15
—Pasará pronto. Pasará pronto. —Murmuraba la joven mientras caminaba por los pasillos de forma frenética.
Tenía las manos heladas y no podía dejar de llorar desde que había salido de la fosa, por no mencionar que se había visto obligada a hacer una parada técnica para vomitar a medio camino gracias a los nervios.
Aquel era, sin dudas, el peor día de toda su vida. Los golpes de Daeron le habían dolido mucho menos que esto. El corazón le latía con tanta fuerza que sentía que saltaría de su pecho en cualquier momento.
Apenas podía respirar mientras caminaba apurada, y ni siquiera sabía dónde estaba yendo, solo quería alejarse de todo y de todos. Pero su principal meta era alejarse de su hermano, quien le venía persiguiendo, y hasta ahora lo había logrado.
Nada jamás le había hecho sentir tanta desdicha, tanta desilusión.
Tenía tantas preguntas en la cabeza que no era capaz de ordenarlas una a una, y todas eran igual de dolorosas. Cuando las pensaba, un nuevo nudo se armaba en su garganta, haciendo que no pudiera respirar, así que tiró del abrigo que llevaba puesto y simplemente lo dejó caer en uno de los pasillos sin darle más importancia.
Se había reprochado a sí misma muchas veces durante la última media hora. Debió haberselo esperado, era usual que los príncipes y lores tuvieran amantes, mucho más que normal. Incluso su propia madre fue capaz de cometer esa clase de adulterios, y también el que se decía era su padre, Leanor. Y ella recién caía en cuenta de todo eso. ¡Era una idiota! ¿Cómo había sido capaz de soñar con el matrimonio perfecto y el príncipe de ensueño cuando ella misma había sido fruto de una relación desleal? Oh... los dioses siempre la iluminaban demasiado tarde.
No volvería a imaginar algo así jamás. No sería capaz. El solo pensar en eso le hacía sentirse mareada. Esa vida perfecta no existía.
Nada de lo que ella había imaginado felizmente realmente existía. Tendría hijos, sí, pero mientras ella los gestaría, su marido estaría acostándose con otra. Tendría banquetes y vestidos, pero pasaría las noches en vela. Tendría su futuro soñado... ¿pero a costa de cuántas noches desvelada, sintiéndose insuficiente?
El amor era tonto y no existía felicidad en él, ¿por qué no se lo habían dicho antes? o... ¿por qué no se había dado cuenta antes? lo había tenido toda su vida frente a sus ojos. Su madre se había casado con Daemon, por supuesto amor había dicho Jace... ¿pero cuándo ella había visto que se sonrieran sinceramente? Jamás.
Agh, estaba tan confundida.
Se tropezó con una baldosa al doblar en un pasillo, las manos lastimadas por haber estado andando en dragón sangraron cuando se rasparon con el suelo. Genial, lo único que le faltaba en el día.
Oyó unos pasos que parecían como si se estuvieran arrastrando acudir a ella, seguramente alguien había escuchado el golpe de su piel con el suelo. Intentó gatear, pero no fue lo suficientemente rápida para huir, y dos pies recubiertos con botas de piel y un bastón se interpusieron en su camino. Al mirar hacia arriba se encontró a Larys Strong.
—¿Necesita ayuda, princesa? —Él le ofreció una mano. Joff negó, y se puso de pie lo más rápido que pudo. Se preguntó de mala gana cómo es que podría ayudarla si apenas podía caminar, pero rápidamente le restó importancia.
—Solo me caí —respondió con la voz ronca mientras se acomodaba la camisa de lino que llevaba puesta. Tenía frío, mucho frío.
—¿Alguien estuvo molestando?
Joff suspiró, seguía sin mirarlo. El hombre no le inspiraba confianza en lo absoluto. Pero, lo había ojeado lo suficiente en los pasillos los días anteriores como para darse cuenta de que tenía la misma clase de rizos que a ella le caían en cascada por la espalda. Frunció los labios al recordarlo, ¿cómo es que teniendo los dos ojos no había sido capaz de verlo? O simplemente había decidido ignorarlo. Un rasgo que compartía con su madre.
—No, Ser Larys, nadie me estuvo molestando —respondió tajante. —Simplemente soy demasiado descuidada y me caí, eso es todo.
El hombre escudriñó a la princesa, cuya cara estaba enrojecida y tenía los ojos hinchados como tomates. Y aun así, podría distinguir pequeños rasgos de su hermano en su rostro inflamado, como por ejemplo, aquellos ojos color azul verdoso que resaltaban al estar inyectados en sangre.
—¿Hay algo que pueda hacer para que se sienta mejor después de su... caída?
Joff parpadeó varias veces, intentando no volver a llorar. Al menos había logrado que los raspones de sus palmas dejaran de sangrar frotándolas contra su camisa.
Así que le respondió con decisión: —Jamás mencionar que estuve aquí.
Le dijo, siendo la primera vez que lo miraba a los ojos, descubriendo que los ojos de Larys eran demasiado similares a los suyos. Eso la disgustó. Más el hombre le extendió una amplia sonrisa.
—Que tenga un buen día, princesa.
Apenas llegó a articular, pero la joven de cabello dorado ya había desaparecido tras una puerta que ni ella misma sabía hacia dónde llevaba.
Larys suspiró y siguió caminando a su ritmo, pensando en que la princesa lucía como si hubiese visto un fantasma o algo peor. Doblo por el pasillo que le seguía, dispuesto a continuar hacia el jardín, mas una voz poco frecuente le hizo detenerse.
—Ser Larys. —Cuando volteó, descubrió que era el príncipe Jacaerys Velaryon quien lo había llamado, estaba a mitad del pasillo, corriendo.
—¿En qué le puedo ayudar, príncipe? —preguntó cortésmente, mientras esperaba que el otro hijo de su difunto hermano se recuperara.
—¿Ha visto a mi hermana, la princesa Joffrine? —Larys se mordió la lengua para evitar sonreír más de la cuenta, esto se estaba poniendo realmente interesante. Jace tomó una gran bocanada de aire. —Varias criadas me dijeron que le vieron dirigirse hacia aquí.
El hombre lo escudriñó, con ambas manos puestas en su bastón.
—Sí la he visto... pero no tengo idea de a dónde se fue —se encogió de hombros. —Parecía... consternada.
Jace soltó un bufido, y su cara se tornó aún más preocupada. Larys había dado en el blanco.
—Si la ve ¿Puede venir a buscarme? ¿O enviar a alguien a notificarme? —prácticamente le rogó. Larys mantuvo el silencio un momento.
—Por supuesto, príncipe, que así sea —manifestó. Y antes de que Jacaerys pudiera seguir su camino, él volvió a hablar: —Si alguien está molestando a la princesa, sería de gran placer para mí... ayudar —dijo, con cautela.
Jace entrecerró los ojos.
—¿A qué te refieres? —murmuró. Larys lo observó con un gesto de genuino interés y dio un paso chueco que los acercó más.
—¿Qué no harías por tu hermana para verla feliz, príncipe? —le preguntó, Jace frunció los labios. —Al parecer, la dulce tentación estaba pasando por un gran pesar... nadie debería hacer que se moleste de ese modo, ¿no crees?
Jace lo pensó durante un momento, se preguntó si lo que Larys estaba ofreciéndole sería lo que él estaba pensando. Se preguntó a sí mismo si sería capaz de hacer una cosa como esa... y no supo responder con sinceridad.
Así que volvió a mirar al hombre tras observar durante segundos el suelo, y le preguntó:
—¿Qué estarías dispuesto a hacer?
—Depende del precio —respondió ávidamente.
—¿Cuál es el más alto?
—Nada que no puedas pagar, joven Jacaerys. Eso te lo aseguro. —esbozó una mueca segura, que hizo que Jacaerys se estremeciera.
¿Estaría dispuesto a hacer una cosa así por ella? Aún no estaba seguro.
—Lo pensaré, lord Larys. Y me reuniré con usted en cuanto tenga mi veredicto —le dijo. Larys sonrió, una sonrisa horrible que no se parecía en nada a la de su padre.
De hecho, Larys se parecía tanto a Harwin como él a Leanor, absolutamente nada. Le daba escalofríos solo pensar que él era, por sangre, su tío.
—Lo estaré esperando —le contestó, con el sigilo de un ratón. —Que tenga un excelente día, príncipe —le dijo antes de que el joven se adelantara para seguir con su búsqueda.
Larys lo observó hasta que desapareció por el siguiente pasillo, pensando que, en efecto, Jacaerys Velaryon tenía el mismo corazón débil que poseía su hermano. Ah... esos niños tan Strong.
[...]
Joff se había metido en un pasillo subterráneo, y no lo supo hasta que se quedó completamente en penumbras y los pies comenzaron a mojársele con el agua sucia. Parecía una cueva. Había tomado una de las puertas que estaban en aquella habitación a la que se había metido, que claramente estaba abandonada o no se utilizaba hacía muchísimo tiempo.
Joffrine caminó en la penumbra, curiosa de saber a dónde desembocaba aquella salida que de pronto se había convertido en un túnel mohoso. Así que siguió hasta ver la luz al final, cada vez más luz. Entonces corrió hasta estar fuera, hasta estar... en las calles de seda.
Se frotó los ojos debido al resplandor, pero poco a poco fue pudiendo escudriñar a su alrededor. Las personas iban y venían de un lado a otro sobre las calles adoquinadas, algunos vestían muy bien y otros simplemente usaban harapos. Caminó varios pasos y varios olores le llenaron las fosas nasales, olía a barro en momentos, y luego un aroma exquisito a algo crujiente la invadía. Pasos más adelante, el ambiente se tornaba hediondo de nuevo, y así era constantemente mientras caminaba por las calles estrechas del lecho de pulgas.
Dos niños le pasaron corriendo, empujándola, y eso cortó su repentina emoción. Quiso gritarles que eso no era apropiado, pero se redimió al recordar dónde se encontraba. Por supuesto, nadie allí tendría modales.
Siguió avanzando, observando los puestos ambulantes y las personas que iban de un lado a otro sin detenerse. Tuvo que parpadear varias veces para comprobar que se había encontrado a dos personas fornicando en pleno camino, se ruborizó tanto que tuvo que obligarse a apartar la mirada, y la sensación de vergüenza no se le fue hasta que caminó varios metros más, escudriñando un puesto que tenía panes, al parecer calientes.
—¿Me daría uno? —le dijo al hombre rechoncho que estaba junto al puesto, al parecer era el vendedor.
El hombre la miró de arriba a abajo, y no pareció inmutarse por su presencia, simplemente la miró de mala gana.
—¿De dónde te robaste esas joyas, pequeña piojosa? —Joff puso cara de espanto al principio.
¿Ella? ¿Robar...?
Se empezó a reír, muchísimo. Seguro estaba tan sucia y olía tan mal a barro y dragón, que la estaba confundiendo con una niña del lecho de pulgas. En efecto, cuando observó su ropa, los pantalones de montar estaban llenos de tierra, y tenía las botas empapadas en agua y barro. Además, seguramente aún tendría sangre en su rostro ya que no había podido bañarse, y su camisa estaba cubierta de lo que había supurado de sus manos, por no hablar de la tierra que se le había impregnado en el blanco de la tela, haciéndola parecer vieja. Ni siquiera quería pensar en su cabello.
Joffrine se siguió riendo de sí misma, y se le ocurrió una idea, una brillante. Tal vez podría fingir, al menos por un rato, antes de regresar. Podría fingir ser alguien más, alguien que no era tan estúpida como ella, sino que era inteligente y astuta. Alguien cuya mayor aspiración durante toda su vida no había sido casarse con un príncipe perfecto.
Así que se giró hacia el hombre una vez más y le dijo: —Se los robé a una princesa muy tonta —le respondió y tomó un broche de oro que tenía en el cabello. —¿Me darás un pan si te lo doy? —le mostró el aplique, resplandeciente, y los ojos cafés del hombre se iluminaron, sacándole el artefacto de la mano.
—¡Toma los que quieras! —bramó, y se metió en un recoveco que había en la pared detrás suyo, gritando que era rico.
Joff se rió, y tomó varios panes calientes, todos los que cupieron en los bolsillos de sus pantalones. Y se guardó uno para ir comiendo en el camino. Aún le quedaba un broche, dos pendientes y un collar, y había decidido que pretendía volver al castillo sin ninguno de ellos.
Así que arrancó un pedazo de pan con la boca, cosa que jamás pensó que haría en su vida, y siguió recorriendo las calles.
Dejó uno de los pendientes a una anciana bastante deteriorada y con olor hediondo que se encontraba sentada en el suelo, hecha un bollito. Como se encontraba durmiendo, lo escondió en su zapato para que lo encontrara cuando terminara de descansar.
Iba a dirigirse hacia otro puesto de comida, esta vez dispuesta a comprar pastelitos de frutilla, pero se quedó helada observando el modo en el que un hombre arrastraba a una joven desnuda mientras ella se rehusaba y gritaba. Pero nadie allí... era como si no existiera, prácticamente como si fuera normal. No se atrevía a mirar demasiado, pero los gritos le desgarraban los oídos, y supo reconocer el sonido de una bofetada en cuanto lo oyó.
La joven se calló durante algunos segundos, pero después volvió a llorar. Y su llanto se fue desvaneciendo en la distancia a medida que se alejaban.
Joff estaba muerta de miedo, y a su vez, se encontraba mucho más angustiada que antes. Nadie haría nada por aquella joven que no sería más que un par de años mayor que ella. Nadie estaba dispuesto a ayudarla, ni siquiera la habían volteado a ver, Joff había sido la única.
Respiró hondo varias veces, intentando calmarse.
Y una vez que había empezado a moverse ya no se pudo detener, iba a hurtadillas tras el hombre y la joven, escondiéndose en cada recoveco que veía.
Los siguió hasta que traspasaron una cortina roja, que hacía de puerta. Joff esperó varios segundos, y temblando como una hoja se lanzó al interior, encontrándose con... estaba en una taberna de bajo presupuesto. Bien, tenía más personas a su alrededor.
Se lanzó al suelo y gateó por debajo de las mesas, llevándose alguna que otra patada de hombres gordos y mugrientos. Pero no le importó, ella seguía a los gritos que se extendieron hacia un nuevo pasillo. Esto era más difícil que jugar a las escondidas con Jace y Luke, y eso durante años le había parecido todo un reto.
Soltó todo el aire de los pulmones, y para su suerte, vio cómo el mismo hombre salía de una de las habitaciones para salir hacia el exterior.
Entonces Joff se puso en marcha de nuevo, ponerse de pie tan rápido la hizo marearse un poco, pero no se permitió perder el tiempo mientras buscaba al hombre que le pareciera más fornido y mejor recompuesto. Terminó acercándose a un hombre solitario en la barra del lugar que bebía una cerveza y tenía un corte en la ceja.
—¿S-sabes cómo abrir una puerta que está cerrada con cerrojo? —le preguntó, sorprendida por la confianza en su voz. El hombre se giró para mirarla, con ojos cansados. Joff se dio cuenta de que ese hombre tenía el cabello más blanco que el suyo y que se parecía mucho a un Targaryen, pero que jamás lo había visto ni había oído de él. Ella se sacó el pendiente que le quedaba. —Tengo esto para ofrecerte.
El hombre miró el pendiente y luego a la joven. Bufó.
—Guarda bien esas cosas, niñita —le dijo, y se levantó para esquivarla. —Te sugiero que vuelvas a casa, este no es lugar para princesas.
Joff se quedó pasmada por un momento, pero luego lo siguió, con desespero.
—Por favor —rogó, ese hombre avanzaba muy rápido y era demasiado alto. —El hombre regresará pronto y ya no podré sacarla de allí.
El cazador de ratas suspiró, volviéndose hacia la niñita.
—Te hará peores cosas de las que le hará a ella si te atrapa, esa mujer es de su pertenencia.
—Se la compraré —insistió ella. —Por favor... tú podrías darle esto por mí. —Se arrancó el collar de un tirón y lo juntó con el broche que aún le quedaba. El hombre desvió la mirada.
—No me interesan esas cosas.
—Por favor... —suplicó Joff, aunque él no estaba mirando su mohín.
El hombre suspiró, pero no dijo más nada. Simplemente esquivó a Joff y fue directamente hacia la puerta de la habitación donde el hombre había encerrado a la joven. Joffrine pudo soltar un suspiro, se había arriesgado demasiado, tenía el corazón a punto de saltarle del pecho.
De todos los hombres que estaban allí, aquel era el único que le había inspirado cierta confianza, pero no habría sabido decir por qué.
Dio media vuelta y se dirigió al peliblanco que había sacado una daga pequeña y estaba intentando forzar la madera.
—¿Cuál es tu nombre?
—No te interesa, princesa —refunfuñó. Los sollozos se oían desde el interior de la habitación, a la joven le estremecían así que buscó seguir hablando un poco más para disipar los nervios.
—¿Por qué crees que soy una princesa? —El hombre soltó un suspiro, divertido, incluso algo burlón, pero no respondió. —Tal vez solo soy una excelente ladrona.
—¿Una que no sabe abrir una puerta? Lo dudo. —La puerta se abrió con un 'click' dejando a su paso una habitación en penumbras, y los sollozos se intensificaron. Se oyó cómo alguien se movía dentro, pero Joff no pudo ver más que sombras. —Quédate aquí, voy por una manta.
Ella asintió y dio un paso hacia la habitación con cautela, empujando apenas la puerta.
—Soy una ladrona, una muy buena. Y he venido a robarte a ti, pero no te voy a hacer daño. Te lo prometo —comentó con inocencia, adentrándose en la oscuridad. La joven tosió.
—Te va... te va a... hacer daño —sollozó con la voz pastosa.
Dioses quisieran que no.
—Vamos, tenemos que salir de aquí —le dijo. Y no fue necesaria más insistencia.
Oyó pasos moviéndose, y en cuanto los tuvo cerca, el peso de la joven casi la aplastó, pero Joff hizo malabares necesarios para mantenerse de pie. El extraño cazador llegó justo a tiempo para poner un abrigo sobre los hombros de la joven con el cabello enmarañado para que pudiera cubrirse.
—Yo la llevo, tú vuelve al castillo —le dijo él, mientras se movían hacia la puerta.
—No, quiero ver que esté bien. No confío en ti.
Una vez fuera, el hombre la miró con una ceja en alto. La joven apenas podía caminar a duras penas, y Joff apenas había cruzado palabras con el cazador. No confiaba plenamente. Aunque claro, estaba pasando por alto que si hubiera querido dañarla, ya lo habría hecho. Y ella... bueno, estaba claro que el cazador no tendría que esforzarse demasiado para pasarle por alto. Joff suspiró.
—No quiero volver, no aún —admitió.
El cazador no estaba dispuesto a discutir. Ya no era un guardia real, su tiempo de proteger y lidiar con princesas se había acabado, así que acabó suspirando.
—Conozco un lugar donde estarán mejor que en este nido de pulgas.
Holiiis, cómo están? Por aquí todo bienn.
Ufff no saben los capítulos que se vienen niñas, no tienen niiii idea.
Paso a acalorar las edades de cada personaje que veo que es algo que no les quedo muy claro so...
Aemond tiene 20
Joffrine tiene 13
Y tuve que cambiar las edades de Jace y Luke para mejor desarrollo: así que Luke tendría 16/17 y Jace 18/19.
Así que nada, gracias por todas las vistas dios, en serio, gracias. Todos los días me inspiro gracias a ustedes.
No se olviden de ir a ver los edits en TikTok (ItsRaughan) y gracias de nuevo.
Los amoooooooo!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top