XXI. "Si puedes perdonar"

Aquella mañana, el sol salia con una ligera intensidad, calidez se sentía en el ambiente y en la mansión de Germanía los rayos del sol se filtraban por los grandes ventanales.
Casi tres días habían pasado desde qué había tomado la decisión de irse con el novohispano y, hoy era su boda con la húngara... O, al menos eso se supone.

Después de despertar, se sentó en la cama con la mirada perdida en las sabanas. Al voltear a su cómoda para tomas sus lentes, encontró una hermosa rosa roja, era bella y estaba recién cortada, se notaba por el rocío que aun tenia.

-Juan... -Dijo al tomarla con delicadeza, en los últimos días el novohispano no se había alejado del jardín. Debía acabar de arreglarlo, para eso se lo dieron... ¿O acaso Rómulo tenía otras intensiones al "regalar" al muchacho con él?

Se levanto para tomar un baño, todo debía darse según lo planeado con su -ahora- ex prometida y su primo Gilbert.
Paso a su estudio por algunas cosas, ahí, encontró otra rosa junto a una nota. La tomó, era una gramática no muy fina, ya que se veía que tenia palabras entremezcladas entre alemán (austriaco) e italiano.

"Querido joven Roderich:

Lamento si me ido sin decir algo mas, dejando solo rosas a mi despedida. No tenia el valor de decirle adiós.

Usted merece la vida que lleva por ser una gran persona. No desperdicie todo eso en una persona como yo, simplemente no lo vale. No tengo nada que ofrecerle, nisiquiera un pequeño techó en el nuevo mundo; solo un sentimiento, que no importa en un mundo donde el dinero y las clases sociales mandan.

Espero me comprenda de algún modo. Tal ves, esto no es un adiós, sino un hasta luego; además, la señorita Elizabeth le dará la familia que yo no puedo...

Enserio, lamento sin irme de este modo. Pero, también quiero que sepa, que usted provoco en , sentimientos únicos, cálidos y reconfortantes en mi ser que estaba hundido en la miseria y soledad. Gracias por todo.

Con cariño, deseándole siempre lo mejor desde el otro lado del mundo.

Por siempre suyo; Juan José."

Roderich arrugo la carta, el sentimiento de dolor se había alojado en su pecho nuevamente. Se había ido, la persona que hacia que viera al mundo de distinta forma, se había ido.

Corrió nuevamente a su recamara y tomo la primera valija que encontró. Empezando la a llenar de, joyas que le pertenecían, oro y otros objetos valiosos. Luego sus trajes, no cuantos pensaba en llevar, eso no le importaba. Solo quería cubrir aquellas riquezas que planeaba llevarse.

Zapatos y, corrió a su estudio, agotado tomó el único instrumentos que cabía en su gran (pero pequeña) valija. Su violín y algunos utensilios de pinturas, como sus acuarelas, pasteles, grafitos, carbón y solo eso. Sus oleos los dejaría como su querido piano.

Al tener todo eso listo, corrió donde Gilbert. El cual abrió y oyó la petición del austriaco, asintió, junto a Vlash bajaron eso de la manera mas discreta.
Roderich antes de irse, corrió a donde Ludwig, necesitaba despedirse al menos de él y que supiera que lo quería, no importara que amara a otra persona.



[....]


Apenas llegaban al puerto, veía con una mirada monótona el paisaje. Cuando bajo, vio el barco que lo llevaría, era un barco lujoso de la época y no uno pirata, como en el que llegó al nuevo mundo.

En su bolso, llevaba una gran cantidad de florines, era todo lo que había ahorrado de lo que le dio Rómulo mientras trabajo con él. Además de qué, Germanía le dio otro poco más por sus servicios brindados.

Los abrazaba para que nadie se lo quitará, cuando oyó a lo lejos como un hombre les pedía su atención. Volteo y vio a un grupo de personas, se estremeció por ello, era una venta de esclavos nuevamente.

Estaba por alejarse, cuando alguien paso a su lado a cadena y arapos. Se detuvo y volteo.

-Luciano... -Murmuro, viendo como era arrastrado por un hombre gordo. El italiano caminaba detrás de él con la miraba monótona, fría, pero triste. -¡D-disculpe!

Exclamo el menor acercándose al hombre gordo con algo de temor. Sabia que era un bandido o traficante, se le veía en la facha. El hombre volteo mirando un gesto de mal genio.

-¿Qué quieres mocoso? -Le dijo de manera tosca. Luciano volteo al oír la voz, de que alguna ves fue su esclavo.
No lo reconoció por lo bien arreglado que iba.

-¿C-cuanto... Pide por él? -Pregunto, el italiano lo miro confuso y con el ceño fruncido.

-¿Cuanto estas dispuesto a pagar? -Le dijo el hombre, el menor vio la bolsa que tenía abrazada, sabia que una persona valía mucho y mas si alguna ves, esta fue de la alta sociedad. -Pero te lo digo niño, no te saldrá nada barato.

El italiano no sabia el porque ese niño quería comprarlo, él mismo sabia que seria vendido al mejor postor. Y ya se había resignado a que su padre fuera por él. Era bastante obvio.
El novohispano levanto la bolsa de cuero que llevaba, le dolía entregar por lo que había trabajado tanto. Pero, nadie se merecía la vida que él tuvo.

-¿Con esto sera suficiente? -Pregunto, el hombre, tomo la bolsa cons us grandes manos, reviso el interior y sonrió. Monedas de oro y plata había en su interior.

-Es todo tuyo mocoso. -Le lanzó la cadena al chico con la llave y se fue mas que feliz del mundo. Sin saberlo, el novohispano había pagado mucho más que una persona normal lo abría hecho.

Cuando quedaron solos el italiano y él, solo se miraron.

-¿Acaso planeas vengarte de todo lo que te hice? -Le preguntó molesto el italiano, que había sido golpeado en el orgullo desde que había sido capturado.

-No. -Fue lo único que dijo el menor e hizo que el castaño levantara las manos, introduciendo las llaves por la cerradura. Esta cayó al piso con fuerza al liberar las manos del mayor. -Adios Luciano.

Se despidió sin mirarlo, aun le tenia miedo al italiano, este miro sus muñecas y antes de que el novohispano se fuera, con voz neutra preguntó.

-¿Por qué? -No lo entendía. ¿Había gastado lo que tanto le costo ganar... Solo para liberarlo?

-... -El menor levanto la mirada. Viendo los curiosos ojos del que fue su mártir. -Porque somos distintos... Y lo que para mí es correcto, usted no lo comprendería.

-¿Después de todo lo que te hice? -Volvio a preguntar. El menor solo lo observo.

—Aun después de eso. Por eso somos distintos. —Comento, para empezar a caminar al barco, donde debería esperar para que acabaran de cargar todo.

Si, había gastado todo sus ahorros por la libertad de alguien que lo había tratado muy mal, pero... No importaba. Sabia que él no hubiera hecho lo mismo.

Pero, no importaba. Como dijo, crecieron bajo ideologías distintas. Y él ya lo había perdonado, aunque el temor seguía presente ante su presencia.
Solo esperaba, que el abuelo del austriaco, perdonara al íntimo nombrado por amar a alguien como él.




—Ohayo Perez.

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