Capítulo 2: La cena de celebración
La hora de la cena en honor al matrimonio de los recién casados estaba dando comienzo y aunque no tenías los suficientes ánimos para asistir, después de todo ahora eras la duquesa de Caladan y, tenías que hacer honor a tu título por lo que, con todo al mayor esfuerzo que supuso tu cuerpo y tu mente, lograste poner tu mejor cara al asunto. Además, después de lo que había pasado hace apenas unos momentos con Leto, algo en ti te decía que no debías jugarle esa mala pasada al no presentarte junto a él en el evento.
Después de hacer unos ejercicios de respiración y sabiendo que ahora tu destino estaba sellado, saliste de la habitación dirigiéndote al salón principal del palacio. Habías optado por llevar un vestido color lila con detalles plateados, era una pieza única que habían mandado a confeccionar especialmente para ti para fechas y momentos especiales y sin duda, este era uno de ellos, aunque aún no estabas segura de cómo sentirte al respecto.
El vestido a pesar de ser bastante sencillo, no dejaba de ser elegante y, tratando de seguir esa temática, optaste por dejar su cabello suelto, dejando que tus rizos cayeran por tus hombros y espalda sin ninguna limitante, también tu maquillaje era ligero; al ser el mismo de la boda esa misma tarde no tuviste que hacer mucho más que arreglarlo un poco, considerando que se había estropeado después de la visita de Leto a la habitación.
Sobre tu cabeza, lucia la tiara ceremonial que las damas con tu título portaban en eventos sociales, para dar a conocer su jerarquía y por último, el escote en la espalda del vestido, llegando hasta la cadera, acentuaban más la elegancia y belleza del mismo, haciéndote lucir mejor de lo que pensabas.
Cuando viste a Leto, sonreíste de lado y sin poder evitarlo, una emoción creció en ti, como si fuegos artificiales explotaran en medio de un festival. Te acercaste con paso firme hasta él, sin poder hacer desaparecer la sonrisa de tu rostro.
—Hola, duque Atraides. ¿Está listo para nuestra primera cena como casados? —lo miraste, alzando una ceja.
Los ojos de Leto se abrieron de par en par y su atención fue inmediatamente captada por lo bella que lucías; eras la imagen de la elegancia, con tu largo cabello rizado cayendo por tu espalda descubierta y acariciando tus hombros. De hecho, no pudo evitar pensar que tu belleza natural que siempre había resaltado era mucho más impresionante que lo que ese vestido tenía para ofrecer.
—Sí, lo estoy. —respondió él sin ninguna duda. Al mismo tiempo, se acercó y su cuerpo prácticamente se presionaba contra el tuyo, dejando su mano derecha al borde de tu espalda baja, causándote cierto escalofrío cuando lo sentiste tocar tu piel—. Te ves, absolutamente divina.
Sonreíste suavemente por su comentario y tomaste su mano, intentando darle una señal de que si quería, podía acercarse más. —Muchas gracias, eso es muy dulce y amable de tu parte. —suspiraste y lo viste a los ojos, en realidad ya todo el tema del matrimonio arreglado estaba quedando en segundo plano—. Eres bastante adorable, ¿sabes? Siempre lo has sido. Y particularmente este día, te has visto muy guapo, estos trajes azul marino te quedan de maravilla. —le dijiste sin dejar ir tu sonrisa, dándole un pequeño beso en los labios—. ¿Quieres que el heraldo nos anuncie ya? —le preguntaste, acomodando el cuello de su saco.
Leto estaba en el paraíso absoluto con tu beso, su corazón latía aceleradamente y sus manos descansaron en tu cadera, inclinándose aún más cerca que antes. Sus dedos encontraron el camino detrás de tu oreja y la masajearon suavemente. Él asintió ante tu pregunta y sonrió.
—Si, por favor. Vayamos a terminar con esto de una vez por todas. —él se rio entre dientes—. Aunque, siento que este beso es todo lo que necesito esta noche. —Leto se inclinó y te susurró al oído—. La cuestión es que, tendremos mucho tiempo para más después de la cena.
Tu corazón latía con fuerza y sonreíste mientras el acariciaba tu oreja con ternura. —Bueno, tal vez luego podamos avanzar a más de un beso. —reíste y tomaste su brazo para comenzar a caminar hasta el salón principal en donde el heraldo ya los esperaba para anunciarlos, sin embargo, su último comentario no te pasó desapercibido, te hizo sentir una revolución en tu interior al pensar en las posibilidades.
Mientras caminaban por el largo pasillo adornado con luces, guirnaldas, piñas y flores navideñas, te atreviste a preguntar a qué se refería con ese último comentario, y le preguntaste justo en el momento que habían llegado al borde de las escaleras para descender al salón principal, donde los invitados aguardan por ustedes.
Al vernos llegar, el heraldo nos anunció como el duque y la duquesa de Caladan.
—¿A qué te refieres con más después de la cena? —inquiriste, algo dubitativa y, a quién querías engañar, emocionada por la respuesta.
—Me refiero a esto... —con la velocidad de un rayo, se inclinó más cerca de ti y su boca encontró la tuya. Su lengua rozó tu labio inferior antes de que finalmente cediera y se deslizara dentro de tu boca. Sus dedos encontraron su camino por tu espalda, su otra mano te sostenía con fuerza sin querer soltarte, aún no—. Y eso es solo el principio. —Leto se apartó de ti, respirando profundamente y sonriendo—. Ahora, hagamos nuestra entrada formal.
—Leto... —susurraste en sus labios cuando él te beso y, aunque claramente te había tomado por sorpresa y con la guardia baja, te había encantado y no podías siquiera negarlo—. Solo el principio eh... —murmuraste suavemente, tocando tus labios cuando ambos se alejaron del beso y mordiste tu labio, sonriendo casi sin darte cuenta—. Mmmmm, ¿sabes algo? Puede que después de todo, este matrimonio si termine funcionando... Se nota que los besos no son falsos... —riendo un poco, volviste a tomar su mano, juntándola con la tuya para avanzar al momento que el heraldo los anunció.
—Los besos son genuinos, mi matrimonio contigo es genuino y el amor que siento por ti también es genuino, como siempre lo ha sido. —el duque sonrió y tomo tu mano con fuerza mientras ambos se dirigían al salón directo con sus invitados, los cuales se encontraban ahí para festejar su unión en matrimonio, así como la alianza entre las casas y sus familias—. ¿Y sabes una cosa? No dejaré de besarte esta noche, incluso si todos están mirando, después de todo, nadie se atrevería a cuestionarnos. —Caballeros, señoras... —el duque Atraides fue saludando a sus invitados mientras caminaba junto a ti, ambos tomados de la mano.
—Eso me agrada. —sonreíste cuando escuchaste su afirmación y al igual que él, también comenzaste a saludar a los presentes, abriéndose paso hasta la mesa principal, en donde dos asientos aguardaban por ustedes.
Leto besó tu mejilla, justo antes de que ustedes dos se detuvieran frente a los invitados que ya se encontraban aplaudiendo desde el momento que iban bajando las escaleras y las ovaciones y felicitaciones no se hicieron esperar en el elegante salón, decorado con un bello y alto pino navideño, del cual, colgaban de sus ramas esferas de diferentes colores, brillantes y hermosas, algunas incluso con el escudo de las casas invitadas al banquete. En la cima del árbol, descansaba una reluciente estrella de cristal que lanzaba destellos por cada rincón del salón a causa del reflejo de las luces y velas que atravesaban sus esquinas cóncavas y, el frondoso pino también estaba rodeado por tintineantes luces de colores que lo hacían lucir aún más alegre y hermoso junto con los listones rojos y dorados que comenzaban desde la punta hasta el borde del mismo.
Las paredes, los muros y las ventanas del salón, al igual que los pasillos del palacio, también lucían ornamentados con escarcha, luces y moños brillantes. Dentro del gran salón se sentía un ambiente cálido y reconfortante, el cual contrastaba notablemente con los finos copos de nieve que caían en el exterior y podían apreciarse por las ventanas. Toda la escena parecía sacada de un cuento de Navidad de Dickens y cada detalle sumado, hacía que todo se viera aún más mágico.
Cuando ambos tomaron asiento en la mesa principal, Leto solo pudo sonreír cuando los invitados aplaudieron. Había planeado que esta velada fuera especial y hasta el momento, había superado sus expectativas. Para este momento, el banquete ya había dado comienzo. Volvió a besarte en la mejilla, antes de darle un ligero apretón a tu cintura.
—¿Te importaría si te doy otro beso? —él sonrió—. El de hace un momento fue solo para que lo vieran nuestros invitados, el de ahora, aprovechando que todos están ahora concentrados en la cena puede ser más, especial... —murmuró cerca de tu oído, con un toque sensual en su voz.
—No, no me importa. Puedes hacerlo. —le sonreíste a tu marido, tomando un trago de vino y sin darte cuenta, mordiste tu labio cuando él apretó tu cintura.
Los ojos le Leto se iluminaron cuando te vio morderte el labio. Su intención era ponerte un poco nerviosa pero, no demasiado. Al ver el pequeño gesto, éste le evocó una sonrisa en los labios y se inclinó un poco más hacia ti, acercando aún más su asiento al tuyo.
—Si tan solo no estuviéramos frente a todos aquí... —él sonrió de nuevo, hablando en voz baja en tu oído—. Me encantaría besarte otra vez, como hace un par de horas en la habitación. —te dio otro ligero apretón en la cintura—. Y tal vez algunos más.
Sus palabras enviaron un escalofrío por tu cuerpo y volviste a morder tu labio, acomodándote mejor en tu asiento como si quisieras recobrar la compostura. Jadeaste un poco cuando la mano de Leto volvió a apretar tu cintura. —Puede darme otro beso si quiere, duque Atraides, e incluso ahora pero, si tiene en mente otra cosa, ya le dije que debe esperar. ¿No fue eso lo que le dijo su esposa en la habitación? —lo miraste alzando una ceja, con una sonrisa retadora.
—Tienes razón, mi esposa me dijo que esperara. Y si fuera por mí, esperaría hasta que estemos en un lugar más privado. —la mano de Leto todavía estaba alrededor de tu cintura, se dedo clavándote suavemente. Acercó su rostro aún más a ti, para poder susurrarte más íntimamente—. Pero, su marido sabe cómo persuadir. —su rostro estaba justo al lado del tuyo, sus labios rozando los tuyos—. Si tengo que ser honesto, es casi demasiado difícil esperar.
Te volvió a tomar por sorpresa, pero estas decidida a no dejarte vencer por los encantos de los cuales, no sabías que era poseedor y decidiste jugar su juego. —Ohhh, ¿mi marido sabe cómo persuadir? —reíste tomando un bocado de tu plato con comida y se lo diste a Leto en la boca—. ¿Entonces, por qué no intentas usar tus métodos de persuasión y vemos cómo te va? —lo miraste con diversión y luego, tomaste otro bocado de comida, esta vez para comerlo tú.
Leto aceptó el bocado y lo comió con placer, luego, volvió su atención a ti. —Bueno, mi querida esposa, permítame ver si puedo lograrlo... —hizo una pausa y, aunque su voz era baja para la multitud, tú lograste notarla sin problemas—. Usando la persuasión, ¿dejarías que te seduzca? —sus dedos presionar un poco más fuerte, pero sus labios estaban justo sobre tu oreja—. Creo que mi esposa tiene derecho a saber si yo podría seducir a la gran duquesa de Caladan, ¿verdad? —preguntó dulcemente, comenzando a mover sus dedos por tu piel, con tacto suave y gentil, cálido y amable.
—Mmmmm, sí, podrías intentarlo... Si eres tan bueno como dices, tal vez podrías lograr persuadirme y seducirme. —hablaste con tono suave en tu oído, la gente parecía no prestarles atención y tú, tomaste otro sorbo de tu vino—. Oh sí, tu esposa, la gran duquesa de Caladan quiere saber si puedes seducirla. —te reíste entre dientes, retándolo, sin saber en lo que te estabas metiendo.
Leto aceptó el reto, lo podías ver en el fuego brillante de sus ojos. Su mirada ahora estaba fija en tu rostro y el sonido de tu risa hizo que su mente le jugara una mala pasada. Estaba ahora más que decidido a hacerte caer rendida a sus pies. Con sus dedos aún apretados en tu cintura, acercó su boca a tu oído nuevamente. Sus labios se curvaron en una sonrisa confiada.
—¿Sabes? Me pregunto qué pasaría si... —sus palabras salieron lentas de sus labios, tenía que seguir recordándose donde estaban: en el salón del palacio, rodeados de invitados—, yo me pregunto... ¿qué pasaría si, te acariciara por toda la espalda? —susurró lentamente, sus dedos apretando tu cintura un poco más.
—Sí, creo que lo intentaré. —respondió, mientras su mano derecha llegó hasta tu espalda y comenzó a pasar suavemente sus dedos por tu espalda, mientras su otra mano envolvía tu cintura—. Puedo ver que mi esposa me pide un poco de seducción... —él sonrió y acercó sus labios a los tuyos, susurrando de nuevo—. Y dígame, mi querida duquesa, ¿qué pasaría si ahora la acariciara a lo largo de su linda espalda?
Suspiraste, comenzando a sentir tu respiración agitarse un poco y cerraste los ojos, tu piel ya estaba respondiendo al tacto de Leto. Tuviste que dejar tu copa de vino en la mesa para evitar que cayera al piso y poder concentrarte en la sensación de su mano recorriendo tu espalda y con ello, no llamar la atención de sus invitados
—Tengo que admitir que, es un juego divertido y, la seducción no le hace daño a nadie... —sonreíste, pasando tu lengua por tu labio inferior y sin alejarte de Leto, acariciaste su mejilla con ternura para disimular un poco la situación. Los presentes hicieron un sonido de ternura ante tu gesto sin saber lo que realmente estaba sucediendo. —Pero dime, ¿por qué no intentas ver qué pasa, mi duque? —le cuestionaste en un tono divertido y desafiante.
Sus invitados definitivamente se habían distraído con el gesto dulce que habías tenido para con tu marido, lo que le permitió a él ir más lejos en un pequeño juego de seducción. Su mano se extendió un poco más profundamente, encontrando la manera de deslizarse debajo de tu vestido, hasta que su mano aterrizó directamente sobre tu trasero. Su dedo acarició tu piel, rozándola ligeramente. Su otra mano permaneció en tu cintura, con la intención de no permitir que te alejaras y, volvió a frotar tu espalda desnuda, Estaba aprovechando por completo la ventaja del escote de tu vestido.
—Oh, mi querida duquesa, ¿me acabas de desafiar? —arqueó una ceja, mordiendo su labio y se rió bajito—. ¿Debo continuar o ya he logrado que caigas en mis brazos? —inquirió, con un tono encantador.
—Oh vaya... —diste un pequeño salto en tu lugar cuando sentiste su mano en tu trasero y jadeaste, sintiendo como rozaba tu piel y te acariciaba volviéndote a tomar por sorpresa, ya parecía volverse costumbre. Sentiste tu piel estremecerse ante su dulce toque pero, no dijiste nada, solo sentiste tus mejillas ponerse aún más rojas de lo que ya estaban e inhalaste y exhalaste poco a poco, tratando de calmar la emoción que tu cuerpo estaba experimentando—. Sabes que... si es un desafío pero, no esperaba que me tocaras así... —lo miraste sonriendo levemente, intentando disimular—. Y si, duque Atraides, debe continuar porque, esto no es suficiente para persuadir a su mujer... —murmuraste, dándole un pequeño beso en los labios para después, fingir dirigir tu atención a otro lado.
Leto se rió por lo bajo al ver tu reacción, sabía perfectamente que te estaba conduciendo justo a donde quería. Su mano aún frotaba tu piel de arriba abajo y los dedos que tenía descansando en tu cintura, se hundieron más, bajando hasta tu muslo, al cual no le resultó difícil llegar, ya que tu vestido era bastante ligero y era fácil manipularlo.
—Humm, sé que puedo seducirte, ya he llegado a la mitad del camino. —se inclinó de nuevo, hablando a tu oído otra vez—. Así que, voy a intentarlo de nuevo. —él se mordió el labio, pensando por un momento—. ¿Quieres que esto sea rápido o quieres que sea satisfactorio? —cuestionó, con voz grave, lenta y sensual. Su barba te hacía cosquillas en las mejillas.
Soltaste una pequeña risa. —Pues, ya que me das a elegir, quiero que sea satisfactorio. —sonreíste, volviendo a comer un bocado de tu comida para seguir disimulando lo que estaba pasando entre ustedes dos y sin poder evitarlo, un ligero gemido escapó de tus labios, inaudible para los demás, pero para Leto, claro y preciso.
Él solo pudo sonreír en respuesta, mientras su mano aún frotaba tu espalda y tu trasero, junto con la otra que comenzaba a moverse por tu muslo. Te vio comer un poco más pero, se notaba que ninguno de los dos ya no estaba concentrado en sus invitados. Sus ojos estaban pegados a tu rostro y su mente, estaba perdida en otro lugar.
Mientras sus dedos comenzaban a viajar por tu pierna, se volvió a inclinar hacia ti, hablando en tu oído otra vez. Solo por un momento, sus ojos se dirigieron a las demás personas antes de volverse hacia ti para asegurarse que nadie estuviera mirando y cuando lo hizo, volvió su atención a ti. Su voz era baja, suave y atractiva. —Creo que mis dedos podrían están un poco más... altos.
—Entonces llévalos un poco más arriba. —le indicaste, acercándote un poco más a él para acariciar su barba y hablar sobre sus labios. Afortunadamente, su mesa estaba en un espacio alto del salón y era lo suficientemente grande para cubrirlos y que nadie notara lo que estaba pasando.
La voz de Leto se volvió más tranquila y gentil, apenas más allá de un susurro, justo cuando se dio cuenta de a dónde los estaba conduciendo esto. Sus manos continuaron acariciándote lentamente, sus dedos roznado la tela de tu vestido. Cuando te acercaste a él, volvió a acercar sus labios a tu oído. —Mmmm, ¿un poco más alto? —sus dedos apartaron la tela de tu vestido, subiendo un poco más. Al final resultó que, había adivinado correctamente donde quería que fueran esos dedos.
—Sí, un poco más alto... —sabías a la perfección a dónde corría la situación y, era emocionante y excitante y, aunque en el fondo sabías que no era correcto por el lugar donde estaban, eso solo aumentaba la emoción de la situación.
Ya no podías parar y, justo cuando notaste que Leto había comprendido donde querías sus dedos, tu separaste un poco tus piernas y te acercaste un poco más a él, sabiendo que él comprendería a la perfección tus movimientos y entonces, sentiste que rozó la tela de tu ropa interior.
—Bingo... —lo escuchaste murmurar la palabra con tranquila satisfacción, mientras sus dedos ahora, continuaban explorando ávidamente. Su otra mano también estaba ocupada, pues aún estando en tu espalda, le sirvió como apoyo para acercarte imposiblemente más a él considerando sus circunstancias actuales—. Oh, creo que, podría estar tocando un área sensible... —sus ojos estaban fijos en los tuyos, mientras hablaba y sus dedos seguían moviéndose hacia tu centro.
Reíste disimuladamente cuando lo escuchaste hablar y con cuidado, comenzaste a mover tu cadera, provocando fricción entre sus dedos y tu zona estimulada—. Mmmm sí, bastante sensible y, por lo que veo, a ti te gusta explorar... —te mordiste el labio mientras lo mirabas a los ojos.
—Oh, me gusta explorar un poco. —parecía satisfecho de haber recibido esa reacción de tu parte. Él sonrió levemente pero, continuó sondeando tu área sensible—. ¿Entonces qué quieres que haga? —se estaba haciendo el tonto y lo sabía perfectamente pero, quería jugar un poco contigo, dejándote tomar la iniciativa. Quería asegurarse de que obtuvieras exactamente lo que buscabas y esperaba que no fueras demasiado tímida—. ¿Quieres más o menos?
—Quiero más, mucho más... —tu respiración se volvió entrecortada y sentiste tu pulso volverse más errático y tus mejillas ponerse aún más calientes—. Por favor... —te mordiste el labio y volviste a frotar tu cadera contra sus dedos, en verdad deseabas que continuara—. Por favor, mi duque... —te acercaste a su oído como si fueras a susurrarle algunas palabras pero, en lugar de eso, gemiste suavemente, abrazándolo por el cuello.
Leto mordió su labio, sus pupilas se dilataron al escuchar tu gemido y sonrió contento. —Oh, mi querida ___________, solo puedo imaginar lo difícil que es eso para ti. —había escuchado tus sutiles suspiros y gemidos, y si no lo supieras, habrías pensando que realmente era un seductor entrenado. Realmente estaba enfocado en esto y, le encanto—. ¿Quieres... mis labios en tu cuello? —su aliento era caliente en tu oído y sentías como sus dedos comenzaban a moverse más rápido, ansiosos por complacer.
—Sí, por favor, mi duque. Necesito eso... —gemiste otra vez, un poco más alto que la última vez pero no tanto como para que alguien más escuchara. Solo tu marido. Sentiste sus dedos acelerando los movimientos dentro de ti y la combinación de su aliento caliente sobre tu piel más sus hábiles dedos, hicieron que tu cuerpo comenzara a reaccionar. Sin poder evitarlo, tu cuerpo comenzó a temblar poco a poco y sentiste un calor emanando en tu vientre—. Leto, ¿qué estás haciendo? —te pregunté al oído, sin poder evitar soltar un pequeño gemido mientras trataba de no perder la calma.
—Shhhh, mi duquesa... —respiró hondo y sus dedos se movieron con más firmeza y más velocidad. Cuando hablaste, él beso suavemente tu cuello y dejo que sus labios permanecieran ahí por un momento. —Tranquila, lo que estás sintiendo, está bien. —su voz era ronca y sentías un calor emanando de su cuerpo junto con su respiración—. No te resistas, mi amor, solo estoy dándote lo que deseas...
—Leto... —susurraste suavemente su nombre en medio de un gemido bajo, cerrando los ojos y comenzaste a sentir que tu cuerpo seguía temblando—. Eso se siente tan... Tan bien...—estabas haciendo tu mayor esfuerzo por controlar tu cuerpo y tus reacciones a su toque y a los movimientos de sus dedos que ahora habían tomado más velocidad, lo cual, él estaba disfrutando bastante. Suspiraste cuando besó tu cuello—. Me gusta... Me gusta que hagas esto... —le dijiste con un tono suave en tu voz, suspirando, mordiendo tu labio para evitar gemir con fuerza.
—Oh... ¿te gusta? Sí, eso puedo ver. —te susurró al oído, disfrutando de la vista de tus mejillas rojas y se inclinó más cerca una vez más—. Creo que, encontré tu dulce punto. —su voz era ronca en este punto, mientras sus palabras flotaban en el aire entre ustedes. Sus dedos iban aún más rápido y si lo hacían más, sentías que hasta podría desgarrar tu vestido—. ¿Te gusta mucho? —su otra mano se deslizó por tu muslo y comenzó a acariciar más arriba.
—Sí, me gusta, me encanta. Y sí, lo encontraste, encontraste mi punto más dulce y, será solo para ti. —cerraste los ojos una vez más y gemiste suavemente en su oído otra vez y de forma disimulada, te acercaste a él, enredando tus dedos en sus sedosos rizos, nadie de los presentes se había percatado del momento íntimo que estábamos compartiendo en ese instante—. Mmmm, Leto, eso se siente tan malditamente bien, mi duque... —esas palabras salieron sin darme cuenta, la excitación había nublado mi mente por completo.
Su sonrisa creció mientras hablabas. Estaba más que claro que estabas disfrutando esto y él sabía que intentaría poner a prueba tus límites.
Cuando sintió tus dedos pasar por su cabello, se inclinó un poco más hacia atrás, pero mantuvo sus dedos donde estaban esos puntos dulces. Sentiste que sus dedos se movían aún más rápido mientras él se concentraba en lo que le decías, escuchando atentamente.
—Pues dímelo, duquesa... —su voz volvió a ser ronca—. ¿Dónde más, está tu dulce punto?
Le respondiste con una pequeña sonrisa, haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlar tus sensaciones. —Pues, justo en la parte donde estás tocando y acariciando con tus dedos es una de las más sensibles, también mi cuello y mis pechos pero, creo que ese último punto lo dejaremos para cuando tengamos un momento completamente privado. —sonreiste, volviendo a morder tu labio y hundiste tus dedos en su cabello, para tu sorpresa, estaban siendo bastante discretos. Dejaste ir otro suave gemido cuando sentiste que el calor de tu cuerpo aumentaba mientras Leto seguía acariciando y moviendo sus dedos por tu zona sensible en medio de tus piernas—. Leto, yo... no sé si pueda resistir más... —tu cuerpo tembló un poco más y gemiste de nuevo.
Él te escuchó gemir y sus ojos se desviaron a otra parte por unos segundos, solo para verificar que nadie mirara. —Hummm, creo que podrás soportar, duquesa. Si he aprendido algo de ti en todos estos años, es que tienes una voluntad fuerte. —se burló un poco y sus manos seguían moviéndose en ese lugar cuando sentiste que se acercaba un poco más a ti y sus labios rozaron tu oído una vez más, con esa voz profunda y sensual, susurrándote—. Ya está duquesa, solo espera un poco más... —te pidió.
—Mmmm, Dios... —gemiste de nuevo en su oído, aunque en un tono bajo y pudiste escuchar su risa complacido. Tu cuerpo ahora temblaba un poco más y la sensación que se acumulaba en tu vientre ya no iba a tardar mucho más en salir—. Leto, Leto... Mi amor.... Ya no puedo más. Estoy muy cerca...—lo miraste a los ojos, acariciando sus labios con tu pulgar.
—Está bien, duquesa, déjame ayudarte, déjame aliviarte... —sus dedos desaceleraron el ritmo pero, continuo explorando suavemente, esperando que algunos movimientos lentos aliviaran la tensión. Lo sentiste acariciar esa área una vez más, sus dedos moviéndose lentamente alrededor de ella, como si estuviera dándote tiempo de recuperarte pero al mismo tiempo, provocándote y generándote ese impulso de necesidad de nuevo—. Ahí... ¿se siente bien, duquesa?
—Sí, sí, se siente muy bien... —murmuraste con un susurro que él apenas y pudo escuchar y entonces, tomaste el cuello de su saco y lo acercaste a ti, escondiendo tu rostro en su pecho y fue en ese momento cuando dejaste ir todo. Tu cuerpo comenzó a liberar toda la tensión acumulada y el placer te recorrió completa. Unos ligeros temblores acompañaron tu orgasmo y con un poco de suerte, nadie seguía sin ver nada, incluso los gemidos que salieron de tus labios, esta vez un poco más altos, nadie los escucho, a excepción, claro está, de tu marido. Tu respiración, antes errática, ya estaba volviendo a la normalidad, pero seguías abrazándolo, con tu cara en su pecho y tus rizos sueltos cayendo por sus hombros y brazos.
Su corazón casi se le salió del pecho cuanto sintió que escondiste tu cara en él. Sentiste su cuerpo tensarse pero, sus manos aún acariciaban tu cuerpo. Los sonidos y expresiones que hiciste le dijeron todo lo que necesitaba saber y estaba feliz de poder brindarte tanto placer.
—Duquesa, puedo sentir tu corazón latir... —susurró en tu oído y luego de unos momentos en los que te dejo recuperarte, levantó tu cabeza de su pecho y te habló con voz tranquila y dulce.
—La verdad es que... —trataste de hablar con claridad—. Mi corazón está latiendo con fuerza y solo por ti, mi duque. —sonreíste, abrazándolo por el cuello—. Eso fue... —suspiraste y lo miraste a los ojos con un brillo especial, tu cuerpo ya se estaba recuperando y la sensación de placer aún estaba presente.
Leto te abrazó por un momento, tratando de también recuperar su propia compostura y te sonrió suavemente cuando sus ojos se detuvieron en los tuyos. —Puedo verlo en tus ojos, duquesa, esto te gustó. —sus manos ahora jugaban con tus rizos y su voz ahora era aún más dulce que antes y por un momento, sentiste una emoción tranquila y feliz por parte de él, indicándote que había disfrutado ese íntimo momento tanto como tú—. Puedo ver que te gustó mucho.
—Me encantó. —reíste un poco sonrojada—. Y debo decir que fue una forma muy única persuadirme. Me has convencido. —sonreíste y sin alejarte de él, lo basaste en los labios, lenta, profunda y románicamente. Los presentes aplaudieron con ternura sin tener ni la más mínima idea de lo que acababa de pasar y tú, sonreíste en medio de su beso—. Si supieran lo que acabamos de hacer, ¿verdad, mi duque? —le preguntaste con tono divertido.
Él rió también. —Tienes razón, si lo supieran, lo escandalizados que estarían. —lo sentiste sonreír y te abrazó fuerte una vez más—. Pero, nosotros sabemos la verdad. —te beso apasionadamente de nuevo, sus manos volviendo a viajar por su curvas—. Quiero más...
Lo miraste con una ceja alzada y ter mordiste el labio. Volviendo a tomar un poco de vino para refrescar tu garganta. —¿Qué más quieres, Leto? —le preguntaste de forma inocente, fingiendo que no sabías de lo que hablaba.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, ya que sabía muy bien a lo qué estabas jugando. —Ay, duquesa, no te hagas la inocente. Te conozco mejor que eso... —su voz sonaba tranquila pero, había un toque de tensión en ella—. Tú sabes lo que quiero. —Leto perfiló una ceja y te miró a los ojos. Había un millón de cosas que quería decir pero, todo lo que salió de sus labios fue una sola palabra—. Más...
—Tienes que ser más específico... —reíste un poco, mojando tus labios con tu lengua y dejaste tu copa de vino en la mesa—. ¿Qué más quieres? Dime, por favor... —le preguntaste sobre tus labios, acariciando los rizos de su cabello que caían bajo su nuca.
—¿Qué más quiero? —te miró con fingida inocencia, que muy pronto se perdió al verte tomar un sorbo de tu cáliz. Sus ojos recorrieron tu cuerpo y tu cabello que caía más allá de tus hombros—. Te quiero, mi duquesa. Quiero tenerte, una y otra vez y otra vez... —se acercó de nuevo, su voz era baja, sus labios tan cerca de tu oído que sentías el calor de su aliento—. ¿Eso es lo suficientemente específico?
Tu piel volvió a estremeceré con su cercanía. —Sí, eso es suficiente. —jadeaste un poco y dejaste tu copa sobre la mesa una vez más para mirarlo a los ojos—. ¿Y tú crees, mi duque, que deberíamos hablar de eso en la habitación que ahora compartimos? —inquiriste en medio de un beso que le diste en los labios, mordiendo tu boca suavemente y de pronto, te sentiste más atrevida—. Porque, podríamos disculparnos de los invitados diciendo que, tenemos algo urgente qué hacer... —comentaste con un tono de voz juguetón, mientras acariciabas sus brazos.
Una sonrisa apareció en los labios de Leto cuando mordiste su labio y cuando tus ojos encontraron los suyos, él solo pudo pensar en los hermosa y fascinante que eras pero, cuando hablaste de ir a la habitación compartida, su corazón dio un vuelco y él ya podía adivinar a donde se dirigía esta noche. En los ojos de ambos, reposaba la mirada de dos amantes ansiosos, emocionados por entregarse al otro al fin.
—Oh, sé exactamente lo que tienes en mente... Podríamos fingir que, surgió algo urgente, pero, está bastante claro que ya ninguno de los dos puede esperar para hacernos el amor, duquesa... —murmuró Leto, sin alejar sus labios de los tuyos.
No se necesitaban ya más explicaciones.
—Bueno, creo que hacer el amor con mi marido por primera vez es algo... urgente. —acariciaste sus labios con tu pulgar y le sonreíste con dulzura—. ¿Nos vamos? —le miraste sonriendo, levantando ambas cejas con un gesto dulce.
Leto asintió, sonriendo mientras acariciabas sus labios. —Deberíamos irnos antes de llegar más lejos... No estoy seguro de cuánto tiempo más podré tener mis manos alejadas de ti. —él sonrió, esperando el poder al fin estar a solas con su esposa y poder compartir con ella lo que sin duda, sería una noche memorable.
***
Nota de la autora: Hola little moons, bueno, he aquí el segundo capítulo y yo, me deslindo de toda responsabilidad por lo que les haga causar lo que escribí jajajajajaja. ¿Qué les puedo decir?
No sé que hice, simplemente salió pero, hemos subido de nivel. En el primer capítulo fue un besito, en el segundo, ya hubo más caricias y un poco más, ¿en el tercero ya se imaginan que va a pasar, verdad? 7u7 Bueno, lo subiré un poco más tarde.. Y, solo les digo, va a estar potente jejeje. :3
Nos leemos más tardecito en el capítulo final de esta pequeña historia navideña con el hermoso LETO ATRAIDES . 🎄❤️✨
PAPI, YO CONTIGO ME VOY HASTA EL FIN DEL MUNDO, MI AMOOOOR. ¿Ves lo que me haces escribir? ASDFGHJKLÑ. *-* 🔥😩❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top