponer, ¿por qué no nos conocemos mejor? -sugirió-. Vamos a pasear por el pueblo por la tarde.
Hermione asintió, saldrían montando a caballo, una parte de ella se emocionó, realmente deseaba estar cerca a él, mas no deseaba parecer fácil o estar locamente enamorada de su esposo, simplemente quería tener un matrimonio tranquilo y para ello había que empezar a entrar en confianza.
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En la taberna del ducado, el ambiente estaba animado con el bullicio de los aldeanos disfrutando del desayuno. Un hombre alto y fornido, con ojos azules y cabello rojo, entró en la taberna. Su presencia no pasó desapercibida, y pronto se acercó a la barra, donde el tabernero limpiaba vasos.
-Buen día -dijo el forastero, con una voz profunda-. He oído hablar mucho del duque y la duquesa de este lugar. ¿Qué pueden decirme sobre ellos?
El tabernero, un hombre de mediana edad con una barba espesa, levantó la vista y sonrió.
-Ah, el duque y la duquesa... -comenzó, mientras servía una jarra de cerveza -. No se les ve mucho por aquí, pero cuando vienen, siempre hay algo de distancia entre ellos. El duque, bueno, es un hombre frío, especialmente con la duquesa Hermione.
El forastero frunció el ceño, interesado.-¿Y la duquesa? -preguntó-. ¿Cómo es ella?
-la duquesa Hermione es todo lo contrario -respondió el tabernero-. Es cálida y amable. Incluso da clases a las muchachas del pueblo para que aprendan a ser curanderas y puedan prepararse para el invierno. Es muy querida por todos aquí.
El forastero asintió, pensativo. Parecía que había más en la historia de lo que se veía a simple vista. Decidido a descubrir la verdad, se sentó en una mesa cercana, dispuesto a escuchar más sobre la intrigante pareja.
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Durante la tarde los duques se dirigieron a las afueras del castillo montando a caballo. Mientras cabalgaban por el pueblo, Draco aprovechó para hacerle preguntas.
-Cuéntame, ¿qué te gusta? ¿Cómo eras de niña?
Hermione sonrió, recordando su infancia.-Me gustaba entrenar con espadas junto a mi hermano Oliver. También aprendí a cocinar con mi madre. Ella decía que era lo primordial para ser una mujer de sociedad.
Draco se sorprendió.-¿Cocinar? Mi madre, Narcisa, solo sabía preparar una tarta de frambuesas, pero para mí era el paraíso. Aunque no pude disfrutarlo tanto, ya que empecé mi tiempo como caballero y fui al castillo de los Lupin a aprender del mejor caballero, Remus Lupin.
Hermione rió suavemente.-Parece que ambos tuvimos infancias interesantes. Me alegra que estemos compartiendo esto.
Draco sonrió, sintiendo que la distancia entre ellos comenzaba a desvanecerse.-Hermione, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase.
Hermione lo miró con ternura, continuaron su paseo por el pueblo, disfrutando de la compañía del otro y de la tranquilidad del lugar. A medida que cabalgaban, Draco notó cómo los aldeanos saludaban a Hermione con respeto y cariño, lo que le hizo sentir aún más orgullo por su esposa.
-Es evidente que eres muy querida aquí -comentó Draco, sonriendo.
Hermione asintió, agradecida.-Intento ayudar en lo que puedo. Enseñar a las muchachas a ser curanderas es algo que me apasiona. Quiero que estén preparadas para cualquier eventualidad, especialmente durante el invierno.
Él la miró con admiración. -Tu dedicación y bondad son inspiradoras. Elegí bien al pedirle a tu padre que fueras mi esposa.
Hermione se sonrojó ligeramente, aunque a su mente llegó el recuerdo de su hermana Astoria, tal vez ella hubiera sido mejor esposa, pero antes de que pudiera responder, un grupo de niños se acercó corriendo, riendo y jugando. Uno de ellos, una niña con trenzas, se detuvo frente a ella.
-¡Señora Hermione! -exclamó la niña-. ¿Nos contará otra historia hoy?
Hermione sonrió y se bajó del caballo para estar a la altura de la niña.-Claro, pero será más tarde. Ahora estoy paseando con el duque. ¿Está bien?
La niña asintió con entusiasmo y corrió de vuelta con sus amigos.
Draco también bajó de su caballo, hizo una seña a uno de los pobladores para que tomara la riendas de los caballos.
Ver a su esposa le hizo sentir una sensación cálida en su pecho -Tienes un don para conectar con los niños, Armand te ama como a una hermana mayor, siempre está hablando de ti cuando entrenamos. Esa calidez tuya la admiro mucho.
Hermione lo miró con ternura.-Gracias, esposo. Aunque atribuyo que es porque tengo un hermano pequeño, Teddy, lo extraño... No voy a negar que de alguna manera veo en Armand a mi hermano menor.
-No podría olvidar nunca a mi cuñado - Draco sonrió de manera traviesa - Se encargó de recalcar cuantas veces pudo que mi cabello rubio te encanta.
- Y tú tienes un don para hacerme sentir avergonzada - Hermione sintió sus mejillas arder, pero está vez no negó eso - No negaré que solía observarte en tus entrenamientos, pero era meramente didáctico, no tenía ningún interés en ti.
Draco tomó su mano y la llevó a sus labios, besándola suavemente.-repitelo hasta que te lo creas, mi dulce deseo.
Hermione sintió que su corazón brincaba de emoción. Juntos, continuaron su paseo, disfrutando de la simplicidad del momento y del fortalecimiento de su vínculo.
Un aldeano se acercó corriendo, visiblemente agitado.-¡Su excelencia, Hermione! -exclamó, respirando con dificultad-. ¡Necesitamos su ayuda! La esposa del herrero está de parto y algo no va bien.
Hermione asintió rápidamente, su expresión cambiando a una de determinación.
-Llévame con ella -dijo, tomando la mano de Draco por un momento antes de seguir al aldeano.
Draco la siguió, preocupado pero confiando en las habilidades de su esposa. Llegaron a la casa del herrero, donde se escuchaban los gritos de dolor de la mujer en labor. Hermione entró rápidamente, encontrando a la esposa del herrero en la cama, rodeada de mujeres del pueblo que intentaban ayudarla.
-Tranquila, estoy aquí para ayudarte -dijo Hermione con voz calmada, acercándose a la mujer-. Necesito que todas las demás salgan de la habitación, excepto una que me ayude.
Las mujeres obedecieron, dejando a Hermione y a una joven aprendiz de curandera con la parturienta. Hermione comenzó a examinar a la mujer, hablando en voz baja y reconfortante.
-Todo va a estar bien. Necesito que respires profundamente y sigas mis instrucciones.
Mientras tanto, Draco esperaba afuera, nervioso pero confiado en las habilidades de Hermione. Después de lo que pareció una eternidad, los gritos cesaron y fueron reemplazados por el llanto de un recién nacido. Hermione salió de la habitación, con una sonrisa cansada, pero satisfecha.
-Todo ha salido bien -anunció-. La madre y el bebé están sanos.
El herrero, con lágrimas en los ojos, abrazó a Hermione.-Gracias, su excelencia. No sé qué habríamos hecho sin usted. Como obsequio de gratitud le haré la mejor espada o daga, lo que usted desee.
Hermione sonrió, sintiendo una profunda satisfacción por haber podido ayudar.-Es un honor poder servir a la comunidad, no es necesario -respondió, volviendo junto a Draco.
Draco la miró con admiración y orgullo.-Eres increíble. No sé cómo lo haces.
-Mi madre fue una excelente maestra - admitió ella, no quería recibir tantos halagos cuando todo fue por las enseñanzas de Lady Nymphadora.
Mientras Draco y Hermione se disponían a regresar al castillo después de su paseo, Hermione notó a lo lejos a un hombre pelirrojo entre la multitud de aldeanos. Su corazón dio un vuelco al reconocerlo: Fred Weasley, su antiguo pretendiente cuando vivía en el castillo de su padre, Remus Lupin. Quiso acercarse y hablarle, pero Fred se alejó rápidamente, perdiéndose entre la gente.
Draco, que había observado la interacción desde la distancia, sintió una punzada de celos. Aunque no dijo nada en ese momento, la inquietud se apoderó de él. Al llegar al castillo, llamó a Harry.
-Quiero que investigues la identidad de ese forastero pelirrojo que vi en el pueblo -ordenó Draco con firmeza-. Quiero saber quién es y qué hace aquí.
Harry asintió y se marchó rápidamente para cumplir con la tarea. Draco se volvió hacia Hermione, intentando mantener la calma.
-¿Todo bien? -preguntó, tratando de sonar despreocupado.
Hermione asintió, aunque su mente seguía en Fred.
-Sí, solo me sorprendió ver a alguien conocido -respondió, sin entrar en detalles.
Draco la abrazó, sintiendo la necesidad de proteger lo que habían construido juntos.-No tienes que preocuparte por nada.
Hermione sonrió, agradecida por su apoyo, aunque una parte de ella seguía preguntándose por qué Fred había aparecido de repente y qué significaba su presencia. Era un Weasley, sería que su hermana iría al castillo a visitarla. Esperaba que no fuera así, que ella fuera visitarla solo traería problemas y que su esposo diera marcha atrás al ver a Astoria.
Estando en la soledad de su habitación se atrevió a recordar cuando aún era una adolescente casadera. cuando Fred Weasley le enseñaba a cabalgar. Siempre había una chaperona presente, asegurándose de que todo fuera apropiado, pero eso no impedía que Fred y Hermione disfrutaran de esos momentos juntos.
Una tarde soleada, Fred llevó a Hermione a los establos, donde una yegua blanca llamada Estrella los esperaba. Fred, con su sonrisa característica, ayudó a Hermione a montar.
-No te preocupes, mi lady Hermione. Estrella es muy dócil y te encantará cabalgar con ella -dijo Fred, guiándola con paciencia.
Hermione, un poco nerviosa al principio, pronto se sintió más cómoda gracias a las palabras tranquilizadoras de Fred. Mientras cabalgaban por los campos alrededor del castillo, Fred le contaba historias divertidas y anécdotas de su familia, haciendo que Hermione riera y se relajara.
-¿Sabes? -dijo Fred en un momento, mirando a Hermione con una expresión suave-. Siempre he pensado que eres increíblemente valiente y talentosa. Me alegra poder compartir estos momentos contigo.
Hermione sonrió, sintiendo un calor en su pecho.-Gracias, Fred. Eres un gran amigo. Siempre me haces sentir especial.
Fred, aunque un tanto enamorado, sabía que Hermione lo veía como un amigo cercano. Aun así, valoraba cada momento que pasaban juntos y se esforzaba por hacerla feliz.
En otra ocasión, mientras cabalgaban por un sendero bordeado de árboles, Fred le enseñó a Hermione cómo guiar a Estrella con más confianza.
-Solo tienes que confiar en ti misma y en Estrella. Ella te seguirá -dijo Fred, montando a su lado.
Hermione siguió sus instrucciones y pronto se sintió más segura, disfrutando de la libertad que sentía al cabalgar.
-¡Lo estoy logrando, Fred! -exclamó Hermione, riendo de alegría.
Fred la miró con orgullo.-Sabía que podrías hacerlo. Eres increíble.
Esos recuerdos dulces y amistosos siempre ocuparían un lugar especial en el corazón de Hermione, aunque sabía que su destino estaba junto a Draco. Fred había sido una parte importante de su pasado, pero ahora era la duquesa Malfoy.
Armand ingresó corriendo a su habitación, la había extrañado durante toda la tarde y quería que le contara lo que vivió En el pueblo mientas jugaban junto a la chimenea de la habitación.
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Días más tarde, Draco estaba en su estudio cuando Harry entró, con una expresión seria, pero con un brillo travieso en los ojos.
-Su excelencia, Draco, he averiguado quién es el forastero -dijo, entregándole un pergamino con la información.
Draco lo leyó rápidamente, frunciendo el ceño.-Frederick Weasley... -murmuró-. Recuerdo algo de él. Era el pelirrojo pecoso que gustaba de hacer bromas junto a su gemelo.
Harry soltó una risa suave, disfrutando de la situación.-Sí, también sé que Fred siempre estaba detrás de tu esposa. Algunas criadas me comentaban que ellos se casarían algún día, aunque ella nunca lo notó con esas intenciones.
Draco levantó la vista, sorprendido.-¿De verdad? Nunca me di cuenta de eso en el castillo Lupin.
Harry asintió, con una sonrisa nostálgica.-Cuando estábamos en el ducado Lupin, oí a las criadas decir que su excelencia, Remus, eligió a Fred como esposo para su hija. Pero antes de que llegáramos, los Weasley escaparon con tu gran amor Astoria. Tal vez Fred considera que le robaste a Hermione, por eso vino a buscarla.
Draco sintió una punzada de celos y apretó los puños.-Lo único que Fred encontrará es el filo de mi espada si osa intentar llevarse a mi esposa -dijo con determinación.
Harry puso una mano en el hombro de Draco, tratando de calmarlo.-Draco, no has negado que Astoria sea tu amada...
Él respiró hondo, tratando de calmarse.-Astoria no es mi gran amor. Mi padre quería que fuera su nuera, yo solo me convencí de que la amaba. Los hijos que ella tendría serían excelentes caballeros... Mi padre me veía como si yo fuera un caballo que debía cruzar con una yegua fina...
Harry rió un poco.-No metas al viejo Lucius. Bien sabes que te encaprichaste con Astoria porque ella dijo que nunca miraría a un Malfoy apestoso
Draco rodó los ojos.-Este apestoso Malfoy lo pensó mejor y eligió a Hermione, que es mil veces más inteligente que su descerebrada hermana. Recuerdo cuando la veía tras un día de entrenamiento, Astoria solo atinaba a decirme que tendríamos hijos y hablaba de manera extraña... Debí saber que elegí mal. ¡Dios, yo era un niño idiota!
Harry siguió riendo y, cuando se calmó un poco, añadió:-Ahora eres un adulto idiota que no se da cuenta de que está enamorado de su esposa.
Draco lo miró ofendido, pero en el fondo sabía que Harry tenía razón, aunque eso no lo iba a admitir.
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