XXII. "Renuncio, solo por vos"
—¿Entonces tú amas a otro hombre? —Pregunto algo confundido el menor. No podía comprender como era que dos personas del mismo sexo podían llegar a sentir algo por el otro.
El austriaco asintió por ello, tomo las manos del menor y con una voz menos... Seria le comento.
—Pero eso no significa que te valla a dejar de querer, tú eres mi primo favorito Ludwig. —El menor se sonrojo por sus palabras, dedicándole una pequeña sonrisa al mayor
—Lamento haberte gritado y decir que no te quería. —Se disculpó, bajando la mirada. El austriaco se inclino un poco y beso la frente del menor.
Le había explicado (o mas bien lo hizo lo mejor que pudo) sobre el amor entre dos hombres. Que no era distinto al amor común, lo unico que los diferencia a era, que uno podía exponerse al aire libre y el otro no.
Después de eso se despidió de él, diciendo que iría de viaje y no se verían en un largo tiempo.
El menor le deseo lo mejor a su primo y el aristócrata salio disparado como una bala y, aunque no era lo suyo, empezó a trotar, debían apurarse si quería (de algún modo) alcanzar al novohispano.
Bajaba las escaleras, cuando la voz de su abuelo resonó por la sala principal de la mansión.
—¡RODERICH EDELSTEIN DETENTE AHORA MISMO! —Gilbert y Elizabeth que esperaban al austriaco en la entrada para facilitar su huida, voltearon al inició de las escaleras, el rostro serio de Germanía los observaba a los tres.
El austriaco volteo, perdía tiempo y lo sabia, pero debía enfrentarse a su propio pariente. —¡¿A dónde crees que vas?!
—¡Lejos de ti! —Exclamó de vuelta, el rubio bajo las escaleras, encontrándose frente a frente a su nieto.
—¡Has perdido la cabeza acaso! ¡Acaso estas dispuesto a renunciar por todo lo que tienes por ir con... Con él! —Seguia sin entender, el menor se había ido, lo había dejado y... ¡Aun corría tras él!
—Puede ser que si, que haya perdido la cabeza, pero prefiero eso, a vivir infeliz el resto de mi vida. —Le contra dijo con severidad. —¡Y si! ¡Renunciaré a todo, por estar con él.
El germano lo miro incrédulo, no lo creía capaz. Pero el menor dio media vuelta y bajo con rapidez las escaleras, tenia a alguien con quien encontrarse.
—¡Roderich, si te atreves a salir por esa puerta, olvidate de lo que te corresponde!
Se detuvo, ¿se refería a las riquezas y tierras que le pertenecían? Podría ser lo mas seguro, porque no le había dicho que se olvidara ser parte de la familia.
Se volteo nuevamente, llevo las manos a su cuello y quito algo de su cuello, un collar el cual todos los integrantes de aquella mansión tenian.
—Puedes quedartelas... Son todas tuyas si tanto te importa la riqueza de esta familia. —Puso aquel collar en el mástil de las escaleras. El rubio solo lo observo, sin moverse, sin saber que decir. —Yo haré una nueva vida, con la persona que amo.
Cuando lo dijo, nuevamente dio media vuelta y esta ves nada lo detendría, Elizabeth le abrió la puerta con una sonrisa. El austriaco se la devolvió y después salio corriendo al carruaje, donde lo abordo lo mas rápido que pudo.
Antonio era quien manejaba el carruaje y, cuando supo que el aristócrata estaba arriba del vehículo.
Empezó a galopar a los dos caballos con una velocidad veloz, para alcanzar ese barco, esperando que aun no se desembarca del puerto.
[...]
El barco terminaba de cargar, pero no estaba listo para zarpar, aun faltaba varias cosas. El novohispano estaba sentado, esperando, saco aquella libreta que ocupaba, tanto de diario, como agenda del austriaco. Y, empezó a bocetear, recordaba el rostro serio del aristócrata.
Podía imaginarlo frente a la señorita Elizabeth, en el altar, dando sus votos matrimoniales, para ser unidos ante los ojos de dios.
Suspiro con tristeza.
—Es lo correcto... —Se dijo a si mismo. Sabía que su amor no era posible, prefería que el mayor se quedara con la dama. Evitando problemas... Mas de los que ya había ocasionado, sabia bien de los roces que tuvo con el dueño de la mansión.
“—No hay que causar mas problemas, ¿acaso quieres eso? —Le dijo Germanía al moreno mientras lo rodeaba. —Roderich es un hombre de la alta sociedad, sabemos que esta destinado a cosas mas grandes. ¿Qué puedes ofrecerle tú?
El chico no decía nada, solo miraba el suelo. Sabía que no tenia dinero, no tenia nada, solo un sentimiento sincero pero... ¿De que servía aquello? De nada en ese mundo de la alta sociedad.
—Ves, no tienes nada. —Volvio a decir Germania mientras se recargaba un poco en el hombro derecho del menlr. —Así que, lo mejor sera irse. Además, volverías con tu familia ¿qué eso no era lo que tanto querías?”
Una ves mas suspiro y observo el camino de tierra frente a él, por donde había llegado.
—¡Todos a bordo! —Grito un marino indicando que el barco estaba por zarpar.
El menor, se levanto de su lugar y tomando el poco equipaje que tenia, inicio su ascenso al navío.
Su paso era tranquilo, sin aparentemente preocupaciones. Dudaba y eso se debía al fuerte lazo que había hecho con el aristócrata, distinto al que había hecho con Rómulo, pues a este último lo veía solo como el padre que le falto desde que llego ahí.
—¿Estoy haciendo lo correcto? —Se cuestiono por primera ves, deteniéndose casi a la entrada del barco.
Volteo la mirada a ese camino de tierra y luego al navío.
En el primero se encontraba el amor a una persona que enserio lo quería, que le correspondía y trataba de comprenderlo siempre. Estaba un futuro, tal ves no de buena posicion económica y de trabas familiares que se podían llegar a superar.
Y en el otro, estaba su pasado, su familia a la que añoraba, a la que deseaba ver otra ves. Y un futuro a su lado en el lugar de donde venia... Claro si ellos aun lo recordaban y no lo dieron por muerto después casi 6 años de ausencia.
Suspiro. ¿Qué debía hacer?
—Ohayo Perez :'D
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