06| Emociones

El solárium del castillo estaba bañado por la luz del sol de la tarde, creando un ambiente cálido y acogedor. Draco y Harry estaban de pie junto a una ventana, observando el patio donde Hermione instruía a las sirvientas en el arte de la curación. Hermione, con su vestido azul ondeando suavemente en la brisa, señalaba diferentes plantas y explicaba sus usos medicinales. Incluso el viejo Kreacher estaba atento, tomando notas mentales sobre las hierbas que servían para disminuir dolores físicos.

Draco frunció el ceño, su frustración evidente-No lo entiendo, Harry. Hermione presta atención a todos, pero pasa de mí. -Draco renegaba de su situación, sintiéndose cada vez más aislado.

Harry, con una expresión de incredulidad, respondió:-Draco, tú mismo la elegiste como esposa para que cuidara de tu hermano. ¿Por qué te sorprende que esté tan dedicada a él?

Draco protestó, su voz cargada de resentimiento.-El deber de mi esposa es estar atenta a mí, pero ni siquiera hace el intento por llamar mi atención o cuidarme.

Harry se indignó, sus ojos brillando con furia.
-Eres realmente tonto, Draco. Quieres la atención de tu esposa en vano. Ella está haciendo exactamente lo que le pediste, y tú la rechazas constantemente. ¿Qué esperas que haga?

Draco suspiró, sintiéndose perdido. -Creo que ya perdí el juicio, Harry.

Harry asintió, su voz más suave pero firme.
-Te creo, porque la lastimas con esas actitudes. Hablas con Kreacher sobre el castillo y no con ella, que es la duquesa. ¿No ves cómo eso la afecta?

Draco negó con la cabeza, sintiéndose atacado.-Exageras, Harry.

Harry se dispuso a contarle los rumores que circulaban por el castillo.-Dicen que la regresarás a la familia Lupin, que no la amas y que solo es una fachada para ti porque sigues enamorado de tu anterior prometida.

Draco negó vehementemente, su voz llena de indignación.-¡Eso son disparates! No hay nada de cierto en esos rumores.

Harry lo miró con seriedad. -Agradece que Hermione trata de mantenerse lo más alejada de ti por tu rechazo. Ella merece más que eso.

Draco se enojó, su voz subiendo de tono. -Hablas así porque tienes interés en Hermione.

Harry se defendió, su voz firme.

-No es cierto. Tengo a una dama en mi corazón. Pero tú no quieres escuchar.

Draco hizo oídos sordos a las palabras de Harry, su mente llena de confusión y celos. Mientras tanto, en el patio, Hermione continuaba con su lección, ajena a la tormenta emocional que se desataba en el solárium.

Desde su rincón en el patio, Kreacher observaba con atención a la duquesa mientras instruía a las sirvientas en el arte de la curación. El viejo hombre, con su rostro arrugado y sus ojos penetrantes, tomaba nota mental de cada planta y sus usos medicinales. Aunque su lealtad siempre había sido hacia la familia Malfoy, no podía evitar sentir una creciente admiración por la nueva duquesa. Su anterior señora no era tan diestra con la curación y no tenía ningún interés por enseñar a nadie, solo pasaba el tiempo leyendo y bordando.

Kreacher había visto muchas cosas en su larga vida, pero la dedicación y el conocimiento de su excelencia, hermione, eran algo que no había presenciado en mucho tiempo. Ella no solo se preocupaba por las plantas y las hierbas, sino también por las personas a su alrededor. Su paciencia y amabilidad eran evidentes en cada palabra y gesto.

Mientras Hermione explicaba cómo regar las plantas y utilizar las hierbas para disminuir dolores físicos, Kreacher notó la presencia de Draco y Harry en el solárium. Podía escuchar fragmentos de su conversación, y aunque no era su lugar intervenir, no pudo evitar sentir una punzada de preocupación por su joven amo.

-El joven amo Draco está perdido -pensó Kreacher para sí mismo-. No ve lo que tiene delante de sus ojos. El plan de Sir Harry, va viento en popa, pero es muy lento para ceder.

Kreacher sabía que los rumores en el castillo eran solo eso: rumores. Había escuchado a los sirvientes murmurar sobre la relación entre Draco y Hermione, y aunque algunos decían que el duque no amaba a su esposa, Kreacher sabía que la verdad era más complicada. Últimamente lo había notado sufriendo por no estar cerca de su esposa, por verla en compañía de su hermano menor, incluso podría jurar que deseaba intercambiar lugares con el pequeño.

-La joven duquesa es fuerte y sabia -reflexionó Kreacher-. Pero incluso ella necesita apoyo y comprensión con el cabeza hueva de mi señor.

Cuando Draco y Harry comenzaron a discutir, Kreacher sintió una mezcla de tristeza y frustración. Sabía que Draco estaba luchando con sus propios demonios, pero también veía cómo sus acciones afectaban a Hermione.

-El joven amo debe abrir los ojos y ver el valor de su esposa -pensó Kreacher-. Solo entonces podrá encontrar la paz que busca. Necesitamos invitados pronto, esos invitados encimosos seguro que están a medio camino, los Krum ayudarán a que mi amo abra un poco su mente.

Mientras la tarde avanzaba y Hermione continuaba con su lección, Kreacher decidió que haría todo lo posible para apoyar a la duquesa. Sabía que su lealtad a la familia Malfoy incluía proteger y cuidar a todos sus miembros, y eso significaba ayudar a Draco a ver la verdad.

-Quizás, con el tiempo, mi señor entenderá -se dijo Kreacher-. Hasta entonces, haré lo que pueda para mantener la armonía en este castillo.

Con esa resolución, Kreacher se acercó a Hermione, dispuesto a aprender más sobre las hierbas y cómo podían ayudar a aliviar el dolor. Sabía que cada pequeño gesto contaba, y estaba decidido a hacer su parte.

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El sol de la mañana iluminaba el patio de entrenamiento del castillo, donde Draco estaba enseñando a Armand el arte de la espada. El sonido de las espadas de práctica chocando llenaba el aire, acompañado por las instrucciones firmes de Draco.

-Mantén la guardia alta, Armand. No bajes la espada hasta que estés seguro de que tu oponente está desarmado -dijo Draco, demostrando un movimiento con precisión.

Armand, con una expresión de concentración, intentaba imitar los movimientos de su hermano mayor. Kreacher, observando desde un lado, estaba listo para ayudar en lo que fuera necesario.

Después de un rato, Armand hizo una pausa y miró a Draco con curiosidad.

-Hermano, ¿por qué no duermes en la misma habitación que Hermione? -preguntó el niño, su voz llena de inocencia-. Mi nana me dijo que las parejas casadas duermen juntas, pero yo no los he visto compartir habitación.

Draco se sintió incómodo ante la pregunta inesperada. No sabía cómo responder sin revelar demasiado de sus propios sentimientos y conflictos internos. Antes de que pudiera decir algo, Kreacher intervino con una voz calmada y sabia.

-La joven duquesa es muy tímida, joven amo Armand -dijo Kreacher-. Y su excelencia, Draco, no quiere incomodarla. Pero no te preocupes, antes de que llegue el invierno, los verás compartir habitación.

Draco miró a Kreacher, sorprendido por su respuesta, pero no tuvo más remedio que asentir. En el fondo, sabía que deseaba que eso fuera cierto.

-Sí, Kreacher tiene razón -dijo Draco, tratando de sonar convincente-. Hermione y yo solo necesitamos un poco de tiempo.

Armand asintió, satisfecho con la explicación, y volvió a concentrarse en su entrenamiento.-Está bien, Draco. ¿Podemos seguir practicando?

Draco sonrió y levantó su espada de práctica.

-Por supuesto, Armand. Vamos a seguir.

Mientras continuaban con el entrenamiento, Draco no podía dejar de pensar en las palabras de Kreacher. La idea de compartir una habitación con Hermione no solo era un deseo oculto, sino también una esperanza de que su relación pudiera mejorar y fortalecerse con el tiempo.

Kreacher, observando la escena, se sintió satisfecho. Sabía que había plantado una semilla de esperanza en el corazón de Draco, y esperaba que con el tiempo, esa semilla floreciera en algo hermoso y duradero.
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Temprano por la mañana, el sol apenas comenzaba a asomarse sobre el horizonte, bañando el castillo con una luz dorada. Las torres de piedra se alzaban majestuosas contra el cielo, y el aire fresco de la mañana traía consigo el aroma de los jardines y el sonido de los pájaros cantando. En una de las torres, Harry y Draco discutían acaloradamente.

-No entiendo qué pasa por tu cabeza, Draco -dijo Harry, exasperado, mientras el eco de sus voces resonaba en los pasillos de piedra-. Hace unos días me decías que querías la atención de Hermione, y ahora dices que es mejor mantener tu distancia.

Draco lo miró con frialdad, sus ojos grises reflejando la luz del amanecer.-No es relevante para mí, Harry. Si me acerco lo arruinare, es mejor que seamos esposos de esta manera.

Harry frunció el ceño, su paciencia agotándose.-Tienes que tratar a Hermione con delicadeza o ella se irá. O peor aún, conseguirá un amante que la haga sentir mujer.

Draco se enojó, sus ojos brillando con furia.-¡Eso es lo que esperas, Harry! ¡Para meterte en la cama de mi esposa!

Harry se indignó aún más, su voz subiendo de tono.-¡No, Draco! Yo ya tengo a mi mujer. Voy a verla ahora mismo.

Draco gritó mientras Harry se alejaba.-¡No te creo! ¡Te daré una paliza si osas mirarla con deseo!

Más tarde, Draco ingresó al gran salón, donde encontró a Hermione dando órdenes a diestra y siniestra sobre la recolección de hierbas medicinales para pasar el invierno y prevenir cualquier epidemia. El gran salón, con sus altos techos abovedados y sus paredes adornadas con tapices antiguos, estaba lleno de actividad. Los sirvientes se movían rápidamente, siguiendo las instrucciones de Hermione.

-¿Quiénes te acompañarán? -preguntó Draco, tratando de mantener la calma mientras observaba el ajetreo a su alrededor.

Hermione levantó la vista, sorprendida por su tono.

-Daphne, Armand y Harry -respondió con naturalidad, su voz firme y segura.

Draco sintió una oleada de celos y miró a Harry con odio. Desde su perspectiva, ese coqueto intentaba acercarse a su esposa, aunque no sabía que Harry estaba enamorado de Daphne y eran pareja.

-Tengo cosas que hacer -dijo Draco con frialdad, y se retiró del salón, sus pasos resonando en el suelo de piedra.

Hermione, sintiendo que había hecho algo mal, lo alcanzó rápidamente en uno de los pasillos del castillo, donde las antorchas iluminaban las paredes de piedra con una luz cálida.

-Draco, lo siento si di órdenes a los sirvientes sin pedir permiso para salir a las afueras de los muros del palacio.

Draco se giró, su voz llena de frustración. -¡No tiene importancia y no es tu asunto, puedes hacer lo que te plazca!

Hermione se asustó y se retiró con pasos rápidos, sus zapatos resonando en el suelo de piedra. Draco trató de alcanzarla, pero no lo logró. Se quedó allí, sintiéndose culpable por haber alzado la voz. Porque el hecho de imaginarla en los brazos de Harry le hizo sentir como si tuviera un nido de avispas en el pecho.

Más tarde, en el patio de entrenamiento, Harry lo confrontó mientras los caballeros practicaban con sus espadas.

-Hiciste llorar a Hermione, Draco. ¿Qué demonios te pasa?

Draco bajó la mirada, sintiendo el peso de su culpa.-No quería... no quería hacerle daño.

Harry lo miró con severidad, el sonido de las espadas chocando llenando el aire.

-Entonces empieza a tratarla como se merece. O la perderás para siempre.

Draco asintió lentamente, sabiendo que Harry tenía razón. Tenía que encontrar una manera de enmendar sus errores. Sabía que debía disculparse con Hermione y tratar de enmendar sus errores. Justo cuando estaba a punto de ir a buscarla, Dobby se acercó corriendo, su expresión llena de urgencia.

-¡Amo Draco! -exclamó Dobby, jadeando-. El conde Viktor Krum y su hermana, Lady Pansy Krum, están en la entrada del castillo. Han venido a visitarlo.

Draco frunció el ceño, sintiendo una mezcla de frustración y resignación. -¿Qué hacen aquí? -murmuró, más para sí mismo que para Dobby.

Harry rodó los ojos. -Esos dos solo traen problemas, especialmente Pansy. Está obsesionada contigo y siempre está buscando una oportunidad para convertirse en la señora Malfoy.

Draco suspiró, sabiendo que Harry tenía razón. Pansy nunca dejaba de enviar cartas y heraldos al campo de batalla, y Viktor siempre hablaba de cómo le gustaría que Draco fuera su cuñado. La sola idea de Hermione siendo rodeada por esas personas le causaba una profunda inquietud.

-No podemos echarlos, Draco -advirtió Harry, casi leyendo los pensamientos de su amigo-. Por más que queramos, debemos recibirlos.

Draco asintió con resignación. -Lo sé, Harry. Pero con ellos aquí, estaré aún más alejado de mi esposa - Se volvió hacia Dobby y le ordenó: -Prepara las habitaciones y las comodidades para ellos, además de una cena de bienvenida.

Dobby asintió rápidamente, pero antes de salir, añadió: -Su excelencia, Hermione ya ha dispuesto y dado esas órdenes, amo Draco.

Draco se quedó en silencio por un momento, sorprendido por la eficiencia de Hermione.
Harry aprovechó la oportunidad para hablar.-realmente debes apreciarla. Hace un excelente trabajo como señora del castillo. Deberías consultarle sobre este tipo de situaciones y no asumir que es una invitada más. Ella es tu esposa.

Él asintió lentamente, sintiendo una mezcla de admiración y culpa. -Tienes razón. He sido un tonto al no valorarla como se merece.

Harry sonrió ligeramente. -Entonces empieza a demostrarlo. Habla con ella y hazle saber cuánto aprecias todo lo que hace.

Draco se levantó, decidido a encontrar a Hermione y disculparse. Sabía que el camino por delante no sería fácil.

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Me encanta la historia que no podía dejar de escribir, espero les guste... Ese Draco tan indeciso, uy la llegada de los krum será todo un trajín para ellos.

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