Capítulo XIII
Aviso de muerte, sangre y escenas violentas...
Disfruten :)
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Fred colocó el objeto que su madre le había dado en el orificio que se encontraba debajo de la aldaba de la enorme puerta, y de inmediato ésta se abrió. Lisa ayudó a su hermano a tirar de ella para poder abrirla, pues era tan pesada que dudaba haber podido moverla sola si hubiera sido el caso.
– Bien, recuerda, irás primero por todos los bolsos de los niños, así evitaremos que ellos hagan demasiado ruido cuando bajen –hablaba la pelinegra mientras ambos ascendían por las escaleras que conectaban con una segunda puerta.
Una vez llegados al final del camino, colocaron la punta del bolígrafo en el orificio de la puerta, justo como lo habían hecho la primera vez, y la segunda puerta se abrió.
– Bien, es hora –anunció Lisa en un susurro antes de tomar carrera para comenzar a correr.
– ¡Espera! –exclamó el niño tomando a su hermana por el hombro–. Deberíamos tomar algunas escobas y trapeadores, ¿No lo crees? Podrían ser buenas armas de defensa.
– Eres inteligente, Fred –halagó la pelinegra dirigiéndose hacia donde éstos se encontraban.
Tomaron varios elementos de limpieza que pudieran ser de utilidad, escobas, trapeadores, incluso el cloro que su madre usaba para limpiar los baños.
– ¿Quién sabe? Puede ser de utilidad –fueron las palabras de Lisa ante la incógnita pintada en el rostro del castaño.
Una vez consiguieron trasladar todo a los túneles, volvieron a la casa y cada uno tomó su respectivo camino, Fred hacia la habitación de sus hermanos y Lisa hacia la de Emma.
– ¡Fred, te habías tardado demasiado! –exclamó entre susurros uno de sus hermanos, el segundo mayor de los varones.
– Lo siento, tuvimos algo que hacer antes de volver –respondió él con seriedad–. ¿Puedes ayudarme a llevar los bolsos?
– ¿No los llevaremos directamente a todos?
– Es mejor si primero nos encargamos de los bolsos, harán menos ruido al bajar. Los despertaremos más tarde.
– ¿M-más tarde? –indagó el rubio tallando su nuca con pena. Fred arrugó una ceja y lo miró confundido–. Verás... Creí que sería más sencillo mantener a todos...
– ¿Ya nos vamos?
– ¿Comienza el juego?
– ¿La Hermana Lenna ya está contando?
– ¡Tengo que ir al baño! ¡Pido pausa!
–...despiertos –terminó su frase ante la desaprobatoria mirada de su hermano mayor.
– Lucas, nunca espero nada de ti y aun así logras decepcionarme –indicó con voz de ultratumba.
Mientras tanto, Lisa se apresuró tanto como pudo hacia la habitación de su madre, cuidando de no hacer el más mínimo ruido y así evitar que la Hermana Lenna pudiera escuchar. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta escuchó la voz de la que menos esperaba oír.
–...así que sí, por fin he descubierto el secreto que tú y esos dos niños ocultan desde que llegué.
¿Descubierto? ¿Cómo que los había descubierto? En ningún momento se habían descuidado mientras iban y volvían de los túneles, además, no había pasado tanto desde la llegada de la Hermana... ¡Era imposible!
– Verás Emma... No soy tan tonta como tú quisiste creerlo. En Glory Bell siempre fui la mejor de mi generación –explicó con burla mientras se paseaba en la habitación con una pequeña daga en mano.
– ¿Cómo lo descubriste? –fue la única pregunta de la otra pelirroja.
– La pequeña Sheyla. Ya sabes, los niños no son capaces de mentir ni ocultar cosas. Al menos no por mucho tiempo –dijo lo último riendo entre palabras–. La escuché preguntándole a Lisa si seguirían cambiando de lugares cada vez que iban a dormir...
La mencionada apretó su puño al escucharla decir aquello. Sabía que lo había escuchado, ¿Por qué no hizo caso a su instinto?
–...y me pareció tan sospechoso como ese pequeño tic nervioso que Lisa tenía a la hora de golpear cosas de manera rítmica. Tal vez podría haberlo dejado pasar, de no ser porque esos peculiares tics se daban al mismo tiempo que tú parecías ausente de tu alrededor. En realidad estabas atendiendo al mensaje que ella te enviaba, ¿verdad? –preguntó con un tono de diversión mientras acariciaba el filo del arma en sus manos–. Código morse, es impresionante que les hayas enseñado eso.
– Yo no lo hice, lo aprendieron por su cuenta.
– Mmh, creerte o no creerte. ¿Tú lo harías en mi lugar? Has resultado ser muy mentirosa, Emma.
– No subestimes a mis niños...
– ¡Ahh! No voy a discutir nada de eso, qué aburrido –interrumpió a su superior balanceando la daga en el aire–. Te confesaré algo, ya que estamos en un momento de revelaciones ja, ja, ja. Jamás confié en ti.
– Vaya revelación más impresionante.
– ¡Lo sé! Cuando te forman para ser la siguiente generación de Madres y Hermanas te enseñan a siempre desconfiar de tus enemigos y aún más de tus aliados, pues, ya sabes... No existen aliados en este mundo –miró a Emma a los ojos y sonrió con inocencia luego de inclinar su cabeza hacia un lado–. Luego de haber hablado contigo hace tres noches atrás, no me quedé de brazos cruzados y fui a verificar que todos los niños estuvieran durmiendo en sus respectivas camas. Y así fue, todos dormían plácidamente y no faltaba uno solo... Sin embargo, mi salida al baño fue muy oportuna cuando vi al pequeño Frederic y a la pequeña Lisa escabullirse por la puerta de atrás rumbo al bosque. Por supuesto que los seguí, era mi gran oportunidad para encontrar las pruebas que necesitaba y así inculparte de lo que sea que estuvieras tramando –Emma se sintió sin respirar por un segundo, si Lenna los había seguido hasta el bosque significaba que había descubierto la entrada hacia los túneles–, pero tristemente los perdí de vista –el alma de la ojiverde volvió a su cuerpo–. ¡Ah, no creas que por eso me rendí! La perseverancia hace al maestro, mi querida Emma. Los esperé pacientemente escondida en la casa y los escuché perfectamente claro cuando dijeron "Ahora que por fin lo encontramos..."
– "...podremos sacarlos a todos de aquí" –completó la frase la niña que aún continuaba escuchando la conversación con el oído pegado a la puerta.
¿Cómo pudieron ser tan distraídos? Sabía que no tendrían que haber salido esa noche e incluso percibió algo extraño cuando volvieron de su excursión por los túneles. Se suponía que ellos no irían a ningún lado, se lo habían dicho a su madre, probablemente ella no había estado vigilando y por eso la Hermana los pudo seguir y esperar.
– También descubrí que tú eras parte de su plan de escape –siguió hablando con un tono irritantemente agudo a oídos de la pequeña–. A Fred se le escapó decir que probablemente tú sabías cómo abrir la puerta o que tal vez el Señor Minerva los ayudaría con otro de sus juegos mentales. ¿Quién es el Señor Minerva, Emma? –preguntó inclinando su cabeza y posando la punta de la daga en su mentón, como si fuera su propio dedo.
– No tengo idea de lo que estás hablando.
Lenna sonrió con todo su rostro sin dejar de mirarla en ningún momento.
– Claro, seguro dices la verdad, así que fingiré que te creo. Como sea, los seguí nuevamente la noche siguiente, esta vez con el rastreador en mano, pero nuevamente los perdí de vista, ¿Cómo era eso posible cuando el aparato me marcaba sus posiciones todo el tiempo? Incluso llegué a pararme frente a ellos según lo que me indicaba el rastreador pero no estaban ahí. "¡Esta porquería se averió!" fue lo primero que pensé, sin embargo decidí darle una última oportunidad. Era mi única pista, después de todo. ¡Imagínate mi sorpresa cuando sus puntos me llevaron de regreso a la casa! Fue allí cuando perdí la señal de sus dispositivos por unos minutos y, de repente, ellos ya estaban dentro de la casa otra vez –Emma pudo notar el odio en su voz. Lenna apretaba los dientes y el pequeño rastreador de mano que minutos antes había sacado de su bolsillo.
La mujer arrojó el aparato contra la pared, rompiéndolo tan pronto como impactó contra ésta, y apuntó a Emma con la daga, apretando el mango con tanta fuerza que su brazo temblaba y las venas del dorso de su mano se marcaban.
– ¡Dime, Emma! ¿Cómo pudieron desaparecer en el bosque y reaparecer, mágicamente, en el interior de la casa? ¡¿CÓMO?!
– Creo que te estás equivocando, Lenna, los niños siempre estuvieron durmiendo. Le temen a la oscuridad del exterior, así que es posible que te hayas equivocado...
– ¿Acaso me estás llamando mentirosa?
– ¿Soy yo la que ve cosas y personas donde no las hay? –retrucó, elevando una ceja con diversión.
– ¡No te burles de mí! Yo soy la que hace las preguntas aquí, así que responde antes de que pierda la paciencia –amenazó con odio, acercándose peligrosamente a su cuello con el arma–. De todos modos no tienes escapatoria –habló con más calma y desviando la punta del objeto afilado con desdén–. Peter lo sabrá apenas salga de esta habitación y ese será tu fin y el de tus patéticos niños. Y yo... –Lenna comenzó a reír escandalosamente–. Yo por fin volveré con mi amado. Peter Ratri cumplirá su promesa y podré volver a intentarlo. Seré feliz y viviré bajo la protección del Clan Ratri. Todo una vez que mi trabajo aquí esté hecho. Tú irás a la prisión y esos niños irán al matadero...
Emma aprovechó el momento de distracción y la golpeó fuertemente en la nuca con un florero, logrando desmayarla al instante.
– Lo siento...
La puerta se abrió de golpe y Emma apuntó con lo que quedaba del florero de vidrio hacia la persona que hubiera irrumpido en su habitación. Grande fue su sorpresa al ver a Lisa apuntarla con una escoba en mano.
– ¿Lisa?
– ¡Mamá! –exclamó aliviada al ver que la mujer inconsciente en el suelo no era ella. Soltó el palo y corrió de inmediato a abrazarla–. P-pensé que te había golpeado a ti –dijo en tono ahogado, escondiendo su rostro en el hombro de su madre.
– No tienes nada de qué preocuparte, estoy bien. Más importante, ¿Cómo están ustedes? ¿Han comenzado a evacuar a los niños?
– Fred se está encargando. Probablemente ya estén esperándonos en los túneles. ¡Debemos irnos rápido de aquí!
– Entiendo –respondió la mujer, volteando a ver el cuerpo inerte de la otra pelirroja–. Necesito que tú vayas con ellos, yo los alcanzaré...
– ¿Qué? No, ni hablar. No te dejaré atrás para que la Hermana Lenna te atrape y te separe de nosotros. ¡Recuerda que debes volver con tu familia!
– Lo sé, y lo haré. Pero debo asegurarme de que ella no nos siga –respondió con seriedad observando nuevamente a Lenna–. No te preocupes, sólo me aseguraré de que no pueda salir de esta habitación. Los alcanzaré tan pronto termine aquí y cerraré el pasadizo detrás de mí.
– ¿Lo prometes? –preguntó Lisa con total desconfianza.
– Lo juro.
Ambas asintieron al mismo tiempo y la pelinegra tomó la escoba antes de correr escaleras abajo. Emma suspiró y se acercó al cuerpo que aún yacía en el suelo de su habitación.
– Si tan sólo pudieras dejar de tener miedo... –susurró apenada por la mujer que no parecía mayor que ella.
Una vez logró atarla de manos y pies a una silla, Emma cerró con llave la puerta y colocó otra silla que pudiera trabarla. Hubiera querido esperar a que ella despertara pero no tenían demasiado tiempo.
No había sido sencillo convencer a los niños de cuatro y cinco años de jugar a esas horas, todos preferían dormir en sus mullidas camas y con justa razón, sin embargo Emma les prometió una sorpresa si ganaban el juego y eso fue suficiente para animarlos, por lo que se encontraban evacuando a los últimos niños por el pasadizo cuando se escuchó un estridente ruido proveniente de las habitaciones. No había duda, esa había sido Lenna.
– ¡LA HERMANA LENNA TERMINÓ DE CONTAR! ¡¡CORRAN!! –gritó el último de los pequeños que bajaba por el pasadizo.
De inmediato, los niños que esperaban ya en los túneles se unieron en mismo griterío de emoción. Lucas y Amanda trataban de calmarlos pero en vano, pues ellos seguían gritando y saltando.
– ¿Qué hacemos, Mamá? –preguntó Frederic al escuchar un nuevo ruido a lo lejos.
– Con todo este alboroto nos encontrará de inmediato –dijo la pelinegra observando con nervios a sus pequeños hermanos.
Emma agudizó el oído y pudo darse cuenta de los pasos de Lenna a lo lejos. Claramente no tardaría en llegar.
– Váyanse ahora –exigió empujándolos dentro del pasadizo.
– ¿Qué? ¡No! –fue la respuesta unánime de sus dos aliados.
– No discutan. Prometo que los alcanzaré tan pronto como la pierda de vista.
– ¡No te creo! –exclamó Lisa tomándola del brazo.
– ¡Lisa no hay tiempo! Los alcanzaré, lo prometo –respondió Emma mirándola con determinación–. No pararé hasta ponerlos a salvo.
La pequeña soltó su manga y dejó que su madre cerrara el pasadizo frente a su cara, sintiendo una opresión alarmante en su pecho.
– Lisa...
– No hay tiempo, tiene razón –respiró hondo y dio la vuelta para bajar las escaleras y encarar a sus hermanos, quienes de inmediato prestaron atención–. Muy bien, niños, el juego comenzó –cerró la segunda puerta con ayuda de Fred e hizo un gesto con la mano justo antes de que comenzaran a gritar otra vez, dándoles a entender que debían guardar silencio–. No debemos dejar que la Hermana Lenna nos encuentre, así que deben guardar silencio y correr tan rápido como una liebre, ¿Entendido? –todos los presentes asintieron emocionados–. Bien, andando.
– ¿Y mamá? –preguntó uno de ellos.
– Ella distraerá a la Hermana para darnos ventaja, así que no desperdiciemos su ayuda.
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Emma sintió el frío recorrer su espina dorsal en cuanto sintió a Lenna llegando detrás de ella justo cuando consiguió cerrar el pasadizo y ordenar las cosas a su alrededor.
– ¡¿DÓNDE ESTÁN?! –exclamó con la daga en mano y sus muñecas lastimadas.
– ¡Lenna, tus...!
– ¡¿DÓNDE HAS ESCONDIDO A ESOS MOCOSOS?! –volvió a exigir sin querer escucharla.
– No tiene por qué ser así, Lenna, y lo sabes...
– No se saldrán con la suya.
– ¡Podemos escapar juntas de este lugar! Podemos escapar de los Ratri y vivir en libertad. ¡Te lo prometo! Acompáñanos, Lenna –Emma extendió su mano, esperando que la mujer frente a ella confiara y la tomara.
Lenna se acercó dubitativa sobre si tomar su mano o no, pero justo cuando estuvo a centímetros de ella tomó la oportunidad y la hirió con su arma.
– ¿Acaso me crees idiota, Emma? –preguntó con ira tomándola del pelo y levantando su cabeza para que la mirara–. Iremos al cuarto de informes y serás tú misma la que le diga al señor Ratri sobre la situación.
– Lenna...
– Andando.
Pero si había algo que caracterizaba muy bien a Emma era la perspicacia con la que lograba librarse de cualquier situación. Y esta no fue la excepción. Tan pronto tuvo la oportunidad, engañó a Lenna y la golpeó con un jarrón, dejándola inconsciente nuevamente y logrando escapar hacia el bosque.
Tomaría el camino más largo, no tenía opción. No había forma de abrir el pasadizo desde la casa y no dudaba que Lisa hubiera obedecido a su pedido.
No la había golpeado con tanta fuerza como antes y de hecho alcanzó a escuchar su grito antes de salir de la casa. Entonces, ¿Por qué se tardaba tanto en seguirla?
– No te importa. Eso no te importa, Emma. Sigue corriendo –se animó en voz alta luego de voltear hacia atrás y aún no verla salir de la casa.
Justo antes de llegar a su objetivo, Lenna la alcanzó y logró hacerle un corte superficial a un lado de su garganta, y, debido a la distracción, Emma tropezó y cayó con ella encima.
– ¡No se saldrán con la suya! ¡NO LOS DEJARÉ! –gritó con odio, tratando de lastimar nuevamente a la otra pelirroja.
– ¡Suéltame! –exclamaba Emma sin poder alejarla.
Comenzaron a forcejear mientras rodaban por el suelo, en consecuencia Emma saliendo más lastimada por el filo de la daga. Cuando por fin logró quitárselo y arrojarlo lejos de su vista, la pelea se tornó en un mano a mano, donde ambas sacaban a relucir sus habilidades en combate.
Lenna realmente era una amenaza, sabía atacar y contraatacar con mucha precisión, tanta que a Emma le costaba defenderse de sus golpes así como acertarle a los suyos. No se vio venir el puñetazo en gancho, lo que fue una perfecta oportunidad para luego taclearla y arrojarse sobre ella.
– Eres demasiado escurridiza, Emma –le dijo entre risas–, pero es suficiente –la tomó del cuello y comenzó a asfixiarla–. No puedo matarte, así que sólo esperaré a que te desmayes por la falta de aire.
La ojiverde escupió en su cara y uso el segundo de ventaja para voltearlas a ambas y así poder golpear a su enemiga en la cara, alejándose de inmediato tan pronto lo hizo. Cuando Lenna se reincorporó Emma ya la esperaba con su pose de combate.
– ¡Eres insoportable! –dijo con veneno en su voz.
– Podría decir lo mismo de ti.
El segundo round comenzó y esta vez la pelea parecía más pareja, pues ambas estaban cansadas y heridas. La de ojos amatista logró acertar varios golpes a su contrincante, sin embargo ésta no se quedaba atrás. Ninguna cedía ante la otra y llegaron a preguntarse si ese encuentro tendría un final.
– ¡Ya ríndete! Aunque ambas estemos cansadas no te dejaré ir y tú tampoco me mostrarás el camino hacia los niños. Tarde o temprano ellos se enterarán. Si realmente los quieres por lo menos entrégate tú y déjalos escapar.
– No lo haré. Se los prometí.
– ¿Se los prometiste? ¡Já! No me hagas reír, Emma, son unos niños. ¡SON SIMPLE GANADO! Eras la favorita de Ratri y ahora él desconfía de ti, ¿Me pregunto qué has hecho tan mal como para que eso ocurra? Pero de todos modos no me interesa, eso me dio la posibilidad de entrar en escena y captar su atención.
– No puedes confiar en él, Lenna, ¿Por qué no lo ves? Sólo te usará hasta que ya no le sirvas.
– ¡CÁLLATE! ¡TÚ NO SABES NADA!
– ¡Por supuesto que lo sé! ¡LO SÉ MEJOR QUE NADIE!
– ¡No es cierto! –se cubrió los oídos con ambas manos para evitar escucharla–. ¡No dejaré que te interpongas en mis planes! Peter me lo prometió... Si descubría tus planes entonces me dejaría volver con él, con mi Norman.
Como si la sangre se hubiera escondido de repente en algún lugar recóndito de su cuerpo, Emma sintió empalidecer por completo y el frío invadiendo desde la punta de sus dedos hacia el centro de su pecho.
– ¿Q-qué... dijiste?
Lenna acariciaba sus manos sobre su pecho mientras sonreía embobada con el recuerdo de su amado. Al escucharla y verla tan atónita, frunció el ceño con extrañeza.
– ¿Y a ti qué te pasa? Como si alguien como tú pudiera conocer a mi Norman. Él jamás se acercaría a estas insulsas granjas llenas de niños molestos. Él tiene mejores cosas que hacer como el heredero del Clan Ratri...
– ¿Here...dero?
–...como concebir un hijo –fue el segundo exacto en el que Emma sintió su corazón dejar de latir, aunque nula fue la atención que Lenna puso a aquello–. Esta vez lograré embarazarme de él. Daré a luz a su hijo y entonces todo será mejor para mí. Él me amará sólo a mí. ¡Y todo cuando por fin acabe contigo!
Lenna aprovechó el desconcierto de la mujer frente a ella y le dio una patada en la cabeza, arrojándola de lleno contra el piso, sin embargo Emma no hizo nada para defenderse, ni siquiera se movió de su lugar.
– Ah, resultaste pura habladuría –se burló Lenna al creer que la había dejado inconsciente–. En fin, hora de acabar con esto.
Sacó el radio portátil que había escondido detrás de un árbol justo antes de atacar a Emma la primera vez. Lo encendió y sintonizó la frecuencia correcta antes de poder hablar.
– ¿Qué quieres? –se escuchó del otro lado.
– Le interesará saber que ya descubrí el se...
Pero un golpe sobre su sien interrumpió su informe.
– ¡Toma el comunicador! –exigió Lisa tomando el pulso de la Hermana en el cuello.
– ¡¿Q-qué?! –exclamó Fred al escuchar la voz del hombre una vez más–. Estás loca, hazlo tú.
– ¡Fred, deja de ser gallina!
– ¡Deja de ser mandona!
– ¡Dejen de pelear! –exclamó Emma poniéndose nuevamente de pie–. Nadie hará nada. Para empezar ustedes no deberían estar aquí –los regañó con seriedad tocando la zona de su cabeza que sangraba–, pero es mejor que nos vayamos ahora antes de que Lenna despierte y nos vea.
Tan pronto como ayudaron a su madre a bajar las escaleras del pasadizo, Lisa cerró la entrada y los instó a correr hasta donde los demás se encontraban.
Mientras tanto, Lenna tomó fuerzas y llegó hasta la radio que todavía descansaba en el lugar donde ella lo había dejado.
– ¡Emergencia! La Madre de la planta número tres, Emma, ha escapado junto con todos los niños ganado. Necesito refuerzos que se dirijan al sector norte del bosque de Grace Field, allí encontrarán una entrada subterránea por la cual seguirlos.
Lenna soltó el botón que abría su micrófono y esperó pacientemente una respuesta del otro lado. Esa maldita... No iba a dejar que se saliera con la suya. Definitivamente volvería con Norman y cumpliría con su real objetivo.
De repente, comenzó a sonar una muy fuerte sirena a lo lejos. Los celadores de todos los muros y puertas habían sido avisados.
– Que ni se te ocurra perderlos de vista.
– Entendido.
No. No la dejaría.
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Lucas y Amanda se habían adelantado junto con los más grandes, guiados por un mapa que Fred les había proporcionado, mientras que este último ayudaba a Lisa y su madre a guiar a los más pequeños. Por suerte no eran tantos, sólo dos bebés y cuatro niños menores de cuatro años, pero no era posible caminar más rápido de lo que lo hacían, mucho menos correr, pues se cansarían más rápido y los obligarían a parar.
– ¡Deténganse ahora!
La cara Emma no era diferente a la de Lisa y Fred.
– ¡La Hermana Lenna nos encontró!
– ¡CORRAN!
Los cuatro pequeños comenzaron a reír y gritar de la emoción mientras se escondían detrás de sus hermanos mayores, ajenos a la realidad de la situación.
– ¡CIERRREN LA BOCA! –gritó la mujer sacando un arma de fuego de entre sus ropas.
De inmediato, los niños dejaron atrás el alboroto y la miraron entre confundidos y asustados.
– ¿Eso no es...?
– ¡Sí es!
– Pero no se puede, leí en un libro que son peligrosas.
– Es que sólo pueden usarla los adultos.
– Niños, no hablen. Es mejor que todos nos quedemos en silencio –recomendó su hermana mayor sin dejar de mirar a la mujer de ojos violetas.
– Hagan caso a su linda hermana mayor, pequeños, o puede ser que haga algo peligroso con esta arma peligrosa –les dijo con burla mientras giraba el pequeño objeto entre sus dedos.
– Lenna, ya basta. Son niños –exigió Emma, dejando al bebé que llevaba en brazos con el castaño–. Tu problema es conmigo, deja que ellos se vayan...
– No te creas la gran cosa, Emma querida –interrumpió mirándola con desdén–. Que deba capturarte a ti no significa que ellos no importen. Son productos de calidad también, no puedo permitir que mi futuro suegro tenga problemas con los clientes.
– Lenna, por favor...
– Cállate. Como si tuvieras derecho a decir algo.
– ¿Cómo descubriste la entrada? –se animó a preguntar Lisa, desafiante.
– Son demasiado ingenuos al creer que estaba inconsciente mientras ustedes se iban. Por lo menos debieron haberse llevado la radio, pero creo que es demasiado para sus pequeñas cabecitas –dijo aquello último riendo con sorna–. Lo lamento mucho por ustedes, de verdad lo hago, pero no jugaré mi cabeza por la de otros. La vida me ha enseñado que no tengo aliados. Estoy sola –por un segundo, Emma pudo ver un destello de miedo y tristeza en sus ojos–. Toda mi niñez viví engañada en Glory Bell, creyendo que mi futuro era prometedor, que sería una gran diseñadora para que todos me reconocieran y así algún día pudiera volver a encontrarme con mis hermanos. Pero al cumplir los doce tuve que elegir entre morir o matar. ¿Por qué debería elegir morir? Mi madre sólo nos educaba y daba amor para que nuestra muerte no fuera tan miserable, ¿Y qué había de mi prometedor futuro? No quería morir, sobreviviría y algún día escaparía para salvar a mis demás hermanos. Pero, ¡Sorpresa! No había escapatoria... Era matar o morir –dijo aquello último con una mirada distante y melancólica.
Emma escuchó cada palabra con atención, sintiéndose identificada algunas veces. Ella sólo quería crecer y vivir con una familia que la amara, reencontrarse alguna vez con sus hermanos y sus nuevas familias, todos felices. ¿Por qué tenían que sufrir de esa manera? ¿Por qué rompían sus sueños y su realidad en tan sólo dos segundos para, literalmente, acabar con sus vidas u obligarlos a acabar con las de otros?
– Gracias al Peter Ratri tuve una segunda oportunidad antes de acabar como otro objeto de experimentación en la morgue de Lambda, y me convertí en la Hermana más joven. Ahora, luego de terminar con mi misión, volveré a la mansión y podré intentar darle un hijo a mi amado Norman.
Otra vez ese nombre... Otra vez esa sensación de ser atravesada en el medio del pecho.
– ¿Quién es ese Norman del que hablas? –se animó a preguntar pese al mal presentimiento que tenía–. El Señor Ratri jamás mencionó a ningún hijo o sucesor.
– Por supuesto que no –respondió como si fuera lo más obvio–. ¿Por qué debería mencionártelo a ti? No eres nada. Pero en cambio, yo tuve la oportunidad de estar con él, de conocerlo y de compartir su cama y su desbordante pasión –Emma sentía que cada vez más le costaba respirar, sin embargo se obligaba a mantener la compostura–. Él es el amor de mi vida, el hombre que con sólo mirarme a los ojos mientras hacemos...
– Los niños no tienen porqué saber esos detalles –interrumpió con dureza la de ojos verdes.
– Mhp, supongo que tienes razón –respondió la otra dando una mirada fugaz a los menores que la escuchaban expectantes–. Como sea, con sólo una mirada suya, puedo sentir seguridad, paz, pero sobre todo poder. Me regaló la visión de un mundo completamente nuevo que no estoy dispuesta a dejar ni compartir, y si para tenerlo otra vez eso significa que debo hacerme pasar por otra mujer, lo haré. Me volveré esa persona que él tanto espera para volver a estar bajo sus brazos y formar una familia que me salve de esta desgracia.
– Lo que dices es terrible –no pudo evitar decir Fred luego de escucharla.
– Si tú supieras toda la verdad créeme que me entenderías y aprobarías mi accionar. Pero... La verdad es que no me importa lo que unos niños criados para morir puedan decirme.
– ¿Morir?
– Dijo que moriremos...
– Yo no quiero que nos maten.
– ¡Basta, Lenna! –vociferó con exasperación Emma al ver cómo los más pequeños comenzaban a llorar asustados por lo que esa arpía había dicho–. ¿Acaso crees que eso te hará feliz? ¿Que eso asegurará tu vida definitivamente? ¡Ratri te está usando! Ninguna de sus promesas son de verdad.
– ¡CÁLLATE! ¡¿Y TÚ QUÉ PUEDES SABER DE ELLOS?! –gritó encolerizada apuntándola con la pistola que tenía en mano–. Peter puede dar miedo pero sé que cumplirá su palabra, yo tendré una segunda oportunidad con Norman y finalmente quedaré embarazada. Cuando eso suceda él me protegerá de todo y de todos, porque sé que es bueno, él es leal y muy caballero...
– Si no quieres hacerlo no lo haremos. No voy a obligarte.
– ¿Q-qué?
– Tienes tan sólo dieciséis años, no voy a hacerte nada que no quieras. No soy como él.
– Sí quiero.
– ¿Qué dices? No sabes a lo que te refieres. Además, no te amo, sólo te estaría engañando y me estaría engañando a mí mismo.
– Si me parezco a tu amada entonces puedes usarme a tu gusto y placer, pero por favor no permitas que me maten y jueguen con mi cuerpo sin vida en un laboratorio. Por favor, por favor, sálvame.
Lenna sintió el calor agolparse en sus mejillas al recordar cuando Norman la tomó bruscamente por la cintura y la invitó a rodear su cintura con sus piernas.
– Hermana Lenna... ¿Cómo es ese tal Norman? –preguntó Frederic con curiosidad e inocencia–. Debe ser un hombre demasiado guapo si tanto lo amas.
Lisa arqueó una ceja, mirándolo como a un bicho raro, sin embargo su expresión cambió al comprender la posible razón por la que lo había hecho. Observó a su madre temblar mientras la otra mujer hablaba, estaba inestable. Si ese Norman no era el mismo de la foto entonces ella podría continuar sin problemas con el plan. Pero si en cambio ese señor era el mismo Norman de la foto que habían visto tiempo atrás...
– Fred, no debiste...
– Él es el hombre más hermoso que he visto. Su característico cabello blanco y su piel tan clara y suave, y cuando habla lo hace con una seguridad que todo pareciera estar bien. Y sus ojos... Oh, ¿Lloras por lo hermoso que es? –preguntó con burla al ver el llanto silencioso de la pelirroja frente a ella–. Tranquila, en persona es mucho mejor que sólo imaginándolo. Aunque... Bueno, tú sólo podrás imaginarlo el resto de tu patética vida.
– Lloro porque... no puede creer que decidas traicionarnos cuando claramente tenemos la oportunidad de escapar y finalmente ser libres –contraatacó Emma sacándose con brusquedad las lágrimas–. ¿Cómo es que no entiendes que te están usando? Peter Ratri te está usando para su conveniencia y cuando ya no le sirvas te descartará como una cosa sin valor. ¿Y cómo es que puedes conformarte con estar junto a un hombre que no te ama? Juntas podemos sobrevivir. No estamos solas. Allá afuera está mi familia esperándonos para finalmente escapar a un lugar mejor. ¡Volveremos a empezar, Lenna!
– No... No es cierto –balbuceó confundida, cubriendo sus oídos con ambas manos–. ¡CÁLLATE! Norman... N-nor... Él no me perdonará...
– Lo hará –respondió con absoluta confianza–. Él te perdonará.
– ¡Basta! ¡NO! Cállate, cállate. Peter... Él... Nos encontrará. Me encontrará.
– Sé que estás asustada, Lenna. Peter Ratri puede ser muy intimidante, pero juntas somos mejores, lograremos escapar y sobrevivir a él...
– N-Norman...
– Norman jamás podría enojarse contigo por salvarte y salvar a unos niños indefensos. Él no es así, te perdonará si tus acciones son nobles porque su corazón es tan grande que con sólo ver sus profundos ojos azules sabes lo que hay en su interior –Lenna la escuchaba con un profundo remolino de emociones en su interior.
Emma extendió su mano, la misma que anteriormente Lenna había lastimado y ahora se encontraba llena de sangre seca y tierra. De ella dependía si el escape resultaba un éxito o si condenaba a todos a una muerte segura.
La mujer de ojos amatistas titubeó antes de extender su mano libre en dirección a la de Emma. Todo estaría bien, Norman la perdonaría, ella lo dijo, en sus ojos azules se veía el enorme corazón... que tenía.
– ¿Ojos azules? –Lenna se detuvo justo antes de tomar la mano que le ofrecía y frunció su ceño–. Jamás dije el color de sus ojos –dijo en un tono bajo, mirándola con acusación y desconfianza–. ¿Cómo estás tan segura de que su corazón es tan grande como para perdonarme si jamás lo has conocido?
Emma retrajo su mano y apretó los dientes sin saber qué responder. Tan cerca había estado y ahora sentía que habían vuelto a cero.
– Lenna, yo...
Pero fue entonces que un recuerdo vago atravesó su mente de manera fugaz.
– Lenna, yo no te amo.
– L-lo sé. P-pero no me importa.
– Jamás podré amarte aunque te parezcas a ella, porque ella es la única para mí. Tú no te mereces esto.
– Dime el nombre de tu amada y me volveré ella para satisfacer tus deseos.
– Tú jamás podrás reemplazar ni acercarte a Emma. Ella es la única que puede calmar el tormento que hay en mi corazón.
– E...mma –dijo en un hilo de voz entrecortado.
La rabia y la impotencia carcomieron en lo profundo de su ser. El odio y la envidia de saber que esa mujer era la que probablemente ocupaba la mente y el corazón de su amado Norman quemaban en su interior como si se extendieran junto con la sangre que viajaba en sus venas, regresaban a su corazón y amenazaban con explotarlo con cada latido. Las gruesas lágrimas que invadieron sus ojos caían por sus mejillas enrojecidas y todo su cuerpo temblaba.
La mataría. La mataría y así el problema acabaría de na vez y para siempre.
Apuntó con su arma directo al corazón de Emma y sin darle tiempo de decir una palabra disparó.
– ¡MAMÁ! ¡MAMÁ, RESISTE, MAMÁ! –gritó Lisa con desesperación al verla desplomarse a un lado suyo. La sangre iba tiñendo sus ropas de un rojo vivo a paso rápido–. ¡Comprime la herida, Frederic! ¡MAMÁ! –ordenó Lisa mientras trataba de mantener despierta a su madre sin soltar al bebé que llevaba en brazos.
– ¡MAMÁ! –gritaban los demás niños entre llantos. Hasta los dos bebés parecían saber lo que había ocurrido.
– ¡Emma! –se escuchó el grito de un hombre detrás de la Hermana Lenna–. ¡SUELTA EL ARMA! ¡HAZLO AHORA, MALDITA...!
De inmediato todos dirigieron su vista al extraño que luchaba por zafarse del agarre de otras dos personas. Lenna apuntó de inmediato con su arma, sin embargo fue más lenta que la lanza que ahora apuntaba directamente en su entrecejo.
Un demonio de casi dos metros de alto sonreía con cinismo mientras dirigía la punta de aquella larga arma. No le quedó otra opción más que guardar silencio y desplomarse en el suelo.
– N-no me m-mates... Por favor –suplicó, soltando más lágrimas pero ahora de miedo.
– Entonces no me des motivos para hacerlo.
– ¡EMMA! ¡SUÉLTENME!
– R-ray...
El pelinegro se zafó del agarre de sus compañeros y corrió tan rápido como pudo para llegar donde Emma todavía se encontraba débilmente consciente. Sin embargo, observó cómo había perdido una considerable cantidad de sangre y su respiración era errática.
– N-no... Por favor, no. Me costó tanto encontrarte... Por favor, Emma. ¡Resiste! –vociferó desesperado y al borde del llanto–. Anna... E-ella podrá... Ella podrá ayudarnos, debemos llevarte cuanto antes con ellos.
– No hay tiempo. Déjame verla –exigió Vincent llegando a su lado para inspeccionarla.
– Ray...
– Aquí estoy, Emma. No me iré, así que no te vayas tú tampoco –prometió con miedo tomando su mano y apretándola fuertemente con las suyas.
– Su situación es delicada. Aparentemente tiene algunas costillas rotas y su pulmón izquierdo comprometido, sin embargo algo ha amortiguado el impacto de la bala. Mira allí está –le indicó con el dedo al señalar el orificio que había causado el impacto de la bala. Aún se podía observar una parte del metal.
– Ray...¿Realm-mente eres tú? –preguntó la pelirroja soltando algunas lágrimas–. Ray...
– Soy yo, Emma –confirmó él acercando su mano y besándola antes de llevarla a su pecho–. Todo estará bien, ya lo verás. Todos te están esperando en el refugio, debes resistir. Hazlo por Phill.
– Phill...
– Phill es quien jamás dudó que te encontraríamos. Debes resistir. Verás a... Verás a tu hija otra vez –le dijo luego de dudarlo.
– Nora... Mi Nora... –habló entrecortadamente mientras aumentaba su llanto.
A lo lejos se escucharon pisadas que alarmaron a todos los presentes. Más tipos se acercaban a su ubicación.
– ¡Emma! –llamó Ray con preocupación al ver que finalmente había caído inconsciente–. Vincent, ¿Q-qué le pasa?
– No te preocupes, aún respira pero me preocupa la fiebre tan alta que presenta.Es posible que la pérdida de conciencia no se deba sólo a la pérdida de sangre. Por lo pronto creo que será mejor si se mantiene ajena a lo que ocurrirá de ahora en más. Prepárate, no creo que podamos ser más rápidos que ellos –advirtió seriamente mientras daba una fugaz pasada a todos los que se encontraban allí.
– ¿Qué debemos hacer con la mujer? –preguntó Sonju al verlos prepararse para comenzar a correr.
Bárbara se acercó por detrás de Lenna y golpeó su nuca con su bate, desmayándola al instante.
– Eso es lo que haremos, adefesio –respondió sin más antes de volver con sus compañeros.
Vincent les ordenó repartirse a los niños para cargarlos y así poder escapar más rápidamente, pero los pequeños temblaban y lloraban de miedo al ver los enormes lobos junto a la mujer rubia y un monstruo de dos metros con una arma tenebrosa.
– Tranquilos, ellos son nuestros amigos –los calmó Lisa con una sonrisa segura en su rostro, pese a que ella también temblaba por dentro–. Ellos vinieron a salvarnos de los malos y a llevarnos a un lugar mejor. Confíen.
– Yo llevaré a este bebé –dijo Bárbara con brusquedad al tiempo que lo tomaba de los brazos de uno de los niños–. Que el suicida se encargue del otro.
Ray bufó molesto por el apodo pero accedió. Mientras tanto, Zazie llevaba colgados en su espalda a dos niños y los lobos de Ayshe alzaban en sus lomos a uno cada uno. Sonju había sido el encargado de correr con Emma en sus brazos, por lo que cuidaba de no moverla o apretarla demasiado para que no comenzara a sangrar otra vez.
Estaba claro que no llegarían muy lejos antes de que les pisaran los talones. Habían decidido seguir el camino que los dos niños mayores indicaban, pues debían encontrarse con el resto antes de dejar los túneles, pero llegaron a un punto en el que prácticamente los escuchaban a unos pocos pasos de distancia.
– ¡Esperen!
– ¿Qué quieres? No puedes estar tan fuera de estado, no pararemos para que puedas tomar aire, debilucho –recriminó la mujer castaña tras voltearse al llamado de Ray.
– Cállate y toma al bebé.
– ¿Qué? No te pases, no cargaré dos niños porque seas un debilucho –siguió quejándose pese a que le lanzó su bate a Cislo y tomó al niño con su brazo libre.
– Continúen corriendo y no paren hasta llegar con los demás y sacarlos de aquí de una vez por todas. Yo los alcanzaré luego.
– Estás loco, es un suicidio seguro quedarse solo contra ellos. No sabemos cuántos sean –razonó Lisa enfrentándolo con enojo, para sorpresa de los demás adultos.
– Hablas con un verdadero suicida, niña, así que no te sorprendas tanto –comentó Bárbara con desdén–. Pero tiene razón, por fin encontraste a tu hermana, ¿Y ahora simplemente te tirarás a la boca del lobo solo? Ah, no, espera, tampoco debería sorprenderme.
– Gracias por tus buenos deseos. Nos vemos luego, chicos –les dijo a todos, dándose la vuelta y preparándose para comenzar a correr.
– Espera –escuchó a sus espaldas.
– Bárbara, no voy a escuchar otra de tus...
– Cállate, imbécil –lo interrumpió la mencionada, bufando cual adolescente berrinchuda–. Zazie, Vincent, encárguense de estos dos renacuajos en lo que acabamos con aquellos cerebros de mosca –les pidió, entregándoles un bebé a cada uno.
Cislo dejó caer su quijada al comprender lo que su compañera quería decir. ¿Bárbara? ¿Ayudando a Ray sin que alguien se lo rogara? ¿Acaso el ambiente húmedo y frío de los túneles estaba haciéndole mal?
– Bárbara, ¿tú...?
– Dices algo y te dejo inútil el otro brazo, Cislo.
– No digo nada.
– Te ayudaré a no morir antes de que yo pueda matarte por meternos en este lío, imbécil –le dijo al pelinegro que la miraba sin saber todavía qué decir.
.
.
Ray comenzó a dispararle a todos los enmascarados de la primera línea mientras que Bárbara corrió y saltó por delante de él pisando, literalmente, la cabeza de algunos hombres hasta pasar de ellos y llegar a los demonios que venían por detrás. El pelinegro se apresuró hasta la fila de tipos muertos para cubrirse con ellos cual escudos humanos y así seguir disparando a diestra y siniestra hasta que ya no quedara ninguno.
– ¡BÁRBARA, SAL DE AHÍ! –gritó a la par que lanzaba una granada al montón de hombres que ya se preparaban para dispararle a ella.
– ¡IMBÉCIL, AVISAME ANTES! –le devolvió el grito tan pronto aquello explotó, cargándose a la mayoría de los uniformados y a un par de demonios de menor estatura y rango–. ¡Qué diablos...! ¡Oh! –exclamó con falsa inocencia al sentir el impacto de la bala contra el cuello del tipo que estaba a punto de atacarla con una daga.
– De nada.
– L-lo tenía contralado... Imbécil.
– Seguro.
– ¡Lo digo enserio! ¿Quién te crees...?
Sin embargo el acuerdo tácito entre ambos se pactó al escuchar unos alaridos demoníacos a unos metros de allí.
Si no trabajaban juntos, estaban acabados.
– Asegúrate de sobrevivir. No moriremos antes de traer a Norman por los pelos de sus genitales –le dijo Ray recargando su arma con indiferencia–. ¡¿De qué te sonrojas?!
– Eres un... –Bárbara cubría su rostro con una mano tratando de borrar aquella indecorosa imagen mental entre su jefe y el imbécil–. Pervertido hijo de... ¡Ahora tendré esa maldita imagen mental persiguiéndome el resto de mi vida!
– ¡¿Y yo soy el pervertido?! ¡Era sólo un decir, degenerada!
– ¡Qué horror! ¿Cómo pudiste? –seguía vociferando mientras se golpeaba la frente con su puño cerrado.
– ¡Ya olvídalo, por un demonio! –Ray no podía evitar sonrojarse por la actitud de la castaña.
Tan pronto como se encargaron del pequeño grupo de demonios y uniformados, comenzaron a correr en dirección a sus compañeros. Probablemente habían ganado suficiente tiempo para escapar, por lo que ahora debían aprovecharlo.
Pero Ray casi fue acribillado por los disparos de dos hombres que los esperaban escondidos en la intersección de otro pasillo. Retrocedió tan pronto los vio y tomó a Bárbara por el cuello de su chaqueta antes de que también cayera en la trampa. Algo por lo que se ganó un buen golpe en la boca del estómago.
– Bár...bara... Maldita endemo... –trataba de articular con dificultad mientras se doblaba del dolor.
– Lo siento, la costumbre –se disculpó ella con una sonrisa falsa–. Aunque tampoco fue para tant... ¡WOHH!
Un demonio, incluso más alto que Sonju, tomó a la mujer por el cuello y la elevó varios centímetros del suelo, apretando con fuerza hasta dejarla sin aire e incluso con la intensión de romper su tráquea. Ray tomó su arma rápidamente y disparó con precisión a su cabeza, logrando que soltara a su compañera y ésta cayera de lleno al suelo para recuperar la respiración.
– T-te... mataré... maldito hijo... de... un demonio –amenazó apenas pudiendo articular palabra.
Sin embargo no tuvo los reflejos suficientes para detener al tipo que le disparó a Ray en el hombro y al mismo tiempo defenderse del demonio que por fin se había recuperado del impacto de la bala.
– ¡Diablos! –maldijo al aire, tecleando al enorme demonio frente a ella y lanzando luego una daga que se clavó directo en el cuello del hombre que pretendía volver a dispararle a Ray–. ¡Oye, no puedo hacerlo todo yo! –gruñó con molestia tomando su bate y dando su mejor golpe al centro de la máscara del demonio.
– Lo siento, me relajé demasiado con el golpe que me diste –contraatacó el mencionado, sacando una pequeña pistola de su chaleco y disparando al segundo hombre que apareció desde atrás del anterior.
Continuaron corriendo luego de que Bárbara ayudara a Ray a comprimir la herida de su brazo. Le dolía horrores moverlo pero si por lo menos podía hacerlo entonces continuaría usándolo, volver con Mujika era más importante que ese pequeño dolor. "Por Emma y Nora" se repetía una y otra vez como si tuviera un efecto anestésico y animador.
En el camino, se encontraron corriendo detrás de unos hombres que se dirigían hacia sus amigos pero que evidentemente no se habían percatado de su presencia, así que el cerebro del equipo ideó un plan para deshacerse de ellos lo más rápido posible.
– Tengo una idea. Cúbreme las espaldas –murmuró cerca de la castaña.
– ¿Cómo, idiota? Son largos pasillos sin forma de esconderse –se burló ella, logrando una mueca de parte del pelinegro.
Ray se adelantó un poco y tomó una antorcha antes de dispararles a dos hombres. Tan pronto estos cayeron los demás se dieron la vuelta, descolocados por el suceso, y Ray tomó la ventaja deslizándose entre ellos a la par que los rociaba con algún extraño producto que Thoma le dio prometiéndole que con un poco de fuego le sería de utilidad cuando menos lo pensara.
De inmediato, el fuego se extendió por sus cuerpos, justo por donde el rociador había penetrado en sus ropas, y no suficiente con ello, se propagó también hacia aquellos que tomaban contacto con los hombres incendiados.
– Thoma, ¿Qué diablos...? –murmuró Ray al ver lo que había causado. Los uniformados aullaban del dolor mientras se quemaban cada vez más sus ropas y su piel, y él tan sólo podía escucharlos y observarlos, siendo rodeado por completo y sin salida–. Así es que como había muerto aquella noche –se dijo a sí mismo, recordando la noche de su doceavo cumpleaños–. ¿Así... moriré ahora? –se preguntó dándose cuenta de que no tenía forma de escapar. Los gritos desgarradores inundando sus oídos y el olor a carne quemada invadiendo sus fosas nasales.
Mas Bárbara tomó distancia, corrió hasta impulsarse contra la pared y finalmente llegó hasta Ray sin tocar a los hombres de fuego.
– ¿Enserio Ray? –le recriminó entrecerrando sus ojos–. ¿Así traerás al jefe de los pelos de sus genitales? Más bien tendré que traerte yo de la muerte por los pelos de tu nariz.
Hizo uso de su bate y de su fuerza sobrehumana para abrirse paso entre los desgraciados que aún continuaban aullando del dolor, al final debiendo despedirse de su fiel amigo que también comenzaba a ser carcomido por el fuego.
– Definitivamente un pirómano –fueron sus únicas palabras antes de continuar su carrera.
Ray la siguió un largo trecho en silencio.
– ¿No vas a decir nada respecto a lo que pasó? –preguntó finalmente al ni siquiera escucharla burlarse.
– ¿Qué quieres que diga? –preguntó tranquila y sin mirarlo.
– No lo sé, cualquier cosa. Maté a esos hombres de la forma más cruel posible. Todavía escucho sus gritos.
– Ah, sí, todavía hay algunos con vida y pulmones... Y cuerdas vocales –comentó naturalmente.
– ¡¿Acaso te parece un chiste, Bárbara?! –acusó, harto de su sarcasmo. Ambos dejaron de correr y Bárbara lo observó con atención–. ¡Los dejé morir lentamente mientras se consumían en llamas! ¿No estás enojada? ¿No estás asqueada? ¿Ni siquiera impresionada de lo que fui capaz de hacer?
– Más bien parece que tú eres el que siente todo eso –respondió cruzándose de brazos y arqueando una ceja.
– ¡¿Y cómo podría no estarlo?! ¡Está mal! –gritó con desesperación.
– Dime una cosa, imbécil, ¿Tú sabías que eso que usaste causaría esa clase de daño?
– De haberlo sabido jamás lo habría utilizado.
– Eso es todo lo que necesito saber. No voy a juzgarte por haberte defendido a ti y a los tuyos, mucho menos cuando no sabías que esa cosa funcionaría así. Aunque sí agradezco que no hubieras descubierto su uso en una situación diferente o todos habríamos despedazado tu alma en el infierno –Ray sonrió apenas ante el comentario–. Mataba demonios y me comía partes de su cuerpo sólo por venganza, maté sujetos que quisieron lastimar a los míos sólo con la ayuda de mi bate y no me sentí más que aliviada. ¿Eso está bien? No. Sé que el jefe se enojará en cuanto lo sepa y hasta estoy preparada para ver la extrema decepción en su rostro, pero si es por proteger a mis compañeros no me importa manchar mis manos de sangre. Haré lo que sea necesario para salvar a mis amigos hasta el momento que deba ir con papá Satán.
.
.
Llegaron junto al resto de sus compañeros y todos los niños justo cuando estos discutían desesperados cómo abrir la enorme puerta de hierro que tenían enfrente.
– ¿Qué ocurre? –preguntó Ray alarmado al notar las peleas entre los dos niños de antes y Cislo.
– No sabemos cómo abrir la puerta y ésta es, probablemente, la única salida hacia el exterior –respondió Vincent al notar su llegada–. ¿Qué le sucedió a tu hombro?
– El débil se dejó disparar.
– Hubiera estado más alerta si tú no me hubieras golpeado en el estómago.
– Tú me tocaste primero.
Vincent abrió sus ojos tanto como pudo y hasta la discusión de Cislo y los niños se detuvo.
– ¡¿Que tú qué?! –increpó Cislo acercándose peligrosamente a Ray.
– ¡L-la salvé de unos tipos que casi nos matan! –se explicó éste tan pronto como lo vió sacar su arma–. ¡Oye, explícale! –exigió a la mujer que ahora fingía aguantarse la risa.
– Dejen de jugar –interrumpió Vincent–, debemos encontrar rápido una forma de abrir esta puerta o de escapar con todos estos niños sin que el enemigo nos descubra.
– Déjenme ver la puerta –pidió Ray acercándose a ella–. Tiene que haber alguna pista.
– No hay nada, ni siquiera tiene cerradura –se quejó Lisa, siendo secundada por su hermano.
El pelinegro se tomó el tiempo de observar cada detalle de la puerta. Completamente negra, sin más detalles que una cruz del mismo material que ocupaba toda su extensión. La golpeó en diferentes áreas, esperando poder sentir una diferencia en la sonoridad que sirviera como indicio de lo que debiera hacer a continuación, mas no había algo que lo ayudara. Como última instancia recorrió el relieve de la cruz con el tacto, tal vez así pudiendo notar algo que pasara desapercibido a simple vista.
Bingo.
Cerca del punto medio de la gran X había un orificio que no se encontraba en ninguna otra parte.
– No será posible sin el bolígrafo de Minerva –susurró Ray con pesar.
– ¿Qué pasa? –preguntó Vincent a sus espaldas.
– Necesitamos un objeto especial que solíamos tener cuando éramos pequeños. El problema es... que lo perdimos hace años.
– Genial, ¿Y ahora qué? –preguntó Bárbara con sarcasmo.
– Debemos volver a la entrada y escapar como estaba planeado desde un principio.
– Eso no es posible –intervino Lisa–. Descubrieron la entrada y nada nos asegura que no viene más gente mala tras nosotros.
– Lo sé pero nosotros nos encargaremos de eso. No te preocupes...
– ¿Cómo? Mamá está grave y necesita ayuda inmediata, tú y ese otro señor están heridos también y no podemos exponer a los niños a tanta violencia. Ellos ni siquiera están al tanto de todo lo que está sucediendo.
– ¿Qué? ¿Atrajeron a todos estos niños al peligro sin avisarles de lo que escapaban?
Mientras su hermana seguía discutiendo, Fred se acercó a la puerta y la inspeccionó tal y como aquel hombre lo había hecho anteriormente, encontrando el mismo hallazgo que él y comprendiendo lo que había querido decir. Sacó el bolígrafo especial que su madre les había confiado y que tanto los había ayudado hasta ahora, y lo insertó en el orificio cercano al centro de la cruz. Tan pronto éste encastró en su lugar, una pieza del tamaño de su mano saltó de otro, cerca de donde debería haber una cerradura, y al caer dejó a la vista una aldaba parecida a la de la puerta del pasadizo hacia la casa de Grace Field.
Lisa y Ray se voltearon para ver con sorpresa lo que Fred había hecho por su cuenta. Ambos lo miraron con la boca abierta y sin palabras.
– ¿Qué... hiciste? –preguntó el moreno del grupo.
– Sólo usé el bolígrafo del Señor Minerva –respondió él con inocencia.
– ¿Conocen a Minerva? –indagó Ray con sorpresa.
– Nosotros no pero mamá sí, y ella fue quien nos confió esto –fue el turno de responder de Lisa–. Pero podemos explicar eso luego, ahora hay que apresurarse.
Zazie se acercó a la puerta y tironeó de la aldaba con todas sus fuerzas, mas no consiguió ni siquiera moverla un centímetro.
– Algo nos está faltando –dijeron Lisa y Ray al unísono y con una misma pose pensativa.
– Si no te conociera, Ray, diría que hasta parece tu hermanita –bromeó Vincent al notarlos. De inmediato, ambos pelinegros cambiaron su postura y desviaron su mirada.
– Tal vez... Niño, ¿Podrías prestarme el bolígrafo? –preguntó al pequeño castaño que continuaba observando los esfuerzos del hombre con la bolsa en la cabeza.
– Soy Fred –lo corrigió con el ceño fruncido–, pero aquí tienes.
– Gracias, Fred.
De inmediato, Ray se acercó a la puerta y volvió a encastrar el objeto en su sitio pero esta vez imprimiéndole un poco más de fuerza. Grande fue su sorpresa al notar otra pieza rectangular siendo despedida de su sitio en la puerta.
Se acercó hasta la zona ahora descubierta y notó unas inscripciones grabadas en el hierro junto con cuatro botones iguales. Las inscripciones eran de una serie de números como las que el bolígrafo les enseñaba cada vez que pedía una contraseña.
Entonces... ¿Necesitaban el libro?
– ¿Tienen el libro que se usa para las contraseñas?
– ¿Qué libro? –preguntó Lisa, confundida.
– ¿No se han estado ayudando con un libro escrito por Minerva?
– Los libros con indicios ya fueron descubiertos y usados por mamá, si hubieran sido de más ayuda ella los habría traído –defendió la niña sin recordar que ella les hubiera advertido de ningún libro en particular.
– ¿No han leído ningún libro de cuentos con un búho en su contratapa?
– Aquellos con búho son todos los que usó mamá y los que la ayudaron a armar el mapa de este laberinto. Ninguno era un libro de cuentos –intervino Frederic recordando todos aquellos libros que su madre se pasó horas leyendo e interpretando.
– No puede ser... Necesitamos ese libro para abrir esta puerta –dijo el pelinegro exasperándose nuevamente–. Estamos perdidos.
Unos aplausos haciendo eco por el lugar sorprendieron a todos los que allí se encontraban y, al voltearse, Ray no pudo evitar empalidecer.
– Peter Ratri –lo nombra entre dientes y con sus puños cerrados.
– Oh, ¿Me recuerdas? ¡Qué privilegio! –se burló el hombre riendo por lo bajo–. La verdad soy un gran admirador tuyo, haces un excelente trabajo escapando de mis hombres y secuestrando productos que me pertenecen. Eres muy... escurridizo. Aunque debo admitir que este ha sido tu peor plan de escape en todo tu historial. Patético, de hecho.
El pelinegro no podía dejar de temblar, pero no de miedo, sino debido a todo el odio acumulado en su interior. Debía calmarse, no hacer nada estúpido hasta que Emma y los niños estuvieran a salvo.
– ¡Pero qué grosero estoy siendo! Veo que me saqué el premio mayor al venir aquí por mi propia cuenta. Mis viejos experimentos de Lambda junto al fugitivo más buscado desde hace ocho años. No tienen idea de cuánto los he extrañado, mis niños –dramatizó sacando un pañuelo de tela de sus bolsillos y llevándolo a su cara–. Felicidades, Lenna, has sido de mucha utilidad en esta ocasión.
La mencionada salió de su escondite detrás del hombre y miró a todos con su mejor sonrisa de satisfacción.
– Ahora me dejará volver con mi amado, ¿verdad, Señor Ratri? –preguntó en un tono agudo y molesto.
– No te precipites, mi niña –interrumpió el peliblanco, haciendo que la mujer perdiera su sonrisa–. Yo te pedí que me informaras sobre Emma y sus planes, no que la hirieras de gravedad. Eso ha sido una enorme desobediencia de tu parte...
– ¡Pero es que ella fue la culpable! Me hizo enojar, dijo cosas malas de Norman y además quería convencerme de escapar con todos ellos. ¡Es su culpa...! ¡Ahh! –exclamó con dolor al sentir el fuerte cachetazo que el hombre le propinó.
– ¿Quién te dijo... que me interrumpieras mientras hablo?
– L-lo siento, Señor...
– No lo sientas, apréndelo –la reprendió con voz grave antes de suspirar con pesadez–. En fin, como decía, tendré que castigarte por tan grave desobediencia –la pelirroja quiso quejarse, mas se tragó sus palabras al ver la mirada desafiante que él le daba–. Lo siento, querida, así son las cosas.
Antes de volver a escuchar su molesta voz, Peter sacó de su bolsillo un pequeño aparato con un botón que apretó con deleite y, al instante, la mujer cayó inconsciente.
– ¿Q-qué... qué fue lo que le hiciste? –preguntó Ray anonadado.
El peliblanco sonrió con diversión y lo miró. Realmente estaba disfrutando aquel momento.
– Debería matarla por atentar contra mi juguete personal –dijo mirando el cuerpo de su querida Emma–, pero por el momento creo que aún puede serme de utilidad, así que sólo se ha desmayado –explicó con desdén, acercándose a la mujer y quitándole el pelo de la cara con la punta de su zapato lustrado–. Ahora, devuélvanme a Emma y los dejaré en paz. Incluso me siento bondadoso, así que te daré la copia del libro que tanto necesitas, Ray. Sólo devuélveme a Emma –lo retó con diversión, enseñándole el libro que llevaba escondido detrás de su espalda.
– ¿Cómo sabes lo que estoy buscando?
– Déjame adivinar. Es el libro de cuentos que mi hermano utilizaba para dejarles las pistas y contraseñas de escape –el pelinegro frunció el ceño al escucharlo–. Vamos, luego de unos años estudiando sus técnicas y estrategias James se ha vuelto tan predecible... Descubrí que algunos libros en las bibliotecas de cada casa se habían vuelto el motor de escape para algunos valientes mocosos, así que ordené que los quitaran de inmediato, excepto aquellos que habían sobrevivido al gran incendio de Grace Field cuando ustedes escaparon. Sabía que si Emma se recuperaba de su depresión buscaría la guía de Minerva una vez más. Sólo me divertía en la espera de sus acciones. Ahora la necesito de vuelta, así que dámela y los dejaré libres, sin trampas.
– Pudrete, Ratri –fue la respuesta de Ray–. Jamás dejaré que te lleves a Emma otra vez.
Se acercó al peliblanco con toda la intención de golpearlo, sin embargo, se detuvo en cuanto lo vio sacar una pequeña pistola de detrás de su saco.
Ratri le apuntó directo a la cabeza.
– Querido Ray –lo nombró mostrando una sonrisa ladeada de pura diversión–, sé que seguirías a Emma hasta los confines de la Tierra, pero si intentas algo más te prometo que la seguirás directo al infierno –dijo lo último quitándole el seguro al arma y mirándolo directo a los ojos.
Tragándose su orgullo y obligándose a obedecer por el momento, Ray levantó sus manos a ambos lados de su cabeza, demostrando así que estaba dispuesto a ceder a lo que él dijera. Peter soltó una carcajada tan alta como aterradora a ojos de los pequeños niños y tan cínica como repulsiva a ojos de Ray y sus compañeros.
– ¿Sabes qué? Mejor no. Ya se ha vuelto aburrido lidiar contigo, Ray –habló finalmente, dirigiendo su vista desde el arma que llevaba en mano hacia el rostro iracundo de aquel producto premium que tantos problemas le había causado en todo ese tiempo. Sonrió, saboreando el momento–. Mejor muere ahora –Peter apuntó contra su cabeza nuevamente y se preparó para apretar el gatillo.
– ¡¡NO!! –fue el grito unánime que se sintió por parte de todos los que se encontraban detrás del pelinegro.
Los niños sollozaban desconsolados y aterrados, el equipo Lambda se retorcía en su lugar por la impotencia de ver y no poder actuar, y Sonju sostenía a una inconsciente Emma que, ajena a lo que sucedía a su alrededor, luchaba por mantener su corazón funcionando.
– Adiós, 81194.
Sin embargo, el sonido de otra pistola siendo preparada para disparar hizo eco en el lugar.
– Suelta el arma y deja ir a mi hermano.
.
.
.
Notas de Autor:
AAAAAAAAMEEEEEEEEEN, HERRRRRMANOS (?
Volví, no me odien. De verdad que lo siento muchísimo. Entré en una terrible crisis emocional en este último tiempo y eso me llevó a un bloqueo de inspiración (sumado al poco tiempo que tenía para vivir después de mis clases y exámenes, lo que, oh sorpresa, me generó la crisis), pero nada, acá estoy "remándola porque no queda de otra" jajaja. Na, mentira, me siento mejor.
Respecto al cap, bueno, saben que hago resúmenes de los caps antes de escribirlos para no irme por las ramas, pero aun así me costó terminarlo y que me convenciera. Espero que les haya gustado y, otra vez, lo siento mucho por la larga espera!!!
AHORA LO IMPORTANTE!!! OwO
Si se pasaron por mi... muro? sitio de anuncios? No sé cómo se llama jaja Pero había publicado que tenía una sorpresa para ustedes, un anuncio.
Redoble de tambores por favor...
ESTAMOS LLEGANDO AL FINAL DE ESTA HISTORIA!!!!
Así es damas y damos, caballeros y caballas (? Tan sólo dos capítulos para acabar con este fic... O no... -w-
Daré mi mejor esfuerzo para entregar los dos caps que faltan sin tanta demora así que por favor esperen por ello.
Agradezco mucho siempre siempre el apoyo y el amor que le dan a esta historia, de no ser por sus lecturas, sus votos y bellos comentarios no habría continuado escribiendo. Así que muchísimas gracias por eso!!
Nos estamos leyendo!! O.-/
Carpe Diem!!
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