Capítulo VI
Norman caminaba a paso lento por los pasillos que tan familiares se habían vuelto en esos dos últimos años. Los gritos desgarradores y llenos de desesperación habían sido bloqueados por su mente hacía tiempo en un intento de proteger la poca cordura y paciencia que le quedaba. Unos niños se pegaban al vidrio de una habitación a su lado, golpeándolo incesantemente en busca de ayuda o de al menos una mirada de su parte, mas él continuaba su camino como si nada ocurriera a su alrededor. ¿Inhumano? ¿Bajeza extrema? Sí, lo reconocía, pero ahora mismo sólo una persona le importaba en todo ese maldito e infernal lugar.
Al llegar frente a una de las tantas puertas blancas impolutas, Norman inspiró profundo y se preparó mentalmente, ella no tenía por qué verlo preocupado o desdichado, después de todo era tan intuitiva.
– ¡PAPÁ! –gritó una pequeña niña de ojos celestes y cabello anaranjado, a la par que corría desde su cama para saltar a sus brazos.
– Hola, mi pequeña –saludó el hombre, sujetándola en el aire y lanzándola hacia arriba para luego atraparla y abrazarla.
La niña reía contenta y lo abrazaba con ternura. Tan pronto se separaron de su abrazo ella le dio muchos besos en ambas mejillas, en su frente, su nariz, mentón, y lo volvió a abrazar.
– Te extrañé mucho, papá. ¿Por qué no has venido a visitarme en todos estos días? –preguntó mirándolo con su carita un tanto preocupada.
Norman volvió a abrazarla sin ánimos de querer soltarla, se acercó con ella en brazos hasta la cama y una vez sentados frente a frente él le alborotó el cabello logrando una risa inocente y divertida.
– Lo siento mucho, Nora, he tenido mucho trabajo últimamente, por eso no he podido visitarte. Pero, ¿sabes una cosa? No dejé de pensar ni un segundo en ti, te extrañé tanto que apenas pude me escapé y vine a visitarte –confesó sonriéndole y tocando su pequeña naricita.
La niña se pegó nuevamente a él, negándose a soltarlo cada vez que Norman se lo pedía.
– ¿Pasarás el día conmigo, papá? –preguntó inocentemente todavía negándose a soltarlo.
– No podré estar todo el día pero trataré de alargar el tiempo tanto como pueda.
– ¿Y no puedo ir contigo?
– Sabes que no es posible, cariño. Mi trabajo me mantiene ocupado todo el día y no siempre podré vigilarte. ¿Qué haría yo si mi pequeña niña cayera enferma mientras no estoy viéndola? –Nora hundió los hombros e hizo un puchero ante las palabras de su padre–. Pero te prometo que pronto saldrás de aquí y verás todo el exterior con tus propios ojos.
– ¿Prometido? –preguntó ahora levantando su meñique frente a él.
– Lo prometo. Conocerás a una familia enorme y grandiosa que te querrá y te cuidará como lo hicieron con tu madre –Nora ahogó un grito de alegría y tapó su boca en cuanto su padre le indicó que guardara silencio–. Pero recuerda que este es nuestro secreto, sólo tuyo y mío.
La pequeña de ojos celestes asintió enérgicamente e imitó el gesto de silencio que el mayor había hecho.
– ¿Entonces, Nora? ¿Cómo has estado estos días? ¿Alguien te ha maltratado o te ha hecho daño?
– No-o –canturreó la pequeña negando profusamente–. Wanda me estuvo cuidando mucho y fue la única que hizo mis estudios mientras tú no estabas. Nadie más se acercó a mí –comentó señalando hacia el gran vidrio que los separaba del exterior, donde se hallaba una mujer de mediana estatura, con cabello castaño recogido en una coleta de costado y lentes finos.
Norman se volteó a verla justo al mismo tiempo que ella levantó su vista y la posó en él. El peliblanco agradeció con un simple asentimiento de cabeza a la par que sonreía ligeramente obteniendo la misma respuesta de parte de la mujer, quien giró sobre sus pies y se alejó por el pasillo.
Durante lo que parecieron ser horas, Norman y Nora se mantuvieron entretenidos entre juegos y ocurrencias de la menor. Era de las muy pocas veces que el resto podría ver al hombre comportarse completamente diferente a como habitualmente era, un tipo serio y frívolo sin la más mínima intención de relajarse o sonreír.
Norman se divertía siguiendo las ideas de su pequeña hija. Se lamentaba que en realidad sólo fuera el deseo de la menor que él fuera su padre, pues a pesar de haber aceptado convertirse en su padre de corazón aquella vez que Nora le preguntó si podía empezar a llamarlo de esa manera, no podía obviar la triste y maldita realidad... No era su hija sino de él.
– Vamos, Nora, es hora de almorzar –llamó Norman acercándose a la abertura en una equina de la habitación donde ya esperaban dos raciones de comida.
La pequeña pelirroja se miraba en el espejo tratando de aplastar ese mechón de pelo rebelde que se alzaba sobre su cabeza. Infló sus mejillas mostrándose molesta al no lograr su objetivo.
– ¡Oye, papá! –vociferó en tono molesto–. ¿Tú sabes cómo puedo hacer que este pelo se quede junto a los demás? Cada vez que intento aplastarlo vuelve a levantarse como un resorte –se siguió quejando mientras se levantaba y se dirigía a la mesa junto a su padre–. Ayer intenté pegarlo con pegamento pero Wanda me regañó diciendo que si hubiera tardado unos minutos más en notarlo entonces me quedaría pelada. ¿Paro sabes? –acusó con el tenedor en una mano y la otra en su cintura–. Incuso si me quedara calva de seguro ese mechón feo y rebelde no se iría. ¡No se fue aunque lo pegué con pegamento!
Norman cubrió su rostro tratando de ocultar su risa, sin embargo ya no pudo contenerse en cuanto Nora lo regañó por burlarse. Esa ocurrencia suya era tan característica de su madre que a veces casi sentía que hablaba con Emma de pequeña.
– No deberías renegar tanto de ese precioso mechón que tienes. Te hace única, diferente de las demás. Además, ¿sabes quién más lleva el pelo de esa manera? –Nora inclinó su cabeza mirándolo curioso–. Tu madre. Tú te pareces mucho a ella, y ustedes dos son las únicas que tienen un mechón rebelde bailando sobre sus cabezas.
– Sólo mamá y yo –murmuró un poco más animada–. ¡Es una conexión entre nosotras! ¡Sólo nosotras dos! –festejó parándose sobre la silla y saltando de alegría.
– Ah... Y-ya, Nora... De-deberías sentarte, podrías caerte... ¡Nora! –vociferó a la par que la tomaba en el aire justo cuando se estaba por caer–. Te lo dije, ¿O no? –la regañó con su ceño fruncido, mas lo relajó por completo al ver cómo su pequeña reía con diversión–. Simplemente no puedo enojarme contigo, ¿verdad?
Luego de almorzar, Norman notó que Nora tallaba uno de sus ojitos mientras bostezaba, sonrió con ternura y la tomó en brazos llevándola a la cama.
– Creo que será mejor que vayamos a dormir, ¿no?
– No, no quiero –se quejó con sus ojos entrecerrados–. Si yo me duermo, papá se irá otra vez y me quedaré sola. No quiero quedarme sola –se pegó nuevamente a su cuello, rodeando su cintura con ambas piernas–. Quédate conmigo, papá.
– Dormiré contigo y cuando despiertes yo seguiré aquí, ¿qué te parece esa idea? –propuso el peliblanco con su sonrisa amable.
– ¿Lo prometes? –preguntó Nora mirándolo con ojitos de cachorro.
– Lo prometo.
– ¿De veras, de veras?
– ¿Alguna vez he roto mi promesa?
No pasaron ni cinco minutos cuando Nora por fin se quedó profundamente dormida. Se desplegaba en toda la extensión de la cama, cruzándose en diagonal y dejando una de sus piernas descubiertas de la manta. Norman la observaba sentado en una de las sillas a su lado, sonreía nostálgico al ver a su amada de pequeña, Nora era tan parecida a ella, no se cansaría de repetírselo. El mechón de cabello era una nimiedad al lado de las actitudes y reacciones que tenía ante distintas situaciones, sus gestos de molestia, diversión, felicidad y tristeza, su honestidad y su perspicacia, todo lo había heredado de su madre, Emma.
Suspiró en pos de alejar esos pensamientos tristes. Se levantó y tomó las herramientas médicas que se encontraban en el mismo lugar donde antes estaban los platos de comida, se colocó los guantes y preparó la jeringa para posteriormente sacarle sangre a la niña. Una vez listo, tomó un hisopo y lo pasó por el interior de la su boca, colocándolo en un frasco estéril y alistándolo junto a la prueba de sangre. Abrió cada uno de sus ojos, escaneándolos con un pequeño aparatito, y finalmente controló sus oídos con un otoscopio, anotándolo todo en una planilla. Cuando todo estuvo listo devolvió la bandeja con las herramientas y las pruebas, justo antes de que Nora despertara.
– ¿Papá? –llamó la pequeña, alarmada al no verlo a su lado.
– Aquí estoy. Me alegro de que ya hayas despertado, es hora de tus exámenes, mi pequeña princesa –la tomó en brazos y nuevamente la lanzó hacia arriba causando la risa de la menor.
– No quiero tener exámenes hoy, sólo quiero jugar contigo hasta que tengas que volver al trabajo –se quejó de nueva cuenta.
– No es posible, cariño, debes hacer tus exámenes a diario y lo sabes. Ahora, nos vamos a la sala de estudios.
En el camino hacia dicho salón, los vidrios de los distintos salones habían sido cubiertos por las percianas, pues Norman tenía estrictas órdenes de esconder todo aquello cada vez que Nora pasaba por ahí. Una vez llegados a destino, Nora tomó asiento y se colocó los audífonos esperando por el comienzo de su nuevo examen.
Sólo quince minutos para quince preguntas y problemas a solucionar. Puntaje perfecto. Aún seguía siendo una sorpresa para los pocos investigadores de su equipo. Y aunque en la prueba de fuerza no había grandes cambios, en la prueba de resistencia observó con curiosidad cómo una niña de tan sólo dos años era capaz de soportar un peso de tres kilos durante diez minutos sin titubear.
– ¿Cuál es su puntaje total? –preguntó con seriedad.
– 150/100, otra vez –respondió Wanda un poco preocupada–. Jefe, podría compararse con sus resultados a los once años. ¿Qué deberíamos hacer?
– Altéralos –ordenó sin más.
– Señor, no podrá engañarlos por siempre...
– Wanda, altera los resultados. Por favor.
– Como usted diga –se resignó a obedecer a su jefe sin chistar.
Norman llevó a Nora hasta a su habitación y al llegar observó que Peter Ratri lo esperaba.
– Nora, cariño –la llamó, colocándose en cuclillas frente a ella– Yo... Debo irme. El trabajo llama.
– ¿Qué? ¡No! Íbamos a merendar y jugar al ajedrez –Nora se acercó a él y se aferró a su pecho–. No te vayas –suplicó con su voz rota.
– Volveré. Esta vez volveré pronto, lo prometo, Nora –murmuró, abrazándola fuerte.
– Te esperaré, papá. ¡Y más te vale volver pronto porque me haré una mejor jugadora en ajedrez en tiempo récord! ¡Verás cómo te patearé el trasero! ¿Verdad, Wanda? –Norman abrió sus ojos con sorpresa ante el vocabulario de su pequeña y dirigió su vista hacia la mencionada esperando una explicación, a lo que ésta negó profusamente saber de dónde había sacado esa palabra.
– E-está bien... Pero la próxima vez tendremos una charla sobre ese vocabulario tan particular, jovencita. Te quiero, mi Nora –le dijo con ternura, regalándole un beso en su coronilla antes de volver a abrazarla–. Cuídala, por favor –pidió a la mujer de lentes. La aludida asintió en silencio y tomó a Nora de la mano para adentrarla a su habitación.
– Es muy extraño verte por aquí. Supongo que estabas buscándome.
– Hola para ti también, mi querido Norman.
El susodicho observó a su tutor con seriedad, esperando por una respuesta.
– Qué aburrido. Hubiera jurado que vi una sonrisa en tu rostro mientras volvías con la niña de sus exámenes. ¿Cómo se llamaba? ¿Nora? –preguntó en un tono falso de curiosidad.
– ¿Qué quieres, Ratri? –indagó el peliblanco con dureza en su voz.
– Hablar contigo, hijo mío –respondió con ironía–. Acompáñame.
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– ¿Y bien? –preguntó Norman sin ánimos de juegos y acertijos.
– ¿Por qué tan apurado? Tenías todo el tiempo del mundo para la pequeña Nora –comentó con sarcasmo una vez más.
– Bueno, ya sabes, prioridades.
– Así parece. Sin embargo, ya que estás tan poco hablador este día, iré directo al punto. Quiero saber acerca de los progresos de la niña.
– Sin grandes cambios –respondió él de manera tajante.
– Qué extraño, creo que dijiste lo mismo el mes pasado.
– No puedes esperar demasiado en tan poco tiempo si estamos hablando de una niña de dos años –trató de razonar con obviedad el menor de los dos hombres.
– Tranquilo, padre del año –se defendió Ratri alzando las manos en son de paz–, sólo estaba haciendo una observación. Al parecer, esa niña no nos será de mucha utilidad –finalizó sus palabras acercándose como si nada al florero de la biblioteca de su protegido.
– ¿De qué estás hablando? –preguntó Norman alarmado–. Teníamos un trato...
– Las situaciones cambian, por lo tanto también deberían hacerlo algunos tratos inconvenientes. Tú sabes, los productos defectuosos... se desechan. Así ha sido siempre.
– Nora tiene resultados excepcionales incluso aunque los avances no sean exponenciales. Sus aptitudes han progresado a un ritmo constante y su inteligencia y resistencia son comparables a las de un niño de cinco años –atacó el peliblanco, acercándose al mayor a paso lento pero seguro.
– Eso está bien entonces, hubieras comenzado por ahí. Significa que si esperamos unas semanas más entonces todas esas aptitudes se compararán a las de un niño de seis años, ¿verdad? –consultó a su protegido, logrando la confusión en la cara de este último–. De ser así podremos comenzar con las pruebas experimentales –Norman abrió la boca queriendo objetar contra su protector, mas Ratri no se detuvo a escucharlo–, y evaluar su sucesión al clan o, para su mala suerte, su última parada a la cocina del Tiffari.
– ¡Eso es injusto! –reclamó Norman plantándose frente a él–. ¡Tú no puedes simplemente...!
– ¿Yo no puedo qué, Norman? –desafió con su sonrisa altiva y socarrona–. Te recuerdo que puedo más que tú. Siempre. Y si digo que esa niña será puesta a prueba para comprobar su valía, se hará lo que yo diga –habló en un tono grave a centímetros del rostro del menor–. Es admirable que quieras salvar aunque sea al experimento que resultó la hija de tu amada.
– ¡No te atrevas a llamarla así! –vociferó él con la rabia aglomerándose en su garganta.
– Tranquilízate –obligó Ratri con su mirada gélida y monótona–. Sabes tan bien como yo que esa niña fue un experimento para Lambda, y a juzgar por sus progresos no podemos seguir esperando por mucho tiempo. Si no hay mejoras en su desempeño no veo por qué debería seguir perdiendo mi tiempo y mis recursos en ella –se alejó rumbo hacia la puerta y se volteó a verlo antes de irse–. Por cierto, las nuevas mujeres están esperando por ti en el salón principal. Apresúrate a elegir una, y que no sea defectuosa.
– No entiendo por qué sigues insistiendo en algo que claramente no dará resultados –se opuso Norman tratando de calmar su rabia–. Evidentemente soy yo el defectuoso, es por eso que he propuesto la idea de tomar a Nora como mi sucesora. Nos conviene a todos.
– Tus estudios médicos son correctos en todos los aspectos, Norman. Me niego a creer que tú seas el del problema, son esas mujeres las infértiles. Productos defectuosos... –se quejó Ratri a regañadientes–. Todas incapaces de engendrar un niño perfecto. Su única tarea y lo hacen mal. Incluso aquella escoria humana ha decepcionado mis expectativas, engendrando a una cría tan defectuosa como ella misma.
– Te lo advierto por última vez, Ratri –amenazó Norman con vos de ultratumba–. Deja de hablar así de Emma y de Nora.
Peter rió a carcajadas, inclinando su cabeza y mirándolo con falsa confusión.
– ¿De verdad crees que esa niña tenga esperanzas? ¿Estarías dispuesto a proteger a una pequeña defectuosa incluso cuando se trata del fruto del amor entre tu eterna amada y tu protector?
Norman apretó los dientes tan fuerte como sus puños, incapaz de poder responder coherentemente al vil hombre que tenía en frente. Sólo pudo esperar a que éste se retirara, todavía riendo a carcajadas por tan doliente comentario, y entonces lanzó un fuerte golpe contra la pared más cercana que tenía.
Maldito Ratri y sus maneras de desestabilizar la poca paciencia y cordura que manejaba.
– Espera un poco más, Nora. Te sacaré de aquí cuanto antes.
De repente, un suave golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos, y al permitirle el paso uno de los sirvientes se asomó con cautela, disculpándose por la interrupción con una reverencia.
– Discúlpeme la interrupción, señor. Las señoritas ya están esperando por usted en el salón principal.
– Voy detrás de ti –respondió resignado.
Al llegar al lugar pudo observar, como todos los meses, una decena de mujeres de aproximadamente su edad y características diferentes, todas con mirada suplicante y un fino temblor en todo su cuerpo. Él sabía la razón, las eligiera o no todas tendrían el mismo final. Ratri era así de despiadado con aquellos "productos defectuosos".
A medida que recorría a las mujeres con su vista enajenada, caminaba desganado por su lado. Ojalá pudiera realmente salvar a una aunque fuera. De pronto, una de entre todas ellas llamó su atención.
– ¿Cuál es tu nombre? –preguntó curioso a la mujer menuda frente a él.
– Lenna, señor –respondió como si nada ella, sin levantar su vista.
– Por favor, mírame –pidió Norman.
En cuanto la muchacha elevó su mirada, él observó con decepción que no era... ¿Quién? ¿A quién buscaba exactamente si sabía dónde estaba una de las únicas mujeres que ocupaban su mente y su corazón?
Aun así, no podía obviar el hecho de su parecido con Emma. Cabello anaranjado y corto, sus ojos eran violáceos pero poco importaba, nada importaba con tal de imaginar por un momento que estaba entre los brazos de la mujer que amaba verdaderamente. ¿Egoísta e insensible? Probablemente ser el protegido de Peter Ratri hubiera hecho estragos en él, pero de todos modos ninguna de aquellas pobres mujeres se salvaría por más que él lo intentara, siempre había sido así.
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La noche en que Ray volvió al refugio puso al tanto de todo lo ocurrido al resto del equipo. Les contó acerca de la mujer misteriosa y su casi suicidio, también les contó acerca de lo sucedido con el monstruo –por supuesto que obviando el detalle de estar al borde de la muerte– y su rescate por parte de Sonju. Les explicó que la razón de haberse quedado otro día con ellos fue querer investigar más acerca del muro de Grace Field, posible vigilancia o demonios merodeando cerca del lugar, además de tener la esperanza de volver a ver a esa mujer tan parecida a Emma, que, a pesar de toda expectativa, no sucedió.
Al principio todos se quedaron sin palabras, pues era demasiado difícil creer en lo que parecía ser una ilusión, Sonju tenía razón en lo que le había dicho, pero también estaban las palabras de Mujika que le daban ánimos y fuerza "Puede ser que no estés errado. Debes confiar en tus instintos, después de todo ustedes dos están conectados". Emma estaba cerca y su instinto se lo gritaba, ese encuentro no había sido casualidad y él no abandonaría la única pequeña pista que podría haber llegado a conseguir. Volvería, con o sin ellos, al muro de Grace Field una vez que la misión acabara.
– No estarás solo, yo iré contigo –se apresuró a declarar Don.
– Por supuesto que yo también estoy dentro –secundó Oliver colocando una mano en el hombro de Ray–. Hablamos de Emma, después de todo. Esto es lo que tanto hemos buscado por los últimos siete años, así que nos aferraremos a esta posibilidad hasta que las pruebas digan lo contrario.
Ray sonrió mucho más animado y determinado, agradeciéndoles en silencio a sus dos amigos. ¿Qué haría él sin ellos?
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Había llegado el momento de la verdad y todos estaban listos. Desde el otro lado del precipicio, Zack dio comienzo a la misión disparando el dispositivo que Thoma y Lannion habían creado junto a Nigel hacía unos años, al cual llamaban "El Ultra Dispara y Escapa". Este mismo se trataba de una ballesta modificada, hecha de piezas de distintos tipos de armas, que disparaba una flecha compuesta de materiales metálicos semejantes a los de una bala y unida finalmente a una cuerda especial y resistente que les permitía colgarse de ella para transportarse de un lado hacia otro. Una vez asegurada la flecha en el muro, Zack se encargó de asegurar el otro lado antes de confirmar el primer paso listo.
El equipo de reconocimiento, compuesto por Don, Nigel y Gillian, fue primero. Aseguraron el arnés en su cadera y lo engancharon a la cuerda, posteriormente comenzando a avanzar por ella colgados de las manos. Ese era el primer gran peligro al que se enfrentaban cada vez que realizaban sus misiones de rescate, atravesar ese abismo oscuro y aterrador de aquella manera tan temeraria.
– Hijos del rigor, así nos llamarían –murmuró Gilda con sus manos juntas en el pecho como cada vez que comenzaban sus misiones. Los demás sonrieron al escucharla, como si esa frase se tratara de un mantra que les otorgaba buena suerte antes de comenzar.
Una vez estuvieron todos sobre el muro, Sonya gesticuló con sus manos algunas señales que les indicaron a cada equipo cómo moverse, siendo acatadas de inmediato y los grupos separándose hacia sus respectivas posiciones.
– El equipo de Don fue el primero en entrar al orfanato –informó Paula al escuchar por el intercomunicador luego de un tiempo.
– Perfecto. Desde aquí nos encargaremos de los demonios que patrullen el muro –aclaró Sonya descubriendo del interior de su largo abrigo dos pequeñas pistolas–. Eso si es que llegara a haber seguridad esta noche –murmuró con sarcasmo arrojándole una de las armas a su compañera.
– ¿Qué? Sonya, no se supone que...
– No creías que de verdad iba a quedarme desprotegida, ¿verdad? Eso sería estúpido. Además no estoy tan ciega como para no ver a un demonio a cinco metros de distancia.
La pelinegra no dijo más nada, de todos modos no era lo que más le preocupaba, se suponía que esa noche la planta debería estar tan custodiada como en sus demás misiones, y si Vincent le fallaba entonces significaba que el plan de Sonya sería un éxito y tanto el equipo Lambda como ella estarían en peligro de ser descubiertos como traidores. Después de todo, Vincent se lo había dicho, las sospechas no eran simplemente que el enemigo supiera de su método de ataque, las sospechas eran que había un impostor entre ellos filtrando información al enemigo.
– Confío en ti, Vincent –susurró observando a ningún lado en particular.
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A las ocho en punto, la Madre estaba dando su reporte diario de la situación, por lo que Don, Nigel y Gillian esperaban pacientemente la señal del equipo de retaguardia para tomar a los niños y llevarlos hacia el muro. La mujer tardó menos de media hora en salir del cuarto secreto, fue entonces que Ray se le presentó de frente apuntándola con su arma mientras Violet le daba un golpe seco en la nuca para así desmayarla.
– ¿Q-qué...? –intentó modular la mujer una vez se despertó. Se encontraba atada de pies y manos en una esquina de la habitación y era rodeada por dos hombres y una mujer armados–. Tsk, ustedes son los alborotadores de los que la Abuela nos ha advertido tanto. ¿Vienen a llevarse a mis hijos? –preguntó con molestia.
– No seas cínica tratando de "tus hijos" a inocentes niños que crías para el matadero –escupió con odio Zack.
– Sólo les damos el mayor amor que podemos para que sus vidas sean hermosas y felices hasta el último día.
– ¡Cállate! Ni tú te crees semejante mentira.
– No son mentiras –se defendió de inmediato–. Puedes creer que somos la peor escoria luego de los demonios pero en este mundo no tenemos otra opción más que sobrevivir. Yo no quería morir –declaró la mujer viendo a los ojos al moreno–, pero tampoco podría hacer miserable la vida de unos niños que al final tendrán ya una muerte miserable, ¿No lo crees tú también?
Zack apretó sus dientes con la rabia carcomiendo sus entrañas. Por eso es que detestaba ser parte del equipo de retaguardia, lidiar con esas mujeres cínicas y desquiciadas sólo sacaba lo peor de él.
– Zack, vuelve con Gillian y los demás, nosotros terminaremos...
– No, puedo hacerlo –refutó el hombre con terquedad.
– No es una sugerencia, es una orden –dijo Oliver esta vez con tono autoritario, a lo que él no se pudo negar.
– Eres buena jugando con la mente de los demás, ¿no? –preguntó Ray observándola sin expresión alguna.
– No mentí y lo sabes, es por eso que no me detuviste mientras hablaba.
Al pelinegro se le representó la imagen de su madre en cuanto dijo esas palabras, pero tan pronto sucedió eso lo apartó de su mente enfocándose en la situación.
– Y al no decir nada sólo confirmas lo que digo.
– Hablar tanto sólo nos da más tiempo para dejar que nuestros compañeros se escapen con todos los niños del lugar. ¿Enserio no intentarás nada para resistirte? Podríamos darte ideas si no estás muy creativa el día de hoy –sugirió con ironía, sonriendo de lado–. Ah, aunque te advierto que de todos modos te atraparíamos y te eliminaríamos.
– ¿Quién es el cínico en realidad? –bromeó ella de igual manera–. Aunque intentara algo no lograría nada. Son dos hombres armados contra una pobre e indefensa mujer que sólo busca proteger a sus niños para que no se los lleven.
Ray frunció su ceño y se acercó a ella, agachándose hasta quedar en cuclillas frente a la mujer que lo miraba escéptica.
– Nunca me gustaron las personas muy habladoras. Así que iré al grano y me contestarás –ordenó clavando su vista penetrante en los ojos de ella–. ¿Dónde está Emma?
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Los equipos de Don y Gilda se encontraban de camino al muro con todos los niños corriendo detrás de ellos. Había sido difícil convencer a los mayores debido a que la Madre les había contado leyendas sobre personas malas que secuestraban niños cuando estos se portaban mal, así que debieron esforzarse más por explicarles que eran ellos los que querían salvarlos de las personas malas, y en cuanto los más grandes confiaron en el plan de rescate entonces también ganaron la confianza de los pequeños.
– ¡Vamos no se detengan! ¡Sigan corriendo! –animó Gillian a su grupo.
– ¡Vamos, ya casi llegamos! –secundó Violet al segundo grupo que iba algunos metros por detrás.
Una vez llegados, Gillian les explicó cómo debían subir señalando los movimientos de Don y Nigel, quienes se adelantaron para esperarlos arriba. De inmediato, el grupo de los más grandes comenzó a escalar el muro a través de una gran red que permitía la subida de cuatro niños por vez. El grupo de los más pequeños observó cómo sus hermanos escalaban y entonces se animaron a hacerlo también, y quienes no podían eran subidos mediante arneses enganchados a una cuerda que los dos hombres tironeaban desde arriba.
Por otro lado, Paula les indicó a los que ya se encontraban en la cima cómo debían cruzar hacia el otro lado a medida que Gillian se movía. Al principio éstos se negaron debido a la desconfianza y el miedo, pero entonces Sonya los animó diciendo que en el refugio al que iban encontrarían a más niños valientes que habían pasado por lo mismo antes que ellos para poder sobrevivir y salvar a sus familias. De uno en uno, los niños fueron cruzando mediante arneses colgados a la gran cuerda, siendo recibidos desde el otro lado por Gillian e Yvette.
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– Los equipos de Don y Gilda han cumplido. Comienza la fase dos –moduló Sonya a través del comunicador sin dar mayores explicaciones.
– Entendido. Todo está en orden por aquí también, así que Paula y tú pueden retirarse –respondió Oliver.
– Sabes que no haremos eso hasta que ustedes vuelvan primero.
– Regresen al refugio ahora, Sonya –volvió a modular el peliblanco con una voz más dura que lo habitual. La chica del otro lado se tardó unos segundos antes de contestar.
– Está bien. Modulen cada media hora hasta regresar al refugio. Cambio y fuera.
– Fuiste demasiado duro con quien parece ser tu mano derecha, ¿no lo crees? –preguntó la mujer que iba delante de ellos, apuntada con un arma por la espalda.
– Es la líder de esta misión, arderá Troya en cuanto estemos de regreso –sopesó Ray ante la insolencia de su amigo–. ¿Enserio debías hablarle en ese tono justo a ella?
– Sonó genial en ese momento –susurró el mayor queriendo evitar que la mujer escuchara.
– Eres un idiota –fue su veredicto final.
Al llegar al muro, observaron que habían dejado las dos cuerdas para que ellos subieran, por lo que Ray subió primero y obligaron a la Madre a utilizar la otra cuerda. La mujer no se resistió en ningún momento y tampoco buscó engañarlos con ninguna táctica, simplemente se limitó a obedecer cada orden dada sin chistar ni refutar.
– Realmente estás decidida a morir –comentó Oliver observando el oscuro abismo que se presentaba a un paso de ellos.
– Si este es mi final estoy dispuesta a aceptarlo mientras que cuiden bien a mis pequeños.
– ¿Todavía sigues en tu papel de víctima? –preguntó Ray sin dejar de apuntarle con su arma.
– No es un papel, soy una víctima al igual que todos. Ojalá pudieran entender que cuando una le teme a la muerte hace lo que sea para sobrevivir. No me enorgullezco de esto en lo que me convertí pero incluso así he tratado de dar todo el amor que pude a mis niños.
– Te lo preguntaré una vez más, ¿Dónde está Emma? –insistió nuevamente con el afán de cambiar el tema de conversación.
– Y te lo contestaré una vez más, no tengo idea de quién es esa persona. No reconozco ni su nombre, ni la descripción que me has dado de ella. ¿Seguro de que todavía sigue viva?
– Es suficiente –declaró el pelinegro conteniendo toda su rabia–. Hasta aquí has llegado.
La acercaron al borde del muro y la mujer observó sin pizca de temor su destino final. Sonrió con melancolía.
– No me arrepiento de nada –habló la mujer con una sonrisa triste en su rostro–, porque todo lo que hice fue para sobrevivir en este mundo cruel y sin esperanzas –levantó su vista y miró directamente a Oliver–. Díganles a mis pequeños que a pesar de todo mi amor siempre fue puro y verdadero.
Ray estuvo a punto de empujarla pero justo antes de hacerlo ella llamó su atención.
– Tú eres de Grace Field, ¿verdad? Eres uno de los legendarios Premium fugitivos –Ray prestó atención a sus palabras–. Los Ratri nos informaron que el líder de los rebeldes era un fugitivo de ese lugar. Así que supongo que esto podría interesarte.
Oliver observó a Ray pero éste ni siquiera se volteó a verlo, pues estaba mucho más interesado en esas últimas palabras dichas por esa Madre.
– Habla –indicó con falsa tranquilidad.
– El menor de los Ratri vino la otra noche en busca de la última cosecha. Era un rumor muy fuerte que Peter Ratri había adoptado a un heredero hace unos años atrás pero no fue hasta esta última cosecha que lo conocí personalmente. Aparentemente Peter ha decidido iniciarlo en el emprendimiento familiar –comentó lo último con ironía–. Pero en resumen, dijo que Grace Field ha sido puesto en funcionamiento nuevamente desde hace algunos meses, sus informes diarios se realizan en un horario y una frecuencia diferente de las demás plantas, y aunque no me quiso decir el motivo siempre imaginé que ellos sospechaban que las llamadas son interceptadas por los rebeldes.
Oliver y Ray abrieron sus ojos con sorpresa ante esas palabras, ¿Sabían que interceptaban sus llamadas? Y si así fuera no se explicaba el hecho de que no hubieran tomado medidas al respecto.
– Hay una razón por la que Grace Field ahora se maneja de manera secreta, pero él no quiso darme mayores detalles. De hecho, admitió que nada de lo que me contó debería haber salido de su boca pero por supuesto que no le creí, él planeaba algo al contarme todo esto y hasta ahora no podía entender qué... Supongo que él esperaba que yo se los contara a ustedes.
– ¿Esperas que te creamos entonces? Incluso si él realmente hubiera dicho todo eso, ¿Qué nos asegura que todo esto no es en realidad una trampa? –Ray la empujó a un lado del muro, logrando que la mujer tropezara con sus pies y cayera de espaldas–. Ustedes, Madres, Hermanas y los Ratri se han burlado de nosotros toda la vida, criándonos como ganado hasta el día de nuestra cosecha y haciéndonos creer que familias adoptivas nos elegían luego de tanto esperar. ¿Y ahora pretendes convencernos de que uno de los Ratri quiere ayudarnos a encontrar a Emma? –preguntó con toda la furia concentrada en su garganta.
– Piénsalo, de todos modos no tengo nada que perder al mentirte con algo como esto. Si el Ratri menor es el que miente eso ya es problema de ustedes, yo sólo me limito a darte la información que tú pediste. Esa tal Emma podría encontrarse allí, sea cual sea el nuevo objetivo de Grace Field –la mujer se paró a duras penas del suelo y se colocó de espalda al precipicio–. Si de algo les sirve lo que les he dicho entonces puedo morir con un poco de paz en mi conciencia...
– ¡Espera, no lo hagas!
–...Por favor, salven a mis niños de este cruel destino –fue lo último que dijo antes de dejarse caer.
– ¡¡NOOO!!
Aunque Oliver intentó agarrarla ya era muy tarde.
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Su objetivo ahora había cambiado, esa nueva oportunidad que la vida le regaló no iba a ser desperdiciada otra vez. Esta vez iba a hacer lo necesario para sacarlos a todos de allí, incluso si eso le costaba la vida.
Comenzó por los libros ya conocidos de William Minerva, algo iba a encontrar allí. Al principio se sintió frustrada, pues no se veían nuevas pistas además de las ya descubiertas hacía ocho años atrás, sin embargo, luego de pasar toda la noche investigando algunos libros con imágenes y signos que extrañamente parecían conectarse logró dar con los libros de arquitectura.
– ¿Qué diablos se supone que haga con esto, señor Minerva? –preguntó en un susurro mordiéndose la uña del pulgar, visiblemente ofuscada.
La mañana se iba abriendo paso entre la oscuridad de la fría noche, los primeros rayos de sol se dejaban ver a través de las ventanas más altas de la biblioteca e incluso los pájaros cantaban alto anunciando el comienzo de un nuevo día, mas Emma continuaba enfrascada en su investigación. De repente, se comenzaron a escuchar pasos en el primer piso, y pronto gritos alegres exclamaban "¡Arriba! ¡Arriba! ¡Es hora de levantarse!".
– Diablos –se quejó Emma al por fin percatarse de cuánto tiempo había pasado encerrada en aquel lugar–. Tal vez deba volver más tarde –se dijo a sí misma suspirando con cansancio.
Sin embargo, Minerva no iba a dejarla ir así como así.
Una idea fugaz cruzó por su mente y no pudo evitar hacerle caso antes de que desapareciera tan pronto como llegó. Volvió a ojear aquellas páginas que mostraban la arquitectura de antiguas iglesias con estilo gótico –pistas dejadas por Minerva en otros tantos libros–, y aunque no parecían mostrar nada más que lo que se veía a simple vista Emma arrancó una de ellas y la colocó a contraluz, descubriendo suaves líneas punteadas que de manera correcta y con paciencia lograban conectarse con las páginas arrancadas de otros libros de la misma área.
– ¡Es un mapa! ¡ES UN MAPA! –exclamó con la felicidad desbordándose por cada poro de su piel.
– ¡MAMÁ! –gritó uno de los niños abriendo de golpe la puerta de la biblioteca. Detrás de ellos se encontraban amontonados otros cinco niños más, con lágrimas en sus ojos y una mirada preocupada.
– ¡MAMÁ! –gritaron todos a coro, corriendo a abrazarla y lloriquear en grupo.
Fuera de la habitación, Frederic y Lisa observaban la escena aliviados de haber encontrado a su madre pero confundidos al mismo tiempo ya que ella no acostumbraba a encerrarse desde temprano en la biblioteca.
– No durmió –murmuró Lisa observando a su Madre tranquilizar a los pequeños que seguían lloriqueando.
– ¿Eh? –preguntó Frederic confundido.
– Mira sus ojos, es claro que no durmió. Es raro que Mamá se la haya pasado toda la noche encerrada en la biblioteca investigando algo –razonó la pelinegra sin dejar de verla–. ¿Crees que haya algo que la inquiete?
– ¿Por qué lo dices? Además de tus sospechas de la biblioteca, claro.
– Anoche cuando volvía del baño la vi viniendo hacia aquí, no le hubiera tomado tanta importancia si no supiera que durante todo el día de ayer ha estado frecuentando la biblioteca en cada período libre que teníamos. Durante la hora libre, la hora de la siesta, incluso no cenó y no la vimos hasta luego de terminar de lavar y ordenar todo. ¿No te parece extraño todo eso? –volvió a indagar ahora volteándose a verlo con el ceño fruncido–. Y no es todo, en los últimos días he notado a Mamá algo extraña, como si estuviera triste a pesar de que mantenía una sonrisa cada vez que la veíamos.
Frederic se mordía la lengua ante el deseo de querer besar su cerebro y decirle que sí, que él también había notado todo aquello más la casi tragedia que había presenciado hacía tan sólo poco más de veinticuatro horas atrás. Sin embargo, le había prometido a Mamá no decir nada a nadie bajo la condición de que ella le contaría todo. Debía ser paciente.
– Bueno, he hablado con Mamá acerca de la adopción de Rose. Ella ha estado triste desde entonces, así que le sugerí hacer algo que le gustara para distraerse. Supongo que debo asumir la responsabilidad de que ahora ella esté tan distraída en la biblioteca –dijo lo último riendo con pena–. A Mamá siempre le ha gustado la arquitectura, de hecho soñaba con estudiar eso de grande.
– ¿Y qué sucedió?
– S-su familia... No tenía suficiente dinero para eso así que decidió convertirse en Madre del orfanato porque era otra cosa que también amaba mucho –se apresuró a aclarar.
Lisa frunció el ceño e inclinó su cabeza hacia un lado en claro signo de confusión. No sabía que para aprender debían pagar y que encima el costo fuera tan alto, estaba tan acostumbrada a las cosas en Grace Field que escuchar eso era todo una sorpresa para ella. Volvió a observar a su madre, quien ahora se acercaba a ellos siendo rodeada por todos los menores.
– Buen día, mis niños lindos. ¿Han amanecido bien? –preguntó Emma con una sonrisa y su voz maternal.
Lisa no supo qué responder, pues ahora se imaginaba a su madre triste por no haber podido seguir sus sueños, debiéndose conformar con viejos libros que esa biblioteca guardaba desde quién sabe cuándo.
– ¡Te buscábamos para desayunar, Mamá! ¡Apúrate o Gilbert se lo comerá todo! –exclamó alarmada, tomando su mano e impulsándola hacia el comedor principal.
"Cuando yo sea grande, tomaré tu lugar como Madre y te pagaré los estudios. Ya verás" se prometió la pequeña con toda su determinación.
Frederic aprovechó el momento en el que todos se fueron a desayunar, entonces se acercó a la mesa donde se encontraban todos los libros y varias páginas rotas y observó entre curioso y preocupado, ¿En qué estaría pensando ahora su madre?
– ¡Frederic, apresúrate o te dejaremos sin bollos dulces! –indicó una de sus hermanitas menores desde la puerta.
– ¡Ya voy! –respondió el niño corriendo detrás de ella.
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Ese día Emma fue más precavida en sus movimientos debido a las advertencias de Frederic. Aún no le había contado nada, y sin embargo el pequeño insistía en estar de su lado y ayudarla en todo lo que pudiera. Definitivamente lo salvaría, a él y a todos los niños de Grace Field que estaban a su cuidado.
Por la noche, espero a que todos estuvieran dormidos y luego se escabulló hacia la biblioteca otra vez. Se había asegurado de esconder los libros de arquitectura en un mueble con llave, así que los busco y los regó nuevamente por toda la mesa central, retomando su trabajo de la mañana y armando todos los planos ocultos otra vez. Cuando, luego de horas, por fin tuvo todo listo, unió las hojas con cinta adhesiva y se apresuró hacia una de las ventanas del pasillo. La luz de la luna, tan brillante esa noche, ayudó a su propósito.
– ¿Un mapa... de la casa Grace Field? –se preguntó a sí misma tratando de comprender el entramado punteado. Abrió grandes sus ojos al comprenderlo mejor–. No, un mapa de toda la estructura de Grace Field.
Su corazón se aceleró tanto que casi estaba por hiperventilar. El entramado dibujaba no sólo la estructura ya conocida del lugar, sino también una subterránea, numerosos túneles que se conectaban entre sí e incluso...
– Una salida hacia el exterior –susurró casi sollozando.
William Minerva había pensado mucho más allá de lo que cualquiera hubiera imaginado. Todos esos libros, todas esas pistas... ¿Cómo es que nunca se había percatado de la basta información que Minerva les había escondido por todos lados?
Durante el resto de la noche se encargó de corroborar todas las posibles conexiones que el plano mostraba entre los túneles y los espacios comunes del edificio, sin embargo en ningún caso parecía haber rastros de una posible entrada o salida, ¿Qué significaba todo eso entonces? No podía ser una broma, Minerva no les haría nunca algo así. Pero... ¿Y entonces?
Tras amanecer nuevamente en la biblioteca, Emma comprendió que si se trataba de él entonces nada sería tan sencillo, había algo más que no estaba viendo, así que corrió con los planos nuevamente hacia la ventana más cercana y observó la estructura subterránea con detenimiento.
– ¿Qué más es lo que debo ver, señor Minerva?
– ¡Buenos días!
Sólo unos segundos más, allí estaba, una corazonada le decía que ahí estaba la respuesta.
– ¡Todos arriba que es hora de desayunar!
Sólo unos segundos, tan sólo unos más...
– ¡Mamá! ¡¿Han visto a Mamá?!
– ¡BINGO! –gritó eufórica.
– ¡¡MAMÁ!! –bajaron corriendo los niños al escuchar la voz de su madre.
Emma los recibió desde el pie de las escaleras con su radiante y maternal sonrisa.
– ¡Buenos días, mis niños! –saludó abriendo sus brazos para que todos los pequeños se le colgaran encima.
Frederic observó el semblante tan distinto de su madre. Mentiría si dijera que no le alegraba pero la curiosidad le carcomía por dentro y quería descubrir cuanto antes lo que estaba sucediendo.
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"Pista 1. Suelo flotante 0" era lo único que rondaba su mente desde que descubrió el mensaje codificado de Minerva. Por más que le diera vueltas y vueltas a su imaginación no podía ni siquiera hacerse una idea de a lo que se refería con eso. ¿Un cuento? ¿Un libro? ¿Qué clase de pista era esa?
Durante la tarde, los niños jugaban en el interior de la casa, pues ese día llovía demasiado, y mientras Emma bordaba una de las fundas para almohadas junto con algunas de las niñas pensaba en tal vez preguntarle a Frederic qué es lo que él entendía por esa frase, pero sabía que de hacer eso probablemente el niño la presionaría para hablar sobre... lo demás, y aunque no estaba lista para contarle nada, estaba decidida a no mentirle.
– ¡Es como si flotaras! –exclamó uno de los niños, correteando junto a otro de sus hermanos.
– Estás loco, Kou.
– ¡Es enserio, Matt! Si te pones a pensar, es como si caminaras en un suelo que flota en el aire y abajo hay otras personas haciendo sus cosas. ¿Te imaginas estar en el baño y que de repente se caiga un pedazo de piso con uno de tus hermanos? ¡Ni siquiera tendrías tiempo de limpiarte el...!
– ¡KOU! –gritaron todas las niñas al unísono. El pequeño, sobresaltado, se disculpó y luego siguió jugando con los demás.
– Ese Kou...
– Sí, nunca sabe medir sus palabras.
– Pero sólo tiene seis años.
– Lo suficiente para saber qué no decir.
Las niñas junto a Emma discutían sobre la actitud del pequeño, algunas riendo y otras molestas. La mujer reía divertida, y aunque las demás creían que se debía a la situación antes sucedida, en realidad se trataba de una burla hacia su estructurada mente propia. ¿Tan sencillo como eso? ¿Enserio? "Pista 1. Suelo flotante 0" Probablemente se refería a que la primera pista hacia la entrada al laberinto subterráneo se encontraba en alguna parte por encima de la habitación secreta del orfanato.
Esa noche se encargó de ello.
Se sentía otra vez una niña, buscando pistas y resolviendo misterios impuestos por William Minerva, ojalá Ray y Norman estuvieran con ella para compartirlo, pero si se concentraba lo suficiente podía incluso imaginarlos a su lado, dándole el apoyo y la confianza suficiente para seguir adelante con su investigación.
Nada parecía estar fuera de lo normal, sin embargo se tomó unos segundos para respirar profundo y aclarar su mente, pues con Minerva ya le había quedado claro que no tendría las cosas fáciles y que si de verdad pretendía llegar hasta el final de todo debía volver a pensar como la Emma de niña lo haría.
Clac.
Emma se quedó como estatua durante un par de segundos, frunció el ceño y retrocedió sobre sus mismos pasos.
Clac, se volvió sentir.
Marcó con la mirada aquella pequeña tabla pisada y se agachó hasta quedar directamente frente a ella. El ruido era tan pero tan mínimo que nadie podría sentirlo a menos que realmente lo buscara. Ella no lo buscaba pero sí esperaba encontrar cualquier pista que la ayudara a acercarse a los objetivos de Minerva, así que por supuesto no pasaría desapercibido algo tan inusual como eso.
Necesitó ayuda de un destornillador para levantar la tabla de madera pero estaba segura de que era la tabla correcta, o por lo menos eso sugería el pequeñísimo logo tan característico de Minerva, ¿Y cómo lo vio? Una lupa que aprendió a llevar en su bolsillo luego de lo del código morse que formaba las líneas punteadas del plano subterráneo. Cuando por fin el objeto fue removido de su lugar, Emma observó con detenimiento el minúsculo pozo que formaba la ausencia de la tabla. Nada. No había nada.
– William Minerva, si no supiera que es nuestro aliado juro que... –se mordió la lengua antes de terminar aquella frase. Que en paz descansara ese buen hombre que desde el principio hasta el fin e incluso en su muerte seguía tratando de ayudar a los niños ganado a escapar de ese cruel e injusto destino.
Por inercia, le dio vuelta a la tabla que permanecía en su mano y se quedó observando las líneas y puntos que la textura de la madera formaban, como si allí estuviera la respuesta.
– Pero sí está aquí la respuesta –susurró abriendo cada vez más los ojos. Líneas y puntos, puntos y líneas–. ¡Cómo puedes ser tan tonta, Emma!
Incluso podía observarse un arremolinamiento de las líneas hacia un extremo de la madera que no se trataba de más código morse sino de un dibujo.
"Me abro de noche, me cierro de día. Cuando los ángeles anuncien la salvación tocaran sus trompetas a la medianoche" y en el extremo de la derecha se dibujaba una flor que miraba hacia abajo.
Emma contó hasta cien hacia adelante y luego hacia atrás. Realmente agradecía al señor Minerva por todo pero tenía tantas ganas de maldecirlo en esos momentos.
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– Frederic –llamó Emma en un susurro, tratando de evitar que los demás niños despertaran.
– ¿Mamá? –preguntó el pequeño entre confundido y medio dormido. Se sentó en la cama con pesadez, tallando uno de sus ojos a la par que bostezaba para desperezarse un poco más–. ¿Qué sucede? ¿Qué hora es?
– Shh –indicó la mujer llevando su índice a los labios y mirando a los demás con la esperanza de que ninguno tuviera el sueño ligero–. ¿Recuerdas cuando dijiste que querías ayudarme? –el niño asintió–. Pues bien, necesito tu ayuda ahora mismo.
Frederic ahogo una exclamación de felicidad, por fin su madre confiaría en él y le contaría de sus problemas. O por lo menos es lo que él creía.
Una vez en la oficina de su madre, Frederic se apresuró a sentarse en el escritorio y esperó pacientemente a que Emma llegara junto a él y también tomara asiento. Ella suspiró entre agotada y desanimada, todavía insegura sobre hasta dónde debería hablar.
– Agradezco la paciencia que me has tenido estos últimos días, incluso me has ayudado mucho cuando yo no podía hablarte de mi situación. Eres un buen niño, Frederic –comenzó Emma mirándolo directamente a los ojos, identificando la curiosidad mezclada con un deje de preocupación en su mirada–. No puedo contarte demasiado, no puedo permitirme exponerte de esa manera, así que por favor sé paciente y comprende cuando no pueda responderte algunas cosas, ¿Está bien?
Frederic se tomó tan sólo dos segundos para reflexionar las palabras de su madre, verdaderamente parecía ser algo demasiado difícil y hasta peligroso para ella. De repente sintió escalofríos corriendo por su espina dorsal, ¿De verdad quería meterse en algo como eso? Sin embargo lo había prometido, que estaría allí cuando lo necesitara, no podía echarse para atrás, su madre lo necesitaba y él no la abandonaría.
– Está bien, mamá. Te escucharé en todo lo que quieras decirme –declaró con determinación.
Emma suspiró nuevamente y observó el gran plano ahora doblado tanto como se podía. "Todo lo que quisiera decirle", no se trataba de eso sino más bien de cuánto le convenía a él saber.
– Hay... un señor llamado Minerva, William Minerva. Él ha dejado una serie de pistas que comienzan desde los libros y sigue con distintas partes de la casa para que nosotros encontremos algo, un... Un tesoro.
– ¿De verdad? –preguntó el niño un tanto desconfiado.
– Sí –contestó ella con seguridad, pues al fin y al cabo no era del todo una mentira–. Es un tesoro que no todos son capaces de encontrar si no pueden seguir las pistas primero. Pero es un secreto, se supone que ni las Madres, ni las Hermanas debemos saber de esto. Cuando yo era una niña buscamos el tesoro con mis amigos pero nunca llegamos tan lejos, y creo que es hora de que acabemos con esa búsqueda. ¿Tú quieres ayudarme, Frederic? –preguntó aquello último con cautela.
El niño la observó como analizándola de pies a cabeza. No lo culpaba, ella también desconfiaría de la situación luego de haber presenciado algo como lo de hacía tres noches atrás.
– Sé que no es esto lo que te tuvo preocupada todo este tiempo, Mamá, pero no puedo obviar el hecho de que finalmente estás confiando en mí para hablarme un poco más sobre ti. Te ayudaré en todo lo que pueda, lo prometo –dijo él con una sonrisa gentil en su rostro.
Definitivamente el espíritu de Norman había reencarnado en ese pequeño de ojos color miel y piel trigueña. Emma sonrió con nostalgia.
Durante una hora ella le explicó los descubrimientos realizados en la biblioteca y últimamente en la tabla de madera. En todo ese tiempo, Frederic se había dispuesto a escuchar todo casi sin interrumpir a menos que fuera para que repitiera algo o para que lo explicara mejor, y sólo cuando ella le entregó la pequeña tabla él cambió su expresión frunciendo el ceño y arrugando sus labios como si así se concentrara mejor para pensar.
– Me abro de noche, me cierro de día –repitió esas palabras con lentitud–. Cuando los ángeles anuncien la salvación tocaran sus trompetas a la medianoche.
Ambos se quedaron en silencio pensando en lo que ese acertijo podría significar, mas no llegaron a ninguna conclusión.
– Mamá, no llegaremos a nada de esta manera, ambos estamos cansados y sobre todo tú –Emma observó al niño con sus ojos cansados pero su mente trabajando a toda velocidad. Quiso refutar pero él fue más rápido–. Por más que sigamos pensando y tratando de deducir el misterio detrás de esta pequeña tabla no lograremos nada porque estamos al límite. Tú llevas tres noches sin dormir y con esta ya serían cuatro, así que piénsalo de esta forma, si tú te enfermas entonces tendrá que asistirte una Hermana y estoy seguro de que no quieres nada de eso.
Punto para Frederic. Nadie más que ellos dos debería saber acerca de Minerva y su "juego".
A regañadientes, Emma tuvo que aceptar el razonamiento de su pequeño hijo, no le convenía desgastarse en los primeros días para luego poner todo su avance en peligro en pos de la llegada de alguien más.
Todo a su tiempo, si la Abuela estaba en lo correcto y no había sorpresas de mal gusto entonces el próximo envío debería realizarse en dos meses más, mientras que si lograban descifrar las pistas de Minerva a tiempo, dentro de poco ella volvería a ver a su familia y salvaría a la nueva generación de Grace Field.
– Espérenme, Ray, Phill, chicos.
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Notas de autor:
Deoooh, no se imaginan lo que fue escribir este cap!! Realmente una montaña rusa en lo que se refiere a inspiración jajaja. Espero que sea de su agrado porque me esforcé en lograr un interesante cap :3
Mis escenas favoritas fueron las de Norman y Nora, el Ultra Dispara y Escapa y la escena de Lisa (TnT). Cuáles fueron las suyas??
Cada vez estamos más cerca del reencuentro REN, así que no abandonen el barco! No sólo ellos deben tener ese reencuentro tan esperado por toda Latinoamérica unida, creen que Nora vuelva a ver a su madre?? (OwO)
Nos leemos la siguiente semana, gracias por leer!!
Carpe Diem!! O.-/
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