Capítulo III
– No puedo ir al entrenamiento y lo saben –refunfuñó un pelinegro observando a sus compañeros con el ceño fruncido.
– ¡Oh, vamos! –exclamó Don incrédulo–. ¿De verdad le harás caso? Es un entrenamiento necesario para mantenernos en forma.
– Don tiene razón, Ray, a pesar del peligro nos ayuda a entrenar nuevas tácticas y mejorar nuestra velocidad.
– Lo sé, créeme que lo sé, Oliver –suspiró ofuscado–. Pero se lo prometí... Además me pidió que la ayudara con la enfermería.
– Todavía no entiendo cómo es que le haces caso.
– Tú cierra la boca, bien que todo esto sucedió por haberle contado a Gilda sobre nuestros entrenamientos.
– Oye, en mi defensa sabes que ella puede hacerte escupir hasta las travesuras que secretas de cuando éramos niños.
Ray reparó con muecas lo dicho por su amigo y luego lo golpeó en el hombro causando la risa de todos.
– Gillian puede convencerlas –soltó Zack desde el fondo.
– Ni hablar, no permitiré eso. La comerán viva en cuanto sepan que ella era parte de nuestros entrenamientos –refutó Oliver de inmediato.
– Bueno, preferible ella que nosotros... –murmuró Don.
Oliver y Zack lo abofetearon con la mirada.
– Ah, n-no... Me refiero a que es preferible que ella las enfrente por su carácter.
– De todos modos, no –insistió Oliver–. Además Gillian no es tonta, ella tampoco se atrevería a enfrentar a Anna y Gilda.
– Estás subestimándola –se escuchó una voz a sus espaldas.
Cuando todos voltearon y se encontraron con Nigel, vestido con sus ropas de entrenamiento habituales y sus armas, olvidaron por un momento el dilema que se les presentaba con las mujeres. Se acercaron alegres y más animados al saber que ya se sentía mucho mejor que en las semanas anteriores, las cosas no eran lo mismo sin todos los miembros del equipo.
– ¿Cómo te sientes, hermano? Ya comenzábamos a extrañarte –comentó Oliver palmeando su hombro.
– ¿Qué es eso que veo en tus ojos? ¿Estás llorando? –todos comenzaron a reír–. Cielos... Creo que me lesionaré más seguido.
– Ni siquiera bromees con eso, idiota.
Entre comentarios sobre su estado y las actualizaciones sobre la situación, terminaron por volver al mismo punto que los tenía preocupados, cómo convencerían a Gilda y Anna.
– Creo que Gillian puede convencerlas –propuso Nigel–. Además, entre chicas se entienden mejor. A ella la escucharán, a ustedes... No.
– Te golpearía por subestimarnos –comentó Don–, pero cuando tienes razón, tienes razón. Recuerdo cuando Gilda se enteró de los entrenamientos...
– Cuando "le contaste" sobre los entrenamientos –corrigió Ray.
–...puso el grito en el cielo y casi me tira con sus libros más grandes y pesados.
– Sí, es preferible que Gillian lo intente –recapacitó Zack luego de escuchar a su compañero–. Recuerdo que luego de una de nuestras misiones, Anna estaba vendando una de mis heridas mientras decía "Nada de esto hubiera ocurrido si hubieran seguido el plan de Sonya, pero me alegro de que estén bien". Luego de eso tuve que pedirle a Gillian que desajustara un poco las vendas porque mi pie estaba azul... No quiero imaginar lo que habría sucedido si lo que vendaba hubiera sido mi cuello.
Todos los presentes se imaginaron la situación y llevaron su mano a sus cuellos.
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– No voy a hacer eso. Están locos.
– ¡Pero te necesitamos! –rezongó Don.
– Mis heridas fueron delicadas pero gracias al cielo no afectaron mi cerebro. No enfrentaré a dos fieras vestidas de cordero.
– Gillian, tarde o temprano estarás bien por completo y también querrás volver al entrenamiento –intentó Zack sin éxito.
– En ese momento lo reconsideraré entonces.
– ¡Estás siendo injusta! –volvió a quejarse el primero.
– ¡No lo soy! Anna todavía se encarga de mis vendajes diarios, no quiero terminar como Zack aquella vez –recordó señalando al moreno.
Los hombres se miraron entre ellos, ya sabiéndose derrotados. Si Gillian insistía sobre su decisión nadie iba a hacerla cambiar de parecer, y vaya que tenían experiencia de sobra en ello.
– Seguro tú la convences –susurró Oliver a Nigel, quien se encontraba sólo escuchando desde atrás.
– ¿Yo? –preguntó él en el mismo tono.
– Oye, de todos modos tú fuiste el de la idea.
Nigel se sintió estafado por aquella declaración. No obstante, se adelantó entre sus compañeros hasta estar al lado de la cama de su amiga.
– Sé que tú puedes convencerlas –comenzó diciendo con tono tímido–. Ellas... Tienen un carácter algo intimidante pero creo que tú también eres así cuando te lo propones –la rubia lo observaba con sus ojos completamente abiertos y sus mejillas sonrosadas–. Ahh... Lo que quiero decir es que... Si tú quieres seguro que las convences sin que se enojen con nosotros.
– Está bien –respondió sin más retirando la manta que cubría sus piernas y tomando las muletas que descansaban a un lado de su cama.
Todos los demás abrieron la boca sorprendidos. ¿Cómo y por qué diablos Nigel había podido convencer tan fácilmente a la terca de Gillian?
Oliver se aguantó la risa al ver la cara sonrojada de su pequeña amiga, mataría por tener una cámara fotográfica para momentos como ese. No suficiente con eso, Nigel se encontraba en el mismo estado que ella, pero ninguno de los dos se daba cuenta de lo que causaba en el otro. ¡Vaya par de ciegos!
Una vez en la enfermería, tuvieron la suerte, o desgracia, de encontrar a ambas mujeres juntas. La tensión se palpaba en el aire cuando de repente se vieron todos amontonados en la pequeña oficina de Anna.
– ¿Y bien? ¿Sucede algo malo? –preguntó Gilda observando a todos con curiosidad–. ¿Por qué querían hablar con nosotras dos juntas?
El silencio reinó por unos segundos. Don empujó a Gillian por la espalda y esta se giró mirando mal a todos, sólo por si acaso. Volviendo su vista al frente, tragó en seco y respiró profundo. Más les valía a esos idiotas cumplir con el trato y traerles la nueva arma que les encargó.
– Ahh... B-bueno... Yo-Nosotros –se corrigió de inmediato–. Nosotros creíamos que... Sería bueno hablar con ustedes sobre un asunto un tanto... delicado, que en realidad es algo beneficioso para todos. A largo plazo. Tal vez. O tal vez no.
Un carraspeo bastante sonoro se escuchó detrás de ella, dejándole saber que sólo empeoraba la situación. Gillian frunció los labios y miró fijamente a Anna, quien le devolvía una mirada confundida, y sólo rogó porque no la asfixiara con el próximo vendaje que le hiciera. "Juro que me las pagarán caro, imbéciles".
– Los chicos quieren salir a entrenar en el bosque mayor de los demonios.
Gilda y Anna abrieron de par en par sus ojos y dirigieron su vista de inmediato hacia los mencionados.
Don y Ray golpearon sus frentes con la palma de sus manos. Para eso mejor les hubieran dicho ellos y habrían obtenido la misma reacción.
– Definitivamente no –respondieron al unísono.
– Bueno, lo intenté –soltó Gillian fácilmente derrotada.
– ¡¿QUÉ?! –exclamaron los hombres.
– Esa debería ser nuestra línea –comenzó Gilda–. ¿Cómo si quiera pueden pedir algo como eso? ¿Saben el peligro que significa ir a ese lugar sólo para entrenar? No, mejor dicho, SABEN el peligro que significa ir a ese lugar sólo para entrenar.
– Gilda tiene razón. Thoma y Lannion se arriesgan casi todos los días yendo a por comida, e incluso así tratan de no ser vistos por ningún monstruo para evitarse el peligro innecesario, ¿y ustedes quieren ir para enfrentarlos directamente? ¿Porque sí? –Anna los observaba con su ceño fruncido y pose de madre enfadada.
– Anna, no entiendes, no es porque sí...
– Tú cállate, Don. Creí que habías entendido cuando me prometiste que ya no harían esos entrenamientos –interrumpió la peliverde apuntando con su dedo acusador.
Todos dirigieron su vista hacia Don. ¿Prometer qué cosa?
– Gilda, Anna –intervino Ray tratando de apaciguar las cosas–. No es cualquier cosa, es entrenamiento serio, nos ayuda a perfeccionar nuestras tácticas y movimientos. Si no enfrentamos a verdaderos demonios ¿Cómo sabremos que estamos listos para la siguiente misión?
– No se trata de eso, Ray –refutó la rubia–. Ya encontraba extraño que en esas misiones de reconocimiento siempre volvieran lastimados y hasta con lesiones graves como esguinces o desgarros. Cuando Gilda me contó que esas misiones eran en realidad enfrentamientos directos con demonios de bajo grado, entendí por qué se rehúsan tanto a llevar a Ross o a Natt, o siquiera a Yvette. ¿Esa es la razón por la que no aceptan a mujeres en sus "misiones de reconocimiento"?
– ¿De qué hablas? Yo era parte de esos entrenamientos y la verdad es que sí son de mucha ayuda a la hora de las batallas verdaderas –comentó Gillian con total honestidad.
– ¡¿QUE TÚ QUÉ?! –exclamaron ambas al unísono por segunda vez.
– Nunca mencionaste que Gillian era parte de sus absurdos entrenamientos, Don –analizó Gilda observándolo con mirada sombría y aterradora.
– A-ah, ja, ja, ja... ¿N-no lo hice? Q-qué curioso, hubiera jurado que sí. ¡Qué torpe! –se excusó el moreno sudando la gota gorda.
Por un par de largos segundos el ambiente se volvió silencioso y muy tenso. Nadie quería decir nada, o tal vez no sabían qué decir para arreglar la situación.
– No me parece una buena idea que vayan, y estoy segura de que Gilda piensa lo mismo –insistió Anna siendo secundada por la peliverde–. Pero al fin y al cabo ustedes ya sabían que nosotras nos opondríamos, por eso hasta hoy sólo escondieron el hecho de que de todos modos lo hacían. Lo que no entiendo es por qué de repente ahora tuvieron la necesidad y consideración de contárnoslo y hasta pedir consentimiento.
– Es que Ray no quería traicionar tu confianza ni cancelar la cita que tenían –se sinceró Don.
– ¿Cuál cita, idiota? Les dije que se trataba de cosas de la enfermería –se excusó Ray de inmediato.
– No quita el hecho de que no querías traicionar su confianza –insistió Oliver al ver que las palabras del moreno habían tocado a la rubia–. Ray se opuso a la invitación por más que le insistimos que nos acompañara. Es cierto que estuvo mal no haberles contado nada de todo esto antes, y creo que todos nos arrepentimos de haberlas engañado en cierto punto, incluso si sólo queríamos evitarles la preocupación. Pero Ray respeta tus decisiones y ya no quería engañarte.
– N-ni a Gilda... O al resto de nuestra familia –completó Ray algo avergonzado por las palabras del peliblanco.
Anna desvió la mirada contrariada por la situación, pues estaba molesta por lo que esos tontos querían hacer, pero se sentía lindo saber que Ray apreciaba más su amistad y confianza que el estúpido entrenamiento suicida.
– Además... –continuó Oliver ahora dirigiéndose a Gilda–. Don también se sintió mal al saber que si lo hacíamos de esta manera te estaría engañando y faltando a la promesa que te hizo –sonrió levemente al notar que causó el efecto deseado–. Realmente estos chicos no quieren que ustedes estén molestas con ellos. Así que accedimos a sus ruegos...
– Tampoco te pases –advirtió Ray.
–...y decidimos venir a hablar con ambas –finalizó sonriendo como todo un buen vendedor.
– Si les sirve de garantía –interrumpió Sonya habiendo escuchado todo desde la puerta abierta–. Los chicos de Goldy Pond vivimos parte de nuestras vidas luchando contra demonios de alto grado de intelecto, y no por entrenamiento sino por sobrevivir. Sé que ya no vivimos en la misma situación pero aún tenemos que sobrevivir en este mundo y nos hemos cargado la responsabilidad de liberar a tantos niños como podamos, entrenar no es una opción sino un deber –las otras dos mujeres no pudieron oponerse a tan buen argumento, sin embargo seguían teniendo sus dudas–. Nunca olviden que Emma también fue parte de la resistencia de Goldy Pond, así que estoy segura de que ella estaría a favor de esta idea, incluso aunque sea tan peligrosa.
Tocar el recuerdo de Emma era una fibra sensible para todos. Recordarla como la hermana mayor valiente y positiva que era, les hacía recapacitar sobre cualquier decisión difícil de tomar, pensando en cómo ella lo hubiera resuelto. Y definitivamente, Emma no habría apoyado una idea así, Emma habría sido la de la idea.
– Por último, confío en que no son tan estúpidos como para dejar que esos entrenamientos se les vaya de las manos, y si en todo caso, algo así sucediera Ray y Oliver tomarán la responsabilidad.
Los susodichos se sobresaltaron ante la responsabilidad puesta sobre sus hombros de manera tan repentina. No obstante, cuando Sonya los miró esperando sus respuestas, ambos tragaron en seco, cambiaron sus expresiones a unas más decididas y asintieron llenos de confianza. Después de todo ya habían asumido la responsabilidad desde el primer momento.
– Sigo creyendo que es una locura, que son como un escuadrón suicida y que claramente tienen dos líderes expertos en el tema –comentó Gilda con los brazos cruzados y el ceño fruncido–. Pero... –cerró los ojos y respiró profundamente antes de obligarse a decir lo siguiente–, sé que Emma habría estado cien por ciento de acuerdo con esto del entrenamiento. Lo que es más, ella habría sido la de la idea –todos allí sonrieron con nostalgia–. Así que por mí hagan lo que quieran, pero por favor cuídense y no hagan locuras que los lleve al borde de un precipicio –pidió con sincera preocupación.
– Si por un pelo no se mueren por estar haciendo tonterías, créanme que de todos modos ya estarán muertos –comentó Anna con su sonrisa pacífica e inocente.
Todos los presentes sintieron el frío correr por su cuerpo. Siete años eran suficientes para cambiar radicalmente a una persona, y Anna era la prueba fehaciente de ello.
Cuando por fin todo estuvo aclarado, Gillian y los demás comenzaron a retirarse. Ray, por el contrario, se acercó a sus dos hermanas prometiéndoles que nada malo ocurriría, les sonrió lleno de confianza y finalmente también se retiró.
– Gracias por el voto de confianza, Sonya –dijo Oliver acercándosele por detrás.
La mencionada se dio vuelta y lo miró con su ceño fruncido, algo tan poco usual en ella que, por el contrario, la mayoría de las veces se mostraba impasible.
– No pondría las manos en el fuego por algo que sé que no vale la pena, así que no te atrevas a perder a ninguno. Retírense apenas vean que la situación se les va de las manos –le dijo en voz baja pero lo suficientemente audible como para que el peliblanco escuchara–. Y ni se te ocurra hacerte el héroe del grupo, porque si te pierdes o te capturan, créeme que yo misma te buscaré para patearte el trasero.
Oliver se quedó petrificado ante semejante amenaza. ¿Gilda?, ¿Anna? No, señores, nadie daba más miedo que Sonya. Tenía pruebas de antaño y ninguna duda. Asintió repetidas veces mientras daba unos pasos atrás para alejarse.
Una vez estuvieron listos para irse, las mujeres se juntaron en la entrada del refugio para despedirlos.
– ¡Cuídense! –exclamó Gilda agitando su mano en señal de despedida.
Don realizó el mismo gesto sonriéndole con todos sus dientes. Ray sólo levantó su mano y sonrió de lado, y mientras tanto, Oliver observó a Sonya amagar un saludo antes de darse la vuelta y finalmente retirarse. Sonrió animado al saber que su amiga no era tan estructurada como muchos pensaban, sólo un poco orgullosa.
– Creí que insistirías en ir con ellos –soltó Sonya a la rubia que observaba todo desde adentro.
– Sólo sería un estorbo. Aún no estoy completamente recuperada.
– Vaya sorpresa... la Gillian de Goldy Pond habría hasta insultado por volver cuanto antes a la acción.
Gillian rió con nostalgia al recordar viejos tiempos.
– Sí, bueno... Las cosas cambian cuando te das cuenta de que sí tienes cosas que perder –confesó volviendo su vista al grupo que se alejaba cada vez más y más.
– Y... con cosas te refieres a Nigel, supongo.
Al instante el rubor cubrió sus mejillas y su corazón se aceleró de más.
– ¡M-me refiero a todos! –exclamó con nervios–. A pesar de ser un entrenamiento sigue siendo un enfrentamiento real contra demonios –se tomó unos segundos antes de decir lo siguiente–. Pero... En realidad, sí me refiero especialmente a Nigel –Sonya sonrió disimuladamente–. La última vez no se lo pensó dos veces antes de saltar sobre mí para protegerme de aquel monstruo... Y sé que todavía no está al 100% de sus capacidades físicas. Si insisto en ir con ellos y aceptan, jamás me perdonaría que por mi culpa Nigel... O-o c-cualquiera de los demás –se corrigió de inmediato–, se pusieran en peligro por mi culpa. Y menos que estuvieran al borde de la muerte por mis caprichos.
– No fue tu culpa lo que pasó aquella vez.
– Ay, por favor. Tú ya no puedes correr y casi quedas ciega por la granada de luz, ni siquiera tienes una buena vista para funcionar como francotiradora. Todo por salvarnos a Nigel y a mí... Todo porque quise enfrentarme sola a ese monstruo, y en consecuencia sólo conseguí que me lastimaran a muerte al igual que a Nigel, y retrasé la misión.
– Oh, sí... Casi no salimos vivos de eso –recordó la peliazul con franqueza.
Gillian la miró con los ojos entrecerrados, vaya cínica.
– Pero en definitiva, estamos vivos. Nigel volvió a los entrenamientos y a ti no te falta mucho. Por mí no debes preocuparte, de todos modos me estaba cansando de ser parte de esas misiones suicidas. No salí de Goldy Pond sólo para seguir tentando mi suerte –sonrió de lado mirándola directamente–. Me gusta estar aquí y ayudar a Anna y Gilda en lo que pueda. Además me da tiempo para pensar nuevos planes y movimientos. Me siento mejor como estratega a la distancia –confesó sin pizca de engaño, logrando hacer sonreír a su amiga.
– Gracias, Sonya. Me siento un poco mejor... Supongo –agregó lo último pensando mejor sus palabras–. Prometo ser más prudente y obediente de ahora en adelante.
– Me parece perfecto. No queremos un romance trágico en el grupo. Es preferible que por lo menos se confiesen el uno al otro antes de intentar morirse, par de locos.
– ¡¿E-ehh?!
Dicho lo último se retiró sin decir más nada. No era necesario, ambas sabían a quién se refería. Gillian giró sobre sus pies y caminó a paso rápido hacia su habitación.
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Una vez llegados al lugar de siempre comenzaron con su rutina. Debían confesar que se sentía bien hacer eso sin la culpa de tener que escondérselo al resto, Don y Ray definitivamente se veían muy animados.
– ¿Qué pasa Don? Yo soy el que estuvo un tiempo sin misiones ni entrenamiento –provocó Nigel con burla.
– Ya verás la diferencia –respondió el moreno sonriendo de lado.
Durante dos horas se dedicaron a la lucha cuerpo a cuerpo, pues no era suficiente con derrotar a los demonios. Las Madres y Hermanas eran mujeres sumamente fuertes e inteligentes, así que en más de una ocasión se vieron acorralados por ellas. Debían estar preparados para todo.
– ¡Abajo! –exclamó Oliver.
De inmediato corrieron a esconderse entre los arbustos. Un demonio de grandes dimensiones había sido atraído por el olor de todos ellos.
– Justo a tiempo –susurró Zack luego de creer que deberían buscarlos por su cuenta–. Yo puedo con...
De repente, Nigel apareció por arriba del monstruo apuntando directamente sobre su núcleo. Nadie se dio cuenta del momento en el que él se había subido al árbol, habiendo antes secuestrado una de las armas que estaban peligrosamente cerca del demonio. Era justo por eso que Nigel era uno de los mejores hombres del equipo, sigiloso, rápido y temerario.
Tan pronto como el demonio se dio cuenta de él, el castaño disparó directo al centro de su rostro. La bestia se sacudió en su lugar, chillando del dolor y la desesperación, pero luego de unos segundos cayó en seco al piso y finalmente dejó de moverse.
– No es justo, lo tenía controlado –se quejó Zack saliendo de su escondite.
– Pues entonces controla lo que se viene, amigo –comentó el otro con simpleza.
El resto se apresuró a tomar sus armas, pues a lo lejos se escuchaban aullidos y pisadas que se acercaban. Definitivamente este sería un arduo entrenamiento.
Les tomó un tiempo deshacerse de todos ellos, eran como cinco bestias que se presentaron en grupo y al parecer todavía conservaban un poco de razonamiento. Ray había recibido una herida profunda a un lado de su abdomen por salvar a Zack de ser atrapado, así que Don se apresuraba en sacar el bolso con todos los elementos de primeros auxilios que Anna había preparado para ellos.
– Resiste, amigo, no es tan grave como parece –animó Oliver al ver cómo aguantaba sus ganas de gritar y maldecir.
– Tranquilo, es el mismo que iba a probar cuán resistente al fuego era cuando sólo tenía doce años, esto debe generarle cosquillas nada más –comentó Don tratando de amenizar el ambiente.
– Yerba mala nunca muere –agregó Zack.
– Sólo piensa que si tú mueres las mujeres nos matan a nosotros –finalizó Nigel.
El pelinegro quiso reír pero la contracción de sus músculos generó mayor dolor, por lo que sólo se limitó a sonreír de lado.
– Vaya forma que tienen... de infundir ánimos –dijo con dificultad–. Pero preferiría no morir para evitar que Anna me reviva y me mate otra vez.
Todos rieron por su comentario. Por supuesto que las mujeres eran lo más aterrador luego de salir lastimados de un enfrentamiento.
Entre tantos comentarios graciosos que los ayudaba a calmarse, Oliver creyó sentir ruidos sospechosos, así que se separó del grupo y decidió rondar los alrededores, sólo por si acaso.
– ¿Tú también lo sentiste? –habló Nigel acercándose con su arma en mano.
– No estoy seguro pero prefiero dar una vuelta mientras Don y Zack se ocupan de Ray.
– Ve por ese lado, yo iré por este –aconsejó el castaño marchándose a paso rápido pero sigiloso.
– ¡DON, ZACK, ALÉJENSE! –gritó Ray al ver dos demonios de forma humanoide acercárseles por la espalda.
Empujó a uno con una mano y otro con su pie, de manera que el golpe que una de esas bestias dio con un pedazo de tranco recayó en el lado ya lesionado de su abdomen.
– Mal...dición –alcanzó a decir con pocas fuerzas antes de comenzar a toser sangre.
Probablemente ahora no sólo era esa herida.
– ¡RAY!
– ¡DON CORRE! –exclamó el otro moreno a la par que luchaba con el otro demonio.
– ¿Qué...?
Bajando la guardia y creyendo que sólo se trataba de dos demonios, Don no se percató de que otro monstruo alzaba un tronco sobre su cabeza, y para cuando lo hizo ya era tarde.
– ¡¡DON!! –exclamaron Ray y Zack al unísono, no obstante, el gigante de tres ojos tomó al moreno y lo enganchó como una bolsa de patatas sobre su hombro.
– Ya lo tengo, vámonos –habló a sus compañeros.
– ¿Y si nos llevamos a éste también? –preguntó el que se encontraba frente a Ray.
– Está perdiendo sangre, no nos servirá. Debemos volver ahora –ordenó dándose la vuelta y yéndose a paso rápido.
– ¡Zack! –vociferó el pelinegro al ver que el demonio que luchaba contra su amigo lo había noqueado.
– Ojalá pudiéramos comerlos a ustedes también... ¡Qué va! Prioridades son prioridades.
Dicho lo último, se fue junto al otro demonio por el mismo camino que el que se llevó a Don.
– Maldición... Maldición, maldición, ¡MALDICIÓN! –gritó Ray al verse solo en esa situación–. ¡NIGEL! ¡OLIVER! –los llamó desesperado al notar que no volvían.
Intentó ponerse de pie, pero tan pronto como hizo el esfuerzo, cayó al suelo tosiendo sangre. No era una cantidad verdaderamente alarmante pero sí estaba seguro de que las heridas eran graves.
– ¡Ray! –exclamó Nigel llegando junto a él luego de arrastrar a un inconsciente Oliver.
– ¿Qué diablos pasó?
– Nos emboscaron. No pudimos venir a por ustedes porque dos demonios nos mantuvieron ocupados. Logramos matar a ambos, pero Oliver fue golpeado en la cabeza y no puedo despertarlo.
– ¿Respira?
– Sí, es sólo que la contusión fue demasiado... ¿Zack? ¡Zack! –tan pronto lo vio dejó a Oliver recostado cerca de Ray y se apresuró a llegar donde su otro amigo.
– Un demonio golpeó directo en su nuca. Sólo dime que respira, no puedo levantarme de este maldito lugar.
– Respira, sólo está inconsciente.
El pelinegro suspiró aliviado y volvió su vista hacia Oliver. ¿Cómo había dejado que todo esto ocurriera? Y ahora Don...
– ¡Don! ¡Nigel, debes buscar a Don! – expresó con desesperación intentando moverse sin éxito.
– ¿Qué? ¿Hacia dónde? –tan pronto tuvo la referencia salió corriendo en dirección a esas bestias.
Cuando Oliver y Zack despertaron y fueron puestos al tanto, decidieron que el primero fuera detrás de Nigel, mientras que el otro ayudaba a Ray.
Tres horas buscando y no encontraron nada.
Era hora de volver al refugio.
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Al llegar, Gillian era la única que se encontraba en la entrada. Se apresuró en buscar a Anna tan pronto como vio a los cuatro hombres heridos, y en cuanto ésta llegó acompañada de una muy preocupada Gilda, todos supieron que sufrirían dos pérdidas en el día.
– ¿Qué...? –comenzó la rubia sin saber bien qué preguntar.
– ¿Y Don? –preguntó la peliverde sin dejar de mirar hacia todos lados–. Ray, Oliver, ¿Dónde está Don?
Ambos chicos se miraron entre sí sin conseguir las palabras adecuadas.
– Nos emboscaron y... se llevaron a Don, Gilda –dijo Ray con una voz quebrada e impotente.
La peliverde se llevó ambas manos a la boca, negando repetidamente sin poder creer lo que había escuchado. Anna palideció y se acercó rápidamente a su amiga.
– ¿Y por qué no lo buscaron? ¿Por qué han vuelto sin él? –indagó con un hilo de voz, sus ojos llenándose de lágrimas y su cuerpo temblando por la importancia.
– Lo hicimos, te prometo que lo buscamos cuanto pudimos... Pero por alguna razón no hay rastros de él.
– ¿Se...Se lo llevaron?
– Sí –respondió luego de un par de segundos.
Gilda cayó de rodillas, llorando desconsolada pese a que Anna intentaba reconfortarla. Los hombres frente a ella desviaron la mirada al sentir todo lo que la chica sentía. Gilda se abrazaba a sí misma, apoyando su frente en el hombro de su amiga. Anna sólo podía abrazarla y llorar junto a ella, no tenía nada que decir, pues estaba completamente pasmada ante la situación.
Yvette y Jemima llegaron para ayudar tan pronto Sonya las llamó. Al ver a su hermana en semejante situación ambas se miraron confundidas y asustadas, sin embargo se apresuraron a llegar junto a ella para abrazarla y consolarla. Anna les pidió que se la llevaran a su habitación y que no se despegaran de su lado hasta que ella se desocupara. Las dos chicas asintieron sin hacer preguntas, llevándose a Gilda tal como les habían pedido.
Anna revisó rápidamente a Zack, Oliver y Nigel, dándoles órdenes sobre cómo proceder a Sonya y Paula. Luego, se acercó a Ray y observó sus heridas.
– Tú eres el que peor se encuentra. Tú vienes conmigo –le dijo Anna a Ray sin mirarlo a los ojos.
Estaba decepcionada y triste. Podía notarlo.
Él apretó los dientes con todas sus fuerzas. Otra vez. Otra vez le había fallado a su familia. Otra vez había perdido a otro hermano.
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Luego de que Sonya terminó de colocarle el vendaje en la cabeza a Oliver, le pidió a Paula que fuera a ayudar en la cocina apenas terminara con Zack y se dispuso a irse.
– Puedes gritarme si quieres –dijo Oliver aun mirando el suelo.
– ¿Si quiera es necesario que lo haga? –cuestionó sin mirarlo.
– Sé que estás enojada conmigo.
– No tienes idea de cómo me siento, Oliver.
Los otros dos tragaron grueso al escuchar el tono en el que dijo aquello.
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Esa noche, Anna volvió a la enfermería para llevarle la cena a Ray y revisar sus heridas por última vez antes de dormir. Gilda había estado llorando hasta quedarse dormida, sólo entonces decidió dejarla sola, pero le preocupaba demasiado, por eso luego de cumplir sus deberes volvería para dormir junto a ella.
– ¿Puedes escucharme? –preguntó Ray de repente. Ella tan sólo lo ignoró–. No sabíamos lo que pasaría, esos demonios nos emboscaron. Quise ayudarlos pero ya estaba herido, no pude hacer nada... Anna, por favor... –pidió al ver que seguía sin prestarle atención.
– Sabía que no debía dejarte ir –dijo finalmente–. Gilda y yo lo sabíamos, que algo iba a pasar. Gilda tuvo ese presentimiento toda la tarde, e intentamos minimizarlo con Sherry y Jemima, ¡Sólo para que al final pasara todo lo que ella presentía!
– Entiendo, pero no fue nuestra culpa. ¡No sabíamos que esos monstruos estarían ahí!
– ¡Sabían que era peligroso ir allí sólo para enfrentarse porque sí con los demonios! Lo sabían, Ray, y aun así decidieron ir. Gilda está devastada, ¿Tienes idea de cuánto me ha costado tranquilizarla? Se ha dormido luego de perder las fuerzas de tanto llorar. Haberlos dejado ir fue un error de parte de todas nosotras, y por culpa de eso ahora Don podría estar...
– Lo encontraré. Voy a encontrarlo –dijo decididamente tratando de levantarse.
– No, tú te quedas.
– Claro que no lo haré.
– ¡Sí, claro que lo harás! –vociferó pateando el suelo con fuerza, logrando asustar al pelinegro por su reacción–. ¿Por qué insistes tanto en hacerte el héroe cuando sabes que no puedes hacer nada en estas condiciones? ¿Por qué siempre debe ser a tu manera y no escuchas a nadie? –atacó ya no pudiendo contener sus lágrimas–. Hiciste lo mismo cuando se llevaron a Emma y al final casi te perdemos a ti también porque tus heridas estaban infectadas. Te escapaste y sólo te encontramos cuatro días después porque estabas al límite de tus fuerzas. ¿Quieres que suceda lo mismo ahora? Esa vez fue suerte que no te hayan encontrado primero los demonios, o peor, los Ratri.
Ray sólo agachó la cabeza y apretó fuerte sus dientes. Aquella vez lastimó a toda su familia por segunda vez. La primera vez fue dejando que se llevaran a Emma, Don le había contado que el refugio parecía un velorio, y luego él decidió ir en busca de su hermana sin importar el estado en el que se encontraba. Sólo tardó dos días en caer rendido al pie de un árbol gigante, las heridas de las balas que Anna había logrado sacar de su hombro se infectaron y no tenía manera de limpiarlas. Justo cuando creyó que moriría solo y sin siquiera haber podido encontrar a Emma, sus amigos lo encontraron dos días más tarde. Esa fue la primera vez que vio a Anna tan enojada como ahora.
– A menos que quieras que te aplique un somnífero te quedarás allí recostado sin hacer nada. Sonya dijo que en cuanto el equipo Lambda vuelva de su viaje ellos se encargarán.
– No sabemos cuándo volverán. Esos tipos hacen lo que quieren cuando quieren.
– No tenemos más opción. Ustedes ya han hecho suficiente, Ray –respondió tajante, dejándole la bandeja de comida en su regazo y retirándose sin más nada que decir.
¿El equipo Lambda? Esos imbéciles ni siquiera de relacionaban con ellos. Hacían y deshacían a su manera, yendo y viniendo cuando les daba en gana y sin dar explicaciones de ningún tipo a nadie. Nunca sabían nada sobre sus viajes, ellos llegaban un día pasando tan desapercibidos como un grupo de fantasmas y luego se volvían a ir por quién sabe cuánto tiempo. No eran de confianza...
Pero tampoco tenían muchas opciones teniendo en cuenta que el resto de su equipo estaba herido.
En tanto pensaba qué hacer, alguien llamó a la puerta, y cuando él autorizó su entrada, pudo ver a Phil con su tan característica sonrisa.
– ¡Phil! ¿Cómo estás? –preguntó, alegrándose de verlo.
– Eso debería preguntar yo, ¿no crees? –respondió sin perder su semblante–. He escuchado que las cosas están algo tensas por aquí.
– No están sólo "tensas"... No sé qué tanto hayas escuchado pero si las chicas han decidido no decir nada aún preferiría que así se quedara. He hecho demasiadas cosas mal ya.
– Puedes contarme si al final tarde o temprano lo sabré. Se nota en tu cara que necesitas descargar lo que guardas.
Ray observó a su hermano. ¿En qué momento había crecido tanto? Phil ya no era el niño pequeño de hace tiempo, con sus casi trece años ya había crecido bastante en estatura y su cabello no se había quedado atrás. Sin embargo, algo que no cambiaba era su sonrisa gentil y alegre, su mirada tan observadora pero relajada parecía ver muy profundo dentro de uno, y te invitaba a hablar de lo que fuera sin preocuparte de ser juzgado. Así era Phil, tan parecido a Emma en ese aspecto...
– Bueno... –comenzó Ray sin saber muy bien cómo explicarse–. Hoy estuvimos entrenando con Don, Oliver, Zack y Nigel en el bosque mayor de los demonios –se detuvo un segundo esperando ver la reacción de su hermano, pero al no obtener ninguna en particular continuó–, y nos enfrentamos a varios demonios. Sin embargo... Nos emboscaron... Y se llevaron a Don.
– ¿Y qué hicieron? –preguntó el pequeño al notar que Ray ya no hablaría si no preguntaba.
– Lo buscamos durante horas sin resultado alguno. Gilda ha quedado devastada con la noticia, Anna probablemente me odia al igual que Sonya y el resto, y ¿sabes? Creo que en definitiva me lo merezco por insistir junto a los demás chicos que entrenar de esa manera era lo mejor. Por mi culpa Don ahora está...
– ¿Muerto? –preguntó Phil con simpleza. Ray tragó en seco y asintió.
Estaba listo para ser odiado por su pequeño hermano también.
– ¿Tú crees que Don está muerto? –preguntó de repente, sorprendiendo a su hermano mayor, y al no obtener respuesta insistió–. Dime Ray, ¿Tú crees que Don podría morir tan fácilmente?
– Si lo pones de esa manera, es difícil de creer.
Ambos rieron al imaginarse a Don regañándolos por subestimarlo.
– Yo estoy convencido de que él no está muerto. También estoy seguro de que no morirá.
– ¿Y cómo estás tan seguro?
– Bueno, Don sobrevivió todos estos años junto a ustedes, escapando y luchando contra cientos de demonios. Además, él es mi hermano –respondió con calma y una sonrisa tan característica en él.
Ray sonrió más animado. Esa era otra de las cosas que le hacían acordar de Emma, cuando Phil se comportaba positivo y confiado. Esos dos sí que tenían una conexión. Emma...
– ¡Phil! –lo llamó antes de que le moreno se retirara–. ¿Tú... Crees que algún día encontraremos a Emma? –preguntó con recelo.
El chico lo miró extrañado ante semejante pregunta. Ladeó su cabeza y elevó una ceja.
– ¿Por qué? ¿Acaso tú no? –preguntó todavía calmado.
Ray abrió la boca queriendo decir algo, mas nada salió de ella, y tan sólo suspiró. Phil volvió a sonreír, se despidió de su hermano mayor y silbando una melodía inventada se fue por el mismo lugar donde vino.
"¿Acaso tú no lo crees, Ray?" Quedó flotando esa incógnita en su cabeza.
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No necesitó pensarlo mucho después de que Phil se fue. Aceptaría el odio de Anna por irse otra vez, también el de Gilda, en el peor de los casos, pero se rehusaba a quedarse de brazos cruzados hasta que el estúpido equipo Lambda decidiera aparecer.
Se vistió con su uniforme y tomó sus cosas. Pasando frente a la puerta de la habitación de Gilda se detuvo unos segundos pero luego continuó. Encontraría a Don aun si debía desaparecer semanas. Esta vez no sería igual que hacía siete años.
Gilda lo sorprendió esperándolo en la entrada del refugio.
– Iré contigo –dijo sin más tomando una mochila, y su equipo de arco y flechas.
– Gilda... No creo que sea...
– Tú y los demás perdieron a Don en un estúpido entrenamiento que yo tanto le insistí a él que dejaran porque era peligroso. Estás lastimado y sinceramente han perdido gran parte de mi confianza, así que no me importa lo que creas, Ray, iré contigo y traeré yo misma a ese estúpido de Don.
Tras escucharla hablar tan enojada y decidida Ray tragó en seco y prefirió ya no hacer más preguntas o comentarios al respecto.
Cuando por fin llegaron al lugar donde lo vieron por última vez, Gilda le ordenó que le contara a detalle qué es lo que había sucedido. Luego de escucharlo sin emitir palabra, se dedicó a observar todo el lugar a detalle, alumbró cada rincón con paciencia y sin dirigirle ni una mirada al pelinegro.
– Gilda... Ya han pasado dos horas –comentó Ray un poco dubitativo.
– ¿Y? –preguntó ella tajante.
– Tal vez deberías volver antes de que Anna se dé cuenta de que te fuiste. Yo puedo...
– Anna ya debe saberlo, seguro, pero le dejé una nota diciéndole que no me busque ni haga un alboroto –respondió todavía sin mirarlo y con voz monótona.
Ray sólo asintió frunciendo los labios, comprendiendo de sobremanera que Gilda no quería ni escucharlo respirar cerca. Durante la siguiente media hora continuaron su búsqueda por separado, sin dirigirse la palabra ni la mirada, y cada vez que se topaban el pelinegro se disculpaba y se alejaba de inmediato.
– ¡Ray, mira esto! –llamó de repente, agachada en un rincón y alumbrando un punto en específico.
Cuando el pelinegro se acercó y alumbró se dio cuenta de que se refería a una pequeña mancha de sangre que estaba escondida entre algunas plantas del lugar. Gilda se levantó y comenzó a alumbrar el suelo en busca de más manchas, encontrándolas.
– ¿Lastimaron a alguno de los demonios que se llevaron a Don?
– Sí, ahora que lo recuerdo Zack logró lastimar el brazo de uno de ellos antes de que lo dejaran inconsciente.
– Bien, entonces asumo que este rastro es de ese monstruo.
– Tal vez pero no podemos estar seguros.
– Es mejor que nada –finalizó Gilda continuando su camino.
Ray la siguió sin chistar, de repente Gilda ya no era Gilda, y su semblante frío y distante lo asustaba.
Luego de ser guiados hasta una cueva escondida, ambos se acercaron a hurtadillas observando el interior iluminado. Dos demonios se encontraban de espaldas en el fondo, mientras que Don trataba de zafarse de las ataduras que aprisionaban sus manos.
– ¡Don! –exclamó Gilda entre susurros.
– Gilda, entiendo que estés enojada conmigo, y lo entiendo, pero necesito que me escuches y hagas lo que...
En cuanto se quiso dar cuenta ella ya estaba corriendo de frente hacia la cueva. Ray chasqueó la lengua y suspiró hastiado.
Gilda irrumpió en la cueva sin importarle nada, apuntando con su arco y flecha a cualquiera de los dos demonios.
– Aléjense de él o voy a disparar y juro que no fallaré –alegó con total calma y un rostro decido.
Ray se apresuró a llegar a su lado para apuntarlos con su rifle. No sabía qué le daba más miedo, si la amenaza de su hermana o que aquellos monstruos estuvieran tan cerca y ni siquiera supieran si había más escondidos.
En cuanto lo dos demonios se dieron la vuelta, observaron que un bulto inmóvil se encontraba detrás de ellos. Ray aferró su agarre al arma, sin embargo no fue necesaria la violencia, ya que los dos demonios se miraron entre ellos y agacharon la cabeza, haciendo señas de que se retiraran mientras volvían a poner toda su atención al bulto que escondían.
Gilda frunció el ceño pero no bajó la guardia, mientras continuaba apuntándolos con su flecha ordenó a Ray que desatara a Don y así podrían largarse. El aludido bajó su arma y la miró confundido, se suponía que esa era su frase.
– ¡RAY!
– ¡S-sí! –obedeció de inmediato.
Una vez fuera, los tres se alejaron corriendo del lugar hasta que sus pies y sus pulmones no dieron más. Se arrojaron al césped un rato y respiraron a bocanadas para poder calmarse.
– Gilda, Ray... Gracias.
– ¿Q-qué... Qué diablos fue eso? –preguntó el pelinegro confundido.
– Suerte –respondió todavía tratando de recuperar el aire–. La involución de su madre se completó justo antes de que llegáramos, así que tuvieron que sacrificarla. Supongo que ya no les importaba nada para cuando ustedes llegaron. Creo que realmente respetaban a su madre –dijo lo último sintiendo un poco de empatía.
– Como sea, es un alivio que te hayamos podido encontrar, amigo.
– ¿"Hayamos"? –preguntó Gilda entrecerrando los ojos y mirándolo con su ceño fruncido nuevamente–. ¡Que no se te olvide que si fuera por ustedes quién sabe lo que le podría haber pasado! ¡Son unos irresponsables! ¡Unos necios! Creen que porque son los encargados de librar las batallas en las granjas pueden con todo, y lo cierto es que nunca estamos del todo a salvó en esas misiones. ¡Son literalmente misiones suicidas! Pero que los demás estemos de acuerdo con ponernos y ponerlos a ustedes, principalmente, en riesgo para salvar a tantos niños ganado como podamos no significa que estemos también a favor de que se pongan en peligro cada vez que quieran sólo por el estúpido capricho de querer competir en fuerza. ¡Son unos idiotas! –exclamó Gilda golpeando sus muslos con fuerza.
– Gilda, yo lo...
– ¡Y tú! –señaló a Don con su mejor cara de asesina serial–. A ti no te quiero escuchar hablar, ni ahora ni nunca. ¿No te lo dije? Te dije que esto podría acabar así, te dije que uno de ustedes podría morir si seguían con esta idiotez. Pero claro, ¿Quién escucha a la sumisa y temerosa Gilda? Sólo exagero, ¿No? –se levantó del suelo tomando sus cosas y comenzó a caminar–. Sinceramente... No tienes una idea de lo devastada que me sentí al pensar que te había perdido a ti también –susurró al borde las lágrimas, siendo escuchada por ambos chicos.
– ¡Gilda, lo siento! –exclamó Don tratando de seguirle el paso a pesar de estar todo lastimado–. Debí haberte escuchado y ahora lo entiendo. Tarde, lo sé, pero ya no volveré a cuestionar tus deseos ni tus decisiones. Por favor, perdóname –suplicó sin ser escuchado–. Gilda –la tomó de la muñeca y la hizo girar sobre sus pies, notando su rostro lleno de lágrimas–. Por favor, lo siento –murmuró con un tono de súplica.
– Eres-un idio-ta, Don... –sollozó ella hipando sin poder controlarse.
El moreno la abrazó por los hombros y la apretó con sus pocas fuerzas. Mentiría si dijera que sus magulladuras y otras lastimaduras no ardían de dolor, pero podía soportarlo con tal de estar así con Gilda tanto como fuera posible.
– Ahh, chicos... –quiso interrumpir Ray, sintiéndose el mal tercio del grupo.
"Ahh, qué poco dura la felicidad" pensó Don.
De inmediato Gilda se soltó de su abrazo y lo empujó lejos, haciendo que éste se tropezara y cayera de espaldas.
– ¡Ay, no! ¡Don! –se apresuró a arrodillarse a su lado–. ¿Estás bien? –preguntó tomándolo de los hombros y sacudiéndolo.
El moreno se mordió la lengua y sólo levantó el pulgar. Ray se apiadaba de su amigo al ver la situación.
– Quítate la ropa –pidió la peliverde sin detenerse a pensar lo que pudieran creer los otros.
Don se puso tan rojo como los tomates que Sherry y Jemima cultivaban en su huerto, y Ray abrió la boca como si su quijada se hubiera despegado de su rostro.
– Gilda, ¿C-cómo d-dices? ¿D-de qué hablas? Estamos frente a Ray –susurró eso último mirando al susodicho.
– ¿Qué? –se preguntó ella confundida–. ¡¿Pero de qué rayos estás hablando, Don?! ¡¡Eres un pervertido!! –gritó en respuesta golpeándolo con la botella de alcohol en el abdomen. De inmediato, Don cayó rendido sobre su espalda–. Y no seas tan dramático. Necesito curar lo que pueda de tus heridas, al menos temporalmente hasta que lleguemos al refugio, a partir de allí Anna se encargará.
Ray suspiró con una mano en el corazón. Vaya situación incómoda que se había armado por pensar mal de sus propios hermanos.
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Llegaron al refugio una vez que el cielo se esclareció. Anna los recibió más enojada de lo que estaba cuando discutió con Ray.
– Contigo hablaré más tarde, Gilda –fue lo único que dijo antes de llevarse a Don a la enfermería.
La nombrada sólo asintió apenada por haberla traicionado y se retiró sin decir nada. Ray suspiró cansado y adolorido, lograr que Anna lo perdonara iba a ser más complicado de lo que esperaba.
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Durante la mañana Anna se encargó de revisar y curar a Don, y ya que sus heridas no suponían un riesgo de vida lo dejó reposar en su habitación con la condición de que no saliera ni siquiera al comedor principal. Luego de regañar como una madre a Gilda y de hacerle jurar que jamás volvería a hacer algo como aquello, ambas hicieron las paces y la rubia le encargó ocuparse de las necesidades del moreno. El resto del día se dedicó a ignorar a Ray y hacer otras cosas relacionadas con la enfermería, el huerto de sus hermanas o cualquier otra cosa que la alejara del pelinegro.
– ¿Qué fue lo que le hiciste? –le preguntó Natt al notar la situación.
Ray cayó en cuenta de que nadie sabía lo que había ocurrido con Don. Ahora que lo recordaba, cuando llegaron al refugio luego del entrenamiento todos estaban cenando, era lógico que no hubieran visto ni escuchado nada, y era obvio que ninguno de los que sabía lo había contado.
– Supongo que metí la pata –fue lo único que pudo decir.
– Pues más te vale que lo arregles, no quiero hacer de secretario por mucho más tiempo.
– ¿Qué? ¿Por qué de secretario? –preguntó confundido.
– Bueno, no quiere acercarse a la enfermería a menos que sea por algo urgente, ahora veo que es por ti.
– ¿Por mí?
– Ray, de las cinco veces que he venido a su oficina las cinco veces te he visto ahí parado como florero –comentó con obviedad, sonrojando al pelinegro–. Si quieres arreglar esto dale espacio, le diré que tú ya no estás aquí pero enserio vete. Cuando ella esté más tranquila entonces podrás intentar hablarle pero ahora sólo conseguirás que te tire su biblioteca entera por la cabeza.
Ray se sorprendió al notar lo mucho que Natt parecía conocer a Anna, pero en definitiva tenía razón, sólo la molestaría más si la perseguía de esa manera.
– Gracias Natt, haré lo que dices –dicho eso último se retiró cabizbajo.
En el camino se encontró con Oliver, quien emanaba la misma aura depresiva que él.
– ¿Sonya?
– ¿Anna?
– Mph –bufaron ambos al unísono.
Mujeres, ni siquiera entendían por qué les afectaba tanto. Por lo menos Don ya no estaba en malos términos con Gilda. Vaya suerte...
– ¿Y si vamos con Don? Tal vez él pueda aconsejarnos sobre cómo arreglar las cosas con ellas –se le ocurrió a Ray.
– Probablemente sigue durmiendo, fui hace media hora y no contestó cuando lo llamé a la puerta.
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Don y Gilda estaban abrazados bajo las sábanas de la peliverde.
– ¿Entonces sí te puso triste pensar que me habían asesinado los demonios? –preguntó el moreno juguetón.
– No es gracioso –respondió dándole un golpe en el pecho, a lo que él sólo rió–. De verdad pensé que lo peor podría haber pasado –murmuró.
– Hey... –llamó su atención tomándole la mano que descansaba sobre su pecho–. Está bien, estoy aquí. No me iré –prometió dándole un beso en la frente.
Gilda se escondía en su pecho para así evitar que viera las lágrimas en sus ojos. Don volvió a abrazarla con fuerza.
– Creí que no volvería a verte... No sabes lo mal que me sentí en el momento que Ray dijo que no te habían encontrado. Mi corazón se partió por completo –confesó con la voz quebrada.
Se quedaron un rato más de esa manera, sólo abrazados, ella escuchando los latidos del corazón de la persona que más amaba, él abrazando a su amada como si fuera lo más preciado del mundo, y lo era.
– Prometo que no me iré de tu vida aunque así lo quisieras –Gilda rió ante sus palabras–. Pero por lo pronto sí debo irme a mi habitación o terminaré quedándome dormido en esta posición y mañana me echarás por la ventana.
Don intentó levantarse alejando suavemente a Gilda, sin embargo, ésta se aferró a su abrazo, tumbándolo nuevamente entre el colchón y ella.
– Gilda... ¿Qué...?
– Sólo por hoy –pidió la chica sin mirarlo–. Sólo por hoy permanezcamos así abrazados. Mañana podrás irte antes de que amanezca.
Don sonrió con dulzura y se acomodó nuevamente, sin embargo al cabo de unos segundos tomó a Gilda por los hombros y la hizo girar sobre su espalda hasta quedar él sobre ella.
La peliverde lo miró entre sorprendida y sonrojada.
– Si me dejas quedarme entonces no dormiré.
Gilda desvío la mirada y se sonrojó aún más.
– Lo sé.
– Y tú tampoco.
– ¡¡T-tonto!! –exclamó entre susurros–. E-eso... Eso también lo sé.
Don sonrió triunfante mostrando todos sus dientes. Se acercó a ella y la besó con dulzura.
Definitivamente esa mujer ponía su mundo de cabeza. Aunque en realidad, ella era su mundo.
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Debo disculparme enormemente con quienes esperaban la actualización el domingo. El tiempo se me fue de las manos, sin embargo espero haber podido compensar un poquito con la extensión de este cap.
Ahora... Díganme que no soy la única emocionada por ese DonGilda kyaaa (-w-) Tengo que confesar que son mi pareja favorita (y miren que soy NorEmma forevaa, eh). Y apareció PhilGod!!! Te amo Phiiil!! Y por último, pero no menos importante... El equipo Lambda /(ºwº)/
Bueno, como siempre agradezco muchísimo sus comentarios, sus votos y sus lecturas, de verdad que me animan mucho a continuar esta historia. Prometo que en la próxima actualización ya comenzarán a avanzar las fichas del juego. ¿Creen que en un futuro Ray y Emma se reencuentren? ¿Cómo reaccionarían los chicos si supieran que Emma es la nueva Isabella de GF?
Sí... yo también me lo pregunto jajaja
Espero que les haya gustado esta actualización y nos leemos en la próxima!!
Bye O.-/
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