05| Duquesa
Harry, rodeado por los siervos de confianza en las cocinas del castillo Malfoy, escuchaba sus opiniones y preocupaciones. Kreacher, Daphne y Dobby compartían sus puntos de vista sobre la relación entre Draco y Hermione. El ambiente estaba cargado de expectación y secretos.
-Su excelencia trata a su esposa como si fuera una conocida -comentó Kreacher, ofendido por la aparente frialdad de Draco hacia Hermione.
-Ella no puede dejarlo. Su apellido y el honor de su familia están en riesgo -añadió Harry, con un tono de molestia.
-Una mujer en su posición no puede divorciarse. Incluso si lograra casarse, su reputación sería manchada de por vida -afirmó Daphne, con firmeza.
-Pobrecita de su excelencia. Está atada a nuestro duque, que es tan cariñoso como un montón de espinas -agregó Dobby, con lágrimas en los ojos.
-Exactamente, por eso necesito la ayuda de todos ustedes para que ese mentecato- Harry usó un tono de voz firme - el duque tiene que ver a la hermosa y maravillosa mujer que trajo de tierras lejanas para ser su esposa.
-Es obvio que a ella está encandilada con él- Daphne se mostró analítica - Tal vez sea porque llegaron a consumar el matrimonio a medio camino.
Harry contuvo una carcajada. No podía revelar que Draco había sido golpeado con el laúd por tocar la pierna de su esposa. Eso sería la ruina para su reputación.
-Aun así, se necesita mucho más que eso para que el duque reaccione a la belleza de su esposa. Draco solo la ve como una madre sustituta para Armand. Por eso pidió que le fuera entregada en lugar de la hermana mayor -evitó mencionar el nombre de la nueva Lady Weasley-. De lo contrario, enviaría una petición al rey para anular el matrimonio. Para evitar problemas políticos, Su Excelencia Hermione se ofreció como prometida sustituta.
Los siervos quedaron mudos ante tales palabras. Daphne, preocupada, miró a Harry, cuyos ojos ardían con determinación.
-Sir Harry, tenemos que hacer un trabajo sutil para que nuestro duque tome en cuenta a su esposa. Sospecho que no será fácil -dijo Daphne, notando el rubor en sus propias mejillas por la intensa mirada que le dirigía Harry, parecía estar detallando cada parte de su cuerpo bajo el vestido de criada que traía.
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La habitación asignada a Hermione en el castillo de piedra del ducado era un sueño hecho realidad. Las pared de piedra rugosa, en la pared había cinco espadas, sus hojas brillando a la luz de las velas. Un clavicémbalo ocupaba un rincón, sus teclas de marfil esperando ser tocadas. La cama, tan amplia y mullida, estaba cubierta con sábanas de seda azul, y las cortinas de terciopelo rojo oscuro añadían un toque de elegancia.
Hermione admiró cada detalle con asombro. La puerta que conectaba su habitación con la de Draco era un misterio intrigante. Sería para consumar el matrimonio ñ. ¿Qué secretos guardaba? ¿Qué conversaciones o encuentros tendrían a través de ella?
-Hermione, ¿te gusta la habitación? - Pregunto Armand encandilado con ella - ¿sabes tocar el clavicémbalo?
- Te enseñaré a su tiempo - le sonrió con ternura al verlo rondar la había habitación con curiosidad. - aprenderemos hasta sobre las hierbas curativas.
-Quiero ser un gran caballero como el duque de Lupin, dicen que le enseñó a mi hermano, por eso ganaron la batalla - Armand atizó el fuego de la chimenea de la habitación.
-Oh, sí, El duque Remus Lupin es mi padre y yo sé blandir la espada, cuando sepas leer bien te enseñaré a combatir - fue dulce con él.
El niño estaba tan emocionada que la nana tuvo que pedirle que se quedara quieto o terminaría por poner la habitación patas arriba.
Daphne, la criada designada para asistirla ingresó -Su excelencia, Hermione, permítame ayudarla a relajarse después del largo viaje. ¿Desea tomar un baño caliente?
Hermione asintió agradecida. Armand y su nana se retiraron en cuanto Los criados entraron cargando una tinaja de y baldes de agua caliente y fría. Las esencias y aceites perfumados llenaron el aire mientras preparaban el baño.
Daphne continuó:-Seré su criada y dama personal. El Duque ordenó que la asistiera en su arreglo personal cada día. Espero que esté de acuerdo.
Hermione sonrió.-Agradezco su ayuda, Daphne.
-Esta noche habrá una cena celebraremos la llegada del Duque, y que usted es su esposa.
Hermione asintió y Daphne comenzó a ayudar a Hermione a desvestirse para asearse para la cena.
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La cena en el castillo Malfoy era un evento majestuoso. La gran mesa de roble estaba cubierta con un mantel de encaje blanco, y los candelabros de plata brillaban con la luz de las velas. Los sirvientes, vestidos impecablemente, se movían con gracia, sirviendo platos exquisitos y llenando las copas de vino.
Draco, sentado en el extremo de la mesa, observaba a los invitados con su característica seriedad. A su lado, Hermione, la nueva Duquesa, parecía un poco abrumada por la opulencia del lugar. Su vestido de seda roja resaltaba su belleza, y su cabello castaño caía en ondas suaves sobre sus hombros.
Armand, el hermano menor de Draco, estaba encantado. Sentado frente a Hermione. Sus ojos brillaban por la espada que colgaba de la pared, y Hermione prometió enseñarle a blandirla algún día.
Los murmullos de los invitados llenaban la sala. Algunos comentaban sobre la belleza de la nueva Duquesa, mientras otros especulaban sobre la relación entre Draco y Hermione. Pero todos coincidían en que Armand había encontrado en ella una amiga y confidente.
Armand se esforzaba por comportarse como un caballero. Su sonrisa iluminaba la habitación mientras intentaba imitar los modales de los adultos.
-Lady Hermione, ¿puedo ofrecerle más vino? -preguntó Armand, llenando su copa con torpeza.
Hermione sonrió, aceptando el gesto con gratitud.
Draco, sorprendido por la rápida cercanía entre su hermano y Hermione, no pudo evitar preguntarle en voz baja:-¿Cómo lograste ganarte a Armand tan rápido?
Hermione le sonrió, su mirada llena de complicidad.-Prometí contarle historias del Rey Arturo. Parece que eso lo ha conquistado.
Draco arqueó una ceja, admirando la determinación de su esposa. -¿Historias del Rey Arturo? ¿Y espadas? No te imagino blandiendo una espada, tal vez si una daga, Hermione.
Ella se inclinó hacia él, susurrando al oído: -Recuerda que hasta un laúd puede ser un arma para defenderse. Y no te preocupes por lo ocurrido en el viaje. A veces, los golpes son necesarios para despertar a un hombre de la borrachera.
Draco se quedó sin palabras ante la descarada respuesta.
Hermione asintió con seriedad. -Espero que te comportes bien cuando tengamos que engendrar al nuevo Duque Malfoy.
Draco, atónito, no supo si reír o ruborizarse. Ni siquiera contempló la idea de tener un hijo, aunque viendo a la hermosa mujer que tenía delante más de un hombre podría decir que tenia caderas fuertes para tener una docena de hijos y ni siquiera podría esperar para consumar el matrimonio, pero él tenía que pensar con la mente clara y no con el calor que sentía con solo verla y escucharla así de firme. Incluso cuando fue golpeado con el Laud sintió algo extraño en él, una extraña pasión se prendió en su pecho. El recuerdo la de la pierna femenina tan suave bajo sus dedos le hacia temblar.
La cena continuó, pero su mente estaba en otro lugar. Hermione había demostrado ser una mujer de sorpresas, y él solo podía actuar con serenidad para no caer en tentación.
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La habitación de Armand estaba iluminada por la luz suave de una lámpara de aceite. Hermione estaba sentada en el borde de la cama, con un libro en las manos. Armand, acurrucado bajo las mantas, escuchaba con atención.
-Y así, el valiente caballero rescató a la princesa del dragón -narraba Hermione con voz suave, sus palabras llenando la habitación de magia.
Armand bostezó y se acurrucó más.
-Gracias, Hermione. Buenas noches.
Draco, desde la puerta entreabierta, observaba la escena con una mezcla de ternura y celos. La conexión entre Hermione y Armand era innegable.
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En la penumbra de la alcoba, Hermione Malfoy despertó sola en su cama de dosel. El sol se filtraba a través de las pesadas cortinas, pintando rayos dorados sobre las sábanas de lino. Había esperado, con el corazón acelerado, que su esposo, Draco Malfoy, cruzara la puerta durante la noche. Pero las horas habían pasado en silencio, y la consumación no había ocurrido.
Suspiró, resignada. Este matrimonio no era un cuento de hadas, sino una alianza estratégica entre dos familias poderosas. No había lugar para el amor apasionado en sus corazones, solo deber y conveniencia. Sin embargo, no podía olvidar su deber, era cuidar del pequeño Armand y de su esposo.
Hermione se levantó, ajustando su camisón de seda, y se asomó a la ventana. El castillo se alzaba majestuoso, sus torres y almenas testigos mudos de su destino. A lo lejos vio a los niños del pueblo correr, el ducado cobraba vida lentamente y ella debía de ir a presentarse como la nueva señora, era la nueva duquesa.
Tomó uno de los candados de su baúl y se dirigió a la puerta secreta que conectaba su habitación con la de Draco. Antes de que La cerradura hiciera clic, y la puerta quedará sellada Y de que irremediablemente ni hubiese visitas nocturnas, ni miradas furtivas, ni pasiones desatada.
Pero cuando estaba a punto de cerrarla y negarse a los deberes maritales la puerta se abrió. Frente a ella, con el cabello rubio despeinado y los ojos grises aún adormilados, estaba Draco. Su mirada recorrió el camisón de Hermione, casi transparente a la luz del día, y tragó en seco.
-Lo siento- murmuró, incómodo. - No vine anoche.. Yo siento que te debía una explicación, aunque ya lo hablamos..
Hermione asintió, sin perder la compostura. - aunque desees hacerlo ahora estoy ocupada. Tengo deberes en el castillo y el pequeño Armand requieren mi atención
Draco pareció luchar contra algo invisible. La tensión flotaba en el aire. La consumación no estaba en sus planes, pero la cercanía de Hermione lo tentaba. La camisola ceñida a su figura, la curva de su cuello, la promesa de secretos compartidos.- Eres hermosa y yo... No puedo, Nuestro matrimio es un pacto que..
Ella sonrió para luego interrumpir. - No te preocupes, Draco. No he olvidado el motivo por el qué le pediste a mi padre que fuera tu esposa. Hay mucho por hacer en este castillo y debo arreglarme pronto. No olvides que tenemos que ir a presentarme, aunque si estas ocupado iré con Harry...
Lo condujo hacia la puerta, y él la siguió, aún turbado por la frialdad con la que lo trataba y se atrevía a mencionar a Harry, el mujeriego de su amigo no merecía la atención de su esposa. Estaba olvidando que lo designó como guardia personal de su esposa.
Hermione cerró la puerta tras darle un leve empujón a su esposo para sacarlo, se dijo a sí misma que si Draco continuaba mirándola de esa manera, es decir, con hambre y deseo, un minuto más, se hubiera derretido como la cera de las velas.
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La lucha interna de Draco se intensificaba mientras Hermione lo conducía fuera de la habitación. La cercanía de su esposa, la suavidad de su piel a través del camisón, despertaba deseos que había jurado reprimir. ¿Qué secretos guardaba ella bajo el velo? ¿Qué misterios ocultaba su mirada? ¿Cómo sería su voz en medio de los gemidos, si alguna vez se atrevían a cruzar esa línea?
El matrimonio era un pacto, una alianza estratégica entre dos familias. Pero en ese instante, Draco se preguntó si había algo más entre ellos, algo que trascendiera las frías alianzas políticas y los deberes familiares. ¿Podría haber espacio para la pasión, aunque fuera en la penumbra de sus alcobas?
Se quedó pegado a la puerta que Hermione cerró tras él. Era mejor así, pensó. Si él la cerraba por dentro, evitaría tentaciones peligrosas. Más tarde le pediría a Kreacher que pusiera una trancar de madera, Pero su corazón seguía enredado en hilos invisibles, atrapado entre el deber y el deseo. Cierta parte de su cuerpo pedía a gritos ceder al deseo y su mente decía que no, era una lucha interna y externa.
Una vez pasada dicha emoción, Draco recordó su deber como esposo. Debía arreglarse para presentar a Hermione ante sus súbditos. Harry, siempre tan impaciente, seguramente ya estaría organizando una recepción en su honor. Draco sintió cierto fastidio ante la idea, pero no podía posponerlo más. Ajustándose la capa y la espada, salió de su habitación, dejando atrás la puerta cerrada y los secretos que aguardaban al otro lado. El castillo, con sus piedras centenarias y sus pasillos oscuros, parecía observarlo con ojos juiciosos y silenciosos. Y Draco, con la imagen de Hermione grabada en su mente, se preparó para enfrentar su nuevo papel como esposo y duque.
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La penumbra de los pasillos del castillo envolvía a su excelencia, Lady Hermione mientras avanzaba hacia la cocina. El suelo de piedra crujía bajo sus pies, y el eco de sus pasos parecía llevar consigo los secretos y las tensiones que sintió tras despertar. Pero algo más flotaba en el aire: una discusión, palabras susurradas con urgencia y dolor.
Al doblar una esquina, Hermione se detuvo. Allí, junto a la puerta de la cocina, se encontraban Harry y una voz femenina. La reconocía: Daphne Green grass, una de las criadas del castillo y su dama personal. Pero lo que escuchó la dejó perpleja.
-No estabas cuando desperté- acusaba Harry, su voz cargada de frustración. -Huiste de mí, y eso no pienso tolerarlo
Daphne respondió, su tono firme pero apenado: -Hay mucho trabajo en el castillo, Harry. No podía quedarme
El joven caballero no estaba dispuesto a aceptar excusas. -No mientas. No deseas que sepan de nosotros. He estado anhelando este momento por años, y tú huyes de mí.
Daphne se defendió: -Soy solo una criada. No puedo quedarme en la cama
La tensión entre ellos era palpable. Harry parecía atrapado entre la molestia y el dolor. -Si mañana se repite esto-, advirtió, -no seré más tu pareja. No te buscaré, y mucho menos te hablaré. Daphne, no pediré nada de ti.
Pero ella, con voz temblorosa, confesó: -Te amo, Harry.
El joven no cedió. -Quédate mañana conmigo, y sabré que es cierto
Hermione, testigo involuntario de aquella escena, sintió un nudo en la garganta. ¿Qué historia ocultaba Daphne? ¿Qué pasiones y secretos se escondían tras las paredes del castillo?
Los pasos de Harry y Daphne se alejaron, y Hermione, aún aturdida, buscó refugio. Abrió una de las puertas más cercanas y se encontró en un almacén. Sacos de granos y cereales se apilaban en las sombras. Se sintió segura allí, lejos de las emociones a flor de piel.
Cuando salió, volviendo hacia la cocina, encontró a Daphne pelando patatas. La criada levantó la mirada, y en sus ojos tristes, Hermione creyó ver un reflejo de su propio desconcierto.
-Su excelencia, yo... Eh... Tenga una buena mañana - se apresuró a hablar - hay mucho por hacer hoy, Kreacher está organizando su presentación al pueblo.
Antes de que Hermione pudiese decir algo, apareció Armand, así que se le ocurrió enseñarle a cocinar.
La cocina del castillo estaba llena de actividad. El aroma de hierbas frescas y pan recién horneado llenaba el aire. Hermione y Armand estaban en una mesa de trabajo, rodeados de ingredientes. Hermione le mostraba a Armand cómo amasar la masa para el pan.
-Así, Armand. Usa tus manos para mezclar bien -dijo Hermione con paciencia, sus manos guiando las de Armand.
Armand seguía sus instrucciones con entusiasmo.
-¡Mira, Hermione! ¡Lo estoy haciendo!
Draco, desde la puerta, observaba en silencio. La dedicación de Hermione hacia Armand le hacía sentir una mezcla de orgullo y emoción. La cocina, normalmente un lugar de trabajo, se había convertido en un espacio de aprendizaje y amor.
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Draco, acompañado por Harry, el pequeño Armand, Daphne, se dirigió al pueblo montando cada uno en un caballo. La misión del día era presentar a Hermione como la nueva duquesa. El aire estaba cargado de expectación y murmullos mientras la comitiva avanzaba por las calles adoquinadas.
Al llegar a la plaza central donde había pequeños adornos y un festín para la celebración, Draco se volvió hacia Hermione, quien lucía radiante en su vestido azul. Con un gesto solemne, tomó una capa negra adornada con el emblema de la casa Malfoy y la colocó sobre los hombros de Hermione. El pueblo estalló en aplausos, y los gritos de júbilo resonaron en el aire.
-¡Queremos ver una muestra de afecto!- gritó alguien desde la multitud, seguido por un coro de voces que repetían la petición.
Hermione, sorprendida, miró a Draco con los ojos muy abiertos. Sin embargo, él , con una sonrisa apenas perceptible, se inclinó y depositó un beso suave en la frente de Hermione.
Él sintió una mezcla de alivio y confusión después de besar a Hermione en la frente. El gesto, aunque pequeño, había sido un paso significativo para él. No estaba acostumbrado a mostrar afecto en público, y menos aún a alguien con quien tenía una relación tan compleja.
Mientras el pueblo aplaudía y las damas sonreían, Draco notó una calidez inesperada en su pecho. Había algo en la forma en que Hermione lo miraba, una mezcla de sorpresa y gratitud, que lo hizo cuestionar sus propias emociones. Aunque había decidido no consumar el matrimonio, se dio cuenta de que sus sentimientos hacia Hermione eran más profundos de lo que había admitido.
Draco tragó saliva, tratando de mantener la compostura y olvidar lo ocurrido en la mañana. Sabía que debía mantener las apariencias, pero en su interior, una batalla de emociones se libraba. La mirada de Hermione, su sonrisa leve, todo parecía desafiar su resolución de mantener las cosas estrictamente formales.
Las damas del pueblo sonrieron y susurraron entre ellas, encantadas por el gesto. Hermione sintió un calor inesperado en su pecho, y por un momento, el mundo pareció detenerse. La conexión entre ellos era innegable, y aunque el matrimonio había comenzado como una alianza estratégica, algo más profundo comenzaba a florecer.
Armand, con una sonrisa traviesa, tomó la mano de Hermione y la guió hacia una armería en el mercado del pueblo. Draco les siguió mientras los observaba charlar. La tienda estaba llena de armas de todo tipo, desde espadas relucientes hasta arcos finamente tallados. El dueño, un hombre robusto con una barba espesa, los recibió con una reverencia.
-Bienvenidos, mi señor, mi señora, joven maestro- dijo el dueño, con una voz profunda. -Tengo algo especial para usted, duquesa.
Hermione observó con curiosidad mientras el hombre sacaba una daga de una vitrina. La empuñadura estaba adornada con rubíes brillantes que reflejaban la luz de las antorchas.
-Una daga con empuñadura de rubíes, perfecta para una dama de su estatura -dijo el dueño, ofreciéndosela a Hermione.
Hermione tomó la daga y la examinó detenidamente. Luego, con una ceja levantada, comentó: -No tiene la punta afilada. No serviría ni para pelar patatas.
El dueño se quedó boquiabierto por un momento, luego se rascó la cabeza y se disculpó. -Mis disculpas, mi señora. Quería ver si podía apreciar la calidad de la pieza, pero veo que tiene un ojo experto.
Armand, con una sonrisa de orgullo, intervino: -Ella es la hija de Remus Lupin, quien entrena a los mejores caballeros del reino.
Draco, que los observaba desde la entrada, sintió una oleada de orgullo por Hermione. Su esposa no solo era inteligente, sino también perspicaz y valiente.
Hermione, sin perder la compostura, se dirigió al dueño de la armería. -Muéstreme la mejor espada o ballesta que tenga disponible. El Duque pagará.
Draco se acercó, sorprendido pero dispuesto. -No sabía que gustabas de ese tipo de armas, Hermione.
Ella lo miró con cierta picardía. -Lo hago para estar segura y poder defenderme si alguien se escabulle a mi habitación con alguna mala intención.
El dueño de la armería asintió y se apresuró a mostrarle una espada finamente forjada y una ballesta de diseño exquisito. Draco, aún impresionado, sacó su bolsa de monedas y pagó sin dudar.
Hermione notó la tensión entre Harry y Daphne mientras caminaban por el mercado. Harry parecía incómodo, evitando la mirada de Daphne, quien a su vez parecía querer hablarle pero se contenía. Decidida a entender lo que ocurría, Hermione se acercó a Daphne en un momento en que Harry estaba distraído.
-Daphne, ¿qué ocurre?-preguntó Hermione con suavidad. -Me disculpo por escuchar su discusión esta mañana, pero no pude evitar notar que algo te preocupa.
Daphne suspiró y miró a Hermione con ojos llenos de incertidumbre. - Temo que soy solo un juego para Sir Harry- admitió en voz baja. -Realmente deseo ser su esposa, pero su estatus noble y yo siendo una criada... eso lo hace imposible.
Hermione frunció el ceño, comprendiendo la difícil situación de su dama personal. -Daphne, Harry no es el tipo de persona que jugaría con los sentimientos de alguien. Pero entiendo tus preocupaciones. ¿Has hablado con él sobre esto?
Daphne negó con la cabeza. -No he tenido el valor. Cada vez que intento, me detengo. Temo enfrentar la verdad
Hermione le dio una sonrisa alentadora. -Tal vez deberías hablar con él. Harry es más comprensivo de lo que crees. Y si realmente deseas estar con él, ambos deben ser honestos sobre sus sentimientos.
Daphne asintió lentamente, tomando las palabras de Hermione en serio. -Tiene razón. Hablaré con él. Gracias, su excelencia.
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Durante los días posteriores Hermione solo se encargó de Armand, formaron un lazo de amistad y cariño, así que no era sorpresa encontrarlos juntos.
El sol de la tarde bañaba el huerto del castillo con una luz dorada. Los árboles estaban cargados de manzanas maduras, y el aire estaba lleno del aroma dulce de la fruta. Hermione, con un vestido sencillo pero elegante, caminaba junto a Armand y Harry. Armand, con una cesta en la mano, miraba las manzanas con entusiasmo.
-¡Mira, Hermione! ¡Esta es perfecta! -exclamó Armand, señalando una manzana roja y brillante en una rama alta.
Hermione sonrió y se inclinó para ayudarlo.
-Muy bien, Armand. Vamos a recogerla juntos.
Harry, observando la escena, rió y se unió a ellos.
-Eres un excelente recolector, Armand.
Desde la distancia, Draco los observaba. La felicidad de Hermione y Armand le provocaba una punzada de celos, aunque no lo admitiera. Verlos tan unidos le hacía sentir abandonado, como si no pudiera formar parte de esa alegría compartida.
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El gran salón del castillo estaba iluminado por candelabros dorados. Hermione y Armand practicaban pasos de baile en el centro de la sala. Hermione sostenía las manos de Armand, guiándolo con gracia a través de los movimientos.
-Uno, dos, tres... uno, dos, tres -contaba Hermione, mientras Armand trataba de seguir el ritmo.
Draco, apoyado en una columna, los miraba con una sonrisa melancólica. La alegría de Armand y la paciencia de Hermione le recordaban lo que él mismo anhelaba. La música suave llenaba el salón, creando un ambiente de ensueño.
Quería acompañarlos y ser parte de ellos, más temía ser rechazado por su hermano.
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El jardín del castillo estaba en plena floración. Hermione y Armand caminaban entre los arbustos y flores, admirando la belleza del lugar. Armand recogía flores y se las daba a Hermione.
-Estas son para ti, Hermione -dijo Armand con una sonrisa, entregándole un ramo de flores silvestres.
Hermione aceptó las flores con gratitud.
-Gracias, Armand. Son hermosas.
Draco, desde una ventana del castillo, los observaba con una expresión pensativa. La felicidad de Armand y Hermione le hacía sentir solo.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Hermione y Armand estaban recogiendo las últimas flores del día. Hermione notó que Draco estaba viéndolos observándolos con una expresión pensativa.
-Armand, ¿por qué no te acercas a Draco y hablas con él? -sugirió Hermione con una sonrisa alentadora.
Armand frunció el ceño y miró a Draco con cierta aprensión.-No sé, Hermione. Me da un poco de miedo. Dicen que come corazones de sus contrincantes, que en las batallas fue cruel y que dijo que no necesitaba a nadie.
Hermione comprendió y se arrodilló para estar a la altura de Armand, tomándole las manos con suavidad.-Esos son solo rumores inventados por el pueblo que fue vencido. Tu hermano puede parecer serio, pero en el fondo es una buena persona. Estoy segura de que le encantaría hablar contigo. Solo tienes que ser tú mismo y hablar con naturalidad.
Armand miró a Hermione, buscando confianza en sus ojos. Finalmente, asintió lentamente.-Está bien, lo intentaré.
Hermione le dio un apretón de manos reconfortante.-Eso es, Armand. Ve y habla con él. Estoy segura de que todo saldrá bien.
Armand respiró hondo y se dirigió hacia la ventana en la que estaba Draco, quien levantó la mirada al verlo acercarse. Hermione observó desde la distancia, esperando que este pequeño gesto ayudara a fortalecer el vínculo entre ellos.
-Hola, hermano -dijo Armand con voz tímida.
Draco sonrió ligeramente, sorprendido por la iniciativa de Armand.-Hola, Armand. ¿Cómo estás?
Armand se relajó un poco al ver la sonrisa de su hermano mayor -Estoy bien. Hermione y yo estábamos recogiendo flores. ¿Te gustaría verlas?
Draco asintió, su expresión suavizándose. Atravesó la ventana de una salto -Claro, me encantaría.
Mientras Armand le mostraba las flores a Draco, Hermione observaba con satisfacción. Sabía que este era solo el comienzo de una relación más cercana entre Draco y Armand, y estaba feliz de haber podido ayudar a dar ese primer paso.
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Durante la cena en el gran salón, el ambiente estaba lleno de risas y conversaciones animadas. Las mesas estaban dispuestas con elegancia, cubiertas con manteles de terciopelo y adornadas con centros de mesa florales. Los sirvientes se movían con gracia, sirviendo platos exquisitos y llenando copas qde vino.
Armand, sentado junto a Hermione, miraba a Draco con cierta timidez. Hermione le dio un pequeño empujón de ánimo.
-Hermano -dijo Armand, llamando la atención de su hermano-, ¿podrías enseñarme a luchar? Dicen que eres el mejor caballero del reino.
Draco, sorprendido por la petición, dejó su copa y miró a Armand con una sonrisa.-Claro, Armand. Será un honor enseñarte. Serás el mejor en la espada.
Armand sonrió ampliamente, sintiéndose más seguro. Hermione observaba la interacción con una sonrisa de satisfacción, sabiendo que había ayudado a fortalecer el vínculo entre los hermanos.
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Más tarde, camino a sus aposentos, Draco se acercó a Hermione.
-Gracias, Hermione. Lograste que Armand me hablara. No sabes cuánto significa eso para mí.
Hermione sonrió y asintió.-Armand es un niño muy bueno y educado. Además, esa era mi misión, por eso me solicitaste como esposa.
Draco se detuvo, sorprendido por sus palabras.-Es cierto, pero solo tú podías ganarte un corazón puro como el de Armand.
Hermione sonrió, sintiendo que, poco a poco, estaban construyendo algo más profundo y significativo.
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Gracias por la espera, me encantó escribir esto y realmente espero que lo disfruten. Lo hice extenso porque actualizo muy lento, una vez al mes.
Las imágenes fueron creadas por la inteligencia artificial y algunas tuve que editarlas también con ayuda de la inteligencia artificial.
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