Touch me, parte 3

Con él delante, mi capacidad mental estaba al cero por ciento.

Traté de pensar en algo lo más rápido que pude, pero no se me ocurría nada que sonara serio y convincente. Además, el sonido de la cafetera interfiere en mis pensamientos. Quizás estaba un poco nerviosa, pero de pronto noté un calor extraño en todo el cuerpo. Sabía muy bien que él no se llevaba bien con su hermano, que apenas hablaban porque Geumjae prefería evitarlo, que su relación era igual de complicada que la que tenía con su madre. «La bestia», así la llamábamos, porque cuando notaba actitudes en Geumjae que ella consideraba «extrañas e incorrectas para un chico», se ponía igual que una bestia, gritando que tenía un trastorno mental, que estaba enfermo y que no sabía qué había hecho mal para tener un hijo así. Las palabras salieron de mi boca sin conectar con mi cerebro:

—Vengo a decirte que tu madre es una bruja.

Tanto Yoongi como los policías de la recepción se me quedaron mirando desconcertados. No les causó risa a todos. Solo a uno de ellos, que no reprimió una sonrisa burlona mientras se volvía y apoyó el codo en la mesa, como si todo empezara a ponerse interesante esa noche.

Acababa de insultar a la madre de un policía, y eso estaba mal, pero tampoco es que fuera una mentira. Yoongi frunció ligeramente el ceño con asombro y confusión.

—Tú sabes que lo es, sabes cómo trata a Geumjae. —continúe defendiendo a mi mejor amigo, incapaz de morderme la lengua— ¿Por qué no haces algo para que deje de tratarlo así?

Yoongi miró de reojo a sus compañeros. Luego se puso en pie y puso las manos en el mostrador. Después lo rodeó, me puso la mano en la espalda y dio unos pasos hacia delante para apartarnos un poco.

—Mira, Geumjae ya ha cumplido los dieciocho. Es un hombre, o algo así. —matizó— Según dice, ya es un adulto. No entiendo por qué te ha mandado a decirme esto.

—Él no me ha mandado, he venido yo por mi propia cuenta. —aclaré, firme— Con tu madre no se puede hablar, y pensé en pedirte que le dijeras que deje de culpar a Geumjae por ser homosexual.

Yoongi formó una fina línea con los labios, quizá intentando no perder la paciencia.

—Geumjae nos ha dejado claro que no quiere que ni mi madre ni yo intervengamos en su vida, así que respetamos su voluntad. —replicó Yoongi.

Quizá pensó que esa aclaración sería suficiente, pero no me detendría aún.

—No, no lo hacen. —rebatí, y sentí que ahora comenzaba a hablar con sinceridad— ¿Qué culpa tiene él de que tú padre abandonara a vuestra madre? Y si fuera culpa suya, ¿por qué no es tuya también? Ah, porque tú sí haces todo lo que tu madre quiere, ¿no? Tú eres el hijo perfecto: inteligente, trabajador, guapo, que sabe lo que quiere, y tu hermano el que le ha salido defectuoso.

Vaya, en verdad aquello era muy liberador.

—Lia, Geumjae nunca está en casa, no nos dice dónde va ni de dónde viene. Es él quien se ha desligado de nosotros. —afirmó, intentando que me calmara.

Detrás, salvo a uno de los policías, encantadísimo con la escena, a los otros no parecía gustarles mi actitud. Debían de estar pensando que estaba loca.

—Que tu madre lo trate mal le afecta más de lo que crees. —le dije, volviendo la mirada hacia Yoongi.

—¿Y cómo voy a saberlo yo si casi no me habla? —puntualizó él. Después exhaló, mirando de reojo a sus compañeros para comprobar si seguían tratando de escucharnos o no— Mira, tú siempre has sido una buena amiga de Geumjae, pero no creo que dependa de ti arreglar este asunto.

Me crucé de brazos y adopté una pose severa. Dios santo, había hecho lo que había podido.

—Entonces, ¿he perdido el tiempo viniendo aquí? —pregunté, desafiante.

—¿Qué quieres que haga exactamente, Lia? —murmuró, con impaciencia.

Se me pasaron un montón de ideas por la cabeza que en verdad pensé que ayudarían a Geumjae en su difícil convivencia con su madre, pero me costaba encontrar una forma educada de decirlo.

—Evita que tu madre le siga rechazándolo y presionándolo. —preferí decir— Que Geumjae admitiera ser gay o bisexual, que tampoco es que lo tenga muy claro, no tuvo nada que ver con lo que hizo tu padre. Sólo fueron dos cosas que coincidieron en el tiempo, nada más.

Yoongi apretó los labios. Se estaba conteniendo, yo sabía que se estaba conteniendo.

—Bien, lo intentaré. —carraspeó con incomodidad.

La conversación parecía haber terminado, por lo que decidí pasar al asunto que realmente me había llevado allí.

—En fin, esto era algo que hacía tiempo que quería contarte. Yo te aprecio, sabes, valoro que seas un buen ejemplo para él, pero también vine a poner una denuncia. —agregué con nerviosismo, tratando que no me fallara la voz.

—Eso es algo que sí podemos resolver aquí —afirmó Yoongi, aliviado.

—El perro de mi vecina, un rottweiler enorme, ha estado golpeando la verja de mi casa como si quisiera tirarla abajo. —expliqué— Es muy grande, tengo miedo de salir a la calle, y no me deja estudiar para la prueba de acceso a la universidad.

Yoongi parpadeó, casi perplejo.

—Ningún perro puede andar sin correa dentro del casco urbano. —dijo como si recitara el ordenamiento municipal de memoria, mirándome con profesionalidad— De todas formas, deberías hablar con ellos antes de poner una denuncia. ¿Lo has hecho?

—No puedes resolver un problema ni tampoco otro. —resoplé— Vaya policía.

Uno de los agentes hizo un gesto con la boca al estilo: ¡Buen golpe! Y hasta yo pensé que eso había sido horrible, pero Yoongi soltó una risa incómoda, perdiendo la paciencia.

—Bien, Lia. —dijo, manteniendo la postura cordial— Si tienes más problemas, creo que deberíamos discutirlos en mi despacho.

Dio un paso adelante como para invitarme a pasar, pero retrocedí, alarmada.

—No, prefiero permanecer aquí. —dije.

Yoongi hundió ligeramente las cejas, y luego se puso serio, muy serio.

—Entonces mejor haz lo que te he dicho: habla con tu vecino. —dictaminó — Y si no os entendéis, vuelve por aquí y vemos qué se puede hacer, ¿de acuerdo?

Dio otro paso adelante para invitarme a salir, decidido, pero antes de que se me ocurriera un modo de replicar, se produjo un ruido en alguna parte de la comisaría. Un ruido muy parecido a cuando algo cae al suelo. En el interior, la tapa de la cafetera se abría y se cerraba por el vapor Yoongi se aproximó con lentitud y curiosidad. También notó el extraño comportamiento del aparato, y luego los demás también parecieron muy interesados en ello. Entonces estalló.

Sucedió en un parpadeo. La cafetera produjo un fuerte silbido, como una señal de alarma indicando que acababa de superar el punto de máxima presión y, sin más, se produjo la explosión y una lluvia de café hirviendo se expandió como una niebla oscura por toda la sala. Todo quedó hecho un jodido desastre, pero por fortuna no hubo que lamentar la muerte de ningún policía en acto de servicio.

Unos días después, Geumjae y yo estábamos estudiando matemáticas on-line durante una tarde lluviosa. En realidad yo era la que tenía que estudiar y él quien me estaba ayudando. Mi amigo había aprobado todo, y también había hecho la prueba de acceso a la universidad. Su problema aquel verano, no eran las matemáticas, sino decidir qué demonios quería estudiar.

—Geumjae... —llamé, y luego mostré el ejercicio de matemáticas a la webcam— ¿Esto está bien? No pudo responderme, porque al instante se escuchó el timbre.

Era una melodía estruendosa para que pudiera oírse en cada rincón de la casa. Geumjae no se asustó, pero yo me levanté con rapidez. Por un momento temí que mi madre hubiera regresado de la playa, pero era obvio que ella no tocaría el timbre. Quizá era algún técnico de mantenimiento, o un repartidor de paquetería, y sentí lástima de que alguien tuviera que trabajar con esa lluvia.

—Debo bajar a ver quién es. —le avisé a Geumjae— Echa un vistazo al resto de ejercicios, no creo que tarde.

Él asintió con la cabeza, no era la primera vez que nos interrumpían mientras estudiábamos. Además, a pesar de ser medio hombre, las órdenes simples le resultaban sencillas de obedecer. Bajé las escaleras a toda velocidad. Mi casa disponía de todo un sistema de seguridad con cámaras, sensores de movimiento y detectores en puertas y ventanas, algo así como la casa de Gran Hermano. Cada vez que alguien nos visitaba, debía tocar el timbre, y entonces podías ver de quién se trataba en la pantalla del portero automático.

Cuando ya estaba cerca de la puerta de entrada, caminé con un poco más de sigilo. No quería que quien quisiera que estuviese al otro lado notase que estaba en casa, por si no me interesaba abrir la puerta. La cámara de seguridad mostraba la verja, una pequeña parte del jardín y los muros que rodeaban la casa. Detrás de la verja, bajo la lluvia, esperaba un policía.

Me quedé rígida por un instante. Un frío helado me recorrió el cuerpo y se asentó en las manos, haciéndolas temblar. «¿La policía venía a por mí?», me pregunté, intentando decidir si debía o no contestar. Mis pensamientos se rompieron cuando el intercomunicador sonó de nuevo. Dudé un momento, pero el policía pulsó el timbre con insistencia, y terminé apretando el botón para hablar:

—¿Si?

—Buenas tardes, soy el oficial Min Yoongi, quisiera hablar con Lia.

La voz al otro lado sonaba distorsionada por el aguacero. Al oír su nombre me di cuenta de que me estaba comportando como una chiquilla estúpida, lo cual tampoco me tranquilizó, precisamente. ¿Qué demonios hacía Yoongi en mi casa? ¿Qué quería? Asumí que Geumjae no tenía ni idea de que su hermano iba a venir a casa, porque me lo hubiera dicho.

—Hola, Yoongi, ¿qué tal? —dije, sin apartar la vista de la pantalla.

El brazo cubierto por la manga azul oscura del uniforme se extendió hacia el panel del intercomunicador. Yoongi acercó la cara a la cámara para responder, dando la impresión de que iba a salir a través de la pantalla e, instintivamente, yo me eché hacia atrás:

—Lia, ¿abres la verja, por favor?

—¿Sucede algo? —pregunté como si tal cosa, a pesar de la inquietud. Decidida a enmascarar mis ganas de tenerle cerca.

—Solo quiero hablar contigo un momento. —respondió.

—Podemos hablar por aquí, ¿no? —repliqué— Te oigo muy bien.

—Lia... —insistió.

—Mi madre no está... —le informé por si acaso quería que estuviera presente.

—No es con ella con quien quiero hablar, así que no hay problema. —y como no respondí, añadió— Es una visita rutinaria.

—¿Hay algún amigo tuyo aquí? —comenté con sarcasmo.

—¿Hay alguna razón por la que no quieras que entre? —rebatió en el mismo tono.

—A lo mejor estoy fumando marihuana. —alegué de manera inconsciente, ofendida sin saber muy bien por qué, pero...

—A lo mejor llevo unos días constipado y no distingo el olor. —contestó con indiferencia y complicidad— Lia, va, déjate de chorradas, por favor.

Acepté pues que Yoongi no venía como policía, sino como hermano de Geumjae, o puede que hasta como amigo mío. Accioné el botón que abría la verja. Observé la imagen en la pantalla hasta que él entró. Entonces respiré hondo y me coloqué frente a la puerta de entrada. Apenas escuché los toques, abrí. Yoongi apareció ante mí con ese uniforme de policía que había estrenado apenas un año antes, de nuevo no podía creer que fuera él. ¡Maldición! ¡Qué cambio! Parecía amistoso, como el poli bueno en una serie de detectives. Era como si nunca hubiera sido un adolescente con la voz rara. De hecho, ahora su voz sonaba grave y clara.

—¿Puedo pasar? —preguntó, dedicándome una sonrisa ancha sin despegar los labios.

Con esa actitud, era imposible desconfiar de él. Y con lo guapo que estaba con el uniforme no se me ocurriría hacer nada que lo alejara de mí, pero la verdad era que apenas le conocía. Lo que sabía era lo que había visto en su casa, cuando iba a ver a Geumjae, pero el policía que en ese momento tenía delante nada tenía que ver con aquel chico tímido y obsesionado con la series de policías.

—¿Tienes una orden judicial? —bromeé.

Yoongi se veía más maduro, con temple, propenso a actuar según la ley ante cualquier problema.

—Si hubiera venido a registrar tu casa, sí, pero como te he dicho antes, sólo he venido a hablar contigo.

—Es que estoy sola en casa y soy menor de edad... —insinué.

Él soltó una risa tranquila. Algunos mechones de su cabello moreno se le habían mojado por la lluvia, y sobre sus anchos hombros se veían también pequeñas manchas de humedad.

—Además. —continué— ¿De qué quieres hablar? Por qué nunca has hablado conmigo desde que nos conocemos... —señalé, mordaz, y me apoyé en el marco de la puerta, como si no tuviera intención de moverme.

Él mantuvo la sonrisa, nada afectado por mi actitud.

—Sería un buen tema, considerando la escenita que me hiciste el otro día en la comisaría.

Buena respuesta... Permanecí en silencio como si estuviera pensando si dejarlo pasar o no. Yoongi miró hacia los lados y luego se cruzó de brazos como si quisiera dejar claro que podía ser tan testarudo como yo. La verdad era que no estaba nada mal, al natural era mucho mejor que en fotografía. Pensé quedarme un ratito mirándolo congelarse.

—Hace frío, Lia. —imploró, ante mi silencio.

—De acuerdo. —suspiré, apartándome para que entrara y cerrando la puerta tras él. Habría echado la llave para que no se escapara, pero me contuve.

—¿Cómo está tu madre? —preguntó Yoongi mientras echaba un vistazo al vestíbulo y a la sala, como si quisiera iniciar una conversación e inspeccionar mi casa al mismo tiempo.

Lo seguí con la mirada, atenta a sus movimientos, pero me quedé de espaldas a las escaleras como tratando de hacerle saber que lo que había más allá era territorio prohibido. No lo invité a sentarse, más que nada porque me encantaba ver lo alto que era.

—Mi madre está bien, un poco mayor para ti. —respondí, con una sonrisa de oreja a oreja, aunque todavía no entendía a qué venía aquella visita— Pero estaré mejor si me dices a qué has venido, porque habrá una razón. Supongo que no has venido, digamos... a verme, ¿no?

Capítulo escrito por: Lonely_M93

Recuerda dejar tu voto y comentarios, significa mucho para nosotras 🩷

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top