tres
Lalisa
—Lisa. Deja de saltar en los charcos. No te comportes como una niña tonta o pensaré que de verdad lo eres.
Ugh.
Rodé los ojos con notable fastidio al oir al aburrido de Jungkook regañarme por ello. Claro que no hice caso a su orden y seguí con mis asuntos, pues si no, no seria digna de llamarme Jeon Lalisa.
Pero el ultimo charco me tomó por sorpresa. Y para mi mala suerte tenia una baldosa floja en el fondo. Terminó por salpicar mis medias blancas dejandolas asquerosas.
—Te lo dije—se burló alargando la "e".
—Me da igual.—respondí tajante—al menos asi hoy hablarán de mí.
—Ya hablamos de esto.—respondió igual de duro.
—Ya sé.—aclaré elevando un poco el tono. A veces lograba enojarme.—que pesado eres Jungkook.
Sin embargo el no pudo decirme mucho al respecto, ya que para cuando pudo darse cuenta ya estabamos frente a la escuela que a partir de ahora seria el martirio constante en mi vida.
—Mamá y papá querian que vayamos a la escuela militar.—recordé—y francamente esto no parece diferente a ella.
—Mamá y papá son unos idiotas. Y Lalice—agregó—si no sabes la diferencia entre ambas escuelas, no opines.
Hice un puchero lastimero.
—Que tengas 19 años no significa que puedes ordenarme.
—Si puedo.—informó autoritario. Su dedo pulgar fue a mi mentón. Lo observé a los ojos en silencio.—Y lo haré.
Me sonrio con un encanto propio de él antes de darme un beso en la mejilla.
—Haz muchos amigos. Te veré luego.
Dicho esto, Jungkook se dirigió hacia adentro y me observó una ultima vez, para luego desaparecer por una de las grandes puertas.
Tomé las correas de mi mochila fuertemente y comencé a caminar hacia adentro con mucha pesadez.
No estaba de mas decir que odiaba eso. Odiaba ser la chiquilla nueva, odiaba ser la que tenia que presentarse y odiaba soportar a los estúpidos niños de mi edad que lo unico que sabían hacer era jugar videojuegos o mirar chicas en desarrollo. Y en el peor de los casos, también existian los que tenian cara de que se les caeria el pene de tanto masturbarse con porno.
Otra cosa espantosa: si le decías eso, se lo creían.
Pero a pesar de ello tuve que hacerlo.
Tuve que entrar al salón, presentarme, fingir que las niñas no hablaban de mis medias blancas manchadas con barro y que los muchachos no me observaban de arriba a abajo como un filete de carne, para luego de todo esto, sentarme en el primer banco que logré ver vacío.
—Muy bien. Espero que le den una cálida bienvenida.
Y bla, bla, bla.
Todo lo que siempre dice una profesora aparentando que le agrada las compañias nuevas.
Luego de que viera como sus labios dejaban de hablar para darse media vuelta, saqué de mi mochila los audifonos que tenia escondidos en un bolsillo oculto. El reglamento escolar decia que no estaba permitido, pero si la maestra no lo veía no sucedería nada ¿no?
—Esta prohibido usar audifonos—dijo de repente alguien a mis espaldas, antes de colocarme el segundo audifono en el ultimo de mis oidos.
Fruncí el ceño y mire hacia atrás.
—¿Qué?
Mire al chico que alzaba una ceja con altanería y lo observé se arriba a abajo con resentimiento. Tenia el rostro suave como una seda y una nariz pequeña. Sus labios formaban un pequeño corazón y era delgado. En su uniforme escolar estaban las iniciales J.H. entrecerré los ojos.
—¿Y a ti que demonios te importa eso?—susurré—metete en tus asuntos niño mimado.
—No le hables así a Hoseok, el te ha hablado bien--regaño otra de repente. ¿Todos se habian puesto de acuerdo o qué?
Refunfuñe, sin poder contenerme ya.
—Y tú cierra la boca que nadie te llamó, puta de mierda.
—¡SEÑORITA ESOS MODALES!—gritó la profesora horrorizada dándose media vuelta de repente—¿¡Quien ha sido!?
Uy. Habia levantado la voz por demás.
Terminé por alzar una ceja mientras miraba a todos fulminantemente. Pues resultaba ser que todos me señalaban con dedos prejuiciosos.
Como dije antes,
Eran todos una bola enorme de imbéciles.
—Al carajo.—terminé por decir mientras me levantaba de alli con mis cuadernos. No conocía la sala de detención pero sabia que tenia que ir hacia allí.
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