XXIX. "Final"

No volvieron a la mansión de Germanía; Roderich lo llevó a una casa que había cerca de Viena, donde podían rentarla por un precio accesible y donde se alojaron.
Desde ahí, el austriaco hizo algo que no pensó llegar a hacer, empezó a buscar trabajo y claro, por su estatus y educación, consiguió uno. Era contador en un banco, algo que le aburría, pero, podía mantener a su... ¿Amante? ¿Pareja? Y es que aun no le proponía nada de ello.

El novohispano, al principio cuidaba la casa y la limpiaba, pero después empezó a buscar formas de ganar algo de dinero, con los tres idiomas que llego a aprender, lograba traducir varias cosas a los hombres que buscaban un traductor y le pagaban 5 florines por ello, no era mucho, peto era algo.

A pesar de ser una pareja homosexual, el aristócrata aun iba a la iglesia junto al novohispano, era algo que no podía dejar fácilmente.
El párroco de la iglesia, obviamente no decía nada porque no sabia de esa relación.
Eran discretos en ese tema; en casa, el austriaco iba guardando dinero, no solo para emergencias, sino que aun quería que el chico cumpliera ese gran sueño que tenia. El volver a la Nueva Hispania.
Llevaba dos meses haciendo lo mismo, solo quería ver al chico feliz.

Y ese día era cálido, calmado, hermoso. El austriaco después de una larga semana, tocaba su violín.
Al oír la puerta abrirse, pues el menor había ido por las compras, se detuvo, dejo el instrumento en su estuche y se seco las manos.

—Me alegra que hayas llegado. —Comento con una sonrisa. El menor lo volteo a ver de la misma forma dejando la canasta en el piso.

—¿Por qué no volvería? —Pregunto con suavidad. Y beso la mejilla del mayor, que noto como iba creciendo aquel joven por la pubertad.

—Cierto... Eh... Juan, ven. —Menciono y lo guió a la sala. El chico dudoso lo siguió.

—¿Sucede algo Roderich? —Dejo de llamarlo de "usted" y ya se diriguian por "tú". El austriaco lo sentó en el sofá individual y sr arrodillo frente a él, un ligero tono rosa invadía sus mejillas.

—No, no pasa nada malo. —Menciono, acomodo sus lentes y continuo. —Mira Juan, se que llevamos casi
8 meses juntos... Claro, desde que Rómulo nos junto, por así decirlo. Y bueno... Con estos meses juntos, sin la presión de mi abuelo y contigo a mi lado, solo quería decirte... Juan Jose de la Cruz... ¿Quisieras ser mi pareja?

El menor lo miro, podía notar los nervios del aristócrata. Mas lo soltó de las manos y lo tomo por las mejillas con una sonrisa. Besándolo en el acto, el austriaco correspondió rápidamente a ello.

—Me encantaría Roderich... —Luego río un poco. —Aunque pensé que ya lo eramos~

El austriaco sonrió y lo volvió a besar, dejando que el menor cayera en el respando del sofá y el encima. Dando pequeñas risas y disfrutando de su compañía.



[...]


—¡Ya voy! —Exclamo Roderich, esa mañana de miércoles. Estaba cansado, el banco le había dejado varias cuentas y se había desvelado la mayor parte de la noche.
El menor lo dejo descansar, andes de que este pudiera ir al trabajo. Pero, un ser muy amable lo había ido a despertar. —¡Ya dije que le pagare la...!

Cayó, pues, no era el casero quien reclamaba la renta de ese mes... No, no era él.

—Buenos días Roderich, lo siento, creo que te he despertado. —La voz calmada, pero seria de su abuelo, lo hizo ver que no estaba dormido, que si estaba despierto.

—¿Qué quieres? —Pregunto con severidad, mirándolo a sus ojos azules. —No, es mas... ¿Cómo suspiste que estaba aquí?

—Antonio me le dijo. ¿Puedo pasar? —Preguntó, Roderich estaba inseguro de ello, pero al final, dejo entrar a su pariente. —Veo, que te has acoplado a la vida del... Proletariado...

Pudo oír su tono de voz, el cual era con algo de desagrado, pero no dijo nada. No iba a empezar una pelea.

—¿A eso has venido solamente? Porque si es así, te pido que te retires por favor. —Menciono, dando media vuelta para verlo.

—No, vine hablar, lamento si no ocupó el tono adecuado... Es que aun no puedo creer tu decisión... Pero bueno, Roderich... —Ni siquiera formulo lo que iba a decir cuando el de Lestes ya lo había interrupido.

—No. —El rubio le dijo que ni siquiera lo había dejado continuar, a lo que el menor mencionó. —Me vas a pedir que vuelva y no, estoy bien con la vida que tengo.

—Por favor Roderich, vuelve a casa. —Menciono, tomándolo de los hombros. —Prometo que las cosas serán diferentes. Mira, se que no llegue a actuar de lo mejor y me disculpó por ello, he estado hablando con Rómulo y él trato de explicarme la situación.

El menor no dijo nada, solo oía a su abuelo. ¿Que las cosas serian diferentes? Eso lo intrigo un poco, pero debía seguir firme ante su decisión de no volver aquella casa, donde casi le privan del amor.

—Y si, él tiene razón. Tú y yo somos parecidos, pero al decirme que nos hizo distintos, me di cuenta, que en verdad quiero que seas tú, quien cuide de todo cuando yo muera. —Explicaba, el austriaco no entendió eso de parecidos pero distintos, pero no pregunto. El mayor saco algo del bolsillo de su abrigo y se acerco al de lentes. El cual no se aparto, sintió como las manos de su abuelo lo rodeaban y luego se alejaban de él. —Y esta ves, estoy diapuesto a aceptarte con... Tu pareja.

El austriaco abrio los ojos a modo de sorpresa al oír lo último y luego fijo su mirar a lo que le había puesto en el cuello. Viendo que era el mismo collar que él había dejado hace dos meses renunciando a la riqueza de la familia.
El germano le sonrió débilmente a su nieto y extendió sus brazos, para recibir a su nieto en un abrazo, si él lo quería.

—¿En serio todo sera diferente? —Pregunto algo dudoso. —¿En serio me aceptaras aunque este con un hombre? ¿Me querras con todo y aunque cometa errores?

—El único que cometió un error fui yo, y fue el no comprederte. —Menciono, Roderich sonrió y abrazo a su abuelo. Ese era el apoyo que Roderich quería desde un principio, el de su abuelo, porque era la persona mas importante para él, después de Juan.






[...]





—¡Roderich! —Exclamo Ludwig al ver a su primo, aun lado de él estaba el novohispano. Que después de hablar con el austriaco, tomaron una desiciones y se la habían comentado a Germanía.

Roderich no volvería a casa, seguiría con la vida que llevaba con Juan en Viena, pero su abuelo podía ir a verlo cuando quisiera y ademas, se haría cargo de lo que su abuelo le dejara, pero a su respectivo tiempo.
Las paces estaban hechas, y eso era algo que le agradaba al aristócrata.

Ludwig estaba feliz de ver a su primo, el novohispano también, ya que esa famalia volvía a ser unida una ves mas. Claro, el extrañaba a su familia, pero, volvería a la nueva Hispania, junto con el austriaco.

Solo esperaba que ellos lo recordarán, que lo aceptaran y que aun lo amaran.
Ya casi seis años desde que lo alejaron, pero, aun tenia esperanzas de verlos.
Por el momento, seria feliz a un lado del mayor, el cual le daba su cariño y su tiempo a pesar del trabajo.

—Te amo Juan. —Le dijo el austriaco abrazándolo por la espalda. El germano solo volteo la mirada, aun le costaba aceptar del todo la relación de Roderich.

—Yo también te amo Roderich. —Respondió el menor, ambos se besaron, mientras veían por la vetana.

—Y me alegra que ya no este Prohibido estar junto a ti.







—Ohayo Perez



Gracias a todos por seguir esta historia hasta el final.

Lo quiero a todos <3








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