XII. "Trato"
No pego pestaña en toda la noche, estaba demasiado preocupado ¿a donde se había metido el novohispano? ¿Quién se lo llevaría? ¿Por qué? Esas eran las preguntas que tanto invadían su cabeza.
Estaba sentado en su cama, preocupado. Trataba de no pensar en negativo, pero le era casi posible.
Y no era el único de ese modo, su nana también estaba demasiado preocupada por el menor. Pues ella lo cuidaba desde que este había llegado a la mansión.
—Juan... —Lo llamo en la oscuridad de su habitación. Apenas ayer en la noche, había besado sus delgados labios y le había dicho que lo quería... Y ahora, desconocía su paradero.
Tomo la libreta, abrió la primera pagina. Habían varias cosas escritas, pero no las comprendía, estaba en castellano... Castellano. Se dejo caer en la cama frustrado.
—Castellano... Yo aun no lo puedo leer... —Y es que lo estuvo estudiando últimamente para poder entender sin trabas al menor. Cerro los ojos. Y los abrió de golpe al igual que se sentaba en la cama nuevamente. —¡Antonio!
Exclamo y es que los amigos de su primo aun no se iban, se quedarían hasta después de la boda.
Tomo la libreta y salio disparado hacia la sala donde estos se encontraban.
[...]
—En otra parte de Austria. —
—¡N-no! —Grito el menor mientras trataba de alejar al castaño encima de él. Y es que este lo había despojado de sus prendas de vestir. —¡D-dejeme!
Exclamo, pero un puñetazo lo hizo callar. El italiano le abrió las piernas al novohispano y río. Lo tomo de las caderas y lo penetro sin preparación alguna.
En la habitación solo se escucho el grito del menor por el dolor que le causaba el pene del italiano en su interior... Hace dos años y medio que no le hacían tal cosa.
En la habitación se oyó del llanto del menor y del rechinar de la cama, mientras el italiano lo mordía con brusquedad haciéndolo sangrar.
[...]
—¡Antonio! —Llamo el austriaco al ibérico. El cual levanto la mirada al oír su nombre, el de lentes se acerco con prisa mostrando la libreta frente al rostro del castaño. —¡Tú! ¿Sabes que dice aquí?
El hispano tomo la libreta y empezó a leer, claro que lo entendía, era castellano. Su idioma natal.
—Si, dice. “Hoy, el joven Roderich me llevo con él a la capital por un traje para su boda... La modista me saco del local...” —El ibérico se detuvo y miro al joven frente a él. —Oye tío, esto es un diario... ¿No?
Cuestiono y hojeó un poco, no sólo había palabras, podía ver bocetos de varios dibujos inconclusos.
—Si, creo que lo es. —Dijo algo exasperado. Tomo la libreta y busco por las ultimas paginas donde el novohispano había escrito. —Aqui, que dice aquí.
Pidió con desesperación, esperando que hubiera algo que lo ayudara a encontrar el paradero del menor. El ibérico tomo la libreta, algo inseguro de leer, pues eran cosas privadas del joven caballero.
—“Ayer no hubo pesadillas, solo podía pensar en el joven Roderich y el be....” —Calló, pues un rayón se encontraba justo después de la letra "e". Busco algo mas pero no había nada mas. —Eso es todo lo que hay tío.
Comento, entregando la libreta al austriaco. El cual se tomo de los cabellos halándolos suavemente. ¡Cómo es que no había nada mas!
—Oye tío, si tanto os preocuoais por el chaval. ¿Por qué no le pides información al tío que te lo regalo? Tal ves el sepa algo. —Le comento el castaño, pues Gilbert les había dicho que el joven novohispano había sido un regalo de parte de un general a su primo.
Roderich calló después de las palabras del ibérico... ¡¿Por qué no se le había ocurrido antes?! Rómulo debía saber algo y, tal ves con eso le seria mas fácil encontrar al moreno.
Agradeció y volvió a salir corriendo, cansado pero con ganas de encontrarlo. Empezó una maleta, debía partir a Italia lo mas pronto posible.
—¿Qué crees que estas haciendo? —Pregunto la voz seria y autoritaria de su abuelo. El castaño volteo para verle.
—Voy a Italia, debo ver a Rómulo abuelo. —Le comentó, empezando sus maletas nuevamente. El germano se acerco al austriaco.
—Roderich, estas a menos de 4 días de casarte y ¡me dices que vas a ir a Italia, un viaje de casi dos semanas! —Su voz salio algo desesperada ¿en que diablos pensaba su nieto?
—Pero abuelo. Tengo que ir. —Insistio, pero el rubio cerro la valija del aristócrata.
—Sabes que Rómulo no esta en Italia, esta en camino para venir a tu boda ¿verdad? —El de lentes lo recordó, se sintió algo estúpido por no recordarlo. —Además ¿a qué quieres ir allá? ¿Es por ese niño, no?
El menor bajo un poco la cabeza, la voz de su abuelo se oía algo molesta. Después con voz clara le dijo que si, que todo se debía al joven caballero.
El fornido hombre suspiro pesadamente.
—¿Por qué? —Cuestiono. Tomando al aristócrata de los hombros. —No tienes que buscarlo, Roderich los sirviente como él son reemplazables. Te conseguiré otro caballero si es lo que quieres.
Las palabras de su pariente lo sorprendieron, nunca pensó oír algo así de su boca. También le molesto aquello, era como si todos ellos fueran simples objetos reemplazables.
—¡Yo no quiero a otro! —Exclamo, Germanía se sorprendió por su actitud. —¡Yo lo quiero a él abuelo! Por eso te pido, que me dejes buscarlo. Por favor.
El germano lo miro incrédulo ¿ese era su nieto? ¿Qué le había pasado? El austriaco estaba al borde del llanto, solo quería ver bien al novohispano. Que estuviera a su lado.
—Estas loco, no sabes cuanto duraría una búsqueda así Roderich. —Le menciono con seriedad. El austriaco no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
—Dos semanas. —Menciono con firmeza. —Dame dos semanas para buscarlo... Pasado aquel plazo, me casare aunque él no aparezca. Por favor abuelo.
—¿Tanto es tu insistencia? —Cuestionó con algo de rudeza, el menor asintió.
—Sabes que soy firme ante mis promesas. —Le respondió de la misma forma, Germanía sabia muy bien que eso era cierto.
—Bien Roderich. Pero no serán dos. —Menciono levando los dedos y bajo uno. —Tienes una semana para encontrarlo, sino aparece. Te casarás con Elizabeth pasado ese plazo, al igual que si aparece te casarás con ella lo mas onto posible. ¿Entendiste?
—Entendi perfectamente abuelo. —La decisión de su voz bastó para convencer al rubio. Después de eso lo dejo en su habitación.
Aun no comprendía como su nieto se había aferrado tanto a un sirviente. ¿Qué le veía de especial?
—Ohayo Perez.
Juan, como sirviente de Luciano.
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