Capítulo IV


El día había comenzado bien. Estaba soleado, todo tranquilo, los niños se divertían entre ellos mientras ayudaban en los quehaceres diarios y los centinelas no reportaban cambios a los alrededores. Era un gran día.

Pero no tanto para Ray.

Ya habían pasado dos días desde lo de Don y aun así Anna seguía evitándolo, ¿Qué debería hacer? Natt le sugirió darle espacio hasta que las cosas se enfriaran, y ahora no sólo se estaban congelando sino que ella se mostraba como si nada frente a todos a excepción de él. ¿Y había mencionado que ahora de repente veía al pelirrojo donde sea que viera a la rubia? No es que eso le molestara, de hecho Natt solía ser el secretario de Anna cuando eran más pequeños, pero se suponía que había sido movido al área de enseñanza junto a Jemima, ¿Por qué diablos estaba tan cercano a Anna ahora que ellos se habían distanciado?

– ¿Problemas en el mundo rubio de ojos azules? –sintió que le preguntaban por detrás.

Ray suspiró fastidiado por la mala broma.

– Cállate, no es gracioso en lo absoluto.

El aludido rió ante tan apática respuesta pero lejos de ofenderse lo abrazó por los hombros y lo llevó hasta la mesa donde se encontraban desayunando otros chicos.

– Ray, tienes que hablarle –aconsejó golpeando su dedo índice sobre el pecho del pelinegro–. Está bien darle su espacio pero como te sigas tardando las cosas pueden terminar peor de lo que ya están.

– Lo dices como si fuera algo fácil de conseguir, Don, pero sabes que ella me está evitando de todas las maneras posibles. Cada vez que me acerco para hablarle se da la vuelta y escapa casi a las corridas.

– ¿Le has hablado antes de que haga eso?

– Una vez, ayer, me cortó tajante y dijo "Ahora mismo estoy muy ocupada" y se fue.

– Amigo, qué miedo –comentó Don imaginando a su hermana decir eso con una mirada filosa.

– Da más miedo en persona, créeme –sopesó con amargura–. Ah, y no te conté las buenas nuevas, parece que ahora Natt ha vuelto a ser su secretario y se llevan de maravilla. Deberías ver cómo le sonríe cada vez que él hace un chiste.

– Pues yo creo que alguien está celoso –sugirió el moreno.

– Cállate, los chistes de Natt son tan malos que tienes que fingir diversión para no hacerlo sentir mal –se recostó sobre el respaldo de su asiento suspirando amargamente–. Sólo digo que es molesto ver que conmigo se muestre enojada mientras que con los demás sonríe y se ríe como si le estuviera coqueteando.

– ¿Seguimos hablando de "los demás" o ahora sólo de Natt?

Ray hizo una mueca de desagrado ante su comentario burlista, a lo que Don sólo rió.

– Bueno, Natt ha sido su mano derecha desde que escapamos de Grace Field. Es obvio que la relación entre esos dos es muy cercana –analizó Don con lógica y sinceridad–. Recuerdo que cuando tú y Emma salían a cazar o investigar, ella y Natt pasaban mucho tiempo juntos, digamos que eran como Gilda y yo, siempre juntos.

El pelinegro observó contrariado a su amigo por un segundo, ¿Acaso estaba intentando subirle el ánimo o bajarlo a fondo subsuelo?

– Tus palabras son muy reconfortantes, amigo –alegó con sarcasmo.

– Pues no te entiendo si no me lo explicas, ¿Cuál es el verdadero problema? ¿Que ella esté enojada contigo o que sientes que te ha reemplazado por Natt?

– No... No lo sé, ¿Ambas, quizás? –preguntó ahora con la mitad de su rostro recostado sobre la mesa.

Anna comía en la mesa de al lado con Natt, los dos muy sonrientes... Sí, mejor recostar la otra mitad de la cara.

– Pues estás celoso y molesto –escuchó decir a su amigo–. Celoso de Natt, aunque ni deberías porque ellos son cercanos desde hace años –Ray entrecerró los ojos aún sin verlo, ¿Era de su equipo o del de Natt?–, y molesto contigo por no saber cómo resolver esta situación. Ray –llamó su atención luego de unos segundos–, te preguntaré algo y quiero que seas sincero conmigo pero principalmente contigo.

El mencionado se irguió nuevamente y lo miró con la misma seriedad que él mostraba.

– ¿Qué sientes por Anna realmente?

– ¡Ahh, mira la hora! –exclamó viendo su reloj imaginario en la muñeca–. ¡Qué tarde se hizo y yo ni siquiera he desayunado! ¿Qué cosas, no? Ahora vuelvo, iré por café –y dicho eso último se retiró como alma que lleva el diablo.

Don, observando por dónde su amigo se había retirado, movía su cabeza de un lado al otro con ligera decepción. Si tan sólo Ray no fuera tan negativo sobre sus sentimientos se daría cuenta.

Tonto Don, él y sus preguntas tan inoportunas. ¿Qué sentía por Anna? Tsk, era obvio que la apreciaba y la consideraba, era parte de su familia y la persona con la que se sentía más cómodo hablando, además de siempre escucharlo en todo y aconsejarlo o regañarlo, según fuera la situación. Anna era como Emma en aquel entonces, siempre al tanto de lo que hacía, pensaba o decía, se sentía cómodo siendo él mismo sin filtros ni medidas... Pero además de eso, con Anna había algo diferente que no sentía estando con Emma. Esta última era vivaz, ocurrente y espontánea, cosas que a menudo los metían en situaciones extrañas y a veces peligrosas; en tanto, Anna era más bien una persona estable, no era difícil saber lo que pensaba ya que era lógica, precavida y centrada, y lo miraba distinto... Sus ojos lo observaban con toda su atención, a veces más brillantes y otras más cansados por el trabajo, pero siempre con esa misma atención y cariño. Cariño... ¿Ella lo observaba con cariño? ¿Cómo sería eso? Algunas veces lo había visto en la mirada que Gilda le daba a Don y viceversa. No le cabía duda de que algo había entre esos dos pero lo ocultaban, lo había confirmado aquella noche con tan singular reacción por parte de la peliverde y luego la discusión que tuvo con Don en medio de un peligroso lugar. Pero al fin y al cabo, ahí estaba esa mirada tan llena de cariño y atención, una atención especial que no mostraban para otros. ¿Así era Anna cuando estaban juntos? ¿Y qué había de él? ¿Qué sentía realmente por ella?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos en el momento en que vio de reojo la llegada de cierto grupo al refugio. Sin dirigirles ni siquiera una palabra, el equipo Lambda se encaminó hacia lo que solía ser la oficina de su jefe, ese jefe que ni Ray, ni Oliver o siquiera alguno de su familia había conocido desde que llegaron allí hace siete años.

– Mira, el equipo Lambda ha vuelto finalmente –exclamó una de las mujeres a su grupo de amigos.

– Sí, ¿Y has visto a Cislo? Está mucho más fuerte que la última vez.

– Deberíamos hablarle.

– ¿Estás loca? Bárbara podría cortarte la lengua si llegas a saludarlo siquiera –todas las demás rieron con burla.

– Tsk, podría preguntarles sobre el jefe –se defendió ella–. Han pasado tantos años y nunca ha vuelto a visitarnos ni una vez. Es tan injusto –el resto coincidió con la castaña.

Algunos de los que ya estaban ahí desde antes les contaron que Minerva era un chico de sonrisa gentil y mirada confiada que los había salvado de un infierno que no conocían, pero que desde la llegada de los chicos de Grace Field él había decidido operar desde una sede secreta para no ponerlos en peligro y por eso el equipo Lambda venía cada cierto tiempo para controlar que todo estuviera bien.

Ray jamás confió en ellos, pues nunca se habían mostrado amables a excepción de Ayato y Jin, sin embargo ellos ya eran parte de la familia, literalmente hablando, debido a que eran los que comandaban las tareas de vigilancia por orden del "Jefe" y por ende convivían a diario con el resto.

En aquel entonces, la mujer que se hacía llamar Bárbara incluso había arremetido contra todos los chicos de Grace Field diciendo que su jefe estaba en peligro por su culpa, por culpa de esa niña tonta que bien merecido tenía el ser raptada. Nunca entendieron esas palabras pero tampoco jamás se los explicaron, así que simplemente separaron sus caminos, el equipo Lambda dejando que los refugiados de Grace Field y Goldy Pond se quedaran e hicieran lo que quisieran en tanto no pusieran a nadie en peligro, y ellos aceptando no intervenir en nada de lo que los otros hicieran.

Los tipos no volvían sino cada cierto tiempo y no era algo fijo, de hecho eran tan impredecibles que ya ni siquiera los consideraban parte del refugio, sólo viajeros de visitas esporádicas.

– ¿Qué diablos vienen a hacer ahora? –preguntó Oliver a su lado.

– No lo sé. Sólo sé que ya se me fue el apetito –rezongó dejando la taza de café y dándose la vuelta.

– Sí, lo mismo digo.

Y dicho lo último, ambos volvieron a la mesa junto con Don.

.

.

Gilda se dirigía a su habitación para buscar la libreta que había olvidado, todo por acostarse tarde la noche anterior y eso por culpa de Don que le insistió ir a su lugar secreto. Tonto Don.

Justo cuando terminó de subir las escaleras e iba a doblar en el pasillo correspondiente a su cuarto, vio sin querer una escena que tal vez no debía. ¿Acaso esa no era Paula? Y estaba con... ¿El hombre pelado de Lambda?

Sus ojos se abrieron a más no poder y tuvo que cubrir su boca del asombro, ¡¿Paula tenía una relación a escondidas con el pelado de Lambda?! No sabía cómo reaccionarían las demás mujeres pero por alguna razón sentía que no sería una reacción para nada positiva considerando que no confiaban en esos tipos.

Sin hacer ruido se dio la vuelta y desapareció por donde vino, la libreta podía esperar.

– ¡Diablos! Paula, no es por ahí, amiga –susurró molesta al sentirse entre la espada y la pared, pues no sabía cómo decírselo a las demás.

– Gilda –llamó una voz desde unos escalones más abajo.

La aludida empalideció y frunció sus labios como si estuviera sellándolos. ¿Justo ella y justo ahora? ¿Enserio?

– ¡A-ah, Sonya! –exclamó dos tonos más agudo de lo normal, y al ver la expresión extrañada de la peliazul carraspeó–. ¿Q-q-qué haces por aquí? Creí que me esperarías en la oficina.

– Sí, pero Oliver quería hablar y las cosas se pusieron tensas, así que preferí venir a buscarte. Podríamos analizar los datos en tu habitación, si quieres –explicó con tono monótono subiendo otros escalones más.

– ¡Ehh, no! –gritó de inmediato tomándola por los hombros para evitarle el paso.

Sonya bajó su mirada hacia los brazos sobre sus hombros y luego la dirigió hacia la chica que la miraba entre nerviosa y asustada.

– Gilda, ¿Está todo bien? No es difícil notar que estás preocupada y nerviosa por algo. ¿Puedo ayudarte?

– Oh... Ehh, n-no es nada –se disculpó ella soltándola y llevando una mano a su nuca riendo con nerviosismo–. ¿S-sabes? Creo que es mejor ir a otro lugar, mi habitación es un desastre y me daría vergüenza que entraras en esas condiciones.

– Pues vamos a la mía, no queda muy lejos de la tuya –decidió sin más reanudando su camino.

– ¡NO! –volvió a gritar tomando su muñeca–. Está bien, no voy a mentirte –explicó más calmada–. Me siento un poco mal y preferiría salir afuera para tomar aire.

Sonya observó a su amiga unos segundos, bajó los pocos escalones que ahora las separaban y la miró de frente. Gilda tragó nerviosa, esperando que se hubiera creído su excusa.

– Eso explica por qué no llevas la libreta contigo.

– ¿Eh?

– La libreta. Viniste a buscarla y ahora bajas sin ella.

Gilda observó sus manos entendiendo a lo que se refería y la miró apenada.

– Está bien, no te preocupes, podemos dejar eso para más tarde. Por lo pronto deberías ir a ver a Anna –sugirió retomando su camino.

– ¿Y tú adónde vas?

– A mi habitación, prefiero estar ahí y no donde esté el estúpido de Oliver.

– Sí que estás enojada –comentó un tanto apenada por el pobre chico.

– Me sorprende que tú ya no con Don.

– Casi lo pierdo por esa estupidez del entrenamiento, lo entiendo, pero fue más el miedo que sentí que la furia. Jamás me perdonaría que una pelea fuera nuestra última conversación y todos sabemos que nunca estamos completamente a salvo, menos ellos.

Sonya observó a Gilda unos segundos, si debía ser honesta consigo misma la peliverde tenía razón, habían sido unos idiotas y al final ella misma también por defenderlos, pero si dejara que algo así los separara y al final algo malo sucediera no se lo perdonaría.

El ambiente de confianza y confidencialidad la hizo querer preguntarle algo que la tenía confundida desde hace bastante tiempo, y tal vez si Gilda podía ayudarla a dilucidar lo que le pasaba cada vez que se trataba de ese estúpido peliblanco entonces sería más fácil perdonarlo y volver a estar como antes. Sin embargo alguien más las interrumpió.

– ¿Gilda? ¿Sonya? –preguntó Paula sorprendida al verlas allí–. ¿Qué hacen ahí paradas?

– Sólo charlamos –contestó la peliazul sin dejar pasar su reacción–. ¿Tú qué haces aquí? Creí que estarías desayunando con Gillian y los demás.

– Ahh, yo me dormí –explicó vagamente observando detrás en un movimiento rápido.

– Claro –contestó simplemente–. Voy con Gilda a la enfermería, ¿Nos acompañas?

– ¿A la enfermería? ¿Quién está enferma?

– Gilda. Fue a su habitación por su libreta pero el malestar no la deja ni pensar que al final estaba volviendo sin lo que vino a buscar –la pelinegra dirigió su vista hacia la mencionada y Sonya no dejó pasar la mirada nerviosa que le dedicó–. Como sea, creo que es mejor llevarla con Anna.

– Tienes razón, mejor vamos ahora, no perdamos tiempo.

Paula bajó las escaleras tomando a Gilda en el proceso y llevándola a paso algo rápido. Sonya dirigió su vista hacia arriba por un momento, una sombra llamó su atención por el rabillo del ojo pero estaba segura de haber visto a todos los niños en el salón principal.

– ¿Vienes, Sonya? –llamó Paula justo cuando iba a subir.

– Sí, vamos –respondió ella dejando sus sospechas de lado.

En el camino, Paula y Gilda iban hablando de nada en particular, sólo pequeñas conversaciones triviales y risas sobre chistes malos. Sonya iba por detrás de ellas escuchando atentamente pero sin ánimos de querer sumarse, hasta que dos personas captaron su atención. Se disculpó con ambas chicas, siendo completamente ignorada, y se escabulló por el pasillo donde los había visto.

Bárbara y Cislo caminaban como si nada hacia la oficina de su jefe. Debían esperar a Vincent para abrir la puerta, pues él era el encargado de la llave, así que decidieron quedarse allí mismo, lejos de todo el montón de personas que ponían nerviosa a la castaña.

– Así que parece ser que no habrá misión de rescate esta vez. Escuché de algunas personas que el escuadrón suicida se está recuperando de un ataque de hace dos días.

– Son unos inútiles, me sorprende que todavía sigan vivos.

– Si el jefe te escuchara...

– Si el jefe me escuchara sabría que es estúpido todo esto. Lo único que hace es sacrificarse por todos ellos cuando claramente podría exterminar toda la existencia de este asqueroso mundo.

– ¿Incluidos nosotros?

– Ya no me importa si vivo o si muero, Cislo, mientras sean aniquilados todos aquellos que nos hacen vivir un infierno no me importa nada.

– Bárbara, deberías calmar tu furia –sugirió con recelo al ver su rostro desfigurado del odio–. Debemos confiar en el plan del Jefe, él sabe lo que hace. Me preocupa más lo que nosotros deberíamos hacer ahora –tomó su barbilla y adoptó una pose pensativa–, ¿Deberíamos esperar a ver qué movimiento deciden hacer?

– Creo que es mejor irnos y decirle que esta vez no habrá rescate. De esa manera le ahorraremos los problemas con los demonios –expresó con desdén, volviendo su vista hacia el hueco que daba al exterior.

Sonya abrió sus ojos tanto como pudo a la par que arrugaba su ceño y apretaba los puños. ¿Esos tipos estaban relacionados con los demonios?

– No puedo escucharte decir eso luego de que dijiste que los querías aniquilar a todos –comentó Cislo con burla.

– Sólo no quiero que él tenga problemas luego de haberlos vigilado durante siete años.

Para ese entonces, Sonya se mordía la lengua, literalmente, para no decir una sola palabra. Todo lo que sabía ahora debía contárselo a alguien más, debían actuar rápido antes de que ellos se dieran cuenta de que los había escuchado.

– Vincent se está tardando. ¡Tengo hambre!

– Tranquila, dijo que vería a su novia antes de pasar por la cocina –ambos chicos rieron ante lo mencionado por el pelinegro.

– Todavía no puedo creer que con su actitud tan aburrida haya conseguido engañar a esa pobre chica –comentó Bárbara entre risas–. Por lo menos nos sirve de informante.

– Aunque si lo descubriera sería un gran problema.

– Sólo un dolor de cabeza –nuevamente se escucharon las risas burlistas resonando por el pasillo "vacío".

Se alejó de allí tan rápida y sigilosamente como pudo. En las escaleras se cruzó con el tipo pelado de lentes y el rarito de la bolsa en la cabeza pero los ignoró como siempre y siguió su camino. Al llegar a la enfermería abrió la puerta sin tocar, asustando a las dos mujeres que se encontraban dentro.

– ¡Sonya! Me has asustado. ¿Todo bien? –preguntó Anna al verla tan agitada y sería.

– ¿Dónde está Paula? –se dirigió a Gilda directamente.

– Se fue antes de que llegáramos. Dijo que se había olvidado de algo en su habitación y corrió de vuelta hacia las escaleras.

– ¿Y eso fue antes o después de darse cuenta de que yo no estaba?

– ¿Eh? Pues, ahora que lo mencionas, fue justo después de notarlo.

– Bien –cerró la puerta detrás de ella con llave y tomó una de las sillas–, entonces me contarás la verdadera razón por la que estabas tan nerviosa hace un rato –exigió sin perder su seriedad a la par que se sentaba de brazos y piernas cruzadas–. Y no quiero que me mientas. Lo sabré.

– Sonya, ¿Qué sucede? Nos estás asustando a ambas –habló Anna adoptando también una actitud sería y preocupada.

– Se los diré, pero primero necesito escuchar a Gilda. Debo confirmar algo, así que habla por favor.

Gilda alternó su vista entre Anna y Sonya. Claramente metería a Paula en un enorme lío, pero confiaba en el juicio de Sonya y sabía que si ella se veía tan nerviosa y molesta la situación no era para nada buena.

– Yo... Vi a Paula y al tipo pelado de Lambda... juntos –confesó en un tono de voz bajo.

– Lo sabía –dijo la peliazul entre dientes.

– ¿Paula y Vincent? Eso sí que es inesperado.

– No sonrías, no es para nada bueno –interrumpió la mayor de todas–. Esos tipos la están usando, y lo que es peor... Se burlan a sus espaldas –terminó diciendo luego de dudarlo unos segundos.

– ¿Qué? ¡No es cierto! Yo sabía que no era el indicado para ella –refunfuñó Gilda haciendo un mohín–. ¿Cómo le diremos eso a Paula sin romper su corazón?

– No se lo diremos –volvió a interrumpir tajante y levantándose de su asiento–. Déjenmelo a mí, yo lo arreglo. Pero no digan nada a nadie y menos a ella. Paula no debe enterarse de que nosotras ya lo sabemos.

– ¿Qué sucede, Sonya? ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué es lo tan grave que sucede entre ellos que te preocupa tanto? –insistió Anna sin entender nada de lo que sucedía.

– Sé que dije que se los contaría, pero primero debo hacer algo. Sólo puedo decirles una cosa, esos tipos no son de confianza, son peligrosos y no son quienes parecen ser. Por favor, manténganse alejadas de ellos y en lo posible no hablen de nada.

– ¿Qué...? ¡Sonya! –la llamó la rubia en vano. Sonya ya se había ido.

– Ay, creo que la he metido en un lío grande.

– No, Gilda. Al parecer es Paula quien podría llegar a meternos en un lío grande si lo que viste es cierto y lo que sabe Sonya es grave –analizó Anna de acuerdo a la situación.

.

***---***

.

"A descansar que el sol se va,

mi niña duerme ya...

Bajo las estrellas te arrullaré,

y del mal yo te protegeré siempre..."

Emma cantaba la melodía que alguna vez escuchó entonar a Ray. Ella le había dado letra para cantársela a su pequeño bebé.

Acariciaba su vientre de siete meses con cariño y anhelo, sabiendo de sobra que estaba haciendo mal. Ellos se lo quitarían tan pronto dejara de amamantar. ¿Pero cómo podría no amarla? Era vida proveniente de ella, era su hijo... O hija, no lo sabría hasta dar a luz. Tan sólo quería ser capaz de protegerla del cruel mundo al que pertenecería.

.

Dos meses después dio a luz a una pequeña niña de cabellos anaranjados, como los suyos, tan preciosa que lloraba de sólo verla. Era tan pequeña y tan frágil. Le destrozaba el alma ver que por su culpa había nacido en un lugar que jamás debió conocer. ¿Por qué hacía todo esto? ¿Por qué no simplemente se suicidó cuando tuvo la oportunidad? La imagen de su familia se hizo presente tan vívida como nunca. Era por ellos, todo lo que hacía era por ellos.

"Y aunque promesas vacías me logren quemar,

lo que más quiero es poderte cuidar"

Emma le cantaba entre sollozos sin dejar de mirarla mientras la pequeña amamantaba por primera vez.

"Sé que el mundo es injusto y no puedo evitar

ese mal que de mí te quiere apartar"

¿Sería capaz de soportar todo esto?

.

Los meses pasaron y la pequeña niña crecía fuerte y hermosa. Sus ojos eran de un celeste intenso como aquellos que alguna vez amó sin darse cuenta, y si prestaba atención podía imaginar cómo uno de sus mechones rebeldes se doblaba sobre sí mismo, dando la impresión de una lunita que miraba hacia arriba, justo como la de él...

– Es hora de dormir, mi dulce princesa –susurró Emma a la pequeña bebé que reía y se movía inquieta entre sus brazos–. Quédate quieta o te lastimarás, pequeña traviesa –dijo riendo con ella.

"A descansar que el sol se va,

mi niña duerme ya...

Bajo las estrellas te arrullaré,

y del mal yo te protegeré siempre..."

Comenzó a cantar Emma mientras la mecía entre sus brazos. La niña escuchaba atenta a su madre, de repente sintiendo sus ojitos pesados. Alargó su manito hasta alcanzar la barbilla de la mujer y sólo entonces Emma dejó de cantar para verla con temor. La acercó a ella tanto como pudo, abrazándola con amor y culpa.

No quedaba nada para que su hija cumpliera sus seis meses.

.

La noche que vinieron por ella fue el mayor de los calvarios. Rogó, imploró y hasta los amenazó con quitarse la vida, mas nada de eso funcionó. Ellos se llevaron a su hija frente a sus ojos y Emma no pudo hacer nada.

La pequeña niña lloraba y gritaba desesperada buscando a su madre, sin embargo nada los detenía de alejarla definitivamente de ella.

Sus sollozos quedaron grabados en su mente, sus gritos desgarraban su corazón segundo a segundo y cuando por fin dejó de escucharla sintió que una parte de su vida había muerto para siempre. Allí, tirada en el piso frío y pulcro, las lágrimas no se detenían, aunque ella tampoco hacía nada para que eso sucediera. No había nada que quisiera hacer más que morirse. Sólo una melodía invadió su cabeza, la última estrofa de su triste melodía robada.

"Tan sólo puedo desear que te logres salvar,

y de este destino puedas escapar.

Si alguna vez sientes miedo debes recordar

y soñar que aquí estaré... Cuando despiertes"

.

Emma despertó llorando y completamente sudada en su habitación. Todavía era de madrugada pero no tenía sueño, su pecho dolía y sentía que no podía respirar.

Era otro ataque de pánico.

No era la primera vez que recordaba todo en sus sueños, y la atormentaban cada vez que un niño era cosechado. Se preguntaba entonces si ese también sería el cruel destino de su pequeña hija. Tropezando contra todo lo que había a su alrededor, se apresuró a llegar a su oficina para buscar su bitácora, de ella sacó una foto donde se veía a una pequeña niña sonriente de aproximadamente dos años de edad. Abrazó contra su pecho la fotografía y aún llorando en silencio se recostó en el suelo.

Tal vez... Ella era una niña inteligente, podría lograrlo, descubrir todo y escapar lejos de las plantas, los demonios, todo. Tal vez se encontraría con Ray y por fin pasarían al otro mundo. Ray... Él los protegería a todos incluso si ella decidía rendirse ahora mismo. Tal vez, la muerte no era una mala opción después de todo.

Tal vez para ella ya no había solución.

.

***---***

.

Ya todos estaban en la oficina de Sonya esperando a que la susodicha llegara. No entendían la razón pero habían sido reunidos con urgencia, por lo que no tardaron en llegar tan pronto como se los citó.

De repente, la puerta se abrió dejando ver a Oliver y Sonya. Todos los presentes guardaron silencio esperando escuchar a la líder mayor, entonces ella habló.

– Siento mucho haberlos llamado tan de repente y también agradezco que hayan venido lo antes posible –comenzó diciendo invitándolos con un gesto a que tomaran asiento.

Ray, Anna, Don, Gilda, Gillian, Nigel, Zack, Violet y Paula. Estaban todos. Sonya se veía más seria de lo habitual y dos de las demás mujeres intuían una de las razones, mas esperaban atentamente lo que tuviera para decir.

– La razón de esta reunión urgente fue para comunicarles que atacaremos Grand Valley en cuatro días –informó sin delicadeza, dejando anonadado a más de uno en la habitación.

– ¿Qué? ¿De qué estás hablando? –Anna fue la primera en saltar.

– No tenemos cómo cubrir un ataque –continuó Nigel–. El último fue hace unos cuantos días atrás, necesito más tiempo para fabricar nuevas balas y explosivos.

– No es necesario, todavía tenemos las reservas.

– Pero se supone que eso es para cubrir al refugio en caso de emergencias –refutó Gilda siendo apoyada por Gillian.

– Bueno, la situación de repente ha cambiado y necesitamos actuar rápido –insistió la peliazul.

– ¿Qué ha sucedido, Sonya? Sé clara –fue el turno de Zack.

– Sí, no entiendo cuál es la urgencia en todo esto –comentó Paula a su lado.

La mujer en la punta de la gran mesa llevó una mano a su cara, rodeando su boca y pensando bien sus palabras antes de hablar. Oliver la observó con seriedad esperando escuchar su respuesta.

– Sospecho que el enemigo sabe nuestro método para organizar nuestro siguiente ataque, así que quiero confirmarlo realizando un ataque sorpresa lo antes posible.

El resto se la quedó observando confundidos por su declaración.

– Sí, bueno, ya sospechábamos que el enemigo conoce nuestro método –habló Don ante el silencio–. Lo habíamos hablado en la última reunión, así como la sospecha de que alguien...

– Don –llamó Sonya observándolo sin ningún gesto. El nombrado se sobresaltó y simplemente guardó silencio–. No está de más poner al tanto a los demás.

– Yo no participé de esa reunión –intervino Paula un tanto extrañada.

– Tampoco estuvieron Gillian, Nigel y Violet. Tú estabas en el huerto junto a Jemima y Sherry.

– Pudieron haberme esperado –se quejó la pelinegra un poco ofendida–. De todos modos, ¿De qué hablaron?

– Esto fue lo más importante que se trató –respondió Sonya tajante, sorprendiendo a algunos por el tono de voz que utilizaba con una de sus más cercanas amigas–, es por eso que quiero volver a tocar el tema y llegar a una conclusión. El punto es que para descubrir si es cierto que conocen nuestro método de organización debemos actuar ahora que crean que estamos reponiéndonos del último ataque. Si son verdad nuestras sospechas las granjas no estarán mayormente patrulladas por lo que será fácil escabullirnos y completar la misión incluso de manera sigilosa. Si tan sólo son especulaciones entonces sabremos que el aumento de seguridad es para todas las granjas por igual.

– ¿Qué haremos en caso de la segunda posibilidad? –cuestionó Anna.

– Nos retiramos, no nos arriesgaremos en vano. No tenemos suficientes explosivos para algo tan grande como lo de la última vez, y aunque así fuera no puedo obviar el hecho de que sólo han pasado dos días desde el accidente del entrenamiento –los hombres desviaron sus miradas hacia distintos puntos, todavía sentidos por ese accidente–. No están al cien por ciento de sus capacidades y no los arriesgaré en otra misión suicida. Si resulta que los tomamos por sorpresa y podemos llevar a cabo un plan de escape silencioso entonces se hace, pero a la más mínima sospecha de que ellos están alertas no importa el día o la situación, nos retiramos de inmediato.

– ¿"Nos"? –preguntó Ray confundido.

– Iré con ustedes.

– ¿Qué? –fue el turno de Oliver reprochándole con la mirada–. No me dijiste nada de eso antes.

– Sí, bueno, sólo te hablé de lo importante –fue la respuesta gélida de la mujer–. Como sea, es mi idea, me haré responsable de los resultados. No puedo pelear, pero estaré con ustedes para sacarlos de apuros en caso de que algo salga mal. Y no, Anna, no voy a reconsiderar mi decisión –respondió antes que la rubia si quiera pudiera objetar algo.

– ¿Qué hay de la comunicación? No nos sirve de nada que estés allí si no podremos comunicarnos contigo –indagó Oliver en un intento de aferrarse a una excusa para impedirle ir con ellos.

– Lannion y Thoma se han encargado de eso –fue su única respuesta. Oliver apretó los puños con impotencia debajo de la mesa.

El resto de los presentes se quedó en silencio tratando de procesar toda la información. Todo era demasiado espontáneo y arriesgado, y aunque Sonya lo hubiera pintado menos peligroso que sus misiones anteriores lo cierto era que todos sabían que seguía tratándose de otra misión suicida pero algo más improvisada.

– ¿Cuál es el plan?

– Gillian –llamó su atención Nigel.

– Anna ya me ha dado el alta, si me permiten entrenar durante estos cuatro días estoy segura de que estaré en forma para el momento de partir –declaró con seguridad.

– Es demasiado arriesgado, Sonya –Gilda la observó con el ceño fruncido–. Pero si tú estás segura de que es la mejor decisión entonces confiaré en ti.

La aludida sonrió de lado agradeciéndoles a ambas mujeres con un gesto.

– ¿Anna, Ray?

Ambos la miraron y asintieron al mismo tiempo. El resto imitó la acción, observando a su líder con convicción y valentía.

– Muy bien. Entonces nuestro objetivo será Grand Valley. El equipo de análisis y control lo conformarán Don, Nigel y Gillian, asimismo serán los encargados de rescatar a los niños de seis años o más –los mencionados asintieron atentos a cada palabra–. La retaguardia será de Oliver, Ray y Zack. Violet, Anna y Gilda se encargarán de los más pequeños. Mientras tanto, Paula y yo estaremos de vigilantes en el muro. Ante cualquier cosa que pudiera salir mal estaré ahí para apoyarlos.

En la sala se escuchó un "Sí" unísono. Sonya agradeció y despidió a todo el equipo, encargándole a Gillian, Nigel y Violet preparar tantas municiones como pudieran antes del día.

En cuanto a Paula, la peliazul se mantuvo atenta a sus reacciones durante toda la reunión, por lo que si sus sospechas eran ciertas se dejarían entrever ese mismo día o como mucho el día siguiente y lo terminaría de confirmar el día del ataque.

.

.

– Anna, podemos...

– Estoy ocupada –fue la escueta respuesta de la rubia antes de acelerar sus pasos y perderse en los pasillos.

Ray suspiró agotado de aquella situación. Simplemente ya no lo soportaba pero lo peor era que no sabía cómo acabarla y al final eso sólo lo frustraba aún más. Se acercó al barandal de las escaleras y volvió a suspirar derrotado, ¿Cómo diablos le hacía Don?

– ¡Gilda! –exclamó con más entusiasmo del que esperaba, logrando sobresaltar a la aludida–. Ah, lo siento –se disculpó de inmediato–. ¿Tienes un momento? Me gustaría hablar contigo si es que ya no estás enojada conmigo –alegó con delicadeza al recordar sus duras palabras aquella noche. Desde entonces no habían hablado.

– Estoy libre –respondió con tranquilidad acercándose con sus manos sujetas detrás de ella–. Y no, no estoy enojada contigo, de hecho es todo lo contrario –confesó sin poder mirarlo directamente. Llegó hasta él y también se apoyó sobre el barandal–. Ray, quería disculparme por la manera tan cruel en la que te traté aquel día. Fui insensible y muy injusta, no debí ser así y menos contigo.

El pelinegro escuchó atentamente sus palabras observando el arrepentimiento claramente demostrado en su rostro. Gilda era una persona muy transparente con sus sentimientos y emociones.

– No tienes nada por lo que disculparte, nunca estuve molesto contigo, sólo me sentía avergonzado por mis acciones... Y también algo intimidado por tu reacción tan inusual –se sinceró un poco apenado.

Gilda rió tan incómodo como él, después de todo debía reconocer que incluso ella misma se sorprendió de su actitud tan fuera de sí.

– Preferiría que olvidemos eso –sugirió con sus mejillas algo sonrosadas.

– Realmente me quedé sin palabras. Estaba preparado para todo el odio que de seguro tendrías hacia mí por haberte fallado. Sin embargo, tomaste las riendas de la situación y te enfocaste en encontrar a Don sea como fuere. Jamás vi tanta determinación en tus ojos como en ese momento, él significa mucho para ti, ¿Verdad?

La peliverde se quedó observando hacia el frente sin saber qué decir, aunque sus mejillas rojas y sus manos fuertemente agarradas al barandal podían dar un indicio de sus pensamientos.

– No es necesario hablar de ello si no quieres. Sólo... Ten paciencia con él, es un tonto a veces pero es un buen tipo, leal y sincero –Gilda sonrió ante las palabras de su hermano, definitivamente Don era todo eso y más.

– Ray –llamó la chica a su lado. El aludido giró su rostro y se encontró con su mirada llena de nostalgia–. ¿Todavía extrañas a Norman y Emma? –preguntó con recelo.

El pelinegro se lo pensó unos segundos antes de responder. Lo que él sentía era demasiado complejo como para ser explicado en pocas palabras.

– No hay un sólo día en el que no me culpe por todo lo que les ocurrió –murmuró viendo a ningún lado en particular–. A veces me pregunto por qué ellos y no yo, ¿Por qué no me tomaron a mí en vez de a ellos? Probablemente Norman o Emma habrían resuelto toda la situación mejor que yo. Y sé que tengo la respuesta en mis manos pero me rehúso completamente a irme de aquí sin Emma. Renuncié a Norman y en consecuencia lo perdimos para siempre, no hay un sólo día en que no me arrepienta por eso, pero no voy renunciar también a Emma. Juré que la encontraría así me costará la vida y voy a hacerlo.

Gilda observó admirada a su hermano mayor, si tan sólo pudiera compartir esa carga de vez en cuando no se vería tan serio y amargado la mayoría de las veces, no se imaginaba cuán terrible sería vivir con esa responsabilidad durante ocho años desde que se llevaron a Norman.

– ¿De qué quieres hablar? –decidió cambiar el tema de conversación para variar.

– ¿Eh? –se preguntó el otro recordando la razón principal por la que estaban allí–. Ah, ehh... Yo... Quería preguntarte c-cómo andan las cosas en la enfermería. Ya sabes, si necesitan suministros, nuevos libros o algo –indagó nervioso y sonrojado.

– ¿La enfermería? Pues bien, estamos bien de suministros así que no te preocupes por eso. En cuanto a los libros... Anna está ocupada leyendo uno raro sobre ginecología, incluso está pensando reunir a las mujeres en grupos según la edad para hablar sobre algunos temas que considera importantes –ahora fue el turno de Gilda de sonrojarse recordando las pláticas un tanto incómodas que había tenido con su amiga.

Ray sonrió al saber sobre aquello, Anna enseñando sobre salud a sus hermanos y hermanas era una de las cosas que disfrutaba ver. Cada vez que los organizaba se inspiraba y armaba una carpeta gigante con imágenes y palabras llamativas, así como folletos hechos a mano e incluso juegos interactivos para los más pequeños, y a la hora de hablar podía estar horas explicando un mismo tema de diferentes maneras sin cansarse.

– Es linda cuando se concentra en esas cosas –admitió mirando a ningún lado en particular.

Gilda abrió sus ojos y su boca al mismo tiempo y se giró de inmediato para verlo sorprendida. El pelinegro cubrió su boca en un intento de callar lo que claramente ya había dicho, imposible incluso esconder el terrible sonrojo que cubría su rostro y sus orejas.

– ¡Ray!

– ¡N-nunca jamás escuchaste eso, así como nunca jamás vi la escena del bosque entre tú y Don! –exclamó interponiendo una mano entre ambos.

La peliverde alzó las manos y borró su sonrisa.

– No sé de qué estás hablando, yo no he escuchado nada –comentó todavía un poco emocionada por la declaración inconsciente del chico.

Ray suspiró profundamente y luego asintió. Toda esta situación iba a matarlo. Mejor retirarse ahora y preguntarle lo que realmente quería más tarde.

Gilda rió por lo bajo todavía observando a su hermano mayor, el pobre caminaba torpe y robótico mientras despeinaba su cabello con una mano. Se preguntaba cuándo dejaría Anna el papel de mujer fatalista, ambas sabían que ella también la estaba pasando mal.

.

.

El día siguiente a la reunión, todo el equipo comenzó a moverse. Zack, Don y Oliver ayudaban en sus entrenamientos a Nigel y Gillian cada vez que estos se tomaban un descanso del taller, Gilda y Anna ayudaban a Violet a ordenar y controlar los elementos que llevarían, y mientras tanto Sonya planeaba junto a Paula y Ray distintos escenarios y la manera de resolverlos.

Esa misma tarde, la peliazul observó cómo el equipo Lambda se retiraba del refugio sin decir una sola palabra a nadie. Aunque, a decir verdad, sospechaba que "nadie" ahora tuviera identidad y sí supiera algo sobre esa repentina salida.

– Encárguense –fue la orden que le dio a las dos personas detrás suyo.

– Sí.

– Y por favor, cuídense –pidió en un murmuro monótono, cerrando los ojos y aferrándose al barandal de las escaleras.

– Entendido –fue la respuesta rápida del par antes de finalmente retirarse por el mismo lugar que el equipo Lambda.

.

.

Quedaban sólo tres días antes del gran día y Ray se sentía cada vez más ansioso. No podía dormir aunque intentara las mil y un formas de lograrlo, así que finalmente terminaba renegando por horas de sus problemas hasta que en algún momento el cansancio y la frustración lo vencían.

Pues bien, no era el caso esa noche.

– Diablos... –sopesó con fastidio levantándose de su cama y colocándose sus borcegos.

En situaciones como esas sólo quedaba entrenar. Tal vez si agotaba sus energías podría dormir más fácilmente.

Se dirigió a uno de los espacios que desde hace tiempo habían designado exclusivo para entrenamiento, y sin embargo ahí estaba, escondido detrás de uno de los pilares, observando a dos tórtolos que se coqueteaban descaradamente y a escondidas.

– Por lo menos podrían respetar a los que queremos entrenar –refunfuñó para sí mismo una vez más, sabiendo de sobra que de todos modos no era culpa de esos pobres chicos que él no pudiera dormir a esas horas.

Irritado, malhumorado, mal dormido desde hace días y con ganas de mandar al infierno al primero que se le cruzara, Ray caminó sin rumbo, subiendo y bajando escaleras, a veces deteniéndose sobre el barandal y suspirando aburrido, ofuscado, cansado. ¿Qué es lo que sucedía?

Tal vez fuera por el sueño de Emma que últimamente se repetía cada vez que cerraba sus ojos, o tal vez era la ansiedad que sentía al creer que esta vez sí conseguiría saber algo sobre su amiga y hermana perdida... O tal vez el hecho de que Anna todavía se rehusaba a darle siquiera los buenos días. No sabía, tal vez su insomnio se debiera a otra cosa muy distinta y él paranoico por todo y nada.

Cuando menos se dio cuenta, llegó a la entrada del laberinto, la oscuridad noche era tenuemente alumbrada por la luz de la luna llena y los búhos cantaban dándole un toque tenebroso al ambiente, mas Ray sabía que lo verdaderamente tenebroso sería no escuchar ningún ruido.

Tras debatirse por unos largos minutos, decidió seguir caminando sin rumbo, no iría muy lejos de todos modos, sólo necesitaba airear su cabeza, calmarse.

Primero estaba ese sueño extraño con Emma, ¿Qué significaba? Ella lloraba y pedía que la perdonara, le pedía que cuidara a su familia porque ella ya tenía suficiente.

– ¿Qué es lo que está pasando, Emma? ¿Qué intentas decirme? –se preguntó por enésima vez–. Si tan sólo pudiera tener una pista sobre ti.

Se agachó en cuclillas y observó su tenue reflejo en un charco de agua. Siete años... Siete años desde la última vez que la vio, siete años desde que su única verdadera misión era rescatarla de donde sea que la tuvieran presa. ¿Por qué era tan difícil entonces? Ese tipo, Ratri, no podría haberla asesinado luego de haber dejado a un puñado de ganado importante sólo para asegurarse de tenerla a ella, además lo dijo claro, sus planes para ella eran mucho más grandes que el sólo servirla como comida.

Esa noche, Emma se sacrificó por el bien de todos, justo como Norman, y otra vez él no había podido hacer nada. Se derrumbó por completo, estuvo inconsciente durante tres días en consecuencia del disparo que recibió de parte del loco que logró escapar del refugio, y recordaba que cuando despertó Anna lo abrazaba y lloraba de auténtica felicidad. Cuando supo todo lo que había pasado quiso correr cuanto antes a buscar a Emma, resultando sedado para así poder controlarlo, sin embargo en cuanto volvió despertar se fue sin decirle a nadie y echándose a sí mismo a su suerte. No pasó mucho hasta que agotó las pocas fuerzas que había recobrado, y de no ser porque fueron tras él probablemente ese habría sido su triste y patético final.

Quiso morir, durante las dos primeras semanas de rehabilitación sólo pensaba en las mil maneras de morir, pues sin Norman ni Emma sentía que ya nada tenía sentido, sin ellos guiándolo y corrigiéndolo sentía que no podía continuar.

"Levántate" escuchó decir en uno de sus sueños. "Levántate y lucha. Salva a mi familia, nuestra familia". Emma estaba de frente a él, observándolo con su sonrisa gentil y su mirada decidida. "Nuestro sacrificio no debe ser en vano, Ray", detrás suyo Norman lo miraba con parsimonia.

– ¿Por qué me abandonaron? ¿Por qué me dejaron solo? –les recriminó Ray llorando con desesperación–. Esto no es justo, ¡Yo debí morir en lugar de ustedes! ¿Por qué entonces sigo aquí mientras ustedes...? Ustedes... –sin poder aguantarlo más, se arrojó al suelo, gritando y llorando como un niño pequeño–. Tengo miedo –confesó–, tengo miedo de no ser capaz, de no poder proteger a nadie. No puedo hacerlo solo.

"No estás solo" fue el veredicto de ambos amigos. Ray levantó su cabeza y los observó a su lado, tomando sus hombros y sonriéndoles tan cálidamente... Tan ellos. "Confía en ellos. Tú no estás solo". Tras un abrazo grupal que le brindaron Emma y Norman, el sueño se fue atenuando hasta por fin terminar. Ray despertó llorando ese día, su pecho tan lleno de calidez que necesitaba gritar para poder calmar ese sentimiento que quemaba por dentro, ¿Qué era?

"No estás solo" se repitieron nuevamente esas palabras.

Desde entonces, juró jamás abandonar la esperanza de encontrar a Emma y traerla de nuevo a casa.

Ahora su determinación se encontraba poco a poco agotada otra vez. Phill estaba convencido de que encontrarían a Emma tarde o temprano, Anna también pero Phill... En él notaba una fe ciega sobre ese hecho, no lo dudaba ni por un segundo, ¿Por qué entonces él sí vacilaba? Emma estaba ahí en algún lado, esperando pacientemente por sus hermanos, sobreviviendo... ¿Realmente estaría viva?

– ¡Ahhh! –exclamó completamente harto de su vaga convicción. Despeinó su cabello y golpeó sus mejillas con las almas de sus manos–. ¡Es suficiente, Ray! Anna te golpearía si te viera en este estado tan deprimente.

Anna... ¿Qué debería hacer para remediar las cosas con ella? Su distanciamiento era cada vez más grande y sentía que sólo la estaba perdiendo. Él no quería perderla. Le había dicho a Gilda que Anna le parecía muy linda en ciertas ocasiones, sus palabras habían salido de su boca antes de siquiera poder haberse dado cuenta y en consecuencia su cara explotó justo como ahora. ¡Vaya palabras más inoportunas!

Pero al fin y al cabo eran ciertas, Anna se veía muy linda cuando se concentraba en aquello que amaba... ¿Lo vería a Natt tan atento como en aquellas veces?

Cachetazo por estúpido.

– ¡Ya basta, Ray! –se regañó a sí mismo con sus mejillas ahora más rojas que antes, consecuencia del auto-cachetazo–. Sinceramente, ¿Qué diablos está pasando conmigo? Como si de todos modos me importara que a Anna le guste Natt. Aunque nadie dijo que a ella le gustara él, sólo estoy paranoico. Don, eres un...

Y aun dormido, Don estornudó entre sueños.

De repente, Ray paró su andar y observó a su alrededor, ¿Dónde diablos estaba? No reconocía aquella parte del bosque y a juzgar por el canto de algunas aves ya estaría a punto de amanecer. Decidió caminar un poco más, en busca de algo que lo ayudara a orientarse en el lugar, hasta que se encontró en el borde de un precipicio.

– ¿Un... Muro? –se preguntó extrañado–. ¿Qué granja será esta?

Caminó bordeando el precipicio, de seguro habían dejado algunas cosas de los anteriores rescates, si buscaba bien tal vez hallaría el escondite de sus...

"...y del mal yo te protegeré siempre."

El pelinegro se escondió tan pronto escuchó esa voz.

"Y aunque promesas vacías me logren quemar

lo que más quiero es poderte cuidar."

Esa melodía le sonaba tan familiar... ¿Quién estaba cantando?

"Sé que el mundo es injusto y no puedo evitar

ese mal que de mí..."

– No puede ser... –murmuró con su rostro pálido y con su corazón estrujado–. ¿Emma? –sus piernas cedieron sobre sus rodillas y una lágrima traicionera cayó por su rostro.

.

.

.

Notas de autor:

Bueno, esta vez me fui con el tiempo jaja, lo siento. Pero hey! Aprobé mi examen :D jajajaja Espero que les haya gustado el cap, honestamente estaba casi todo listo a excepción del encuentro RayEmma y la revisión, pero sentía que no estaría completo sin esa escena final y me encapriché con querer agregarla. Espero que haya valido la pena (-w-)

Bueno... Sólo eso :3 Cuéntenme qué les pareció, qué no, si les gustó, si quieren tirarme tomatazos por algo... Y nos estamos leyendo en el siguiente cap O.-/

PD: Errores de redacción y/u ortografía, agradecería que me los hagan saber, hoy estoy detonada pero no quería dejar pasar otro día sin actualizar.

Carpe Diem!! O.-/

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top