Capítulo 3: Confesiones
Cuando Leto y tú se disculparon de sus invitados para poderse retirar de la cena con la excusa de que algo urgente había surgido y necesitaba atenderlo, tú soltaste una pequeña risa y tomando la mano de tu esposo, atravesaron el umbral de la puerta para salir directo al pasillo y tomar el camino hacia su habitación.
Leto te siguió de cerca, su mano estaba firmemente alrededor de la tuya. Había algo en ti esa noche que, era la primera vez que notaba: estabas siendo tan seductora y dulce. Lo cierto es que jamás te había visto así. El cielo nocturno, dejándose ver a través de las ventanas de los pasillos por donde caminaban, acompañado de la brisa invernal, estaba lleno de la luz de las estrellas y los incesantes copos de nieve caían sin parar; el cuerpo del duque vibraba con anticipación de solo imaginar lo que sucedería cuando llegaran a la habitación. Lo que siempre había querido que pasara desde que se enamoró de ti.
Él apenas pudo contener su emoción cuando atravesaron la puerta de su habitación y el cerró con seguro, para después girarse hacia ti y ver qué harían a continuación.
Para ti, todo se sentía tan emocionante. Eran como un par de jóvenes que se saltaban las reglas para pasar un momento juntos y alejarse un poco de sus responsabilidades diarias y, también podías percibir que había algo diferente en Leto esa noche, algo que jamás habías visto en él desde que se conocían: la sonrisa dulce y mágica en sus labios y ese brillo destellante en sus ojos, esa combinación sí que era algo nuevo.
Cuando entraron a la habitación, tú te quedaste parada de espaldas frente a él y cuando tu esposo cerró la puerta, tu aprovechaste para mover un poco tu cabello y dejar a la vista el profundo escote del vestido en tu espalda, pues sabías que eso lo había provocado en la cena y querías ver hasta dónde podría llegar.
—Entonces, duque Atraides, ¿qué vamos a hacer? —le sonreíste, mordiendo tu labio.
Leto sonrió mientras te veía apartar tu cabello, mostrando las curvas de tu espalda. Sintió que su sangre se aceleraba y sus ojos se abrieron ante la imagen, su respiración se entrecortó un poco mientras te miraba desde tu espalda hasta tu rostro. Lograste ver la lujuria en sus ojos mientras te contemplaba.
—Oh, duquesa _________... —se acercó lentamente y puso sus manos en tu cadera—. Quiero tomarme mi tiempo. —ronroneó en tu oído. }
—Tómate el tiempo que quieras, mi amor. —sonreíste y dejaste que te abrazara mientras tu, lentamente, acariciaste tus manos. Tu cabello ahora caía sobre sus brazos—. ¿Te gusta lo que ves? —le preguntaste, suspirando su aroma y dejaste un beso en su mejilla.
Sentiste que sus manos se movían y sus dedos se deslizaron debajo de tu vestido mientras recorrían tu espalda. Sus labios dejaron un beso en tu mejilla y su aliento era caliente contra tu piel cuando sentiste sus manos moverse hacia abajo.
—Oh, sí duquesa, sabes que lo voy a hacer. —murmuró, con sus labios rozando tu cuello y te miro con ojos hambrientos de ti, mientras te hablaba en voz baja—. Sí, __________, me fascina lo que veo.
—Eso es bueno, a mí también me encanta lo que veo, de hecho, me fascina. —sonreíste y dejaste un beso en su mejilla mientras rozaba sus labios en su cuello y acariciaste su mejilla—. Sabes algo... No sé si a este paso no voy a tardar mucho en decirte que te amo... —sonreíste y cerraste los ojos, acariciando sus rizos mientras besaba tu cuello.
Su corazón dio un vuelco al pensar en que pronto podrías amarlo. Leto se inclinó hacia tu toque, tu beso y entonces, dejo que su lengua se moviera sobre tu piel. Pasó sus manos por tu espalda, sus dedos dejando estelas de fuego mientras acariciaban tu piel.
—Mmmmm, ____________, yo te amo, mi duquesa... —murmuró entre suaves y tiernos besos en tu cuello.
—Leto, creo que yo también te amo... —suspiraste y cerraste los ojos, disfrutando de cada beso que dejaba en tu piel. En ese mismo instante, tomaste una de sus manos y la dejaste sobre el cierre de tu vestido, justo en la zona donde comenzaba tu cadera—. Puedes hacer lo que desees, mi duque. —sonreíste y lo besaste dulcemente en los labios.
Él sintió tu mano dirigirlo al broche de tu vestido, y dejo que sus dedos se movieran a lo largo de la tela, sintiendo el suave material deslizarse entre sus manos y entonces, apartó la tela, comenzando a revelar las curvas de tu cuerpo y entonces, se acercó más a ti con su aliento en el nacimiento de tu cabello. Podías sentir el ligero toque de su barba en tu cuello. Se inclinó para besarte de nuevo, esta vez más apasionadamente, girándote para que tu rostro quedara frente a él al mismo tiempo que te empujaba contra la pared, levantándote contra ella, mientras exploraba tu cuerpo con sus manos.
—Oh, mi _____________... —murmuró en tus labios, con los ojos cerrados, con sus labios rozando los tuyos.
Gemiste cuando te pegó contra la pared y enredaste tus piernas en su cadera al mismo tiempo que sentías sus caricias por tu cuerpo, tu vestido ya había quedado en el piso y ahora solo llevabas puesta la ligera lencería de encaje que, con modestia, ya solo cubría solo un poco de tu piel.
Pasaste tus dedos por los rizos de Leto y en medio del apasionado beso, volviste a morder su labio—. Sí, mi amor, así, me encantas... Creo que, ya no puedo resistirme más a ti. —le confesaste, gimiendo en sus labios.
Como pudo, el duque también dejo caer su ropa al suelo, con cuidado de no soltarte y cuando volvió su atención a ti, sus ojos recorrían tu cuerpo. —Oh sí, relájate, _______. Solo déjate llevar, mi amor. —su voz fue un ronroneo dulce, mordiéndote el cuello suavemente—. Dios, te he deseado durante tanto tiempo, ____________, eres como un sueño. —susurró en voz baja, con palabras llenas de lujuria y deseo.
Moviste tu cabeza hacia un lado para que pudiera tener mejor acceso a tu cuello y gemiste con fuerza cuando sentiste su suave mordisco, dejando escapar e gemido fuerte que habías estado reprimiendo desde la cena. Arqueaste tu espalda y tus piernas se pegaron más a su cadera, enredando sus rizos platinados en tus dedos y gemiste de nuevo.
—Mmmmm, me encanta que seas así, mi amor. Que tengas ese instinto conmigo tan protector y agresivo pero, al mismo tiempo, tan tierno y dulce. Dime, ¿desde hace cuánto tiempo me deseas? ¿Desde qué arreglaron nuestro matrimonio cuando apenas éramos adolescentes? —le preguntaste, comenzado a sentir que el pulso se te levaba y tu respiración se volvía más errática.
Su aliento quedó atrapado en su garganta por la forma en la que le respondiste al dejarlo hundir sus dientes en tu cuello. En el momento en que tu cuerpo se presionó firmemente contra el suyo, sintió que su sangre y su pulso se aceleraban y gimió en voz baja ante la sensación.
—__________.... te deseo, desde el mismo momento en que te vi... —susurró, sus manos deslizándose por tu espalda desnuda entre cada palabra—. Ambos éramos muy jóvenes en ese entonces, solo niños... —Leto jadeó, dejando un beso sobre tu hombro—. Pero, en ese mismo instante, supe lo mucho que te deseaba, lo mucho que te quería...
—Sí, éramos solo unos niños... le respondiste con voz entrecortada, dejando que besara tu cuello y tus hombros, suspirando mientras él acariciaba tu espalda y tú lo abrazaste por el cuello, para seguir cerca de él—. Y, se supone que este matrimonio era solo con fines políticos y ahora, cuando al fin somos marido y mujer, creo que nadie y ni siquiera nosotros pensó que, terminaríamos así, como estamos ahora, con tanta química y amor entre los dos... —lograste articular esas palabras en medio de un gemido que resonó en los oídos de Leo y entonces, atrapaste sus labios, besándolo de nuevo.
Él gimió en tu beso mientras su cuerpo se volvía a presionar contra el tuyo. El calor dentro de él aumentaba con cada momento que pasaban juntos; el hambre en su cuerpo crecía con cada caricia de tus manos, con cada toque de tus labios.
—Nadie lo sabía, ___________, mucho menos nosotros pero, lo cierto es que, siempre te quise. Desde el momento en que te vi, lo único que hacía era pensar en ti. —Leto se inclinó, su boca exploró tu cuello, tus mejillas, tus orejas y su aliento era caliente mientras susurraba—. Te quiero, te necesito...
Tú sonreíste en medio de su beso, suspirando al escucharlo. —Yo también, lo admito, desde el primer momento en que te vi, sentí algo por ti pero, no quería que me obligaran a estar con una persona solo porque alguien así de decretaba... Muchas veces intenté escapar y lo sabes. Irme, huir... —gemiste cuando volviste a sentir su beso en tu cuello y te aferraste más a él, afianzando más tus piernas a su cadera y él te tomo por los muslos, no dejándote alejarte ni por un momento—. Pero, si soy sincera, me alegro de no haber logrado irme porque, si hubiera sido así, no estaría ahora aquí, entre tus brazos... —le dijiste al oído, suspirando su perfume.
—Oh, ________, si hubieras escapado... Si hubiéramos perdido la oportunidad de estar juntos... —se inclinó para besarte de nuevo, el hambre por ti casi lo abrumaba—. Me habría sentido devastado. —gimió, con el agarre de sus manos apretando ahora en tu cintura, mientras te presionabas contra él—. ¿Sabes cuántas noches he pasado soñando contigo? Pensando en nosotros estando juntos, abrazándonos cerca... —susurró en tu oído.
—Pues, qué bueno que no logré irme. Ahora sé que, quiero quedarme, quedarme en tus brazos por siempre. —suspiraste en medio de su beso, mordiendo su labio y revolviendo su cabello. No pudiste evitar sonreír ante su confesión y lo abrazaste mientras él te llevaba con él hasta la cama—. Mmmmm, eso es interesante, dime, ¿cuántas noches has soñado conmigo? ¿Qué hacíamos en tus sueños? —le preguntaste al oído, mientras dejabas besos en su cuello.
Él se rió suavemente mientras caminaba hacia la cama contigo en sus brazos, llevándote hacia las mantas y las cómodas almohadas.
—Fueron demasiados sueños, ____________. Y en todos ellos, siempre éramos cercanos. A veces, estábamos aquí, en la cama. —él se detuvo por un instante y su voz se volvió tranquila al recordar tu toque en sus sueños pasados—. En los demás, estábamos en otro lugar, haciendo el amor. No importaba en dónde fuera, ni cómo estuviéramos, el sueño siempre terminaba conmigo abrazándote fuerte. —suspiró profundamente y un suave gemido escapó de sus labios.
—¿Y por qué no lo volvemos realidad? —le preguntaste besando su barbilla—. Estamos aquí y ahora, estamos casados. Hazme el amor como siempre lo hiciste en tus sueños. Necesito sentirte, por favor... —susurraste dulcemente en sus labios, atrayéndolo a ti con tus manos sobre sus amplios hombros.
—Sí, mi amor. —gimió suavemente y su voz tembló mientras te acercaba más a él—. Esa es una propuesta tan encantadora. —murmuró sonriendo, con sus manos moviéndose por tus costados y sus dedos deslizándose a lo largo de tus curvas.
Podías sentirlo todo, el calor que había acumulado y el hambre. Leto estaba desesperado por tomar lo que finalmente era suyo, por tenerte completa y absolutamente.
—Sí, es una propuesta encantadora. —sonreíste y lentamente, te fuiste deshaciendo de tu lencería, dejándola caer al piso quedando así, complemente desnuda frente a él. Él te imitó, haciendo lo mismo y al final, ambos estaban frente al otro, conociéndose por primera vez en esa forma tan íntima—. Y ahora, ¿qué te parece la propuesta?
Él te miró embelesado y su mirada fue directamente hasta tus pechos desnudos, mirándolos con ojos hambrientos mientras te recostabas mejor en la cama. Podías sentir su necesidad creciendo con su toque y cada caricia enviaba una chispa por tu columna.
Se mordió el labio inferior y sus ojos se movieron lentamente por tu cuerpo, desde tus senos hasta tu cuello y tus ojos. Pudiste ver la forma en que sus manos temblaban mientras se acercaba a ti.
—__________. —murmuró suavemente—. Te deseo.
—Tranquilo, mi amor, aquí estoy. —tomaste sus manos para que dejaran de temblar y las llevaste hasta tus senos, mientras lo recostabas en la cama junto a ti—. No iré a ninguna parte, no sin ti. Aquí estoy, soy tuya, sin en verdad me quieres... —sonreíste, besando dulcemente sus labios para tranquilizarlo.
Sentiste sus labios encontrar los tuyos, su boca hambrienta y ansiosa por saborearte, mientras sus dedos permanecían sobre tus pechos, explorando cada curva y cresta, como si estuviera tratando de grabar tu cuerpo en su mente para siempre.
—Oh, __________. —murmuró durante el beso y un murmullo de tu nombre salió de sus labios mientras se inclinaba sobre ti, su cuerpo presionándose contra el tuyo de nuevo—. Sí, sí, eres mía. Siempre estuviste destinada a ser mía. Te quiero, __________, te amo, por siempre.
—Siempre tuya. —gemiste en sus labios mientras subías tu pierna por su cadera, concediéndole más espacio para que estuviera entre tus piernas—. Te quiero, Leto, te amo. Y te veo a amar por siempre. —sonreíste besando su hombro y acariciando su espalda mientras disfrutabas de sus caricias, con tu cabello libre cayendo sobre las sábanas suaves de lino.
Él gimió suavemente y sus palabras se quedaron en su garganta cuando lo acercaste a ti, su cuerpo yacía sobre el tuyo mientras sus brazos te rodeaban y te abrazaban fuerte. Podías sentir su longitud contra ti, sus manos recorriendo tu cuerpo, sintiendo las curvas de tu cintura y tu cadera, de tus piernas, explorándote.
—Mmmmmm, __________, te amaré por siempre. —murmuró en tu oído, su aliento cálido y gentil contra tu piel. La idea de estar contigo, del al fin poder amarte completamente durante cada día del resto de su existencia, encendió su corazón.
—Mi amor, creo que te he extrañado toda mi vida. —sonreíste y jadeaste, sintiendo su longitud cerca de tu entrada—- Y creo que, ha llegado el momento de recuperar el tiempo perdido... —gemiste moviendo tu cadera contra él, dándole al señal que necesitaba—. Y quiero que me hagas el amor, como siempre hemos estado destinados a hacerlo, por favor. Leto, nuestro matrimonio es más que solo un arreglo político, puedo sentirlo. Entre tú y yo hay un amor que se puede palpar y, necesito sentirlo. Por favor...—susurraste en su oído, dejando besos en su cuello y en la zona donde sobresalía su nuez de Adán.
Él gimió al sentir tu cuerpo moverse contra el suyo y fue la señal que necesitó, tu toque le envió una ola de calor por todo su cuerpo.
Se rió suavemente y asintió. —Sí, mi amor, nuestro matrimonio es mucho más que esa conveniencia, lo sabemos ahora mejor que nadie. —movió una de sus manos entre tus muslos, sus largos dedos trabajando para provocarte otra vez—. Nuestro matrimonio está destinado a durar por toda la eternidad, mi cielo y, quiero sentir esto todos los días de mi vida. —gimió el voz baja, mientras te tocaba.
—Sí. mí amor, déjame sentir ese amor que llevas en ti por mí desde hace tanto tiempo, desde que éramos solo unos niños... —sonreíste y lo besaste cuando en ese momento, sentiste que lentamente, empezaba a deslizarse dentro de ti. Cuando la sensación de invadió por completo, soltaste un gemido fuerte y lo abrazaste por el cuello, pegándote mucho más a su cuerpo—. Oh... Oh, Leto... —sentiste que se comenzaba a mover lenta y suavemente, tratando de encontrar sincronía con tu cuerpo.
Sentiste su aliento contra tu cuello, sus labios susurrando tu nombre mientras el dejaba su cuerpo fluir al ritmo tuyo. Sus manos tomaron tus caderas, trabajando para mantenerte en cerca de él mientras gemía suavemente, encontrando el ritmo, tal como lo hiciste tú.
—Oh, oh... ____________. —gimió despacio, en sus mejillas comenzaba a aparecer un rubor ligero y sus labios acariciaron tu cuello—. ___________, he esperado tanto por esto.
—Ahhhhh, mi amor... Sí, justo así, déjame sentir todo el amor que sientes por mí. —gemiste más fuerte, arqueando tu espalda y apretando las sábanas con tus manos. Tu cabello se movía libremente por el colchón. Suspiraste cuando lo sentiste tomarte por la caderas, encontrando justo entonces el ritmo juntos y acariciaste su espalda. Con tu otra mano, jugaste con los bucles de su cabello que descendían por su frente como cascada—. Sí, así, Leto... Ahhh... —gemiste un poco más fuerte, mirándolo a los ojos y dejando que sus cuerpos fueran guiándose juntos.
Sintió tus dedos clavándose en las sábanas, tu cuerpo arqueándose contra él mientras empujabas con todas tus fuerzas. Sus manos presionaron más tus caderas, abrazándote con más fuerza mientras se inclinaba y besaba tu cuello, el calor entre sus cuerpos se intensificaba con cada movimiento.
—Ah, _______________, me quieres, este no es solo tu deber, tú, de verdad me quieres... —susurró, sus piernas enredadas con las tuyas, su cuerpo moviéndose suavemente dentro de tuyo, sus manos jugando a lo lago de tu piel mientras te llevaba al borde.
Pasaste tu otra pierna por su cadera y una de tus manos acarició su cuello y sus hombros. Soltaste un gemido fuerte cuando volvió a besar tu cuello y comenzaste a moverte más rápido contra él, el calor en sus cuerpos era más intenso cada vez, como si se hubiesen esperado el uno al otro por tanto tiempo.
—Sí, sí Leto. Te quiero, pero no por deber, ni por obligación, te quiero de verdad y, hago mucho más que quererte. —tarareaste en sus labios, pegando tu frente a la de él y sus movimientos empezaron a tomar sincronía—. Mi mente te sueña, mi cuerpo te anhela y mi corazón y mi alma te aman. —buscaste moverte un poco más rápido y él lo captó, gemiste su nombre con fuerza mientras él se mecía con más velocidad dentro de ti.
—Oh, Dios mío, oh, ___________... —gimió con placer al sentir tu movimiento contra él y tus confesiones de amor, igualando tu ritmo y acercándote, una mano acariciando tu mejilla y la otra sosteniendo tu cadera, con sus dedos clavándose en tu piel—. Eres hermosa, ¿lo sabías? —él gimió suavemente en tu oído mientras se inclinaba de nuevo hacia ti—. ____________. —gimió tu nombre con voz ronca, dejando escapar un profundo suspiro—. Todo lo que alguna vez sentí por ti está regresando, puedo sentirlo ahora... El amor que he sentido por ti todos estos años... —te dijo dulcemente al oído.
—Ya no dejes que se vaya, no dejes que se vaya lo que sientes por mí, por nosotros dos juntos... Así, mientras me haces tuya por primera vez... Leto, así mi amor, me siento tan feliz de que estemos juntos. Me estás haciendo el amor, por primera vez, ¿te das cuenta de eso? —jadeaste, cerrando los ojos un momento, acariciando su cabello y separando un poco más tus piernas—. Y me encanta, me encanta cómo me estás tomando, me encanta tenerte dentro de mí, mi amor... —gemiste más fuerte, dejando ir un grito de placer mientras sus embestidas se volvían más salvajes y rápidas. Gemiste aún más fuerte, pasando tus uñas por su espalda.
Su voz se quebró cuando le hablaste de tu amor, sus palabras se detuvieron un poco, su respiración se volvió pesada y temblorosa mientras dejaba que tu voz invadiera sus sentidos.
—Sí, mi vida, si... —jadeo, su corazón latía con fuerza y sus pensamientos se perdieron cuando sintió tu cuerpo moverse con el suyo, tus uñas raspando suavemente su espalda, clavándose en su piel, acercándolo a ti—. Dime, ___________; ¿cuándo... cuándo empezaste a amarme?
Reíste un poco, tomando sus mejillas entre tus manos para darle un dulce beso en los labios, largo y lleno de amor. —¿En serio quieres hablar de esto mientras... estamos aquí? —te reíste un poco, mordiendo tu labio, gimiendo de nuevo y suspirando profundamente.
El rostro de Leto se tiñó de un suave carmesí. —No, perdóname... Yo.... —gimió en voz baja— Yo... Yo solo.... Me estoy dejando llevar. —él se rió entre dientes mientras tomabas sus mejillas entre tus manos y lo besabas—. Quizá podamos hablar más tarde. —murmuró, con la voz ronca y atrapada en su garganta. Sintió que perdía el control, tu cuerpo empujaba en todos los lugares correctos, tus labios atrapaban suavemente los suyos, tus uñas viajaban por su espalda, enviando olas de placer por todo su ser.
—Dios mío, ¿cómo puedes ser tan dulce y tierno mientras estamos en esta situación? —gemiste otra vez, cerrando los ojos en medio de una sonrisa y, trataste de calmar sus movimientos, para que fuera más despacio. Acariciaste tus labios y lo besaste con ternura una vez más—. Tú ganas, te diré cuando empecé a amarte...
Él volvió a sonreír, sintiendo que lo empujabas a reducir la velocidad, tus labios deslizándose sobre los suyos.
Suspiró y su cuerpo temblaba por el esfuerzo y el placer. —Oh, tal vez mi control sobre esto no es tan fuerte como pensaba. Mmmm, dime, ¿cuándo empezaste a amarme, ______________? —te susurró al oído, su cálido aliento en tu cuello y su mano apretando suavemente tu trasero.
Reíste cuando sentiste su apretón pero, siguieron moviéndose lenta y tranquilamente mientras hablaban pero, eso no quería decir que no se sintiera bien. Gemiste suavemente mientras acariciabas los rizos de su frente.
—Te ame desde nuestro primer baile cuando teníamos 15 años... Ahí fue cuando supe que de verdad estaba enamorada de ti pero, siempre lo quise negar porque, apenas y te veía cada 6 meses. —reíste un poco apenada y acariciaste su mejilla y su barba—. Pero, en esa ocasión, mientras bailábamos juntos, sentí que mi corazón se llenaba de amor por ti. Y ahí lo supe y luego, quise escapar y siempre llegabas a mi mente. Siempre te recordaba y a mi amor por ti. —sonreíste y lo besaste otra vez, abrazándolo por el cuello.
—Mmmmmmm. —Leto gimió complacido. Tus palabras hicieron que su corazón se acelerara, la idea de que lo habías amado durante tanto tiempo, lo lleno de un calor embriagador—. ______________... —sus manos se movieron lentamente, una mano acarició tu mejilla, su pulgar rozó tu pulgar con delicadeza—. Siempre lo supe, en el fondo, que me amabas... Yo solo... —gimió un poco, empujándose suavemente contra ti—. No quería tener esperanzas...
—¿Por qué no querías tener esperanza? ¿Por qué siempre huía? —le preguntaste rozando tus labios con los suyos, mientras se seguían moviendo juntos, despacio, sintiendo la necesidad el uno del otro y tu gemiste un poco otra vez.
—Porque... —Leto jadeó, sus caderas empujando contra ti mientras luchaba por volver a conseguir el ritmo adecuado—. Porque pensé que estabas fuera de mi alcance... Que nuestro matrimonio era simplemente un acuerdo político... —confesó, su voz era un susurró delicado—. Pero ahora, después de todo estos años... —gimió—. Lo sé, sé que mi amor no fue tonto, no después de sentirlo, después de verte, después de estar aquí, contigo... —suspiró y su cuerpo tembló.
—Eso jamás mi amor. El amor no es algo tonto... Ahora sé que, de verdad te amo, con cada fibra de mi ser. —un suave gemido abandonó tus labios mientras las embestidas de tu esposo volvían a tomar un ritmo veloz—. Leto, mi amor... Ahhh... Esto fue un arreglo pero, mis sentimientos por ti, jamás han estado en juego... —lo miraste con ternura, tomando sus mejillas entre tus manos, gimiendo de nuevo sobre sus labios.
—Mmmmmm, sí, __________. —su voz era ronca de placer, su aliento se detuvo mientras se inclinaba hacia ti, sus dedos apretando ligeramente. Él gimió suavemente cuando sintió que volvías a empujarte contra él, tu cuerpo moviéndose, tus uñas arrastrándose por su piel. Leto gimió al sentir el calor de tus labios en su boca y su espalda se arqueó levemente mientras jadeaba de placer. Te besó apasionadamente, tomando tus manos con las suyas, extendiéndolas por la cama, el calor entre sus cuerpos aumentando.
—Sí, mi amor, así, así, déjame seguir sintiendo tu amor, lo real que es... —gemiste otra vez, moviendo tu cuerpo con el de él. Tomaste sus manos con las tuyas, extendidas por las sabanas, entrelazando tus dedos con los suyos mientras lo besabas lentamente, dejando que sus movimientos se volvieran más rápidos, más calientes y más placenteros. Tu beso lo alcanzó más profundamente, tratando de darle todo tu amor en esa acción.
—Ahhh, _____________, sí, sí... —él jadeó, su cuerpo temblaba al sentir tu movimiento contra él, el calor entre sus cuerpos aumentando. Su mente estaba abrumada por la pasión mientras gemía y suspiraba en tus labios, sus dedos sosteniendo tus manos con fuerza—. Ah, he soñado con esto durante tanto tiempo... —exhaló, y sus labios temblaron. Se empujó tan profundamente como pudo dentro de tu cuerpo, moviéndose más rápido, respirando agitado, si n soltar tus manos. Su ceño estaba levemente fruncido, sus mejillas rojas y sus rizos te hacían cosquillas en el rostro.
—Yo también lo soñé, mi amor, debemos hacerlo realidad. Vamos, amor, ven por mí. Así, así, sigue, por favor... —gemiste otra vez, más fuerte ahora, moviendo tus caderas con las de él y sentiste que Leto tomaba tus muñecas con sus mano, dejándolas pegadas a la cama, sin dejarte manera de escapar de él, eso te excitó más—. Ahhh, ahhhh, Leto, Dios, sí... sí... —solo podías gemir y murmurar su nombre, tu mente y tu cuerpo estaba concentrados en él.
Sus labios temblaron cuando sintió que te movías más rápido debajo de él y su respiración se volvió más errática a medida que el calor entre ambos ardía más. Él gimió tu nombre, sus manos sosteniéndote con fuerza, moviéndose con más desesperación.
Entonces, respiro profundamente—. Sí, ______________, sí, ohhhhh... —movió sus labios justo al lado de tu oído—. Necesito estar dentro de ti... —gimió, su voz sin aliento.
—Sí, mi amor... —tu piel se erizó cuando te habló al oído—. Entonces, quédate dentro de mí, me encanta cuando estás así, eres tan perfecto... —lo abrazaste por los hombros y volviste a pasar tus piernas por su cadera, dándole la libertad de moverse con libertad—. Hazme tuya siempre, hazme el amor siempre... —gemiste en su oído, dejando besos en su mejilla mientras él seguía empujando.
Leto gimió profundamente cuando sintió tus piernas en su cadera, moviéndote contra él mientras le suplicabas y amo eso. Su respiración se hizo tan agitada y su voz temblaba a medida que se movía más y más rápido. —Oh, ___________ —respiró en tu cuello—. Siempre, siempre te haré el amor... Siempre... —gimió otra vez, inclinándose para besar tu cuello y su barba se movió por tu piel, dejándote besos suaves y cosquilleantes.
Gemiste su nombre y pudiste ver el brillo en sus ojos al escucharte. Sonreíste dejándolo besar tu cuello y acariciaste su espalda, sus brazos y sus hombros, para luego bajar hasta su trasero y darle una suave nalgada. Sus palabras enviaron escalofríos por tu columna y eso solo te acercó más a tu límite—. Si mi amor, tu forma de amarme es tan perfecta.... —susurraste en su oído y sentiste un calor emanando en tu vientre mientras tu cuerpo empezaba a temblar—. Y yo... Y... No creo que pueda soportar más... —gemiste otra vez, esta vez más fuerte, dejando que el placer comenzara a recorrer tu cuerpo.
—____________. —Leto jadeó y su cuerpo también empezó a temblar con tu toque. Su respiración se hizo más pesada cuando te escuchó gemir su nombre—. Ohhhh, mi preciosa _____________. Ahhhh, qué perfecto... —gimió de nuevo, mordiendo su labio—. Tan hermoso... Shhhh, mi amor, está bien, está bien, solo deja que suceda... Solo, deja que te lleve. —Leto gimió un poco más fuerte—. Ohhhh... Déjame tenerte... —su cuerpo respondió y dejo que el placer también empezara a recorrerlo.
Tú lo abrazaste por el cuello y juntaste tu frente con la suya, cerrando tus ojos y presionando tus labios con los de él cuando el límite los alcanzó. Tui cuerpo comenzó a temblar un poco más contra el de Leto, sin ningún control, tu boca dejo escapar fuertes gemidos de placer y dejaste que la agradable sensación pasara por todo tu cuerpo mientas aún estaba unidos.
—Ohhhh, ahhhh, Dios... Sí, sí, Leto... Mi amor, me tienes, me tienes ahora, te tengo ahora, nos tenemos ahora... —gemiste de nuevo, cerrando los ojos, abrazando a tu esposo con fuerza, dejando tu cuerpo temblar con el suyo cuando el orgasmo al fin te alcanzó.
—Ahhhh, ____________, ahhhhhh... —Leto respiró y su cuerpo también tembló al sentir que te acercabas más a él. El calor entre ambos era abrumador. Te beso apasionadamente, sus manos bajaron por tu espalda, sin descuidar tus curvas uy costados, acurrucándote cerca de él mientras temblabas—. Ohhhh... Shhhhhh, shhhh, mi cielo... Déjalo pasar, así... así, ahhhh.... Déjame llevarte.... Ahhhh, ahí, amor, ahí.... Sí, sí, te tengo ahora, te tengo, para siempre, para siempre, ___________, mía... —habló él entre jadeos, dejando que su cuerpo también sucumbiera al placer, con sus cuerpos conectados, fundiéndose en uno solo.
Sus cuerpos alcanzaron su punto máximo de placer y lentamente, fueron calmándose. También su corazón y su respiración. Soltaste un gemido y un fuerte suspiro mientras la sensación de placer iba dejando tu cuerpo pero, eso te había dejado bastante sensible. Escuchaste los gemidos de Leto y eso te hizo sonreír contenta, sintiendo su calidez dentro de ti.
Cuando ambos ya estaban más calmados, suspiraste y lo miraste a los ojos, acariciando su barba y sus mejillas. —Mi amor, eso fue... Maravilloso. —suspiraste en sus labios, besándolo suavemente—. Hicimos el amor por primera vez... —juntaste tu frente con la de él una vez más—. Ahora soy tuya y tú mío, ¿te das cuenta de eso? —sonreíste, besando sus labios tiernamente, con sus cuerpos aún desnudos juntos, descansando, recuperando el aliento.
Poco a poco, Leto recuperó la compostura, su cuerpo estaba tranquilo pero, su corazón latía ávidamente con placer. Su respiración era un poco entrecortada, mientras miraba tus hermosos ojos, en donde siempre había soñado perderse y ahora, por fin lo estaba haciendo. Una de sus manos acaricio tu mejilla con sus nudillos y sonrió, pasando su pulgar por tus labios.
—Sí, sí, amor. Eso fue... Eso fue milagroso. —dijo, todavía recuperando el aliento—. Ahora, eres verdaderamente mía y yo, soy solo tuyo.
Tu reíste un poco mientras él acariciaba tu labio y dibujaste patrones en sus hombros y brazos, mirándolo a los ojos. —¿Milagroso? —reíste entre dientes—. No sé si sea la palabra adecuada para describir lo que hicimos. —lo miraste, alzando una ceja.
Leto sonrió juguetonamente, acariciando los dedos de tu mano con los suyos. —¿Quizás haya una palabra mejor? Por favor, concédeme tu sabiduría, ________. ¿Cómo llamarías a lo que acabamos de hacer? —él se rio suavemente—. ¿Te inclinarías a llamarlo simplemente maravilloso? —te preguntó el broma, mientras inclinaba su rostro hacia ti, esperando tu respuesta.
Volviste a reír, disfrutando de la intimidad del momento e hiciste una mueca como si estuvieras pensando, torciendo un poco la boca, lo cual, hizo reír a Leto. —Sí, tengo una palabra mejor. —sonreíste y mordiste tu labio.
Él se rio divertido, disfrutando también de ese dulce momento y se apoyó contra ti, rozando su nariz contra tu mejilla. —No seas tímida, mi amor. Vamos, dime, ¿qué palabra usarías que sea mejor que "milagroso"? —él te sonrió divertido, con tono burlón en su voz—. Quizá, ¿fantástico? ¿Glorioso? —él se rio bajito—. ¿Encantador? —preguntó, su voz era un susurró mientras acariciaba tu mejilla.
Sonreíste, sintiendo su nariz en tu mejilla y le diste un beso en la nariz, su barba te hizo cosquillas y no pudiste evitar soltar una carcajada cuando escuchaste sus opciones pero, negaste sonriendo. —No, yo diría que fue: divino. —le guiñaste un ojo y lo besaste en los labios dulcemente.
Él se rio, acariciando tu cabello. —¿Divino, eh? —preguntó con las cejas levantadas, su voz era un dulce susurro. Pasó un dedo por tu labio inferior, su voz era juguetona—. Para mí no hay nada más divino que estar cerca de ti—. Te confesó, con un leve sonrojo en sus mejillas, devolviéndote el beso—. En el cielo, mi vida, pasaría una eternidad haciéndote el amor. —gimió, suspirando y mirándote a los ojos.
—Dios mío, ¿y tú como me dices esas cosas sin esperar que te amé más de lo que ya lo hago? —suspiraste y lo abrazaste por el cuello, jugando con sus rizos—. Mmmm, bueno, no dejemos eso hasta que estemos en el cielo, yo quiero que me hagas el amor aquí, siempre que podamos, porque siempre va a ser divino, igual que tú. —sonreíste y lo besaste en el mentón.
—En el cielo, o en este cuarto o en donde sea, da lo mismo. —él sonrió, presionando sus labios contra los tuyos—. Te voy a hacer el amor siempre que quieras. —gimió suavemente, con la voz temblorosa—. Mi amor, _________, en el cielo, en la tierra, en cualquier lugar, mi amor siempre será tuyo y tú serás mía, para siempre. —te dijo con la voz tranquila y su mirada fija en ti.
—Leto... —susurraste su nombre mientras lo mirabas con ojos brillantes. Tus palabras te habían hecho ya sentir en el cielo.
Acacrició suavemente tu mejilla. Pasando sus dedos por tu cabello. —Eres tan hermosa, mi amor... —te dijo mirándote y sus ojos parpadearon lentamente—. ¿Sabes cuánto poder tienes sobre mí? —suspiro suavemente, su voz era apenas más que un susurró—. Siempre estaré en deuda contigo, mi corazón te pertenece y mi vida igual. —se detuvo, inclinándose para besar tu mejilla.
Suspiraste, acariciando su mejilla mientras hablabas y, no podías decir nada, simplemente sus palabras estaba atravesando tu corazón de la manera más dulce y hermosa posible. —Mi amor, mi dulce Leto, yo no quiero ni necesito poder sobre ti, solo quiero que me dejes amarte y que me dejes estar a tu lado, porque ahora me doy cuenta que te amo, te amo de verdad y eres todo para mí. Mi cielo, mi lugar seguro, mi amor, mi vida. Mi corazón es tuyo desde ahora. —sonreíste y tomaste sus manos en las tuyas, besando sus nudillos.
—Mi cielo, mi lugar seguro... —murmuró con voz suave, repitiendo tus palabras, como si quiera procesarlas—. _____________, no sé cómo decirte esto... —tomó un respiro profundo—. Pero, la cuestión es que, el amor que siento por ti, no es como ninguna otra cosa que haya sentido jamás, no puedo describirte lo mucho que te amo y de verdad, nunca antes había amado con esta pasión y devoción, mi amor... —te beso suavemente la mano—. No se puede vivir sin ti, amor. —dijo suavemente.
—No necesitas palabras, mi amor, lo acabas de demostrar de la forma más divina posible al hacerme el amor. —sonreíste suspirando, viendo como besaba tu mano y tu acariciaste sus labios—. Pero, solo quiero pedirte una cosa. —suspiraste, acariciando su mejilla.
Él te miro, sonriendo suavemente. —¿Alguna cosa? —murmuró mirándote a los ojos y se inclinó para besarte—. ¿Qué es? Puedes tener lo que quieras, yo, estoy dispuesto a darte cualquier cosa. —te dijo, mirándote a los ojos con un ligero sonrojo subiendo por sus mejillas.
Sonreíste cuando te beso y le devolviste el beso, mirándolo con ternura, sintiendo tu corazón explotar de amor por su ternura. —Me gustaría volver a casarme contigo, volver a tener la boda, pero esta vez, sabiendo que lo que tú y yo sentimos es real y no con dudas en nuestro corazón. Quiero volver al altar y decirte mis votos otra vez, mis verdaderos votos. Quiero gritar al mundo mi amor por ti y esta vez, de verdad. —lo miraste suspirando mientras acariciabas su anillo de bodas—. Leto Atraides, ¿quieres volver a casarte conmigo pero esta vez, con el amor presente de verdad? —lo miraste con un brillo especial en tus ojos, esperando que aceptara tu propuesta.
—Por supuesto, pero claro que sí. —murmuró encantado—. Quiero volver a casarme contigo, ___________. Quiero volver al altar y hacer los votos con la pureza que no tenían la primera vez. Quiero gritar al mundo mi amor por ti y hacerlo de una forma que, que de verdad demuestre la profundidad de lo que siento por ti. Quiero volver a casarme contigo, mi amor y así, podré decir que soy el hombre más feliz del universo. —te dijo alegremente, dejando besos por todo tu rostro.
—Esta vez, nuestros votos serán puros y llenos de amor de verdad. —sonreírte y lo besaste en los labios dulcemente—. Oh, ¿y puedo pedirte otra cosa? —reíste en sus labios.
Leto te devolvió la sonrisa y besó tu mejilla en respuesta. —Por supuesto mi amor, cualquier cosa que desees, te daría lo mejor que tengo. Tus deseos son mis órdenes, mi vida es tuya, ¿qué quieres, mi duquesa? —acarició tus mejillas con ternura.
Suspiraste sonriendo, escuchando sus palabras, sintiéndote muy afortunada. —Solo quiero que, me digas que soy tuya, ¿podrías? —sonreíste, mordiendo tu labio juguetonamente jugando con unos rizos de tu cabello que caían sobre tus hombros desnudos.
Leto levantó una ceja ante tu pregunta. Su voz ahora era un gruñido bajo. —¿No lo sabes, _________? —él susurró—. ¿Debo recordártelo? Eres mía, _____________. —murmuró con un tono posesivo—. Nadie puede alejarte de mí, nadie puede tocarte, amarte, tener tu corazón. Tú, mi amor, eres mía. —volvió a acariciar tu mejilla, su voz era un gruñido bajo, como si hubiera querido decir todas esas palabras hace mucho tiempo.
—Mmmmm, sí... —suspiraste complacida, te gustaba esa actitud que tomaba, te gustaba bastante—. Me encanta que me digas eso. —sonreíste mordiendo tu labio y juntando sus manos con las tuyas—. Y sí, debes recordármelo porque, puedo llegar a ser un poco olvidadiza. —reíste en broma, levantando una ceja y luego, acariciaste su pecho y algunas cicatrices en el—. Soy tuya, en cuerpo y alma y mi corazón también es tuyo. Amo cuando me hablas así, cuando te compartas tan posesivo conmigo... Te vuelve tan sexy... —confesaste, mordiendo tu labio, haciendo pequeños círculos en su pecho con la yema de tu índice.
Él gruño, asintiendo. —Bien, entiendes que... —lentamente, levantó una de tus manos, pasando su mano por tu palma—. Eres mía, __________. —repitió con un toque de posesividad en su voz—. Tu corazón, tu cuerpo y todos tus pensamientos me pertenecen. —se inclinó y te susurró al oído—. Nadie puede tocarte, o poseerte, excepto yo. —murmuró suavemente, acariciando tu cabello detrás de tu oreja y tocando tu mejilla.
Tú asentiste con una sonrisa. —Me encanta entenderlo.
Lentamente se acercó más a ti, disfrutando de tu dulce aroma y del olor de tu cabello, que era deliciosamente embriagador. —¿Recuerdas cómo te hablé en el altar? ¿Cómo prometí protegerte y amarte por toda la eternidad? ¿Cómo pronuncié esos votos frente a toda nuestra familia? —te susurró suavemente y tu asentiste—. Bueno, pues olvídate de ellos, esos votos solo fueron parciales. Mi amor por ti es mucho mayor y más profundo y, mi necesidad de cuidar de ti, de abrazarte y protegerte es mucho más profunda, más de lo que jamás imaginarás. —habló, dándote un beso en la frente.
—Leto, vas a hacer que mi corazón explote de amor por ti. ¿Por qué eres tan perfecto? —suspiraste, abrazándolo por los hombros, acariciando su espalda y dejando besos en su cuello y pecho—. Me olvidaré de esos votos, siempre y cuando mañana en la mañana los volvamos a decir, pero esta vez, siendo conscientes de ellos. —sonreíste, tomando su mano con la tuya, entrelazándolas.
—Tú eres perfecta, _______________. —murmuró, su voz ronca y profunda. Su mirada estaba llena de ternura y su toque era suave. Levantó tu mano y te besó suavemente en las yemas de los dedos—. Quiero prometerte el mundo, amor y esta vez, será de verdad. Para siempre, es lo único que importa y en eso, tienes mi promesa, mi amor. —te dijo con sinceridad, presionando sus labios contra tu cuello suavemente.
—Yo no quiero el mundo... —susurraste, acariciando su cabello mientras él besaba tu cuello y subiste de nuevo tu pierna por su cadera—. Solo te quiero a ti. —sonreíste y lo besaste en los labios.
—Solo a mí... —murmuró, sin dejar de mirarte luego de devolverte el beso. Estaba completamente enamorado. Sus dedos recorrieron tus piernas desnudas con un toque suave—. Solo te quiero a ti, eres lo único que me importa. No te soltaré, ___________, no vas a estar con nadie más sino conmigo. Eres mía. —te habló con voz grave al oído—. Y te amaré siempre.
—Solo soy tuya, y tú eres mío. —sonreíste y sentiste tu piel vibrar bajo su toque cariñoso—. Eres lo único que me importa, hacerte feliz, estar a tu lado, ver tu hermosa sonrisa todos los días de mi vida... Acariciar tus hermosos rizos plateados, tu barba haciendo cosquillas en mi cuello y en mis labios mientras me besas. Estar en tus brazos es como un pequeño paraíso. —sonreíste, acariciando su nariz con la tuya mientras él te envolvía en sus brazos.
—Tú, eres el paraíso que siempre soñé, ya ahora que te tengo en mis brazos, no te dejaré ir. —acarició suavemente tu pierna, con su mirada fija en tus ojos—. Eres la persona por la que vale la pena vivir, _________________. —susurró con voz entrecortada—. Y no voy a permitir que nada ni nadie nos arrebate esto, yo siempre estaré ahí para ti, mi amor. —murmurón en tus labios, acariciando tus muslos delicadamente.
—Me encantas tú y tu forma de tocarme, de acariciarme, de hacerme sentir tuya, de amarme... Me encantan tus palabras de amor. En verdad eres mi paraíso. —sonreíste y dejaste que sus manos siguieras viajando por tus piernas y tu cuerpo, mientras tú lo abrazabas por el cuello, dejando tiernos besos en sus hombros y pecho. Sus rizos y barba te hacían cosquillas en la piel.
—Siempre serás mi preciosa duquesa, mi amor. —dijo Leto, agarrando suavemente tus tobillos y acercándote lentamente a su regazo. Comenzó a acariciar tus pantorrillas, subiendo lentamente por tus piernas, hasta rodarte completamente con su amor—. Eres una mujer tan hermosa, es un privilegio tenerte aquí en mis brazos y te amo tanto. —murmuró suavemente, recostándose en la cama y envolviéndote en sus brazos por completo—. Solo tú... —susurró besándote dulcemente en los labios.
Pasaron el resto de la noche entre besos y caricias, confesándose dulces palabras de amor hasta quedarse dormidos y al día siguiente, el día de Navidad, en la misma iglesia del día anterior, renovaron sus votos, esta vez de forma sincera y sin ninguna máscara. Solo ustedes dos, prometiéndose que a pesar de todo, ahora serían juntos contra todo.
FIN
***
Nota de la autora: Bueno, ¿qué puedo decir? FELIZ NAVIDAD jeje. nwn
Espero les haya gustado este pequeño regalo que pues, viene con todo mi amor y cariño para ustedes y también porque, necesitaba con urgencia darle el final que siempre quise a Leto y que mejor que, en un ambiente navideño, para celebrar las fiestas jejeje.
Y bueno, después de esto solo voy a decir, ¿a quién le importa que sea un matrimonio arreglado si tu esposo es Leto Atraides? PAPI, LO QUE QUIERAS SE TE DA, MI AMOOOOR.
Creo que estos han sido los capítulos más largos que he escrito y pues, tenía que ser así, ya que solo fueron tres. Pero, vaya que están hechos con mucho amor.
He aquí la revelación de uno de los deseos más profundos y escondidos de mi corazón, uno que por lo menos, puedo hacer realidad con uno de mis personajes más queridos y amados de mi hermoso Oscar Isaac, 17,970 palabras y 40 páginas de Word después, "Promesas de invierno" al fin fue concluida.
Espero les haya gustado este pequeño regalo, little moons, nos estamos leyendo pronto en nuevas historias y también en las actuales. Gracias por todo su apoyo, los quiero mucho.
¡Laters, gators! :3
VIEJO SABROSO, ERES MI MUSA, VE NADA MÁS LO QUE ME HACES ESCRIBIR. ASDFGHJKLÑLKJHGFDSA TE AMOO.
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