Capítulo 1: Recién casados

Las campanas de la iglesia de la capital sonaban incesantes una y otra vez. La larga cola de tu vestido blanco iba apenas a la mitad del pasillo principal cuando tú ya estabas parada en la puerta principal recibiendo las ovaciones de los invitados a la celebración.

Seguiste caminando, tratando de forzar una sonrisa detrás del velo que cubría tu cara, tomada del brazo de tu ahora esposo. Él se veía feliz, las finas arrugas que se formaban en sus ojos al sonreír lo delataban y parecía que se había esforzado mucho en su apariencia para esa tarde: su barba estaba bien arreglada, al igual que sus rizos platinados peinados hacia atrás, aunque algunos mechones se le escapaban por la frente; su traje azul marino no tenía ninguna marca ni desperfecto y del cual, en la zona del pecho, colgaban insignias doradas con el logo de la casa Atraides.

Leto Atraides, ahora duque de la casa que llevaba su mismo apellido había contraído nupcias contigo hace apenas unos minutos y en medio de su camino hacia el transporte que los llevaría al palacio, directamente a la celebración su boda, las personas que celebraban su unión, les lanzaban ovaciones y felicitaciones sin cesar. En medio de esas personas, estaba el padre de Leto, quién recientemente había heredado su título de duque a su hijo, razón por la cual su matrimonio ya debía llevarse a cabo. También estaba tu padre, el duque Albus Gesserit, líder de la casa que lleva su apellido y heredero del planeta Chusuk.

Al verlo aplaudir fervientemente, tu pudiste recordar aquellos días —cuando Leto y tú apenas eran unos niños—, en los que tu padre, tu madre y tú viajaban hasta Caladan para ver a los padres de Leto, específicamente a su padre y, mientras sus madres conversaban entre ellas y ustedes jugaban en los jardines del palacio, ellos conversaban acerca del matrimonio que estaban preparando para sus primogénitos en el futuro.

Tú no tenías idea, Leto tampoco, sin embargo, cuando cumplieron la mayoría de edad y se les hizo saber la noticia, Leto actuó con mucha más diplomacia que tú, mencionando que aceptaría su deber y lo efectuaría sin ningún problema; al contrario de ti, que comenzaste a llorar sin parar, preguntando por qué te obligaban a hacer algo que tú no deseabas. La respuesta siempre fue la misma: si querían conservar el poder de sus casas y hogares y volverlas más fuertes, esa unión tenía que llevarse a cabo.

No fue solo una vez la que intentaste escapar de Chusuk y huir de tu inevitable destino pero, en cada ocasión, la guardia real de tu padre siempre te atrapaba en la frontera de la capital, tomaras el camino que tomaras, por diferente que fuera tu plan de escape, siempre lograban encontrarte. Tu madre intentaba disuadirte de tus actos —en sus palabras— rebeldes, y trataba de convencerte de que un matrimonio arreglado no era tan malo, que así había sido el de ella con tu padre y que todo había ido de maravilla, que te habían tenido a ti y que a partir de ese momento su vida se había vuelto más hermosa. Tu padre no decía nada, solo se limitaba a encerrarte durante una semana en un calabozo en el sótano, para después liberarte y volver a repetir el ciclo. Una y otra vez, una y otra vez: te liberaba, intentabas huir, te atrapaban, tu madre te hablaba de que no todo era malo y tu padre volvía a encerrarte.

Así fue durante algunos años, hasta que se llegó la tan esperada fecha en que el matrimonio se llevaría a cabo y ahora, estaban aquí: él frente a ti, aplaudiendo, mirándote con una sonrisa complacido, sabiendo que su futuro al mando sigue intacto hasta que tenga un nieto, sabiendo que acaba de asegurar el poder su casa al unirla con la más poderosa del sistema y tu madre a su lado, como siempre, complaciéndolo en todo lo que desea. Ella también aplaudía y en medio de esos sonidos estruendosos de palmas agitadas, lograste escuchar como la esperanza de tu libertad se esfumaba por completo.

Siguieron avanzando hasta llegar al carruaje que esperaba que tú y Leto abordaran. La puesta de sol descendía frente a tus ojos y en medio de un suspiro pesado, escuchaste cuando abrieron la puerta para que pudieran subir y sentarse al interior del transporte.

—Te ayudo, dame tu mano. —la voz de Leto sonó en tus oídos cuando intentaste poner un pie dentro del carruaje y sus ojos llegaron hasta los tuyos.

Por un momento dudaste, no querías tocarlo, estabas molesta, enojada, con todos, pero más con tu padre, mucho más con él. Tragaste saliva mirando sus ojos y luego su mano, él también estaba aquí por obligación, así que tal vez se sentía un poco como tú. Al final, decidiste tomar su mano para apoyarte y poder subir mientras él sostenía lo que restaba del vestido y te ayudaba a pasarlo por la puerta.

—Eso es, ya está. —exclamó, sin dejar de mirarte y sin dejar ir su cálida sonrisa mientras subía contigo al asiento de enfrente.

No dijiste nada y apartaste la mirada, observando por la ventana y cuando lo hiciste el sol ya no estaba. Toda una epifanía.

***

Al llegar al palacio de Caladan, lo primero que hiciste, fue subir a la habitación que ahora ibas a compartir con Leto y quitarte el incómodo vestido de novia que llevabas puesto, vistiéndote con algo más cómodo. También, soltaste tu cabello del moño alto en el que estaba peinado y te sentiste libre. Tu cabeza te dolía con toda la tensión que estaba soportando.

Leto no estaba, al llegar te dijo que tenía que hablar con su padre un momento y que te encontraría más tarde, que mientras tanto, te pusieras cómoda. Él intentaba ser bastante amable contigo, podías percibirlo en la calidez con la que te trataba. Después de todo, habían sido buenos amigos toda su niñez y parte de su adolescencia hasta que les dieron la noticia del matrimonio. Aunque, fuiste tú la que se alejó, él siempre te recibía con los brazos abiertos cada vez que se veían de nuevo y ahora, lo hacía aún más y de cierto modo, te sentías culpable por no poderle devolver esa calidez con la que te trataba, pero, ¿cómo hacerlo si te habían obligado a esto? A él también, claro está pero, ambos veían la situación de formas diferentes, eso era obvio. Él lo tomaba como parte de sus obligaciones reales y tú, como una violación a tu libertad.

Esos pensamientos deambulaban por tu mente mientras desempacabas tus objetos personales y pertenencias de las cajas que habías traído contigo desde Chusuk a Caladan. Mientras te instalabas, te diste cuenta que por lo menos, se sentía algo reconfortante tener tus pertenencias contigo, los aromas familiares y tus propias cosas en el nuevo entorno y fue cuando escuchaste que llamaban a la puerta.

—Adelante. —contestaste sin levantar la vista.

—Muchas gracias. —la voz de Leto resonó en la habitación y luego, se escuchó como volvió a cerrar la puerta y sentiste sus pasos acercarse a ti. —¿Cómo estás, todo bien? —te preguntó, acercándose solo un poco, como si no quisiera sobrepasar el límite del espacio personal.

Tú sostenías aun una de las cajas cuando encontraste la mirada de Leto, no sabías exactamente que responder, estabas algo desconcertada pero, te pareció extraño el sentir que tu pulso se elevaba. —Ammm, bien, dentro de las circunstancias. Sinceramente, estoy un poco agotada y me gustaría descansar pero, sé que nos espera un gran banquete para celebrar nuestra boda, ¿cierto? —suspiraste pesadamente, haciendo que un rizo de su cabello volara sobre tu frente.

A pesar de tus intentos de fingir calma, Leto vio a través de ti. Hombre observador por naturaleza, vio la forma en que tu pulso había tomado un ritmo más acelerado y de a poco, el calor subía por tu rostro. Pudo darse cuenta que te estaba costando demasiado enfrentarte a los sentimientos encontrados que estaban fluyendo en ti y eso, le pareció hasta cierto punto, tierno pero, prefirió guardar ese pensamiento para sí mismo.

Con cautela, se acercó un poco más a ti.

—Es natural, ha sido un largo viaje y un largo día y, puedo ver que ese cansancio no solo es físico, también mental y emocional, dada la situación en la que nos encontramos... Sabes, ___________, nos casamos por razones políticas pero, ese no tiene por qué ser el final de la historia. —en los labios de Leto se formó una sonrisa sutil, mientras te ayudaba a cargar la caja que sostenías y la dejo sobre la cama.

­­­­­­­­­No saltaste la caja, pero miraste a los ojos a Leto, haciendo un movimiento con tu cabeza para quitar algunos rizos de tu cabello que habían caído por tu frente al estar cargando las cajas. Lo miraste a los ojos fijamente mientras te sentabas en la cama y Leto hizo lo mismo. Ahora te sentías más confundida. Tomaste la caja y la pusiste sobre sus piernas.

—¿A qué te refieres con que no tiene que ser el final? —cuestionaste, levantando una ceja y sintiendo tus mejillas volverse un poco rojas al estar tan cerca de Leto, por lo que intentaste alejarte un poco,

No se podía negar ni ocultar la tímida pero obvia atracción que había entre ambos. Era incómodo, sí pero, parecía que había algo más y Leto, tenía la esperanza de que así fuera, o por lo menos, esa fue la sensación que le dio la respuesta que le habías dado a su comentario. Él sabía que sería difícil navegar por esto pero, no se arrepintió de nada. Era un hombre paciente y sabía de antemano que estas cosas requerían tiempo.

—El hecho es, ____________, que siento algo. Puede que sea un poco parcial pero, creo que es mutuo... Espero no equivocarme... —murmuró suavemente, tomando una de tus manos y, la calidez y fuerza que exudaban sus dedos solo sirvió para entrelazar sus dedos con los tuyos, hizo esto mientras acariciaba tu alianza en tu dedo anular izquierdo, tú hiciste lo mismo con el suyo. Loa anillos llevaban grabados sus nombres y la fecha de su boda.

Por un instante, te sobresaltaste y quisiste quitar tu mano de la de Leto, sin embargo, algo en ti te hizo dejarla y lejos de alejar tu mano, afianzaste un poco más el agarre que había entre tu mano y la de él. Era como si de pronto, todas las dudas que sentías y la molestia que abundaba en tu ser, estuviera despareciendo en el momento en que sentiste su piel tocando la tuya.

Tú dejaste la caja que había en tus piernas sobre la cama y comenzaste a jugar tímidamente con uno de tus rizos sueltos que caían sobre tu hombro derecho. —Si tengo que ser sincera, yo también siento algo... No estoy segura de lo que es pero, es algo, algo destellante, como una chispa. Se siente cálido y se siente bien —suspiraste y miraste sus manos juntas—. Aunque, no sé qué pensar al respecto.

La forma en que tu corazón latía ante sus palabras y el cómo tus dedos jugaban tímidamente con tu cabello, le hicieron saber a Leto que tenía razón. De hecho, una chispa no solo entre dos personas, sino que también entre dos familias poderosas. Este matrimonio tenía potencial más allá de la política; este matrimonio podría conducir a algo grandioso juntos, a pesar de todo y considerando que ya se conocían desde que eran pequeños.

Leto te miro a los ojos, el mismo fuego ardía en ellos que en los tuyos. O por lo menos, es lo que él percibía, esperaba que así fuera.

—Entonces, ¿puedo hacerte una pregunta y esperar una repuesta honesta? —preguntó dubitativo.

—Mmmmm... —sonreíste un poco y te acercaste un poquito más a él, sin darte cuenta, estabas cediendo a tus impulsos, a esos llamados que desde hace tiempo atrás, te decían que sentías algo por el joven Atraides y, sin soltar su mano con un movimiento un poco inseguro, recargaste tu cabeza en su hombro—. Puedes intentarlo... —contestaste suavemente.

Sonriendo en respuesta, Leto también se acercó y dejo que tu cabeza descansara en su hombro. Tu aliento era cálido en su cuello y su mano, aún sosteniendo la tuya, estaba apretada para asegurarse que nunca se fuera. Este no era el matrimonio político que su padre esperaba ya que, él si sentía cosas por ti, desde hace un tiempo, pero prefirió no decir nada en ese momento y no lo iba a cuestionar ahora.

—Dime, ¿soy realmente tu elección? —preguntó con un tono bajo. Su cabeza estaba inclinada hacia ti, para poder verte, su mirada fija en la tuya, con honestidad y cuidado. Su pregunta era sincera, al igual que lo que sentía en su corazón desde hace mucho tiempo.

—Bueno... —suspiraste y no soltaste su mano—. Claramente no fue mi elección casarme contigo porque incluso, yo no quería hacerlo y lo sabes pero... —cerraste los ojos y una pequeña sonrisa se formó en tus labios, de pronto, estabas bajando todas tus barreras con él—. Puede que mi elección si sea amarte. Podría ser, hay que ver qué pasa en el futuro.

Una dulce sonrisa apareció en los labios de Leto, eso era lo que había querido escuchar desde hace un tiempo y una calidez lleno su corazón. Nadie, ni siquiera él, había esperado que las cosas progresaran tan lejos y tan rápido y pensó que ayudaba el hecho de su historia juntos.

—Bueno, eso es lo más honesto posible. Es más de lo que estaba buscando, pero no negaré que es suficiente para satisfacerme, por ahora. —gentilmente, Leto levantó tu cabeza de su hombro y con sus ojos todavía en los tuyos, su mano libre acarició el cabello que cubría tu oreja.

—¿Por ahora? —preguntaste riendo un poco, haciendo que él riera también. Un ligero viento entro por la ventana de la habitación, haciendo mover las cortinas de seda.

Leto se encogió de hombros, torciendo los labios en una mueca divertida y tu mano, aún cálida contra la suya, fue todo el consuelo que necesitaba en ese momento. —Bueno, nunca se sabe lo que depara el futuro. Tal vez te conquiste por completo, con el tiempo. —sus ojos brillaron con diversión y su mano apretó la tuya, acercándote suavemente.

—Puede que si quiera que me conquistes. —levantaste una ceja e hiciste una mueca divertida, siguiendo su pequeño juego pero cuando te diste cuenta, notaste que ya estaba bastante cerca y sentiste que por un segundo, la respiración se te cortaba aunque, no estabas poniendo ningún tipo de resistencia.

Leto estaba disfrutando de este coqueteo, tanto como tú, uno que hubiera querido se hubiese dado hace mucho tiempo atrás. Tanto tú cómo él se estaban acercando y eso no le importaba. Sus ojos, todavía fijos en los tuyos, comenzaron a brillar.

—Oh, creo que ya comencé. —él se rio por lo bajo, moviéndose ligeramente y acercándote más a él—. Y decías que no querías casarte. —soltó una suave risita.

Tú rodaste los ojos, sintiendo tus mejillas más rojas, otra vez. —Bueno, no esperaba que esto pudiera pasar y, ¿no crees que tengo derecho a cambiar de opinión? —le preguntaste fingiendo estar ofendida, tratando de ocultar una sonrisa mientras sentías su nariz rozando con la tuya y su aliento ya se mezclaba con el tuyo por la cercanía. Era un coqueteo que estaba resultando muy tierno. —¿Ah sí duque Atraides? ¿Y qué le hace pensar que ya comenzó? —sonreíste, preguntándole con un tono retador y sin alejarte de él.

El ritmo cardiaco de Leto aumentó notoriamente. Estaba pasando lo que había querido que sucediera siempre. —Bueno, lo sé por la forma en que tus ojos parecen iluminarse cada vez que miras los míos. —pasó suavemente su pulgar por tu mejilla. Su toque era tierno y amoroso y sus ojos estaban llenos de admiración—. La forma en que tu cuerpo me responde, queriendo estar más cerca. —y como para demostrar su punto, se atrevió a besarte la nariz—. Y la forma en que tu mano tira suavemente para acercarme, como si el tacto de mi piel fuera adictivo...

Sonreíste cerrando los ojos cuando acarició tu rostro con su pulgar y acunaste tu cara en sus manos, haciendo que tu cabello acariciara su piel. Tu ritmo cardiaco también estaba en aumento, y también el color de tus mejillas. Reíste cuando te beso la nariz y tú, no dudaste en devolverle el gesto, dejando un tierno beso en la palma de su mano. En este punto, ya habías olvidado todas tus molestias y los motivos de tu enojo. Leto estaba haciendo desaparecer todo eso.

—Tienes razón, en todo tienes razón. Quiero estar cerca de ti, conocerte aún más, saber que hay en tu mente y en tu corazón... Quiero saber todo de ti y con eso, un día poder decirte que te amo y, tal vez no tarde mucho en pasar... —alzaste los hombros y por unos segundos, mordiste un poco tu labio, sin dejar de verlo a los ojos.

Leto estaba asombrado por la forma en que respondiste a sus elogios. Tomaste el amor que él te dio y se lo devolviste en abundancia y, no esperaba que eso pasara pero estaba encantado, mentiría si dijera que no es lo que siempre quiso. Su pulgar rozo tu cara y luego sus dedos se movieron para acariciar tu mejilla. Sus ojos se encontraron con los tuyos y sintió que tu mirada parecía llamarlo a él y solo a él.

—Mi señora __________... —él susurró tu nombre, sin apartar su mirada de la tuya—. Creo que te amo...

Tú lo mirabas con admiración y cariño, sentimientos que habías sentido por él desde que se conocían hace varios años pero, ahora era totalmente diferente. Eso era más intenso. Tú no soltaste su mano y acariciaste su palma con las yemas de tus dedos. Sonreíste cuando acaricio tu mejilla de nuevo y ahora tú acariciaste la de él, con ternura y tacto, pasando tu mano desde sus rizos azabache hasta su pómulo.

—___________ Gesserit de Atraides. —hiciste una mueca divertida como si estuvieras pensando—. Mmmm, sabes que no suena tan mal, jamás lo había pensado con tanto detalle hasta ahora que ya es realidad. —cuando escuchaste lo que había mencionado, lo miraste levantando ambas cejas—. ¿Crees que me amas? ¿No quieres esperar un poco más antes de decir eso? —te preguntaste en medio de un suspiro.

—¿Por qué esperar cuando hacerlo es una pérdida de tiempo? No sé qué futuro nos espera, pero si no digo lo que hay en mi corazón y mente desde hace tanto tiempo, jamás me lo perdonaría. —Leto se inclinó más cerca de ti, casi besando tu mejilla antes de que sus labios se encontraran con los tuyos, rozándolos suavemente y sus brazos se extendieron detrás de tu espalda, acercándote más. —No quiero esperar para amarte, ____________, ya no más. No quiero esperar a que nada lo diga. —su tono era sincero y sus palabras llenas de pasión y amor genuino por ti.

—Leto... —susurraste en sus labios, y cuando te abrazo por la espalda, acercándote más a él, tú lo abrazaste por el cuello, dejando sus bocas cada vez más y más cerca. Tu corazón latía con avidez, tus sentimientos estaban a flor de piel en ese momento y ya no importaba nada más, necesitabas besarlo—. Yo... —jadeaste suavemente, acariciando su cabello.

Él te abrazó y sin perder más tiempo, su lengua encontró lentamente tus labios y su boca encontró consuelo en la tuya. No había necesidad de palabras, ya que cada fibra de su cuerpo gritaba por ti. Leto gimió en voz baja, antes de que sus manos comenzaran viajar.

Se encontró perdido en ese momento y quería permanecer perdido, permanecer así. El mundo exterior ahora estaba muy lejos y para Leto solo existías tú en ese instante. Te apretó más cerca de él, sus labios explorando los tuyos, algo que ambos habían estado deseando prácticamente toda su vida.

Tú enredaste tus dedos en sus rizos, al besarte, te hacía cosquillas con su barba y eso, te pareció divertido. Tus labios también empezaron a moverse los suyos. Cada fibra de tu cuerpo aclamaba por Leto y en medio del beso, tu lengua exploró su boca, como si quisieras beber toda su esencia y sabor. Acariciaste su nuca, su cuello, tus manos viajando por su espalda y sus brazos. En ese momento solo existían él y tú y fue cuando también te diste cuenta que, ese matrimonio podría ir más allá, mucho más allá. Gemiste un poco, acariciando sus mejillas, besándolo cada vez más tierna y apasionadamente.

Cada caricia en tu cuerpo, cada susurro contra tus labios, todo contribuyó al placer que estaban compartiendo. Sus lenguas se encontraron, sus bocas se cerraron. Leto no estaba muy seguro de cuánto tiempo había pasado ya, podrían haber sido segundos u horas pero, lo único que conocía era ese momento y lo feliz y satisfecho de al fin poder tener tu compañía.

La mano que no estaba en tu mejilla, estaba explorando las curvas de tu cuerpo, acariciando tu cintura, tus piernas... Sus dedos tomaron la tela del ligero vestido al que te habías cambiado y la levantó, dando paso a que su mano pudiera ahora acariciar tus muslos.

Tú sentiste que el tiempo se había detenido, el beso de Leto era una delicia, mejor de lo que habías imaginado jamás y estabas tan inmersa en ello que sin darte cuenta, le diste un ligero mordisco a su labio inferior mientras una de tus manos acariciaba su rostro y la otra descansaba en su hombro. Otro gemido suave escapó de tus labios cuando lo sentiste acariciar tu cintura y tus piernas y entonces, te diste cuenta de que debían parar antes de que pasara otra cosa.

—Leto, Leto, espera, por favor... —susurraste en sus labios, dejando una de tus manos en su pecho para poder alejarlo un poco.

Por su parte, el duque no esperaba ese mordisco repentino, y eso solo lo excitó más pero, sabía que por ahora, necesitaba contenerse. Su cuerpo quería acercarte más y sus manos encontrar lo que anhelaba desde hacía tanto tiempo pero, su mente le decía que necesitaba ser considerado, mostrar moderación, aunque no deseaba más que por fin tenerte entre sus brazos, como lo había soñado tantas veces.

Leto se apartó del beso antes de mirarte a la cara. —¿Demasiado? —preguntó con voz suave y baja—. ¿Demasiado rápido? —se rió entre dientes ligeramente.

Tu cubriste tu boca con tu mano, soltando una carcajada, mientras te dabas cuenta que ahora tus mejillas estaban imposiblemente más rojas y calientes que hace unos minutos cuando estabas ordenando la habitación, además, tus labios también estaban un poco hinchados por la fuerza del beso—. Sí, solo un poco rápido, tranquilo pero, admito que fue maravilloso para empezar... Crees que, ¿podríamos ir poco a poco? Por favor... —te mire a los ojos, sonriéndote dulcemente, y dejando ir un suspiro, mirándote a los ojos.

Él sonrió, un pequeño atisbo de alivio lo invadió. Tus palabras fueron tranquilizadoras, tenía miedo de haber ido demasiado lejos pero, le daba gusto que no haya sido así y eso le hizo saber que disfrutaste de cada momento de ese beso así como él.

—Bueno, ir lento es bueno, después de todo, solo recibes un primer beso. ¿por qué desperdiciarlo? —Leto dejó escapar una risa leve, antes de inclinarse más, apoyando su frente contra la tuya—. Y me gusta lo que veo, muchísimo. —te susurró de forma íntima, como si fuera solo para ti y su mano encontró el camino hasta tu nuca mientras sus dedos rozaban tu cabello.

—Eso es cierto y, pues, nuestro primer beso, vaya que no lo desperdiciamos. —sonreíste acariciando su mejilla con tus nudillos mientras sus frentes aún seguían juntas y, dejaste un tierno beso en sus labios—. A mí también me gusta mucho lo que veo y, también lo que estoy sintiendo por ti.

Los ojos de Leto parpadearon ante tu beso y sus manos se movieron de arriba abajo por tu cintura y luego, sus dedos te sujetaron con firmeza y suspiró, mientras te devolvía el beso con uno más profundo y apasionado.

—Entonces, supongo que no te importará que tome más. —bajó sus labios, ahora besando tu cuello, y luego los deslizó justo debajo de tu oreja—. Y más, mucho más... —sus dientes jugaron suavemente con el lóbulo de tu oreja, mordiendo ligeramente, disfrutando de los pequeños sonidos de placer que escapaban de tu boca con cada beso que te daba.

Gemiste un poco más fuerte al sentir sus besos en tu cuello y volviste a pasar tus dedos por su cabello, tratando de no perder la compostura. —Leto, espera, por favor... Estás encontrando mis puntos más sensibles y no voy a poder contenerme... Y por ahora, quiero contenerme... —otro gemido dejo tus labios, pues Leto no se detenía mientras tu tratabas con todas tus fuerzas no ceder a tus deseos.

Él se apartó y sus ojos se clavaron en los tuyos. Soltó un suspiro de alivio, aunque no pudo evitar sonreír, disfrutando de tus reacciones.

—Qué bien, porque eso es exactamente lo que quería, me alegra saber que encontré tus puntos sensibles. —continuó basando tu cuello y acariciando tu cuerpo, sus dedos subieron por tu muslo hasta tu cadera—. ¿Estás segura de que no puedes contenerte? No estoy precisamente dispuesto a detenerme ahora...

Sin poder evitarlo, otro gemido dejo tus labios al escuchar sus palabras, su voz era dulce en tu oído y mordiste tu labio sintiendo un fuego crecer en tu vientre y entonces, antes de que algo más pasara, dejaste tus manos en su pecho, alejándote un poco—. Duque Leto Atraides, su señora y su esposa le ordena que, por favor se detenga. Aún no estoy lista para esto y necesito un poco más de tiempo, por favor, no sea un hombre impaciente. —levantaste una ceja mirándole con una sonrisa y dejaste tus manos en su pecho, manteniéndote un poco alejada de él.

—Qué imponente, mi señora. —Leto sonrió y se inclinó de nuevo, dejando solo otro leve susurro de beso en tu cuello. No lo suficiente para dejarse llevar pero, si para burlarse un poco de ti, para hacerte sentir bien en ese momento, mientras sus manos aún se encontraban en su cuerpo, acariciando cada centímetro. —Prometo no ir demasiado lejos... todavía. —expresó esto último con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Entonces, ahora puedes ver que no eres el único con un apellido imponente o, un carácter digno de respeto. —le sonreíste, guiñando un ojo mientras te levantabas de la cama, acomodando tu ropa—. Ahora, si me disculpa, mi duque —dijiste esto último con una leve sonrisa—, tengo que terminar de preparar y ordenar mis cosas en esta, nuestra enorme habitación y después, atender la cena en honor a nuestro matrimonio esta noche, a tu lado, obviamente... Así que si me disculpas... —sonreíste y dejaste otro beso rápido en sus labios antes de volver a lo que estabas haciendo.

Él te vio levantarte y sus mejillas se sonrojaron cuando volviste a besarlo y no quería nada más que seguir con ese beso, pero se controló. No quería arruinar la hermosa conexión que parecía habían vuelto a recuperar actuando con codicia. —Lo entiendo y, si soy sincero, odiaría arruinar este momento con mis necesidades... primarias. —Leto sonrió, levantándose también para salir de la habitación y darte privacidad—. Disfruta del resto de la tarde, mi amor, te veré en un rato. —musitó, caminando hasta la puerta.

—Sí, es bueno que te contengas por ahora. —reíste y lo seguiste con la mirada hasta la puerta, sorprendida por la forma en la que te había llamado—. ¿Me acabas de decir "mi amor"? —le miraste sonriendo, arqueando una ceja y dejando tus manos en mi cintura.

Su rostro se agitó y tus palabras le robaron las suyas, haciéndolo detenerse en seco frente a la puerta. Notaste que suspiró. —Yo... sí. Salió antes de que me diera cuenta. Supongo que estamos un poco más delante de lo que pensaba. —comentó, refiriéndose al hecho de que te había llamado "mi amor" y entonces, sus ojos se encontraron con los tuyos y se notaba que lo habías tomado con la guardia baja—. O tal vez no es demasiado pronto. —habló, caminando hacia ti y luego, paso sus dedos por tu mejilla. Fue un gesto gentil y cariñoso, mientras se inclinaba a tu oído susurrando. —Te amo, ___________.

Cerraste los ojos ante su caricia y su susurro, sonriendo. —Está bien, no te preocupes, puedes llamarme así cada vez que queras y puede que yo también lo haga más pronto de lo que crees —reíste suavemente—. Ahora, mi querido duque, si me disculpa por sacarlo de su propia habitación, tengo que terminar de arreglarme para la cena y seguro tú también tienes muchas cosas que hacer. —dijiste riendo, mientras lo empujabas de espaldas hacia  afuera—. Así que, nos vamos en un rato. —le diste un beso rápido en los labios antes de empujarle fuera de la habitación y cerraste lo puerta. Cuando lograste sacarlo, soltaste un suspiro y con una gran sonrisa en los labios, pensaste en lo maravilloso que había sido ese beso.

Leto no pudo evitar reírse de tu afán de sacarlo de la habitación. Podía notar la emoción y el nerviosismo que emanabas y al mismo tiempo, le pareció adorable. —Está bien, está bien, me voy, mi amor. —te beso de nuevo, sin perder el tiempo, no quería parar, no cuando al fin te tenía con él—. Hasta que nos encontremos de nuevo, pronto... —susurró, pegando su mano a la puerta frente él, sabiendo que estabas del otro lado.

***
Nota de la autora: Bueno little moons, aquí está el capítulo 1 de 3, quedó más largo de lo que esperaba jajajaja, así que ya veremos como quedan los otros. :3 Y este es mi pequeño regalo de Navidad para ustedes, el que he estado preparando desde hace como 2 semanas jejeje.

Y aquí vamos, al rato se suben los otros dos capítulos, espero les guste... Con mucho amor de parte de Leto y mío para ustedes. El regalo será completado antes de Navidad jejeje y me encantaría saber qué les está pareciendo... nos estamos leyendo en un ratito, little moons, nwn :3 ❤️✨

WEY, ¿QUIÉN EN SU SANO JUICIO NO SE CASA CON ESTE HOMBRE? DIOS, LO QUE QUIERAS SE TE DA PAPI, HASTA CON LOS OJOS CERRADOS ME VOY CONTIGO, MI AMOOOOOOOOOOOOOR. TE AMOOOOOOO. 😩❤️✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top