03| Matrimonio

Remus Lupin escondido tras una columna de mármol observaba la interacción entre su hija Hermione y Draco Malfoy con una mezcla de cautela y esperanza. Aunque la situación era tensa y llena de incertidumbre, no podía evitar sentir un atisbo de alivio al ver que, a pesar de las circunstancias, ambos jóvenes mostraban signos de respeto mutuo y una posible comprensión.

La intervención de Edward había añadido un toque de ligereza a la conversación, y Remus no pudo evitar sonreír ante la inocencia del niño. Sabía que el camino por delante sería complicado, pero también reconocía la importancia de la alianza que se estaba formando. Si Draco y Hermione podían encontrar un terreno común, tal vez eso significaría un futuro más seguro y estable para todos los involucrados.

En su corazón, Remus deseaba que su hija encontrara la felicidad, incluso en un matrimonio arreglado, y la determinación de su hija le daba esperanzas. Aunque la decisión final la tomaba él, no sabía realmente qué decidir, lo único que tenía claro era que debía evitar un escándalo por el bien del ducado, la interacción entre Draco y Hermione le daba a Remus suficientes razones para considerar seriamente la propuesta de matrimonio. Que Hermione fuera la duquesa de Malfoy, era muy conveniente, fácilmente un nieto o bisnieto podría convertirse en rey si unian sus vidas, aun así no tenía tal ambición.

Remus salió hurtadillas del comedor, con su mente hecha un torbellino de pensamientos y emociones. Se dirigió a los jardines privados, donde sabía que encontraría a su esposa, Nymphadora, cuidando de sus amadas plantas y hierbas.

-Nymphadora -comenzó Remus, su voz revelando la inquietud que sentía-, he estado observando a Hermione y al duque Malfoy. No puedo negar que la unión sería beneficiosa para nuestro ducado, y quizás incluso para el reino, pero...

Nymphadora lo interrumpió con una mirada comprensiva, dejando a un lado sus tareas de jardinería.

-Remus, querido, debemos pensar en lo que es mejor para Hermione -dijo con suavidad-.desde su debut en sociedad has rechazado cuanta proposición ha llegado. Sabes que no hay nadie en toda Escocia que sea más adecuado para ella que Su excelencia, Draco Malfoy ahora que él la solicita como esposa, otro apropiado sería los príncipes, mas ellos están casados. Conoces a tu hija y es capaz, inteligente y fuerte. Puede manejar un castillo y cuidar de una familia con la misma facilidad con la que cura nuestras dolencias con sus hierbas.

Remus suspiró, pasando una mano por su cabello canoso.

-Lo sé, pero... me gustaría que se quedara con nosotros, en su hogar -confesó, su corazón de padre hablando más fuerte que su razón.

Nymphadora se acercó a él, tomando sus manos entre las suyas.

- Si mi padre hubiera pensado como tú, yo seguiría encerrada siendo amargada, no te habría dado cuatro hijos preciosos. Remus, nuestra hija ha tomado su decisión -le recordó-. Es una mujer decidida y valiente, como su madre. No podemos detenerla; solo podemos darle nuestra bendición y apoyarla. Casarla con Draco Malfoy cuanto antes es lo correcto o ¿quieres entregarla a un Weasley? no, ser una vizcondesa no es para ella. Suficiente tenemos con Astoria, no es conveniente bajar de rango ante los ojos del rey.

Remus miró a su esposa, encontrando en sus ojos la misma determinación que había visto en los de Hermione. Con un suspiro resignado, asintió.

-Tienes razón, como siempre, Querida -dijo finalmente-. Prepararemos todo para el matrimonio. Si es la felicidad de Hermione lo que está en juego, entonces no hay nada más importante.
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Los jardines se extendían ante Hermione, un laberinto de senderos y flores que parecían susurros de la naturaleza. A lo lejos, la chaperona vigilaba con ojos agudos, asegurándose de que la joven no se aventurara demasiado lejos. Desde que Hermione había alcanzado la mayoría de edad y se había convertido en una joven casadera, siempre había tenido quien la escoltara. Las normas sociales eran implacables: si una dama era encontrada a solas con un hombre, el matrimonio no tardaría en seguir.

El dolor en su pecho era un eco constante, una mezcla de ansiedad y tristeza. Edward, su hermano menor, apareció de repente, lanzándole una manzana. Hermione apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que él estuviera de rodillas en el suelo, disculpándose sin cesar por su travesura.

- ¡Hermione, lo siento! -exclamó Edward, con los ojos llenos de lágrimas-. No quería asustarte.

Hermione lo abrazó con ternura, sintiendo el corazón apretado por la inocencia de su hermano.

- Está bien, Edward. No pasa nada -susurró, acariciando su cabello-. Pero dime, ¿por qué lanzaste la manzana?

Edward miró a su alrededor, como si temiera que alguien los escuchara.

- Quería saber si te irás con el duque Draco Malfoy -confesó, bajando la voz-. ¿Por qué no me llevas contigo? Te prometo que seré bueno.

Hermione sonrió, conmovida por la sinceridad de su hermano.

- Edward, en eso consiste un matrimonio ,aunque aún no se ha decidido nada -explicó, buscando las palabras adecuadas-. Sin embargo, en caso de que me case tienes que saber que siempre llevaré tu recuerdo en mi corazón. Cuando crezcas y seas mayor, podrás visitarme cuantas veces quieras.

Edward asintió solemnemente, decidido.- Seré un gran caballero, Hermione. E iré a verte de sorpresa, a ver si ese Malfoy es un buen esposo y si no lo es lo he de retar a un duelo.

Hermione acarició su cabello, Dios quisiera que en unos años floreciera aunque fuese la pasión, o al menos un poco de afecto entre ella y lord Malfoy. Deseaba tener hijos, deseaba ser una gran dama y cuidar del ducado Malfoy.

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En el amplio comedor del castillo Lupin, la luz del mediodía se colaba por las altas ventanas, iluminando la escena de un momento crucial. Remus, con la solemnidad que requería el anuncio, dio su consentimiento al matrimonio entre Draco y Hermione.

- Acepto la propuesta de matrimonio y estoy de acuerdo -dijo con voz firme-. Sin embargo, la boda debe celebrarse en la iglesia de este ducado lo antes posible. Malfoy, tiene responsabilidades que atender en tus tierras y un hermano menor que te necesita.

Draco asintió, su expresión seria reflejando la gravedad de su deber.

- Es cierto, la boda debe celebrarse cuanto antes, es claro, mi hermano.. -comenzó, pero se detuvo, consciente de la intimidad de su confesión-. Armand no me ve como su hermano mayor.

Hermione, con la compasión que la caracterizaba, intervino suavemente.

- Es porque para él eres más un desconocido que un familiar -explicó-. Me aseguraré de ser una madre y amiga para él.

Un suspiro escapó de Hermione, y por un instante, el miedo y la realización de su inminente partida se reflejaron en su rostro. Draco, percibiendo su incomodidad, le ofreció una salida.

- Si esto te resulta demasiado, podemos romper el compromiso -sugirió con sinceridad-. Eres libre de elegir.

Hermione lo miró, su decisión clara en sus ojos.

- Yo he decidido con quién casarme -declaró-. Solo me inquieta la idea de compartir el lecho...

En ese momento, Remus, que había estado tomando un sorbo de vino, se atragantó. Nymphadora, rápida en reaccionar, se apresuró a su lado para ayudarlo. Horas antes, había estado instruyendo a Hermione sobre los deberes conyugales en el lecho nupcial y ahora, la realidad de esos deberes parecía abrumar a su hija.

Fue entonces cuando Edward, con la curiosidad propia de su edad, interrumpió con una pregunta inocente.

- ¿Qué es eso de compartir el lecho? ¿No es jugar con espadas y contar historias toda la noche? ¡Eso es lo más divertido!

La pregunta de Edward sorprendió a todos, y Remus no pudo evitar reír ante la inocencia de su hijo. La tensión en la habitación se disipó, y por un momento, todos compartieron una risa genuina.

- Así es, Edward -respondió Remus, aún sonriendo-. Eso es exactamente lo que significa.

Draco, cuya expresión usualmente fría se había suavizado, miró a Hermione con una nueva luz. La sinceridad y valentía con la que había enfrentado sus temores le inspiraban un profundo respeto. Y aunque el futuro era incierto, en ese momento, ambos jóvenes se dieron cuenta de que estaban listos para enfrentarlo juntos.
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La iglesia del ducado estaba adornada con sencillez y elegancia, las bancas de madera pulida llenas de rostros expectantes. La luz del sol se filtraba a través de los vitrales, tiñendo el interior con tonos de azul cielo y dorado. Hermione Granger, del brazo de su padre Remus, caminaba hacia el altar con una gracia serena. Su vestido azul cielo ondeaba suavemente con cada paso, como si estuviera tejido con hilos de cielo y mar.

Draco Malfoy la esperaba al final del pasillo, su figura imponente envuelta en una capa negra que contrastaba con la luminosidad de su prometida. Juntos, parecían la unión perfecta de día y noche, luz y sombra, complementándose el uno al otro en un equilibrio armonioso.

El sacerdote inició la misa con una voz que resonaba en los altos techos de la iglesia, y tras una homilía que hablaba de amor, deber y el futuro, llegó el momento de la pregunta.

Los murmullos de los presentes se desvanecieron cuando el sacerdote alzó su voz-:Sus excelencias, damas y caballeros, nos hemos reunido aquí para unir en sagrado matrimonio a Lady Hermione Lupin y su excelencia, Draco Malfoy. Aunque este enlace no nace del amor apasionado, sino de la necesidad de dos casas nobles, confiamos en que la voluntad de Dios guíe sus pasos.

Hermione miró a Draco, y él sostuvo su mirada. No había palabras de amor, pero en ese silencio compartido, algo se tejía entre ellos.

El sacerdote continuó -¿su excelencia, Draco Malfoy, aceptas a Hermione Lupin como tu esposa, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?

Draco respondió con solemnidad -Acepto.

El sacerdote se volvió hacia Hermione: -¿Hermione Lupin, aceptas a Draco Malfoy como tu esposo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte os separe?

Hermione asintió con gracia -:Acepto.

El anillo de Draco, frío y antiguo, deslizó por el dedo de Hermione. El de ella, delicado y adornado con una esmeralda, encontró su lugar en la mano de Draco.

-Que Dios bendiga esta unión- dijo el sacerdote, y los presentes murmuraron sus buenos deseos. - Y lo que él ha unido, no lo separe el hombre.

Cuando sus labios se encontraron en ese primer beso como esposos, ambos eran dolorosamente conscientes de que sería lo único que compartirían por ahora, un símbolo de unión y esperanza en medio de la incertidumbre.

Harry, desde su escondite, observaba. ¿Qué pensamientos cruzaban la mente de Draco? ¿Qué secretos guardaba Hermione bajo su velo? El destino había tejido un hilo invisible entre ellos, y Harry, como testigo silencioso, sabía que esta boda era más que un simple pacto.

Así, en la penumbra de la capilla, Hermione y Draco se convirtieron en esposos. No había amor, pero sí se una esperanza de que más adelante naceria, no en vano

La fiesta posterior fue un torbellino de colores, risas y música. Los invitados celebraron la unión de dos almas destinadas a gobernar juntas, mientras que Draco y Hermione, ya marido y mujer, subían al carruaje que los llevaría a las tierras del ducado Malfoy. Harry Potter, su amigo y escolta, seguía incrédulo ante la rapidez de los acontecimientos. Hacía apenas días que Draco profesaba amor por Astoria, y ahora era el esposo de Hermione.

Mientras el carruaje se alejaba, Harry anhelaba llegar pronto al condado Malfoy para reunirse con su amada y compartir con ella todos los detalles de esta inesperada boda.

El carruaje se balanceaba suavemente mientras recorría el camino hacia las tierras de Malfoy. Dentro, Draco y Hermione se enfrentaban al silencio incómodo que se cernía entre ellos, un silencio que Draco rompió con palabras que definirían su nuevo matrimonio.

- Hermione, hay ciertas cosas que debemos aclarar -comenzó Draco, su voz firme pero distante-. No tengo intención de consumar este matrimonio. Viviremos en habitaciones separadas. Tu deber será cuidar de Armand y del castillo. Además, cada noche deberás informarme sobre las actividades del día. No es necesario que compartamos las comidas.

Hermione lo miró, sorprendida no solo por sus palabras, sino por la frialdad con la que las pronunciaba.

- Entiendo -respondió, su voz tranquila pero con un toque de desafío-. Pero en mi nueva habitación quiero un estante para espadas, una rueca, libros de todo tipo -hizo una pausa, mirándolo directamente- y una lira. Sé leer, por si no lo sabías. Mi deseo es supervisar y conocer el ducado por mí misma.

Draco negó con la cabeza.

- Eso no será posible. Harry será tu guardaespaldas si deseas salir del castillo. Y espero que intentes ser amiga de Armand; él está muy apegado a su nana. Astoria, has lo que digo y este matrimonio estará en armonía.

En un descuido, Draco la llamó Astoria, y el silencio que siguió fue más elocuente que cualquier palabra. Hermione se volvió hacia la ventana, su reflejo mezclándose con el paisaje que pasaba.

- Hace horas era solo la prometida sustituta -dijo con ironía, su voz apenas audible sobre el ruido de las ruedas-. Prefiero que no menciones a mi hermana en mi presencia. Soy consciente de que no puedo reemplazar el lugar que Astoria tiene en tu corazón.

Draco se quedó sin palabras, la incomodidad evidente en su postura. Aunque sus sentimientos por Astoria aún persistían, sabía que ahora debía enfrentar una nueva realidad junto a Hermione.


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