Touch me, parte 4
Yoongi se giró, me dedicó una media sonrisa y me escudriñó con la mirada. Me sentí algo incómoda por varias razones, empezando por el hecho de que, desde la muerte de mi padre en un accidente de moto, ningún tipo atractivo ponía los ojos en el opaco y soso desastre en el que me había convertido. Claro que Yoongi me miraba de otra manera, de forma más madura, más analítica. Lo confirmé cuando bajó la vista hasta mi antebrazo.
—¿Qué tal los arañazos? —inquirió con tranquilidad— ¿Te ha vuelto a atacar esa gata?
¿Por qué no lo supuse?
Yoongi venía a hablar del día que me peleé con mi vecina en la piscina. Aún recordaba que me había comportado como una histérica en la comisaría. Todo había sido muy raro, y él también lo pensaba. Mis nervios aumentaron, pero traté de disimular.
—No. —respondí, quitándole importancia— Me molesta a veces, pero yo trato de ignorarla. Si me preocupara por todos los que me miran mal, no haría otra cosa en todo el día.
—¿En qué hospital te atendieron? —volvió a preguntar con un sincero interés— No me lo dijiste.
Por el tono que utilizó, deduje en seguida que había cometido un error: que el asunto de la pelea era mucho más delicado de lo que yo había supuesto. No estaba segura de haber hecho lo correcto, pero sí de que había hecho lo que había querido.
—Me enfadé mucho, así que me vine a casa. —contesté, fingiendo inocencia.
—¿Vas a olvidar lo que te hizo?
Sus palabras eran tranquilas, pero parecía estar tomándome la medida. Aquello parecía un interrogatorio.
—No entiendo a qué vienen tantas preguntas... —repliqué con el entrecejo fruncido, cruzándome de brazos— ¿Por qué es importante que no fuera al hospital?
—Te agredió por como eres, y eso es un delito de odio. Debería haberte visto un médico, él hubiera dejado constancia de lo que te hizo.
Lo dijo en tono profesional, intentando no recriminar mi pasividad, pero haciendo una afirmación irrefutable. Traté de mantener la calma, de no mostrar asombro, de fingir que yo no sabía que la agresión de mi vecina había sido un ataque homófobo.
—¿Y cómo sabes que fue por eso, y no una típica riña entre chicas? —pregunté con naturalidad.
Yoongi se encogió de hombros.
—Dímelo tú. —inquirió.
Lo último que me apetecía era discutir con Yoongi sobre lo estúpidas e intolerantes que pueden ser otras chicas con alguien como yo, de modo que opté por no contestar.
—Tu madre no sabe lo que ocurrió esa tarde, ¿verdad? —insistió.
Resoplé, poniendo los ojos en blanco.
—Yoongi , mi madre no sabe casi nada de mí. —aseguré con apatía— Si me amputaran un pie, ella se enteraría un año después. —le dediqué entonces una mirada entornada, suspicaz— ¿A eso has venido? ¿A preguntar por qué no monté un escándalo porque una imbécil me quiso zurrar?
Yoongi dio un paso hacia mí, puede que molesto con mi forma de pensar, puede que para ganarse mi confianza, puede que sólo para mirarme de cerca a los ojos.
—Probablemente yo no te caiga bien porque crees, según dijiste, que mi madre tiene algún tipo de preferencia por mí, en vez de por Geumjae.
—empezó a decir en tono confidente, casi afable— pero yo no soy mi madre, Lia... Yo soy policía y quiero ayudarte.
Eso fue inesperado, Yoongi no había venido a hablar conmigo de su hermano, sino de mí. El corazón empezó a latir muy rápido.
—¿Y a qué se supone que vas a ayudarme? —le pregunté, fingiendo que no entendía ni un poco a qué se refería.
No fue el comentario que él esperaba, porque tensó los labios como si acabara de cumplirse lo que él habría querido evitar: que yo me pusiera a la defensiva y me cerrara en banda. Pero yo no era una chiquita pusilánime, una niñata de mamá, siempre me había obligado a caminar con la cara bien alta y a no pasar ni un insulto.
—Lia, si tienes algún tipo de problema o estás metida en algún lío, puedes decírmelo. Buscaré la forma de ayudarte.
Casi me desmayo, Yoongi estaba tan cerca de mí que podía olerle. En ese punto dejó de importarme a qué había ido a mi casa. El alma no me volvía al cuerpo.
—No entiendo por qué piensas que tengo algún problema. —comenté, como una perfecta mentirosa
Yoongi suspiró con paciencia.
—Lia, por favor... —rezongó, dando otro paso hacia mí.
Por un momento, la cercanía de Yoongi me paralizó. Alterné mi vista entre él y el suelo, sin saber qué demonios hacer. La sensatez me falló por un momento, pero en cuanto Yoongi extendió una de sus manos y la apoyó en mi cintura, reaccioné, y lo hice francamente rápido. Avancé hacia él, me puse de puntillas y, en un movimiento repentino, le puse una mano en la nuca y le planté un beso por sorpresa, torpe, fuerte y definitivo. Presioné mis labios contra los suyos y rogué para que no se apartará de inmediato. Tal vez no fue lo más inteligente, pero sí lo más efectivo. Yo sabía lo que quería, y lo quería ya. En mi defensa, podría alegar que actué sin pensar, al fin y al cabo, aún no era mayor de edad.
Durante un momento, solo fue eso, presión. Ambos nos mantuvimos inmóviles, pero yo aproveché y abrí los ojos. Yoongi tenía los suyos tan abiertos que parecía que se le fuesen a salir de las órbitas, y no respiraba. Moví ligeramente la cabeza hacia un lado, sin despegar mis labios de los suyos. Sin embargo, Yoongi no reaccionó al instante, de modo que tuve que empezar a hacer ligeros movimientos sobre sus labios para ganar tiempo. Entonces sí, cerró los ojos y me siguió, desconcertado, sí, pero sin duda alguna atrapado por el contacto de nuestras bocas.
Entonces me di cuenta de lo que acababa de hacer y mi mente se quedó en blanco. Lo único que existió fue la entrada silenciosa de mi casa, y Yoongi frente a mí, con su boca a milímetros de la mía, las puntas de nuestras narices rozándose y un repentino temor al ser consciente de lo grande que era su cuerpo.
Antes de que yo dijera algo, puso una mano en mi cuello y, con el pulgar en mi barbilla, hizo que mirase hacia arriba y continuó besándome. Apenas un roce lento, un movimiento sutil como queriendo decir: primero haré esto, así, para disfrutarte muy despacio.
Luego separó mis labios con los suyos y empezó a hacer movimientos un poco más ansiosos. Con ganas de seguirle, le di un suave mordisquito, al que él respondió rozando la punta de su lengua con la mía. Fue como si nos estuviéramos fusionando, profundizando los besos, uniendo nuestro aliento. Él dio un paso hacia delante, se pegó a mí y me llevó consigo hasta que mi espalda quedó contra la pared. Entonces empecé a bajar mi mano por su espalda, apreciando su anchura y su fuerza, pero de pronto, él me tomó por los hombros y me apartó con brusquedad. Su expresión era de incredulidad total, incluso se había quedado con la boca entreabierta.
—¡Lia! ¡Por el amor a Dios! —exclamó, horrorizado.
Miró por encima de mí en dirección al pasillo para comprobar si alguien nos había visto. Yo sabía que no había nadie más en casa, pero tampoco había considerado eso, la verdad. De todas formas ya estaba hecho. Ahora solo quedaba ver cómo reaccionaba él y salir del paso.
—Lo siento... —escupí con una vergüenza fingida— Siempre me he sentido atraída por ti... No lo he podido evitar.
¿Evitar? Mentira. Para ser el primero, ese beso robado no había estado tan mal.
—¡No podemos hacer esto! —gritó de nuevo, todavía atónito— Tú eres una menor y yo soy policía. ¡Esto es! Esto es un...
Ni siquiera completó la frase. Parecía que le daba miedo pronunciar la palabra.
—¿Delito? —dije yo, dubitativa— ¿Por un beso? ¿No es sólo si me follas?
Yoongi me miró como un estúpido, incapaz de creer lo que acababa de oír. De hecho, tan solo consiguió balbucear mi nombre un par de veces, tan sorprendido que parecía asustado.
—No se lo diré a nadie. Al fin y al cabo he sido yo la que te ha besado. —agregué para tranquilizarlo. Luego esbocé una sonrisa pequeña y demoníaca— Aunque tú me hayas seguido un poquito, ¿no?
Fue como si le hubiera revelado la manera en la que iba a morir.
—Por Dios, Lia. —susurró con espanto— No digas eso. Te lo suplico, aunque tengas razón, fue el momento. —Yoongi contempló un momento el suelo, la pared y cualquier lugar que le permitiera no mirarme a los ojos, y luego suspiró— Bueno, Lia, creo que...
Me quedé esperando a que acabara la frase, pero cerró la boca de golpe, y se giró con brusquedad hacia la derecha, a la ventana, y entonces escuchamos a alguien escabullirse entre los arbustos.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó, entrando en modo alerta.
¿Un sonido? Yo no había oído nada, pero también miré en esa dirección. Un sonido. Había alguien fuera. Alguien me había visto besar a Yoongi. ¿Una punzada de pánico me atenazó y mi mente comenzó a procesar a toda velocidad. ¡Yujin! ¡Yujin había descubierto que me gustaba Yoongi! ¡Me había visto besarle! Probablemente se lo diría a todo el mundo, aunque muy pocos la creerían! Pero ella no se conformaría con eso. No, no se conformaría, seguro que iría a por él, y emplearía sus artimañas de zorra adolescente para quitármelo. Entonces vi a Yoongi caminar hacia la ventana, con la mano sobre la culata de su arma, aún enfundada en el cinturón.
—Yo no he oído nada. —aseguré con rapidez.
Pero eso no convenció a Yoongi. En silencio, avanzó un par de pasos cautelosos, todavía con la mano sobre el arma, preparado para sacarla en cualquier momento.
—Por los arbustos... —susurró.
Miré hacia allá. En el jardín, bañado por la luz oblicua de la tarde, no se movía ni una hoja. Estaba convencida de que si se hubiera tratado de Yujin, ya se habría largado de allí. Aunque bien pensado, también podía haberse agazapado como una alimaña al acecho en el sitio más inesperado, así que miré en otra dirección, hacia las sombras. Y allí, entre los arbustos, alcancé a ver un par de ojos mirándonos fijamente.
Me asusté mucho, tanto que estuve a punto de gritar al descubrir la silueta pálida y felina de mi vecina. Pero en cuanto se me pasó el susto, observé que eran ojos asombrados, curiosos. ¡Yujin estaba allí, pero no iba a fastidiarme mi momento! La posibilidad de que Yoongi la viese me paralizó. Alterné la vista entre Yujin y él, sin saber qué demonios hacer. Por suerte Yoongi continuaba escudriñando los arbustos, pero en cuanto éste quitó la cinta que sujetaba su arma dentro de la funda, reaccioné y tuve que hacerlo rápido.
Eso de que te guste alguien es un rollo, y a mí Yoongi me gustaba mucho. Me gustaba, pero no sabía cómo era realmente, así que cómo iba a saber si sería el hombre de mi vida. Seguramente yo tenía una imagen idealizada de él, pero, ¿y él? Yoongi estaba muy sorprendido por mi interés hacia él, pero de todas formas yo no podía descartar que sintiese algo similar por mí a menos que le preguntase directamente, cosa que no se me ocurriría hacer. Yo no quería que nos casáramos, lo que quería era perder la virginidad, y no me importaba si Yoongi no estaba enamorado de mí.
Me conformaba con saber que yo le gustaba, y de eso estaba cien por cien segura. Yo había fantaseado infinidad de veces con besarle y ahora pensaba en él de formas que habrían hecho que su hermano me diera una bofetada por descarada, para que volviera a pensar como una chica madura y responsable. Pero tenía ganas de besarlo otra vez, de estar a solas con él. En resumen: en relación con Yoongi, me había convertido en una adolescente calenturienta, y eso sí se lo dije.
—Yoongi, quiero hacerlo contigo.
Se quedó sin aliento, sin color de piel, sin riego sanguíneo, se quedó muerto.
—¿Lo has hecho alguna vez?
Me alegré de que el chico de mis sueños no saliese espantado después de lo que me había atrevido a decirle, pero me fastidió tener que confesar que seguía siendo virgen. Con todo, me reiteré en la decisión que había tomado, quería que él fuese el primero. Yoongi se me quedó mirando con una mezcla de incredulidad y consternación, como si lo hubieran reclutado para ir a la guerra o algo así. Tardó un poco, pero al final habló.
—Lia, yo... Yo creo que deberías esperar a conocer a alguien especial, tan especial que te enamores de él.
Su ternura y preocupación por mí hicieron que me sintiese conmovida. Cada vez tenía más claro que él debía ser quién me ayudase a perder la virginidad. Aunque Yoongi era muy diferente a Geumjae, esa sensación de familiaridad no desaparecía, seguía siendo un tipo de veintitrés años muy atractivo. Y yo, con mis diecisiete años (dieciocho en cuatro meses), había visto menos chicos desnudos que el resto de las chicas de mi edad. No por poca suerte, tampoco por mojigata, sino porque me habían sucedido tantas cosas durante los últimos años que acostarme con alguien no había entrado en mi lista de prioridades. El accidente de moto, la muerte de mi padre, las operaciones, la rehabilitación. Una vez tuve la oportunidad, pero no quise hacer algo tan especial en el asiento de atrás de un automóvil. Lia, la virgen carnal, esa era yo.
—Ven, Yoongi. Quiero que veas algo. —le dije, cogiéndole de la mano y tomando dirección hacia las escaleras.
Tuve que estirar de él todo el rato, intentando tranquilizarle, recordándole que estábamos solos y prometiéndole que no tenía intención de violarlo. A pesar de su recelo, conseguí que Yoongi entrase en mi cuarto. Una vez dentro, lo primero que hice fue cerrar mi portátil, no fuera a ser que Geumjae continuase en línea, y entonces señalé sus fotos en la pared. No hizo falta que dijese nada, se quedó boquiabierto. Él tirado en el suelo cambiando el aceite a su coche, él en la playa, él en moto vestido con su uniforme de policía, él en el gimnasio, él besando a una chica.
Una vez finalizó el repaso a mi pequeña colección como fan suya, me miró, pero pareció ver a través de mí. Como si su mirada fuera lejos, en busca de la adolescente que le había fotografiado, descubriendo toda la verdad, y más allá. Tenía los ojos entornados, inquisitivos, preciosos. Y se me encogió el corazón. Temblé de miedo temiendo que me rechazara, que me dijera que estaba loca y que me olvidara de él, que me dijera esas cosas horribles que algunos chicos dicen a las chicas como yo.
—Lia, yo...
—Shhh... —chisté, llevándome el dedo índice a la boca, como una niña inocente— No digas nada, por favor.
Entonces sucedió algo que nunca hubiese imaginado. Yoongi confesó que le gustaba verme cuando iba a cortar el tráfico a la salida del instituto, siempre vestida de forma distinta, coqueta, guapa. Guapísima. Desordenada, confusa, elegante, con el pelo recogido, con el pelo suelto, lacio, loco, con el pelo rebelde. Con dos coletas, con un vestido de flores, con un peto medio caído, con un traje de colegiala perfecto, con una camisa blanca con el cuello levantado y una falda azul marino debajo. Con unos vaqueros claros, con unos pantalones pirata, con unos vaqueros rotos, con curvas que destacaban, que se hacían notar. Con toda mi ropa, mis accesorios, mis colores. Reinventándome a diario, igual que otras chicas como yo.
Saliendo siempre de ese mismo instituto y siempre de manera distinta.
Enamorarse es algo complejo y difícil de describir, como todas las cosas que se sienten, que yo sentía. Era lo que me latía en el pecho por estar a tan poca distancia de él. Era una atracción superlativa, un deseo de mirar sus ojos durante mucho rato, era preguntarse cómo sería besar su boca, abrazarlo de forma posesiva, eran un montón de reacciones efervescentes en mi piel cuando él me rozaba, era cuando su sola presencia me hacía temblar y las partes más sensibles de mi cuerpo reaccionaban.
—Enséñame a besar, por favor... —dije, fijando la vista en él, atónita.
Capítulo escrito por: Lonely_M93
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