PARTE 2
OSVALDO.
Tengo unos cuantos años trabajando en esta empresa. Trabajo para una multinacional y soy representante en está sede. La primera llamada de bienvenida que recibí fue la de mi jefe inmediato para darse a conocer; La segunda, la de una compañera de otra sucursal llamada Alessia y no recibí más, de esta última sólo puedo decir que me pareció una voz alegre y un gesto amable de su parte, y así de entrada y solo por ello ya despertó mi simpatía.
Desde entonces nos comunicamos un día sí y el otro también, no solo por teléfono, sino que incluimos vídeos llamadas. No sé explicar por qué, no sé dar un motivo concreto, pero Alessia ha sabido calar hondo en mi corazón desde el primer día.
Es ingeniosa, divertida, nerviosa, refunfuñona, simpática, empática y humana. Muy humana; por este motivo se lleva muchos malos ratos en el trabajo y yo disfruto escuchándola y aconsejándola o animándola, según sea el caso.
Cuanto más la trataba, más ganas tenía de conocerla en persona. Ella hacía que ese interés se desbordara y que en mi mente solo tuviera el objetivo de verla.
Soy un tipo muy decidido de entrada y muy insistente, ¡Claro! Todo con límites. Me gusta ser directo y opino sobre lo que creo que he de opinar, sobre el resto no me interesa como tampoco me interesa la opinión que los demás tengan respecto a mí.
Y sin embargo esta mujer, no puedo evitar apoyarla en todo lo que dice o hace; creo que desconoce el poder de atracción que ejerce sobre mí, y eso la hace aún más encantadora.
En nuestras conversaciones, he aprendido a quererla, a estimarla muchísimo...e incluso a depender un poco de sus "mamarrachadas" como ella llama a sus tonterías. Pero ¡quiero conocerla ya! Y se me ha ocurrido una idea que me parece buena:
—Oye— le dije un día por teléfono. —¿Te parece si nos juntamos todos un día para comer? —dije como excusa— pondremos cara a la gente con la que hablamos a diario, ¿no crees?
—Me parece. Es más, un abrazo prolongado y besos— su voz se notaba alegre y lo último que dijo fue en un susurro —Nos vemos.
¡Uff! si ella supiera las ganas que tenía de verla, tenía ese deseo y quería hacerlo realidad. Lo único que puedo decir, es que, si antes creía que Alessia era una mujer diferente, ahora tenía la certeza.
Al día siguiente me faltó tiempo para intercambiar opiniones y no tanto por saber de los demás, sino saber que pensaba ella de mí. ¡Lo sé! Pura vanidad, pero necesitaba la impresión que le había causado, que opinaba de mí; es decir, todo.
Era increíble creer o pensar que ella pudiera doblegarme, me siento indefenso ante ella y sin darme cuenta le estaba preguntando cuando organizábamos otra comida.
Tenía el placer de escuchar cómo se reía mientras me preguntaba:
—Caramba, Osvaldo, te quedaste con ganas de comer ayer, ¿o qué?
Tuve que morderme la lengua para no decirle que me quedé con ganas de ella, de su compañía, de su risa y sus miradas, de sus ingeniosos comentarios, de sus mordaces observaciones...de toda ella. Pero imposible decir nada porque ni yo mismo en ese entonces sabía que me sucedía con esa mujer.
Los días pasaban y yo seguía tratándola y era consciente de mis ganas de volver a tenerla cerca. La verdad es que por una u otra causa iba aplazándolo y yo la presionaba con suavidad para que se decidiera, hasta que por fin tenía día y hora.
Fui yo quien organizó el encuentro, en la terraza de un restaurante a las afuera de la ciudad —El último paga las cervezas — me dijo
¡Dios Mío! A pesar de la hora de nuestra cita, yo llegué allí media hora antes con la absurda esperanza de que ella apareciese igualmente. Estuve decidiendo qué ponerme, ¡como un muchacho nervioso queriendo impresionar a una niña!
Y cuando la vi llegar con su cabello suelto y ese vestido negro resaltando sus caderas, creí que el corazón se iba a salir de mi ser. Realmente me puse nervioso. Lo sé, un soberano imbécil, ¿no?
Dos besos, un abrazo, una risa nerviosa y una sensación tonta en el cuerpo. "¿Cuánto tiempo hace que no me sentía así? — pensé. Llevo casado 20 años y quiero a mi mujer, pero...es todo tan rutinario, tan monótono, que Alessia representa un pedacito de alegría y felicidad en mi día a día.
No, nos engañamos. Ambos sabemos lo que hay, lo que deseamos, que no va más allá de un tonto coqueteo, pero suficiente para que nuestras vidas tengan un toque diferente o podría decir un ¿Sentido la vida?
¡Dios! Ni sé de qué diablos estuve hablando durante el rato en que estuvimos solos, tal era mi nerviosismo, y francamente, el tiempo volvió a pasar rápido y los demás comenzaron a llegar.
El restaurante fue un total acierto. Un lugar entrañable y perfecto, una comida buenísima y una sobremesa excepcional. El día también acompañó y estuvimos paseando por la playa hasta que decidimos tomar un café en una de sus terrazas.
Puedo hablar por mí, lo pasé genial y disfruté como nadie su compañía. La tarde pasó volando y poco a poco la gente se iba retirando, hasta que Alessia y yo quedamos solos y me ofrecí a acompañarla hasta su auto.
Ni les cuento el verdadero ejercicio de contención, y por más de una ocasión desee tomarla por la cintura y robarle un beso. Pero tuve miedo, lo reconozco. Tuve miedo de jugarme a una carta, una bonita amistad por un solo beso y una vez más, por despedida me conformé con dos besos y un abrazo. "¡Qué imbécil! — pensé.
Así acabó nuevamente otro encuentro.
Dejé pasar unas semanas, y ¿cómo explicar la necesidad que tengo a estas alturas de ella? Tal es así, que una mañana al salir de trabajar, tomé el auto y me fui a su oficina.
No sé de donde salió esa locura, sólo puedo decir; que no me arrepiento. —¿Por qué no lo hice antes?
Entré con paso firme, para aparentar normalidad, pero el corazón me latía a mil y realmente al verla con cara de asombro abalanzarse para darme un abrazo intenso, supe que estaba en el lugar que deseaba y con la persona que deseaba.
Intento mantener los pies sobre la tierra es cierto, aun que a veces resulta difícil.
Pasamos unas horas juntos y fui feliz hasta que me acompañó al auto, cada uno debía tirar en direcciones opuestas. Estuve hablando y hablando de tonterías intentando recopilar valor para besarla....pero volví a echarme atrás.
Días después, con su habitual franqueza me preguntó:
—El otro día Osvaldo. ¿Por qué no me besaste?.
—Tan obvio resultaban mis ganas?— pregunté intentando ganar tiempo.
Agradeciendo su franqueza decidí corresponderle en igual medida con una sincera respuesta:
—Sinceramente, me dio miedo estropear algo. Todo es demasiado bonito como para meter la pata por una tontería como un beso— No quise decirle que me da miedo comenzar algo que se que carece de continuidad. Omití también decirle, que me da miedo hacerle daño y terminar dañado igualmente.
No quise decirle que ella es una piedra preciosa que no quiero pulir, pues mientras no tenga forma definida tendrá mil formas en mi mente.
Le pregunté si prefería un beso o un amigo.
—¿Y por qué he de elegir?— contestó —¿Por qué no ambas cosas?
Cuando me confesó que desde el primer encuentro estaba esperando un beso, me llegó al alma. "¡Qué tonto soy! Cómo me deje llevar por el temor.
Y sin embargo, le prometí algo.
Prometí que la besaría la próxima vez que nos viéramos. Pero me muero de miedo y me muero de ganas, sólo cuando llegue ese momento sabré cual de los dos miedos gana.
(...)
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