XVII. "¿Aceptas?"



La mañana llegó, Roderich después haber ido a ver al novohispano, bebía un café en el comedor. Aun pensaba en la pelea que había tenido con su abuelo.
El café le supo mas amargo de solo recordarlo.

—¡Roderich! —Llamaron a lo lejos, cuando volteo. Vio a Gilbert y a Elizabeth llegar juntos.

—¿Sucede algo? —Pregunto, dejando la taza en su lugar. El albino lo veía con esa sonrisa egocéntrica.

—Tenemos la respuesta a tus problemas. —Menciono, el austriaco lo miro confundido. La húngara solo sonreía a un lado del prusiano.

—¿A qué te refieres? —Pregunto y volvió a tomar un poco de la infusión. Degustando ese amargo sabor... Tan amargo como el sentimiento de perdida.

—El asombroso yo, a decidido que sera quien se case con Elizabeth. —El austriaco sin querer escupió el café que tenia en la boca a la taza. ¿Habia escuchado bien? ¿Gilbert, diciendo que se iba a casar?

—¿Qué? —Pregunto limpiándose la boca y mirándolo totalmente confuso. Gilbert lo miro con algo de molestia, pero de hecho, esperaba una reacción así por parte del aristócrata.

—Elizabeth me contó tu problema. —Roderich miro horrorizado a la húngara. ¡¿Le había contado de sus sentimientos al novohispano, a Gilbert?! —Y sinceramente, yo tampoco quiero que te cases y, mas si es con Elizabeth.

—¿Por qué? —Volvió a cuestionar. Las mejillas de la castaña se pusieron de un tono rojo suave. Roderich comenzaba a entender la situación. Y mas al ver que su primo estaba rojo casi hasta el cuello. —Oh... ¿Desde cuando?

—Después del regaño que nos diste por la borrachera del día anterior. —Respondio el albino mientras tomaba la mano de la húngara. —Como siempre estabas encerrado. Eli y yo empezamos a hablar y...

—Las cosas surgieron solas. —Continuó la húngara, sin borrar esa sonrisa. —Asi como lo de usted.

Roderich suspiro de alivio. La castaña no le había contado a su primo de sus sentimientos por otro hombre... O eso creyó, hasta que escucho la voz de su pariente decir.

—¡Si! Aun no se como conquistaste al niño, si siempre estabas encerrado. —Sus orbes amatista lo miraron. No era un regaño, no había una expresión de asco en su rostro... Ahora  una sonrisa sincera, donde veía el apoyo que tanto buscaba. —Enserio, no entiendo como lo conquistaste señorito. Pero si te hace feliz y dejas de ser amargado. Tienes todo mi apoyo primo.

El de ojos rojos puso su mano libre en el hombro del austriaco en forma de apoyo. A Gilbert le habia costado entender sobre el "extraño" amor de su pariente.
Elizabeth les había contado y les pidió que lo apoyaran, Gilbert se había molestado, pero no por el cariño que le tenia su pariente al novohispano.

Sino por su abuelo, ya que, todo debía ser como el decía y eso lo molestaba ya que el prusiano era un alma libre a comparación del aristócrata.
Pero, si él había encontrado la felicidad definitiva. ¿Que importaba si era alguien de su mismo sexo? Sus amigos no tuvieron problema en aceptar al pariente de su amigo... Porque ellos eran pareja y sabían lo duro que era ser rechazado, hasta por la misma familia.

Justo cuando el prusiano termino sus palabras hacia el aristócrata. Roderich sonrió, se levantó y ambos se dieron un cálido y sincero abrazo. Podrían molestarse y hasta llevarse mal, pero cuando alguno de los dos tuviera problemas estarían ahí, apoyandose.

—Gracias. —Se separaron y sonrieron. —¡Oh! Y respondiendo a tu pregunta, yo no lo conquiste... Él me conquisto.





[...]




Juan estaba en la pequeña casa que compartía con Carlota. Estaba hablando con Rómulo después de que el austriaco se fuera.
Le había contado todo y es que, el italiano era la persona en la que mas confiaba.

El castaño después de oír todo el drama con el aristócrata, ahora comprendía el porque pudo haber peleado con el austriaco.
Lo que mas le sorprendió fue lo del asalto. Si bien Luciano era un hijo de put*.... No sentía que debía ser tratado igual.

Rómulo suspiro, todo era un caos en esa casa. Pero se alegraba por Roderich, que llego a conocer el amor.
Tomo la mano del novohispano y le hizo la pregunta que el chico aun se quería responder.

—¿Y tú? —El moreno levanto la mirada. —¿Qué sientes por él?

Le pregunto con firmeza, pues, sentía que debía preguntar aqurllo antes de que esto siguiera avanzando. El novohispano bajo la mirada y sonrió un poco.

—Siento confianza... Calidez, una cariño especial... —Decia, sus manos tomaron las del italiano. —No se como llamarlo, pero... Días entes de que Luciano me llevara, cuando me beso... sentí cosquillas en el estomago... Mi corazón se acelero... Sentí una felicidad que nunca había sentido a pesar de que no hablábamos mucho... Me sentí querido...

Rómulo sonrió antensus palabras, era un cariño mutuo, donde ambos eran el soporte del otro. Sabia que aunque solo era cariño, no tardaría en convertirse en amor.

—Se le llama, estar enamorado Juan. Y es un sentimiento hermoso y, va agarrado de la mano del amor y ahora que lo tienes. No dejes que nadie te lo arrebate. —Le dijo, para besar a frente del chico.

Estuvieron unos momentos mas a en silenció. Hasta que oyeron tocar la puerta, al abrir, Rómulo vio al germano con su semblante serio.
Cuando entro en la habitación, Juan no pudo evitar sentir un escalofrío, el mirar de ese hombre daba miedo.

—¿Nos dejaría solos Rómulo? Por favor. —El italiano asintió y salio de ahí. Cuando estuvieron solos, el rubio solo volteo a ver al novohispano con autoridad. —Juan... ¿Qué es lo que mas quieres en esta vida?

Pregunto, el menor lo miro algo confuso. No se esperaba aquella pregunta, pero aun así respondió.

—V-volver a Nueva Hispania con mis padres... —Mencionó bajando la mirada. El fornido hombre asintio tras ello, no, no le haría nada. No si quería que su nieto hiciera lo que el quería.

—¿Y... Aceptarias si yo, te pagara el viaje a la Vera Cruz? —Volteo a verle, el menor no pudo evitar el levantar la mirada tras esa pregunta.

—¡¿P-pagar?! —Exclamo, el rubio asintió. —¿P-por qué haría semejante cosa señor Germanía?

"Porque quiero que te alejes de mi nieto". Quería decirle, pero se callo aquello, solo volteo para verlo.

—¿Acaso no te gustaría ser libre? —Pregunto, aun con algo de seriedad. Pero con un tono mas amable. El novohispano lo miro. —Es lo que te ofrezco, ser libre e ir con tu familia. ¿Aceptas?

Preguntó y extendió la mano. El menor la miro y luego al germano. Claro que quería ser libre... Pero... ¿Y Roderich?




—Ohayo Perez

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