Capítulo II

Se aferraba a la almohada que tenía entre sus brazos desde hace largo rato, allí tirada en una esquina de la habitación, en posición fetal y llorando en silencio. Esa sensación de dolor en el pecho no se iba, y junto con la inexplicable ansiedad que cada vez crecía más y más, empeoraban sus ganas de querer salir corriendo donde sea hasta desfallecer del cansancio.

Ya no lo soportaba. Quería morir. Quería morir y ser libre por fin. ¿Por qué tenía que sucederle todo esto?

Perdió la noción del tiempo, tan sólo podía estar allí, entumecida desde los pies hasta la cabeza, que por cierto se sentía a punto de estallar. Temblaba pero no lo sentía, lloraba y no lo notaba. Vivía pero era como si nada.

"Hazlo por tu familia" se repitió por enésima vez esa noche. El mantra que la hacía volver a la realidad y soportar lo que sea que viniera. "Si ellos están bien, todo está bien", lo estaría, tendría que estarlo.

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La mañana siguiente los niños notaron la palidez de su rostro y los ojos hinchados. Los más grandes no pudieron evitar preguntarle si sucedía algo malo pero ¿Qué se supone que debía decirle a unos pobres niños que vivían su vida en una bella y alegre mentira? Sólo podía seguir mintiendo, engañando, fingiendo. "Hazlo por ellos, por tu familia. Nadie debe enterarse", y de vuelta al papel de Madre ejemplar, sólo podía decir que extrañaba a Nue, la pequeña que había partido de la casa tan sólo la noche anterior. Todos los pequeños abrazaron a su Madre dándole amor y palabras de aliento, pues ellos confiaban en la palabra de su hermana, ella les enviaría cartas todos los meses.

Emma sintió que algo apretaba su corazón y su garganta. Debía ser fuerte, debía soportarlo.

– Muy bien niños, hora del desayuno.

Todos se sentaron en sus lugares, agradecieron por la comida y entre un ambiente ruidoso pero alegre comenzaron a comer.

Frederic, el mayor, vigilaba a María para evitar que ensuciara su camisa y peleaba con Alan por éste molestar a Lisa. Rose, en cambio, desayunaba tranquilamente, dirigiendo a sus pequeñas hermanas sobre cómo tomar la taza, cómo limpiarse la boca luego de sorber, la manera adecuada de tomar los dulces y la posición correcta en la que debían sentarse. Ella era la más coqueta y adulta de sus hermanos, aun cuando sólo tenía diez años, uno menos que Frederic.

– Rose, cariño –llamó Emma sin perder su sonrisa en ningún momento–. Creo que sólo por hoy podríamos dejar las clases de modales –sugirió observando cómo las demás se morían por engullir todos los dulces que tenían en frente.

– Madre, una señorita no puede dejar de ser señorita nunca –se quejó sin perder la compostura–. Es un estilo de vida, no un juego. Muy bien niñas, no pierdan la postura. Sherlyn, debes comer más despacio...

Emma rió por lo bajo antes de volver su atención al pequeño Ian. Él era el consentido preferido, aunque estaba mal que así lo pensara, pero es que no sólo era el menor del grupo, teniendo tan sólo un año, sino que le recordaba a Phil, en muchos sentidos. Ian siempre sonreía cuando la veía, sus ojos azules parecían observar todo con amor y felicidad, y cuando sonreía terminaba por hacer una mueca tan adorable que era muy parecida a la de su pequeño hermano. Todos los días se preguntaba cómo estaría, ¿Ray habría logrado salvarlo a tiempo? Probablemente así fue, ella confiaba en él más que en nadie para cuidar a su familia.

"Me pregunto cómo estarán todos. ¿Lo estarán haciendo bien?, ¿Estarán comiendo bien?, ¿Qué están haciendo en este momento?". Su cabeza se llenaba de pensamientos mientras ella continuaba dándole de comer al pequeño Ian, sonriendo como si nada malo ocurriera.

Esa noche terminaron de cenar, y mientras los niños más grandes se encargaban de la limpieza ella se dirigió a su oficina como todas las noches a las ocho en punto. Cerró con llave la puerta, y se aseguró de no escuchar a nadie cerca antes de bajar al cuarto secreto. Sintonizó la frecuencia correcta, y pronto escuchó la voz de la Abuela.

A la Madre de la planta número tres, Emma, comenzaremos con el informe especial diario de la situación en Grace Field.

– Sí –respondió Emma de inmediato–. El día de hoy transcurrió sin problemas, no hay nada nuevo que informar. Los productos se encuentran en perfecto estado.

Es bueno escuchar eso. Los nobles han halagado nuevamente los productos de alta calidad exportados desde la granja de Grace Field. Sin embargo... –Emma apretó con fuerza la mano que sostenía el comunicador–. Ha surgido un contratiempo y necesitan adelantar la cosecha del próximo producto. Necesitamos hacer una nueva entrega al final de la próxima semana.

– ¿Tan... pronto? –susurró sin darse cuenta de que había apretado el botón del micrófono.

¿Acaso ese es un problema para usted, Emma? –indagó la Abuela del otro lado, sonando más filosa de lo normal.

– N-no, lo siento, Abuela, sólo me sorprendió escuchar que serían dos entregas este mes y en tan poco tiempo.

No cuestionamos a los nobles, sólo cumplimos órdenes. ¿Te sientes a la altura de dirigir una granja como Grace Field y de responder a las órdenes de último momento? –la voz de la mujer ahora sonaba molesta e irónica.

Emma era consciente de que era la menor de todas las madres, la Abuela se lo dijo cuando la llevó hasta la entrada de Grace Field. Se notaba que no le agradaba, y mucho menos le tenía confianza, pero habían sido órdenes de Peter Ratri que fuera ella, exclusivamente, la encargada de dirigir la planta tres de los productos premium. No obstante, la Abuela dejó en claro que mantendría sus ojos constantemente sobre ella, y a la más mínima sospecha no dudaría en darle el final que su Madre había tenido en aquel entonces. Emma supo que se refería a Isabella, ella había sido sentenciada al suicidio mientras estaba encarcelada, pero en un intento de escape terminó muriendo de un ataque al corazón. Un triste final para una triste mujer.

– Me disculpo por mi impertinencia, Abuela –respondió finalmente–. Entiendo la situación y le aseguro que no hay ningún problema si la orden es cosechar un nuevo producto la próxima semana. En Grace Field los productos de calidad máxima están preparados para ser cosechados en cualquier momento.

Es satisfactorio escuchar eso. Como estaba previsto, el producto seleccionado para la próxima entrega es el número 39766.

– Recibido.

Muy bien, eso es todo por hoy. Buen trabajo.

– Se lo agradezco.

La transmisión terminó pero Emma continuaba con el micrófono en mano y el aparato encendido.

"39766", se trataba de Rose. Se suponía que pasaría su último cumpleaños en el orfanato, se suponía que harían una fiesta de té y sombreros para celebrar su onceavo cumpleaños. El último.

Apagó la radio y salió del cuarto. Una vez en su oficina, sacó su bitácora y escribió los últimos acontecimientos. "La tortura bimensual se adelanta y vuelve a molestar tan sólo una semana después de hacer su último estrago. Perdóname, Rose". Cerró el pequeño cuaderno y volvió a guardarlo.

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– Niños, hoy es un día especial, así que quiero que presten atención.

Todos los pequeños dejaron sus tazas y los dulces para mirar con curiosidad a su Madre. La mujer sonreía como siempre, así que debía ser una noticia muy buena.

– Quiero que feliciten a su hermana Rose, porque han encontrado una familia para ella.

El silencio reinó por unos segundos, pues era raro que sucedieran dos adopciones en un mismo mes, sin embargo pronto se escucharon los gritos y aplausos de alegría por parte de todos. Rose cubría su rostro con ambas manos, llorando de felicidad.

– ¿Mamá, es enserio?, ¿De verdad una familia me ha elegido?

– Es verdad, Rose –respondió sin borrar su dulce sonrisa.

La niña comenzó a llorar más fuerte, de inmediato fue rodeada por sus hermanos, quienes la abrazaban y felicitaban con alegría genuina. Emma sólo observaba la escena con su sonrisa pegada en la cara. Tal vez si alguno hubiera prestado atención se daría cuenta de que no sonreía con los ojos. Aunque en realidad, casi nunca lo hacía.

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La semana pasó muy rápido para todos, cuando se dieron cuenta, ya era viernes, era el día en el que se llevarían a Rose. Durante la mañana todos los niños prepararon las mesas adornándolas con pequeños centros florales, incluso algunas niñas prepararon una corona de flores para regalársela a Rose, y en la tarde todos se portaron atentos con su hermana, dejándola elegir los juegos con los que se divertirían.

– ¿Rose, tú nos quieres? –preguntó Alya, una de las más pequeñas, cuando por fin se habían detenido a descansar.

– ¿Por qué preguntas eso?

– Es que casi siempre te enojas con nosotros porque no tenemos modales. Y a veces peleas con Frederic y Lisa. ¿Somos unos hermanos molestos?

Todos los niños miraron a su hermana, esperando con un poco de temor por su respuesta.

– A veces me molesta que se comporten sin modales –respondió con total honestidad, desanimando a algunos de ellos–. Y sí, a veces peleó con Frederic y Lisa. Pero eso no significa que los odie o que no los quiera. Ustedes son mis hermanos y siempre lo serán, aun cuando ya no esté aquí.

– ¡Oye, oye! –llamó Mark–. No te olvidarás de nosotros, ¿Verdad?

– No podría aunque quisiera –dijo riendo entre palabras–. Es más, les escribiré todos los meses. ¡Les contaré cómo es el mundo allá afuera! Y les mandaré fotos para que vean cómo es tomar el té con refinamiento, así seguirán practicando por más que yo ya no esté.

Todos comenzaron a reír a carcajadas. Rose era Rose, siempre honesta, estructurada y mandona, pero también con un gran cariño por sus hermanos. Extrañarían sus lecciones de modales, incluso su fashionismo y su don para la cocina dulce.

– Te extrañaremos, Rose –confesó Frederic por todos.

– ¡Por supuesto que lo harán! Me ofendería si no fuera así –respondió ella con altivez, levantándose del suelo y sacudiendo sus ropas antes de partir–. Ahora volvamos, tengo que cambiarme y preparar todas mis cosas.

Frederic comprendió que su pequeña hermana se sintió avergonzada por sus palabras y las de todos. A pesar de todo, Rose no siempre era buena hablando de sus sentimientos, justo por eso es que ese último momento junto a ellos había sido tan especial y probablemente todos lo guardarían en sus corazones.

Esa noche, los niños se amontonaron en la puerta de entrada, esperando a que su hermana bajara por las escaleras y así darle la despedida.

Rose apareció con su maleta, su traje y el sombrero. Había desarmado sus dos largas trenzas, dejando libres sus ondas doradas que llegaban hasta la cintura. La pequeña movía su pelo de un lado al otro esperando por los halagos de sus hermanos, los cuales no se hicieron esperar.

– No sería ella si no diera su show final –comentó Lisa a Frederic, quien sólo asintió apenado.

– Muy bien, niños, hora de decir adiós a Rose.

Las risas y sonrisas desaparecieron, y de pronto el ambiente cambió, incluso Rose se veía ahora con la mirada agachada.

– ¿S-saben? –comenzó la pequeña rubia sin poder mirar a ninguno–. Aunque siempre me enoje, los rete o pelee... Yo... ¡Jamás hubiera preferido tener otros hermanos que no fueran ustedes! –exclamó rompiendo a llorar. Todos los presentes comenzaron a llorar con ella, y nuevamente la rodearon entre abrazos y palabras reconfortantes.

Cuando por fin las despedidas terminaron, Emma condujo a Rose hasta las rejas.

– Se siente extraño estar yendo hacia donde siempre nos prohibiste ir.

– ¿Tienes miedo?

– ¡No! Sólo... Estoy un poco nerviosa, nunca los he visto y me da curiosidad. Dime, Mamá, ¿Crees que yo les agradaré?, ¿Y si no es así?, ¿O si es a mí a quien no les agrada ellos?, ¿Qué haré si no me quieren? –las dudas comenzaban a aflorar y ella se sentía más y más temerosa.

– No debes sentirte así, ellos te amarán, créeme. Estoy segura de que tu familia te querrá y mucho, y tú los querrás mucho a ellos también.

– Sí pero nunca los voy a querer tanto como te quiero a ti –Emma apretó la manija del farol que llevaba–. Tú eres y siempre serás mi favorita, Mamá –Rose sonrió con todos sus dientes, lo que desestabilizó a Emma por un segundo.

– No les digas a tus hermanos pero tú también has sido mi favorita siempre.

– ¡¿Enserio?! –exclamó la pequeña interponiéndose en su camino. Emma tan sólo asintió–. ¡Lo sabía, lo sabía! Lisa decía que Ian era tu favorito pero yo sabía que tenías un cariño especial por mí.

Emma rió por lo bajo, tratando de esquivar a la niña y seguir caminando, pero entonces ella se aferró a sus piernas, abrazándola con todas sus fuerzas.

– ¡Te quiero, Mamá! ¡Siempre te querré! No importa cuántos años pasen, incluso cuando yo también sea madre te recordaré y criaré a mis hijos como tú nos criaste a nosotros.

Para entonces, Rose comenzó a llorar otra vez. Lloraba y lloraba sin parar, apegándose tanto como pudiera a la falda de su Madre. Emma sentía cómo su pecho quemaba, e incluso así nunca despegó la sonrisa de su cara. Dolía, dolía tanto...

– Vamos, no hagamos esperar a tus padres o se preocuparán.

– ¡No quiero irme! –exclamó Rose aferrándose aún más fuerte a sus ropas–. ¡No quiero irme! Diles que no quiero que me adopten, diles que tú me adoptarás en su lugar. Tú puedes, ¿Cierto? ¡Puedo ser tu hija de verdad y quedarme! Te ayudaría aún más en las tareas de la casa, cuidaría a los bebés cuando tú tengas que hacer otras cosas. ¡Puedo hacerlo! Mamá, puedo ser una hija ejemplar, por favor, déjame quedarme –suplicó llorando.

– Rose –llamó Emma, tomando sus manos para soltarla y así arrodillarse hasta quedar a su altura–. Sabes que no puedo hacer eso, de haber podido no habría dejado que ninguno de tus otros hermanos se fuera. Pero nuestra... Nuestra misión... Es protegerlos hasta que llegue el día en el que una familia quiera adoptarlos. Los criamos de la mejor manera para que ustedes sean felices con su nueva familia.

– ¡No quiero una nueva familia! ¡Quiero quedarme aquí contigo y mis hermanos! –siguió sollozando sin querer escuchar.

– Rose, harás que ellos estén tristes por ti, ¿Lo sabes? Ya es suficiente, debemos irnos... Prometo que te visitaré y podrás visitarnos cuando quieras.

– ¿En-serio? –preguntó un poco más calmada.

– Te lo prometo.

Una vez en las rejas, Rose observó todo a detalle, notando las grandes puertas y el camión estacionado. De repente, una de las tantas gigantescas puertas se abrió y un hombre con sonrisa tenebrosa las saludó. Rose se escondió detrás de Emma, pero el hombre se presentó como Peter Ratri y le dijo que necesitaba hablar a solas con su Madre. Emma abrazó fuertemente a la pequeña rubia, suplicándole que no olvidara que pese a todo ella la amaba, y antes de que Rose pudiera responder algo, ella se alejó rápidamente y la puerta se cerró.

– Hacía tiempo que no te veía tan nerviosa, Emma. ¿Acaso te encariñaste con esa niña?

– No seas cínico –murmuró Emma.

– ¡Me duele! Sólo me preocupo por ti y tú me llamas cínico –al no obtener contestación de su parte, Peter sonrió de lado–. Me apena verte sufrir por un simple niño ganado. Creí que ya habrías aprendido luego de... ¿Cuánto? ¿Siete meses? Jamás. Encariñarse. Con los niños ganado. Tercera regla de las Madres y Hermanas. ¿Quieres que repasemos cuáles son cada una de ellas?

– No.

– ¿Sí? ¡Perfecto! Siempre he dicho que tu predisposición es tu mejor virtud –respondió con ironía tomándola del mentón y acercando sus caras hasta que sus narices casi chocaban–. Primera regla.

Emma lo observó con su mirada más filosa. Cuánto deseaba poder asesinarlo allí mismo...

– Jamás revelar el secreto de las granjas a ningún niño ganado.

– ¿Segunda regla? –apretando más el agarre de su mentón.

– No permitir, bajo ninguna circunstancia, que los productos se dañen.

– Tercera...

– Jamás encariñarse con ningún niño ganado.

– ¿Y cuarta...?

– Reportar cualquier actitud sospechosa por parte de un niño ganado.

– ¿Cuáles son las consecuencias de desobedecer una de esas reglas? –preguntó en un susurro mientras dirigía su olfato al cuello de la mujer.

– Encarcelación y muerte.

– ¿Y... para ti?

Detrás de la puerta comenzaron a escucharse gritos y pedidos de auxilio. Emma se aferró al brazo de Ratri y éste volvió su vista hacia ella.

– Por favor. Ella es inteligente, puede servir al clan Ratri. La nomino como candidata a futura madre. Por favor, deténgalos –suplicó mirándolo directamente a los ojos.

– ¡Mamá!, ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡AUXILIO!!!

– Te lo suplico –rogó en un último susurro quebrado.

De repente, todo se volvió silencioso, nada se escuchaba detrás de las grandes puertas. Ya era tarde.

– ¿Cuál es tu castigo? –repitió Ratri con una voz mucho más grave.

– La muerte inmediata de mi familia.

Ratri la arrojó contra el suelo. Emma se mordió el labio inferior con fuerza, tanto que sintió ese sabor metálico tan característico.

– Ya te he dicho que me agradas, Emma, pero no puedo tolerar esas impertinencias que tienes a veces. ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? Tuviste que haber muerto luego de dar a luz. Pero tuviste suerte –el peliblanco se arrodilló junto a ella–, tu ángel de la guarda te salvó. No lo arruines –susurró acariciándole la mejilla–. Vete. Los productos no pueden estar sin vigilancia por mucho tiempo. Volveremos a hablar en otra ocasión –Emma se levantó y sin mediar palabras se apresuró hacia la puerta–. Buen trabajo esta noche. Sigue así.

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Ray despertó sobresaltado y con el corazón a punto de salir disparado de su pecho. Ya era la quinta noche que soñaba lo mismo, ¿Qué diablos significaba eso?

Emma corría desesperadamente, y aunque intentaba alcanzarla se alejaba más y más. De repente ella se encontraba detrás de él, ambos niños, como la última vez que la vio.

"Ya es tarde, Ray. Es tarde" sollozaba frente a él, "Cuida de nuestra familia. Yo te prometo que lo intenté. Hice cuanto pude para protegerlos... Pero es suficiente. ¿Tú... Me odiarías? Dime Ray, ¿Norman me odiaría también?" Antes de que pudiera decir algo, Emma se alejó corriendo y, nuevamente, aunque intentó alcanzarla con todas sus fuerzas no lo logró. Emma había desaparecido y el sueño terminaba.

– ¿Qué demonios...? –revolvió su cabello y se arrojó sobre su espalda–. ¿Por qué te odiaría? –se preguntó completamente confundido.

Era en vano tratar de conciliar nuevamente el sueño, así que terminó por cambiarse y subir a lo alto del refugio para pensar con claridad, probablemente el frío calaría hasta lo profundo de su cabeza y lo calmaría. Al llegar, observó en una de las ramas más altas a Anna recostada sobre el tronco, mientras leía uno de sus tantos libros de medicina.

– Veo que no soy el único rebelde del grupo –comentó haciéndola sobresaltar por el susto.

– ¡Ray! ¿Qué haces aquí tan temprano?

– Sólo...Apreciar la brisa fresca de la mañana... Supongo –la rubia rió por lo bajo ante tan mala mentira.

– No suenas muy convencido, supongo –hizo énfasis en la última palabra. Ray sonrió con pena y decidió subir para sentarse junto a ella.

– Debemos conseguir nuevos libros, han pasado unas cuantas semanas desde que rescatamos ese –señaló el libro que Anna tenía en mano ante la confusión de la chica.

– No te preocupes, aún no termino de estudiar éste. Tiene cosas muy interesantes que merecen ser leídas con tiempo y atención.

– ¿Qué lees ahora? –quiso acercarse y leer una de las páginas, pero Anna cerró el libro con fuerza y lo alejó de él–. ¿Qué sucede? –preguntó confundido por tan extraña reacción de su parte.

– E-eh... E-e-es q-que... Bueno... N-no creo que sea un tema de tu interés realmente... –balbuceó con nerviosismo sin poder mirarlo directamente.

– ¿Estás... sonrojada?

– ¡N-no! ¿De qué hablas? Probablemente tenga un poco de fiebre, creo que hoy iba a enfermarme –"Diablos" pensó tan pronto las palabras salieron de su boca.

– ¿Hoy ibas... a enfermarte? –preguntó tratando de aguantarse la risa–. Qué curioso, hasta donde yo sé uno no elige cuándo enfermarse. De hecho, nunca sabemos cuándo enfermaremos –tomó su barbilla con una mano, adoptando una pose pensativa–. Me pregunto si es posible controlar de esa manera nuestro cuerpo... Ahh, Anna, eres increí...

– ¡Ay, no me molestes, Ray! Me equivoqué, ¿Está bien? –insistió ella empujándolo lejos por la vergüenza–. No sé mentir –confesó con un puchero entre tierno y divertido, según Ray.

– Me di cuenta –otro empujón–. No entiendo qué lees tan interesada en ese libro que te dé vergüenza decírmelo.

– Bueno... Gilda se puso roja cuando se lo mostré –Ray tan sólo la siguió observando curioso. Anna suspiró–. Es la unidad de reproducción femenina. Habla acerca de los órganos sexuales de la mujer, tanto internos como externos, también se explica la función de las distintas hormonas y cómo eso regula nuestro ciclo sexual y menstrual. Leí en un apartado que el primer ciclo marca el inicio de la edad fértil de la mujer, lo que significa que ya puede tener hijos y que cuando la mujer queda embarazada el ciclo se corta durante los nueve meses que el bebé está en el vientre. Pero hay algunas cosas que no termino de entender del todo... por ejemplo, ¿Qué hormona es la encargada de embarazar a la mujer?, O ¿Cuándo sabemos que estamos embarazadas y por qué sucede en ese momento? Aquí habla de la acción del coito, pero Nat me ha pedido el diccionario y todavía no me lo ha devuelto, así que tengo que esperar para poder saber el significado de esa palabra. Supongo que entonces todo tendrá más sentido... ¡¿Ehhh?! ¡Ray, tú también te has puesto rojo! –el pelinegro cubría su cara con una mano y no dirigía su vista a otro lado que no fuera hacia abajo, sin embargo sus orejas tan rojas como su cara lo delataban–. ¿Lo ves? Por eso no quería decirte, ¡Es vergonzoso!

– ¡N-no, no! Por favor, no te avergüences, es sólo que no es muy común hablar de eso y me tomó por sorpresa... Seguro que a Gilda igual. Sé que para ti debe ser algo demasiado interesante de aprender, y me hace feliz que te sirvan los libros que podemos recolectar cada tanto de nuestras misiones. Y me gusta escucharte hablar sobre la medicina y esas cosas, lo hace más interesante que sólo leerlas por mi cuenta.

Anna no se dio cuenta de que se había quedado mirándolo por más tiempo del que debía, y no suficiente con eso, su cara estaba tan roja como la de Ray hacía minutos atrás. Lo hacía sonar tan natural... Sólo eran comentarios de Ray, sólo le hacía saber lo que pensaba de ella, así era él. Pero entonces... ¿Por qué sentía su corazón latir tan acelerado?, ¿Y desde cuándo hacía tanto calor ahí arriba?

Desvió su mirada de inmediato, murmurando un sutil "gracias", y a partir de entonces el silencio los envolvió por un par de minutos.

– Anna, hay... Algo de lo que quería hablarte –la rubia volvió su vista hacia él–. En realidad, quería decírtelo antes, pero no encontraba la forma o el momento adecuado –confesó sin verla directamente. Aunque, si tal vez lo hubiera hecho notaría sus mejillas nuevamente sonrojadas–. Desde hace un par de noches vengo teniendo el mismo sueño, y se trata de Emma.

Bueno, tampoco sabía qué esperaba que él dijera, pero por alguna razón se desilusionó luego de escucharlo. Aunque no del todo, una sola palabra cambiaba por completo el contexto de la situación.

– ¿Con Emma? –Ray asintió–. ¿De qué se trata el sueño?

– Emma corre y yo no puedo alcanzarla. De repente estoy con ella y soy un niño otra vez, como la última vez que la vimos. Ella dice algo sobre perdonarla, que hizo todo lo que pudo para protegernos pero que ya no puede más... Y me pregunta si la odio, y si Norman la odiaría también... No lo entiendo.

– ¿Pero qué sucede luego de que te dice eso?

– Nada... Sólo vuelve a correr lejos de mí tan rápido que no puedo alcanzarla, y así simplemente me despierto. Ya van cinco noches, y pensar en lo que pueda significar me está volviendo loco.

Ambos chicos volvieron al silencio, pero esta vez se dedicaban a pensar sobre lo último dicho por el pelinegro.

– Tal vez es tu mente jugándote una mala pasada, no hace mucho sentías que se volvía más imposible encontrar a Emma.

– Tal vez... Pero jamás había soñado con ella.

– Bueno, deseas mucho encontrarla y te encuentras con una enorme pared que te impide alcanzar ese objetivo. Tarde o temprano ibas a sentirte abrumado, y ahora que es así lo manifiestas mediante tus sueños.

– Suena bastante lógico, supongo –comentó analizando sus palabras–. Debería calmarme o sólo lograré volverme loco antes de siquiera encontrar una pista.

– Me parece bien. Gilda me ha dicho que por el momento no planearán un nuevo golpe contra otra planta. Utiliza ese tiempo para despejar tu mente... –Ray iba a protestar pero Anna lo interrumpió levantando un dedo frente a su cara–. ¡Y nada de misiones suicidas con Oliver y Nigel!

– ¡Eso me despeja la mente! Y no son misiones suicidas, sólo vamos a las ciudades demonio para buscar información sobre los nobles y comprar cosas que hagan falta en el refugio.

– El "sólo" está demás cuando ambos sabemos que terminan lastimados y salvándose por un pelo de que los atrapen. Además, ¿Crees que no sé que entrenan en el bosque mayor enfrentándose a demonios de bajo grado? –Ray abrió la boca por la sorpresa.

– ¿C-cómo lo...?

– Gilda me dijo que Don se lo contó –el pelinegro chasqueó su lengua sin extrañarse demasiado–. En realidad, Gilda le sonsacó la verdad con amenazas.

Bueno, sonaba menos extraño todavía, Gilda tenía la capacidad de hacerte confesar lo que ella quisiera aun cuando fueras el mejor mentiroso. Pobre Don...

– No quiero que vayas, al menos por una semana –reiteró decididamente y sin permitir refutaciones–. Si quieres puedes ayudarme con la enfermería.

– E-entendido –respondió sin más opción al ver su rostro completamente serio.

Anna bajó de la rama para volver al interior del refugio. Antes de retirarse por completo se giró sobre sus talones y miró a su amigo.

– Y no te preocupes, un sueño no tiene por qué significar la gran cosa. Confío en ti y sé que llegará el día en que finalmente encuentres a Emma –sonrió animada y agitó su mano en señal de despedida.

Ray se quedó observando el lugar por donde Anna se había ido, no se dio cuenta el momento en el que comenzó a reír por lo bajo, pero desde hacía un tiempo que notaba que se sentía bien luego de hablar con ella. Cada vez que la veía era como si el peso de sus problemas se aligerara un poco, y las cosas ya no se sentían tan mal.

– Tal vez sea por su personalidad tan positiva –pensó en voz alta.

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– ¡Anna, qué bueno que te encuentro! –exclamó Nat al verla–. Siento mucho no haberte buscado antes pero Jemima y Violet me tuvieron secuestrado para enseñarles música a unos niños –confesó apenado sobando su nuca.

– Buenos días, Nat –saludó con una sonrisa dulce–. No te preocupes, me alegra de que hayas estado ayudando a las chicas con la enseñanza de los más pequeños.

Nat sonrió tímido y algo sonrojado.

– Bueno, quería devolverte esto. debí haberlo devuelto antes, espero no haberte causado problemas.

– No te preocupes. Espero que te haya servido.

– Claro. Te lo agradezco –sonrió mostrando todos sus dientes–. Ahora me voy, o Jemima me volverá a agarrar de las orejas por llegar tarde.

Luego de que Nat se retiró, Anna se acercó a una de las ventanas y abrió el diccionario en busca de la misteriosa palabra.

– Coito, aquí está –murmuró satisfecha.

Aunque luego de leer su significado cerró el libro con fuerza y se aguantó la vergüenza.

Ojalá Ray no haya sabido el significado antes que ella...

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Primero que nada, quiero agradecerles mucho por sus lecturas, sus votos y sus comentarios. Para ser sincera es la primera vez que publico un fic en esta plataforma, así que todavía estoy adaptándome. 

Espero que este nuevo cap les haya gustado, bueno... Sé que es bastante triste pero you know what i mean jajaja

Lamento la tardanza, y lamento también que nuevamente vaya a tardar para la siguiente actualización. Por el momento sólo podré actualizar semanalmente e intentaré que sea los domingos, pero luego de rendir algunos exámenes seré más constante.

Gracias por leer y nos leemos en el siguiente cap! O.-/

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