Touch me, parte 5
Él también me observaba. Debió pensar que estaba bromeando porque su expresión era seria. Al contrario que su hermano, Yoongi no tenía mucho sentido del humor, y eso me dejó paralizada por un segundo. Al día siguiente, mi corazón empezó a latir con rapidez y mi cerebro se ofusca. Acababa de pedirle que me besara, pero él permanecía inmóvil, observándome como un idiota. Entonces una sonrisa nerviosa y torpe iluminó su rostro. Debió comprender por fin que yo era, simplemente, una chica vergonzosa con ganas de probar cosas nuevas. Imaginé que un lado de su cabeza decía:
«¡Sí, hazlo ya! ¡Ella lo desea tanto como tú!». Mientras que el otro lado temía lo que sucedería si lo hacía, porque la realidad era que yo era muy joven todavía. Por suerte, Yoongi se dejó llevar, quiso pensar que aquello era algo normal y que lo que iba a hacer era lo correcto.
—No es complicado... —dijo, bajando la voz, amable— Primero, te acercas...
Avanzó hacia delante, aproximándose. A mí se me hizo difícil mover los músculos porque un montón de emociones chispeantes acababan de despertarse en mi interior y ahora estaban de fiesta, pero Yoongi hizo disminuir la distancia que nos separaba hasta que sólo quedó un espacio pequeño entre su cuerpo y el mío. Aunque todavía no estábamos en contacto, yo percibía el calor que emanaba de su torso. Podía escuchar su respiración, serena y en calma. Él estaba tan tranquilo y yo ni siquiera podía ordenar mis pensamientos. Tuve que tragar saliva para seguir sus instrucciones:
—Luego le miras a los ojos... —continuó, en un susurro.
Nuestros rostros quedaban frente a frente. Mantuve mi mirada al nivel de la suya. Me permití admirar el extraño color de sus ojos, ni verdes, ni marrones, ni azules. Oscuros por fuera y más claros hacia el centro. En su mirada encontré la oscuridad del abismo y la luz del paraíso. A veces mirar a un chico me resultaba perturbador, pero en ese momento me sentí hipnotizada, deseosa de perderme en ellos. El hermano de Geumjae no era exactamente guapo, pero tenía un saber estar fascinante y atractivo.
—Y después miras su boca...
Nada más oírle observé esa pequeña cicatriz que tenía en el labio superior, labios finos y masculinos. El resto de su cara tenía un aspecto duro, como tallado en piedra. Todos sus rasgos eran indicios de experiencias difíciles a las que había logrado sobreponerse, que le daban un aire de guerrero que había salido milagrosamente victorioso de muchas batallas. La calma de Yoongi mientras se quitaba la camisa significaba que tenía experiencia, que era habilidoso, o al menos eso parecía. Músculos marcados y fuertes, hombros anchos, líneas de abdominales que se perdían en la costura de ese pantalón que estaba deseando quitarle.
Tomé aire. ¡Mierda!, estaba híper nerviosa. Mi corazón había empezado a latir a tal velocidad que el pecho me subía y bajaba de forma exagerada. Un cosquilleo de entusiasmo recorría mi cuerpo. Tuve que controlarme para no lanzarme a besarlo, para esperarle. «¡Quieta! ¡Atenta! ¡No te muevas!». Extendió una mano hacia mi rostro y, delicadamente, rozó mi mejilla con la yema de sus dedos. Fue como si el fuego caldease mi piel, pero sin llegar a quemarme. El impulso de aproximarme a él me resultaba casi incontrolable.
—Y entonces te acercas, y le besas... —susurró finalmente.
Se inclinó hacia delante, acercó su rostro y, con lentitud, tocó mis labios con los suyos. Todo se detuvo y no existió más que ese instante. Alrededor todo fue negro. Yoongi fue delicado, como en una lección para principiantes. Un segundo, el roce. Dos, la presión. Cerré los ojos automáticamente, no logré mantenerlos abiertos. Sus labios eran calientes y suaves. Su cara desprendía un tenue olor a jabón. Su aliento era fresco. Olía a café, a mar, a pan recién hecho para el desayuno. Mi pensamiento se emborronó y tan solo sentí su respiración golpeando la piel de mi boca, y mi boca aceptando su beso. No sé cómo, pero me mantuve quieta.
No sabía que en ese momento lo ideal para seguir el beso era abrir la boca y empezar un jugueteo de labios y lenguas. Pero Yoongi quiso enseñármelo también, primero tomó mis mejillas entre las palmas de sus manos y se aseguró de que me sentía bien con el contacto, luego apartó su rostro unos centímetros y, sin soltar mi cara, me miró.Su expresión había cambiado por completo. Nada de seriedad. Tenía el ceño fruncido. Me observaba con fijeza y confusión, pero no era la cara de confusión de cuando no se comprende algo, sino que parecía perplejo, como cuando descubres algo en ti que no sabías que existía. No, no cabía duda de que Yoongi también estaba descubriendo cuánto podría afectarle el contacto de una chica como yo, en los sentidos, en los pensamientos. Sonrió. Yo quería aprender, y él me iba a enseñar.
—Los besos no terminan ahí, Lia... —susurró, pegado a mí, seguro de lo que decía— Pueden ser aún mejor, pero para eso debes intentar imitar los movimientos de mis labios.
Volvió a acercarse. En cuanto unió nuestras bocas de nuevo, percibí cómo me invitaba con delicadeza a separar los labios. Al principio no lo capté muy bien, fue muy raro. No obstante, no se apresuró. Me dio tiempo para que me relajase, aunque de hecho bastaron unos segundos para que mi boca empezara a moverse a un ritmo parecido al suyo. De pronto, Yoongi comenzó a besarme con ganas. Al notarlo, mi corazón latió enloquecido. Mi respiración se vio afectada, al igual que el control sobre mí misma. A medida que nos fuimos sincronizando sin cometer errores, aquello se volvió sofocante. Me perdí tanto en el sabor de su boca que ni siquiera me di cuenta de que Yoongi había pegado su cuerpo al mío, y ahora tenía su torso contra mis pechos, esos que había desarrollado merced a un estricto tratamiento hormonal desde los once años.
Sus manos me guiaban ahora sujetando la parte de atrás de mi cabeza, mientras nuestras bocas se regalaban cientos de besos. No nos apresuramos, él era cuidadoso y yo aún me sentía torpe. Aunque no se me daba muy bien, no dejé de besarle. En cierto momento pasó lo que inevitablemente pasa cuando empiezas a besarte: que quieres más. En una larga caricia, mi mano bajó desde su rostro, pasó por su cuello y agarró con fuerza su hombro. Hundí mis uñas en su piel, en la piel que ya estaba convencida de querer explorar, morder y besar.
Al mismo tiempo, mi boca también trató de jugar a otros juegos. De modo que, entre beso y beso, mi lengua se coló en el interior de su boca. Apenas rozó la suya, apenas la humedad y la calidez de nuestras lenguas se juntaron, sentí una intensa punzada en el vientre y pequeños gemidos escaparon de mí de manera inevitable. Se me acumuló una deliciosa pero exigente punzada en mi parte más íntima, y hube de admitir que nunca antes había experimentado una excitación de ese nivel. Yo deseaba a Yoongi, aunque nadie lo entendiera, aunque ni yo misma supiese si realmente le quería o sólo me gustaba muchísimo.
—Voy a quitarte la ropa, necesito verte... —me informó Yoongi, rozando mi cara con la punta de su nariz.
Inesperadamente, me puse nerviosa. El corazón se me iba a salir del pecho. Oírlo decir eso de esa forma, seguro, firme, decidido, hizo que las piernas me temblaran, me faltara el aire y los labios se me secaran de ansias de él.
—Yoongi... —intenté pedirle que tuviera cuidado, cuando...
—¿A qué hueles? —me interrumpió, inspirando a ras de piel— Me gusta. Me gusta mucho... No. No me gusta. Me encanta. Sí, eso suena mejor, me encanta.
Sus manos llegaron a mi cintura, bajo la camiseta. No entendí qué pretendía hasta que sus dedos tomaron la prenda y me la sacó por la cabeza. Una mezcla de frío, calor y nervios me erizó la piel. Mi lado sensato se quedó de piedra, estático, mudo. Sólo oía mi propia vocecita: «Quieres esto, sabes que quieres esto».
—Tu piel... —susurró muy bajito antes de chuparme en el cuello— El olor viene de tu piel.
A partir de ahí, las cosas sucedieron muy rápido. No nos detuvimos a pensar nada. Él siguió sus impulsos y yo seguí los míos: dejar que hiciera conmigo lo que se le antojara, como se le antojara, porque necesitaba entregarme a él de una vez.
Me tomó por las caderas y me dejó caer en la cama. Me quedé apoyada sobre los codos, vigilando. Él se colocó de rodillas sobre el colchón y se agazapó con aire depredador. Vi la excitación arder en sus ojos cuando deslizó las manos por mis muslos, llegó hasta el botón del pantalón y lo desabrochó.
Bajó la tela por mis piernas y me las sacó de un tirón, impaciente, arrastrando al mismo tiempo mis bragas. Quedé totalmente desnuda ante él, pues yo misma me quité el sujetador, sin ocultar nada. Me observó fijamente mientras se desabrochaba el pantalón. Me recorrió con hambre en los ojos. Me sentí pequeña, como un animalito a punto de ser devorado por una bestia y, sin embargo, estaba ansiosa, impaciente.
Yoongi se quitó rápidamente el pantalón, y mi organismo entero se calentó hasta la ebullición cuando vi que llevaba un bóxer negro, y que su miembro se encontraba ya duro y abultado justo debajo. Era sexy. Era lo más sexy que había visto en mi vida. Mi rostro pasó a ser el fiel retrato de la diversión y la picardía. Como hubiera dicho su propio hermano, tenía a un gran muchacho frente a mí, pensé antes de desviar la mirada hacia el techo de mi habitación. «Hola, techo».
Despeinado, con la mirada ardiendo de ganas, los músculos contraídos, el pecho agitado, las cejas fruncidas, los labios húmedos, entreabiertos por los besos. Yoongi se colocó sobre mí, con las manos apoyadas en el colchón por encima de mi cabeza, y se acomodó entre mis piernas. Me agarré a sus hombros, y por la posición, mi zona sensible quedó apretada contra su miembro, separados solamente por la tela de su ropa interior. Aquello era tan emocionante, y delicioso, y bonito como yo siempre lo había soñado. No lo dudé.
—Eeh, Yoongi... ¿sabes que yo? —empecé a decir, temblando de miedo.
—Sí... —me interrumpió, como si lo tuviese todo controlado— Sé que eres especial, no te preocupes.
Por un instante me pregunté cómo podía saber lo que debía hacer, pero la respuesta era obvia. Incluso tenía nombre, nadie me conocía mejor, Geumjae. ¿Cuándo había aprendido? Bien, la respuesta no importaba en ese instante. Estaba segura de que lo que iba a pasar no saldría perfecto, o increíblemente romántico como en las novelas y las películas. Por un lado, era casi imposible que Yoongi hubiese estado con alguien como yo. Por otro lado, pese a que yo había hecho algunas cosas, nunca lo había hecho del todo. Pero ahora quería hacerlo, necesitaba más que aire para respirar. Fuese raro, saliera mal, o durará poco, para mí lo significaría todo. Para mí, esa primera experiencia siempre sería importante.
Y no, no era el mejor momento ni el lugar más romántico para que sucediera, pero tal vez sería el único, y no lo dejaría pasar. No esta vez. Antes de hacer cualquier otra cosa, Yoongi se llenó los dedos de saliva y los llevó hasta lo más bajo de mi vientre, dejando un camino que me quemó la piel y me cortó la respiración. Entonces me tocó con las yemas entre las piernas, ahí donde yo le esperaba. Su toque fue curioso y exploratorio. Solté un gemido alto e incontenible que me sorprendió a mí misma. Tuve la impresión de que quería comprobar algo, y luego noté como lo hacía, porque sentí su dedo dentro de mí. Para mi sorpresa no hubo dolor, al contrario, fue como si esa zona de mi cuerpo lo estuviera esperando desde siempre. En cambio, el segundo dedo costó un poco más.
Después Yoongi se metió la mano dentro del bóxer y sacó aquel miembro duro, más que preparado. Pude haberme quedado mirando, inmóvil al atisbar esa parte de él, pero decidí actuar. Del cajón de la mesilla saqué un tubo de gel lubricante, el que estaba junto a mi dildo rosa, y embadurné su falo. Pude haberme quedado embelesada, pasiva, pero decidí guiarlo. Coloqué mi mano sobre la suya y entonces lo ayudé a introducirse en mí. Su cuerpo se tensó por completo, cada músculo, cada miembro, sobre todo el más viril. Apoyó la frente en la mía, y emitió un ronco y caliente suspiro que se entendió claramente como un gesto de placer y alivio, de realización masculina.
Volvió a derramar saliva en sus dedos y los llevó hacia mi sexo, casi tan duro como el suyo, y con el pulgar comenzó a rozarme la punta tan fuerte que tuve que morderme para contener la sensación inicial, esa imposible de evitar. Y empezó a ser real, y justo como tenía que ser. Primero lento para que yo me hiciera a su tamaño, aunque estuviese extremadamente lista para él, en un nivel de excitación que jamás había conocido. Aún así cada milímetro me produjo un dolorcito que me hizo soltar algunos gemidos, pequeños, ansiosos, mientras experimentaba la deliciosa sensación de estar llenándome de él, con su miembro dentro de mí.
—Relaja, Lia. Relaja... Estás tensa...
A Yoongi, claro, no le dolía nada. Se deslizó pausadamente hacia lo más profundo y entonces se quedó un momento así, quieto, mirándome. Tuve la impresión de que esperaba algo, de modo que hice un leve asentimiento para indicarle que siguiera.
Y entonces empezó a moverse. Al inicio lo hizo despacio, hacia dentro y hacia fuera. Su aliento comenzó a mezclarse con el mío. El ritmo me hizo sentirlo más piel con piel, menos doloroso, más como algo que encajaba perfectamente en mí y menos como algo que había profanado mi virtud. Luego los movimientos fueron aumentando de intensidad.
Yoongi tomó una nueva iniciativa. Con su mano izquierda sujetó con firmeza mi cabeza y empujó las caderas con mayor fuerza. A pesar de que todavía era muy pronto, me gustó ese giro inesperado, así que me aferré a sus hombros con ambas manos y empecé a lanzar gemidos de placer.
El lado salvaje de Yoongi, esa parte desconocida y animal que vivía dentro de él se manifestó de repente. Su respiración se fue haciendo más agónica, sus músculos se contrajeron más y más, su rostro se crispó, y sus ojos, parecieron perderse en el origen de la vida. Dios santo, sus pupilas se dilataron tanto que sus ojos acabaron siendo casi completamente negros. Pude haberme asustado, pero no. Quería conocerlo todo de él, incluso esos cambios físicos, por lo que sonreí y me zambullí en el tenebroso estanque de sus ojos.
Capítulo escrito por: Lonely_M93
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