Capítulo XI

Los días pasaban y Emma se sentía en constante presión. Presentía que algo malo estaba por ocurrir y esa sensación era cada día más fuerte, sin embargo Lenna la mantenía vigilada como si fuera su guardaespaldas personal, no le quitaba el ojo de encima y ya había comprobado que no le molestaba no disimular sus intenciones con ella, incluso Lisa y Frederic lo habían notado.

– Debemos lograr separarla de Mamá –susurró Fred a Lisa mientras lavaban los platos luego del almuerzo.

– Vaya, no se me había ocurrido esa idea antes, genio –contestó la pelinegra con sarcasmo.

– No seas así, me refiero a que ya no podemos seguir esperando, ella no se le quitará de encima aun si sucediera algo en dos puntos diferentes de la casa.

– Vaya, no se me había ocurrido esa idea antes, genio –volvió a decir con el mismo tono sarcástico de antes. Fred tan sólo bufó con molestia.

– Bien y entonces, ¿Qué propones, niña realista y súper observadora? –preguntó volteando a verla con sus manos sobre un plato enjabonado.

– Primero, que bajes la voz –respondió ella imitando su acción–, la Hermana Lenna puede estar pegada a Mamá como garrapata pero eso no significa que no escuche a su alrededor si es que estuviera cerca –el castaño agachó la cabeza y continuó fregando los platos–. Segundo, coincido contigo, no podemos seguir esperando a que Mamá se mueva porque ella se moverá justo por detrás y será cuestión de tiempo para que arruine nuestros planes –se giró nuevamente y continuó lavando el vaso que tenía en manos–. Tal vez deberíamos hacerlo por nuestra cuenta, entrar a los túneles sin mamá con nosotros. Incluso... Ella puede ayudarnos reteniendo a la Hermana Lenna para que no sospeche de nada.

– ¿No es peligroso...?

– ¡Es peligroso, por supuesto que lo es, Fred! –interrumpió Lisa de inmediato antes de que terminara de hablar–. ¿Pero acaso tenemos otra opción? He observado a mamá estos días, está mucho más inquieta y preocupada que de costumbre y eso no se debe sólo a la Hermana –bufó con pesadez recargándose sobre la mesa–. No podemos hablar tranquilamente con ella, incluso cuando entra al baño, la Hermana corrobora que todo esté en orden luego de que ella salga. Es demasiado... precavida.

– ¿Qué haremos para hablar con ella entonces? –preguntó Fred adoptando la misma posición que ella.

– De los dos tú eres el mejor actor –murmuró Lisa sin mirarlo. Fred infló el pecho al escucharla–. Escucha muy bien lo que harás, Fred...

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Esa tarde, cuando las clases acabaron y les permitieron salir a jugar, Lisa y Fred se alejaron hacia el bosque para escribir una nota en un pequeño papel y luego volvieron hasta donde Emma y Lenna se encontraban jugando con los más pequeños.

– ¡M-mamá! –exclamó Fred con nervios, haciendo a su cómplice rodar los ojos.

– Fred, ¿Qué sucede? ¿Está todo bien? –preguntó al ver la preocupación del niño.

– E-es que... Yo... E-estaba pensando q-que en algún momento todos nos iremos de aquí, nos haremos grandes y al final ya no estaremos todos juntos como ahora. Nos iremos de Grace Field y te dejaremos... y yo no quiero eso –declaró lo último en voz tan baja que apenas lograron escucharlo. Fred se pegó a la falda de su madre en dos pasos y la abrazó con todas sus fuerzas, generando un sentimiento de pena y culpa en Lenna, quien observaba la escena estática a un lado de Emma–. Nuestros hermanos, quienes ya han encontrado una familia, se fueron prometiendo que nos escribirían, que nos visitarían, y ninguno de ellos lo hizo. Eso es injusto, mamá, nosotros los extrañamos mucho, ¿Ellos no nos extrañan a nosotros? –Emma frunció el ceño y alternó su vista entre ambos pequeños sin comprender a lo que querían llegar, mas Lisa sólo agachó la mirada y se abrazó a sí misma, tan acongojada como su hermano–. ¡Mamá! –llamó Frederic, separándose de su abrazo y mirándola con seriedad–. Te prometo que yo no los defraudaré, enviaré cartas todos los días, y si no se puede entonces todas las semanas, todos los meses, todos los años. No importa cómo, yo me comunicaré con ustedes siempre que pueda y los visitaré –el pequeño castaño se mordía el labio inferior y apretaba sus puños aguantándose las lágrimas–. Así que mamá, tú tampoco dejes de enviarme cartas a mí también, cuéntame de ti, de mis hermanos, incluso de aquellas cosas que no parecen valer la pena, tú escríbeme ¿de acuerdo? –Fred alzó su mano y la extendió frente a su madre, en señal de cerrar un pacto.

Emma dudó antes de seguirle la corriente, tratando de imaginar sus intenciones detrás de tan perfecta actuación. Ellos ya sabían la verdad que escondían esas repentinas adopciones, por qué ninguno de sus hermanos los había contactado nunca después de irse de allí. Entonces, ¿Qué es lo que trataban de decirle?

Sus dudas se disiparon al sentir cómo un pedazo de papel doblado se deslizaba sobre su mano cuando selló el pacto con el niño, de eso se trataba todo ese teatro. Quería reír a carcajadas, casi se lo había creído, pero la presencia indeseada de Lenna le impedía decir o hacer algo sospechoso, después de todo, el acto montado por ambos niños era principalmente a causa de ella.

– No tienes de qué preocuparte, Fred. Aunque ninguno de sus hermanos se haya vuelto a comunicar con nosotros yo sé que allá afuera ellos son felices con sus nuevas familias, quienes los aman, los protegen y les enseñan cosas que nosotros aquí no podemos enseñarles. Te prometo que así será para ti también cuando te toque volar más allá de este orfanato –Emma sonrió con todo su rostro y acarició su cabello con ternura, animando al pequeño de tal manera que volvió a abrazarla con fuerza.

– Confío en ti, mamá, así que tú confía en mí –fue la respuesta de Fred.

Emma sonrió en dirección a Lisa, quien le devolvía la sonrisa apenas notoriamente.

Cuando ambos niños volvieron con sus hermanos, Emma ya había guardado sigilosamente aquel papel en sus bolsillos. Lenna observó de reojo su expresión, el cual era bastante depresivo y patético. Ya sabía ella que Emma había desarrollado muy buenas aptitudes para la actuación frente a esos críos.

– Lo siento, ¿Puedes encargarte de todo aquí? Necesito ir unos minutos al baño –dijo la de ojos verdes con su voz entrecortada.

– No te preocupes, te acompaño –se apresuró a responder la otra sin dudarlo.

– Vaya, ni siquiera me dejas descargarme en paz y soledad –murmuró ofendida, sonriendo con sarcasmo y molestia.

– Sólo cumplo órdenes, Emma. Vamos.

Una vez en el baño, tomó nuevamente la nota guardada en sus bolsillos y la desdobló sigilosamente para evitar que su compañera lo escuchara.

"Fred y yo nos encargaremos de continuar las investigaciones en los túneles. Tú encárgate de la Hermana Lenna"

Luego de cerciorarse de que aquella nota se había perdido por las cañerías del baño, Emma lavó sus manos y salió como si nada hubiera pasado.

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Esa noche fue la primera. Emma observaba desde su ventana cómo los niños corrían hacia el bosque rumbo a la entrada de los túneles subterráneos.

– Por favor, cuídense –suplicó casi en un susurro, abrazándose a sí misma y suspirando en un intento de calmarse.

Lisa y Fred comenzaron a investigar por separado luego de haber hecho una copia del mapa, y cada uno llevaba consigo un paquete de semillas con el que marcaban un fino camino para no perderse. Arduo trabajo fue recoger cada semilla cuando descubrían que el camino que tomaban llevaba a un punto muerto, sin salida.

Esa noche fue un fracaso, según Lisa, así que decidieron volver a casa y dormir el poco tiempo que les quedaba.

– Tus ojos parecen los de un mapache –comentó Fred al verla bajar de las escaleras junto a sus hermanos.

– Se asusta el muerto del degollado. Tu cara parece la de un zombie.

– Déjame en paz.

Lisa le sacó la lengua con triunfo al molestar a su hermano. Ambos se sentían cansados debido a sus actividades de hacía tan sólo unas horas atrás y sus caras los delataban de inmediato. Sólo rogaban no cruzarse con la Hermana o no zafarían de sus sospechas.

– ¿Has visto a esos dos niños? Parecen enfermos, tal vez deberíamos llevarlos a la enfermería y revisarlos.

Sí, no, no habían zafado.

– ¿E-eh...? N-no es necesario, ya hablaré con ellos más tarde. Posiblemente sea debido a sus preocupaciones de ayer –respondió Emma tratando de ocultar sus nervios.

– Oh, yo también debería estar presente, después de todo, parte de mi trabajo es observar a mi superior y aprender de sus habilidades por si algún día llego a ser Madre, ¿no? –la sonrisa tan inocente de Lenna pinchó en lo más profundo de Emma, entendiendo que lo dicho anteriormente sólo era una ironía.

Se acercaron a los dos niños una vez terminaron de desayunar. Emma, a su modo, intentó hacerles entender que Lenna podría estar sospechando de ellos también, así que Fred decidió continuar con su papel de miedoso y Lisa tan sólo pretendió escuchar el sermón de la Hermana.

– Niños, nos preocupamos mucho por ustedes y hemos notado que no tienen buenas caras el día de hoy –comenzó a decir Lenna, sentándose e invitando a los otros dos a hacer lo mismo–. ¿Ha pasado algo que quieran contarnos? –la sonrisa de la mujer simulaba ser dulce y maternal, mas estaba lejos de poder irradiar esa sensación en los menores. Fred tragó con dificultad y alternó su vista entre ambas mujeres, finalmente negando con recelo–. Quiero que sepan que pueden confiar en nosotras, somos una familia, ¿no es cierto? Y el deber de una familia es confiar los unos en los otros para contarse todas aquellas inquietudes y resolver los problemas que se nos presenten. Así que cuéntennos, ¿Es por lo mismo que te preocupaba ayer, Fred? –preguntó en tono agudo y molesto, a juicio de Lisa.

El castaño agachó la mirada y trató de calmarse antes de responder, debían ser cautelosos para no levantar más sospechas.

– Es por lo mismo de ayer, Hermana Lenna, mamá. Yo... no quiero irme, no quiero abandonar a mi familia incluso si otros padres me adoptan y me aman mucho. Yo no quiero a otra familia, quiero quedarme con mi madre y mis hermanos. Y-y por supuesto que contigo, Hermana Lenna.

Lisa se acomodó en su asiento y posó su mano izquierda sobre la mesa, jugueteando con sus dedos a un ritmo interesante que poco interés causó en la mujer.

– Oh, Fred, no tienes por qué sentirte de esa manera –trató de reconfortarlo–. Tú sabes que todos aquí te queremos y queremos lo mejor para ustedes. Ten por seguro que tu familia te adorará...

Mientras Lenna continuaba dando su sermón de hermana mayor, Emma fingió estar atenta a sus palabras mientras que en realidad escuchaba el mensaje que Lisa trataba de transmitirle mediante sus golpeteos.

"Todavía nada"

Emma asintió con disimulo, dándole a entender a la niña que el mensaje había sido recibido, sin embargo, ella comenzó a golpetear nuevamente a un nuevo ritmo.

"Otra vez. Hoy"

Frunciendo brevemente los labios a la par de su ceño, Emma volvió a asentir comprendiendo a lo que se refería.

Esa noche, los niños volvieron a salir a escondidas bajo la supervisión de su madre. Emma los observaba desde la ventana, implorando a los cielos que nada malo ocurriera, cuando sintió que alguien golpeaba la puerta de su habitación.

– Debemos hablar acerca de esos dos niños –habló Lenna tan pronto como Emma abrió la puerta. Ingreso sin previa invitación y volteó a verla con seriedad–. Su actitud es demasiado sospechosa como para dejarlos libres por ahí sin hacer nada al respecto.

– Deberías tranquilizarte un poco, Lenna, ellos no son sospechosos de nada –respondió la mayor de las dos, con poca paciencia.

– A mí me parece que sí. No perdemos nada con asegurarnos. Creo que lo mejor sería corroborar si duermen como el resto de los niños o si andan por la casa curioseando de más. Emma, recuerda que tú eres la que está bajo investigación, Ratri sospecha de tu lealtad, por lo que si ellos resultan fugitivos los jefes no dudarán en culparte y castigarte a ti. ¿Acaso es eso lo que quieres?

– Y dime, ¿Eso no te favorece a ti, Lenna? –soltó ella con ironía.

– ¿Qué?

– No, n-nada, olvida eso que dije –no era el momento oportuno para ponerla en su contra, debía seguir el juego y desviar su atención sin permitir que dejara de confiar en ella–. Ellos están tristes, Lenna, están casi en edad y lo saben, saben que pronto les tocará su turno de irse y no pueden evitar recordar las promesas olvidadas de sus demás hermanos, aquellos que dijeron que enviarían cartas a menudo y volverían de visita. Tienen miedo de ser como ellos o que sus familias no les permitan comunicarse con sus hermanos del orfanato –Lenna hundió sus hombros y agachó la mirada en señal de preocupación​, algo que desconcertó a Emma–. ¿Sabes? Antes de tu llegada yo había logrado hacer que se abrieran a mí, que confiaran y me contaran sus inquietudes, sus miedos... Supongo que tal vez los abruma demasiado tener a dos adultos en frente como para hablar desde su vulnerabilidad. No debemos presionarlos, ellos nos contarán en su debido momento.

Lenna asintió, obediente, sin embargo no podía parar de pensar en esa posibilidad de que hubieran descubierto algo sospechoso.

– Por favor, permíteme hablarles por mi cuenta la próxima vez, yo sé que puedo lograr lo mismo que tú si me das la oportunidad.

Emma frunció los labios con desconfianza, pues tenía muchas razones para hacerlo, sin embargo quería creer que la preocupación de su compañera era real, después de todo, comprendía que la mayoría de las Hermanas y Madres hacían todo lo que hacían tan sólo por el afán de sobrevivir en ese cruel mundo.

Terminó por concederle su petición, en el fondo todavía persistiendo esa desconfianza que nació desde el primer momento que la vio y con justa razón. Lenna, contenta y agradecida, tomó sus manos y le prometió que se ganaría la confianza de sus pequeños y los ayudaría a llevar lo mejor posible su último tiempo allí en Grace Field.

– Es muy cínico de tu parte alegrarte por un objetivo como ese, Lenna –dijo en voz baja una vez que la mencionada se retiró de su habitación.

Sin duda, Lenna era una chica bastante peculiar. No había dudado en amenazarla apenas había llegado a Grace Field, no le importó ganarse su confianza en lo más mínimo –aunque francamente ella tampoco simuló mucho su desagrado desde el primer día que estuvo allí–, sin embargo, pese a las vagas sospechas que traía en un principio esa noche Emma pudo darse cuenta que tal vez sí se había tragado el cuento del miedo y la nostalgia por parte de los niños, mostrándose entonces preocupada por ellos y con ganas de reconfortarlos como una verdadera madre.

Pero ella no se quedaría simplemente con las palabras de Emma. Lenna decidió pasarse por las habitaciones de las niñas para corroborar que esa pequeña de cabello negro estuviera verdaderamente durmiendo, se apresuró tanto como pudo evitando hacer ruido para que ninguno despertara y, una vez frente a la puerta del dormitorio femenino, dudó un segundo sobre lo que realmente esperaba encontrar.

Para bien o para mal, la cama de Lisa era ocupada por un bulto cubierto por completo que apenas se movió un poco tras el leve ruido que causó la puerta al abrirse. Lenna frunció su ceño ligeramente y volvió a cerrar la puerta, dirigiéndose entonces a la habitación de los niños.

Y se encontró con la misma escena.

Volvió a su cuarto un tanto decepcionada pero al mismo tiempo un tanto... aliviada. ¿Por qué? No lo sabía, pero no dejaría que eso la desviara de su misión. Algo estaba sucediendo allí y ella lo presentía, debía descubrirlo de inmediato y comunicárselo a su jefe para así poder librarse del cruel destino que le tenía preparado luego de su último... fracaso.

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Lisa caminaba con su mapa en mano, farfullando por lo bajo al creer que nuevamente sería una noche perdida, sólo rogaba que a su hermano le hubiera ido mejor que a ella en esa búsqueda del tesoro, pues era lo único que podría levantarle el ánimo. Ya era casi la hora de volver, probablemente su madre tampoco habría dormido en todo ese tiempo y no era como si pudieran tomarse la libertad de presentarse con cara de cansancio al desayuno otra vez, la Hermana Lenna era demasiado observadora para su gusto y no podían correr más riesgos de los que ya estaban tomando o lo echarían a perder.

– Bien, nada por aquí... Tampoco –dijo en voz alta, tachando finalmente el camino que había estado siguiendo por largo rato en el mapa.

Bufó frustrada por su nulo progreso y decidió regresar sobre sus pasos, afortunadamente se había olvidado de usar las semillas con ese camino, así que un problema menos del que preocuparse. Jamás se le hubiera ocurrido que había dejado pasar por alto un pequeño gran detalle.

Una puerta, sutilmente visible en aquel pasillo en penumbras, se burlaba de su poca atención mostrándose alta y misteriosa.

– ¿Cómo diablos...? ¿Por qué...? –Lisa no se explicaba cómo no lo había notado antes, incluso se encontraba a pocos metros de distancia de la antorcha que acababa de apagar.

La puerta en cuestión no se encontraba en el mapa, ¿Acaso se había olvidado de dibujarla? No, no era posible, se había asegurado tres veces de que su plano era exactamente el mismo que el original. Entonces... Eso significaba que a pesar de que las puertas dibujadas sí eran falsas todavía tenían oportunidad de encontrar conexiones reales con la casa. Debía... Tenía que... ¿Qué debería hacer ahora? Si buscaba a Frederic y luego volvían se haría muy tarde y tenían que estar en casa antes del amanecer, podía correr y gritar su nombre hasta que el otro respondiera pero si realmente estaban debajo de la casa, nada le aseguraba que no pudieran escuchar algo del otro lado, y aunque pareciera exagerado no podía correr con ese riesgo, no ahora que tenían una oportunidad. Investigar por su cuenta parecía la opción más razonable, pero no podía negar que sí se sentía nerviosa y asustada.

Por unos cuantos segundos, que más bien parecieron minutos, se debatió entre sus tres prontas opciones. En realidad, no había mucho que pensar, sabía de sobra cuál era la más conveniente, no podía ser una cobarde a ese punto. Era por su familia, era por su libertad y la de sus hermanos.

– Recuerda tus razones. Prioridades, Lisa. Tú puedes hacerlo –se infundió ánimos a la par que regulaba su respiración y relajaba sus músculos.

Determinada, se acercó a la puerta y jaló de la aldaba*

*Aldaba: Pieza de metal con forma de aro o argolla que en la Edad Media funcionaba como llamador o tirador (para abrir puertas :D)

Pero la puerta no se abrió.

– No me hagas esto, ¡Ábrete! –imploró la pequeña, tironeando de aquella fría argolla de metal sin resultado–. Señor Minerva, por favor, por favor –seguía insistiendo ahora con ambas manos.

Pero la puerta no se abrió por más que tironeó hasta hacer doler sus brazos.

Con suma impotencia, no pudo hacer más que apresurarse a marcar la puerta con un montículo de semillas y luego marcar el camino hacia ella en su mapa. Corrió de vuelta al punto de encuentro y ni siquiera se detuvo a respirar en cuanto se topó con Fred.

– Allá... Puerta... El camino... La casa... L-lo encontré... ¡Lo encontré, Fred! –trató de decir entre jadeos.

El aludido asintió a cada palabra y frase inconclusa como si tratara de entender las explicaciones de su pequeña hermana María. Igual de comprensible.

– Sí... No, no te entendí nada, Lisa. María habla mejor –respondió con sarcasmo cruzándose de brazos y mirándola con sus labios fruncidos.

Lisa bufó y lo golpeó en el hombro antes de dar una gran bocanada de aire para calmarse.

– Lo encontré, Fred –volvió a intentar con sus ideas más acomodadas.

– ¿El camino de regreso?

Nuevo golpe al hombro.

– Oye, estás un poco agresiva, ¿No crees? –preguntó ofendido y adolorido.

– ¡Y tú bastante chistoso!

– Sólo estoy tratando de poner ánimos a esta búsqueda del tesoro sin tesoro aparente. Estoy comenzando a cansarme de esto... Y tengo frío – se quejó haciendo un mohín.

– Deja de ser tan llorón –lo regañó la pelinegra amagando con golpearlo de nuevo–. No puedes rendirte tan rápido, ¿No eras tú el que estaba más motivado con esta misión? Incluso prometiste proteger a mamá y a nuestros hermanos.

– ¿Yo hice eso?

– Lo hiciste.

– Debo dejar de prometer cosas cuando estoy demasiado entusiasmado –comentó en voz baja, suspirando y frunciendo el ceño–. ¡AUCH! Lisa, tu comportamiento violento me hace creer que tienes problemas para controlar tu ira.

– ¡Tú me generas ira! –exclamó la pequeña con sus brazos en alto–. Ya cállate y déjame hablar, ¿quieres? Esto hará que tu ánimo vuelva a subir.

– ¿Hará que deje de dolerme los hombros luego de tus golpes?

– No, pero te prometo que mi próximo golpe hará que te duela donde más les duele a los niños –de inmediato, Fred se cubrió sus partes íntimas y la miró con desconfianza–. ¿Ya puedo hablar? –él asintió sin emitir palabra–. Te decía que por fin encontré una pista que podría acercarnos a nuestro objetivo –Lisa desdobló su mapa y mostró a su hermano aquel camino que estaba marcado–. En el último camino que tomé hay una puerta que no se ve marcada en el mapa. No pude abrirla pero estoy segura de que debe haber alguna manera. Es probable que esa puerta esté conectada a la casa, Fred. ¡Podremos sacar a nuestros hermanos y hermanas de ese lugar y ponerlos a salvo!

– Pero aún no encontramos la salida.

– Comienzo a pensar que tal vez eso no sea lo más importante ahora –respondió de inmediato con su ceño fruncido–. La llegada de la Hermana Lenna me da un mal presentimiento, por lo que debemos apresurarnos y encontrar esa conexión y la salida, claro... Pero si no encontramos lo último me quedaré tranquila si por lo menos ponemos a salvo a los demás.

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El día siguiente fue un poco incómodo, ambos sentían la mirada penetrante de la Hermana pero trataban de obviarla tanto como fuera posible. Emma se moría por hablar con ellos, mas se abstenía de hacerlo al notar la manera en la que su compañera los observaba cada tanto.

Durante la hora de recreación, Lisa y Fred discutían la posibilidad de haber pasado por alto otras puertas no marcadas en el mapa, sin embargo llegaron a la conclusión de que si esa puerta se encontraba en una dirección particular probablemente las demás –si es que había más– estarían cerca de la primera, y los túneles de ese sector eran los que todavía no habían investigado. No había de qué preocuparse.

– ¿Niños? –ante la voz que escucharon a sus espaldas ambos empalidecieron y sintieron un fuerte escalofrío recorrer cada parte de su cuerpo–. ¿Qué es lo que hacen tan apartados de los demás? Los preocuparán si se comportan de esa manera –Lenna observó a los dos pequeños y sus alrededores.

– ¡Hermana! Casi nos da un susto –habló Fred primero.

– Sí, estábamos planeando... Un nuevo juego para jugar con los demás.

– ¿Ah, sí? ¿Y de qué se trata? –preguntó la pelirroja con curiosidad.

– ¿De qué... se trata? B-bueno... Ahh... Es que justo Fred iba a decírmelo, ¿De qué se trata. Fred?

El niño sonrió a la mujer antes de dirigir su inocente mirada a su hermana, quien lo miraba con fingida curiosidad.

– Pues te iba a preguntar a ti qué te parecía si jugamos a "¿Quién es el traidor y quién el vendedor?" –Lisa sonrió con gracia, mirándolo con ojos asesinos.

– Pues se nota interesante el juego, hermanito, ja, ja, ja. ¿No crees que es un nombre bastante peculiar, hermana? –ambos niños fingieron reír con gracia mientras se lanzaban miradas nada amistosas entre sí.

– Bastante, diría yo –respondió la aludida, sintiéndolo como una indirecta hacia su situación personal–. ¿Y cómo se juega? –preguntó ahora más curiosa que antes.

– Sí, ¿Cómo se juega, Fred? –dijo lo último entre dientes.

– Ahh... P-pues... Bueno, no tenía una idea clara del juego, ¿saben? –se excusó entre risas nerviosas al notar su gran metida de pata–. Me pareció un buen nombre para un juego de misterio pero iba a preguntarte a ti cómo podíamos jugarlo, ja, ja, ja, ja.

– ¡Oh, claro! Mi hermano siempre tiene ideas pero no puede desarrollarlas sin mi ayuda. Somos un gran equipo, ¿No lo cree, hermana Lenna? –dijo Lisa con una sonrisa de oreja a oreja y rodeando con un brazo la nuca de su hermano.

Lenna alternó su mirada entre ambos niños sin sonreír ni decir nada. Algo se traían en mano esos dos y descubriría que era, no se tragaría tan fácil el cuento del amor y la nostalgia por su familia.

– Bueno, los dejaré entonces para que sigan planeando su nuevo juego, diviértanse –saludó con una sonrisa amorosa antes de volver por donde había llegado.

– Eres un tonto, Fred.

– ¿Yo? Tú me vendiste sin previo aviso, ¡Traidora!

– ¿Qué más podía hacer? Tú eres el de las ideas rápidas.

– No intentes justificarte, estaba tan asustada como tú.

– ¡Yo no estaba asustada!

– Vamos, Lisa, tu cara de miedo era digna de un retrato.

– Pues la tuya decía "sáquenme de aquí, ya mojé mis pantalones".

– Pues la tuya decía "Recalculando. El sistema ha dejado de funcionar".

– ¡Qué cruel! –vociferó la niña ofendida.

– ¡Tú eres cruel! –respondió el otro en iguales condiciones–. No me hables.

– Ni tú a mí, cobarde.

– Pocas pulgas.

– Sensible.

– Insensible.

– Mal actor –de inmediato se tapó la boca al ver la reacción de incredulidad de su hermano–. Sabes que no quise decir eso...

– Te pasaste de la raya –interrumpió el castaño señalándola con su dedo acusador y haciendo un mohín.

– No, Fred, lo que dije es mentira. Eres un gran actor –trató de corregirse.

– Ofendiste mi sueño. Ofendiste mi futuro –siguió diciendo con dramatismo.

– Serás el mejor actor de todos... Si es que seguimos vivos luego de salir de aquí –susurró aquello último esperando a que no lo hubiera oído–. Yo... sólo estaba enojada, sabes que jamás insultaría tus sueños. Eres mi gran hermano, ¡Te admiro! –continuó hablando acercándose a él y sobando su espalda.

– ¿Lo dices enserio? –preguntó con ojos llorosos.

– Claro que sí, serás el mejor actor de todos los tiempos.

Fred sorbió su nariz y sonrió más animado.

– Y tú una gran escritora de mis libretos –respondió socarrón, haciendo a Lisa rodar sus ojos con gracia.

– Claro que sí, el mejor dúo de Grace Field.

El sol ya comenzaba a ocultarse cuando Emma llamó a los niños para volver adentro. Lenna ayudaba a su superior a controlarlos cuando escuchó algo que la dejó perpleja.

– ¡Lisa, Lisa! –llamó una pequeña niña rubia con sus trenzas saltando a ambos lados de su rostro mientras corría hacia su hermana mayor.

– ¿Qué sucede, Sheyla?

– ¿Otra vez cambiaremos de cama para dormir hoy?

Lenna se quedó estática por un par de segundos al escuchar aquello. ¿Cambiar de camas? De inmediato recordó el bulto que dormía en su cama la noche anterior, ¿No era ese un bulto relativamente pequeño en comparación a la altura de la pelinegra?

Lisa hizo señas a su hermana menor para que se callara, mas la niña no comprendía sus movimientos. Por lo que Lisa la tomó en brazos y la alejó del resto.

– Sheyla, eso es un secreto, ¿recuerdas?

– ¡Ups! –exclamó ella tapándose la boca y mirando para todos lados–. Descuida, nadie me escuchó –dijo ahora en un susurro, hablando entre sus manos para que los demás no escucharan.

Lisa suspiró y hundió sus hombros. Dirigió su vista hacia la Hermana, descubriendo con alivio que ella no había notado nada de lo anterior.

– Está bien pero cuida de ya no decir más nada. Hoy no cambiaremos de cama.

– ¡Está bien! –gritó entre susurros antes de correr con sus demás hermanos.

Lenna volteó de repente hacia la pelinegra, quien simplemente sonrió y corrió a su encuentro, fingiendo que nada había pasado.

Durante la cena, Lisa procuró sentarse cerca de su madre y hablar de cualquier cosa con sus demás hermanos. Por unos cuantos minutos, se la pasó golpeando la mesa con su tenedor a un ritmo fijo, como si se tratara de un tic nervioso, algo que no pasó desapercibido para Emma... Ni para Lenna tampoco.

– Hay algo raro con esos niños, Emma, no puedes negarlo –fue directo al grano una vez que la visitó en su habitación esa noche–. Esta tarde quise hablar con ellos pero dijeron que estaban inventando un nuevo juego. ¿Sabes cómo se llama? "¿Quién es el traidor y quién el vendedor?" –Emma agachó la cabeza y se mordió la lengua para no reír–. ¿Te parece gracioso? –preguntó la otra con enojo–, porque a mí me parece muy sospechoso. Esos niños esconden algo, lo sé, y los descubriré, ya verás. Y como que tú los estés cubriendo, créeme que te irá peor a ti de lo que les irá a ellos.

Se fue tras azotar con fuerza la puerta, poco importándole si los niños despertaban o si molestaba a su superior. Emma se sentó en su cama y miró hacia la ventana con un mal presentimiento pesándole en el pecho. Sólo podía confiar en sus niños y esperar que fueran más inteligentes y perspicaces que su compañera.

Lenna se dirigió a paso firme y apresurado hacia las habitaciones de las niñas, ya sin dudar de sus presentimientos. Abrió la puerta con sigilo y se acercó a la cama de Lisa, observando un bulto tapado hasta la cabeza. Sonrió con triunfo, definitivamente esta vez los tenía. Ratri desplazaría a Emma de su cargo y ella tomaría su lugar.

Destapó el bulto, descubriendo con sorpresa y molestia que la niña que esperaba ver durmiendo no era la que allí se encontraba. Lisa yacía recostada dándole la espalda, respirando con parsimonia como si disfrutara de su plácido sueño.

No era posible, ella estaba segura, lo había escuchado, ella cambiaba camas con la niña de cabello rubio. ¿Acaso había notado que escuchó su plática?

La tapó de nueva cuenta y salió de aquella habitación tal como había entrado. De inmediato, Lisa se sentó en su cama y observó la puerta con preocupación y miedo. Sus dudas eran ciertas. La Hermana Lenna sospechaba de ella y probablemente de Frederic también.

Estaban acorralados.

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Esa mañana Norman se había sentido más tenso de lo normal durante el desayuno con Peter. Por supuesto no hablaban, pocas veces lo hacían y sólo cuando el mayor estaba de excelente humor, o así decía él, sin embargo debía reconocer que no esperaba un ambiente tan tenso en un día que su mismo tutor había promocionado tanto.

La reunión con los nobles se llevaría a cabo luego del almuerzo, sin embargo, Peter decidió que no comería y Norman aprovechó la situación para conocer el reporte de su equipo, aparentemente estaban evacuando el refugio sin mayores problemas, algo que lo dejó un poco más aliviado.

El albino dejó su dispositivo de comunicación y se volvió hacia el espejo de cuerpo completo que tenía a un lado del escritorio. Acomodó su corbata, su chaleco y su cabello, suspirando derrotado al notar, nuevamente, que el mechón rebelde a un costado de su cabeza no cedería por más que lo intentará aplanar. A su tutor eso no le caería gracioso pero ¿qué podía hacer él si era su marca de nacimiento?

Tomó uno de los tantos relojes que tan bien guardados estaban en el primer cajón de su clóset y se lo puso con total indiferencia, ese era el que más le gustaba a Peter y, por ende, el que más aborrecía él, pero decidió darle el gusto para evitar malos comentarios u observaciones innecesarias. No pudo evitar dirigir su vista hacia los teléfonos caseros –hechos de vasos e hilo– que tanto atesoraba desde pequeño, sonrió con ternura en sus ojos como cada vez que los veía evocando el recuerdo de su primer y único amor, con esa sonrisa tan llena de vida e inocencia y la voz toda emocionada cuando descubrió que sí funcionaban.

Suspiró borrando su sonrisa a la par que cerraba el cajón, recordando con cansancio que las cosas se complicaban de a poco cada vez más mientras más tardaba él en sacar a Emma de aquel lugar. Había descubierto, hacía algunas noches atrás, que Peter había enviado a una mujer para que ocupara el cargo de Hermana al lado de Emma en Grace Field, de esta manera pudiendo tener vigilada a la "posible traidora", como su tutor la llamaba últimamente, y sin embargo no le permitía saber mucho más al respecto, ni siquiera la identidad de la mujer enviada.

Sería relativamente sencillo escabullirse una de esas noches y sacar finalmente a Emma de allí, eso lo tenía en claro desde hacía años, sin embargo siempre llegaba al mismo maldito problema, pues sacar a uno era juego de niños, ya sacar a otros veintiocho pequeños junto con ella era imposible, y Emma probablemente no querría dejar a los niños atrás para salvarse sólo ella. Había pasado noches sin dormir planeando una forma segura y efectiva para recatarlos pero no era tan fácil y ahora mucho menos con una vigilante de Ratri rondándola.

Para empezar, Peter no tardaría mucho en darse cuenta si él se escapaba, le daría el tiempo suficiente para llegar hasta donde ella estaba, y a partir de ese momento todo se tornaría en una carrera contra el tiempo. Podrían usar el mismo método que cuando eran niños, sin embargo el plan quedaba sin efecto cuando notaba que a fin de cuenta los niños ni siquiera estarían entendiendo la razón de tan rara movilización. Si sumaba factores como el hecho de que ellos no estaban ni mínimamente entrenados como para escalar un muro, o que el miedo natural de unos pequeños niños los retrasaría a la hora de cruzar hacia el otro lado del precipicio y, peor aún, ahora teniendo una enemiga más metida en la casa... Definitivamente no sabía cómo superar esos obstáculos si quería salvar a Emma y a los niños incluidos.

– ¿Cómo diablos lo haces, Ray? –se preguntó en voz alta, recordando los innumerables asaltos a las granjas por años.

No podía simplemente arriesgarlos de esa manera, los mataría sin duda alguna e incluso si, por arte de magia, lograban siquiera llegar a escalar el muro y trasladar a algunos niños, Peter accionaría el dispositivo implantado en el pecho de Emma, matándola al instante.

– Señor Norman, el Señor Peter lo espera abajo –escuchó hablar a una de las sirvientas luego de tocar suavemente la puerta.

– Bajo en un minuto, Miriam –habló lo suficientemente alto como para que ella escuchara.

Suspiró largo y cansado, mirándose una última vez frente al espejo, tomó su abrigo y finalmente abandonó la habitación.

.

Llegaron al palacio de la Reina Demonio luego de aproximadamente dos horas de viaje. Norman pudo observar el cambio de ambiente en un abrir y cerrar de ojos, pues si bien la ciudad central en donde éste se ubicaba era bello y bien cuidado, el ingreso al territorio del palacio lo hacía chocar con la realidad en la que la nobleza vivía, con sólo lujos y ambientes ostentosos a donde quiera que dirigiera su vista. La puerta principal era toda una obra de arte, con dos escaleras que... probablemente a ellos les costaría subir teniendo en cuenta la altura de cada escalón, pero aun así dos escaleras que rodeaban un enorme cantero con flores de todo tipo y colores, y en la cima una enorme puerta blanca con detalles en oro que brillaban con la luz del sol. Pasar por allí habría de ser todo un honor.

Seguramente, pero ellos ingresaron por una puerta mucho menos ostentosa o siquiera visualmente llamativa que correspondía a la cocina real, o ni siquiera, porque Peter le había dicho que la cocina de la Reina estaba en el ala opuesta a la que se encontraban.

– No te alejes de mí ni por un segundo, ¿Me has escuchado? –habló el mayor de los dos sin dejar de ver al frente–. Y ni se te ocurra mirar a ninguno de los demonios de este lugar a los ojos, ¿Entendido?

Norman frunció los labios y apretó sus dientes con nerviosismo, asintiendo de inmediato y disimulando tanto como podía su curiosidad por tan increíble arquitectura. De seguro a Ray le encantaría ver un lugar como ese, todo era muy grande, puertas, ventanas, incluso las mesas y jarrones de flores que adornaban a estos últimos, pero los detalles tan perfectamente diseñados y tallados en cada lugar de ese enorme y largo pasillo eran los que se llevaban el premio a su total atención.

Muchos demonios de distinta morfología y cantidad de ojos iban y venían pasando por su lado sin siquiera registrarlo, como si estuvieran totalmente inmersos en sus deberes. Algunos llevaban bandejas, llenas de... algo, pues Norman no llegaba a ver qué por las diferencias de altura, otros limpiaban ventanas, mesas o cambiaban las flores de los jarrones o los jarrones mismos. Eran como los sirvientes de la mansión Ratri. Se sorprendió al caer en cuenta de que probablemente lo fueran, incluso en la sociedad demoníaca había estratos sociales y jerarquías laborales.

Pronto se detuvieron frente a una de las tantas puertas gigantes, la cual Peter golpeó con fuerza y luego se alejó dos pasos para esperar a que abrieran.

– No hablarás, no opinarás, no respirarás a menos que yo te lo indique –habló completamente serio sin voltear a mirarlo y sin perder la postura tan rígida que llevaba–. Cuida tus expresiones faciales y no mires a ninguno de esos demonios a la cara por más de tres segundos, ¿Entendido? –Norman asintió con recelo ante las advertencias de su tutor.

Pasaron un par de minutos en los que Norman se preguntaba en silencio si de verdad habrían escuchado esos golpes en una habitación tan grande o si siquiera habría alguien allí dentro, sin embargo se tragó dichos pensamientos en cuanto la puerta se abrió y se dejó ver a un demonio de tres ojos que los observaba con detenimiento desde su altura.

– Peter Ratri y Norman Ratri –los presentó el mayor de los dos señalándose y luego a Norman, respectivamente.

El demonio inclinó su cabeza hacia un costado sin dejar de observarlos pero no dijo nada y simplemente los dejó pasar.

En la habitación había otros siete demonios sentados alrededor de una larga mesa rectangular, todos mirando expectantes a los dos recién llegados. El aura era siniestra, mas Norman se obligó a permanecer inmutable incluso cuando el mismo monstruo de antes emitió un gutural sonido indicando que se sentaran.

Claramente la habitación y su inmueble eran destinados a aquellos seres que les doblaban la estatura, por lo que la diferencia entre ellos y los humanos se evidenció con más fuerza cuando ambos Ratri tomaron asiento y sus cabezas si siquiera llegaban a la mitad del respaldo.

Varios de los presentes comenzaron a reír sin disimulo alguno, uno de ellos incluso susurrándole a otro mientras no despegaba su vista de Norman.

– Nunca me canso de ver esto. Son tan pequeños e insignificantes.

Norman frunció su ceño en dirección al adefesio que tenía enfrente, mas éste no se quedó atrás y volvió su cabeza hacia él irguiendo su postura para imponer más su presencia. El peliblanco iba a decir algo, sin embargo, Peter fue más rápido y golpeó su pierna por debajo de la mesa para evitarlo. El demonio también quiso continuar con las provocaciones pero, para suerte de los humanos, el que se encontraba en la punta de la mesa comenzó la reunión.

– Peter Ratri –habló con voz grave e imponente–. ¿Cuál es el reporte de Lambda y las demás granjas Premium? –preguntó, yendo directo al grano.

El aludido reverenció con la cabeza y luego abrió su portafolio sobre la mesa, tomando algunos cuántos papeles de todos los que guardaba allí dentro junto con sus lentes de lectura.

– La planta número dos, Grand Valley, cría a sus niños sin complicación alguna. Desde hace unos meses se ha elevado el nivel de dificultad en sus exámenes, obteniendo satisfactorios resultados tras cinco meses de seguimiento. La planta número uno, Glory Bell, ha comenzado a experimentar con algunos fármacos en sus niños, llegando a la conclusión de que pequeñas dosis de anfetaminas en los más pequeños generan mayor desarrollo de atención en ellos y, por ende, mejores resultados en sus exámenes periódicos –Norman frunció su ceño al escuchar lo que su tutor decía. Simplemente no podía creerlo–. Así mismo, los más grandes han sido puestos a pruebas aún más complejas bajo la condición de ser enviados a prestigiosas instituciones si sus calificaciones eran perfectas. ¿Los resultados finales? Para ello me tomo el atrevimiento de pedirle al Barón Lebye, quien amablemente contribuyó a la causa comprando uno de nuestros primeros productos finales, que nos dé su opinión.

– Sin duda debo admitir que ese cerebro resultó ser un auténtico manjar, diferente a lo que he acostumbrado a degustar desde los pasados trescientos setenta y ocho años de vida –comentó el demonio, causando el asombro y los murmullos de sus compañeros–. Casi pude sentir cómo mis neuronas e intelecto evolucionaban a una...

– Suficiente –intervino sin emoción alguna el demonio que parecía liderar a ese grupo de nobles–. Vamos a lo que verdaderamente nos importa. ¿Cuál es la situación con el Proyecto Mayor de Lambda?

La mirada de aquel monstruo logró causar en Peter una tensión visible para cualquiera que lo mirara de reojo, irguió su cabeza y apretó los dientes antes de buscar los papeles correspondientes al informe que solicitaba.

– El... Proyecto Mayor de Lambda ha sido puesto en pausa debido a que el experimento 63194b aún continúa prófugo –Norman abrió los ojos y contuvo la respiración–, sin embargo estamos próximos a encon...

El demonio líder golpeó la mesa con fuerza, sobresaltando a todos los presentes.

– ¿Por lo menos han conseguido cambios sustanciales antes de que tu incompetencia me costara grandes cantidades de recursos?

Peter ya no sólo apretaba sus dientes sino también sus puños.

– Nada hasta el momento, Barón... –contestó sin poder mirar más allá de un punto fijo en sus reportes.

De inmediato, el demonio que se encontraba frente a Peter abrió su boca y dirigió su larga lengua hasta rodear y apretar con fuerza el cuello del humano, ahorcándolo parcialmente mientras lo observaba con cinismo.

– Eres un incompetente, un inservible. Ni siquiera has sido capaz de supervisar ese patético experimento en el que estúpidamente coloqué gran parte de mi capital, ¿Quién me devolverá eso ahora, Peter Ratri? –reclamó el demonio líder observándolo con cólera–. No sólo no has logrado cambios en ese objeto de pruebas del que tanto te enorgullecías, sino que vas y lo pierdes. ¿Debería hacerte pagar con tu vida, acaso? Dime, Peter Ratri, ¿Tomando tu vida como compensación sería suficiente?

El ambiente se tornó peligroso, algunos observaban a Peter con regocijo, mientras otros se dirigían al menor de los peliblancos, sonriendo con burla.

– Una... una... últi-ma... vez... –articuló el moribundo con dificultad. Sus ojos desorbitados y su rostro ya morado-azulado por la falta de aire y sus vanos esfuerzos por soltarse–. Confíen en... mí una... vez más...

Los demonios prestaron atención una vez más, alternando su vista entre su casi cena y su líder. Éste último irguió su cabeza y con una mirada fugaz le indicó a su compañero que lo soltara. Peter cayó sobre su asiento y comenzó a toser enérgicamente mientras intentaba recuperar el aire con inspiraciones dolorosas. Norman tan sólo lo observó estático en su lugar, no sabiendo cómo reaccionar a todo lo que estaba presenciando en aquella reunión.

De hecho, no sabía si temerle más a los demonios que los rodeaban o a lo anteriormente dicho por su tutor.

– Volveremos a realizar el experimento... una vez más –indicó sin perder más tiempo, todavía con dificultad para respirar y más aún para hablar pero más interesado en que no dejaran de prestarle atención–. Esta vez será distinto. El producto 63194 se embarazará nuevamente pero comenzaremos el experimento con el feto –explicó con una sonrisa cínica y sus ojos completamente abiertos, casi como un psicópata.

– Explícate, Peter Ratri –exigió el líder con poca paciencia.

– La mujer lleva en su pecho un dispositivo de alta tecnología que le permite a nuestros científicos medir a la distancia sus niveles hormonales. Nos hemos enfocado principalmente en las hormonas de la inteligencia, siguiéndola de cerca desde que fue enviada a la granja número tres.

– Creímos que 63194 había sido desechada luego del parto.

– No, la mantuvimos con vida como un producto de emergencia en caso de que algo pudiera fallar con el objeto de prueba.

– Debo reconocer que fue una movida bastante inteligente, Peter Ratri.

– Muchas gracias, mi Señor –reverenció Peter con una leve sonrisa.

Norman no daba crédito a lo que escuchaba. ¿Embarazar a Emma, otra vez? Dejarla viva no había sido una garantía para mantener a Norman bajo control, permitirle "criar" a Nora no había sido una bondad de parte de ese tipo... Todo era parte de su maldito plan, ¡ÉL NUNCA HABÍA DEJADO DE EXPERIMENTAR CON ELLAS!

Sentía cómo la ira llenaba cada rincón de su cuerpo y hacía arder su pecho con cada latido de su corazón. ¿Cómo diablos podía haber sido tan iluso todo ese tiempo? ¿Y su familia? ¿Qué había con los planes sobre Ray y los demás? Le daba pánico pensar cuáles serían sus verdaderas intenciones con su familia.

– En el último mes 63194 ha aumentado sus niveles hormonales a escalas bastante interesantes, su inteligencia y su felicidad se encuentran en niveles provechosos y es eso es perfecto para llevar a cabo este nuevo plan. La gestación de un nuevo niño será diferente para mejor, sin embargo no apostaremos sólo a eso sino también al mejor desarrollo del sistema nervioso fetal mediante drogas y estimulación eléctrica.

– ¿Qué ocurrirá con el experimento 63194b? –preguntó el demonio con recelo.

– La encontraremos y seguiremos experimentando con ella hasta lograr resultados favorables. El plan original era comenzar a experimentar con ella a base de drogas a partir de sus dos años, por lo que la encontraremos antes de que los cumpla, no debe preocuparse por ello.

– Me preocupo por lo mucho que he perdido con la fuga de esa niña.

– La recuperaremos.

– Mph, espero que así sea. Tienes un año para llevar a cabo tu "plan B" y lograr resultados favorables con 63194b... O pagarás con tu vida –todos los demonios del salón comenzaron a reír y murmurar sobre lo último dicho, mas Norman no pudo sino ver al demonio líder, quien clavaba su vista en él–. Asegúrate de aprender todo sobre tu padre, humano, incluso apunta a ser mejor que él, pues si todo sale a tu favor podrías ser el próximo sucesor en menos tiempo del que tú crees, ja, ja, ja, ja.

Una vez la reunión acabó, Peter Ratri salió a paso rápido y furioso de allí, aflojando su corbata con brutalidad y tomando el camino contrario al que conducía a la salida. Al llegar a otra gran puerta, exigió a Norman que esperara allí afuera y entró sin siquiera tocar o anunciarse. El albino ni siquiera lo miró, tan sólo estaba allí, irradiando desinterés mientras por dentro se moría por salir corriendo y escapar junto con Emma aun si tuviera que dejarla inconsciente ante su probable resistencia.

En algún momento, él comenzó a caminar recorriendo los alrededores, tratando de calmar su crisis para trazar un plan seguro y conveniente para tomar a Emma y escapar cuanto antes de Grace Field. Nada le importaba, sólo quería salvar a Emma y luego volvería por los niños junto con Ray y los...

– ¡Ray! –exclamó como si hubiera tenido una epifanía. ¿Cómo diablos no lo había considerado antes?

Antes de poder seguir pensando al respecto, una armoniosa melodía tarareada captó su entera atención. Provenía del pequeño patio que se encontraba a unos pasos de donde estaba, así que, embobado por aquella voz, se acercó hacia la dueña de tan angelical melodía.

Grande fue su sorpresa al notar la silueta de un demonio humanoide femenino, con cabello rojo como la sangre y un vestido sencillo de color blanco. No pudo evitar esconderse detrás de uno de los pilares para así continuar escuchándola sin ser descubierto en el acto, mas el color se le escapó del rostro al escucharla llamarlo.

– No es necesario que te escondas detrás de ese pilar si lo que quieres es escucharme. Sal y hablemos, humano –pidió con la voz tan apacible y melodiosa.

Norman se acercó como hipnotizado, por unos segundos ni siquiera sabiendo lo que hacía, hasta que estuvo frente a ella y observó su máscara de oro y una hermosa y muy ostentosa corona sobre su cabeza.

– ¿Es usted la reina? –preguntó sin darse cuenta.

– Lo soy. ¿Quién eres tú?

– Norman, Norman Ratri –se presentó él con torpeza–. S-siento mucho la intromisión –se disculpó con una reverencia-. No pude evitar sentirme atraído por su melodía.

– Las memorias de algunos son tan hermosamente nostálgicas que no puedo evitar adueñarme de ellas. Aunque prometo que no es con malas intenciones –respondió ella con una sonrisa cordial.

– ¿Memorias de algún conocido?

– Oh, no. No se me permite conocerlos ni de lejos, pero sus últimas memorias pasan a mí inevitablemente. Es por eso que siempre rezo por sus almas imaginando el ritual de Gupuna que han de hacerles –Norman comprendió de inmediato a lo que se refería, tragando con dificultad inconscientemente–. Sé que escuchar algo así debe ser contradictorio para ti, eres humano y parte de la cadena alimenticia, pero... La verdad es que sin ustedes nosotros no podríamos subsistir, así que es motivo más que suficiente para estar eternamente agradecidos con su especie.

– ¿Tú... Agradeces a los humanos por ser tu comida? –preguntó Norman con molestia disfrazada de indiferencia.

– Les agradezco por aceptar su destino aun cuando éste es tan cruel, sin rebelarse ante nosotros, sus depredadores –contestó inocentemente. Norman frunció su ceño confundido.

– ¿Sin rebelarnos? –preguntó inconscientemente. La Reina asintió sin más, haciendo a Norman dudar sobre lo que verdaderamente debería decir o más bien preguntar a continuación.

– ¡NORMAN! –exclamó Peter con horror al verlo a un lado de la Reina Demonio.

– Creo que te llaman –dijo ella al ver que el humano seguía estático en su lugar–. Espero que alguna vez tengamos tiempo para charlar nuevamente, Norman Ratri. Me alegra haber podido hablar con un humano luego de cientos de años –Norman abrió los ojos impresionado ante la revelación.

– T-tengo que retirarme, lo siento. Hasta pronto, su majestad –saludó con una reverencia.

Norman se alejó de allí con la sensación de que algo estaba mal en ese sistema. ¿Cómo es que la Reina no conocía a los humanos? ¿Cómo que ellos aceptaban su destino sin rebelarse? Ella heredaba las últimas memorias de los cerebros que ingería, ¿Acaso en ninguna de ellas se mostraba el miedo y la confusión al ver a sus depredadores?

¿Qué... estaba sucediendo?

Al llegar junto a su tutor ni siquiera tuvo la oportunidad de explicarse. Peter lo abofeteó tan fuerte que logró tirarlo al suelo, y no siendo suficiente con eso, se colocó a su altura y lo tomó por el cabello, obligándolo a mirarlo.

– No entiendo qué es lo que no queda claro cuando te digo que me esperes en donde yo te dejo, Norman –habló dos tonos más abajo de lo normal y apretando su agarre–. Ésta será la última vez que me desobedeces porque te juro que me las pagarás, pequeño desobediente.

.

Una vez en la mansión Ratri, Norman se disculpó con los sirvientes y les dijo que esa noche no comería, desconcertando al personal que tanto lo estimaba y se preocupaba por él. Una vez en su habitación, buscó su libreta y su lapicera, sentándose en el escritorio y comenzando a dibujar el rostro de la Reina Demonio.

Peter lo sabía, sabía que dibujar era lo único que calmaba las ansias de su estúpido hijo, sin embargo no podía negar la sorpresa al notar que no se había alterado ni había explotado al escuchar sus planes para con sus amadas mujeres.

Era sin duda sospechoso.

En un momento, él dejó de dibujar y simplemente observó su boceto, moviendo con ansiedad su lapicera y luego apretando una y otra vez el botón que subía y bajaba la punta del mismo.

– Sí está ansioso –murmuró Peter con diversión–. Veamos qué harás ahora, mi querido Norman –se irguió sobre sus pies y escondió sus mano en los bolsillos delanteros de su pantalón–. No es la gran cosa –dijo a los guardias encargados de monitorear las cámaras de seguridad–, hoy escuchó más de lo que está acostumbrado y conoció a alguien que no debía conocer –suspiró y dio la vuelta para dirigirse hacia la puerta–. Déjenlo en paz, si quiere morir de hambre, por mí que lo haga. Eso no detendrá mis planes –dijo con desdén, observando de reojo a la pantalla que mostraba a Norman en su cuarto.

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Notas de Autor:

Primero que nada, ¿les agrada la idea de que deje la aclaración sobre palabras y/o frases justo debajo de la misma? Personalmente a mí no, prefiero que esas aclaraciones sean parte de las notas de autor (me refiero a la definición de Aldaba) pero he tomado en cuenta una observación hecha en otro de mis fics. En fin, me gustaría escuchar sus preferencias.

Segundo, una vergüenza total de mi parte aparecer a casi dos semanas de decir "sí, en breve actualizo", realmente me disculpo por eso. Por favor, perdónenme, la próxima que diga algo así pensarán "ah, bien significa que actualizará en dos semanas" D': Jajajaja por favor, no! Jajajaja

Terceeeeero y lo más importante!! ¿Qué les pareció este cap? ¿Muy denso? ¿Aburrido? Probablemente no deba decirlo pero a mí no me convence del todo, creo que le falta dinamismo ¡Y ENCIMA FALTAN ESCENAS DE LOS REFUGIADOS! Pero les prometo que mucha info de este cap es importante para lo que sigue, que -dicho sea de paso- sigue en el próximo cap :D

Les prometo que todo el dinamismo que aquí falta, viene sumado en la siguiente actualización cofcofRayEquipoLambdaEmmacofcof Oye, eso es una mosca?? O.O Jajajaja

Y por último, pero jamás menos importante, déjenme mencionarles y recomendarles una muy interesante historia escrita por una gran amiga mía. Es su primera historia y me encantaría que le dieran una oportunidad porque les prometo que la trama es interesante. Les dejaré, aquí y en mi muro, el link para que puedan pasarse por allí y dejar sus comentarios y votos si quieren. Espero les guste!! 

Y espero que también hayan disfrutado de este capítulo, me esforzaré en la próxima actualización para darles una buena continuación.

Gracias siempre por leer, por comentar (los leo, siempre los leo a pesar de no poder contestarles), por los votos y las lecturas. Son de verdad lo único que me motiva a seguir escribiendo!!

Carpe Diem!! O.-/

Link para leerlo:
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