8

—Aemma era... preciosa, en todos los sentidos —murmuró el hombre, con un hilo de voz, mientras se llevaba a la boca el té de especias que su nieta le había preparado con esmero. —Nunca fue alguien que tuviera un carácter fuerte, pero era leal y decidida. Siempre estuvo a mi lado, apoyando cada una de mis decisiones —le relató, mientras la jovencita, sentada en una banqueta junto a la cama de su abuelo, le escuchaba con atención. —Era más joven que tú cuando me casé con ella.

Viserys la observó, con su único ojo sano; el otro poseía solo una cuenca que dejaba a la vista el hueso del cráneo, una imagen un poco fuerte, pero Joff se empeñaba en solo observar su ojo sano, tan azul como el de su madre. Ella le sonrió con admiración y tomó un sorbo de su propio té.

—¿La amaste desde el primer día? —preguntó con cautela. Su abuelo negó con la cabeza. 

—Ambos éramos muy jóvenes. No sabíamos lo que era el amor cuando nuestros padres concertaron nuestro matrimonio —le explicó. —Pero con el tiempo, ella se convirtió... en mi todo. Mi Aemma —suspiró el hombre, haciendo que la jovencita a su lado sonriera aún más, embelesada por los sentimientos que el rey le estaba transmitiendo. —Pero nunca la valoré suficientemente, ¿sabes? —confesó, volviendo a posar los ojos en su nieta mientras bebía otro sorbo de té. Ella frunció el ceño. —Y cuando lo hice, ella ya no estaba.

Joffrine tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Su abuelo, al notar que ella ya no sonreía como antes y que sus ojos eran como dos cristales a punto de romperse, le dedicó una sonrisa de nuevo.

—Pero ella me regaló el mayor tesoro que tengo en la vida, a mi hija. Y a su vez, ella dio a luz a mis nietos, a ustedes, a quienes tanto aprecio.

Joff volvió a sonreír mientras suspiraba. Apoyó su codo en su pierna y su mentón en la mano libre, oyendo con atención.

—Qué bonito —reconoció. —Espero que eso me suceda alguna vez —murmuró, consciente de que el hombre postrado en la cama podía oírle. —¿Por qué elegiste a Daeron para el compromiso? —indagó.

El viejo tomó una bocanada de aire antes de contestar.

—¿Y por qué no hacerlo? Daeron es tan joven como yo cuando mi matrimonio fue concertado. Es atractivo y un guerrero honorable. —Joffrine se mordió las uñas mientras lo escuchaba. —Al estar cercanos en edad, es más fácil que se entiendan.

—¿Y por qué no... Aemond? —se atrevió a cuestionar, con la mano que sostenía el té ligeramente temblorosa.

—Ah... Aemond —musitó su abuelo. —Aemond es... un poco irascible y nunca tuvo simpatía por sus sobrinos Jace y Luke. No después de lo que sucedió entre ellos —le explicó, con su mirada fija en ella. —Soy viejo y estoy enfermo, pero no soy tonto, y noto las aversiones de cada uno de mis hijos, dulce Joff. Temo que su trato no vaya a ser el adecuado. Las palabras injuriosas de su madre muchas veces nublan el juicio de mi hijo.

Joff se mordió más las uñas. Quiso rebatirle, decirle que se equivocaba y que había tenido una percepción errónea del príncipe, y que en realidad era Daeron quien era esa persona malintencionada y venenosa. Pero se habría exaltado y habría comenzado a gritar. No le gustaba en absoluto que hablara de Aemond de ese modo. Aemond había sido el único que había sido amable con ella, que la había tratado como era debido. Y él se atrevía a hablar así.

Ella suspiró, sonrió a su abuelo con toda la paciencia que pudo reunir y tomó un sorbo largo de té antes de finalmente hablar. 

—Yo creo que él es diferente —confesó con delicadeza. —No creo conocerlo del todo aún, pero pienso que es más que un hombre atractivo y un guerrero formidable. Puede parecer un poco frío, pero es muy atento y cuidadoso. No creo que deba ser menospreciado de esa manera —cuando se dio cuenta, las palabras estaban fluyendo solas de su boca. Y ella se encontraba trazando delicadamente los bordes de la taza de porcelana mientras su abuelo la escuchaba con más atención de la que había prestado jamás en los últimos meses a nadie.

—Palabras inteligentes, dulce Joff —reconoció el anciano cuando su ojo se encontró con los de Joff. —Esclaréceme un poco más —al principio, Joff se sorprendió por la franqueza de su abuelo, pero después de todo, acababa de exponerse sin ningún tipo de reparo. 

Así que entonces la joven se relajó en su lugar y decidió confiar en su abuelo lo suficiente como para hablar de lo que le sucedía.

—No deseo casarme con Daeron. —Reveló, y sintió como si se liberara un peso de sus hombros. —Sé que esto es muy atrevido de mi parte, que debería simplemente... servir a nuestra casa sin cuestionar. Pero he soñado con esto todos los días de mi vida, abuelo. Desde que tengo memoria se me enseña a ser correcta, a vestir de forma adecuada para cada ocasión y que mi destino es ser una buena madre y una esposa fiel —se expresó, jugando con el pliegue de su vestido con la mano libre mientras su abuelo bebía un poco más de té. —Y lo quiero, de verdad, anhelo cumplir con mi deber como mujer, casarme y engendrar hijos que se conviertan en personas distinguidas para nuestro linaje, y me siento tan honrada de casarme con un príncipe, pero... el problema es que mis ojos siempre observan al príncipe equivocado —suspiró. Y un silencio se extendió entre ellos mientras Joffrine debatía si aquello había sido lo correcto o no, y Viserys analizaba con detenimiento lo que su nieta acababa de soltar.

Finalmente, el rey habló: —¿Puedes hacerle un favor a este viejo, Joff? —ella frunció el ceño, pero después asintió con la cabeza.

—Cualquier cosa que desee, abuelo.

—Comunícale a Otto, mi Mano, que organice una nueva cena esta noche. Una en donde todos se comprometan a mantener la paz y el respeto por los demás miembros presentes —espetó, suavemente, denotando el cansancio en su voz. —Dile que yo estaré allí y que lleve consigo el parlamento. ¿Puedes hacer eso por mí?

Joff volvió a mirarlo con extrañeza, pero al fin y al cabo terminó por asentir sin hacer ni una sola de todas las preguntas que le estaban desbordando la mente.

—Lo que sea, abuelo.

[...]

Mientras su madre la peinaba, con una corona de trenzas, Joffrine había decidido que no importaba si a Daeron le gustaba o no sus vestimentas. Se pondría el vestido color rosa pálido y lo acompañaría con todas las joyas del mismo color que habían sido parte del obsequio. Y las usaría con tanto orgullo que las mejillas le dolerían de tanto sonreír.

—Estás tensa —le dijo Rhaenyra, ella sonrió para aliviar su preocupación.

—No he dormido bien, eso es todo —afirmó, con mucha convicción.

—¿Visitaste al rey temprano?

—Así es —contestó la joven. —Tomamos el té mientras charlamos, una buena compañía, si me lo preguntas.

Rhaenyra sonrió, con muchísima nostalgia.

—Mi padre solía ser alguien enérgico, su enfermedad le ha deteriorado en gran medida en este último tiempo, te habría agradado conocerle en sus mejores años. —Comentó la mujer.

—Aun es un hombre muy sabio, hablar con él fue agradable, y no te estoy mintiendo —le dijo a su madre mientras esta terminaba de trenzar el último mechón de su cabello. —Jace y Luke deberían visitarle antes de que vuelvan a Rocadragón. Él los aprecia tanto a ambos.

La mujer a su espalda se removió ante las palabras de su hija menor, ella lo sabía, Rhaenyra sabía que su padre amaba tanto a sus nietos, que no le importaba el color de cabello o de sus ojos. Pero Jace y Luke eran casi tan necios y reacios como se había vuelto ella en los últimos años. Era Joff quien jamás se había perturbado por las falacias que se hablaban sobre ellos, Joffrine no parecía cargar en sus hombros tanto peso cuando la llamaban bastarda. Y había algo en ello que tranquilizaba a la princesa heredera.

—Tal vez deberías convencerlos.

—Son tercos como macetas. —Suspiró su hija. Y antes de que la mujer respondiera, la puerta se abrió de repente, era Daemon quien estaba de pie en el umbral.

—Princesas —dijo a modo de saludo mientras avanzaba hasta estar dentro de la habitación donde se encontraban las mujeres.

—Tío —le respondió la más joven, con cierta sonrisa encantadora que solo reservaba para él.

Daemon le respondió con un ligero movimiento de cabeza.

—¿Están listas? Venía a escoltarles para la cena —anunció él.

Entonces, su madre anudó la última trenza y le sonrió a su esposo mientras se acariciaba el vientre hinchado.

—Iré por Jace y Luke a sus aposentos. —Anunció, y tras ver que Daemon asentía, la mujer salió de la habitación de Joff como si fuera un rayo.

Dejándolos a solas.

Joffrine se puso de pie del taburete y caminó hasta el espejo que dejaba ver su figura completa, todo esto sabiendo que su tío se había sentado en el sofá y la observaba sin quitarle la vista de encima en ningún momento.

Su reflejo le devolvió una imagen un poco diferente a lo que esperaba, el recogido no le sentaba muy bien, aunque el vestido le quedaba como anillo al dedo, y no había dudas de que había sido hecho específicamente para ella.

—¿Crees que me hace ver mayor? —le preguntó al hombre sin mirarlo, simplemente poniendo atención a sus accesorios empedrados, del mismo rosa pálido que el vestido.

—No. —concretó con firmeza. —Pero estás perfecta de ese modo, a los hombres les cautivan más las mujeres jóvenes. —dijo, mientras se relamía los labios. —Reflejas inocencia y pureza, esos son tus dos fuertes ahora mismo.

Joff no sonrió, no como lo hacía siempre, arrugó un poco la frente y se giró apenas para ver al esposo de su madre mientras este jugaba con los apliques de su abrigo.

—¿Los hombres no prefieren a las mujeres fuertes y decididas? —el hombre se rió, como si le hubieran contado un mal chiste.

—Solo los menos inteligentes, dulce Joff —respondió su tío, cauteloso como un gato encerrando a un raton. Pero Joff no estaba de acuerdo, su tío tenía una percepción un tanto diferente a lo que ella creía. —Ven, acércate. —Indicó con su mano.

Joffrine acumuló aire en sus pulmones mientras las uñas se le clavaban en las palmas de las manos. Estos eran los momentos que menos le gustaba compartir con su tío, los que se ponían... incómodos. No es que su tío no la acalorara, pero, al fin y al cabo, también la intimidaba bastante. 

Pero si cerraba los ojos, esa sensación espesa en el estómago tal vez se le iría. Eligio imaginar que se estaba acercando hacia Aemond, y no hacia su tío Daemon para que le fuera un poco mas ameno. No quería que el esposo de su madre la tocara.

Joff iba a dar el primer paso, hasta que, para su suerte, la puerta volvió a abrirse y Jace se asomó por el recoveco. Así que ella aprovechó para ignorar por completo al príncipe canalla y plantar una nueva sonrisa en su rostro dedicada a sus hermanos.

Entrelazó un brazo alrededor del de Jace y el otro con el de Luke, y los guió a ambos por el camino, que ya había memorizado por completo, hacia el comedor.

Esa noche se sentó junto a Luke, quien le dejó un lugar a su lado, y junto a él estaba su prometida Rhaena, así como en el extremo de Jace estaba sentada Baela.

Los invitados eran los mismos que asistieron a la primera cena. La reina con sus hijos ocuparon lugar en un extremo de la mesa, mientras que Rhaenyra y su familia coparon el otro lado, marcando una distancia notable entre ambos bandos de la Casa Targaryen. Eran Joff y Aemond quienes quedaban al extremo de sus familias, uniendo las aristas de algún modo.

El ambiente se volvió algo tenso al principio. Joff había tomado para cenar algo de pollo acompañado con uvas, y el rubio a su lado había optado por carne, con el mismo acompañamiento. La música era la única que sono de fondo por un buen rato hasta que Alicent comenzó a hablar con su padre, y los hermanos de Joff se pusieron a conversar con sus respectivas parejas. Solo Aegon parecía notablemente aburrido como para querer levantarse e irse de allí, Daeron conversaba animadamente con Helaena, mientras Rhaenyra hacía lo mismo con su esposo.

—¿Quién crees que golpee primero a quién esta noche? —le preguntó Aemond a la joven a su lado mientras pinchaba un trozo de carne con su tenedor de plata. Eso la hizo reír.

—Tal vez tengamos suerte.

Aemond arrugó la frente.

—¿Tanta? —preguntó irónico. Joff volvió a reír, balanceándose hacia adelante como solía hacer su madre.

Joff continuó cenando, en la tranquilidad de su burbuja mientras, de a ratos, miraba al príncipe de sus sueños conversar con su hermana, y a veces lo hacía con su madre o su abuelo. Pero siguió comiendo meticulosamente hasta que su abuelo tomó una copa y, con un tenedor, la hizo sonar varias veces para atraer la atención de los presentes.

El rey se aclaró la garganta antes de hablar. Uno de los sirvientes depositó frente a él en la mesa un libro viejo y pesado, que tenía más polvo que los libros de historia en el cuarto de Aegon, abierto en una página determinada.

Nadie entendió muy bien qué era lo que sucedía cuando el rey se puso a recitar.

—Los he reunido aquí, en mi mesa, nuevamente, a todos ustedes juntos, porque deseo hacer un anuncio a mi voluntad —levantó su copa llena, mientras todos lo observaban con atención. —Soy viejo y estoy enfermo, y hay veces que mis decisiones no son las más acertadas. —Reconoció. Y entonces, su mirada se posó en su hijo y en su nieta, sentados justo frente a él en la larga mesa. —Pero los dioses son benévolos, y me esclarecen a tiempo —movió la copa en dirección a su nieta. —Joffrine de la Casa Velaryon, Daeron de la Casa Targaryen, los exento de cualquier compromiso acordado en matrimonio —manifestó, ante el desconcierto de todos.

Daeron dejó caer ambos brazos, se relajó en su silla y soltó una gran bocanada de aire mientras cerraba los ojos. La Velaryon había hecho un excelente trabajo, pensó para si mismo.

Entretanto, Joff llevó su copa de agua a la boca y bebió mientras sonreía disimuladamente, observando el interior del acero de su cubierto intentando que nadie se diera cuenta de lo muy aliviada que se encontraba. Se habría puesto a saltar sobre la mesa de la emoción si no hubiesen habido mas presentes.

—El parlamento no permite cambios, Majestad —le informó lord mano al rey. A lo que Viserys movió su copa en un gesto que le restaba importancia.

—Un libro viejo... —describió, y entonces volteo su vajilla dejó que el contenido de su copa se vertiera directamente sobre los escritos en aquellas páginas. La mayoría de los presentes quedó boquiabierto. —Y ahora arruinado.

El anciano se encogió de hombros para recostarse sobre el respaldo de su silla. Luke también se había cubierto la cara para no reírse, y le dio un puntapié a su hermana para que dejara de ser tan evidente. Viserys tomó una nueva bocanada de aire y se irguió una vez mas, como si hubiera recobrado suficientes energías en solo segundos. Todos aún seguían atónitos, tiesos como estatuas, sin saber qué hacer o decir.

—De todos modos, aún deseo que los lazos de nuestra familia se solidifiquen —indicó, pasando su mirada por todos y cada uno de los presentes en la mesa. —Y he decidido mi último veredicto.

—El viejo terminó de enloquecer —murmuró Aegon, jugando con el tenedor rayando la mesa de madera. Su madre fue quien lo silenció con un pellizco en su brazo, aunque el rey no pareció escucharlo. El en cambio, miraba minuciosamente a su hijo y a su nieta.

—He decidido comprometer a mi hijo, Aemond Targaryen, en lugar de Daeron, con mi nieta, Joffrine de la Casa Velaryon. Para que su matrimonio sea próspero y fructífero, y vuelvan a unificar los lazos de nuestra familia con su vínculo.

Santos... dioses... benditos. No había duda alguna de que la habían escuchado. O bueno, en realidad, todo era obra de su abuelo, quien ahora le sonreía cómplice. ¡Y ni siquiera había necesitado la ayuda de su madre para conseguirlo! Ahora mismo, Joff se sentía como si pudiera tener cualquier cosa que quisiera a sus pies.

La primera en aplaudir había sido, para sorpresa de la joven Velaryon, Helaena, quien parecía contenta. Y a ella se le habían unido Baela, y Rhaena, quien había golpeado con el codo a Luke para que aplaudiera también. Así, quisieran o no, todos los demás en la mesa acabaron aplaudiendo.

Aemond ni siquiera tenía pensamientos claros en aquel momento, no había nada que pudiera describir cómo se sentía. El corazón le palpitaba con fuerza, muchísima, y no pudo evitar sonreír mientras se ponía de pie y le extendía la mano a su ahora... prometida para que se levantara a su par. 

Prometida, esa sola palabra lo hizo sonreír más.

Con la mano de Joff entre las suya, se aclaró la garganta y levantó la copa que tenía entre los dedos.

—Esta es... una inesperada noticia para mí —confesó, mirando de reojo a la joven, quien le sonreía ampliamente. Sus mejillas se habían teñido de un color rosado a causa de la timidez, y sus ojos lo miraban con un brillo inexplicable. —Pero lo acepto. —dijo, pasando su vista por los presentes para luego volver a mirarla—. Así que brindo por ellos. Por mi matrimonio y por mi... preciosa esposa, y me comprometo asi a protegerla y respetarla hasta que el fin de mis días me alcance.

HOLIUSSSS, Como están? Por acá todo muy bien!

Nada venia a agradecerles todo el apoyo que le están dando a la novela, en serio, tanto en tiktok como acá en Wattpad ¡Es una locura! Entre ayer y hoy crecimos un montón y les juro que nada de esto seria así de posible sin el apoyo de ustedes, son quienes me motivan cada día.

AAAAAAAAAAAA re tierna, pero si, los amo. Y espero que les este gustando la historia de mi amada Joff con su amado Aemond. 

Así que nada, muchísimas gracias por todo el apoyo y sigan así. Los amoooooooooo.

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