✭Mizurui✭
·Mizurui·
"Por conveniencia del guión,
Mizuki Akiyama tiene la edad
de Rui, Tsukasa y Ena, y va a
la clase 3C. Perdonen!!"
>:3
Rui entró en el aula, atraído por el sonido de llanto desconsolado.
Los hipidos le condujeron a la mesa del profesor, donde, preocupado, miró debajo del mueble.
Una chica, de cabellos rosas claro, se encontraba en posición fetal, resguardándose del mundo que la rodeaba.
Su uniforme se encontraba hecho jirones, y su pelo, con aspecto de ser habitualmente sedoso al extremo, estaba hecho una greña, comunicando claramente haber sido cortado a la fuerza.
El pelimorado, asustado, se arrodilló junto a la chica, a quien ahora reconoció como Mizuki Akiyama, perteneciente a su clase, quien se sentaba al fondo, y no participaba en clase.
Al notar una presencia junto a ella, la pelirrosa alzó la vista, una expresión de puro horror en su cara.
Sus iris rosas expresaban miedo, a pesar de ser Rui quien la había encontrado bajo el escritorio.
Se apartó del pelimorado, refugiándose más atrás, pegada a la pared del mueble que la protegía. Rui le sonrió, afablemente, tratando de transmitir, sin falta de hablar, que no era ninguna amenaza.
"Porfavor- már-márchate-" suplicó la pelirrosa. Sus ojos, anegados en lágrimas, su voz un sollozo entrecortado. "No te que-quedes aquí- ellos te harán sufrir..."
Los ojos de Rui se salieron de sus órbitas. "Ellos? Quienes son ellos?"
La mirada aterrada de Mizuki se dirigió hacia la puerta del aula, camino al pasillo.
Los pasos de un grupo de personas se oían, junto a los gritos y las risas de estos. Los sonidos se iban acercando, y la pelirrosa empezó a hiperventilar.
"Vienen- vienen hacia aquí-" sollozó.
Rui no tuvo tiempo de pensar.
Agarró a la de los iris rosados, arrastrándola de la manga, y llevándola tras él, cruzando una puerta del aula que comunicaba con la del lado.
Llegó a las escaleras del equipo de servicio, llenas de fregonas y escobas.
Bajó junto a Mizuki por las escaleras, atajando por un pasillo reservado al equipo de limpieza, ambos en silencio, corriendo por el área.
El silencio se mantuvo entre ambos, hasta que llegaron a un recodo del pasillo. Entre las fregonas, las escobas y barreños, se sentaron ambos alumnos, recuperando el aliento.
Rui la miró, entre curioso y asustado.
"Qui- quienes..." trató de hablar. "Quienes eran e-esos...?"
Mizuki miraba al suelo, tan pálida que podía pasar por parte de la pared. Su expresión era indescriptible. Parecía a punto de echar su desayuno por la boca, y de llorar, simultáneamente.
"Eran- nuestros compañeros de clase-" las lágrimas amenazaban con desbordarla.
"Nuestros compañeros de- pero cuales?"
De nuevo, silencio.
Rui decidió cambiar la pregunta, esperando tal vez poder sonsacarle información y poder entender lo que estaba sucediendo.
Suspiró, cansado.
"Entonces... porqué te buscaban...?"
"Porqué quieres saberlo!?" preguntó la pelirrosa, la ira tomando posesión de su tono. "Porqué me has ayudado si no me conoces apenas!? Porqué narices quieres saber todo?!?"
Rui comprendió que no era el momento para hablar, y decidió respetar el silencio que Mizuki Akiyama parecía realmente saber. Con tal de que así se encuentre mejor... Una sonrisa ladeada apareció en su rostro.
"Lo siento..."
La sorpresa de que fuera la pelirrosa quien hablara primero fue grata. Tal vez empezamos a 'acercarnos'...
"Creo que... te debo una explicación..." un suspiro largo siguió la frase de Mizuki. "Al menos, sobre lo de hoy."
Rui sonrió, animándola a abrirse.
"Soy todo oídos, Akiyama."
Mizuki sonrió, su expresión triste, antes de empezar su 'relato', que Rui ansiaba conocer. Tras una pregunta de 'por donde empezar', se animó a hacerlo.
"Te preguntarás, imagino, el porqué de-" pensó en qué decir a continuación, midiendo sus palabras "de lo que ha pasado hoy. Especialmente, mi- aspecto actual... No...?."
Evitó mirar al pelimorado, y prosiguió con la explicación.
"Nuestros compañeros de clase me tienen cierta... ehm, 'manía'-" clavó sus iris en los amarillos del pelimorado. "Al menos sabrás el porqué... no...?"
Rui asintió, y algo de alivio floreció dentro de Mizuki.
"Pues- por eso mismo, por mi aspecto acorde a lo que se espera de mí- pues por eso mismo. Cuando tocó el- el patio..." su voz empezó a temblar.
Imágenes confusas de los minutos anteriores, las lágrimas que había escondido durante su martirio, el sufrimiento que tan solo había durado tres minutos, todo volvió a ella.
"Me encontraron, detrás de Kamiyama-" Mizuki prosiguió, mientras era sacudida por sus propios temblores. "-me agarraron entre varios, poniéndome contra la pared-"
Rui temblaba junto a ella, sus puños cerrados, poseído por la ira hacia un acontecimiento ajeno. Se imaginaba el momento, las crueles risas del grupo, el terror de Mizuki...
"A-Akito Shinonome-" profirió un gritito, ante la mención del nombre. "-sacó unas tijeras... y me hizo est-"
Un golpe seco interrumpió su explicación.
Con la vista borrosa, entre las lágrimas que la abandonaban, pudo reconocer a Rui, de pie, serrando los dientes, mientras maldecía el nombre del pelinaranja responsable del sufrimiento de su 'amiga'. Tenía su puño derecho pegado a la pared.
Ha golpeado la pared porque Akito me ha-?
Mizuki iba a añadir algo, tratar de calmarle, pero fue interrumpida por el timbre, anunciando el fin de su tormento por el día- o al menos hasta que acaben las clases...
Se levantó, dispuesta a marcharse, pero Rui la retuvo, tomándola por la muñeca, y atrayendo a Mizuki hacia él.
Una duda se reflejaba en sus ojos, junto a cierto temor.
"Mizuki..." sus ojos transmitían un calor, que consiguió llegar hasta la de cabellos rosas. "Perdona, pero... como te caigo- yo...?"
Un silencio espeso se formó entre ambos. La pelirrosa trató de asimilar las palabras, comprenderlas, para poder responder.
Como me cae... Rui?
Qué... opino de él?
Rebuscó en su corazón, con tal de discernir sus verdaderos sentimientos hacia el pelimorado, sin encontrar nada que realmente les uniera. Aún así, siguió buscando razones para considerarlo alguien importante en su vida, nada más que el haberla 'salvado'.
El puño de Rui seguía apoyado en la pared, mientras con la otra sujetaba la muñeca de la asombrada pelirrosa. Sus ojos amarillos habían perdido ese brillo jocoso que caracterizaba al pelimorado, y estaban clavados en los de Mizuki, húmedos aún por las lágrimas derramadas.
Al verla frente a él, con su muñeca entre sus dedos, Rui se sonrojó, escondiendo su cara tras su mano, retirándola del brazo de la pelirrosa. La menor de los Akiyama tomó la palabra, aprovechando el silencio que se había formado entre ambos.
"Ka-Kamishiro... deberíamos volver a clase...?" una pausa tras sus palabras invitaron a que Rui la acompañara, sus miradas cruzándose de nuevo.
Refunfuñando, el de rasgos felinos siguió a Mizuki, quien era ahora la que los conducía a su siguiente lugar.
* * *
"Akiyama!!"
El silencio tranquilo del lado posterior de Kamiyama se vio roto, cuando un alumno pelimorado irrumpió en él.
Los iris rosas de la joven se encogieron, dando paso al terror al oir esa voz, una que no fuese la suya. Se refugió entre sus brazos, escondida entre los arbustos del jardincito.
La voz, que no reconocía por su tono alegre y despreocupado la asustaba. Un nuevo tono, alguna emoción que no solía reconocer en las voces de sus acosadores, algo parecido a una alegría jovial e inocente, que no cuadraba con sus suposiciones.
"Akiyamaa, donde estás!?"
Una sensación fría recorrió su espalda. Empezó a temblar, y sintió como sus ojos se humedecían de nuevo. A pesar de estar entre las ramas de las azaleas, sentía que la persona que vociferaba su nombre sabía a la perfección donde se encontraba.
Emitió un grito cuando la luz le dio de golpe en la cara, siendo tapada al instante por la sombra de quien la había estado buscando.
Un mechón de cabello morado con una mecha azul que lo atravesaba colgaba frente a ella, mientras los iris amarillos de Rui juzgaban la situación en la que, por lo que ahora veía, había sumido a la completamente aterrada pelirrosa, que parecía al borde de colapsar.
Dándose cuenta de su error, se sentó, en silencio, al lado de Mizuki.
Dejó su cabeza caer sobre el hombro de esta, cerrando los ojos, dejándose conectar con lo que presumía que sentía la persona a la cual consideraba su amiga, la única que tenía.
"Mizuki..."
Oír su nombre en boca de alguien la hizo estremecerse. Su nombre, el cual no pronunciaban ni sus padres, que tras su decisión de vestirse diferente a lo que ellos esperaban, preferían dejarla como invisible, sin hablar o tratar con ella si podían evitarlo.
La única que en sus años de vida tras abrirse al mundo la había tratado como una igual era su hermana. Yuuki Akiyama había sido la única persona que la había tratado por su nombre, la única persona que la había defendido frente a la sociedad.
Desde el accidente que le había arrebatado a su hermana, Mizuki había estado completamente sola.
Y ahora... ha aparecido una nueva persona que pretende ocupar su rol...? Alguien que le hablaba. Alguien que la había ayudado. No eres mi hermana-
Ni llegarás a serlo.
Nadie puede reemplazarla.
Ni siquiera tú.
Sus manos tomaron control propio, y antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, ambos puños se encontraban, dejando marca en la cara de un sorprendido Rui.
Tratando de huir de lo que acababa de hacer, Mizuki se levantó, sin pronunciar palabra, y echó a correr, sin llegar a ver las lágrimas que habían aparecido en la siempre imperturbable expresión del ahora dolido pelimorado.
Tras la esquina del edificio, los rayos de sol bañaban el patio delantero, rebosante de alumnos que disfrutaban de los minutos libres que les quedaban antes de la vuelta a las clases.
Tan pronto irrumpió en el espacio, un grupo de alumnos se le abalanzó encima, gritándo y riendo.
"Es la puta!!"
Los gritos y las risas la confundieron, pero consiguió zafarse de los brazos que la sujetaban, y echó a correr de nuevo en la dirección en la que se encontraba Rui.
Mientras los gritos inundaban los jardines del centro, los cabellos de la pelirrosa dificultaban su visión. Veía al fondo el arbusto donde había dejado al pelimorado, pero no- no ahora-
Sintió como alguien la cogía del abrigo que llevaba, y sintió como caía al suelo. Trató de frenar la caída con sus manos, pero no llegó a tiempo, y se estampó de lleno.
Sintió nauseas, y trató de levantarse. Un dolor le recorrió todo el cuerpo, y cayó de nuevo en el suelo empedrado.
Se llevó la mano a la frente, donde sentía una gran parte del dolor que la consumía. Al mirar la mano, la vio completamente roja.
El alboroto se regía a su alrededor, y una cara se asomó frente la suya.
Dos ojos color aceituna la miraban, rebosantes de odio dirigido hacia la pelirrosa, brillando al mismo tiempo con la felicidad que le proporcionaba ver sufrir a quien consideraba inferior.
Akito Shinonome, el pelinaranja que dirigía a los alumnos que le acosaban, apretó los puños, antes de lanzarse sobre la exhausta pelirrosa.
Quien en algún momento había sido su mejor amigo, era ahora quien estaba clavando y descargando toda su ira en la persona que se encontraba frente a él, haciéndola sentir todo su odio.
Las náuseas que sentía incrementaron.
El resto de alumnos que les habían seguido animaban al pelinaranja, danzando a su alrededor, gritando y aullando como animales ferales.
Las fuerzas la abandonaron, mientras todo se sumía en la oscuridad. Sabía que iba a perder el conocimiento, y cayó en el sueño impuesto por el dolor.
"Dejadla en paz!! Dejadla!!"
Un grito perforó sus oídos, y sintió como un peso se le quitaba de encima.
Entreabrió los ojos, y vio como el pelo naranja que había estado frente a ella era apartado por una segunda persona.
Unos ojos amarillos relucieron en mitad de la oscuridad que parecía rodearla. Dos ojos que ahora sabía que pertenecían a la persona que ya la había salvado una vez de Akito Shinonome.
"Quítate, maldito!!" vociferó el de cabellos morados. Sus ojos chisporroteaban, su fuerza alimentada por la furia y el odio. Su voz, siempre tranquila, con un leve tono jocoso, ahora dejaba entrever lo que realmente sentía el chico. "Déjala en paz, maldito acosador!"
Un último golpe dejó al pelinaranja tumbado sobre las piedras junto al camino del jardín. Sus ojos verde aceituna, que antes habían mostrado el odio que sentía hacia Mizuki, ahora se encontraban enrojecidos, llorosos, mientras le suplicaba a Rui, con una voz entrecortada, que le soltase el cuello. Dándole una última bofetada, Rui le dejó tendido en el suelo.
Se levantó, frotándose la ropa, ahora hecha un desastre.
Mirándola, ofreciéndole una sonrisa cálida y acogedora a la joven maltrecha postrada frente a él.
Le ofreció su mano.
Un golpe seco recibió su propuesta.
Su mano ardió unos instantes, mientras una expresión confusa se formaba en su rostro.
La pelirrosa, se levantó, luciendo una mirada lívida. Sus iris rosas, habitualmente poblados tan solo por el miedo, ahora daban paso a un odio hacia el pelimorado.
"No necesito tu ayuda..." gruñó, clavando sus uñas en la mano de Rui. "No te necesito- déjame en paz!" soltó su mano, tan solo para desaparecer en las sombras del edificio de clases.
Le dirigió una última mirada, narrando todo lo que sentía hacia él.
"Déjame en paz." siseó.
Las sombras la tragaron.
"Mi-Mizuki...?"
* * *
La luz del techo parpadeaba, intermitentemente, cegando cada pocos segundos al pelimorado, acostado, aún confundido, sobre su cama.
Los sucesos del día daban vueltas en su cabeza, mientras trataba de comprender porqué Mizuki había reaccionado así ante la ayuda que él había tratado de brindarle.
Tras todo eso...
Mi mejor amiga ya no me quiere...? La mejilla donde Mizuki le había dado un puñetazo, más que los otros puntos de su cuerpo, donde Akito le había desgarrado la carne, donde aún le ardía, seguía doliéndole.
Aquella persona... la que en primaria fue la única que me vio- que me consoló cuando me hirieron... sintió un ardor en su pecho, y se levantó de la cama de un salto. Mizuki no- corrió hacia el baño, su cuerpo reaccionando de una forma la cual nunca había sucedido. Se precipitó sobre el lavabo, las arcadas que sentía sacudiéndole.
Mizuki me protegió- por-porqué...? Ahora... Una última arcada le sacudió, y dejó todo ir.
Odio- siente odio hacia mí- y yo... se desplomó, dándose con la cabeza contra el grifo. El dolor se esparció por su cuerpo, brotando de su cabeza. Su respiración salía entrecortada, y cada respiro le costaba.
Qué ha pasado-
Qué... para que estemos así-!?
El blanco impoluto del lavabo se vio teñido del carmesí de la sangre del pelimorado. Su cabeza daba vueltas, mientras el mundo que le rodeaba empezaba a desmoronarse.
El dolor se agolpaba en su cabeza, y cayó rendido al suelo.
Sin nadie más en su casa, sabía que no podía esperar a que alguien le ayudase. Trató de incorporarse, solo para caer de bruces de nuevo. Ún gemido escapó de su boca, mientras su corazón latía como un pajarillo. Una lágrima resbaló por su mejilla. La siguieron varias más, humedeciendo su rostro ensangrentado, mezclándose con el rojo que lo teñía.
"Mi-Mizuki..."
Levantó la vista, mientras parecía ver una figura, luminosa, frente a él.
Una cabellera rosa, con un aroma a fresas, se ondulaba en un viento completamente inexistente.
Dos iris a juego con su pelo relucían en la cara inexpresiva de la joven.
Sus rasgos y facciones, accentuadas por el estilo de la ropa que llevaba, parecía jugar a su favor.
Antes de perder la consciencia, le pareció vislumbrar una sonrisa en el rostro inexpresivo de quien reconocía como Mizuki Akiyama. Mientras la figura le tendía la mano, se vio sumido en la oscuridad.
El silencio caló en la habitación.
Un dolor agudo se presentó en su cabeza, al tratar de levantarse, esparciéndose rápidamente por au cuerpo.
Intentó mover sus extremidades, mientras estas apenas reaccionaban a sus intentos de levantarse.
Dejó caer su cabeza sobre sus brazos, sus fuerzas abandonándole.
Un leve quejido escapó de entre sus labios.
Su cabeza daba vueltas, mientras trataba de encontrarse en mitad de aquella tormenta que sentía que le rodeaba. El dolor seguía, impasible y sin menguar en su interior, pero las náuseas que había estado sintiendo por fin se habían desvanecido, dejando su cabeza, al menos, un poco menos nublada, dejando tan solo el dolor por el golpe.
"M-mamá..." murmuró, su voz apenas un hilillo, que el mismo pelimorado no logró escuchar, un hipido terminando con su frase.
Nadie acudió a su llamada.
Habían pasado varias horas, pero Rui Kamishiro seguía solo en su casa. El cielo, que cuando él había quedado inconsciente apenas empezaba a teñirse de los magentas, carmesíes y amarillos del atardecer, ahora había dado paso a los tenues violetas y azules que coronaban la noche.
Un solo pensamiento reemplazó todas sus preocupaciones.
Seguía, sin realmente ninguna razón en ese momento, preocupándose por la pelirrosa que le había 'agredido'.
De nuevo, tras una breve interrupción, el silencio volvía a reinar en la casa de los Kamishiro.
Recostado sobre las baldosas del baño, el de tercero cerró sus párpados, dejándose caer de nuevo en la, ahora, por alguna razón que le era desconocida, recomfortante oscuridad.
Hace ocho años desde que nos separaron...
En ocho años, me ha olvidado? Otro suspiro. Tan fácil es... olvidar? Sus puños yacían a sendos lados, completamente relajados, al igual que el resto de su cuerpo, a pesar de las diferentes emociones que lo plagaban, y los pensamientos con los que se torturaba.
Varios minutos más tarde, probó de nuevo a levantarse.
Tras varios intentos de ponerse de rodillas, consiguió hacerlo, finalmente logrando apoyar sus manos en el taburetillo junto al lavabo, y consiguió ponerse de pie. Tambaleándose, sin llegar a caer, se agarró a los muebles que le rodeaban, conduciéndose hacia su habitación.
Su cama lo acogió, tan mullida como la había abandonado unas horas antes. Comprobó la herida que se había hecho en su cabeza, dándose cuenta de que había empezado a cicatrizarse. Al tocársela, sintió una sensación electrizante, apartando la mano al instante.
Se acostó en su cama, dejándose por una tercera vez sumirse en la oscuridad, encontrándose dormido varios instantes más tardes.
* * *
Como era habitual, la comida se la había hecho ella misma. Sus padres habían terminado de comer hacía una hora y media, dejándola sola.
Nada nuevo en su vida.
La rutina de cada día se volvía a cumplir. Cada quien que conocía, si así se podía decir, la dejaban de lado, teniendo que buscarse la propia Mizuki la vida, ya fuese alimentándose, como haciendo todas las tareas domésticas, aunque fuese solo su parte. Lavarse su ropa, lavar sus propios platos y utensilios. El huevo está demasiado hecho...
"Yuuki... " un susurro marcó sus deseos. Desde que había quedado sola, había deseado con toda su alma que lo que la gente decía fuese verdad. Que realmente, cuando alguien muriese, siguiesen cuidando de sus seres queridos desde dondequiera que estuviesen.
Clavó el tenedor en la yema cocida, con más fuerza de la que pretendía. El huevo quedó colgando del cubierto, mientras la pelirrosa trataba de quitarlo. Y con las patatas también me pasé...
La tarde empezaba a caer, anunciando la pérdida de la mañana del Sábado. Solo le quedaban aquella tarde, y el Domingo, para sentirse segura. EL Lunes marcaba la vuelta a las clases, y el retorno de su infierno particular.
Y ver a Rui...
Tan pronto se había desvanecido en el edificio, la culpa había empezado a florecer dentro suyo, carcomiéndola. Era consciente de que Rui no sabía lo que había provocado en ella, y que no lo había hecho a propósito. Que tal vez ella no debería haber reaccionado así. Pero la ira y el miedo la habían poseído, y había obedecido a su instinto.
No es como si eso fuese una buena razón... pero-
Aquel pensamiento, aquella duda que la había embargado durante aqquellos últimos días, había ido tomando fuerza, apartando cualquier otro problema inminente.
Aquel pelimorado que la había ayudado, es la misma persona que años atrás me ayudó? Rui Kamishiro es quien me acompañaba en el tejado? Es quien me protegió de quienes me perseguían? Es a quien yo ayudé con sus propios problemas?
No se equivocaría al suponer que fueron los padres de ambas familias quienes tomaron la decisión de separarlos, alegándose los unos a los otros que aquellos 'dos bichos raros no se convenían entre sí'.
Aún así, desde que hacía ocho años se habían mudado a otro de los barrios de la capital japonesa, el recuerdo de aquella cara amable, aquella sonrisa felina, de aquel amigo fiel, no la había abandonado.
Rui Kamishiro... eres tú...?
Y estando a principios del fin de semana, tendría que esperar hasta el Lunes para, si se atrevía, preguntarle.
Si es que me atrevo...
La sombra de una sonrisa pareció formarse en su rostro, mientras la curiosidad por esa respuesta que aguardaba iba en aumento.
Si es que me atrevo... Sí...
* * *
Sintió la mano fría, perteneciente a una sorpresivamente alegre Mizuki Akiyama, posándose sobre su hombro, tras pasearse por su espalda, enfriando el ambiente mañanil.
Se estremeció ante el súbito contactp con la persona que tan solo tres días antes le había abofeteado y había escapado de él. Sin querer, le dirigió una mirada fría, sus ojos carentes de su brillo jocoso habitual, antes de, al ver la expresión ligeramente dolorida de la pelirrosa, y cambiar la suya propia a una mucho más cálida y acogedora.
Mizuki le agarró de la manga, deteniéndolo frente a las puertas de Kamiyama, cortando el flujo de los estudiantes que iban a empezar otro día de clases cualquiera.
Poniéndose de puntillas con tal de poder mirarle al pelimorado a los ojos, Mizuki empezó con su discurso, preparado previamente aquel fin de semana, para ir más tranquila. "Querría disculparme, Kamish-"
El dedo índice de Rui fue ahora el que se poyaba contra el cuerpo del otro, deteniendo el flujo de las palabras de la pelirrosa.
"Mizuki... no hacen falta las formalidades." una sonrisa dejó su frase en un tono más simpatizante ante lo que él suponía que debía estar sintiendo quien estaba frente a él.
Asintiendo, suspiró, antes de volver al ataque.
"Quería disculparme, Rui..." sonrió, guiñándole el ojo. El nombrado se llevó la mano a la cara, tratando de disimular el sonrojo que ahora lucía. "Por todo lo del Viernes... perdona."
Aún con su cara tapada, el de los ojos amarillos farfulló algo que la pelirrosa tuvo que interpretar como un 'gracias'.
Sus puntas fallaron, y volvió a apoyar toda la planta del pie. Ante la diferencia de altura, y sabiendo que ahora venía el momento crítico, tratando de esconder el rubor que amenazaba con mostrarse al mundo, cogió la corbata que llevaba el mayor, tirando de ella y acercándolo hacia su cara.
"Rui Kamishiro..." su voz, con un suave retintín, y denotando curiosidad, se preparaba para formular la siguiente pregunta. La pregunta de la cual podía depender su futuro en Kamiyama. "Hace cuanto que me conoces...?"
La mandíbula del pelimorado cayó.
Era obvia la sorpresa que le suponía esa simple pregunta, viniendo de esa misma persona que había sido su vida y su alegría, el centro de su universo. La persona que, en silencio, había amado, y la persona a la cual aún amaba, pero a la cual no quería complicarle más la existencia, siendo plenamente consciente de lo que ocurría en su vida. Y decidió arriesgarlo todo.
"Mizuki Akiyama.. hace once años que te conozco... y los mismos once años que te amo. Mi corazón te pertenece, Akiyama..."
La atmósfera perdió la tensión que la pelirrosa había sentido mientras planteaba su pregunta, ahora tan solo un eco de lo que era.
El silencio los embargó, rodeando a ambos, separándolos del resto del mundo, encerrándolos en un espacio a parte, donde los dos recién reencontrados podían disfrutar de la intimidad.
El patio delantero se encontraba ya vacío, con la simple excepción de aquellos dos, quienes seguían en las mismas posiciones; Rui, ruborizado y cubriéndose la cara, mirando entre los dedos a la pelirrosa, esperando su reacción, y a esta misma, pálida, tratando de analizar la cantidad de información que de repente le había sido concdeida.
Rui me- yo le gusto a-?
Aquella segunda revelación, aquella que ni se había planteado en ningún momento esuchar, había sido, entre las dos, sin duda la que la había dejado en blanco.
Aquella verdad, que había despertado una parte de ella que llevaba dormida en ella desde hacía ocho años.
Aquel hecho, que ahora sabía que Rui compartía con ella. Que ese sentimiento que Rui acababa de confesar que profesaba hacia ella, y había sentido desde prácticamente el inicio, era recíproco.
Sin aviso, la pelirrosa se dejó caer, inclinándose hacia delante, apoyando sus manos en el dorso de la espalda del chico. Entrecerró sus ojos, derritiéndose entre los brazos de Rui, quien también la abrazaba.
Una vorágine de emociones y pensamientos se cruzaban en sus mentes, confusos, mientras el miedo a lo que pudiese pasar a continuación era superado por la alegría de repentinamente sentirse apreciados.
Rui apartó un mechón rosa, clavando su mirada en los iris de su amada.
Lucía su característica sonrisa pícara, ahora ligeramente diferente, entremezclada con la que había reprimido durante meses cada vez que veía a Mizuki.
"Mizuki, si el Viernes me odiabas..." seis simples palabras que se sintieron como puñales para a quien eran dirigidas. Una sonrisa agridulce se dibujó, marcando la expresión de la pelirrosa.
Se resignó al 'enfrentamiento'.
Frente a ella, Rui, expectante, su sonrisa sin variar, sin desvanecerse, pero ahora más fría. Es mi turno de responder... por mucho que me joda.
"Tenía que saber... si eras la misma persona a la que amaba." una respuesta que chocó con un contrariado Rui. "La persona que fue mi salvavidas, mi mejor amigo... y, pues, la persona que necesito a mi lado."
Sin darse cuenta, a mitad de lo que estaba diciendo, había cerrado los párpados, tratando de contener las lágrimas que se habían formado repentinamente.
Se frotó los ojos, limpiándose los ojos anegados. "No me hagas caso- estoy un poco- un poco tonta..." el adjetivo trastocó al Kamishiro.
"Detenme si así debe ser..." suspiró, envolviéndola entre sus brazos, acercándo a Mizuki hacia él. Levantó la cabeza de la joven, alzando su mentón.
Los ojos de Mizuki parecieron salirse de sus órbitas, mas en esta ocasión no se debía al terror, si no a la sorpresa, una sorpresa grata y bienvenida.
"Puedo besarte...?" susurró Rui, haciendo un puchero.
Su labio inferior temblaba, y Mizuki aprovechó, abalanzándose sobre él.
La unión entre ambos fue breve, pero intensa.
Rui cayó de rodillas, tratando de recuperar el aliento, mientras la pelirrosa le sonreía, aún de pie, antes de arrodillarse frente a él.
"Rui Kamishiro... la próxima vez no preguntes."
Una risa emanó de entre sus labios, una risa que nadie, ni siquiera ella, había escuchado desde hacía años.
"Rui Kamishiro... no dejarás de traerme alegrías...?"
✵FIN✵
__________________________✵✧✵__________________________
MADRE DE-
ACABÉ EL MIZURUI.
A decir verdad, ni recuerdo cuando lo pidió Frida. Y hablando de eso, Frida, si no te convence como ha quedado esto, siéntete libre de 'reclamar un cambio' (suena como si pidieses que te cambiasen un producto por uno no-estropeado)
Pues bueno, aviso que el cambio repentino de estilo es por, justamente, que empecé a escribirlo hace... -ni idea, mes y medio?- y acabé hoy.
Así que, no se me ocurre nada más que decir, voy a ir acabando porque son exactamente las 21:00 y tengo bastante sueño. BAstante mucho.
Bueno, sin más que decir, Chaoyagi!!
>:3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top