17
⚠️ Voy a dejar esta advertencia de lectura con cuidad pues hay escenarios bastante sensibles ⚠️
Aemond y Jace habían caminado sin éxito por el Lecho de Pulgas durante todo el resto del ocaso. La situación ya los preocupaba en gran medida a ambos. Había demasiadas cosas que atormentaban al rubio en ese día, y estaba agotado, pero no dejaría la búsqueda en manos de nadie más. En primer lugar, no quería que los rumores se extendieran, y en segundo, estaba desesperado. No tenía palabras para describir el miedo que sentía, aunque intentaba disiparlo. Ese era un lugar cruel, y había personas que se aprovecharían de Joff, la engañarían y la llevarían quién sabe a dónde, o incluso la lastimarían de alguna manera.
Dioses no lo permitieran, porque si eso sucedía, tomaría a su dragón, el más grande e imponente, y reduciría Desembarco del Rey a cenizas, después de haber cortado lenguas y extremidades. Prefería no pensar en eso porque le impedía concentrarse por completo.
Habían visitado bares, tabernas y puestos. Incluso habían ido a varios sastres, ya que Aemond recordaba que Joff había mencionado algo sobre la moda de Poniente y sus exquisitos costureros. Pero no tuvieron éxito, nadie la había visto.
Jace, por su parte, estaba igual de preocupado que Aemond. Se replanteaba por qué su hermana estaba aun en Poniente. Había pasado todo el camino repitiéndose a sí mismo que ella nunca debió haber sido comprometida con ninguno de esos príncipes vanidosos. Incluso había considerado a Luke como una opción, lo cual no le agradaba demasiado. Su madre estaba agasajando a Corlys Velaryon más de la cuenta y había entregado a su hermana como si fuera un simple trofeo bonito, cuando Joff era la joya más preciosa de los Siete Reinos.
¿Qué pasaría si entregas un diamante a alguien que lo desprecia? En primer lugar, sería un desperdicio de valor, ya que nunca reconocerían su valor real. Y luego, quién sabe qué a donde lo arrojarían.
Durante toda esa búsqueda, Jace se había dado cuenta de que había más opciones. las cuales no había considerado y que podrían convencer a su madre. Estaba ansioso por volver a la Fortaleza Roja y escribirle a Rhaenyra sobre su nueva concepción.
Necesitaban aliados, ¿verdad? Entonces, su hermano menor, Aegon, podría ser prometido a Jaehaera, la hija de Helaena, para mantener la paz con la familia real. Pero Joff podría forjar una alianza de matrimonio con Cregan Stark, el Lobo del Norte, señor de Invernalia. Ese hombre gobernaba sobre el norte, mas que eso, tenia demasiados hombres en su poder y Jace nunca había oído injurias sobre él. Incluso ya tenía un heredero, así que no necesitaba hijos de inmediato.
Aunque le doliera admitirlo, era la opción perfecta, y estaba dispuesto a soportar tener a su hermana lejos si el hombre realmente valía la pena.
Aemond apresuró el paso, sacando a Jace de sus pensamientos. Tuvo que volver rápidamente a la realidad para evitar tropezar con los escalones de una calle empinada mientras seguía al rubio, que iba con prisa. Aemond se adelantó lo suficiente como para estar cerca de un señor rechoncho que estaba en un puesto de panes. Sobre la mesa, relucía un broche de oro.
Un broche del cabello de Joff.
—¿Lo quieren, muchachos? —preguntó el hombre, aunque ahogó su pregunta cuando Aemond lo tomó del cuello, arrastrándolo por encima de la mesa y aplastando su mercancía.
Con la mano libre, Aemond había tomado el broche y lo sostenía en alto, a la vista del hombre que ahora se retorcía buscando liberarse.
—¿De dónde sacaste eso? —sacudió a su victima. Este ahogó un grito.
—Me-m-me lo dio una... una ladronzuela —tartamudeó. Jace contempló cómo los pantalones del vendedor se humedecían cuando Aemond guardo la joya en el bolsillo de su capa y desenvainó una daga para apoyarla en la cara del hombre, con el filo en su mejilla.
—¿Qué le hiciste? —preguntó con cautela. El hombre respiraba desesperado, había cerrado los ojos y temblaba.
—N-na-nada. Ella me dio eso, m-m-me dijo que l-lo había r-r-ro-robado —soltó, tembloroso. La punta de la daga de Aemond se le clavó apenas en la piel, y un hilo de sangre recorrió su mejilla.
— ¿Pretendes que me trague que creíste que alguien te ofreció esto diciendo que era robado? esto es propiedad de la realeza —esculpió. El hombre dejó de luchar y ahora simplemente intentaba dejar de temblar... o de mearse encima. —¿Cómo era? ¿Cómo lucía?
—Era... era menuda. T-tenía el cabello dorado y-y la ropa, la ropa que vestía... parecía una niña sin mucho porte.
Esa no sonaba como una descripción que encajara con Joff en absoluto.
—¿Y hacia dónde iba?
—N-no lo sé, n-n-no lo vi.
Aemond suspiró, meditando. Suavizó apenas el agarre del hombre, y cuando Jacaerys a su lado pensó que lo iba a soltar, él levantó la daga de nuevo y le atravesó el ojo con ella, el cráneo. El muchacho cayó al suelo como una bolsa de papas, y enseguida los adoquines se mancharon con su sangre mientras que el príncipe Velaryon no podía hacer más que mirarlo con la boca abierta.
Cuando se recompuso, observó a su compañero.
—¿Por qué hiciste eso? —Aemond limpiaba su daga con un pañuelo, con la tranquilidad de un felino, como si no acabara de asesinar a una persona. —Yo lo creí.
—Pues eres tonto, sobrino —respondió, con un tono tan grave que le hizo estremecer. —¿Por qué creerle así como así? ¿Qué te asegura que él no le puso las manos encima para robarle el broche? —dijo, y se inclinó ligeramente hacia Jace, quien se quedó pensando. Tenía razón. —Vamos. Si descubro que le hizo algún daño, yo mismo me cenaré a sus hijos.
[...]
Joffrine intentó apartar la mirada, pero los ojos celestes de Aegon ya la habían divisado.
Él tenía a una mujer, con las piernas a cada lado de su cuerpo saltando en su regazo, mientras que otra pasaba la lengua por su cuello. Otras dos a su costado se besaban con fervor mientras que el masajeaba uno de los pechos de una de ellas con una mano, puesto que con la otra se aferraba al trasero de la pelirroja corpulenta que tenía encima.
Ella se tambaleo por el desconcierto, viéndose obligada a recostarse contra una columna para no caerse.
Habría podido pasar horas mientras las personas fornicaban a su alrededor sin inmutarse demasiado, pero aquello iba más allá de lo que sus ojos podían tolerar, ya que su tío era el personaje principal en aquel encuentro. Aunque no podía decir que no se lo esperaba, era Aegon después de todo, y los rumores que había oído acerca de él eran desagradables.
Cuando pensó en volverse por donde había caminado hasta llegar de nuevo a su habitación, se dio cuenta de que alguien le estaba cortando el paso.
Oh... dioses.
No pudo evitar abrir la boca de asombro al ver que su tío estaba allí, de pie frente a ella completamente desnudo. E hizo un esfuerzo muy grande para sostener la mirada únicamente en sus ojos. Aegon se rió, burlón. A Joff no le interesaba ver nada más, pero sentía ligera... curiosidad.
—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó, con total naturalidad, mientras alzaba una ceja. Varios cabellos rubios le cayeron despeinados sobre la frente.
—Yo... solo daba... una vuelta —Joff se encogió de hombros. Ella podía considerar que Aegon era tonto, pero no que se había tragado aquello.
Su tío se echó a reír.
—Sabes, este no es precisamente un lugar donde a una niñita como tú le gustaría pasear. A menos que hayas venido buscando...
—¡No! Nada de eso —le cortó ella, agitando las manos. Aegon volvió a esbozar una mueca divertida mientras extendía una mano para tomar uno de los rizos de su sobrina entre sus dedos cayosos.
Sus ojos volvieron a los de Joff.
—¿Segura? —su voz se volvió lenta, como un ronroneo. Joffrine frunció los labios mientras asentía con la cabeza. Se había puesto tan nerviosa que tenía los puños apretados. Aegon le dio un tirón de cabello que la obligó a separarse de la columna en la que estaba apoyada, atrayéndola hacia él. —Yo podría enseñarte algunas cosas. —le dijo.
Joff frunció el ceño.
—¿Cosas?
Aegon asintió con la cabeza.
—Cosas que a Aemond le agradarían mucho —las pupilas del muchacho se ensancharon como las de un gato. —Cosas que harían que él quisiera pasar más tiempo contigo que con Alys Ríos. —Le dijo, entornando los ojos.
¡Auch, eso había dolido!
—Pero eso... —él le puso un dedo en los labios para acallarla.
—Es el arte del sexo, lo que hará que él siga interesado —Aegon se movió a su alrededor, ella lo siguió con la mirada. —¿Acaso no quieres aprender a complacerlo?
—Sí, pero...
Aegon se volvió para mirarla, poniéndole las manos sobre los hombros y señaló con la cabeza hacia algún lugar detrás de ella. —Siéntate allí. Y solo observa.
El rubio la hizo girar y le dio un pequeño empujón hacia donde había indicado. Joffrine descubrió que era una montaña de almohadas apiladas en una manta en el suelo a donde se dirigía, y no parecía tener demasiadas opciones, así que se apretó más las palmas lastimadas con las uñas y caminó hasta allí para acomodarse.
Aegon le había indicado a la pelirroja que se acercara con un movimiento con la mano. Ahora se encontraba sentado sobre una silla, y ella se había arrodillado a su lado. Las mejillas de la joven se encendieron cuando observo a la mujer tomar el miembro de su tio y masajearlo, ella no la miraba, pero Aegon si, tenia toda su atención puesta en Joff mientras que su virilidad se iba despertando en manos de la mujer que se follaba día por medio. Había elegir a Ayleen para esto, por que era la mas desenvuelta, la que mas lo conocía.
No pudo evitar soltar un gemido cuando la mujer se llevó su miembro a la boca, haciendo que Joffrine pudiera ver cómo su boca subía y bajaba por el tronco del mismo. A veces, trazaba círculos con la lengua en el glande. Joffrine recordaría eso, ya que lo había anotado mentalmente cuando su tío chilló de placer al ella hacerlo.
Al parecer, las lamidas eran placenteras en cualquier parte del cuerpo. Joff acababa de aprenderlo.
La mujer había tomado con su mano libre los testículos del rubio y los masajeaba mientras seguía estimulando su miembro, muy lentamente. La joven se sintió un poco abrumada, y aunque aún estaba algo nerviosa y sentía vergüenza, ahora estaba pensando que eran demasiadas cosas para recordar, se preguntaba si podría hacerlo todo al mismo tiempo como lo estaba haciendo aquella mujer.
No, definitivamente no creía que fuera capaz.
Comenzando por... ¿cómo hacía para no atragantarse con el pene? A Joff le parecía surreal.
Aegon había enterrado la mano en los cabellos color fuego de la cortesana y la obligaba a bajar más y más. Ya todo su miembro estaba recubierto de saliva y resbalaba notablemente. Por no decir que había alcanzado el punto máximo de dureza.
Fue entonces que descubrió que su tío la observaba, con los ojos profundos y las pupilas más que dilatadas debido a la falta de luz en el ambiente. Joff volvió a sentirse incómoda, volvió a sentir que la vergüenza la consumía. Sintió como si todo aquello estuviera mal. Y tuvo que apartar la mirada.
—Tócate para mí, Ayleen —oyó decir a Aegon.
De reojo, Joff vio cómo la mujer se extendía sobre unas mantas en el suelo, abriendo las piernas y comenzando a tocarse el centro de su cuerpo, mientras que con la otra mano trazaba círculos en sus pezones.
Ella lo hacía muy bien, cielos, más que bien. Tenía tanta confianza que Joff se sentía pequeña de nuevo. Su mirada no esquivaba en ningún momento la del príncipe; lo miraba sin escrúpulos, como si supiera que lo que estaba haciendo complacía por completo a Aegon.
¿Cómo lo sabía si ni siquiera lo estaba tocando? Joff se hacía muchas preguntas, en parte, para disipar la incomodidad que sentía.
Aegon se puso de pie y caminó por el lugar como si no supiera que estaba desnudo. Besó a un par de mujeres mientras que otras, agachadas, jugaban con su miembro viril, tocándolo o metiéndoselo en la boca. La pelirroja en un extremo seguía acariciándose a sí misma mientras gemía en voz alta.
Entonces, su tío se volvió hacia ella. Joff intentó mantener su mirada altiva, como lo había hecho la mujer, pero no lo logró en absoluto. Aegon se acuclilló a su lado, tomando uno de sus rizos como había hecho antes y acariciándolo con los dedos.
—¿Te gustó lo que viste? —preguntó, con la voz ronca.
Joff dudó.
—Fue... interesante —respondió por fin, tragando saliva y buscando algún punto al cual mirar que no le generara incomodidad. Con un tirón en su pelo, Aegon la obligó a voltearse para mirarlo y tomó su mentón presionándolo con los dedos.
—¿Solo interesante?
—Educativo —respondió ella, en la medida de lo posible, aunque su voz se escuchó distorsionada debido al agarre de Aegon. El rubio soltó una carcajada, algo burlona, y de repente se inclinó hacia su sobrina.
—Te voy a dar la oportunidad de experimentar, Joffrey —le dijo. Joff frunció el ceño. —Te voy a enseñar cosas que te gustarán mucho. —Joff se vio obligada a recostarse cuando él puso una mano a un lado de su cuerpo, dejando sus rostros a solo centímetros de distancia. —Y a mí me gustará tanto hacerlo. Tienes algo tan valioso, algo que me interesa muchísimo...
Entonces, Joff, que era ingenua pero no tonta, sonrió con debilidad y respondió: —Si es tan valioso, entonces ¿no debería guardarlo para mi esposo?
Aegon no contesto, simplemente, esbozo una risa burlona.
La mano libre del rubio se posó en su cintura, trazando círculos con su pulgar directamente sobre la piel, por encima de la terminación de su pantalón. Joff lo miró con espanto, pero Aegon no supo... o más bien, no quiso captar esa mirada, así que deslizó la mano por debajo de la camisa de la joven y acarició sus costillas, acercándose cada vez más a su ceno.
Joff, que hasta ese momento había estado tensa y no había podido moverse ni decir nada por el asombro, se sacudió ligeramente.
—Por favor... no quiero —le suplicó, pero Aegon gruñó. No pareció escucharla, simplemente se inclinó un poco más y enterró su rostro en el cuello de su sobrina. Joffrine soltó un grito cuando sintió la mano de Aegon que estaba en el suelo tomar su cabello y tirar de él hacia atrás, haciéndole torcer el cuello. Joff sollozó. —Aegon, por favor...
Pero Aegon no la soltó. En cambio, aferró aún más sus dedos a los mechones de su cabello, sintió cómo su lengua áspera recorría desde la oreja hasta el omoplato, mientras que la otra mano de su tío desgarraba por completo su camisa. Para entonces, Joff ya estaba llorando.
Solo entonces Aegon se detuvo, la miró un momento y Joff pensó que podría redimirse. Estaba dispuesta a perdonarlo si él lo hacía, si él se detenía en ese momento.
Pero no lo hizo.
Aegon soltó su cabello, pero solo para secarle una parte de la cara, ya que la otra se encontraba luchando con las manos de su sobrina, quien intentaba cubrirse para que él no desatara su cinturón.
—Voy a ser gentil, lo prometo —se rió, con sorna.
Y a Joff le pareció la risa más inmunda del mundo.
Lloró mientras su tío continuaba dejándole saliva por el cuello y el pecho. Intentó patalear y soltarse, pero él era más grande y más pesado, la estaba aplastando con su cuerpo. Pero al menos había conseguido que Aegon, al concentrarse en lamer su torso, no le estuviese prestando atención a su pantalón.
¿Por qué nadie la ayudaba? Ella estaba llorando, en la medida en que podía, intentaba gritar, pero nadie siquiera la miraba. Nadie reparaba en que estaba desesperada, en que no quería eso, en que intentaba escapar.
Y su tío... su tío era tan cruel. Ella iba a casarse con su hermano... era una princesa, pero nada lo detenía, no tenía ni un gramo de honor. Respiró agitada, en pánico, y encontró una posibilidad: comenzó a arañarle la espalda, con mucha fuerza. Lo hizo hasta que sus dedos comenzaron a humedecerse por la sangre, hasta que él se dio cuenta.
Entonces, el rubio se llevó una mano a las heridas, y Joff aprovechó la única posibilidad que se le presentó. Había muy pocas probabilidades de que saliera bien, pero de todos modos flexionó la rodilla con tanta fuerza que logró que Aegon se doblara en dos después de haber golpeado sus testículos.
No se tomó el tiempo de respirar y componerse. Tomó una manta del suelo y se la llevó consigo mientras corría, aunque no sabía exactamente a dónde. Simplemente avanzaba, sin darse el lujo de mirar atrás para ver si su tío la seguía. Tenía que volver al castillo, tenía que encontrar el camino y volver.
El viento fresco del exterior la golpeó cuando menos se lo esperaba. No se dio cuenta de que aún estaba llorando hasta que sintió su rostro enfriarse debido a lo mojado que estaba. Corrió en la penumbra, intentando esquivar a las personas e importándole poco si se chocaba con ellas. Necesitaba volver, encerrarse y no salir jamás.
Gritó muy fuerte cuando unas manos la atraparon en medio del camino. Se retorció todo lo que pudo y gritó, gritó muy fuerte, pero las manos no la soltaban. Dioses, dioses, dioses, por favor, alguien que la ayudara por que no tenia las fuerzas para segur luchando, suplicaba en su mente.
—Joff, soy yo —escuchó una voz, muy cerca suyo. —Joff, cálmate.
El hombre la acunó contra su pecho, y sintió cómo el corazón de Joffrine latía tan fuerte que parecía a punto de explotar, entonces él también comenzó a ponerse nervioso. Finalmente, la joven parpadeó varias veces y fue cediendo en sus movimientos bruscos, apagándose, entregándose completamente a la protección que le brindaban esos brazos en los que estaba envuelta.
—Aemond... —murmuró, cansada.
El joven la sostuvo contra sí, cuidando de no hacerle daño. Aunque su alivio después de verla en ese estado no era menor, sus preocupaciones se suavizaron cuando ella enterró el rostro en su pecho, buscando su calor.
—¿Estás bien? ¿Alguien te lastimó?
Joff estuvo a punto de hablar, pero... no. Él no podía saberlo, nadie podía.
Ella aún quería casarse con él y no quería que la encontraran indigna, así que no podía hablar de lo que había sucedido. Aegon podría mentir, podría decir que la había desflorado, y eso... eso ni los dioses se lo hubieran perdonado. Así que tragó saliva e intentó que todas esas sensaciones se disiparan, pero no lo logró.
Se sentía muy sucia y no estaba segura de que un baño pudiera arreglarlo.
—Estoy bien —murmuró contra el pectoral de su prometido, con la voz ronca. —Me perdí, solo... solo me perdí.
Buenas buenasss.
Primero que nada, quiero pedir perdón, mas que nada a mi bebe Joff que en este capitulo se lo paso fatal. Perdón mi vida, tu vida no será perfecta pero tendrás un bonito final feliz bebe.
Y a ustedes, que espero que hayan odiado el capitulo. Realmente espero que no les haya gustado ni un poco y espero que hayan podido entender lo que quise reflejar.
En otras noticias, cambie la portada, wiii. Se las dejo en grande para que la disfruten.
A mi me encanto, de verdad, esta sencilla pero cute.
Así que bueno, gracias por el apoyo bebes, no olviden que los amo mucho.
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