1.- Capítulo único
" Prometeo"
" Protector de la humanidad, hijo de Jápeto, titán celebérrimo"
El titán adolorido, abrió sus ojos mostrando unas pupilas escarlata ante la voz de Atenea quién con lágrimas en sus pupilas cerúleas, había descendido del Olimpo a escondidas de su padre Zeus a visitar al benefactor titán que supo amar a la humanidad a tal punto de robar el fuego de los dioses y entregarlo a los primeros humanos creados.
—¡ Señora, nacida de la cabeza del señor del rayo!—con una sonrisa lánguida y dolorosa que competía con la tristeza pintada en sus orbes rojizas, el titán respondió.
—Heracles me contó que un águila devora tu hígado cada amanecer—Prometeo asintió mientras su largo cabello sangre caía como una perezosa cortina sobre sus hombros magullados y polvorientos—necesitas descansar, magnánimo Prometeo...
¿ Descansar?
Era un privilegio que los mortales tenían luego de sus labores en el campo o sus hogares, él como un inmortal que rompió las reglas de los dioses, se vio condenado al castigo de Zeus quién lo veía como un traidor a sus intereses.
¡Traidor! Palabra lacerante que a sus oídos era una afrenta mortal.
Nunca lo fue, porque su amor por la humanidad y la divina protección de Atenea era más que suficiente para afrontar la ira mezquina de Zeus Crónida quién envidioso, ordenó que lo aten con unas fuertes cadenas que Hefestos, el talentoso herrero del Olimpo fabricó.
Un penoso martirio, era el precio a pagar por instruir a los hombres quienes abandonaron su estado latente de ignorancia y absorbieron aquella sabiduría que los dioses vetaron, pues decían que el hombre sólo era una mula de carga creada para diversión de las deidades.
—¡No llores hermosa doncella!—consoló Prometeo a Atenea quién soltó su lanza presa de una angustia insoportable—¿ Ves el cielo sembrado de estrellas?—la diosa asintió—así estuvo cuando naciste, mi divina señora... Los dolores de cabeza atormentaban a Zeus tanto que su cráneo tuvo que ser abierto y he ahí que surgiste tú.
Quería pensar que ese padre que devoró a su madre, era justo. Ella quería pensar que ese padre al cual se inclinó minutos después de nacer completamente armada y quién gozoso la abrazó, ignorando que el divino icor bañaba su frente y vestiduras del color de las nubes de un día soleado, era distinto a Cronos, más nada más se tropezó con una deidad tan ambiciosa como sus antecesores.
Minutos antes había llovido incesantemente, Prometeo sacó la lengua y bebió sus gotas las cuales aliviaron el ardor de su garganta y el dolor en su estómago, era un titán, más padecía los tormentos humanos por capricho divino.
Atenea acomodó su casco dorado sobre la tierra húmeda, su vestido blanco pulcro se agitó cuando la mano magullada del titán jugueteó con el aire, ella tomó esa diestra y repasó con su pulgar derecho la parte herida, sanándola al instante.
—El gran Zeus—comenzó la diosa—me ha otorgado el privilegio de ser protectora de la tierra, noble Prometeo. Eso significa que tengo que formar un formidable ejército.
El aludido esbozó una sonrisa en su rostro de mármol, él ya sabía de aquello pues entre sus títulos se contaba " El previsor" y siendo un sabio y prudente titán, creó al hombre con barro, con conocimiento de Atenea quién en secreto lo defendía ante los alegatos de Zeus que veía en cada acto de Prometeo, deslealtad, más para Atenea, era símbolo de entrega hacia la humanidad, era un acto de amor desinteresado.
—¿ Ya sabes a quienes elegirás sabia señora?—por un momento, el titán de cabellos sangre, olvidó su congoja y se interesó por lo que la diosa le contaría sobre ese magno proyecto.
Atenea asintió con un brillo en su mirada que enterneció a Prometeo.
—Apenas tengo pocas nobles y fieras almas en cuenta, ellos en cada vida, contarán con mi bendición y el abrigo del cosmo de sus constelaciones—al finalizar estas líneas, le guiñó un ojo dándole a entender su mensaje, Prometeo lo entendió y deseó que Zeus lo librara pronto de ese castigo.
Cuando un rayo golpeó la tierra, Atenea supo que su padre descubrió que estaba charlando con el titán por lo que con mucho pesar se despidió de Prometeo obsequiando un suave y estremecedor beso en esa frente, sembrada de pequeñas arrugas nacidas por el padecimiento impuesto. Como consuelo, dejó una pluma de su mochuelo favorito cuyos colores cautivaron la atención del titán que lo tomó y lo acomodó en un mechón de su cabello.
—Pronto estarás libre—dicho esto, adoptó su forma divina y marchó dejando una estela incandescente por el lugar.
Cuando el águila culminaba su tiempo de devorar su hígado, un mochuelo se posaba en su hombro con una hoja de olivo la cual extendía hasta sus labios partidos para que la comiera, la pluma era el mensajero que se traducía en la llegada del ave. Entonces, decidió como agradecimiento, cantar en susurros para los dioses, entendibles para los humanos unas letras que evocaban a un poema de devoción absolutas esperando pronto ser libre de las cadenas.
Hasta que Heracles lo liberó, puso fin a su tortura. Sin embargo, debía llevar una corona dorada de laurel y un anillo en un dedo.
Luego, buscó a la doncella de ojos de lechuza quién en el emplazamiento de una colina, erigía su santuario futuro. Quiso devolverle su pluma, más ella con una sonrisa se la dejó.
En cambio, transformó aquella corona en una bonita diadema en cuyo centro colocó la piedra del anillo, Zeus ya no podía molestar más. Prometeo, su protegido, ya era su guerrero.
—¡ Aceptas la mortalidad como benefactor de la humanidad, noble Prometeo!
Como respuesta, una brisa rodeó a la diosa, esa brisa aunque distaba del fuego, le respondió que en cada generación, daría todo lo que fuera posible y si necesitaba robar hasta el aire de Eolo, lo haría.
Un cúmulo de estrellas lo bañó con su exquisito brillo, algo semejante al baño en un lago cristalino, envolvió la figura encorvada confiriéndole un semblante sereno y frio de un soldado entrenado en tierras gobernadas por el hielo.
Prometeo fue aceptado por sus nuevas regentes quienes le confirieron la sagrada bendición de ser el primer mago de los hielos eternos.
*****
Siglo XX.
Un hermoso hombre de cabellos rojos lacios, descendía majestuoso de las doce casas en dirección a una montaña donde contaban los lugareños, en la era dorada de los dioses, una gruesa cadena encadenó a un hijo de titanes que día y noche tarareaba una canción perdida en la madrugada de los tiempos, una canción para una mujer que lo instruyó en todas las ciencias y artes.
Minutos antes, acudió ante la presencia de Athena quién algo preocupada por la petición, accedió no sin antes advertir que la mirada de Zeus, podría no gustarle lo que él pretendía hacer.
—¡Athena, señora mía!—dijo el hombre cuya apariencia era un deleite para aquellos que gustaban de la belleza sobrehumana—temo a los dioses, pero no soy alguien para olvidar cada proeza de mis antecesores y siempre en cada generación, reitero mi fidelidad hacia usted.
La joven que era recipiente de la deidad patrona de Atenas, asintió seria y antes de dejarlo ir, le dio la bendición.
Él, Camus, su nombre dado en esa vida presente, al pasar por el camposanto de los santos, se detuvo frente a la tumba de Dégel, su antecesor que dos siglos atrás fue el Prometeo que ofrendó su vida para evitar el despertar violento de Poseidón. Unas rosas blancas bañadas en agua fría y un copo sobre la piedra que parecía un detalle, lo recibieron. Se arrodilló mientras sacaba de entre los pliegues de su armadura, un trozo de barro y una pequeña vasija con agua que usó para moldear una imagen humana que dejó sobre la lápida de Dégel como ofrenda.
Hecho esto, prosiguió su ruta hasta esa montaña quién a pesar del paso de los siglos y generaciones, se mantenía igual que en los tiempos en que los dioses caminaban sobre la tierra. Negó apenas visualizó la roca con rastros de algo café, a pocos pasos restos de un aro que colgaba perezoso.
Aquella mancha era sangre, sangre de titán.
Su cosmo reaccionó a sus emociones, vulnerable cerró los ojos mientras en una de sus manos se formaba el polvo de diamantes que descargó con furia hacia el aro el cual quedó reducido a nada. Segundos después, oyó el aleteo de un águila quién descendía en picada, sonrió soberbio, Zeus, cuando no.
—Estoy bendecido por tu hija—murmuró al padre de los dioses que se posó sobre la roca—el cántaro sagrado nunca se vaciará, robaré tu fuego si es necesario...
" Presumido, traidor..."
" Hice lo que mi señora me pediría en un campo de batalla"
" Ella se humanizó tanto, que olvidó su posición relevante entre los olímpicos. Tú, inmundo guerrero, has jugado en varios bandos y luego llegas con el rabo entre las patas a luchar..."
Los delgados labios de Camus se abrieron en una oración inaudible para el dios quién ofendido retrocedió apenas un frio recorrió el lugar. Camus luego de esto, le dio la espalda al dios quién se dispuso a atacarlo con su arma, más sin embargo la punta estaba congelada.
" El olimpo lo espera, señor del rayo, a lo menos nosotros los caballeros, pisamos la tierra y no necesitamos raptar, fulminar ni castigar a quienes cuestionan la divinidad. Ustedes mueren cuando la memoria humana, los olvida"
Ondeando su capa blanca, soltó una pluma de mochuelo la cual se hizo polvo, eso fue suficiente.
Prometeo desafió a Zeus.
Camus de Acuario, lejos de ser un caballero del hielo eterno, era un hombre perfecto-imperfecto bajo la constelación nacida por la acción de un titán desinteresado.
o-o-o-o-o-o-o
Pensaba subir dos por el cumple de Camus, más el tiempo no fue atractivo porque hoy me tocó sufragar, por lo tanto mañana irá el otro.
Me tomé la licencia de colocar a Prometeo como pelirrojo.
Decidí decantarme por el mito de Prometeo para plasmar sobre este caballero, debo decir que hay cosas en forma de simbolismo en el mito que lo relaciona con Acuario. Si hay errores, perdonen :3
Además este fic va también dedicado para una buena amiga que aprecio mucho mi querida Joan Alice :D
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