The baker, parte 5

—¿Quieres té? —Pregunto entonces, corriéndome hacia el lado para alejarme.

—Me encantaría —responde, volviendo a mostrarme aquella sonrisa tan hermosa, como si nada hubiese ocurrido.

Se sienta sobre la mesa, pero soy incapaz de hacer lo mismo. Me siento inquieta, al igual que mi agitado corazón, así que termino buscando algo dentro del refrigerador. ¿Qué cosa? No lo sé, porque está completamente vacío, pues no he ido a la tienda de conveniencia para reponer la mercadería. Sé que Namjoon está mirándome, siento sus ojos sobre mi espalda con tanta fuerza que podría compararse con la pesadez de un par de ladrillos.

—¿Lia? —Me sobresalto cuando le escucho llamarme.

—¿Sí? —Pregunto, cerrando de golpe la puerta del refrigerador.

Me giro hacia él y, tal y como creí, me observa, pero su expresión ha cambiado de golpe. Ya no sonríe, lo que me pone los nervios de punta. ¿He hecho algo malo?

—Estuve pensando en lo que hablamos ayer —dice.

Finalmente me siento frente a él, sin haber logrado encontrar nada dentro del refrigerador, y frunzo las cejas, pues ayer hablamos de muchas cosas.

—De tu esposo —aclara.

—Ah... —Asiento con la cabeza.

Por un segundo creo que me rechazará, a pesar de que no hemos hecho absolutamente nada, pero pienso que mandará a volar todas las ilusiones que me he hecho con él. Aunque es imposible que sepa algo como eso, ¿cierto?

—Creo que él es un estúpido —suelta, frunciendo los labios— porque no puede darse cuenta de la maravillosa mujer que tiene a su lado.

Bajo la vista hacia mi taza de té, sin saber realmente que responder. No creo ser tan maravillosa como él dice, tengo demasiados defectos. Y deben ser precisamente aquellos defectos los que han hecho que Seojun no me quiera.

—Eso... no es cierto —murmuro—. Soy una esposa terrible.

—¿Por qué no sería cierto? —Pregunta, alzando ligeramente la voz y lo levanto la vista para encontrarme con sus ojos brillantes—. Eres bella, inteligente, honesta y muy, muy resiliente. Cada día te levantas sabiendo que tu relación se la está llevando el viento, pero sigues adelante. Eres una mujer fuerte, Lia.

Aplano los labios, discrepando de cada una de sus palabras, y termino negando con la cabeza.

—Si fuera tan fuerte como dices hubiese juntado ya el valor para marcharme, pero aquí estoy —levanto las manos, mostrando a mi alrededor—. No he sido siquiera capaz de pensar en irme lejos. ¿No crees que eso es ser cobarde?

Se queda en silencio y sé que es porque he logrado que entienda mi punto de vista. No puedo evitar sentirme nuevamente desdichada, el hombre que en este momento llama mi atención, el que ha logrado que me encapriche, se ha dado cuenta de lo horrible persona que soy.

—Quizás no te has ido por una razón —dice de pronto, delineando con los dedos la forma de la tacita de color blanco en la que le he servido el té—. Si te hubieses ido antes, jamás nos hubiésemos conocido y yo no podría estar aquí contigo, pretendiéndome de la manera más evidente posible sin que te des cuenta —me quedo sin respiración al escucharlo y nuevamente mis mejillas se ponen rojas—. No te has ido porque tienes la esperanza de que las cosas cambien, pero quizás no es tu esposo quien cambiará, sino que tú.

Trago saliva al terminar de escucharlo, pero no he podido terminar de procesar nada de lo que ha dicho porque me encuentro demasiado ocupada pensando en que ha admitido que está pretendiendo llegar a algo más conmigo. Sin embargo, no sé cómo abordar la situación. ¿Sería demasiado desesperado si es que me lanzara a sus brazos de una vez?

No soy capaz de pronunciar una sola frase en un buen rato, lo que parece darle una señal equivocada. Se levanta de la silla, con los ojos ligeramente más abiertos de lo normal, y hace una pequeña reverencia en mi dirección.

—Lo siento, Lia, no quise incomodarte. Será mejor que me vaya.

Antes de darme cuenta ya estoy de pie, sosteniéndolo por la manga de la camisa para impedir que se vaya. Se gira sorprendido hacia mí, con la boca ligeramente abierta, y lo entiendo, porque yo también me encuentro sorprendida de haberme atrevido a detenerlo.

Pero no podía dejar que se marchara después de una declaración como esa.

—No... —murmuro, aunque realmente no sé qué es lo que debería decir—, por favor, no te vayas.

Vuelve a girarse hacia mí, lentamente, y me planto frente a su cuerpo a una distancia un poco más cerca de la prudente. Estiro la mano y de manera nerviosa tomo entre mis dedos la corbata impecablemente ordenada que trae puesta, sin saber realmente qué es lo que estoy haciendo, pero no quiero dejar de sentir el calor que su cuerpo emana.

—No me incomodas, Namjoon —finalizo, levantando la vista para verlo directamente.

Sus ojos se encuentran completamente abiertos, incluso cuando observa mi mano sosteniendo el trozo de tela azul que suelto inmediatamente, sintiéndome tonta. Tengo la intención de retroceder un paso para volver a imponer aquella distancia, pero su mano me detiene, tomando la mía con suavidad para acariciarla, acción que logra remover mis entrañas una vez más y vuelvo a sentir que los músculos de mi vientre se contraen.

¿Cómo es posible que una simple caricia me ponga de esta manera?

Aquella caricia escala lentamente por mi antebrazo, apenas rozándome con las yemas de los dedos, subiendo hacia mi hombro para finalmente llegar a mi mentón. Cada lugar por donde toca se siente como si me acercaran un encendedor, pero extremadamente placentero, extendiendo el fuego por todo mi cuerpo y concentrándose en mi vientre. Levanta mi cabeza con cuidado para que lo mire a los ojos y me quedo sin aliento cuando aquellos ojos tan gentiles me observan oscurecidos.

Suelto un suspiro. Quiero lanzarme a sus labios, que lentamente se entreabren para dejar escapar se respiración que de pronto se ha vuelto pesada, y no hay absolutamente nada que me detenga a hacerlo, así que termino de acortar la distancia entre nosotros. Su boca me recibe gustosa, abriéndose para que mi lengua entre a recorrerla y siento que estoy tocando el cielo cuando le escucho soltar un jadeo.

Me aprisiona contra la mesa, apegando su cuerpo al mío y dejando que sus manos inquietas comiencen a recorrerme. Primero me sujeta con fuerza por la cintura, casi expresando posesión sobre mi cuerpo, y luego una de sus manos sube por mi costilla hasta posicionarse sobre uno de mis pechos. Gimo despacio cuando lo aprieta con la suavidad necesaria para hacerme estremecer. Mi entrepierna ya tirita ansiosa por seguir, ansiosa por obtener aquella atención que hace meses no recibe, y mi cuerpo me regala un nuevo espasmo placentero cuando siento aquel miembro hinchándose contra mi estómago.

Si fuera por mí ya le hubiese abierto el pantalón y mi ropa interior ya se encontraría en el suelo, pero Namjoon no tiene los mismos planes. Me sienta sobre la mesa, acomodándose entre mis piernas, y sin dejar de besarme comienza a acariciarme los muslos por debajo del vestido, caricias que comienzan a volverme loca cuando se acercan hacia mi entrepierna. Pasa suavemente los dedos por encima de mi ropa interior, en un roce casi imperceptible que mi desesperado clítoris detecta inmediatamente, y mi espalda se arquea hacia adelante.

—Qué sensible estás —susurra contra mis labios.

No tiene idea de cuánto tiempo he estado esperando este momento ni de cómo ha reaccionado mi cuerpo apenas me ha puesto un dedo encima.

Sus dedos se cuelan por el lado de mis bragas y mis piernas ya han comenzado a tiritar cuando me acaricia los labios lubricados y lleva esa humedad hacia arriba, justo sobre mi clítoris. Mi cabeza se va hacia atrás en aquel momento de éxtasis y muevo las caderas para que sepa lo necesitada que estoy, necesitada de que meta sus dedos en mí lo más pronto posible. Y me hace caso, primero hundiendo su dedo medio que resulta ser mucho más grueso y largo de lo que creí. Mi cuerpo se sacude cuando ingresa el segundo dedo y puedo comparar la sensación con una penetración de un miembro.

—Con calma —me dice cuando intento mover las caderas a un ritmo más rápido.

Quita los dedos de mi interior, dejándome con una sensación de vacío que todavía no quería volver a sentir, pero engancha sus dedos en mi ropa interior para quitarla. Me siento extrañamente desnuda teniendo el vestido encima de mi desnudo trasero, aunque de todas maneras me estremezco cuando el frío del ambiente me toca la piel sensible y húmeda de la entrepierna. Namjoon lanza la prenda al suelo, lejos de nosotros, y mi boca se abre cuando lo veo ponerse de rodillas frente a mí, siempre manteniendo el contacto visual.

Su cabeza desaparece debajo del vestido y me sujeta los muslos con fuerza, obligándome a mantenerlos abiertos para darle espacio a su lengua caliente que inmediatamente se aventura a recorrerme de la misma manera que habían hecho sus dedos momentos atrás. Me penetra con aquel pequeño trozo de carne antes de arrastrar la mezcla de mis fluidos y su saliva hacia mi clítoris, que es acariciado con suavidad y luego succionado con la brusquedad necesaria para hacerme pegar un salto.

Jamás nadie me había hecho algo parecido a eso.

Mis manos instintivamente van hacia su cabeza, atrayéndolo todavía más hacia mí, y ahora puedo sentir su nariz acariciándome cuando su lengua se desplaza por la longitud de mis labios.

—Mierda —susurro, sintiendo que rápidamente estoy llegando a mi límite.

Entonces se detiene, justo cuando la frecuencia de mis gemidos aumenta, anunciando que estoy pronta a acabar sobre su boca. Se incorpora y se pone de pie frente a mí otra vez, saboreándose los labios empapados en fluidos, y me quedo sin aliento viéndolo con la respiración acelerada, las mejillas rojas y el cabello alborotado. Se acerca a mí y vuelve a besarme, casi como si estuviera dándome a probar de mí misma.

—Córrete junto a mí —me pide.

Y comienza a desabrocharse el pantalón. Mis ojos inmediatamente se desvían hacia aquel bulto que pide a gritos ser liberado y trago saliva cuando lo veo aparecer frente a mí, hinchado, grande y brillante, listo para lo que se viene. Estoy tremendamente ansiosa, pero me doy un momento para estirar el brazo y envolverlo en la palma de mi mano. Su piel se siente suave y caliente y veo escapar una gota de líquido preseminal cuando lo acaricio a lo largo de su longitud.

Namjoon suelta un gemido que cala en lo más profundo de mi vientre y me dice:

—Súbete el vestido.

Obedezco inmediatamente, recogiendo la ropa hasta la altura de mis caderas, dejando mis piernas abiertas para él, sin pudor alguno. Se masturba un par de veces, lubricándose a sí mismo y se posiciona sobre mi entrada, primero empujando sus caderas suavemente. Suelto un gemido al sentir el diámetro de su miembro abriéndose camino en mi interior, casi como si fuera demasiado grueso para mí, y él me acompaña con una especie de gruñido cuando ya se encuentra completamente dentro de mí. Se queda así un segundo, mi interior tirita gracias al casi orgasmo que acabo de tener, apretándolo una y otra vez. Entonces comienza a mover sus caderas sin tener demasiado cuidado. La mesa se sacude debido a la fuerza de los movimientos y yo tengo que sujetarme de sus hombros para encontrar la estabilidad que he perdido.

Escucho un estruendo a mi espalda y no tengo que girarme para saber que se trata de las tacitas de té que anteriormente habíamos estado utilizando, pero, lejos de preocuparme, logra encenderme todavía más. Rodeo sus caderas con mis piernas, casi evitando que se escape de mí, y nuevamente atrapa mi boca con la suya, succionando fuertemente mi lengua.

Mi interior tiembla una segunda vez y sé que esta vez me dejará finalizar. Aprieto las piernas alrededor suyo, dándole una señal para que no se detenga ni cambie el ritmo con el que me embiste, y él la entiende a la perfección. No para de moverse hasta que los músculos de mi interior comienzan a temblar violentamente volviendo a apretar su miembro, esta vez con la fuerza necesaria para arrastrarlo conmigo al orgasmo. Su cuerpo se tensa y esconde la cabeza en mi cuello mientras se deja ir en mi interior.

Me toma un instante caer en la cuenta de lo que acabo de hacer: ser infiel. Sin embargo, no puedo explicar la sensación de plenitud que se esparce por mi pecho. No me siento culpable, ni siquiera siento como si hubiese hecho algo malo.

Namjoon se aleja de mi cuerpo para volver a guardar su miembro dentro del pantalón y me ayuda a ponerme la ropa interior que había quedado en algún lugar del suelo de la cocina. Ha vuelto a ser el mismo hombre cordial que era momentos antes, por lo que me ayuda a bajarme de la mesa y me arregla el cabello que tengo alborotado. Mi sorpresa en grande cuando busca una escoba y limpia todos los trozos de taza que se cayeron de la mesa producto del movimiento.

—¿Puedo verte mañana? —Me pregunta mientras se arregla la corbata.

Abro los ojos, casi consternada al entender que nuevamente quiere tener este tipo de encuentro conmigo y no ha sido algo fortuito. Intento ignorar aquel pensamiento tan escandaloso y me acerco a ayudarle con la corbata.

Namjoon suelta una pequeña carcajada al verme y aclara:

—No tiene que pasar nada si no quieres. Me gusta estar contigo, Lia.

Termino de acomodar su corbata y bajo la vista al suelo para que no pueda ver cómo mis mejillas se sonrojan una vez más.

—Está bien, estaré esperándote aquí.

Me sobresalto cuando me roba un beso, pero no tengo tiempo de reaccionar porque ya se encuentra camino a la puerta de salida.

—Te llevaré a una linda cafetería —propone.

Y se va.

El día se me pasa extremadamente rápido porque me dedico a pasar la mayoría del tiempo pensando en Kim Namjoon y la manera en la que me ha tomado en mi propia cocina. Mi soledad ya no me parece tan tortuosa como antes, a pesar de realizar las mismas tareas de todos los días. No me doy cuenta cuando ya nuevamente estoy esperando a Seojun durante la noche y justo coincide que en esta ocasión no ha llegado tan tarde como otras veces. Sin embargo, esta vez me he quedado pegada leyendo uno de mis libros favoritos y me alegro de que, al menos hoy, no me siento miserable por comparar mi vida con la trama de ese libro.

Seojun entra a la habitación que débilmente está iluminada con la lámpara que me permite leer y hace lo mismo de siempre: quitarse la ropa, ponerse el pijama y meterse dentro de la cama.

—El grifo del lavaplatos ya no gotea —le digo cuando ya se ha recostado a mi lado.

Él se gira hacia mí y me regala una sonrisa que lo único que logra es provocarme repugno.

—¡Qué buena noticia!

Asiento con mi cabeza.

—El vecino lo ha arreglado.

Seojun se sienta sobre la cama para mirarme, pero yo no despego los ojos de la página, aunque ya he leído la misma línea más de tres veces porque ya no estoy poniendo atención.

—Debe... ser un hombre muy gentil —murmura dudoso.

Lo sé, he dado en el clavo y tengo su total atención.

—¡Lo es! —Vuelvo a asentir con la cabeza—. No sabía cómo compensárselo y él me ha dado dos opciones muy buenas.

—¿Qué opciones?

Desvío la mirada de la página por una fracción de segundo y miro su rostro confundido.

—Me dijo que había dos opciones: que le hiciera un pastel o que me acostara con él —explico en medio de una carcajada.

Risa a la que se une él.

—Espero que ese pastel haya quedado delicioso —murmura con una sonrisa.

—¡¿Qué dices, cariño?! Jamás podría haberle hecho un pastel, no soy pastelera —dejo el libro sobre la mesa de noche y apago la luz de la lámpara, dejando la conversación hasta ahí—. Buenas noches, amor mío.

Capítulo escrito por: WangNini_

Y este es el final de esta historia de Nam, qué les pareció?

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