Capítulo VII
Una vez en el refugio, las cosas deberían haberse calmado un poco, "hogar dulce hogar" es lo que Lannion y Thoma decían cada vez que volvían de sus peligrosas cacerías.
Sin embargo, las cosas no estaban calmas. Las cosas estaban peores de lo que parecían.
Llegaron al amanecer sin mayores complicaciones y tan pronto lo hicieron Sonya noqueó a Paula y les ordenó a Jin y Hayato que la encerraran en su habitación con custodia permanente hasta que ella la solicitara. Ambos chicos acataron la orden sin preguntar debido al semblante nervioso y asesino de la peliazul. Asimismo, ella les pidió a Yvette, Jemima, Gilda y Anna que se encargaran de los nuevos refugiados, y al resto descansar hasta el momento de la reunión que se llevaría a cabo durante la tarde de ese día.
Sin chistar ni preguntar los adultos acataron las órdenes en silencio. Las mujeres llevaron a los niños al salón principal, el cual aún se encontraba vacío debido a la hora, y el resto se dirigió a sus respectivos cuartos.
– Muy bien niños, mi nombre es Anna –se presentó la rubia con su mejor sonrisa–. Ellas son Jemima, Yvette y Gilda. Queremos darles la bienvenida al refugio y decirles que aquí están a salvo de cualquier peligro, no tienen nada de qué preocuparse...
– ¿Dónde está mamá? –preguntó uno de los niños. De inmediato todos los demás empezaron a preguntar lo mismo.
– Pues, verán... Es algo complicado de explicar pero... Lo que sucede es que lo que ustedes conocían como hogar, casa, orfanato, no lo es –explicó con cautela–. Han crecido siendo educados para que el día de mañana una buena familia los adopte pero en realidad esos lugares son... lugares malos –dijo finalmente. ¿Cómo le hacían Sonya y Paula para explicarles?
– ¿De qué hablan? Mamá no es mala, ella no nos dejaría estar en un lugar malo –razonó uno de los niños más grandes, siendo secundado por los demás.
– Sí, eso es cierto. Mamá siempre nos protegía de todo lo malo –nuevamente todos apoyaron la idea.
De repente, algunos de los más pequeños comenzaron a llorar pidiendo por su madre, lo que fue detonante para que otros más comenzaran también a llorar. La situación se fue de control cuando los más grandes comenzaron a exigir que los dejaran volver a casa con su madre o si no se escaparían de allí en ese mismo instante.
– Mamá nos contó que había personas malas que raptaban a los niños y los alejaban de su madre –acusó una de las niñas.
– ¿Quiere decir que nos raptaron? –preguntó un niño al borde de las lágrimas.
– ¿Nos van a castigar por portarnos mal?
– ¡Quiero volver con mamá!
En cuestión de segundos, todos los pequeños lloraban a coro y los más grandes exigían respuestas.
– ¿Qué han hecho con nuestra madre?
– ¿Por qué estamos aquí?
– ¿Por qué dicen que nuestro hogar es malo?
– ¿Quiénes son ustedes y qué quieren de nosotros?
Anna suspiró derrotada. Definitivamente era admirable el trabajo de las Madres y Hermanas por mantener en orden a un grupo enorme de niños de distintas edades. Probablemente sólo habían pasado cinco minutos pero ella ya quería arrancarse las pestañas.
Ninguna de las mujeres sabía cómo recuperar la atención y la confianza de los niños, por lo que probablemente lo más lógico sería llamar a Sonya y pedirle que se encargara de la situación... Aun si eso significaba el odio de la mayor.
– Es suficiente. Llamaré a Sonya –declaró Anna agotada la poca paciencia que le quedaba.
– ¡¡NO!! –la detuvieron las otras tres de inmediato.
Y gracias a los cielos, la salvación abrió la puerta en ese momento.
– ¡Phill! –exclamó Gilda al verlo tan temprano allí.
El aludido observó la situación confundido y sorprendido.
– ¿Buenos... días? –le salió preguntar inconscientemente–. ¿Qué es lo que está sucediendo?
– Son los niños de Grand Valley –explicó Jemima con preocupación–. No sabemos cómo explicarles lo de las granjas porque son Sonya y Paula las que siempre se encargan de eso pero ahora ellas... no pueden y los niños están asustados y pidiendo por su madre.
– Ya veo –fueron sus dos únicas palabras antes de sonreír con tranquilidad–. Sólo hay que explicarles la verdad como es, ¿no es cierto? –las cuatro mujeres vieron confundidas a su hermano menor.
– ¡Yvette, Jemima! –exclamó una pequeña pelirroja entrando por la misma puerta que Phill–. Oh, Anna, Gilda, ¡Buenos días! –exclamó con su característico tono alegre e inocente.
– Shelly, necesito tu ayuda –pidió Phill extendiendo su mano.
La pequeña de ojos verdes observó el caos del salón y luego a Phill, quien todavía esperaba una respuesta. Volviendo a sonreír tomó la mano del moreno y se acercaron hasta estar frente a los niños. De inmediato, el resto se calmó y los observó.
– Hola –saludó Shelly con su mano libre–. ¿Ustedes son los nuevos? Yo soy Shelly y él es mi amigo, Phill.
– Es un gusto conocerlos –dijo Phill de igual manera.
Los niños más pequeños secaron sus lágrimas y sorbieron sus mocos devolviendo el saludo un poco más animados, después de todo ellos dos parecían ser de la misma edad que sus hermanos mayores. No daban miedo.
– Oigan, ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué nos han traído a nosotros y no a mamá? ¿Dónde estamos? –exigió saber uno de los más grandes, probablemente el hermano mayor.
– Se los explicaremos todo, lo prometo –dijo Phill con su voz suave y su semblante sereno y amigable–. Pero primero me gustaría saber tu nombre.
– Davion –respondió éste con más calma.
– Muy bien, Davion, es un gusto conocerlos a todos. Sé que todo esto es muy nuevo y da miedo al principio. Les explicaremos todo con mi amiga Shell, así que ¿Qué les parece si nos calmamos todos y nos sentamos? –de inmediato el resto hizo caso a su sugerencia y se distribuyeron entre las sillas del lugar.
Jemima e Yvette debieron hacer un esfuerzo sobrehumano para retirar a las dos mayores que no podían dejar de observar a sus pequeños hermanos controlando como profesionales la situación. Bueno... tal vez así es como se sentía Anna, pues a Gilda parecían lloverle corazones de los ojos al ver cómo Phill y Shelly seguían tomados de la mano sin ánimos de querer soltarse.
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Como siempre, Oliver era el único que hacía caso omiso a sus peticiones incluso cuando éstas tenían carácter de orden. Por eso ahora se encontraba en la sala de reuniones junto a ella, aun cuando le había dicho que no la siguiera. Sonya tronaba sus dedos y apretaba fuertemente sus dientes debido a la frustración de la realidad, quien creía su mejor amiga la había traicionado. Se sentía tan impotente que un nudo en la garganta le impedía decir nada, aunque a decir verdad tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Observaba a través de la ventana, se sentaba unos segundos para luego volver a pararse y caminar como gato enjaulado alrededor de la habitación, se mordía el labio inferior y suspiraba cada diez segundos tratando de calmar el torbellino de pensamientos y sentimientos que la invadían por dentro. Hasta que finalmente habló.
– ¡¿Puedes simplemente irte y dejarme sola?! –gritó como nunca antes se la había escuchado.
Oliver suspiró y se acercó a ella para abrazarla a la fuerza. La mujer, de baja estatura a su lado, comenzó a forcejear para separarse de él, sin embargo no tenía la fuerza suficiente. Ni los golpes que le daba, ya sea en el pecho o en la espalda, ni los reclamos que le hacía eran suficientes para sacárselo de encima.
– ¡Oliver, déjame! ¿No me escuchas? ¡Que me sueltes, te digo! –seguía intentando en vano–. ¡Comenzaré a gritar y te morderé tan fuerte que ni las heridas de demonios volverán a dolerte tanto! ¡Suéltame!
– ¡Sólo...! Sólo quédate así unos minutos, ¿Quieres? –pidió el peliblanco, asentando su mejilla sobre la cabeza de la chica–. No quieres llorar porque no quieres que nadie te vea, pero tampoco estoy dispuesto a dejarte sola para que sufras apartada de los demás. No puedo, no quiero –confesó con seriedad.
Sonya dejó de pelear y tan sólo se quedó parada sin hacer nada. No pasaron ni cinco segundos antes de que Oliver sintiera los hombros de la chica temblar bajo su abrazo, Sonya comenzó a llorar en silencio, poco a poco elevando sus manos para finalmente abrazar a su compañero y aferrarse a él.
– Tiene que haber una buena razón para todo esto. Paula jamás nos traicionaría, no ella –susurró Oliver sin soltarla.
– También quiero creer eso pero yo los escuché, Oliver, ese jefe está aliado con los demonios y el equipo Lambda les provee información acerca de nuestros movimientos. ¿Por qué Paula accedería a dársela a nuestras espaldas? ¿Y hace cuánto que sucede esto? Nos ha dejado exponernos al peligro en numerosas ocasiones y eso no tiene sentido.
– Confía en ella, es tu amiga.
– No sé si estar tan segura de eso ahora –sopesó la mujer aferrándose más a su agarre inconscientemente.
Oliver no podía más que corresponder a ese abrazo sin agregar palabra alguna. No sabía cómo defender el accionar de su amiga.
– ¿Tú me traicionarías? –preguntó de repente.
– Sabes bien que jamás lo haría.
– Ya ni si quiera sé lo que verdaderamente sé.
Oliver la obligó a separarse para así mirarla directo a los ojos.
– Mírame y escúchame bien, Sonya. Yo nunca te traicionaré, nunca te mentiré y tampoco me alejaré de ti. Quieras o no me quedaré a tu lado siempre –Sonya no podía más que mirarlo con la mente completamente en blanco.
De repente, recordó una de las historias que Jemima les contaba a los más pequeños del refugio, siempre eran cuentos de princesas siendo rescatadas por príncipes o chicos que prometían a la protagonista quedarse a su lado si ellas lo permitían. Entonces... ¿Eso era una...?
– ¿Proposición? –preguntó en voz alta sin darse cuenta.
– ¿Q-qué? –preguntó confundido el peliblanco frente a ella.
Sonya llevó sus manos rápidamente a su boca tratando de ocultar la vergüenza que cada vez más rápido teñía su rostro de rojo. ¿Qué diablos había dicho un momento tan poco oportuno como ese?
Oliver observó la actitud de la chica sin comprender ni un poco. ¿Proposición? ¿A qué podría referirse con eso? Intentó tocar su frente para corroborar que no tuviera fiebre pero tan pronto acercó su mano ella lo rechazó, por lo que más confundido se quedó.
– N-no... Yo c-creo que deberías... Es que tú dijiste... –se enredaba cada vez más con sus palabras haciendo que el pobre hombre se asustara por su actitud tan inusual–. ¡V-ve y llama a todos para la reunión ahora mismo! –exclamó con demasiada energía al no ocurrírsele mejor excusa.
– Pero está programada para esta tarde. Tú misma pediste que descansáramos bien.
– ¿Yo hice...? Oh, yo hice eso –sobre el tartamudeo repentino también su poca memoria a corto plazo, genial, lo que le faltaba. Suspiró largo y tendido para oxigenar su cerebro y así ordenar sus ideas–. Oliver, te agradezco haber estado aquí para esos humillantes minutos de debilidad –declaró volviendo a su habitual carácter impasible–. Si te atreves a contárselo a alguien lo negaré y te tiraré por las escaleras.
El peliblanco sonrió divertido.
– No lo haría jamás...
– Te conviene.
–...Ya te dije que puedes confiar en mí –dijo aquello último secando con su mano una lágrima que todavía permanecía en el rostro de la peliazul.
Tan pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo quiso apartar la mano pero Sonya fue más rápida y posó la suya sobre la de él. Oliver abrió grande sus ojos, sorprendido por la acción.
– S-Sonya... –susurró sonrojado. La mencionada no dejaba de mirarlo directamente a los ojos pareciendo hipnotizada.
Pero no era el momento, no podía desviar su atención ahora. Terminó suspirando con cansancio y decepción hacia sí misma para luego finalmente retirar la mano de su mejilla.
– Oliver... –llamó su atención todavía sosteniendo su mano–. Yo... Cuando todo este lío termine quiero... Tal vez podríamos...
– Me gustaría hablar contigo de algo –se apresuró a decir él.
– ¡S-sí! Eso estaría... Bien. Creo.
– Sí.
– Sí.
El silencio se hizo presente entre ambos y de repente la situación se volvió un tanto extraña. Tensa, a decir verdad. Ambos apartaron su mirada, concentrándola en algo más, lo que sea, con tal de no cruzarla con la del otro.
– B-bueno...
– ¡Gran charla!
– Interesante.
– Corta y concisa. Me gustó. Es bueno.
– Sí, eso creo.
Oliver se despidió con la mano antes de dirigirse, torpemente, hacía la salida. Sonya devolvió el saludo de igual manera y se quedó allí parada, tratando de comprender lo que había ocurrido, pues los latidos de su corazón los sentía hasta en sus oídos.
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Los ánimos que tenía Emma los primeros días luego de encontrar tanta información dejada por Minerva se habían esfumado tan rápido como llegaron. Sabía que debía seguir buscando, tenía que insistir y pensar hasta hallar la respuesta pero era tan difícil... ¿Había sido una casualidad descubrir todo lo que había descubierto hasta ahora?
– ¿Qué te pasa, Emma? Tú no eras así... –se regañó en voz alta tapando su cara con ambas manos–. Ray te diría "deja de dramatizar" si te viera en este estado... Aunque primero me diría loca por estar hablando sola –razonó al darse cuenta de lo que hacía. Y tanto que había creído que la Hermana Krone era rara.
Lo cierto es que su estancia en Lambda había desmoronado casi toda la valentía y autoestima que la caracterizaban, lo sabía pero aun así no sabía cómo hacer para recuperarlas. Perder a su familia, ser utilizada como experimento de laboratorio y al final engendrar a una hija para simplemente perderla, ¿Para quién es fácil reponerse de todos esos traumas?
Cada vez que tenía sus ataques de pánico trataba de reponerse pensando en la fuerza mental que tenía de pequeña pero... la había perdido y no sabía cómo ni dónde encontrarla. Su punto de quiebre fue Rose, esa pequeña que en cierto modo le recordaba a Ray por ser tan seria y estructurada, casi como una pequeña adulta, pero que en el fondo sólo era una niña asustada más que amaba a su familia y quería crecer, pelear y divertirse con ellos. ¿Cómo había permitido que la mataran? Eso era algo que jamás se lo iba a perdonar en toda su vida, haberse convertido en aquello contra lo que tanto había luchado antaño.
Sus deseos de acabar con su vida no habían desaparecido por completo, estaban ahí, latentes y a la espera de un mínimo quiebre emocional que les dieran la oportunidad de aflorar con más fuerza para así poder acabar con lo empezado. Pero luego estaba Frederic, ese pequeño niño de ojos miel que parecía haber sido enviado como un ángel guardián para sacarla del pozo y ayudarla a ver el camino que hacía tanto había extraviado. La salvó de cometer el acto más horroroso de su vida y le ofreció su mano como apoyo a pesar de tener más miedo que ella de aquello que no conocía.
Algo dentro suyo latió con fuerza, es como si le dijeran "Levántate. No te rindas. Todavía no has acabado" y unas inmensas ganas de correr, gritar y romperlo todo se hubieran apoderado de ella. Quería hacerlo todo, quería tomar todo lo que había abandonado por miedo y desesperanza y rearmarlo como rompecabezas para así avanzar sin detenerse otra vez. Quería ver a sus hermanos, quería ver a Don, Gilda, Phill, Ray... Unas pequeñas palabras de aliento de parte de ese niño le hicieron recordar lo mucho que quería vivir. Esa fuerza tenían las palabras de quien creía en ti a pesar de todo y de nada.
Suspiró.
– Esa vibración en mi pecho cada vez que lo recuerdo no se quita, sin embargo no puedo evitar la decepción al sentirme estancada con la última pista del señor Minerva –sopesó nuevamente en voz alta, girándose de lado en su cama.
Miró el reloj. Las tres de la madrugada. Frederic le había exigido dormir adecuadamente hace dos días pero era imposible, no podía dejar de pensar en ese maldito acertijo. Esa era la razón de que sus ánimos decayeran tan rápido como habían tomado el impulso.
– Maldita bipolaridad. Malditos traumas de Lambda. Maldito Miner... –volvió a suspirar con molestia antes de finalmente obligarse a dormir.
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Norman estaba frente a ella, sonriendo de esa manera tan característica, transmitiendo tranquilidad y amor. Podía verse reflejada en esos ojos tan celestes como el cielo, y la brisa de ese campo tan floral hacía que sus cabellos blancos bailaran desordenadamente dándole un aire mucho más gentil y relajado. La flores de tantos colores y de todas las formas y tamaños combinaban tan bien a su alrededor que quería retratarlo una y mil veces. Norman, su Norman, parado frente a ella y con los brazos abiertos en una clara invitación para que corriera hacia ellos.
No esperó. Se tropezó varias veces a pesar de la corta distancia, las mariposas que revoloteaban a su alrededor estorbaban y sentía que el suelo bajo sus pies era algo inestable. Pero nada importaba, Emma no despegaba su vista de él ni se atrevía a pestañar por el miedo de que todo desapareciera.
– ¡NORMAN! –exclamó con un hilo de voz antes de por fin llegar a él y fundirse en ese abrazo que tanto había anhelado por ocho años.
Sollozaba como una niña pequeña mientras se aferraba fuerte al hombre que la sostenía de caerse, se negaba a soltarlo temiendo que de repente se alejara y ya no pudiera volver a verlo. Pero estaba ahí, con ella, el calor que emanaba su cuerpo no podía ser mentira, la respiración que le hacía cosquillas en el cuello no podían ser sólo una ilusión, él era Norman, él estaba allí con ella.
– Te extrañé tanto, Emma –susurró en su oído mientras apretaba su agarre.
– Todo este tiempo, todos estos años... ¿Por qué simplemente desapareciste? ¿Por qué tuviste que irte? –atropelló todas sus preguntas sin soltarse ni mirarlo en ningún momento.
– Lo siento, siento tanto no haber estado ahí para apoyarte. Hubiera deseado jamás habernos separado –reconoció mirándola a los ojos y tomando una de sus mejillas–. Mi Emma, no sabes cuánto he deseado volver a verte.
– Yo también lo desee mucho –respondió ella aún llorando–. Te extrañé demasiado, Norman –tomó la mano que sostenía su rostro con la suya y las entrelazó–. Cada día y cada noche, nunca dejé de pensar en ti, en la esperanza de que estuvieras vivo y oculto en algún lugar. Seguro, y esperándonos.
Volvieron a abrazarse como si fuera la última vez y así, sin despegarse el uno del otro, terminaron sentados en el césped, entre todas las flores que todavía bailaban junto a las mariposas al compás de la dulce brisa que soplaba.
– He escuchado que Frederic es tu nuevo aliado –soltó él de repente luego de un rato de observar el horizonte.
– Es un niño muy bueno y fuerte mentalmente. Aunque me recuerda un poco a ti, sus expedientes dicen que es un poco delicado de salud pero su inteligencia es comparable a la tuya a su edad.
– Me siento un poco celoso.
– No tendrías por qué –rió Emma sin mirarlo–. Tú siempre fuiste el mejor ante mis ojos.
– ¿Incluso mejor que Ray? –preguntó juguetonamente.
– Sí... Yo no me atrevería a responder eso, Ray me mataría con la mirada incluso antes de decir algo.
– Pero sólo estamos nosotros aquí.
– Ray es esa voz en mi cabeza que me abofetea cada vez hago las cosas mal –esta vez fue el turno de Norman de reír–. Quisiera poder verlo a él también. Lo extraño.
– Sé que lo haces. Sé que extrañas a toda nuestra familia, Emma, por eso no puedes rendirte, Frederic te ha demostrado que vales más de lo que tú crees, incluso cuando piensas que tus errores no tienen perdón. Eres luz, aun cuando creas que la oscuridad te domina tú puedes encontrar el camino de vuelta y salir adelante llevándote a todos los que quieras contigo. Así es como eres tú, Emma.
Ella no quiso mirarlo en ningún momento, lloraba en silencio observando sus manos temblorosas. Sí era un sueño. Sí era una ilusión. Pronto debería despertar y el Norman que estaba a su lado desaparecería como si nunca hubiera existido.
– Mírame –le dijo Norman–. Emma, mírame, por favor –insistió.
Emma giró su cabeza lentamente, las lágrimas nublaban su vista y su garganta dolía por aguantar ese nudo atorado que reprimía.
Fue entonces cuando sintió cómo él tomaba su mentón y cerraba el espacio entre sus rostros, besándola con dulzura y amor. Al principio no podía creerlo, no entendía lo que sucedía pero si ya no iba a volver a verlo entonces aprovecharía ese sueño para transmitirle todo el amor que estuvo guardando durante tanto tiempo. Lo rodeó con sus brazos para así acercarlo y profundizar el beso, cerró sus ojos y se concentró en ordenar y transmitir todos los sentimientos arremolinados en su corazón. "Te amo", "Te extraño", "Te anhelo", "Te recuerdo", "Siempre".
– No te rindas, te estaré observando siempre.
Él acarició por última vez su mejilla, juntando ambas frentes y mirándola con todos sus sentimientos gritando a través de su mirada. Emma cerró los ojos y con una última lágrima confesó lo que con tanto cuidado guardaba en su corazón.
– Te amo.
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Dos niños se encontraban a un lado de la cama, observando con ligera preocupación la forma tan profunda de dormir de su madre.
– El desayuno está listo y todos los niños preguntan por ella.
– Sí pero no creo que debiéramos despertarla. ¿Tal vez esté enferma? Deberíamos dejarla descansar.
– Si está enferma deberíamos llamar a un doctor, Frederic. Si está llorando es porque sufre.
– ¡No! No, no... Eh, un doctor no, a mamá le dan miedo los doctores, creo que es mejor que descartemos esa opción por el momento.
Lisa miró a su hermano con una ceja elevada y sus brazos cruzados.
– Siempre he creído que eres raro, Fred, pero a veces te comportas peor que de costumbre, entonces creo que eres un lunático –confesó la pelinegra sin suavidad–. En fin, yo creo que hay que despertarla.
Justo cuando Lisa iba a sacudir a su madre por los hombros ésta comenzó a moverse, por lo que ambos se empujaron entre ellos hasta el armario de la mujer. Tenían prohibido ir a la habitación de su madre sin permiso.
Emma finalmente despertó de un salto en la cama. Al ver la hora se dio cuenta de que había dormido mucho más tiempo del que debía y probablemente los niños estarían como locos preguntando por ella. Hizo ademán de levantarse, cuando sintió algo húmedo en su rostro y al tocarse comprendió que eran lágrimas.
– ¿Qué? ¿Por qué...? –se preguntó a sí misma a la par que secaba sus mejillas. Recordó fragmentos de su sueño, Norman, el abrazo, el beso–. Norman... –susurró tocando sus labios. ¿Qué no daría porque aquel sueño se hiciera realidad?
Se dirigió al baño para asearse un poco antes de bajar, debía ser rápida. Los niños aprovecharon el momento para salir de su escondite y así evitarse el regaño de su madre, pero tan pronto escucharon la puerta del baño abrirse Lisa empujó a Frederic detrás del sofá cerca de la puerta, escondiéndose ella también.
Emma se apresuró a bajar al salón principal como alma que lleva el diablo, sin detenerse dos segundos a reparar en el par de niños que quedaban desprotegidos de su escondite en cuanto se situaban al lado de la puerta.
– Jamás había sentido mi corazón paralizarse hasta ahora –confesó Lisa tan blanca como el papel.
– Pues yo puedo... sentir mis pulmones sin aire –respondió Frederic con dificultad debajo de ella.
La pelinegra se apresuró en levantarse para darle espacio a su hermano. Debido al susto y la adrenalina del momento había empujado al castaño, quien cayó de espaldas, y ella se arrojó encima, quedando sentada a horcajadas de él y apoyando sus dos brazos sobre el pecho del niño.
– No seas tan niña, tampoco peso tanto –se quejó la pelinegra extendiéndole la mano para que se levantara–. Vámonos –dijo tan pronto él se recuperó.
– Espera, ¿Qué es esto? –preguntó Frederic al observar una fotografía en el suelo. Se acercó y la tomó con cuidado–. ¿Esta es... Mamá?
– Y está con otro niño. Es lindo –observó con una sonrisa coqueta. Frederic bufó haciéndola reír–. ¿Será su novio de pequeña?
– Probablemente otro niño huérfano como nosotros. Mira, también tiene números en su cuello.
– Debe ser especial para ella si aún guarda la fotografía –al darle vuelta, ambos pudieron observar una inscripción–. "No te rindas. Te estaré observando siempre. Norman". Ohh, es muy tierno. Quiero un amor así o no quiero nada –declaró la pequeña pelinegra, devolviendo la fotografía debajo de la almohada y luego dirigiéndose a la puerta–. Vámonos antes de que mamá se dé cuenta.
Sin embargo, Frederic no pudo evitar recordar aquella noche en la que mamá nombró al tal Norman antes de querer saltar del muro. ¿Así que así se veía Norman? ¿Cuántos años tendría ahora? ¿Dónde estaba y por qué había abandonado a mamá? Tantas preguntas y sólo un sentimiento de su parte hacia él, molestia.
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Todavía tenía presente el acertijo que Mamá le había enseñado hacía unos días, aún no conseguía nada por más que pensara y pensara pero se negaba a rendirse sin dar pelea.
– ¡Oye, Frederic! –llamó una de sus hermanitas–. ¿Vas a jugar a las traes con nosotros?
– Claro –respondió el mayor sonriéndole.
– ¡Genial! Lisa es la que cuenta, ¡Corre!
Siguiendo los pasos de la pequeña, el castaño corrió hasta la entrada del bosque.
– Tú ve por allí y yo me esconderé por aquí. ¡Que lisa no te encuentre! –animó la niña entre risas y susurros. Se dio la vuelta y siguió corriendo.
Frederic sonrió divertido, a veces María era tan ocurrente. Siguió su consejo y buscó el mejor escondite que pudo, de todos modos Lisa iba a encontrarlo ya que era la única que siempre lo hacía, pero valía la pena intentarlo. Cuando llegó al pie de un frondoso árbol se detuvo y observó los alrededores, era un lugar perfecto pero no podía confiarse así que decidió esconderse detrás de unos arbustos que rodeaban el tronco.
– Aun así me encontrará –sopesó con pesimismo, levantando su vista y observando las hojas del viejo árbol.
El mismo tenía hojas grandes y bien verdes, y colgaban además unas ¿flores? Todas de un aparente rojo intenso pero cerradas.
– ¿Por qué están cerradas? El clima es agradable y el sol está en lo alto.
Nunca le habían gustado las clases de biología, al menos no las que se relacionaban con plantas, pero le llamaba la atención que las flores estuvieran como durmiendo si era de día, ¿acaso aquellas flores que dormían no lo hacían de noche? Frederic arrugó el entrecejo y ladeó su cabeza sin dejar de observar el árbol. ¿Flores... que florecen de noche?
– ¡No puede ser! –vociferó con la urgencia plasmada en sus ojos.
Salió corriendo tan rápido como sus piernas y pulmones le daban, cruzó a Lisa en el camino pero en realidad ni siquiera prestó atención a lo que sea que ella le hubiera dicho, incluso Mamá le había llamado la atención pero más importante era para él llegar a la biblioteca y corroborar sus sospechas.
Llegó hasta la sección de botánica y repasó los títulos de cada libro en la estantería tratando simultáneamente de recuperar el aliento, cuando se percató de que para aquellos casos debía utilizar el pequeño objeto que su madre le dio. Dos disparos y entonces sintió cómo mejoraba su respiración.
Tomó el libro que hablaba acerca de los distintos tipos de flores y plantas, buscando durante largos minutos alguna que se pareciera a aquella que le generó dudas. Hasta que por fin lo encontró.
– "Brugmansia sanguínea" –leyó en voz alta–. Crecen a modo de arbustos o árboles pequeños de entre tres a once metros. Hojas largas y anchas, y flores péndulas de hasta treinta centímetros de largo que tienen una ligera forma de trompeta, por lo que algunos la llaman "Trompeta de Ángel". Florecen durante la noche y se mantienen abiertas hasta que el sol comience a salir.
Frederic pestañó lentamente un par de veces, tratando de comprender al cien por ciento aquello que había leído. Quería estar completamente seguro de que no estaba alucinando o simplemente distorsionando a su conveniencia el escrito de la tabla. "Me abro de noche, me cierro de día..."
– ¡"Cuando los ángeles anuncien la salvación tocarán sus trompetas a la medianoche"! –repitió en voz alta y con emoción–. Diablos, señor Minerva, ¿Tan difícil era decir "Brugmansia sanguinea"? O tal vez algo como "flor que florece de noche y parece una trompeta". ¡Qué juego tan rebuscado! –refunfuñó un poco molestó.
Corrió hacia el exterior de la casa en busca de su madre y tan pronto la halló la llamó con euforia.
– Frederic, ¿estás bien? –preguntó preocupada luego de verlo correr tan deprisa minutos antes.
– Mamá, no sabes lo que encontré. Es una tontería, resultó ser una tontería demasiado rebuscada, ¡Pero lo tengo! –exclamó con felicidad.
– Primero cálmate –pidió colocando sus manos en los hombros del niño–. ¿Has utilizado el disparador? –el niño asintió con entusiasmo–. Bien, respira hondo tres veces y luego me cuentas –Frederic hizo caso al pedido de su madre y respiró profundamente hasta sentir que se calmaba un poco.
– ¿Ya puedo? –Emma suspiró pero accedió–. Encontré la respuesta al acertijo –la pelirroja abrió grande sus ojos y prestó mayor atención–. Se trata de una flor, o su árbol, no lo sé con exactitud. La cuestión es que el escrito habla de las Brugmansias sanguíneas, flores que sólo florecen de noche y se las conoce como Trompetas de Ángel por su forma –vio la confusión en la cara de su madre y suspiró–. Es un extraño acertijo, lo sé, pero si lo que buscamos es un tesoro entonces las pistas no serán tan sencillas de deducir. El señor Minerva es muy rebuscado pero debe tener sus razones si hace tan complicado el juego, ¿no lo crees? –razonó con diversión el niño. Emma tan sólo rió con algo de incomodidad–. ¿Entonces? ¿Buscaremos la siguiente pista en el árbol de las Brugmansias? –preguntó con emoción.
Emma quiso negarse a exponerlo más de la cuenta, sin embargo algo la detuvo. Frederic había sido muy dulce y atento, comprometido incluso con su afán de querer ayudarla, y además él era su único aliado. ¿Estaría bien arriesgarse?
– Iremos por la noche –prometió con una sonrisa de agradecimiento.
Luego de que todos los niños se hubieran dormido y quince minutos después de pasada la medianoche, Emma y Frederic llegaron hasta el árbol que el niño había mencionado. Observaron maravillados cómo efectivamente las Brugmansias habían florecido, mostrando así la belleza oculta del viejo árbol.
– Frederic, te lo agradezco mucho –dijo Emma observando las flores con una sonrisa de verdad.
El niño se sonrojó y sintió su corazón palpitar más rápido, ver a su madre feliz y con una sonrisa era lo que más quería. Asintió con emoción e infló su pecho con orgullo.
– Prometo contarles todo cuando esta búsqueda termine.
– ¿A todos?
– A todos –Emma le sonrió directamente y Frederic se sintió emocionado por lo que aquello significaba–. Pues bien, ahora hay que buscar... Algo.
– ¿Qué cosa?
– N-no lo sé, lo que sea –respondió dubitativa–. No parece haber nada tallado en el tronco del árbol –razonó luego de inspeccionarlo lentamente en su alrededor–, y es poco probable que una carta resistiera tanto tiempo enterrada...
– Pero puede estar protegida en el interior de otra cosa.
– Exacto. Deberíamos buscar con la pala entonces –Emma suspiró aliviada al haberse adelantado un paso y decidir traerlas por las dudas.
Justo antes de comenzar a escavar, Frederic se percató de un detalle que no había notado durante el día, así que se acercó al tronco y se agachó hasta la altura de un pequeño hueco casi al final del árbol.
– Mamá, mira esto –llamó su atención sin dejar de verlo.
En cuanto la mujer se acercó a su lado, el niño señaló el interior del hueco. Allí dentro se podía observar una muy tenue luz rojiza.
– ¿Qué es eso? –preguntó Emma con su ceño fruncido.
– No lo sé. Tal vez deberíamos...
– ¡Frederic, no hagas eso! –lo regañó al verlo meter su mano dentro del misterioso hueco. De inmediato sintieron el suelo temblar y moverse por unos pocos segundos, lo cual los dejó con algo de confusión teniendo en cuenta que a simple vista no parecía haber sucedido nada. Emma se levantó e inspeccionó nuevamente su entorno con ayuda del pequeño farol que sostenía en su mano, era difícilmente notorio pero pudo vislumbrar una pequeña abertura lineal en una parte del suelo.
– Mira eso –susurró a Frederic, quien se apresuró con su farol hasta el lugar.
– ¿Qué es eso? –preguntó, agachándose y tratando de alumbrar el interior–. No se ve nada.
Emma trató de razonar recordando los planos y demás pistas que Minerva les había dejado. Recordaba que las supuestas entradas a los túneles subterráneos no sólo se encontraban en el interior de la casa, sino también en el exterior. A pesar de que las de adentro eran falsas, ¿podía ser que ésta fuera una entrada real?
– Ayúdame a cavar esta parte –pidió Emma observando la extensión de la abertura–. Observa el final de la abertura, excava una línea perpendicular no tan notoria, como una canaleta. Es posible que esto sea una entrada a los túneles, y de ser así se ha trabado mientras se abría.
Frederic asintió y obedeció la orden, cavaba a la par de su madre de manera que la pala tocara el fondo metálico pero sin formar una depresión tan notoria a simple vista. Al cabo de unos minutos, el suelo volvió a temblar y tuvieron que hacerse a un lado para no moverse junto a él. El dispositivo que movía la puerta de acceso tomó la fuerza suficiente para completar su acción, y ahora, frente a ellos, una entrada pequeña, de aproximadamente un metro de ancho, enseñaba unas escaleras que se perdían en la oscuridad del pozo.
– ¿D-deberíamos... bajar? –preguntó el niño un poco asustado.
– No es necesario que lo hagas, Frederic. Si lo prefieres puedo ir yo primero y mañana te contaré lo que he visto –dijo Emma con una sonrisa amable.
El susodicho se armó de valor para bajar primero los escalones de aquel lugar. Obvio que no dejaría sola a su madre llegados a ese punto.
Tras haber bajado unos cuantos escalones los faroles dejaron de serles útiles ya que se fueron encendiendo antorchas de par en par, formando así un camino mucho mejor iluminado. Emma bajó su farol en tanto una sonrisa de triunfo crecía en su rostro. Sintió un impulso de valentía y positivismo al comprender lo que sus ojos veían, Minerva jamás los había abandonado, todas las respuestas habían estado siempre ahí mismo, y ahora ella tenía una segunda oportunidad para enmendar sus errores y salvar a sus niños.
"Ray, Phill, chicos... Por fin volveré a verlos"
Dieron sólo un paso más cuando escucharon una voz a sus espaldas.
– Impresionante, esto es mejor que cualquier acertijo que haya resuelto antes. Pero... ¿Es que acaso pensaban dejarme fuera de esto?
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Notas de autor:
*Entrada dramática de terror de una escritora que aparece corriendo a toda velocidad y justo frente a sus lectores da un salto de tres metros de atleta olímpico, con tres giros en el aire, dos poses y una carita de perrito mojado antes de aterrizar perfectamente arrodillada y en pose de suplica. Aclaranding garganta y...
PERDOOOOON!!!!! SIENTO MUCHO HABER TARDADO EN ESTA ACTUALIZACIÓN!!! /(TnT)/ Han comenzado las clases y ya siento que me falta tiempo para estudiar. No es excusa pero aun así quería aclararlo, así que les prometo que es mi única razón por la que a veces tardaré un poquito más en actualizar. No obstante, trataré de apegarme a lo que dije en el primer cap y publicaré los domingos (hoy no es domingo pero la ley regirá desde la próxima actualización, ah jajaja).
Y pues, bien, quién creen que descubrió el secreto de Emma y Fred? A propósito, qué piensan de ese personaje? Sinceramente hasta a mí me sorprendió su importancia en la trama O.o Luego tenemos la escena PhillxShelly (Gilda, soy vos en la vida ahh jajjaja *w*), OliverxSonya y el NOREMMA AHHHH!!! Amé escribir eso incluso a pesar de que haya sido sólo un sueño de la pequeña Emma, espero les haya gustado.
Agradezco muchísimo los comentarios que he estado recibiendo hasta ahora en cada uno de mis capítulos, incluso los votos, es muy lindo saber que les agrada lo que escribo y de verdad aumenta mis ánimos. Prometo seguir esforzándome para que esta historia se desarrolle bien y tenga un final que los deje satisfechos (que dicho sea de paso fue lo primero en estar listo entre mis borradores jajaja).
Nos leemos pronto! Carpe Diem O.-/
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