Capítulo X
Esa noche volvieron tarde en la madrugada. Habían logrado avanzar un largo trecho del camino, aunque no podían negar que en más de una ocasión se equivocaron y tomaron vías equivocadas dándose cuenta de su error después de haber estado caminando por un rato o directamente una vez que llegaban al final y se topaban con un muro. Era frustrante, el tiempo se les iba y sentían que se estaban congelando del frío, y ni hablar de la precaución que debían tener para no perderse, pues así tendrían que lidiar con un triple problema, perder tiempo buscando la vuelta a casa mientras lentamente cada parte de su cuerpo se iba congelando hasta alcanzar sus cerebros.
Finalmente decidieron que era hora de volver a casa, pues pronto amanecería y los demás despertarían. Emma había propuesto tomarse unas noches para explorar bien el lugar y evitar posibles contratiempos cuando el momento de cruzar con todos los niños llegara, sin embargo Lisa los convenció de arriesgarse de todos modos, pues no sabían cuándo los malos podrían cambiar de opinión y volver a enviar a otro de sus hermanos.
Así que ahí estaba ahora, observando las fotos de Norman, Nora y su familia. Sentía vibrar la esperanza y las ilusiones en su corazón. Lo lograría, finalmente luego de siete años lograría volver a ver a su familia y así, luego, iría en busca de su hija.
– Norman, lo lograré. Lo lograremos –expresó en un susurro, llevando las fotografías a su pecho y cerrando sus ojos para dormir esas pocas horas que le quedaban con una sonrisa en su rostro.
Pero poco duraron esos sentimientos de positividad en ella.
– Soy la Hermana Lenna y he sido enviada para ayudar a su madre a cuidarlos –una mujer de igual estatura y color de cabello pero de ojos violáceos se presentó en la puerta del orfanato con una sonrisa cordial y una carta para Emma–. ¡Espero que todos podamos llevarnos bien!
Frederic y Lisa observaban horrorizados la escena desde lo alto de las escaleras. ¿Una Hermana? ¿Qué es lo que estaba ocurriendo? No se suponía que las cosas debían tomar ese giro tan inesperado.
– ¿L-la... Abuela te ha enviado? –articuló Emma con dificultad.
– Fue Peter Ratri –contestó ella como si nada–. Todo está explicado en esta carta, según lo que me ha dicho antes de venir. Pero no te preocupes, él se lo notificará a la Abuela de inmediato –Emma continuaba viendo la carta sin abrir en sus manos con ojos desorbitados y temblando ligeramente–. ¿Ocurre algo? –preguntó la mujer, observándola con falsa amabilidad.
– Nada. T-te mostraré tu habitación –respondió la pelirroja de inmediato, guardando la carta en sus ropas y devolviéndole el mismo tipo de sonrisa a su nueva ayudante–. Niños, terminen con sus tareas y pronto nos reuniremos para desayunar todos juntos y darle formalmente la bienvenida a la Hermmana Lenna.
Todos los niños respondieron afirmativamente y con mucha energía, liberándoles el paso para que ambas mujeres pudieran dirigirse hacia las habitaciones.
– Crías a unos niños encantadores, Emma.
– No es tanto trabajo de mi parte, yo suplanto a la anterior Madre desde hace menos de un año.
– Ah, es cierto, el señor Ratri me comentó que la anterior Madre quiso rebelarse contra los altos mandos y por eso fue destituida de su cargo. No me ha dicho qué sucedió con ella después... Aunque no creo que sea muy complicado imaginárselo –dijo riendo de aquello último dicho.
– No creo que haya algo gracioso en nada de lo que dijiste, Hermana Lenna –la aludida borró su sonrisa y frunció ligeramente su ceño.
– Me disculpo por mi impertinencia.
– Como sea, creo que estarás bien aquí –Emma abrió la puerta de la última habitación de aquel piso y dejó ver su interior algo oscuro y triste.
– ¿La última habitación? Es extraño. Hubiera jurado que me darías la que da justo a las escaleras para así tener mayor control de los niños.
– No es necesario, los niños no necesitan mayor supervisión que la mía, no son difíciles de controlar –respondió tajante y sin mirarla. En su lugar procedió a abrir la única ventana que daba al exterior–. No sé qué habré dicho para que el señor Ratri creyera que no puedo controlar a los niños de Grace Field, sin embargo podrás ver con el correr de los días que son tranquilos y obedientes.
– La habitación más alejada, más fría y con una vista nada estratégica –Lenna observó todo con detalle, incluso el exterior desde la pequeña ventana.
– ¿Hay algún problema, Hermana Lenna?
– Todo está explicado en esa carta, sin embargo no puedo guardarme las ganas de informarte lo siguiente, Emma –se acercó a ella y sonrió de forma burlista–. Peter Ratri te quiere vigilada a ti, no a esos niños. Mi misión es vigilarte y reportarme a ellos todas las noches justo después de ti.
– ¿Qué me hace sospechosa? –preguntó la de ojos verdes sin emoción alguna en su rostro.
– El señor Ratri no me ha dado los detalles pero cree que tú lo traicionarás de algún modo. Es por eso que estoy aquí. Descubrirte significaría ascender de posición y estoy dispuesta a ser tu sombra si eso significa mi salvación.
– ¡El desayuno está listo! –se escuchó un potente grito agudo desde la planta baja.
– Ya oíste. El desayuno está listo –informó Emma a la mujer antes de alejarse con pasos tranquilos y un temple neutral frente a su mayor amenaza hasta el momento–. Dejaré que te instales con tranquilidad, puedes bajar luego –y dicho lo último, cerró la puerta detrás de sí, dejando a Lenna con una sonrisa enigmática plantada en su rostro.
En el pasillo, Lisa y Frederic se encontraban con miradas perdidas y algo asustadas. Emma tan sólo pudo sonreírles con confianza antes de indicarles mediante gestos que volvieran al comedor.
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Querida Emma:
Mi bella Emma, espero que sepas disculpar esta sorpresa que tan poco divertida debe parecerte. Sin embargo debes comprender que todo lo hago por ti, me asusté mucho la última vez que nos vimos, hasta tuve deseos incontrolables de abrazarte para calmar tu miedo.
Así que he decidido darte una compañera de juegos. Lenna es una chica de tu edad dispuesta a cuidar a los niños tanto como a cuidar de ti, ya que odiaría que algo te pasara si tomas alguna decisión equivocada. El mundo es muy cruel y peligroso, puedes lastimarte hasta con la cosa más tonta.
Cuídate, mi querida Emma. Nos volveremos a ver antes de lo que crees.
Peter Ratri.
Emma arrugó con fuerza el pedazo de papel, botándolo lejos de ella antes de apoyar sus codos sobre su falda y agarrarse la cabeza con ambas manos. Ese maldito... Claro que no la dejaría en paz, ¿Por qué por un segundo había creído que sí?
Allí mismo en el silencio de su fría habitación de repente comenzó a temblar, sus manos bajaron hacia sus brazos, abrazándose a sí misma y pellizcándose en el proceso. Las ganas de bañarse una vez más, pese a haberlo hecho tan pronto habían vuelto de los túneles, la obligaron a levantarse de su cama y correr tórpidamente hacia el cuarto de baño. Una vez allí, se despojó de sus ropas mientras dejaba que el ruido de la lluvia de la ducha inundara el lugar.
Emma se miraba sin expresión en el espejo, sus ojos apagados, la piel de su cuerpo reseca y esa cicatriz a lo largo de su pecho recordándole que ya no se pertenecía, le pertenecía a Peter Ratri, o al menos eso es lo que él le había dicho. "Intenta escapar y morirás justo después que tu familia. Lenta y tortuosamente", su mano recorriendo su pecho de manera libidinosa mientras analizaba su cuerpo desnudo con detalle...
– Escapa –susurró con escepticismo antes de suspirar y volver en sí.
Se metió debajo del agua y dejó que ésta la empapara, imaginando que no sólo era la suciedad de afuera lo que limpiaba.
– Tú eres mía, Emma. No lo olvides. Tú engendrarás al niño perfecto, el nuevo y mejorado producto que me dará la libertad que tanto ansío.
Emma lloraba en silencio. Deseaba tanto poder gritar y salir corriendo de allí.
– ¿Te emociona? Yo sé que sí. No sabes cuánto he esperado tu mayoría de edad para finalmente dar inicio a mi perfecto plan.
Se acercó a ella y la besó de una manera bruta y desconsiderada. Mordiendo su labio en el proceso y lastimándolo. Lo último que sintió Emma antes de finalmente cerrar sus ojos y perder la conciencia fue la mano de ese hombre en su vientre.
"Nor... man"
Tomó la esponja de baño y se refregó el cuerpo con fuerza, las lágrimas se perdían con las gotas de agua que caían sobre ella, su dientes apretados y su pecho doliendo cuando pasó la esponja sin consideración alguna, dejando marcas rojas y algún que otro raspón del que apenas asomaban micro gotitas de sangre.
Se liberaría aunque le costara su propia vida. Salvaría a esos niños y volvería a ver a su familia aun si eso fuera lo último que hiciera.
De todos modos... Norman la esperaría del otro lado.
No era tan malo después de todo. Ganaría viva o muerta.
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Cuatro miradas se debatían entre ellas con total seriedad. Habían pasado ya cinco minutos y ninguno tocaba su desayuno ni se animaba a decir nada. Un pequeño moreno suspiró sonoramente y juntó sus manos delante de su rostro.
– El parecido es muy grande, eso no se puede negar. Sin embargo, eso no es ninguna garantía.
– Tienes razón –secundó un pelinegro que miraba el objetivo con toda su atención.
– ¿Qué deberíamos hacer entonces?
– Yo creo que preguntar –intervino una niña de cabello castaño.
– ¿Estás loca? Es tan absurdo que nos tomarían por locos.
– ¿Pero por qué? Es una duda natural, desde anoche que nos preguntamos lo mismo y ustedes lo dijeron, el parecido es muy grande. Tal vez nuestras conjeturas sean ciertas.
– ¿Y si no lo son, Shelly? Ray ya está pasando por mucho, Oliver me dijo que no lo molestáramos a menos que fuera por algo muy importante. Si le decimos de esto y resulta que nos equivocamos... Bueno, yo no quiero verlo enojado –dijo lo último en un susurro atemorizado.
– Vamos, Lannion. ¿Enserio crees que él se enojaría por pensar lo que piensas?
– Hace mucho que perdimos la esperanza, Phill –reconoció Thoma al lado de su hermano–. Podríamos estar imaginando cosas donde no las hay sólo por nuestro deseo de creer que sigue habiendo posibilidades.
– La esperanza es lo último que se pierde. Ya habíamos hablado de esto, Thoma –recriminó Shelly observándolo con enojo–. Además, yo creo que Ray estará de acuerdo. Antes de que hagan cualquier locura iré yo y se lo diré –decidió finalmente antes de pararse.
– Ahh... Define tu significado de "cualquier locura"
– Lannion, no –dijo Phill con desconfianza–. Dime que no lo hicieron.
Ambos hermanos agacharon su cabeza y hundieron sus hombros, asintiendo muy despacio a las acusaciones del otro. Phill y Shelly empalidecieron en menos de un segundo.
– ¿Cuándo? –se apresuró a preguntar el menor de los chicos.
– Lo comimos esta mañana –confesaron al unísono sin atreverse a mirarlos a la cara.
– ¡¿Que hicieron qué?! –vociferó Shelly golpeando la mesa con ambas manos, asustando a los tres chicos por la acción.
– Y... ¿Han tenido síntomas? ¿Cómo se sienten desde entonces?
Los mellizos se abrazaron por los hombros y sonrieron con todos sus dientes frente a sus hermanos menores.
– Tranquilos, somos los más fuertes y más valientes del refugio.
– ¡Sí, sí! Y todo porque queremos lo mejor para nuestros hermanos y el resto del refugio.
– ¡Así es! Ese nuevo espécimen de pez terrestre no nos matará. ¡Ya lo verán!
– ¿Están locos? Pudieron haber muerto en ese mismo momento, pudieron haber estado desarrollando síntomas en todo este tiempo y no se dieron cuenta. ¿Cómo ni siquiera lo hablaron con Anna para que supervisara sus signos vitales? A veces son los más valientes que conozco pero otras veces son tan tontos que me sorprende que sigan vivos.
Los mellizos abrieron la boca al mismo tiempo ante las declaraciones de su pequeña y tierna hermanita. Phill, en cambio, cubría su boca para evitar soltar una carcajada. No había cosa más divertida y al mismo tiempo tenebrosa que ver a Shelly enojada.
– ¡Juro que si ustedes se mueren yo los mataré!
Thoma y Lannion inclinaron sus cabezas hacia el mismo lado y elevaron una ceja como gesto de confusión, lo que desesperó más a la niña.
– ¡Son unos hermanos tontos! –exclamó enfadada antes de irse de allí.
– ¿Por lo menos es un pez de buen sabor? –preguntó Phill antes de retirarse.
– Un manjar mucho más rico que el pez regular –acreditó el pelinegro, siendo secundado por el otro.
Phill negó con la cabeza mientras reía. Se levantó de su asiento y fue tras su amiga.
– Vaya escena más interesante. ¿Qué le han hecho a Shelly para que se enojara tanto? –preguntó Ray, tomando asiento junto a los Hermanos Macana, según los había apodado Oliver.
Los aludidos empalidecieron tan pronto lo vieron frente a ellos.
– ¡R-raaaaay! –exclamó Lannion en un tono más agudo de lo normal, tanto que hasta su mellizo se extrañó–. ¿Qué? –le preguntó cuando se dio cuenta. Thoma tan sólo le dio un golpe sutil en la nuca.
– ¿Cómo estás? Hace m-mucho que no te sientas con nosotros a desayunar. Bueno... Hace mucho que no te vemos desayunar aquí.
– Han sido días bastante agitados –reconoció el mayor de los pelinegros tomando un pedazo de pan en su plato–. Pero también extrañaba hablar con ustedes, hace mucho que no lo hacemos, ¿Qué tal les ha ido con su trabajo? Creo que estamos en temporada de caza, ¿verdad?
– No, no de hecho –respondió Thoma de inmediato y con una sonrisa falsa.
– P-pero estamos bien, muy bien, hemos cazado muchos peces manjares... ¡Y otros bichos! Son nuevos, digo, buenos, ja, ja, ja –el rubio sonreía tanto como podía, sin embargo su mirada decía "sáquenme de aquí".
Ray alternó su vista entre ambos hermanos, sospechando que algo sucedía, sin embargo hubo algo que le llamó más la atención.
– Thoma, ¿Qué es eso que tienes debajo de tu oreja? –preguntó con extrañeza apuntando la zona en su propio cuello.
El aludido dirigió su mano al mismo lugar con rapidez y torpeza, golpeándose con fuerza y empalideciendo al instante de sentir pequeñas ronchas bajo sus dedos.
– Oh, es cierto, también están de este lado –observó Lannion acercándose a su cuello.
– ¡Ahh! E-es... ¡D-de nacimiento! Ja, ja, ja, ¿Nunca lo habías notado, Ray?
– Yo tampoco lo he notado nunca. ¿De qué...?
– ¡Lannion! –exclamó el pelinegro con exasperación, sin embargo abrió sus ojos con sorpresa al verlo–. T-tú también... Las tienes...
– ¿Eh?
Los dos chicos se alarmaron al notar las pequeñas ronchas en algunas partes de su cuello. ¿Acaso los síntomas estarían comenzando a aparecer?
– Oigan...
– ¡Waah! ¡D-debemos irnos! –exclamaron ambos al mismo tiempo antes de salir corriendo rumbo a la enfermería.
Ray no tuvo tiempo de preguntarles más nada, así que tan sólo los dejó ir, de todos modos solían comportarse algo extraño a veces. Si no fueran sus hermanos pensaría que estaban locos. Sonrió con diversión y simplemente siguió desayunando.
O por lo menos lo intentó.
De la nada, esa niña volvió a sus pensamientos. Ya habían pasado dos noches desde que rescataron a ese par de niños que Norman tan urgentemente pidió a su equipo que salvaran, y desde entonces no había tenido oportunidad de verla aun cuando Natt le dijo que había despertado. Era extraño que Norman hubiera decidido liberar a sólo dos niños de Lambda, incluso si Vincent trataba de convencerlo de que los demás no tenían posibilidad, pero por otro lado estaba esa extraña sensación de familiaridad con aquella pequeña niña... tan parecida a Emma.
Emma. Debían sacarla de Grace Field cuanto antes. Se había pasado todo el tiempo desde que lo supo pensando una manera de rescatarla, sin embargo no hallaba alguna lo suficientemente segura para ninguno de los dos lados, pues era probable que Grace Field estuviera demasiado custodiada aun cuando no se vieran vigilantes a la vista. Pero entonces ¿Cómo habría llegado Emma hasta al muro aquella vez? No tendría sentido que simplemente hubieran estado de espectadores o que ella los hubiera derrotado para al final volver con ellos. ¿Qué clase de vigilancia era la que tenían para esa granja? ¿Tenía, de hecho, un tipo de vigilancia diferente a las demás?
Había hablado con Sonya al respecto pero ella le aseguró que pese a que no podían improvisar tan a la ligera, y menos en ese rescate en particular, junto con Oliver y Paula estaban haciendo todo lo posible para idear un plan, por lo que pronto irían a una misión de reconocimiento sobre el lugar. Claro, era obvio que ella diría algo como eso, Sonya nunca daba un paso en falso.
– Buenos días, Ray –habló una voz que logró sacarlo de sus pensamientos.
– Anna, buenos días –devolvió el saludo con un semblante mucho más tranquilo.
– ¿Cómo estás? ¿Ha mejorado el dolor de tus heridas?
– Estoy mucho mejor que ayer, gracias. El dolor ha disminuido notablemente y las heridas más leves ya han cicatrizado. Por lo demás, supongo que estoy bien, más confundido que de costumbre pero bien.
Anna rió por su ocurrencia, contagiando al pelinegro quien no apartaba su mirada de ella.
– Deberías ir a la enfermería para que pueda revisarte –ofreció la rubia tomando un sorbo de su café.
– Lo haré más tarde, no te preocupes. Es que... Yo creí que tal vez estarías enojada conmigo por haberme ido otra vez sin avisar.
– ¿Por eso es que no has venido ayer? –preguntó ella con gracia, obteniendo un gesto de afirmación como respuesta–. Ray, ¿Por qué me enojaría contigo por eso? Vincent me explicó que ellos fueron los que te pidieron acompañarlos en su misión. Me preocupé y asusté mucho, sí, pero no podría enojarme contigo por ayudarlos, por el contrario me siento sorprendida de esa actitud tan repentina, creí que todavía desconfiabas de ellos.
Ray desvió su mirada a la par que sorbía de su propia taza. Si supiera la verdad...
De hecho, se tomó un segundo para recordar una pequeña parte de su conversación con el moreno, "Anna me matará cuando se dé cuenta de que otra vez me fui sin avisar. Sólo la lastimó cada vez que intento hacer las cosas por mi cuenta".
– Al final resultó ser un pelado agradable –murmuró con una pequeña sonrisa.
– ¿Qué dijiste? –llamó su atención Anna al no entender lo que había dicho.
– ¿Eh? Ah, no, nada. No te preocupes. Por otro lado, quería preguntarte acerca de la niña pelirroja que rescatamos esa noche, ¿Qué sabes de ella? ¿Cómo está?
En ese instante Anna cambió su expresión por una más tensa, algo que no pasó desapercibido para el pelinegro, sin embargo tan sólo se limitó a observarla sin decir nada.
– Ella... E-ella está bien –respondió nerviosa y rehuyendo su mirada–. Estable pero shockeada. Sin embargo, el niño es el que más me preocupa, Marcus, tiene heridas graves, incluso algunas posiblemente infectadas. No ha despertado y su fiebre es fluctuante, asciende a temperaturas altas y es difícil bajarla.
– ¿Cómo sabes su nombre si aún no despierta? Vincent dice que ellos tampoco lo conocen.
– Fue lo primero que preguntó Nora al despertar, quería saber cómo estaba Marcus, que Marcus la había salvado, que lastimaron a Marcus... Supongo que es él a quien se refiere. ¡Ray yo...! –se calló al último segundo. Había prometido no hablar, no decirle nada.
– Dilo –animó Ray acercándose a ella a través de la mesa–. Lo que sea que quieras decirme te escucho –Anna frunció los labios y dirigió su vista hacia el contenido de su taza. No podía.
– Ella... También pregunta por su padre –habló en un murmuro. Ray frunció el ceño y trató de darle sentido a lo dicho.
– No es posible, ¿Segura de que no dijo "Madre"? –Anna negó con la cabeza–. Pero... ¿Cómo es eso posible? Todos los niños son huérfanos de nacimiento, las únicas adultas que reconocen como familiares son las Madres y Hermanas, sin embargo esta niña no puede tener más de dos años, probablemente incluso haya nacido en Lambda.
– No lo sé, yo tampoco lo entiendo. Se lo pregunté a Bárbara, sin embargo ella dice que no sabe al respecto.
– ¿Notaste algo extraño cuando se lo preguntaste?
– No, ella no sabe nada.
– ¿Padre? ¿Es posible que se refiriera a algún científico de aquel lugar?
– Tal vez. No es el único por el que pregunta, aunque sí que pide por él insistentemente, a veces llora para que la dejemos volver con él. La otra persona de la que habla es Wanda, dice que personas malas probablemente la hayan lastimado y luego llora –Anna agachó su mirada, recordando aquellos momentos con tristeza al pensar que una niña tan pequeña tuviera que haber atravesado todo aquel trauma–. No lo entiendo, Ray, pero ella no dice nada más, se niega a hablar con nosotras y casi ni come. Jemima es la única que hasta ahora se ha podido acercar a ella pero tan sólo para contarle cuentos y hacer que coma aunque sea un poco. Me preocupa demasiado –dijo lo último agarrándose la cabeza con ambas manos.
– Quisiera poder ayudar, de verdad, pero aparentemente me tienen prohibida la entrada a su habitación –aclaró él con un poco de molestia en su voz.
– Ay, no empieces, por favor –pidió con desgano.
– Yo no empiezo nada, sólo digo lo que me parece. ¿Por qué sino no me dejan verla?
– Gilda ya te explicó que no pueden visitarla así como así. Ella está asustada y por eso no es conveniente que nadie más se le acerque hasta que descanse y se recupere lo suficiente.
– ¿Es sólo eso?
– ¿Qué más podría ser? –preguntó ella con exasperación.
– Está bien, te creo. No te enojes –pidió el pelinegro al verla tan molesta. Anna tan sólo hizo una mueca de burla, logrando una sonrisa en el chico.
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Esa noche, Ray se escabulló de su dormitorio rumbo a la enfermería. Estaría en graves problemas si Anna lo descubría pero se sentía con la imperiosa necesidad de volver a ver a aquella niña. Su identidad era un misterio y las razones de Norman para salvarla aún más. Vincent ni siquiera le dirigía la palabra desde que volvieron, y cuando trataba de entablar conversación con Cislo éste se ponía nervioso y trataba de escapar cuanto antes de la situación. La mujer loca no era una opción, su mal temperamento lo desesperaba cada vez que siquiera cruzaban miradas. ¿Qué demonios estaba sucediendo?
Llegó sin contratiempos al lugar, el silencio lo acompañaba en su travesura. ¿Era normal sentirse más nervioso que cuando deambulaba en la casa de Grace Field sin el permiso de su madre? Abrió la puerta con sumo cuidado e ingreso a la enfermería, sólo unos metros más y llegaría a la habitación donde tenían a la niña.
– ¿Adónde se supone que estás yendo, Ray? –escuchó la voz de la que menos quería a un lado del camino.
Descubrió un frasco con piedras luminosas que lograron mostrar la silueta y el rostro de la dueña de aquella voz. Anna lo miraba sin rastro de emociones desde la esquina de la oficina, sentada de piernas cruzadas mientras se cubría los hombros con una manta.
Ray sudó frío al verla allí.
– ¡Anna! –exclamó sobresaltado y nervioso.
– Baja la voz o despertarás a Nora –ordenó, todavía sin cambiar su expresión de escepticismo–. ¿Qué se supone que haces aquí a estas horas?
– Podría preguntarte lo mismo –Ray se cacheteó mentalmente al ver la ceja elevada de la rubia–. Sí, no. Palabras incorrectas –sopesó con vergüenza.
– Es mi oficina, trabajo aquí, si es que de verdad esa era tu pregunta y no lo recuerdas. Pero ambos sabemos que sí lo haces y que tus razones de estar aquí son otras.
– Anna, yo...
– Fuera.
– Anna, escúchame...
– Fue-ra. Ahora –sentenció con una muy leve sonrisa para nada amable o positiva.
El pelinegro obedeció con frustración. Tan poco y casi lograba volver a verla.
– ¿Por qué demonios todos insisten en mantenerme al margen de ella? –preguntó con exasperación una vez fuera de la enfermería.
– Deja de ser tan dramático, Ray –pidió la chica con su ceño fruncido.
– ¿Tú crees que bromeo, Anna? ¿Crees que no me he dado cuenta de que me observan de reojo cada vez que estoy cerca de este lugar? ¿Que no me doy cuenta de que están atentos de Cislo cada vez que intento hablarle sobre lo que sucedió en Lambda? Ni siquiera Vincent me dirige la palabra desde entonces y cada vez que me ve trata de evitarme. ¡No soy estúpido!
– Primero, baja la voz, no creas que no sigo enfadada por haber querido traicionar mi confianza al entrar a la enfermería sin mi consentimiento –habló con enojo, mirándolo directamente y con sus brazos cruzados sobre su pecho–. Y segundo, iremos donde siempre para pensar con claridad y hablar tranquilos. Y no, no aceptaré tus excusas o negativas. Vamos –indicó tan pronto como el chico abrió su boca para objetar.
Ambos se encaminaron hacia la parte más alta del refugio, la noche enseñaba el brillo de las estrellas en su máximo esplendor pero el frío calaba sus huesos y Ray hasta sentía cómo sus ideas se congelaban antes de formularse en su cerebro.
– ¿De verdad quieres estar aquí? Hace demasiado frío, nos enfermaremos –indicó Ray, abrazándose a sí mismo para retener el calor de su cuerpo.
– No te preocupes, esta manta puede cubrirnos a ambos –Ray se sonrojó al escuchar esas palabras, cosa que no pasó desapercibida para Anna, quien también se sonrojó al darse cuenta de lo que había dicho–. N-no seas tonto, ya estamos lo suficientemente mayores como para avergonzarnos de cosas como esas.
Ambos se sentaron donde siempre, casi pegados el uno al otro debido al frío y la extensión de la manta, y por unos cuántos minutos simplemente se dedicaron a observar el paisaje nocturno hasta por fin calmar sus agitados corazones. Por lo menos ahora ya no sentían frío, por el contrario, se sentían bastante acalorados.
– Y-y... Entonces, ¿De qué querías hablar? –preguntó Ray sin poder ver a la cara a la mujer.
– De lo que sea que te esté molestando verdaderamente –respondió ella con un poco más de calma.
– Ya te dije lo que me molesta.
– Me refiero a lo que "de verdad" te molesta –enfatizó en esas dos palabras mirándolo directamente–. Sé que no te gusta quedar al margen de la situación y que quieres verla a como dé lugar pero eso tiene que ser debido a algo en particular y no nos lo quieres contar. ¿Qué es lo que te tiene tan inquieto respecto a esa niña?
– Tsk, definitivamente deberías ser psicóloga.
– Bueno, la psicología es otra forma de medicina aunque no lo parezca –bromeó Anna ante el comentario de su amigo.
Ambos rieron por unos segundos. Ray entonces suspiró y miró al cielo cubierto de estrellas, si era ella sabía que podía contarle lo que fuera.
– Esa niña tiene un extraño parecido con Emma –Anna borró lentamente la sonrisa en su rostro–. Su cabello, su rostro... ¿Sabes? Incluso noté ese mechón de cabello que se alza sobre su cabeza como una antena. Yuugo probablemente la apodaría "antenita" –rió vacíamente al recordarlo. Anna fingió una sonrisa también, mas pareció una mueca extraña que por suerte Ray no notó–. Además de eso está la extraña situación de haberla tenido que salvar a ella y ese otro niño, Marcus. Fueron órdenes urgentes de Norman, ¿Por qué liberaría a sólo dos niños de Lambda? ¿Por qué no a todos? –Anna evitaba mirarlo a la cara por el remordimiento, sin embargo sabía que no podría ocultar por mucho más tiempo el secreto–. ¿Sabes? La primera vez que la vi me sentí atraído hacia ella, y no me refiero a nada raro, por supuesto que no, sino al hecho de que verla a Emma de niña me hizo querer abrazarla y llorar como el pequeño de trece años que era cuando se la llevaron. Probablemente ya estoy alucinando por las pocas horas de sueño que llevo en tantos días pero hay algo dentro mío que me dice que debería cuidar a esta niña con mi propia vida. No lo entiendo, Anna... No entiendo nada de todo esto. Emma, Norman, ahora esta niña. Siento que es demasiado y me abruma.
Anna no pudo evitar recordar el momento en el que Sonya los reunió a ella y al resto de los mayores de Grace Field en su propia habitación. Ray era el único que faltaba debido a que la mayor de todos le había encargado a Oliver y Nigel distraerlo, pues a final de cuentas él era el último que debía enterarse de aquello.
– Esa niña es la hija de Emma –fueron sus palabras con exactitud–. Vincent me contó que Norman la ha estado protegiendo durante todo este tiempo e ideando un plan para sacarla de allí antes de que cumpliera los tres años y así evitar que Ratri pudiera experimentar con drogas en ella –para ese entonces ni Don, ni Anna y mucho menos Gilda pudieron evitar comenzar a llorar ante semejante revelación–. Los planes de Peter Ratri aparentemente eran convertir a Emma en Madre y para eso la hizo dar a luz una niña que luego crió en Lambda con la esperanza de convertirla en una posible sucesora del Clan o un producto de la más alta calidad.
Dentro de ellos había sentimientos encontrados, dolor, rabia, pena por lo que su querida hermana había tenido que vivir pero también deseos de proteger a esa pequeña niña, deseos de querer salvarla y abrazarla por siempre, contarle lo valiente que su madre era y que pronto la volvería a ver, porque definitivamente la traerían de vuelta a su lado.
– Ray no debe saberlo –continuó diciendo la mujer de cabello azulado–. Suficiente información para procesar tiene con la aparición de Emma y la repentina noticia de que Norman vive.
– Creemos que esto sólo empeoraría su estado y no podemos arriesgarnos a que cometa ninguna imprudencia más –agregó Vincent, quien llegaba a la habitación seguido de Bárbara, que cargaba un pequeño bulto cubierto de mantas–. Ratri debe estar buscando a la niña por cielo y tierra, el jefe ha de estar bajo estricta vigilancia y, no podemos estar seguros pero es posible, la plantación Grace Field podría aumentar su seguridad por un tiempo.
– Por favor, mantengan a Ray lejos de la niña y cuídenla hasta que esté mejor. Debemos hacerlos pasar como unos refugiados más, a ella y al otro niño, sin embargo es a la que más debemos proteger al menos hasta que las búsquedas de Ratri cesen.
Habiendo dicho lo último, Bárbara se acercó a Gilda y le entregó al pequeño bulto envuelto entre tantos harapos. La chica no pudo evitar soltar un sollozo al ver que se trataba de la niña, quien dormía profundamente y con una expresión de preocupación y hasta miedo.
– Su nombre es Nora –les dijo Vincent.
Nora se aferraba al calor que emanaba del cuerpo de Gilda para tranquilizarse un poco, lo que hacía a la mujer atraerla con más fuerza a su pecho mientras lloraba en silencio junto a sus amigos.
– ¡Anna! –volvió a llamar Ray a su lado, despertándola de su ensimismamiento.
– Eh... S-sí. Sí, ¿Q-qué sucede?
– No... escuchaste lo que te estaba contando, supongo –dijo Ray un poco confundido.
– ¡L-lo siento! Yo... Estoy un poco cansada, es que... Thoma y Lannion probaron otro de sus descubrimientos y les causó efectos secundarios que me hicieron estudiarlos todo el día. Sólo pensaba en eso, lo juro –se excusó tan pronto como vio la oportunidad. Odiaba mentirle pero por lo menos no se trataba enteramente de una mentira, ciertamente esos dos la habían tenido de los nervios todo el día.
– No tienes por qué disculparte, esos dos les sacan canas verdes a cualquiera –comentó entre risas mientras palmeaba suavemente su cabeza–. Eres una chica muy ocupada y aun así insistes en escuchar mis problemas. Te lo agradezco –Anna agachó la mirada, decepcionada de sí misma–. Sé que puedo confiar en ti para lo que sea, así que por eso también te estoy agradecido –la chica mordió su labio inferior con fuerza, intentando tragarse aquellas palabras que tenía prohibido decir–. Así que mejor volvemos adentro antes de que te enfermes y el resto me mate a mí. Vamos, te acompaño a tu habitación –la animó a levantarse extendiéndole su mano.
Anna simplemente correspondió y ambos bajaron de aquella rama para correr al interior del refugio y cerrar la puerta detrás de ellos. Una vez dentro, intentó soltar la mano del pelinegro, mas Ray sólo intensificó el agarre para evitarlo.
– Ray...
– D-deberíamos apresurarnos... Ahora que me doy cuenta el frío de esta noche es mayor que en las veces pasadas y tú también te sueles resfriar fácilmente. Vamos.
Ella se dejó guiar todo el camino, aguantándose los latidos alocados de su corazón y el calor en su rostro, e implorando porque él no se diera cuenta de su situación en ese momento. Una vez frente a la puerta de su habitación, Ray la soltó con suavidad.
– Gracias por acompañarme –murmuró la rubia en voz baja.
– No fue nada, tu habitación queda de camino a la mía –ambos sonrieron con gracia sabiendo que eso no era cierto–. Bueno... Descansa.
– Claro, tú igual.
Ray se acercó vacilante hacia ella y le dio un beso en la mejilla, finalmente volviendo sobre sus pasos rumbo a su propia habitación. Anna entró silenciosamente a la suya y se desplomó contra la puerta una vez la cerró. Mentiría si dijera que no sentía a su corazón querer correr una maratón en ese momento. Una sonrisa de absoluta felicidad adornaba su rostro y sentía las mariposas chocarse entre ellas en su panza.
Por otro lado, Ray se desplomó en su cama y recordó su última acción. Su rostro completamente rojo y los retorcijones en su vientre lo hacían sentirse como un tonto.
– ¿Cómo diablos se te ocurre hacer eso, idiota? –se regañó a sí mismo mientras se escondía debajo de las mantas. De pronto, se sorprendió a sí mismo sonriendo–. ¿Cómo diablos no lo hiciste antes, idiota?
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No paraba de pensar en la muerte de su subordinada y mayor aliada... Pero más que nada no paraba de pensar en la forma en la que había muerto. Él lo había hecho, él la había matado. Respondió de la peor manera a sus provocaciones, sabiendo ella de sobra que así sería. ¿Por qué debía terminar de aquella forma? Wanda sabía cómo provocarlo y no dudó ni por un instante en utilizar esa carta a su favor. Ella estaba más decidida que él a cumplir con el plan original.
No había podido dormir en esas últimas dos noches a consecuencia de lo consternado que se sentía por aquella situación. Él había caído en las provocaciones sobre Emma y Nora y en consecuencia... había matado sin piedad a Wanda. Por esos breves segundos dejó de pensar en cualquier cosa que no fuera su amada y su hija, y no pudo perdonarle el hecho de que hablara como lo hizo de ellas. Su ira lo cegó hasta el punto de llevarlo a apretar el gatillo y ahora se preguntaba ¿Tan fácil podía caer en la trampa si se trataba de las dos personas más importantes en su vida? ¿Hasta dónde llegaba su raciocinio y dónde comenzaba a actuar sin pensar?
Un leve sollozo lo obligó a cubrirse la cara con el brazo. No soportaba esa situación, ya no soportaba vivir esa miserable vida donde caía cada vez más profundo en un pozo de donde no creía que pudiera volver a subir jamás. Si no fuera por Emma, Nora, Ray... Su familia era su motor de vida, la única razón por la que todavía no lo explotaba todo con él mismo allí dentro. Aunque, a decir verdad no era una idea tan errada tampoco.
– ¿Estás bien? –preguntó Peter una vez cerró la puerta detrás de sí. Su rostro viéndose preocupado casi como si de un padre se tratara.
– Maté a una persona –susurró con la voz rota y aún cubriéndose el rostro.
El mayor se sentó a su lado en la cama y suspiró antes de acariciarle la cabeza.
– Esa mujer ingrata se lo merecía –habló con voz pasible mientras sonreía con consuelo–. Dijo cosas que no debía, es culpable de su propio destino.
– ¿Qué de incorrecto hubo en sus palabras? –él no respondió–. Ella tenía razón y yo me dejé provocar como un idiota.
Lugo de unos segundos, Norman sorbió su nariz y secó sus ojos antes de sentarse en su cama. Observó un punto en su habitación, la captura de una de las cámaras de seguridad en Grace Field que mostraba una imagen borrosa de Emma.
– ¿Por qué ella? ¿Por qué Emma?
Ratri sonrió con cinismo.
– ¿Y por qué no? –Norman apretó los puños sobre su regazo–. En su momento vi un gran potencial en ella, era una mujer con todos los requisitos, por eso lo hice –su rostro de pronto cambió a uno molesto y suspiró con hastío–. Sin embargo, los meses fueron pasando y pronto me di cuenta de que mis planes habían fracasado, esa niña había nacido sin ninguna cualidad extraordinaria. Era sólo otro producto igual a los demás. Me esforcé tanto en preparar a esa mujer salvaje y al final sólo desperdicié recursos y tiempo –Norman no podía mirar a la cara a ese tipo sin sentir cómo la sangre le hervía y su puño ardía de deseo por golpearlo–. Si tan sólo esa niña hubiera mostrado signos de utilidad en todo este tiempo tal vez lo habría dejado pasar pero ni siquiera eso he conseguido.
– ¿Qué es lo que pretendías hacer con ella si las cosas hubieran sido diferentes? –preguntó con un tono más calmo, tragándose todo su odio.
Peter sonrió con orgullo y comenzó a caminar por el cuarto.
– Ella sería el comienzo de una nueva línea de productos, el futuro de las cosechas en cada plantación. La nobleza estaría más que satisfecha con esos logros. Imagina, Norman, ya no sería necesario cultivar productos durante seis años o más, el cerebro de un pequeño de cuatro años superaría la de un adulto promedio.
– Estás loco.
– Los verdaderos genios de la historia lo estaban, hijo mío –se mofó con altanería–. Sin embargo, nada resultó como lo esperaba y dejé por un tiempo que tú te la quedaras como una tierna mascota creyendo que tarde o temprano te aburrirías y la descartarías. Y sorprendentemente no fue así –se giró sobre sus talones y observó a Norman con la cabeza ladeada–. Déjame preguntarte algo, Norman, ¿Tú... de verdad amas tanto a esa mujer, Emma? –el aludido dirigió su vista hacia él y lo miró con todo el odio acumulado en su interior. No respondió y, en consecuencia, Peter sonrió con diversión–. Es una lástima, hijo mío. Presiento que esa mujer va a traicionarme, y yo nunca me equivoco con mis presentimientos, así que la mataré –comentó como si nada, haciendo que el corazón del albino se detuviera por un segundo–. También mataré a la niña, ninguna de ellas me sirve a fin de cuentas.
– Tenemos un trato –se apresuró a intervenir–. Tú no puedes romper esa promesa. ¿Recuerdas? La única razón de que yo esté aquí es porque juraste que protegerías a Emma y dejarías en paz a los refugiados. ¡Tú no puedes...!
– Recuerda sólo una cosa, mi querido Norman –interrumpió Peter con un tono desdeñoso–. Las promesas a mí no me importan en lo más mínimo si ya no me convienen –y dicho eso último se retiró de la habitación.
Tan sólo dos horas más tarde, Norman decidió continuar esa conversación tan ácida con su tutor. Se sentó a su derecha en la larga mesa de aquel salón, esperando que los sirvientes terminaran de colocar todo en la mesa para cenar.
– Ayúdame a entender entonces por qué sigues jugando al gato y el ratón con los refugiados. Dices que no te importa ser un hombre desleal a tu propia palabra y que descartas todo aquello que no te conviene, entonces ¿Por qué los dejaste escapar hace siete años? ¿Por qué continúas dejando que liberen a más ganado de las granjas?
Por un par de segundos Peter continuó comiendo, mas no pudo evitar la risa burlona que salió de su boca.
– Me alegra saber que por fin muestras interés por las verdaderas intenciones de tu padre y su trabajo. Sin embargo, lamento decirte que no puedo responderte aún, esas dudas serán respondidas en su debido momento, mi querido Norman.
– ¿Cuándo será ese momento? –preguntó perdiendo la paciencia poco a poco.
– Aunque me siento feliz por este repentino interés también me siento intrigado por la misma razón. Acaso... ¿Piensas traicionarme tú también? ¿Acaso tú y Emma se han estado viendo a escondidas y ambos unirán fuerzas para traicionarme?
– Aunque así lo quisiera sabes que no podría, me tienes vigilado las veinticuatro horas del día sin descanso.
– Mmh... No estaría tan seguro –murmuró el hombre con un deje de duda antes de llevarse otro pedazo de carne a la boca–. No me mires así, tanto odio te sacará canas antes de tiempo. ¿Entiendes? Canas ja, ja, ja –mas dejó de reír al ver la expresión tan aburrida del otro–. Ahh, como sea, me acompañarás durante la próxima reunión con la nobleza.
Norman abrió sus ojos con sorpresa y frunció su ceño con un sentimiento de alarma.
– ¿Por qué has decidido eso tan de repente?
– No es de repente, de hecho lo vengo pensando desde hace tiempo. Creo que estás listo para comenzar a aprender más sobre tu futuro como cabeza del Clan. Gran parte de tus dudas serán aclaradas y te prometo que verás la realidad de una forma... Diferente. Este mundo está lleno de oportunidades si las buscas. Mi mundo, mi querido Norman, está lleno de oportunidades para ti –sugirió con una sonrisa tranquila. Tomó su copa y la alzó hacia él–, sólo debes quererlas y te las daré en bandeja de plata. Salud.
Norman tragó duro y tensó su mandíbula al escucharlo hablar de esa manera. No presentía nada bueno y si no se apresuraba a sacar a Emma de aquel lugar estaba casi seguro de que Ratri se lo haría lamentar de la forma más cruel y desgarradora posible por el resto de su vida.
Sólo esperaba que Vincent hubiera puesto en marcha el plan de evacuación cuanto antes.
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Notas de Autor:
Bueno, aquí vengo con un nuevo cap y con la cabeza agachada de la pena. Siento mucho la tremenda desaparición, las cosas se han complicado en mi ámbito académico (básicamente, me relajé de más sin darme cuenta y los exámenes se me han acumulado). No he terminado aún, de hecho, debo sacar finales mientras curso otras materias así que hemos armado grupos de estudio con algunos compañeros y adivinen qué días usaremos... Bingo, fines de semana, no nos queda de otra.
Con esto no quiero decir que entraré en hiatus, ya le fallé a mi anterior fandom en fanfiction net y no quiero volver a hacerlo con ustedes (aún debo continuar esas dos historias y concluirlas o mi alma no estará en paz... El tema es cuándo jaja). Sin embargo, sí dejaré de ser regular con mis publicaciones, ya no creo poder actualizar una vez a la semana y mucho menos en un día fijo, pero no dejaré de escribir y en cuanto tenga un cap listo ustedes podrán leerlo.
Espero puedan entenderme y que no abandonen esta historia, pues yo no lo haré.
Sin más que decir, espero que este cap les haya gustado y que me comenten todo lo que quieran. Saben que amo leerlos y cuando puedo les contesto.
PD: Como parte de un concurso, he publicado un nuevo fic titulado "Horizonte Perdido" si quieren pueden pasarse a leerlo, disfruté mucho el escribirlo así que espero que disfruten leyéndolo (^.^)
Nos leemos pronto!! O.-/
Carpe Diem...
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